domingo, 29 de septiembre de 2024

El olvido de un viajero del tiempo en Barriosuso.

 
 
Aún más, les diré que ese crononauta hizo una escala en España entre 1869 y 2001 o ¡sorpréndanse! Partió hacia el pasado antes del siglo XXI. Esta segunda posibilidad significaría que, conviviendo con nosotros, tenemos turistas temporales. ¡Incluso puede que duerman en apartamentos de AIRBNB! ¿Se lo imaginan?

 
No estamos en “Cuarto Milenio” ni es el argumento de un episodio de aquella serie titulada “The Twilight Zone” o “En los límites de la realidad” sino que es una conclusión sacada a partir del estudio de los documentos conservados en el arca de documentos en Barriosuso. Esta bitácora tuvo el privilegio de tener entre sus manos, gracias a Ángel Paz, las ordenanzas municipales originales del año 1573; Órdenes Reales y Decretos Reales dados a través de los Intendentes Generales y Corregidores de la Provincia de Burgos entre los años 1760 y 1835; o recibos de pago del año 1811 al ejército del General Francisco de Longa y el recibo de pago en especies del año 1833 al ejército Real de Carlos III (los carlistas).
 
Y, además, preservado entre ellos está el recuento de los dineros custodiados en el Arca, un documento del año 1779, donde podemos leer tras los nombres de los presentes: “Monedas del archivo: ocho duros gordos segovianos, tres pesetas, dos reales de plata y tres reales (¿?) en calderilla”. En la foto adjunta pueden leerlo ustedes mismos.
 
 
El duro segoviano era una moneda de Felipe V y es la última moneda de ocho reales acuñada. Gerónimo de Vivanco, Francisco García de Arroyo y los demás fueron puntillosos en marcar la diferencia de los tipos de moneda. Incluidas las pesetas. ¡Las “dichosas” pesetas! Unas genuinas oopart (“out of place artifact” o “artefacto fuera de lugar”) de Las Merindades. No nos han llegado, pero asumo que los citados no fantaseaban. Lo que me sorprende es que nadie podría canjear unas monedas que no eran de curso legal.
 
¿O sí eran canjeables? Porque en el libro “Recuerdos de un viaje por España” de Francisco de Paula Mellado nos dicen, en 1862: “De repente vio Mauricio que Cascabel movía con el hocico un objeto situado a orillas del camino; pasó a recogerle y vio que era una bolsa de cuero. Había dentro unas cuantas monedas; una pieza de oro valor de cuatro duros y seis pesetas. ¡Oh fortuna!”. Este mismo autor recoge en 1842 referencia al uso común de la denominación: “En Bayona la mejor fonda y donde comúnmente paran los españoles, es la del Comercio, que tiene mesa redonda de á tres pesetas, buen servicio y bastante amabilidad por parte de los sirvientes”.
 
¡Cada vez nos sorprendemos más! Y más endeble se hace nuestra teoría del crononauta. Aclarémonos: ¿existía la peseta antes de la peseta? No. Punto final. O sí. Porque tenemos emisiones de pesetas en 1837, 1836 y 1823 en Mallorca y Barcelona. Viajando más en el tiempo, también en Barcelona, desde finales de agosto de 1808 hasta finales de mayo de 1814, se estamparon monedas con los siguientes valores: en oro, piezas de 20 pesetas; en plata, piezas de 5 pesetas, 2`50 pesetas y 1 peseta. En la parte de Cataluña que permaneció bajo la autoridad de los partidarios de Fernando VII, se empleó esta denominación para las monedas de 5 pesetas.
 

¿Entonces? Entonces vemos que este término monetario era de uso corriente, al menos, en parte de la Corona de Aragón a principios del siglo XIX. Y por eso se adopta cuando se decide unificar el sistema monetario español. En 1774, cinco años antes del documento de Barriosuso, consta referencia a “pesetas” en el encalamiento de una iglesia barcelonesa.
 
Pero, ¿de donde venía el nombrecito? Algunos autores afirman que empezó a usarse en Lima, Potosí y Cuba y que en Cataluña se hizo popular a partir de principios del siglo XVII. Claro que, es difícil admitir el paso directo a Cataluña del nombre “peseta”, pues sus relaciones con América eran prácticamente inexistentes hasta que en 1778 se levantó la prohibición oficial por la que el Principado comerciase con América.
 
Otros autores creen que fueron los hechos históricos de principios del siglo XVIII los que dieron nacimiento a esta denominación. El autor Pierre Vilar afirmó que, en 1705, Carlos de Austria, que se había proclamado Rey de España en Barcelona, acuñó como moneda válida para toda España piezas de plata de unos 5 gramos. Estas estaban copiadas de la moneda interior catalana, estable y no exportable desde 1674. Incide en que “la pequeña moneda del Archiduque será denominada, como su modelo catalán, y en lengua catalana, "peçeta" (lo cual significa piececita)”.

 
J. Vicens Vives en su “Historia Económica de España”, escribe: “A mediados del siglo XVIII (1726-1737) la pieza de dos reales provincial -múltiplo más pequeño del real- empezó a llamársele peseta que sería el diminutivo del catalán peça (pieza, pronunciado pesa). Corominas cree, en efecto, que peseta es inseparable de peso y que sólo el sufijo en “-eta” es un catalanismo. Molí, en cambio, recuerda que ya a comienzos del siglo XV existían en Cataluña “pecetes” de plata”.
 
Para matar, y rematar, nuestra teoría inicial del viajero temporal diremos que el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española (edición de 1737) incluye peseta como “la pieza que vale dos reales de plata de moneda provincial, formada en figura redonda. Es voz modernamente introducida”. La peseta de dos reales de plata provincial valía cuatro reales de vellón, y el duro valía veinte reales de vellón, reducidos a moneda de cuenta la relación entre ambos (duro nacional, peseta provincial) era de cinco a uno. Por tanto, al erigirse la peseta en unidad del sistema, se denominó, popularmente, duro a su múltiplo de cinco. Con el euro estamos buscando dar contenido al término “duro”, pero, eso es otra historia.

 
Como el crononauta.
 
 
Bibliografía:
 
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
Numismática Mayor 25, C.B.
“Los nombres del dinero. Breve historia del real de a ocho”. Julio Torres.
“La “peseta” antes de 1869”. E. Goig.
“Guía del viajero por España”. Francisco de Paula Mellado.
“Recuerdos de un viaje por España”. Francisco de Paula Mellado.
 

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