“Sobre
el juego del “Bote”, tanto las autoridades locales como provinciales deben de
tomar cartas en el asunto, ya que en estas fiestas ha sido una invasión y lo
peor del caso es que han consentido jugar a niños de seis y ocho años”.
Cualquiera
que no conozca el juego del que hablamos podría pensar que es una lucha en
contra de que los niños pequeños estropeen los zapatos nuevos dando patadas a
una lata y corriendo con los amigos. ¡Nada más lejos! Nos estamos refiriendo a
un juego de azar sencillo, un clásico de las apuestas en Burgos, Palencia,
Valladolid, Segovia y, evidentemente, las zonas aledañas. Y -mejor dejarlo
claro- no tienen por qué participar todas las poblaciones de esas provincias.
Es el juego de “El Bote”.
Su
existencia se remonta, seguramente, más allá del siglo XVIII. Yo, humildemente,
me atrevería a decir que este juego de azar existe desde que existen los dados
de seis caras. ¿Se atreven a imaginar, entonces, desde cuándo? Apoya la idea de
la antigüedad del juego la sencillez de diseño del tablero que carece de
complicaciones mecánicas como tendría una ruleta. Así podemos crearlo mediante
una tiza y unas líneas amorfas o con seis cartas de una baraja -española o de póker-
que vayan del as al seis. Y, por supuesto, un cubilete que llamamos “bote”, del
que deriva el nombre del juego y que suele ser una lata -bote- de metal.
Elementos
aledaños pueden ser unas pesas de balanza, o piedras, para sujetar los billetes
que se apuesten dado que se jugará en la calle en las noches de fiesta. También
un cajón donde guardar los dineros. A su vez, y cómo es un juego callejero,
debemos completar el escenario con una lampara de camping-gaz que genere luz,
cierto calor y atraiga a algún mosquito despistado. Y una mesita plegable por
poner el conjunto a la altura correcta. Creo que se me olvida algo, ¿qué puede
ser? ¡Las Almendras Garrapiñadas!
No
sé si la gente que salía con el juego de “El Bote” preparaban ellos las
almendras o las compraban. Lo digo porque en algunos momentos históricos la apuesta
era posible pues el premio, teóricamente, era este dulce con almendras. Aunque,
después, te las pudiese recomprar el botero; o te diese algo de dinero y
almendras. Así, esta venta de dulces en fiestas de pueblos y verbenas volvía tolerable
este juego para la dictadura del General Francisco Franco. Vamos, que la
Guardia Civil hacía la vista gorda. La mayor parte de las veces. O algunas
veces. De alguna forma.
De
todas maneras, vamos a hacer la receta por si deciden jugar a “El Bote” con
amigos y familiares. Para dos botes de almendras necesitarán 200 gramos de
almendras (que serán crudas con piel), 250 gramos de agua y 250 gramos de
azúcar blanco.
Volcamos
en una cazuela estos los ingredientes, los revolvemos con una cuchara de madera
y calentamos a fuego medio hasta que la mezcla rompa a hervir. Sigamos
removiendo hasta que el agua empiece a desaparecer. Es el momento para bajar el
fuego sin dejar de remover hasta que el azúcar se transforme en caramelo
líquido. La textura del azúcar cambiará, pasando a ser parecida a la de la
harina. Una parte del azúcar se pegará a las almendras y otra quedará libre. Es
la señal para subir la potencia del fuego. Mientras tanto, seguimos removiendo
para que el azúcar se vuelva a adherir a las almendras. Saque las almendras y
distribúyalas en un papel de horno para que no se apelmacen y se enfríen.
Ya
tenemos todos los elementos que yo recuerdo haber conocido de niño en las
fiestas de mi pueblo cuando metía mi mano entre los jugadores para trincar un par
de almendras garrapiñadas del montoncito dispuesto para los ficticios pagos y
para distraer a los jugadores. Piensen que estos comerciantes eran,
aparentemente, vendedores de cucuruchos de almendras que, como los
barquilleros, tenían un inocente juego para motivar las ventas. El botero agita
el dado con el bote - cierro los ojos y escucho su sonido. ¡Como una campana! -
y lanzarlo a la mesa. El dado queda tapado por el bote. Entonces los jugadores
apuestan poniendo el dinero sobre los números. Luego se levanta el bote y si
por ejemplo sale el 6 todos los que hayan apostado al 1, 2, 3, 4 o 5 perderán. El
del seis recibirá 5 veces lo apostado. Por ejemplo, si apostó dos euros
recibirá diez euros.
También
eran posibles apuestas cruzadas con los números aledaños. Pensemos que el
tablero estaba dispuesto en dos líneas: la superior con las cifras 1, 2 y 3 y
la inferior con 4, 5 y 6. El cuatro bajo el uno y así sucesivamente. Por ello
podíamos apostar colocando nuestro dinero a caballo entre el 1 y el 4. O entre
el cuatro y el dos. Incluso entre el 2, 3, 5 y 6. Claro que la apuesta se
repartirá entre los distintos números.
Era
un juego con tanto arraigo que en una misma verbena podíamos llegar a tener varios
boteros en la zona festera del pueblo buscando atraer a los alegres paseantes y
a grupos de amigos a probar sus almendras y la suerte. Algunos boteros tenían negocios
“diurnos” y dedicaban a este juego algunas horas. Por ejemplo, me viene a la
memoria personas como Juan Jesús Rodríguez, “Juanje”, un carnicero de Villarcayo.
Yo recuerdo que aquello era jauja para un niño de menos de diez años el cual se
arriesgaba a un capón si abusaba de las almendras de un mismo botero. Sobre todo,
si no estabas acompañado de tu padre o no jugabas.
Hoy,
cuando paseo por las calles de mi pueblo en fiestas, raro es encontrarme con
alguien que recree este juego. No los veo en la esquina de la cafetería
“Sonata” de Villarcayo (¡No existe ni ese bar!); o junto a la fuente de la
plaza; o bajo sus plataneros… No quiero ponerme nostálgico, aunque resulte
irónico dada la temática de este blog.
Supongo
que al corresponsal del “Diario de Burgos” de Medina de Pomar en el año de 1979
estaría contento dadas las admoniciones citadas en el encabezamiento y que se
incluían en el artículo siguiente:
Bibliografía:
Periódico
“Diario de Burgos”.
www.casinoiberico.online/index.html
Video
de Susana Jimeno entrevistando a Arsenio Jimeno, antiguo botero almendrero.