Rebuscando
en la prensa del siglo XIX y principios del siglo XX me encontré con unos detenidos
en la cárcel de Villarcayo, al parecer, el 13 de noviembre de 1906 porque la
noticia aparecía el día catorce de ese mes. El texto decía: “Por supuestos
parricidas. En Villarcayo (Burgos) fueron encarcelados Enrique Huidobro y su
esposa Paula Ruiz; por sospecharse que ahorcaron a la madre de Enrique con
objeto de robarla”. Levantada la liebre rastreamos el tema en otro
periódico del mismo día enterándonos que la víctima se llamaba Lorenza Marquina
de 70 años (fallaron en la edad y el apellido para algunos periódicos es
Martínez y para otros Marquina). Los que vieron el cadáver dijeron que presentaba
“señales de estrangulación y de haber puesto sobre él cuerpos pesados”. Supimos
que había muerto el día cinco de noviembre.
Pierdo
la pista a este matrimonio hasta el año 1908. No sé si permanecieron en prisión
preventiva o les dejaron ir a casa. ¡A saber! No lo dijo la prensa. Pero si
pegamos un rápido repaso a la situación de la libertad provisional, con fianza
y sin fianza, en la España de principios del siglo XX, vemos que podías estar
en la calle a la espera de juicio si el delito era inferior a seis meses y un
día; que no te fueses a fugar; y que te presentases al llamamiento del juez o
tribunal que conociere de la causa. Aun así, seguirías en la calle, con fianza
siempre, cuando el delito tuviera señalada pena superior a seis años de prisión;
tener buenos antecedentes penales o nulo riesgo de fuga; y que el delito no
hubiera producido alarma. En todo caso, el procesado debía comparecer los días
que le fueren señalados en el auto respectivo, y además cuantas veces fuere
llamado ante el juez o tribunal que conociera de la causa. ¿Qué creen ustedes?
¿Qué estuvieron en su casa esperando el juicio? ¿Qué matar a tu madre no causa
alarma? Igual no. Hoy en día con cosas peores estas en la calle -o en la
televisión-.
Ayuntamiento y juzgados de Villarcayo
Saltemos
a abril de 1908 cuando en la Audiencia Provincial de Burgos se inició el juicio
por jurado procedente del juzgado de Villarcayo. En el banquillo estaban Enrique
Huidobro, Paula Ruiz Terán -su esposa-, Eusebia Terán Marquina -su suegra- y
Toribio Ruiz Huidobro –un vecino-. Los dos primeros como autores y los segundos
como encubridores de un delito de parricidio.
¿La
víctima? Fue Lorenza Martínez Ruiz, viuda, de 60 años de edad, vecina de
Huidobro y perteneciente a una clase media rural. Vivía sola asistida por una
vecina cuando la necesitaba y rehuyendo la ayuda de sus hijos. Madrugadora,
llevaba su ganado al campo y, al anochecer, se encerraba en casa abriendo solo
a conocidos cercanos. Durante todo el día 6 de noviembre de 1906, nadie vio a
Lorenza, pero al anochecer Paula Ruiz Terán observó que a la puerta de la casa
se hallaba la vaca de Lorenza como esperando a que la abriesen. Paula fue a
contárselo a Toribio Ruiz que ya lo había visto, extrañándole.
Ambos
guardaron la vaca en su cuadra y Paula propuso a Toribio que subiera a ver si
ocurría alguna novedad, contestando este que subiera ella. Paula replicó que no
se atrevía a subir, porque antes había llamado y no la habían contestado; Toribio,
en vista de esto, y temiendo que hubiese ocurrido alguna desgracia, la aconsejó
que diera parte al alcalde, pero al final lo hizo él.
El
alcalde de Huidobro lo comunicó al juez municipal de Villaescusa del Butrón, y
este, a las once de la noche, llegó ante la casa de Lorenza. El juez, el alcalde
y varios testigos entraron con Paula y vieron que, al final de la escalera, y a
la mitad del pasillo, se hallaba el cadáver de Lorenza Martínez atravesado con
una de las piernas saliendo por entre los barrotes de la barandilla. Estaba
vestida con “ropa de diario” y tenía las medias puestas. Pero estaba descalza y
sin el pañuelo del pelo. El cuerpo tenía al cuello una soga que le daba tres vueltas,
anudada la última, y el resto de la soga suelta.
Revisaron
toda la casa encontrando solo revueltas las ropas de la cama y pudo comprobarse
que habían sido robadas las ropas contenidas en un arca. ¿Dinero? No se
encontró nada en la casa cuando Lorenza debía tener unas 250 pesetas fruto de
la reciente venta de un novillo.
En
la autopsia se indica que las tres vueltas de la cuerda dejaron en la piel del
cuello tres surcos horizontales, sin que por la parte correspondiente al primer
nudo estuviera más elevado, lo cual demuestra que el cadáver no había estado
suspendido del cordel. El cuerpo tenía una contusión en el ala izquierda de la
nariz, la oreja izquierda, región temporal y parte superior del cuello del
mismo lado. Otra en la parte lateral derecha del cuello, y cuatro en la lateral
izquierda, observándose perfectamente las huellas de uñas y dedos. En el
abdomen se encontraron señales de haberse ejercido una violenta presión, quizá
con las rodillas, y en el muslo izquierdo huellas de dos dedos.
El
informe médico concluye que la muerte de Lorenza Martínez fue debida a asfixia
por estrangulación. Que participaron dos personas dada la presión sobre el
vientre y la estrangulación hecha con las manos. La cuerda se colocaría
postmortem para simular un suicidio. Se afirma que la muerte no debió de
ocurrir en el sitio donde se encontró el cadáver. Conjeturan que la víctima
fuese sorprendida en la cama durante el sueño y luego dejada en las escaleras. El
crimen debió tener lugar entre las ocho y las once de la noche del día
anterior.
El
principal sospechoso será Enrique, hijo de Lorenza, y su mujer Paula Ruiz. La
muerta solía decir que deseaba saber con anticipación el día de su muerte, para
quemar todos sus bienes y no dejarles un cuarto a sus hijos. A pesar de que
Enrique y Paula pasaban estrecheces económicas. Cuentan que dijo a las vecinas
que sus hijos eran muy malos y por ello rechazó siempre el auxilio que la
ofrecían aquellos. Sus vecinos declararon que Paula había insultado una vez a
su suegra, apedreándola hasta obligarla a refugiarse en su casa, y que otro día
la había querido estrangular.
Enrique
y Paula fueron procesados junto a Eusebia Terán, madre Paula. Los indicios en
que se basó el juez fueron:
- La
actitud de turbación de Paula al descubrirse el cadáver de Lorenza y las
palabras que dijo a Isidra: “¿qué va a ser de mí? ¿Dónde me meteré yo?”
- La
circunstancia de haber desaparecido Enrique del pueblo el mismo día en que se
descubrió el delito, diciendo que iba a Sedano a vender unos yugos.
- El
haber reconocido los procesados como suya la cuerda que se encontró en el
cuello de Lorenza. Dijeron que se la habían cambiado por otra a Lorenza, la
señora que no quería estar con ellos.
- El
haber escrito Eusebia, valiéndose de su vecino Toribio, a Susana Fonturbel, de
Sedano, para qué diese la noticia del suceso a Enrique.
- Una
segunda carta de Eusebia a Enrique, tras la detención de Paula, advirtiéndole que
le buscaba la Guardia Civil y aconsejándole que entregase su dinero al esposo
de Susana Fonturbel, como hizo.
- Otros
indicios reflejados en cartas y declaraciones de testigos.
La
fiscalía calificó los hechos con los delitos de parricidio y de robo. Con los
agravantes de nocturnidad y abuso de superioridad respecto a Enrique Huidobro
Martínez y Paula Ruiz Terán, pidiendo para ellos la pena de muerte y para
Eusebia Terán y Toribio Ruiz la de tres años de prisión y de presidio
correccional, respectivamente. La defensa negó la participación de los
procesados en el delito solicitando su absolución.
Las
sesiones se sucedieron desde el día siete de abril de 1908 hasta los primeros
días de junio cuando se resolvió el juicio. La prensa comentó que en aquella
primera sesión hubo un numeroso público. Supongo que porque todavía no existía
la telebasura para retrasmitirlo. Presidía el Tribunal el presidente de la
Audiencia provincial, Zumalacárregui y los magistrados Pelayo -que actuaba como
ponente- y Larrumbide. Sostenía la acusación el teniente fiscal García Alonso y
de la defensa estaba encargado el señor Revilla; procurador, Miegimolle; y
secretaría del Licenciado Capua. Los acusados aparecieron templados. Bueno no.
Paula Ruiz estaba enferma y le dieron quinina para bajarle la fiebre y aguantar
el juicio. Por ello, declaró sentada. Y, aun así, hubo un receso para que
descansase. Todos negaron las acusaciones. En la sesión de la tarde
comparecieron varios testigos.
En
la sesión del día ocho de abril comparecieron otros once testigos, pero no los
peritos por lo cual el ministerio fiscal solicitó la suspensión de la vista
hasta nuevo señalamiento. El tribunal accedió porque, además, faltaban más de
treinta testigos que por efecto del temporal de nieve, no pudieron llegar a
Burgos. ¡Aquellos abriles anteriores al cambio climático!
Volvieron
las sesiones en junio. Y volvieron a la pasarela todos los testigos. La novedad
era la extinción de la responsabilidad penal de Paula Ruiz Terán. ¿Falta de
pruebas? No: defunción. Falleció en la cárcel. ¿Recuerdan que en las primeras
sesiones estaba enferma? Pues eso. Por su parte Enrique Huidobro contestó al
fiscal que, a las siete y media de la noche, y contra costumbre, fue a casa de
su madre encontrándola sana. Sabía que tenía el dinero de la venta del novillo.
Dijo que se llevaba bien con su madre y que cuando ella estaba enferma le
llamaba. Afirmó que le desagradaba que Gregoria entrase en casa de su madre. Dice
que no tenía noticia alguna de que su difunta mujer hubiese cambiado la soga
con que apareció ahorcada Lorenza; que su madre se recogía pronto cerrando sus
puertas; que no recuerda haber ido a llamar a la puerta de su madre ninguna
noche; que el día del asesinato volvió de Villaescusa de Butrón con Pedro de
Diego y se fue a su casa. Allí encontró un pobre al que dio albergue en el
pajar. Luego marchó a afeitarse. Afirmó que marchó de Huidobro con Sebastián
Corrales; que desde hacía unos 15 días había proyectado, con Federico Marquina,
ir a Burgos; que llevaba unos 45 duros por la venta de una vaca; que entregó
esa cantidad a Federico, por haber recibido una carta donde se le decía que su
madre había aparecido ahorcada y que cuando fuese a Huidobro le detendría la guardia
civil. Negó haber dicho “estoy perdido” al leer aquella carta. Desconocía
que hubiesen apresado a su mujer y que no proyectaron asesinar a Lorenza para
robarle. Negó que desde la casa del barbero marchase con Paula a la casa de su
madre para matarla. Tampoco conocía al pobre que hospedó, pero recordó que dijo
ser de la zona de Villadiego. Habiendo contradicción entre lo declarado ante la
policía y lo declarado en el juicio el presidente del tribunal mandó leer la
primera declaración que Enrique reconoció.
Eusebia
Terán dijo que tenía buenas relaciones con Lorenza y que la vio el día de su
asesinato en la fuente del pueblo. Que sabía que había vendido un novillo. Desconocía
que su yerno Enrique hubiese pedido dinero a su madre, y que cuando este vendió
el ganado ya habían matado a Lorenza. Añadió que cuando salió del pueblo con
dirección a la cárcel de Villarcayo, se despidió diciendo “adiós para
siempre” pero porque era ya una mujer mayor y que los disgustos del juicio
la matarían. Reconoció que le dijo a Enrique Huidobro que entregara el dinero a
Federico Marquina.
Toribio
Ruiz vivía en la casa junto a la de Lorenza y reconoció que se escuchan los
ruidos y conversaciones. Sabía lo de la venta del novillo, que su vecina no
vivía con estrecheces y que, en ocasiones, discutía con sus hijos. Que el día cuatro
de noviembre fue el último que vio a Lorenza, no notando nada extraño en la casa
de ella al día siguiente. Dijo que el día seis, cuando vino del campo, Paula
fue a su casa preguntando por su esposa. Como no estaba Paula le pidió que
bajase y juntos ataron la vaca de Lorenza en su cuadra. Luego ella le pidió que
subiera al cuarto de Lorenza. Se negó diciendo que subiese Paula que dijo que
no lo hacía porque tenía miedo. Toribio terminó su declaración diciendo que en
la carta que escribió a Enrique le decía que entregase todo su dinero a
Federico Marquina incluido lo obtenido por la venta de los yugos. No asistió al
reconocimiento del cadáver de Lorenza.
La
siguiente sesión, la del día dos de junio de 1908, estaba dedicada a los
peritos. Estos fueron Manuel y Julián Gallo. Escucharon la lectura de su
informe pericial donde decían que la muerte debió ser intencionada y que esta
debió ocurrir unas cinco horas después de comer.
Tras
ellos siguieron las declaraciones de los testigos. Así, Pablo Corrales dijo que
la puerta de la escalera se hallaba abierta y que en un pasillo estaba tendida
Lorenza, con una soga al cuello y las ropas revueltas. Dijo que conocía a
Lorenza y su situación económica. Que una tal Gregoria entraba en casa de
Lorenza, y que Enrique había discutido con esa señora. Comentó que cuando entró
Paula en la habitación, al encontrar allí el cadáver de su suegra, hizo un
gesto y se quedó tranquila; que se decía en los pueblos limítrofes que los procesados
habían matado a Lorenza.
El
testigo Andrés Huidobro era sobrino de Enrique, y confirmó lo dicho por Toribio
sobre la negativa a subir a la planta de la casa de Lorenza (¿cómo lo sabía si
no estaba con Toribio y Paula cuando se produjo esa conversación?). Cuando
subieron arriba encontraron el cuerpo de Lorenza y, Andrés, dijo que Paula pronunció
las frases “dónde me iré”, “dónde me meteré yo”. Andrés recordó
que en el pasado Gregoria se enfrentó con Paula y Enrique en casa de Lorenza,
diciéndoles que se fuesen. Añade que la puerta que había en la escalera estaba
cerrada por fuera y que la muerta debía tener unos mil reales (250 pts.) en
casa de los que solo se encontraron cuarenta céntimos de peseta.
El
testigo Casimiro Campillo, pariente de Enrique, dice que tenía buenas relaciones
con Lorenza; que no sabía si los hijos de Lorenza le habían pedido dinero y que
supo de la muerte de Lorenza al día siguiente; que la difunta tenía miedo de la
nuera y no solía abrir la puerta a desconocidos. A preguntas del letrado dice desconocer
cuando había vendido el ganado Lorenza. Otro testigo: Dámaso Marquina sabía de
la mala relación de Lorenza y sus hijos y que Paula parecía tener miedo.
Isidra
Díez, testigo, era la esposa de Toribio, recuerda que su casa comparte tabiques
con la de Lorenza; que la muerta tenía un escondite en el desván y que no la
había visto desde el día de Todos los Santos. Dijo que el día seis marchó a
casa del maestro a donde la fue a buscar Toribio para preguntarle si sabía algo
de Lorenza; que en el reconocimiento del cadáver no oyó decir nada a Paula y
que estando en su casa oyó pisadas. A preguntas del defensor dijo que su marido
tenía buenas relaciones con los hijos de Lorenza; y que la puerta de abajo
estaba cerrada y la de arriba abierta.
Hubo
más testigos que no añadieron nada a la investigación como fueron Carlos
Huidobro, Francisca Alonso, Pilar Terán, Álvaro Huidobro (primo de Enrique),
Joaquín Gómez, Córdula Ruiz o Victoriana Terán. Tampoco los careos concluyeron
nada.
Galo
Diez recalcó que escuchó a Paula decir “¡ay, Isidra!, ¿dónde iré yo? ¿dónde
me meteré yo?”. Manuel Huidobro contó que le preguntó a Enrique porqué se
afeitaba a la noche y este le respondió que pensaba ir de viaje. (¡Ya está!
Tenía pensado largarse con el dinero). Pues… Sebastián Corrales testificó que
tenían confirmado el viaje quince días antes; que fue a avisar a Enrique para ir
juntos a Sedano (¿pero no volvió enrique de Burgos?), vendiendo una vaca que le valió 40 duros, regresando,
Sebastián, al día siguiente.
Luego
se interrogó al maestro del pueblo que dijo que Eusebia (¿no sería Isidra?) estuvo en su casa hasta
que la llamaron para ir a casa de Lorenza; dijo que vio la
puerta de la escalera cerrada; que una vez Paula llegó a apedrear a Lorenza
hasta que la señora llegó a su casa.
Antonio
Alonso Terán, secretario del juzgado municipal, dijo que encontraron a Lorenza
tendida en el suelo; que en las ropas de la cama en que dormía observaron algún
desorden; y que cuando subió Paula dijo que la soga había sido suya. Añade que
el juez determinó procesar al matrimonio al percibir que Paula no demostraba
sentimiento por la muerte de Lorenza; que al preguntar el juez a Paula si tenía
dinero dijo ésta que tenía 900 reales, pero en su domicilio no encontraron
nada. Al interrogar a Paula sobre dónde estaba ese dinero, contestó que su
marido se lo debía haber llevado.
El
juicio se reanudó a las cuatro de la tarde del día siguiente, ya comidos y
dispuestos para la siesta, con las declaraciones de Vicenta Martínez, Pedro de
Diego y Francisca González. Después declaró Julián Ruiz, alcalde del pueblo,
que manifestó que Lorenza se quejaba del mal trato de sus hijos y le contó los
disgustos que le proporcionaban sus descendientes.
La
tabernera del pueblo, Paula Marquina, conocía a Lorenza porque acudía allí a
hacer compras y a realizarle confidencias, llorando y lamentándose de lo mal
que la trataban sus hijos. Añadió que vio a Paula apedrear e insultar a Lorenza
diciéndola: “¡Que te mato!”. Para la tabernera los asesinos eran Enrique
y Paula. Claro que su testimonio pudo haber estado desvirtuado porque un hijo
suyo había matado a otro de Enrique y Paula.
Saturnina
Marquina, pariente de Toribio, oyó como Enrique insultaba a Gregoria porque
ayudaba a Lorenza cuando estaba enferma. Juan González, otro primo de Toribio, dijo
que, tras la bronca de Enrique y Paula con Gregoria, Lorenza les echó de casa diciéndoles:
“Ya que no queréis asistirme vosotros, dejad a Gregoria que lo haga”.
Testificó
también Hilario Cerezo que era el jefe de la cárcel de Villarcayo. Dijo que
había escuchado a la difunta Paula decir: “Enrique, por Dios, no me
descubras”. Este empleado público preguntó a otros presos -como Guillermo
García- si habían escuchado algo y declara que le dijeron que Paula dijo a
Enrique que no dijese nada o la perdía. Hilario dijo que Enrique escribió una
carta a su mujer con el texto: “Ten cuidado con el pico, pues lo que hablamos
ayer ya lo sabe el jefe”. Ese papel figuraba como prueba de cargo.
Otro
recluso -deseoso de colaborar con la justicia- declara que escucho decir a Paula:
“No me descubras que me pierdes, y si te preguntan si la rompí el vestido,
dices que no”.
El
fiscal, en sus conclusiones, instó al jurado a que decidiese el veredicto en
función de los rumores vertidos por los testigos. Que se fijase en la mala
relación entre los acusados y Lorenza para declararles culpables -ya solo a
Enrique- y que añadiesen como elemento inculpatorio el deseo de alejar a
Gregoria del lado de su madre. Recordó que la muerte fue por estrangulamiento y
que, no habiendo hallado ningún otro al que cargarle el muerto (supongamos ese
vagabundo) y siendo claros beneficiarios de la muerte… ¡¡¡Tenían que haber sido
ellos!!! ¿Cuándo lo hicieron? Después de que se afeitase Enrique. Sobre los
cómplices las pruebas de cargo se derivan de la carta que envió a través de los
hijos de Toribio a Enrique -presente en el sumario- indicándole que quitase de
en medio el dinero.
El
abogado defensor, en su alegato, no dudaba de la inocencia de Enrique (Paula ya
no importaba, diría que incluso podía ser más útil muerta que viva). Aun así,
descartó que las frases de la difunta Paula pudiesen significar reconocimiento
de la culpabilidad siendo muestras de su angustia e incertidumbre. Igualmente
desechó las frases contadas por los reclusos de Villarcayo. Incluso la carta
enviada por Enrique a Paula que, dijo, se refería a Gregoria. El defensor
Revilla hizo notar al jurado que Enrique salió de Huidobro el día 5 a las once
de la noche, en compañía de Sebastián Corrales y Federico Marquina, y cuando
regresaban de Burgos para Sedano, Enrique recibió una carta en que le decían
que su madre había aparecido muerta. Al saberlo sollozó y dijo “¡Ay, madre
de mi alma!”
¿Cuál
fue la sentencia? Les presento las conclusiones que se publicaron en el “Diario
de Burgos”, pero les indico que el fiscal solicitó la repetición del juicio con
un nuevo jurado:
Bibliografía:
Periódico
“El Noroeste”.
Periódico
“Diario de Burgos”.
Periódico
“El Pueblo”.
Periódico
“Heraldo Alavés”.
Periódico
“El Castellano”.
“Pasado
y presente de los fines de la prisión provisional en España”. José Antonio
Alonso Fernández.
Dibujos
de José María Bueno.
Blog
“Tierras de Burgos”.