Los
tebeos de Asteríx y los pintores decimonónicos han conseguido que no
reconozcamos las calzadas romanas. Olvidémonos de caminos de mulas medievales o
renacentistas que muchos municipios venden como romanos y reconozcamos las
verdaderas calzadas imperiales antes de que cualquier motoniveladora las
destroce para “mejorar el camino”.
La
construcción de una vía era todo un proceso de ingeniería que no desmerece el
trabajo actual. En varias fases se completaba un camino carretero con un ancho
que permitía el paso de dos carros en direcciones opuestas. Tan minucioso era
que muchas llegaron hasta mediados del siglo XX… ¡En uso!
Empezaban
desforestando, luego explanaban, delimitaban el firme, cimentaban con piedra en
bruto para tener una capa de cimentación sólida y resistente. Sucesivas capas
intermedias de gravas, disminuyendo el tamaño del material conforme se iba
ascendiendo hasta la capa más superficial, eran sucedidas del compactado de las
mismas. Finalmente, se revestía la superficie de la calzada con materiales de
grano fino: zahorras (con tamaños máximos de 4-5 mm) o jabre (arena natural de
granito con tamaños máximos de 1 cm) u otro material de granulometría fina que
estuviera disponible en las cercanías del lugar de construcción.
Cuando
lleguen al crucero dedíquense unos minutos para dos cosas: tomarse algo en el
bar donde aparcarán su coche y visitar la calzada de castro Urdiales a Osma de
Álava por el valle del Cadagua, Valle de Mena, Montija y Valle de Losa. No es
el único tramo conservado y, como dicen ahora, “puesto en valor” habiendo más tramos
en el Valle de Losa.
Valgan
estas rápidas imágenes para invitarles a que conozcan este itinerario. El la segunda noten la altura de la calzada sobre el terreno circundante.
Sin
más, que es verano.
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