Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 5 de mayo de 2024

Las hijas de la Cruz en Villarcayo.

 
 
Retornamos a las calles de Villarcayo para acercarnos a un tiempo en que estuvieron Las Hijas de la Cruz en la capital de Las Merindades. Esta orden, que procedía de Francia, fue cofundada por Andrés-Huberto Fournet (1752-1834), canonizado en 1933. A los 22 años toma la decisión de entrar en el seminario y hacerse sacerdote, se exilia en España al inicio de la revolución francesa, aunque regresa a su país para ejercer el sacerdocio en la clandestinidad.
 
Una noche, en una granja, aparece Isabel Bichier des Ages, joven de la nobleza local y la cofundadora de la Congregación. En 1801 Andrés Huberto regresa a Maillé y en 1802 entra de nuevo en su presbiterio. Andrés confía a Isabel la misión de enseñar a los niños y cuidar enfermos. Alrededor de ella nace una pequeña comunidad: “las Hijas de la Cruz”. Las primeras “Hijas”, en 1807, pronunciaron sus votos de pobreza, castidad y obediencia. Añaden la promesa de dedicarse al cuidado de los enfermos y a la enseñanza de los pobres. El 26 de agosto de 1838 morirá Juana Isabel Bichier.

La Puye (Francia)
 
A la muerte de la cofundadora, la Congregación contaba con 633 Hermanas y 117 Comunidades en 23 diócesis de Francia. Hoy la presencia de las Hijas de la Cruz se extiende en Francia, España, Canadá, Argentina, Uruguay, Brasil, y Costa de Marfil.
 
En 1858 abrió el Colegio de la calle Ronda de Bilbao. Les siguieron los de Valmaseda, en el año 1859, y el de Santurce, en 1860. A continuación, los de Baracaldo (El Carmen, Landaburu, La Inmaculada, Sanatorio de Altos Hornos), Sestao, Ortuella, Gallaría, y pisos de Apoyo Social en Cruces (Baracaldo).
 
Pero eso, y más en aquellos tiempos, no significaba que la Orden fuese conocida. Lo vemos en la siguiente carta del alcalde de Villarcayo, Avelino Alonso de Porres, a un amigo. Además, la escribió en francés que era un idioma más estudiado que hoy en día: “Querido amigo: Recibí tu carta fechada el 22 de junio último (22/06/1903), y te agradezco el gran interés que muestras por tu tierra natal. Solamente decirte que desearía que me explicases con más detalle lo relativo a nuestro asunto, como, por ejemplo:
 
  • De cuántas religiosas se compone la Comunidad en cuestión.
  • Explicar bien lo que ellas desean por establecerse aquí. Sabes que existe un Hospital, el cual podría serles confiado, y yo no tendré inconveniente en darles habitación, jardín y dos pesetas cada día de subvención, dejándoles plena libertad para la enseñanza y los enfermos particulares, teniendo solamente la obligación de cuidar a los enfermos pobres del Hospital.
 
Si ellas desean más información, que se dirijan a mí personalmente, y podrá solucionarse a plena satisfacción. Con mi afecto”.

La Puye (Francia)
 
Justo Sáez, el párroco, también trabajaba por traer a las monjas a Villarcayo. Escribió a Limpias para seguir con el asunto: “Señor: A mi retorno de Madrid recibí vuestra carta y os puedo asegurar que haré todo lo posible porque estas religiosas vengan y vivan en Villarcayo con los emolumentos que su situación merece. Uno de estos días iré a Burgos y hablaré sobre este asunto con el Sr. arzobispo, y en su falta con el Vicario General. Si de la parte de las autoridades civiles no se encuentran serios obstáculos, y de ninguna manera es creíble por parte de las autoridades de Villarcayo, yo puedo prometer una calurosa acogida del pueblo, del cual he sido elegido, aunque indignamente para dirigir sus almas, y me veré honrado de tenerles en mi parroquia. Como director del Hospital tendré en suerte que ellas se encarguen del cuidado de los enfermos y de la dirección de este establecimiento”.
 
Vemos en esta carta que el director del hospital era el párroco. ¿Hospital? Sí. Pinchenen este enlace si quieren saber más. Pero, si no quieren saber más les damos un par de pinceladas Este establecimiento, el Hospital Laredo, fue una donación de Manuel Laredo Polo, catedrático jubilado de la Facultad de Derecho, fallecido en Madrid en 4 de febrero de 1889. Para su mantenimiento se destinaron bienes y fincas en Las Merindades procedentes del patrimonio conyugal que permitiesen la supervivencia del hospital.

Hospital Laredo
 
Los patronos de la fundación eran el Párroco y el alcalde de Villarcayo que aprobaban el ingreso de enfermos. No podían ingresar dementes, enfermos crónicos e incurables, ni contagiosos. También eran estas autoridades las encargadas de la contratación del personal. El edificio lo construyó Antonio Antuñano. Inicialmente estaba compuesto de planta baja, piso principal y desván, con salas para médico, botiquín y guarda ropa y a los costados dos salas para enfermos, una para hombres y otra para mujeres. Detrás del edificio tuvo una extensa huerta.
 
La relación epistolar fue a tres bandas entre esta orden, el ayuntamiento de Villarcayo con el párroco y el arzobispado. Sor Marie Gabriele, la Superiora General de las Hijas de la Cruz, escribió desde La Puye (Francia) al alcalde de Villarcayo el día 10 de Julio de 1903: “Una carta que recibimos ayer de nuestro Colegio de Limpias nos avisó que a recomendación de un amigo suyo y nuestro, estaba usted dispuesto a confiar la dirección del Hospital de Villarcayo a esta Congregación de las Hijas de la Cruz y que deseaba Ud. algunos datos para tratar de esta Fundación. Le doy a usted, respetable Señor, mil gracias por la preferencia con que nos honra y dicha obra en esa tan noble ciudad de Villarcayo. Dedicándose nuestra Congregación a la enseñanza, así como al cuidado de los enfermos y otras obras de caridad, según lo verá usted en los Estatutos que van inclusos en esta carta, estoy segura, que Dios mediante, nuestras Hermanas podrán dirigir cuantas obras piadosas que les quisiera usted confiar por la gloria de Dios y el bien de su pueblo de Villarcayo.
 
Por otra parte, como la Congregación de las Hijas de la Cruz cuenta unas tres mil religiosas, puede asegurar en lo posible, la estabilidad de las obras fundadas. En cuanto a las condiciones de dicha fundación en Villarcayo, no sabiendo todavía cuántas religiosas necesitará, no puedo indicarlas con precisión, pero con tal de que asegure usted a nuestras Hermanas alojamiento y mantenimiento convenientes (y no dudo ni un momento de que así sea), el contrato no tendrá dificultad alguna. Esta es la Regla que seguimos en nuestras Fundaciones, de las cuales, sin duda, conoce usted alguna, como las de Valmaseda, Bilbao, Tafalla, etc.
 
Dígnese usted pues, apreciable Señor alcalde indicarme:
 
  • Cuántas religiosas le parece a usted necesitará la Dirección del Hospital, y la retribución que tendrán.
  • Si sería posible y conveniente dar en esta casa la enseñanza a las niñas, particularmente las niñas pobres, y a qué condiciones.
  • En caso de que suceda el asunto como lo espero, para cuándo desea usted que vayan las Religiosas a Villarcayo.
 
Para que adelante más este asunto me atrevo a escribirle directamente, respetable señor alcalde, aunque no tenga el gusto de conocerle, y esperando su favorable contestación, le ofrece a usted sus respetuosos sentimientos. Su humilde servidora en N. S. Jesucristo, Sor Marie Gabriele, Superiora General de las Hijas de la Cruz”.

 
No solo se puso en contacto con el alcalde sino también escribió, al día siguiente, al párroco para seguir con el asunto de la “subcontratación de los servicios asistenciales” a esta congregación.
 
“La Puye, a 11 de Julio de 1903. Sr. D. Justo Sáez, cura Párroco de Villarcayo. Muy Reverendo Sr. Cura. He tenido noticia por la Superiora de nuestro Colegio de Limpias, de una carta que usted escribió hace unos días a un amigo suyo de allá, el cual desea mucho que vayan a Villarcayo unas religiosas de esta Congregación de las Hijas de la Cruz para cuidar de los enfermos en el Hospital, y no puedo menos de decirle, reverendo señor, que le agradezco en el alma por el interés que se digne usted tomar en este asunto, a favor de nuestra Congregación.
 
Bendito sea Dios que en medio de la inicua persecución que permite que suframos en Francia, nos hace encontrar en otros países y particularmente en la noble España tan preciosas simpatías. De los 400 establecimientos que teníamos en Francia, nos ha cerrado ya el Gobierno cerca de la mitad y, ¿quién sabe lo que pasará con los otros, aún los más autorizados?
 
Por lo tanto, estamos más que nunca dispuestas a aceptar las proposiciones de nuevas fundaciones en España, en donde ya tenemos desde muchos años florecientes establecimientos, y creo que el más cercano de Villarcayo es el de Valmaseda (Vizcaya). Puede usted juzgar, reverendo Señor Cura si, en esta disposición aceptaríamos con gusto una fundación en su parroquia de Villarcayo, pues que tal vez sin conocer a las Hijas de la Cruz, se ofrece usted a hacer las diligencias necesarias y arreglar todo con la autoridad eclesiástica de Burgos, y nos promete tan buena acogida de su pueblo.
 
Estoy pues enteramente dispuesta a mandar a Villarcayo cuantas religiosas sean necesarias para que trabajen bajo la dirección de Vuestra Reverencia, a la gloria de Dios y el bien de sus feligreses. Ayer escribí al Señor alcalde de esa, sobre este asunto, mandándoles los estatutos de nuestra Congregación e indicándole a qué condiciones podemos aceptar esa Fundación.

 
Si no ve usted inconveniente en hablar con él de este negocio, y no creo que habrá ninguno, pues en su carta indica bastante el acuerdo de las dos autoridades en Villarcayo, puede usted pedirle comunicación de este documento y espero que Dios mediante, pronto se arreglará todo a completa satisfacción de ambas partes interesadas. Encomendándose y esta Congregación a sus oraciones y prometiendo también rogar por usted se ofrece de usted Reverendo Señor Cura. Muy humilde y agradecida servidora en N. S. Jesucristo. Sor Marie Gabriélie, Superiora General de la Hijas de la Cruz”.
 
La respuesta del párroco llegó con membrete del Real Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos) con fecha del 20 de Julio de 1903. “Muy Reverenda Madre Superiora: Recibí su grata del 11 de los corrientes haciendo Ejercicios en este Monasterio y, con ella, otra de ese Sr. de Limpias a quien vuestra Reverencia hace relación. Según este Señor han aceptado ya las bases propuestas por el Señor Alcalde de Villarcayo para la instalación definitiva de las Hermanas en el Asilo-Hospital de aquella población. Dejo al tiempo y a la realidad el demostrar la satisfacción profunda que me ha producido la noticia.
 
Hoy mismo doy órdenes al Sr. Coadjutor encargado de mi Parroquia para que preste toda clase de facilidades y desde luego reitere el ofrecimiento de mi concurso e incondicional apoyo al P. Ustariz y otros dos que, según las noticias de Limpias, van a Villarcayo con el fin de concertar en términos categóricos y concretos la índole de relaciones entre las Hermanas y aquel establecimiento.
 
Cuando regresé de Madrid no pude visitar en Burgos al Sr. Arzobispo. El martes 28 de la próxima semana volveré y, si como es de esperar, está en la Metrópoli de la diócesis, le hablaré para orillar por completo el asunto y vencer en cuanto esté de su parte, todos los obstáculos si alguno serio se presentara.
 
Abrigo el presentimiento de que esas beneméritas Hijas de la Cruz han de estar contentas en Villarcayo, así se lo pido al cielo en mis tibias oraciones. Es un pueblo verdaderamente pulcro, culto y muy bien urbanizado. El Hospital es magnífico y grandioso. Los Patronos y Protectores del beneficio del establecimiento somos el Sr. Alcalde y yo con atribuciones omnímodas. Fuera de la alta inspección que el Estado tiene en toda clase de establecimientos por el estilo, descarta el piadoso fundador toda injerencia e intervención ajena de los patronos. La influencia, pues, personal que yo ejerzo en el asilo no será pequeña o despreciable garantía para las Hermanas.
 
El lunes o martes de la semana que indico arriba estaré en Burgos. Se lo participo a vuestra reverencia y en ello tengo complacencia singular, por si algo ocurriere. Si es necesario dirige la correspondencia a la calle Isla. 9 y 11- Burgos. Dos días después saldré para Villarcayo y allí me tiene vuestra Gr. Maternidad dispuesto a prestarla mi pobre concurso y pequeños servicios, así como a esas Hijas de la Cruz, brutalmente escarnecidas en un pueblo que, con mentido orgullo, se llama el más libre del mundo. Atento S. S. y afectísimo en Cristo q.l.p.b. Justo Sáez Díaz”.

 
Anotemos que esta última carta habla de la separación del estado y la iglesia católica en Francia donde había leyes de educación secular, por ejemplo. El día 11 de agosto 1903 hay una nueva misiva del cura de Villarcayo a la monja: “Muy señora mía y de mi singular afecto: Hace unos días que llegué a mi Parroquia y dando al asunto que nos ocupa, la preferencia que merece, escribí a D. Francisco Ebro, de Limpias, (¿este era el amigo de Limpias?) invitando a que vinieran los R.R.P.P. que habían de concertar las bases definitivas, para la instalación de las Hermanitas en este Asilo-Hospital aún no he tenido contestación y ese silencio me preocupa.
 
El tiempo apremia y es necesario formalizar de un modo concreto y firme esa cuestión. Si, como yo espero, logramos que vengan pronto las Hermanitas, puedo asegurar y abrigo el presentimiento de que han de estar contentas. Sabiendo lo que vale en estos casos la reserva y cuan prudente es el silencio no he querido hablar con nadie del asunto y lo dejo para cuando la ocasión se ofrezca. No olvide vuestra reverencia que las circunstancias actuales son del todo favorables y que por uno de esos accidentes imprevistos que tanto abundan en la vida pudieran trocarse mañana en invencibles obstáculos.
 
Si podemos entendernos directamente con vuestra reverencia sean estas líneas el preludio del fin. Cuando regresé a Burgos no estaba el Sr. Arzobispo, pero tengo el convencimiento de que todo lo que le afecte se arregla con dos letras en términos más satisfactorios. Mes y medio ha transcurrido y nada práctico hemos hecho. Se lo participo a vuestra reverencia con la reserva y el sigilo que reclama el caso, que si no vienen pronto las Hermanas dejo y abandono con todas las formalidades legales el Patronato y Protectorado del Hospital.
 
Esperando la suya se reitera de V. B. afectísimo S S. en Cristo, Justo Sáez”.

 
La respuesta desde la sede de las Hijas de la Cruz se escribió el 14 de agosto de 1903. “Muy estimado y Reverendo Señor: Respondiendo a su atenta del 11 de este mes, le comunico que estamos extrañadas que el abad Ducanson capellán de nuestra casa de Ustariz no haya ido todavía a Villarcayo. Le habíamos encargado de visitar diversas localidades españolas donde nos ofrecen fundaciones y, Villarcayo era una de las primeras. Quizás hayáis recibido su visita para cuando llegue nuestra carta. En caso contrario os aseguro señor que según vuestros deseos arreglaremos prontamente este asunto. He escrito a Sor Veronique, Madre Superiora Provincial de Ustariz que tiene bajo su dirección especial los conventos de España, y a quien usted puede dirigirse para preparar todo a fin de que las Hermanas vayan a Villarcayo lo más pronto posible.
 
Teniendo como tenemos un protector como usted no faltaremos de enviarle las Hermanas a este Asilo-Hospital, seguras de que las que les enviemos irán muy contentas. Sin embargo, deseamos y usted lo comprenderá que las Hermanas designadas para esta Fundación hagan antes su retiro anual. Es el único retraso que os pedimos por lo que las Hermanas estarán ahí antes del 15 de septiembre, pues los Ejercicios van a comenzar pronto en Ustaritz. Hemos escrito al alcalde Villarcayo en lo referente a esta fundación, pero como no hemos recibido respuesta no sabemos, lo que es bastante importante, si la Municipalidad desea también la llegada de las Hermanas.
 
En fin, confiamos en usted. En cuanto usted nos lo afirme las Hermanas serán dichosas de ir. No puedo añadir más pues estamos atemorizadas por las penas que nos esperan. Que Dios nos ayude. No quiero acabar sin expresar nuestro agradecimiento por el interés que usted nos muestra. Le encomendamos a nuestras oraciones. S. M. Ezeline”.

 
El asunto era importante y eso se notaba, insisto, en las cartas cruzadas que se escribían. Justo Sáez -el ya conocido párroco de Villarcayo- dio alegría a su tintero con la misiva escrita el 25 de septiembre de 1903 a la Superiora General de las Hijas de la Cruz en La Puye: “Muy señora mía y de mi consideración más distinguida. Se ha recibido la solicitud y es indispensable solicitar como Superior Diocesano del Sr. Arzobispo su instalación en esta villa según plan de nuestro pensamiento y le bendice con paterno cariño. La solicitud ha de suscribirla Vd. como Superiora General del Instituto. Además, nos exhorta y encarece la necesidad de dar cuenta al Gobernador Civil de la provincia: así lo presentía yo y si hemos de legalizar la situación de las Hermanas y hacerla estable. Eso lo haremos nosotros.
 
Tan pronto como se den estos pasos postreros, nos pondremos de acuerdo para señalar la fecha de venida. Con esta nueva ocasión se reitera de V afmo. en Cristo y S.S. q.b.s.m.”.
 
La ventaja de que no hubiese facilidad para el empleo del teléfono nos permite disfrutar de las cartas. En este caso cómo la superiora general de la orden informaba, desde La Puye, al arzobispo de Burgos el 28 de septiembre de 1903 solicitando la autorización pertinente para trabajar en Villarcayo: “Estando proyectada ya desde hace unos meses, como lo sabe S. Ilma. una fundación de nuestro Instituto en Villarcayo, no falta más para verificarla que Vuestra autorización y por la presente me tomo la libertad de solicitarla humildemente. Con tanta más confianza le pido esta autorización cuanto que, por el Señor Cura de Villarcayo conozco el paterno cariño con que bendice V E. nuestro proyecto emprendido por la gloria de Dios y el bien de sus diocesanos de Villarcayo. Espero que Dios mediante las Hermanas que mandaremos allá, siempre darán a V E. así como al Señor Cura la más completa satisfacción. Tan pronto como nos de Su Ilustrísima, la autorización solicitada, irán nuestras Hermanas a desempeñar sus deberes, pues estamos en todo de acuerdo con el Sr. Cura. Poniéndose de rodillas e implorando su paternal bendición para todas las Hijas de la Cruz, besa el anillo de V E. su humilde servidora en N. S. Jesucristo, Sor Marie Gabriele”.
 
A inicios de octubre parecía todo listo, pero el alcalde de Villarcayo pone una nueva condición a Las Hijas de la Cruz: pide que para dirigir el Asilo ocho niños sean admitidos gratuitamente. Pero Sor Octavie Agnés le indica podrán recibir más alumnos que esa cifra.
 
El establecimiento de Villarcayo fue fundado el 23 de octubre de 1903. Las Hermanas, llamadas por el Párroco Justo Sáez y el alcalde Avelino Alonso de Porres, sustituían a civiles -seglares- en la gestión del Hospital Laredo. Esta institución les cubriría el alojamiento y los servicios de electricidad, calefacción y lavandería; recibían dos pesetas por día; y se beneficiaban de todos los productos de la huerta del hospital.

 
El Párroco organizó un parvulario y esperaba abrir una clase para los niños de Villarcayo. Prometió además a las Hermanas el trabajo de la Iglesia de la villa así de como las Iglesias de los alrededores. Sor Marie-Odulphie, Superiora del Colegio de Bilbao, acompañó a las tres Hermanas que formaron la Comunidad inicial de Villarcayo: Soeur Octavie Agnés, (Sor Inés), superiora, cuyo nombre de pila era Regina Torres, nacida en 1863 en Santander y falleció en Ustaritz (Francia) en 1939; Sor María del Rosario, encargada del Asilo, cuyo nombre de pila era la Juana Nebreda (Burgos 1860 - Colomiers (Francia) 1940); Sor Lucía Manuela, cocinera y al cuidado de los enfermos que se llamaba Juana Goyeneche y procedía de Errazu (Navarra), 1870, y falleció en 1947 en Ororbia (Navarra).
 
“Villarcayo, 8 de noviembre de 1903. Mi querida Hermana: Como Sor Marie Odulphie me comunicó que os escribiese cuando llegase a Bilbao he esperado algunos días para daros alguna noticia. Estamos bien de salud, tenemos apetito y trabajamos bien a pesar de las visitas que vienen a interrumpirnos. Creo que ha pasado todo Villarcayo vernos, todas las señoras, todas las chicas querrían venir al Colegio, no sabemos cuándo dará comienzo el Asilo, el alcalde me ha comunicado que buscan local cerca del centro de la villa. Van a hacer una suscripción de los particulares para el mobiliario escolar. Lo que más nos cuesta es ir a la Iglesia pues dicen las misas muy tarde sobre todo los domingos. El Párroco nos ha dicho que si usted podría obtener de Roma el permiso de tener un Oratorio para celebrar la Misa durante la Semana. El próximo martes comienzan a meter el agua a la cocina y después arreglarán el lavadero. Tenemos tres camas en una habitación y nos han comprado cortinas.
 
El invierno aquí es muy frío. Ayer nos han traído ropa de la Iglesia para repasar y planchar, es necesario ganar algo pues con las dos pesetas no nos llega para comer. La comida es bastante cara.
 
Se han presentado dos señoritas para aprender francés y les he dicho que sí, pienso que pronto vendrán otras. Respetuosamente, vuestra Hermana. Sor Octavié Agnés”.

Edificio del antiguo cuartel de la Guardia Civil
 
El aula fue abierta en setiembre de 1905 por Anne Thérese. La enseñanza la ejercían en una de las dependencias del edificio de la calle San Roque que posteriormente ocupó el cuartel de la Guardia Civil. Lo tenían alquilado por periodos de cinco años. Las religiosas también impartían clases de francés. Llegaron a tener 40 alumnos y en el Asilo residían 74 personas. El Asilo fue abierto el 11 de enero de 1.904. En el año 1911 les acompañó Sor Genoveva, y en 1913 Sor Rosario.

"El Cantábrico" 
14/08/1930
 
El tres de julio de 1927 el arzobispo de Burgos remitió una carta a la Superiora Provincial de las Hijas de la Cruz instándole a suprimir la Casa de Villarcayo. Según nos aseguran en su Casa Provincial de Egiluze (Irún), en Villarcayo y lo mismo que sucedió con sus Colegios de Potes y Liérganes (Cantabria), creyeron las religiosas que el ambiente en las Corporaciones Municipales no era el más propicio para que siguieran. La Religiosas Hijas de la Cruz convivieron con la población de Villarcayo durante 24 años. Julián García Sainz de Baranda anotaba que, tras la marcha de las monjas, la Fundación Laredo decayó y con ella el edificio.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Villarcayo y la merindad de Castilla la Vieja”. Julián García Sainz de Baranda.
“Villarcayo. Capital de la comarca Merindades”. Manuel López rojo.
www.fillesdela croix.com
Periódico “El Cantábrico”.