domingo, 25 de mayo de 2025

Micaela Varona, monja, poeta y escritora (1675-1740).

 
 
En la anterior entrada conocimos la vida de Micaela Jerónima Varela. En esta hablaremos de su obra que es la única producción literaria conocida en el monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar. Esto es importante porque la literatura femenina en lengua castellana fue mínima hasta el siglo XIX. La mayoría de escritoras hasta el siglo XVIII son monjas, como Micaela, y, todavía, en la centuria de 1801 a 1900 un tercio de las autoras fueron religiosas.
 
Lo primero que dejaremos claro es que Micaela Jerónima no está a la altura de escritoras místicas como sor María de Agreda (1602-1665) o sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695). Aun así, le abrimos nuestro espacio por cuestiones de amor a la patria chica dando a conocer algunos escritos de esta hija de Villarcayo que pasó la mayor parte de su vida en Medina de Pomar. Empezaremos con estos versos del “Dulce Nombre de María” (1723):
 
(Estribillo) “Vaya de gozo, vaya de alegría,
pues es nuestra grandeza
el Nombre de María”.
 
(Coplas:) “María llena de gracia,
pues así lo simboliza
el nombre que le pusieron
y en el cielo así está escrita.
 
María, que misterioso
su nombre dice divina,
porque ser Madre de Dios
y de Dios lo que es María...
 
María, Madre de Dios,
do sólo Él sabe la enigma,
y lo que nos da a entender:
es llena de Dios María.
 
Sus atributos son grandes,
participación divina,
pues todo lo que no es Dios
es cierto que lo es María...
 
De la esclavitud tirana
nos libertó a la hidalguía,
y de esclavos de la culpa
nos adoptó hijos María.
 
Con esta Madre de Gracia
dejamos la bastardía,
y de su grada queremos
tener la gracia divina.
 
Pues sí, por hijos de Adán,
la malicia nos inclina,
ésta nunca pudo tanto,
queja la venció María.
 
Si la ignorancia hizo culpa,
fue el engaño la malicia:
fue envidia de la serpiente,
pero supo más María.
 
Si la culpa fue de Adán
y Eva fue su costilla,
María nos dio la grada
con el Dador de sí misma.
 
Si analizamos someramente el texto vemos como Micaela vincula Pecado, Ignorancia y Engaño, siendo el primero la suma de los otros dos. Nuestra monja nos dejó versos algo tardíos, pero porque su proyecto vital fue escribir prosa mística. De todas formas, cultivó una poesía tan sencilla como lo era ella y que encajaba en su convento donde se practicaba la música vocal e instrumental -cuarteto de órgano positivo, clavicémbalo flautado, violín, arpa-, más el teatrillo sacramental de monjas para monjas y un círculo de amigos. Su influencia social fue nula por lo que resulta difícil entender la represión clerical, con amenaza de la Inquisición, por escribir lo pensado. Solo se le permitió, después de la reprimenda, escribir letrillas devotas. Micaela reaccionará pasándose a la clandestinidad y, con ayuda de algunos capellanes, consiguió sacar adelante algo de su proyecto místico.

 
Pero no nos adelantemos y volvamos a la producción poética conservada de Micaela, que se halla en hojas sueltas. Una de las composiciones, “Letrillas a Santa Clara”, tiene dos copias fechadas en 1724. Es un romance en 60 cuartetas a modo de aleluyas. La poetisa repite retruécanos (por ejemplo: “Hay gente que ríe en el baño y yo me baño en el río”) y juegos de palabras que ya usó el autor de la Bula de canonización de Clara en 1255. La fiesta de Santa Clara (12 de agosto) solía celebrarse en Medina con un día de asueto al aire libre, que por aquel entonces incluía un extraordinario de chocolate y otras golosinas, con algo de vino blanco, por cuenta del fondo común, más alguna propina ofrecida de su peculio por la madre abadesa. Ese sería el entorno de lectura de este poemilla y su público -monjas y alguna criada- lo aplaudirían entre los frutales del huerto:
 
Luz hermosa y luminosa
se intitula la Matriarca,
planta fértil que da frutos
con las luces de la gracia
 
Clara y tan esclarecida,
que hija de la luz se llama,
y a todas luces tan bella
se manifiesta, que es Clara.
 
En el rumbo de señora
goza privilegios Clara,
y el lustre de su nobleza
con timbre de humilde ensalza.
 
Su nombre es tan soberano
y de Dios tan allegada,
que como otro girasol
sigue al Sol, en quien es Clara
 
Sus luces son esplendores,
y en sus candores tan clara,
que mirando al Sol de cerca
su vista en el Sol se para.
 
Su virtud es singular
en un todo, toda santa,
y sus realces tan altos
los anivela la gracia.
 
Por mejor servir a Dios
renunció pompas y galas,
las espaldas volvió al mundo
y siguió a Cristo con gala.
 
Desde sus niñeces fue
esta virgen consagrada,
toda al gusto de su Esposo,
y así fue tan pura Clara.
 
Vistióse bien del cilicio
de san Francisco la gala,
con quien trató sus designios,
y éste la hurtó de su casa.
 
En todo fue tan prudente,
tan discreta como sabia,
porque en la escuela de Cristo
salió maestra consumada.
 
Estudió bien los primores
para salir enseñada
en la práctica divina
de las virtudes más altas.
 
Fue tan heroica en pobreza,
que todo lo miró nada
y sólo una prenda tuvo
de que fue asida y prendada;
 
Joya de tanto valor
de quien fue unida y clavada
con Cristo crucificado
y en éste crucificada.
 
Prenda de su corazón
tan amante y apreciada,
que robándole el amor,
en ella se estampa Clara.
 
Porque todo lo dejó,
halló la escondida dracma
y la guardó como supo,
por ser en todo acertada.
 
Supo muy bien lo que hizo
y así no tuvo ignorancia,
porque a las luces del Sol
se miró y remiró Clara.
 
…………………………
 
Así acabó en esta vida
la que así vivió tan santa,
y Clara voló a la gloria,
a ver a Dios cara a cara.
 
Y así se fue para siempre
a descansar a la Patria
de las fatigas de amor
con que se corona Clara.
 
En su testamento deja
con su firma afianzada
herederas a sus hijas
de las mejores alhajas.
 
Las hipotecas son buenas
y aseguran bien las mandas:
la Regla y Constituciones,
que las observen encarga.
 
Gócese por infinito
la que fue tan grande santa,
y su memoria gloriosa
celebren sus hijas claras.
 
Y pues tienen tan gran Madre,
imítenla como sabias,
prudentes, como discretas,
y así irán a acompañarla.
 
Perdonadme, Santa mía,
lo corto en las alabanzas,
y recibe de mi afecto
lo que al discurso le falta.
 
Y pues fuiste en todo grande
y en la más altura te hallas,
alcánzame de tu Esposo
los auxilios de su gracia.
Año de 1724.
  
La iluminación del Altísimo fue más por el lado de la prosa: Micaela escribió cartas espirituales y textos heterogéneos. Todo ello en una pila de legajos copiados con poco esmero y revisado por su director espiritual. No era rara esta intromisión porque hasta Teresa de Jesús sufrió la pedantería de fray Diego de Yepes o de Jerónimo Gracián. Por supuesto, la temática de Micaela es espiritual sin concesiones a los sentimientos personales o a la salud que, cuando llega a comentarse, se contempla bajo luz ascética.

 
Sus cartas van dirigidas a otras monjas. La difícil ortografía (división arbitraria de palabras, abuso de la “h”, seseo, alteración de letras) y sintaxis (cada pieza suele ser una tirada corrida sin signos de puntuación), más el uso de anacolutos -inconsecuencias en la construcción del discurso- hacen difícil tener una trascripción ajustada.
 
En esta carta de 1733 nos nombra a fray Melchor Fernández como cronista, no se dice si del convento o de la provincia franciscana. Este fraile será muy importante para que los textos de Micaela nos llegasen:
 
“¡Viva Jesús en nuestros corazones!
Muy Señora mía y amada en Cristo:
Recebí la de V. m. por medio del portador, el Rdo. P. Coronista fray Melchor Amigo, persona de mi singular estimación y afeto que venero, estimo es y será de mi mayor confianza hasta la eternidad, y quedo con la obligación de hacer lo que V. m. me encarga, de pedir al Todopoderoso y sapientísimo Señor le dé la luz y acierto para ejecutar aquello que su divina Majestad mejor sabe que conviene para su mayor honra y gloria, la cual se encierra en el cumplimiento de su santísima voluntad, cuyo efeto es el fin que en todo debemos desear y determinar en todas nuestras operaciones. Y pues su infinita Bondad tiene el agrado y gusto de hacernos en todo bien su voluntad es cierto que es de comunicársenos por el mismo amor que a sí mismo se debe, en quien debemos confiar y pedir, y V. m. se sabrá hacer cargo mejor y obligar a su divino Esposo, para conseguir lo que desea determinar de su honra y gloria.
Yo soy la más indigna criatura, etc.
Marzo 1 de 1733”.
 
Resulta curioso la abundancia de lugares comunes y el abuso de perífrasis religiosas que pueden producirse porque, sencillamente, sea la forma común de hablar en el convento o porque las monjas asumen que es la forma en que tienen que comunicarse con otras religiosas y con los seglares.

 
Vayamos a otra carta. Esta del año 1734 donde Micaela nos introduce en el fastuoso mundo de las reliquias de santos:
 
“Jesús María Joseph.
Muy Señora mía en Cristo amada, cuyo amor intimado viva trasformado, cuyo vivir de amor suyo sea, como decía san Pablo, “ya no vivo, porque vive Cristo en mí...”. Señora mía: yo confieso que soy de verdad insuficiente para todo. Por eso he dejado de responderla hasta ahora, y porque la salud ha sido tan adversa, que no me ha dado lugar su cortedad para coger la pluma, sea Dios alabado, pues sólo para asistir a mis obligaciones aun ando falta de tiempo. Porque los dolores me impiden y me sugieren tanto, que no lo puedo expresar, sí sólo que me quejo mucho y es todo poco o nada lo que padezco, porque es misericordia del Señor todo. Y si supiera o acertara a servirle en algo, no fuera ocioso el penar; mas no ignoro que mis deméritos no tienen valor, ni sé de virtud, porque me falta el saber obrar como debo.
 
Y así, amiga mía, mal podrá prestar aceite para la lámpara quien sin ella tiene tan apagada la propia. Y esto soy yo, para que V. m. no se engañe, y deponga el conceto, sino sólo de saber que soy la más necesitada de todas las criaturas y más miserable y indigna, para que así con todas veras me encomiende a Dios, y le pida por mis grandes nesidades, que yo en mis pobres oraciones lo hago, la correspondo, aunque con la desigualdad de mis tibiezas.
 
Recibí el velo que me remiti en la suya y estimo su afecto, y mucho más el que me encomiende en sus oraciones. En cuanto al darle culto por reliquia, no se puede, hasta que nuestra Santa Madre Iglesia le dé que sea gran santa, es creíble, y que la virtud del Todopoderoso obre milagros, mas no podemos por fe divina sino humana crer más, hasta que el Señor lo disponga.
 
Yo tengo reliquias y he repartido muchas a diferentes personas, y las que tengo son del Santo de los Santos y en otra ocasión, si acaso Dios me da vida, que vaya con seguridad remitiendo a V. m., de lo poco que me ha quedado, algo que es de la Soga con que ataron a nuestro amantísimo Jesús.
 
Su divina Majestad tanto de su amor llene y aumentos de la divina gracia, como le previene mi seguro afeto, en quien siempre viva su feliz empleo.
De ésta de V. m.
Santa Clara de Medina, abril 23 de 1734”.
 
¡Telita! Micaela era propietaria de un fragmento de la soga con que ataron a Jesús. ¿Está claro? ¡De la soga con que ataron a Jesús! Realmente no sé si es fe o simpleza. Además, la tuvo especial devoción porque, mientras que otras reliquias las regaló, de ésta sólo hizo reparto conservando un resto. Como si fuese un salchichón. Incluso firmaba cartas como “la presa de Su soga” o “la de la Soga”, con mayúsculas.
 
En una carta algo anterior -15 de febrero de 1732- ya hablaba del tema de las reliquias:
 
“Muy Señora mía amada en Christo, salud y paz que le deseo, dentro de su Divino Amor, con muchos aumentos de la divina gracia.
Señora mía: A la que recibí de V. m., supliqué a mi Padre espiritual la diese abiso de no poder responder, así por mis indisposiciones de salud, como por las ocupaciones de mi estado y oficio; y que dijese a V. m., que como la reliquia de la Soga de Christo es legítima y berdadera, aunque poca, por lo mucho que tengo repartido, y pensé aun tener menos; y le parece a V. m. que para soga es muy suave y ilegible , no dudo que la que por nuestros pecados fue tan áspera y dura para atar y aprisionar a nuestro Divino Maestro, la izo su divino Amor y contacto toda suave, como aprisionado de su infinito Amor; y como pudo ser de cáñamo fuerte se a destorzido en las repartiziones y parece zerro (manojo de lino) Salga V. m. desa sospecha, como de no haber abido fraude en el correo”.
 
¿Llamaríamos a esto la “diplomacia de la soga”? Lo digo porque entre las cartas hay una de 1737…
 
“Caríssima Amiga mía en el Señor Reçeví la de V. m. etc.
Aprecio mucho la reliquia que me enbía de la Ven. Sor Josefa Berridi. Leí la cedulita, pero no pareció la reliquia; y en otra, tres pedaçitos de tela mui sutil, como me diçe, y la he repartido a las señoras de mi obligación, y un poquito lo e reservado para mí. Y es cosa admirable, por las çircustancias que me diçe, aunque no estraño de tan soberano médico y amante de sus escojidas, y pide gran veneración por aber pasado por tan soberano mano y estar entrañada en el corazón erido de su esposa la dicha Venerable, pues su dedo Divino si le yrió con su amor, su amor estaba obligado a curar tal llaga. Gracias sean dadas a Dios, maravilloso en sus criaturas.
 
Y en cuanto a las cosas de esta V.ble y acerca de su Beatificasión que me intima, sólo la digo que lo remita a la dispossissión de lo que su Divina Magestad determinare...
Agosto a 6 de 1737.
De V. m. la que siempre afeta en el Señor,
Micaela de San Anbrozio”.
 
Sor Micaela escribe Berridi en lugar de Berride, Josefa Berride Bureth (1658-1717) que era una beata aragonesa, natural de Huesca y ciega desde la niñez. En 1720 se incoaba el proceso de beatificación, al que se refiere nuestra Micaela Varona.

 
En 1737 escribió a otra monja mencionando a su hermana María Jacinta Varona y hablaba sobre reliquias, lo que muestran el nivel de querencia a esas cosas de Micaela al negociar “un pedacito de las entrañas” de una monja fallecida con fama de santidad. Si tenía pegas con el velo anterior aquí está encantada con la casquería. Pero no es solo su culpa. Estábamos en tiempo de la contrareforma católica y su culto a las reliquias se convirtió en obsesión. De hecho, el monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar tiene una serie de reliquias atesoradas desde entonces. Interesante también es la noticia de su nuevo cargo de maestra de novicias, donde incidentalmente comenta que en Santa Clara no las había por entonces:
 
“Carísima amiga y Sra. mía en Xr.to:
No he podido dar respuesta antes a la de V. m., que recibí, así por las indisposiciones de mi salud como por la(s) ocupaciones del oficio, juntamente la eleción que se ha hecho de nuestra Prelada y Oficios, y ahora la respondo cómo recibí la reliquia de un pedacito de las entrañas de su venerable y santa tía que venía, y estimo como debo y lo aprecio sobre mi corazón, y he repartido a la mi hermana y a la que ahora ha salido Abadesa. La antecedente, que V. m. me decía, no sé cómo se perdió viniendo en la carta. Al fin yo no sé, aunque he tenido alguna sospecha de si la abrieron. Porque como el bulto era de tres adjuntas, la curiosidad la pudo registrar, aunque nada creo.
 
Ahora, amiga mía, le encargo nuevamente que le pida al Señor me dé fuerzas y salud si me conviene, para ejercitar que me ha cargado la santa obediencia de Maestra de Novicias, para cuyo ministerio me hallo inhábil, y no sé cómo puedo ejercitarle, por ser de tanto cuidado y peso su importancia, y istrumento tan débil, raso y impropio que es lo que siento.
 
Ahora no hay novicias. Si viniere alguna, se la encargaré a V. m. en sus oraciones, que no se la podré dar como la obligación demanda, por las circunstancias referidas. Su divina Majestad, a cuya cuenta estamos y remito todo lo que V. m. me pide que haga, lo suplirá todo como quien es, amante fino.
 
A su Sra. Prelada dará V. m. mis manos muy rendidas y afectuosas, poniéndome a su obediencia; y V. m. reciba de las conocidas de aquí, que lo hacen recíprocamente. Como también V. m. dará a esas Señoras que me favorecen se las dar muy afectuosas memorias, con nueva súplica de sus oraciones; y en teniendo ocasión de escribirle a su santo padre espiritual, se las repetirá de mi parte, en quien tengo gran confianza que no me olvidará en sus oraciones en la presencia de Dios. Yo tampoco le puedo olvidar en la presencia del Señor, yo también en mis pobras oraciones, y por su difunto padre hice y ofrecí algún sufragio, y espero en el Señor que con tan buen hijo no se detendrá en el purgatorio. Su divina Majestad asista a V. m. en todo y la guarde, como pido y deseo, muy llena de su divino amor dilatado en su santa compañía.
Esta de mi Madre Santa Clara de Medina, setiembre 27 de 1737.
De V. m. hasta la eternidad,
amiga en Xr.to, Micaela de San Ambrosio”.


Miraremos ahora una carta del año 1739, una de las últimas escritas por Micaela, donde vuelve a referirse a su hermana María Jacinta aunque es más interesante la referencia al padre fray José Díaz quien, por encargo de Melchor, pasaba a limpio los escritos de Micaela:
 
“Muy Señora y amiga mía en Cristo:
El Espíritu Santo, Consolador de nuestras almas, asista a V. m. con sus soberanos auxilios. Recebí la suya por medio de mi señor y padre espiritual fray Joseph Díaz con toda estimación, y agradezco sus oraciones, como siempre la más necesitada, y así mismo de todas esas mis Señoras que se sirven de favorecerme, por la necesidad que me dice. Aquí en Comunidad se le ha dicho una salve a favor de mi Señora la Abadesa, quien también repite a V. m. las recíprocas memorias, mi hermana, y demás interesadas.
 
Amiga mía en el amantísimo Dueño de nuestras almas: debo decirla que no es lo mismo el oír tocar campanas que tocarlas, ni el decir que el hacer, ni el proponer que el ejecutar, ni el desear el bien que el conseguirle, si los medios no se ponen; lo que me importa si acertara a ejecutar con mis profesadas obligaciones dentro del amor de Dios. Las que de veras le aman, por oculto que esté el fuego, se rezuma el humo o calor; y no es lo mismo encender una pajita que luego se apaga y no tiene permanencia ni fuerza, en ceniza se convierte luego y el relumbrón aparente no hace la esencia de la sustancia; y el hierro dorado parece oro, y en hierro se condene el oropel: con su arrebol parece fino, y no tiene fuerza ni duración. El decir “soy mala” no hace el ser buena ni humilde, ni tampoco lo es quien piensa que le humillan ni desprecien, pues por mucho que lo hagan no lo seremos como debemos, y sería soberbia, etc.
Esta de mi Madre Santa Clara de Medina y abril 17 de 1739.
De V. m. en Xto afeta hasta la eternidad, San Ambrosio”.

 
El siguiente campo de trabajo de Micaela fueron los tratados. Una serie de cartapacios en prosa sobre los que cayeron los censores y superiores para cortar la carrera literaria de la villarcayesa, dejando el proyecto en borrador. Un cuadernillo aparte, seguramente obra de fray Melchor Fernández, informaba someramente sobre el contenido lo que nos impide conocer las profundidades teológicas de Micaela. Lo bueno es que, al final de ese índice de materias escribieron cuáles fueron las dos proposiciones objeto de censura:
 
  • Que “Dios depende de sí mismo”; y la escritora dice que “esto impropiamente hablando”.
  • La segunda, que “la Sanctissima Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Sancto son tres divinas personas, y un solo Dios verdadero”, en que se da “composición impropia”.
 
Y, dejamos por esta semana a nuestra monja a la fuerza, a nuestra Micaela.
 
 
Bibliografía:
 
“El compás de Santa Clara. Viaje entretenido por un archivo de monjas castellanas”. Jesús Moya.
 

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