Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 27 de octubre de 2019

Nos vamos de Feria y mercado (III).



Terminamos este recorrido por los mercados y ferias de la comarca de Las Merindades con los últimos mercados que Inocencio Cadiñanos Bardecí nos referenció.

Pedrosa de Valdeporres

En 1827 la justicia local solicitaba un mercado semanal en el Campo de la Vega para con su producto atender al armamento y equipo de 200 voluntarios realistas de la Merindad. "La posición geográfica que ocupan las poblaciones y la feliz combinación de las particulares circunstancias del suelo, índole y carácter de sus habitantes, reclaman de suyo, tiempo ha, el establecimiento de un mercado semanal en el local más ventajoso de su distrito". La experiencia demostraba que por su emplazamiento en el extremo norte de la provincia de Burgos, en contacto con la vega del Pas, "vienen a ser como la llave de Cantabria". Podría abastecer a ésta de los productos agrícolas de Castilla a pocas facilidades que les diera el gobierno.

Merindad de Valdeporres

Esta Merindad tenía un terreno fértil pero con demasiada población para sobrevivir allí. Tristemente, el fantasma de la emigración ya se dejaba ver. Las gentes de Valdeporres acudían a los mercados de Espinosa y Villarcayo para surtirse de aquellos productos que no se les ofrecía en su tierra. El futuro mercado se celebraría los sábados en el campo de la Vega, entre Santelices y Pedrosa. El Consejo pidió los ya conocidos informes de otras ferias y mercados de los contornos. Al final no consiguieron el mercado, por estar cerca del de Soncillo, pero sí una feria de tres días. Fue muy concurrida, ampliándose, posteriormente, a distintos meses del año.

Soncillo

En la referencia anterior ya hemos dejado caer la existencia de un mercado en Soncillo. De hecho es un lugar ideal para ello por su cercanía a La Montaña y estar junto a la principal comunicación entre Burgos y Santander. En 1672 Jerónimo de la Peña, procurador de Soncillo y Valdebezana, solicitaba poder volver a celebrar un mercado los miércoles de todo el año y no solo entre San Martín y Carnestolendas (otoño-primavera).

La gente iba a Soncillo, capital del valle, a vender especialmente cabezas de ganado mayor y menor. "No hay memoria de cuando se comenzaron los mercados, por ser tan antiguos". Se decía que su decadencia se debía al fallecimiento del señor de la comarca, don Pedro de Porras, y descuido de sus sucesores. Gracias al interés de las autoridades municipales se mantenía parcialmente. La explicación, como puede suponerse, no era exacta. Detrás estaba la profunda decadencia económica del país.


El procurador cargó las tintas negras de su exposición: que si a los vecinos les era preciso llevar a vender sus ganados a los lejanos mercados de Reinosa (Santander), Poza y Villadiego; que si se trataba de una tierra muy lluviosa, abundante en nieves y heladas, de difíciles caminos; que si era pobre, estéril y montañosa, por lo que sus vecinos se hallaban arruinados y en constante disminución. Necesitaban volver al antiguo mercado semanal de todo el año pues de hacerse así "sería de grande utilidad y beneficio a todos los vecinos de aquella tierra y comarca".

Aunque la documentación no lo diga, debió de accederse a la petición pues a mediados del siglo XIX se celebraba un mercado semanal y dos ferias anuales.

Y en Arija, cerca de Soncillo, se ha celebrado un mercado los jueves y dos ferias el 1 de abril y el 31 de mayo. Por decirlo.

Trespaderne

Desde que este pueblo se convierte en cabecera de comarca aspiró a tener un mercado. A comienzos del siglo XIX lo celebraba los viernes para pasar, unos años después, a los sábados.


Consta que en 1913 ya tenían lugar algunas ferias de ganado "sin sujeción a impuesto alguno". En 1917 se decidió celebrarlas en diciembre, febrero y marzo para toda clase de ganado "por hallarse esta villa enclavada en el centro de la región". Sin embargo, no fueron llevadas a cabo hasta 1930 en que fueron ampliadas, también, al mes de noviembre "teniendo en cuenta la facilidad que existe para el transporte del ganado por ferrocarril a la capital de provincia en la que se celebra una gran feria el día 11 del mismo mes". Posteriormente habría, todavía, algún cambio de fechas y también sería reducido el número de días de feria.

Villaluenga y San Llorente

En 1792 se pedía un mercado los martes y viernes y una feria abierta a principios de septiembre de cada año. Básicamente era una feria para toda la Merindad de Losa que criaba mucho ganado y disponía de un término bastante fértil en trigo, cebada y otras semillas, frutas, pescados, y excelentes patatas "sin que se pueda dar salida a los sobrantes por defecto de mercados respecto a la distancia que hay de los referidos dos lugares (Arciniega y Valmaseda) a los que se celebran porque distan cuatro leguas de caminos peligrosos por Angulo y Orduña".

Tendría lugar en las praderas junto a la ermita de San Antonio por ser fuera de las poblaciones titulares para que se hiciera feria abierta según se practicaba en otros lugares. Por supuesto, se cobraría alcabala y cientos. El corregidor de Castilla la Vieja vio aspectos positivos: no tener que pasar a los mercados de Orduña, Arciniega y Valmaseda, en los que no se pagaban derechos; los asistentes tendrían que pernoctar en los contornos; los residentes se ahorrarían recorrer los malos y peligrosos caminos existentes; y no afectaba a los mercados de Frías, Medina y Espinosa por estar alejados y celebrarse sus mercados en diferentes días. Las autoridades de Villarcayo no hallaron "por aora reparo alguno en la concesión". El Intendente añadió que resultaría un mercado y ferias beneficiosos para dar salida al ganado y otros frutos de sus vecinos.

San Llorente.

El Consejo, al dudar, pidió más informes al Intendente en 1794. Y, aunque no viene su aprobación, sabemos que llegaron a celebrarse.

Villarcayo

Cuando Villarcayo se convirtió en la nueva capital de la merindad de Castilla la Vieja, también obtuvo el derecho a la celebración de las ferias y mercados que se le habían concedido en su fuero a Medina destinados a toda la Merindad. De ello ya hablamos, también, en la entrada anterior en el epígrafe de Medina de Pomar gracias a algún autor de esa localidad. Comúnmente, viene interpretándose la disputa de Villarcayo con Medina como un deseo de Las Merindades de vengarse de los abusos históricos de los Velasco y su capital. Suena bien, incluso como si fuese una venganza empapada de romanticismo decimonónico pero… ¡¡Es mentira!! Los mercados y ferias eran un derecho anejo a la condición de capitalidad y de residir allí la justicia. Ahora, lo tenía Villarcayo.


Desde un principio, Las Merindades pidieron al Rey que "por ser la tierra pobre de mantenimientos y de poco trato y comerçio entre los vecinos, se les diese liçenzia para que en el pueblo donde el dicho alcalde mayor huviesse de residir se fiziesse un dia de cada semana mercado y dos ferias francas en cada un año". Deseaban beneficiarse ellos de las alcabalas y no el Condestable. Era evidente que la nueva capital no sólo lo sería política sino también quería serlo económicamente.

Estos mercados debieron comenzar inmediatamente pues, poco más tarde, el monasterio de Rioseco de Manzanedo ampliaba su "casa en el barrio de Castellanos, cercal mercado" de Medina con otra en Villarcayo para la comercialización de sus cereales y ganado. Pero en 1566 llegaba la peste estos pagos lo que hizo que Medina se llevase su mercado a las afueras del pueblo y las ferias al lugar de Pomar. ¡Y de Villarcayo escapó la Audiencia!

Oficialmente, en 1591, el Rey accedía "para que pudiesen juntarse en la villa de Villarcayo...a haver sus bentas y contrataciones un dia cada semana y dos bezes al año por tres a quatro dias cada vez". La Junta General decidió que las ferias fueran celebradas en San Miguel (mayo) y el Corpus con una duración de cuatro días cada una, lo que tuvo efecto al año siguiente. Y el mercado los jueves. Entre otros productos llegados de fuera se citan paños de Belorado y Pradoluengo y vino del Valle de Tobalina y Villadiego.


Desde el primer momento nos encontraremos con una guerra soterrada entre Villarcayo y las siete merindades y la casa del Condestable. Este se quejaba de que la feria del Corpus era la mejor y eso beneficiaba a Las Merindades, pero no le hicieron caso. Se suceden las Provisiones Reales, las Vistas y Revistas. Las Merindades acusaban a Medina "de que ninguna persona podía hacer mercados francos por propia autoridad". Medina de Pomar alegaba que sus ferias y mercados se celebraban desde tiempo inmemorial y "que no eran francos ni jamás lo habían sido, porque todas las personas tanto de fuera como de dentro pagaban la alcabala de todas sus mercadurías que se vendían en ellas".

El Condestable recusó al Licenciado Urtaza Hernani, Corregidor de Las Merindades, "porque procedía con la pasión y odio que siempre le habían caracterizado". Se admite la recusación y es nombrado Juez de comisión, para el caso, el Corregidor de la villa de Reinosa y Merindad de Campóo, Licenciado Pedro Sibil de la Oceja.

Por su parte Las Merindades obtenían una serie de Ejecutorias que se pregonaban en la Plaza de Villarcayo y los días de feria, también en el Soto, así como en Frías, Espinosa de los Monteros, Soncillo, Valmaseda, Laredo, Castro Urdíales, ciudad de Orduña, Miranda de Ebro, Briviesca, Oña y por supuesto en Medina de Pomar. Para más inri, los gastos eran por cuenta del Condestable.

"En la villa de Villarcayo a 28 de agosto de agosto de 1624, yo Alonso Núñez escribano de Su Majestad, vecino del lugar de Horna, doy fe de que por voz de Juan de Amo "pregonero preso" de la Cárcel Real de estas Merindades se "apregonó" e hizo notorio, palabra por palabra, en la Plaza pública de esta dicha villa y delante de las puertas de las Casas de la Justicia de ella habiendo mucho concurso de gente de la dicha villa y otras partes de estas Merindades y fuera de ellas... que se cumpla como se contiene en la Real Ejecutoria. Fueron testigos Juan de Velasco, cuyas son las casas de Ribacardo y Juan Rodríguez y Pedro Ruiz de Bisjueces, procuradores del Número de esta Audiencia y otras muchas personas". Se querellaron contra los alcaldes de los hijosdalgos de Medina bajo la multa de 50.000 maravedís y 4 años de destierro.


El Auto dado en la villa de Madrid a 26 del mes de abril de 1625 dice así: "dijeron que mandaban y mandaron se despache Provisión para que el Corregidor de la villa de Reinosa vaya a la villa de Medina de Pomar, con días y salarios a costa de los alcaldes ordinarios de ella y prendan al contador Salazar, alcalde del estado de los hijosdalgos y le lleven a la cárcel de la dicha villa de Reinosa".

El Sr. Juan de Acurio en nombre del Condestable "cuya es la villa de Medina de Pomar" dice: que es "notoria la emulación y pasión conocida que Las Merindades de Castilla la Vieja y su Corregidor tienen contra la villa de Medina de Pomar y sus vecinos... y la desean destruir, quitar el antiguo comercio, procurando encaminar el comercio hacia Las Merindades particularmente a Villarcayo y viendo que las dichas ferias siguen, aunque han disminuido considerablemente y tienen atemorizados a los circunvecinos, buscan diferentes trazas de vejación y ofensa como son el hacer que algunos vecinos de ellas vayan a los dichos mercados y ferias y mañosamente salgan de ellos defraudando alguna alcabala".

En 1626 siguen desde Madrid dando la razón a Las Merindades, "incluso el Corregidor de Reinosa se persona en Medina los días de mercados y ferias para su investigación si se trata de mercados y ferias francos". Y por su parte el Condestable asegurando que siempre se ha cobrado en los bastimentos, trigo, cebada, lana, ganados, etc.


Por su parte el Sr. Juan Ruiz de Soba en nombre de las Siete Merindades repite la querella contra D. Pedro Zorrilla y Bartolomé del Castillo alcalde y escribano de Medina de Pomar por ir a las ferias de Espinosa de los Monteros e instar a los mercaderes y persuadirlos que no acudan a las ferias de Villarcayo, y sí en cambio a las de Medina que serían francas. Por la Sobrecarta Ejecutoria dada en Madrid a 14 de julio de 1626, se multa a los alcaldes ordinarios de Medina con 50 ducados.

Villarcayo introdujo otra feria y otro mercado que celebró los jueves, precisamente el día que tenía lugar en Medina.

Así discurrían los acontecimientos cuando –según Manuel López Rojo- hay una acusación contra la Duquesa de Frías tutora del Condestable de Castilla, de que ha hecho ferias y mercados francos en los lugares de Villamor, Torres y la Cerca. Contra ello se mandó otra Real Provisión, que data del año de 1628. Debo indicar que Inocencio Cadiñanos Bardecí indica en sus estudios que en 1621 la duquesa de Frías había ordenado que no se celebrasen ferias ni mercados en Torres ni en Villamor. Él argumenta a partir de este dato que no debían de estar, todavía, muy asentado el asunto en Villarcayo o sus ferias y mercados disfrutar de escasa concurrencia. O quizá es una errata de alguno de los autores consultados.

Por fin, en la villa de Madrid a 7 de julio de 1628, en presencia de D. Diego Ruiz de Tapia, escribano de Su Majestad perpetuo de Número de esta villa y tierra... comparecieron Bernardino Fernández de Velasco y Tovar, Condestable de Castilla, Duque de la ciudad de Frías, Conde de Haro y Marqués de Berlanga, Señor de la Casa de Velasco, de una parte, y de la otra Pedro de Velasco, Conde de la Revilla y Jerónimo Antonio de Medinilla y Porres residente en la Corte en nombre de Las Merindades de Castilla la Vieja con poder especial que les dieron ante Pedro López de CarIes, escribano de Su Majestad... se llega a un acuerdo para que en la villa de Medina, que es del Condestable, se hagan en cada año perpetuamente tres ferias, una el día de la Ascensión, en lugar de la feria que antes tenía el día del Corpus, otra el día de San Miguel y la otra el día que ellos señalaren (la Ascensión), y asimismo un mercado perpetuamente el jueves de cada semana.


Y en la villa de Villarcayo en donde está el Corregidor de las Siete Merindades con su Audiencia se harían dos ferias perpetuas cada año, una el día del Corpus y la otra el día que ellos señalaren. Y un mercado el lunes de cada semana perpetuamente.

Se aprueban 8 puntos. En ellos se repite el tema de que no se molesten y que se intente seguir como antes de los pleitos. Y que si coincide una feria con el mercado del jueves o lunes que éste no se cobre. Medina retiró la querella contra Villarcayo por haber mudado los días de mercado y ferias. Se firmó y signó en Madrid el día 8 de agosto de 1629.

Breve calma porque en 1668 volvía la disputa entre ambos. Las justicias presionaban a trajineros, arrieros y mercaderes para que fueran a Villarcayo y no a Medina asegurando que en ésta ya no tenía lugar mercados. Las Merindades llegaron, incluso, a convertir, sin licencia, sus ferias y mercados en francos. Se firmó un nuevo acuerdo que puso paz en adelante, aunque el Condestable insistía en que la feria del Corpus era la mejor del año y, ahora, se beneficiaban de ella Las Merindades. Tuvieron que pagar todos los que iban a Villarcayo, fueran de Las Merindades o no, a excepción de la compraventa de trigo y ganado.

Con fecha 8 de febrero de 1669 consigue Villarcayo una Real Provisión por la se ponía "el mercado los jueves y las ferias el día de la Ascensión y la de San Miguel porque no era conveniente que los mercaderes se marchasen a villas de señorío o que coincidan en días próximos en Poza de la Sal, Reinosa, Villadiego, Roa, Liérganes, Soncillo, Quejana, y que tenían más franquezas y por consiguiente aran más pingües por ser de lugares del Duque del Infantado, Condestable de Castilla, Marqués de Aguilar, etc." Previa reunión se consigue que siga vigente lo firmado en el año 1628. Pero las discusiones siguieron particularmente cuando coincidían ambas ferias.


Hemos de hacer notar que en las ferias de Villarcayo se llegaban a juntar hasta 250 parejas de bueyes, y en Medina hasta 500 caballerías. Con motivo de estas disputas sobre las ferias se quejan los mulateros que en número de unos 300 son perjudicados.

Y los problemas no eran solo con Medina. Fijémonos en que Las Merindades cobraban por las Ferias y lo obtenido se repartía entre las siete merindades hasta que en el año 1721 hubo un pleito entre ellas. Las demás contra la de Castilla la Vieja sobre la administración de Ferias y Mercados y la distribución de su producto.

Durante el desarrollo del pleito que se resolvió en la Real Chancillería de Valladolid, las otras seis dan cuenta de los gastos. Entre tales, sobresalen por lo original, los gastos siguientes: "Setenta capones que para el regalo se remitieron a la ciudad de Valladolid y los portes, el coste de una arroba de manteca que se remitió con los capones". Aparte se remitieron también como regalo cuatro arrobas y media de manteca, ochenta reales de la limosna de cuarenta misas rezadas que se mandaron decir por las ánimas, por el buen éxito de dicho pleito, las veinte al tiempo de la vista y las otras veinte para la revista.

Desde el siglo XVIII Villarcayo va sustituyendo en el comercio regional a Medina y Frías. Gracias al nuevo camino de Bercedo, durante la primera parte del siglo XIX consigue la primacía del mercado en la región. Se convierte en depósito para la redistribución de granos hacia el norte y, también, hacia América y regiones españolas del sur y levante. Su mercado de los lunes llegó a ser el más concurrido de Castilla por los cereales que en él se despachaban. Este nuevo camino de Bercedo también benefició, en alguna medida, a los mercados de Medina y Mercadillo (Mena). Pero era un espejismo porque la anarquía política del siglo XIX, trajo tal desorden que se les tachó de "ferias de paso" a las de Las Merindades. Los ganaderos del valle de Tobalina los llevaron a vender junto a los puentes de Frías y Virués y a un prado de Arroyuelo con el fin de no pagar tributos.

Primero la guerra de Independencia que dañó a Villarcayo y su región. En 1825 todavía no estaban totalmente recuperados y los diputados de Las Merindades pedían celebrar otras dos ferias. ¿La excusa? Obtener fondos para atender a los voluntarios realistas tal y como exigía Fernando VII. Caso de concederse se celebrarían los días 30 de mayo y 20 de octubre. Tras la opinión desfavorable del Fiscal, se le denegó el permiso.

Al año siguiente volvía a insistirse en lo mismo, cobrando solamente un 2 por ciento del importe de las ventas del ganado y de los demás géneros el 4 por ciento. Los voluntarios realistas de Las Merindades eran 2.800 hombres. Se decía que necesarios para "extruir el contrabando...por encontrarse la región cerca de las provincias exentas y ser terreno montuoso". Se justificó la petición diciendo que solo se celebraban dos ferias en Villarcayo, tres en Medina y alguna otra en pueblos cercanos. Volvió a desestimarse la petición por ser perjudicial al erario público. Todo quedó, pues, hasta tiempos recientes en la celebración de las mencionadas ferias de San Miguel y el Corpus y la de la Ascensión, alternativamente con Medina.


Alguna recuperación sí debió de darse en el siglo XIX en cuanto al ganado de tiro llegado desde Asturias y la Montaña y el de cerda pues Madoz dirá que en Villarcayo "se hacen compras muy en grande, transportándose grandes manadas a la Rioja, Aragón y tierra de Sigüenza" y “Villarcayo se convirtió en un centro de depósito y escala para la extracción de granos que del país, Burgos y Campos se hace para el extranjero, nuestras colonias y las costas de Levante y Andalucía por el Puerto de Limpias”.

Junto al sistema de ferias y mercados locales ya definidos existían personas que recorrían con sus productos los distintos mercados, dedicándose prácticamente a este menester. Así se afirma en Bisjueces: Gregorio González, Gregorio Herrero y Ángel Domínguez tienen tiendas volantes que acuden de feria en feria y de mercado en mercado con género nacional.

Espinosa de los Monteros

Enrique IV (1454-1474) concedió un mercado los martes (¡continúa hoy!) en el que se vendía trigo, fruta y ganadería. En el siglo XVII el pueblo seguía pagando los correspondientes derechos por la confirmación del privilegio de tener mercado franco.


A imitación de Villarcayo, también Espinosa pedía en 1842 que se le concediese una de ganado. Se celebraría el día de San Martín -11 de noviembre-, libre de alcabalas.

Incinillas

En 1817 el santero de la ermita de Nuestra Señora de la Hoz se atrevía a solicitar permiso para celebrar una feria y un mercado junto a esta desolada ermita con objeto de que con sus alcabalas pudiera ser reedificada. La adulación del interesado le indujo a proponer que la primera tuviese lugar el día de San Fernando y el segundo el día del nacimiento del futuro hijo del monarca.


Se le denegó la petición como lo demuestra el que no se tengan noticias de tal celebración y el que una nota al final del expediente denomine al peticionario "mentecato, que no hace más que molestar al Consejo".

Quincoces de Yuso.

A principios del siglo XIX le fue concedido un mercado, pero "no se ejecuta porque habiendo dado principio, la falta de concurrencia le ha disipado". Con todo, a mediados de siglo sí tenía lugar los viernes a base, sobre todo, de ganado de cerda.

San Miguel de Cornezuelo

Desde comienzos del siglo XIX hasta tiempos modernos tuvo lugar un mercado los domingos y una feria en agosto.



Bibliografía:

“Villarcayo y la Merindad de Castilla la Vieja”. Julián García Sainz de Baranda.
“Mercados y ferias en la provincia de Burgos”. Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“Villarcayo, capital de la comarca Merindades”. Manuel López Rojo.



domingo, 20 de octubre de 2019

Nos vamos de Feria y mercado (II)



En la anterior entrada hablábamos de las generalidades de los mercados durante los mil últimos años en Las Merindades. Ahora –y durante dos entradas- nos fijaremos en algunas peculiaridades de los mercados, y ferias, de las principales poblaciones de nuestra comarca.

Empecemos con las de esta:

Frías

Fue una de los grandes mercados de Las Merindades. Estaba claro porque esta urbe controló el paso del Portillo de Busto y el puente románico sobre el Ebro. Por estos lugares pasaba el camino que seguía por Herrán hasta Orduña sobre lo que había sido una antigua calzada romana. En 1202 Alfonso VIII concedía en su fuero un mercado diario o “azog” a celebrar en lo alto de la Muela y el de los sábados en el collado.

Con el tiempo se invertirá esta celebración y aquel lugar será denominado en adelante plaza de los Granos y el de abajo, plaza del Mercado como todavía sigue haciéndose. En el desarrollo del fuero, el rey garantiza la paz del mercado, pero no señala un día fijo pues, seguramente, lo dejaba a conveniencia de los lugares del contorno. El obispo Fernando confirmó el privilegio del mercado que celebraban Pancorbo, Oña y Frías, en lunes, jueves y sábado respectivamente.


Fue ratificado por el Rey Sancho IV hacia el año 1285, al conceder varias “absoluciones” a los habitantes de la “muela in fridas pro máximo labore quem ihi sustinent ascendendo e deseendendo con rebus suis” por el grandísimo trabajo que allí soportan subiendo y bajando con sus cosas, dispuso que se hiciese otro mercado cada sábado.

La plaza del Mercado, sita "en el collado" bajo el roquedo del castillo es, realmente, un ensanchamiento de la única calle que asciende hasta lo alto de la ciudad. Alargada, quebrada e irregular con soportales en uno de los lados, se halla en el centro de la población. En un principio aquel punto no estuvo amurallado. Un punto a su favor es que estaba pegado al barrio judío. En 1529, el Condestable ordenaba que para "noblesçimiento de la dicha mi çibdad y muela della que todos los ofiçios, así de carneçería y pescadería y panaderas e otras tyendas de bastimentos estén dentro de la muela de la dicha mi çibdad y no fuera". Solo se permitiría alguna tienda fija abajo para abastecimiento de vecinos y caminantes. Posiblemente todo ello para un mejor control fiscal.

El mercado más solemne, como ya hemos dicho, tuvo lugar los sábados, después ampliado también a los miércoles. Este último dejaría de celebrarse en el siglo XVIII. La plaza de Granos o de los Toros es la que se extiende frente a la iglesia de San Vicente y era la que se ocupaba para las ferias. Además de su comunicación a través del arco de la Cadena, en el pasado debió de estar mejor comunicada por la puerta de Medina y, especialmente, por el Postigo que allí desemboca.


Amparado y alentado por los duques de la ciudad, que cobraban altas tasas en este mercado, se redistribuían granos para las Montañas como lo recuerda cierta pragmática de Carlos I cuando habla de "todo el pan...traído a vender a esta ciudad de Campos y Bureba y de otras partes".

En las ordenanzas de fines del siglo XV, se citan como géneros venidos de fuera habas, cabritos, sal, fruta, vino, pesca, leña y hierro. En dichos días se instalaban quincalleros, pañeros, pasiegos y hortelanos. El mercado se animaba aún más los días cercanos a la Navidad, y entonces los puestos de venta se extendían por la calle de la Cadena hasta ocupar la plaza del Ayuntamiento. Los forasteros procedían, incluso, de lugares lejanos como la Bureba o Valdegovía.

Las ferias se celebraron los días de Todos los Santos (primero de noviembre) y al finalizar el mes, el día de San Andrés. La fecha fue cambiada en el siglo XVI. Efectivamente, en 1523 escribía el regimiento al Condestable: "En esta cibdad ay uso y costumbre de ayer dos ferias en ella en cada un año, la una en el segundo dia de Pasqua de Çinquesma y la otra por el dia de Nuestra Señora Santa María de Setiembre". Se le pedía que fueran francas y que cada una durase cinco días pero, sobre todo que, como la de Pascua caía en mala época, cuando no había trigo que vender por lo que no acudían mercaderes y tratantes, que fuese trasladada al día de Todos los Santos, como así se hizo.

Los caminos que explicaban el nacimiento y prosperidad de Frías, trajeron su ruina tras su marginación y abandono. Desde 1728 pierde la capitalidad del valle de Tobalina. Después el antiguo camino de Orduña es desviado por Pancorbo y Berberana. Al otro lado es construido el camino de Bercedo, que pasaba por Villarcayo…


El intento de Frías de recuperar cierto protagonismo con una nueva vía que diera salida al vino de la Rioja desde Gimileo a Santander, pasando por la ciudad, quedará inacabado, lo que resultó mortal para sus ferias y mercados.

En 1824 se aseguraba que la venta anual de granos ascendía a unas 4.200 fanegas de trigo, 600 de cebada, 400 de centeno, maíz y legumbres. De las de trigo mencionadas, no llegaban a una tercera parte las traídas por forasteros seglares, perteneciendo todos las demás a conventos y fábricas de las iglesias de Frías, Tobalina, Bureba y Cuesta Urria. En cambio, no se comercializaba el vino por que estaba protegiendo su chacolí de mala calidad, vedando el paso al foráneo. Esta política resultó una verdadera obsesión para los ediles.

El cobro de las correspondientes alcabalas se arrendaba, en el arriba citado año, por un monto de 2.500 reales "del producto e cuarto de fanega...y por cada caballería que se introduce en la plaza de los Toros donde se celebraba el mercado...según avido y es costumbre".

Medina de Pomar

Medina ocupa un punto intermedio entre Burgos y los puertos cantábricos, lo que la convirtió en centro comercial, de intercambio y de descanso. Como en el caso de Frías, su acertado emplazamiento explica, en buena parte, la prosperidad de sus mercados y ferias.

La marginación vendría con la construcción del camino de Bercedo, por Villarcayo. Aunque en Medina hubo, antes, otras dos causas de su declive comercial: la desaparición de la aljama judía y la pérdida de la capitalidad de las Merindades. Si recurrimos a Julián García Sainz de Baranda veremos que este autor “sangraba por la herida”: “Las Merindades y su capitalidad Villarcayo, aspiraban a convertirse no sólo en capitalidad política, sino también económica de la comarca, y al efecto dieron contra Medina de Pomar, por tener en aquella fecha ferias y mercados muy concurridos”.


Lo que es cierto es que el desarrollo de sus mercados y ferias presenta dos etapas muy claras: desde la concesión de un mercado en el fuero hasta la segunda mitad del siglo XVI, en que se celebran en exclusiva en la villa, y desde 1562 en que Villarcayo eleva al Consejo del Reino una solicitud para obtener un mercado franco semanal y dos ferias francas cada año. Lo consigue en una provisión del Consejo de 31 de julio de 1.571. Quedará únicamente una parte para Medina.

La mención del mercado en el fuero da a entender que venía celebrándose desde bastante antes. Tuvo lugar los jueves, como aún sigue haciéndose hoy. Después también el lunes que, a fines del siglo XVI, pasará a Villarcayo. Desde la Edad Media su almud (media fanega) será la medida oficial de la comarca. La populosa colonia judía y mora tendrá mucho que ver con los mercados y ferias de la localidad. Los Velasco que "tenían Las Merindades en encomienda poniendo justicia y llevando las alcabalas y los demás aprovechamientos como suyos" fueron los más interesados en que siguieran celebrándose en Medina de Pomar.


Desde mediados del siglo XIII, Medina de Pomar se convierte en el beneficiario del activo comercio lanero y de cualquier otro tipo entre Burgos y el Cantábrico oriental. Poco después es cuando aparecen los judíos atraídos por este comercio. En adelante se les citará en toda clase de actividades, especialmente con productos textiles importados de Francia y como abastecedores de la meseta a través de Medina de Pomar. Aquí se redistribuyó, también, el vino de la Rioja y Aranda hacia el norte, sobre todo en el siglo XVII "por estar la dicha villa de Medina de Pomar en tan buena comodidad para los Puertos y para la correspondencia de otros mercados". Desgraciadamente ese factor geográfico también lo tendría Villarcayo.

En las ordenanzas de 1495 mandaba el Condestable, "amonesto, requiero e mando a los mercaderes e marchantes...que tratan en comprar e vender mercaderías de paños e sedas e lienzos e ganados mayores e menores e pan e vino... mirar mucho en que los precios a que vendieren...sean moderados e razonables, por manera que no sean excesivos e injustos", lo que nos manifiesta los géneros más comercializados, así como la preocupación por el control de los precios.


Desde 1409 a 1668 el archivo de los duques guarda decretos y provisiones sobre celebración de ferias y mercados. Medina también celebró cinco ferias desde antiguo. En las ordenanzas de 1481, se prevenían los posibles daños ocasionados por los ganados traídos a la villa especialmente cerdos, bueyes, rocines y carneros. Se les prohibió entrar a pacer en los rastrojos.

Con el traslado de la capitalidad a Villarcayo, comienzan los problemas. Esta consigue que el mercado y ferias oficiales de Las Merindades pasen a ella. Los días de mercado eran en ambas villas los mismos a pesar de haber pedido el Condestable que en Villarcayo se celebrase los sábados. Al no conseguirse en ésta el éxito apetecido por la competencia de Medina, comienzan agrios enfrentamientos.

Medina defendió sus derechos ayudada por el Condestable quien percibía altos ingresos de sus ferias y mercados que ascendían, según los vecinos, a 200.000 maravedís anuales. El pleito de Las Merindades comenzó en 1624 solicitando que fueran suprimidos el mercado y feria de Medina, pues no pagaban impuestos y eran celebrados sin permiso real. Lo más seguro es que los impuestos que se pagaba se lo quedaban en la casa de Velasco. La villa alegó que venían teniendo lugar desde tiempo inmemorial y que no eran francos sino que se pagaban impuestos. El Consejo dictó auto en 27 de junio de ese año, prohibiendo las ferias y mercados que se hacían sin licencia, mandándose pregonar este auto en Medina de Pomar. La ciudad de Medina interpuso recurso de súplica que fue rechazado mediante un auto del 23 de julio de 1624.


Se ordenó suspenderlas pero los medineses no hicieron caso. Maltratando al escribano y alguacil encargados de la notificación y publicación por el corregidor de Reinosa que era el comisionado para entender del asunto. El consejo, con fecha del tres de abril de 1625 mandó cumplir lo dispuesto.

Indudablemente, estaba muy arraigada la costumbre y era mucho el interés de su celebración. Los vecinos denunciaron que "el deseo de la parte contraria es destruir la dicha villa de Medina quitándole el antiguo comercio". Villarcayo respondió introduciendo una feria más.

Según don Julián, los de Villarcayo no se contentaron con tener dos ferias y un mercado e introdujeron otra feria más y un mercado los jueves. Esto hubo de empujar a Bernardino Fernández de Velasco a querellarse lo que –siguiendo lo escrito por Julián G. Sainz de Baranda- acobardó a los de Las Merindades y transigieron celebrando en Madrid, el 7 de julio de 1.628, escritura de transacción ante el escribano Diego Fernández de Tapia. Comparecieron por la Villa de Medina de Pomar y su jurisdicción el señor de Medina y duque de Frías y Condestable de Castilla y por Las Merindades Pedro de Velasco, Conde de la Revilla y Jerónimo Antonio de Medinilla y Porres en virtud de poder que les confirieron el 21 de febrero de 1628, ante el escribano Pedro López de Cartes.


Desde 1628 Medina obtuvo permiso para celebrar tres ferias al año: la Ascensión, (en lugar del Corpus), Santa Marina (elegida por los vecinos) y San Miguel de septiembre. Pero al coincidir la Ascensión casi con San Miguel de mayo de Villarcayo, hubo problemas. Se firmó una concordia entre el Ayuntamiento general de la siete Merindades y el Condestable de Castilla por la que quedaron las ferias que hoy tiene Medina y las que se hacen en Villarcayo, para Las Merindades.

La aduana de los diezmos del mar que estaba en Medina, pasó a Villarcayo en 1561 aunque, en 1628, fue instalada definitivamente en Villasante.

Con el acuerdo anterior la paz se mantuvo durante cuarenta largos años. ¿Quién rompió el acuerdo? Para unos Villarcayo y para otros Medina. Lo cierto es que Las Merindades presentaron demanda en 1667 –o 1668- contra Medina y el Condestable insistiendo en que los mercados de esta eran francos, contraviniendo las leyes del Reino; que la escritura de transacción era nula, porque su objeto no era lícito. Contestó Medina probando que nunca fueron sus mercados ni ferias francos sino introducidos por costumbre inmemorial; que las justicias de Las Merindades, usando de su poder e influencia, ejercían presión sobre los trajinantes, arrieros y mercaderes, obligándoles a ir a Villarcayo y pregonando en este pueblo y fijando edictos en mesones y sitios públicos de otros lugares, haciendo constar que no había ferias y mercados en Medina de Pomar y sí sólo en Villarcayo, donde había buen pasaje, y por último para atraer a los mercaderes y trajinantes a ellas, Las Merindades, con perjuicio de la Real Hacienda, los hacían francos, no cobrando por sus transacciones derecho alguno. Perspicazmente, Medina no comentaba que cuando los Velasco eran más fuertes ellos presionaban a los comerciantes para que recabasen en su ciudad.


Un auto de 13 de agosto de 1670 amparó a Medina en sus derechos y en la posesión en que estaba de celebrar sus tres ferias y el mercado del jueves a condición de pagar los derechos de alcabalas y demás impuestos a la Real Hacienda. (Entonces, ¿Era cierto que no los pagaban?). Los Velasco apelaron pero el auto fue confirmado el 19 de octubre de 1670.

El diccionario de Madoz comenta que “se celebran 3 ferias anuales y un mercado semanal en los jueves”.


Mercadillo (Valle de Mena)

El Valle de Mena, que tiene un pie en Vizcaya y una mano en Cantabria, es así desde hace mucho. En el año 1600 los valles de Mena y Tudela se ajustaban en lo tocante a la medida del celemín, al patrón de Arciniega "que es el mercado más cercano y a donde tratamos y comunicamos siempre". Además, informaban que no había patrón de media fanega porque en el valle no existía mercado. ¡No había mercado!

(Fuente Google)

En 1745 los de Mena se enfrentaron a los de Gordejuela porque éstos les exigían un real por cada cabeza de ganado que llevaban a su feria, en razón de pastos, porque nunca se había hecho. El Fiscal advirtió que si no existiese el correspondiente privilegio, no podía cobrarse dicho real. Al no aparecer, se le impusieron 200 ducados de multa y se le ordenó que no volviera a cobrarlo. Gordejuela alegó que en otras ferias, como en Quejana, también se exigía dicho impuesto. Pero el que estuviese libre de pecado que tirase la primera piedra porque el valle de Mena gravaba con un real a cada caballería de carga y a cada carro que pasaba por su tierra en razón de portazgo y calzadas.

En 1817 el vecindario solicitaba permiso para tener un mercado los viernes en Mercadillo "para el fomento de la agricultura, tráfico, yndustria y fábricas de este valle". Los testigos lo apoyaron pues era valle de gran extensión, que se componía de 52 pueblos, más el pequeño valle de Tudela y la villa de Villasana, que hasta hacía poco habían sido de señorío (del monasterio de Santa Clara de Medina y los Velasco). Sus vecinos se dedicaban a la agricultura, ganado, tráfico de vinos y granos y fábricas de hierro. No había mercado y los más cercanos se encontraban en Gordejuela, Arciniega, Valmaseda, Espinosa de los Monteros, Medina de Pomar y Villarcayo que les quedaban muy lejos y con muy malos caminos. El de Valmaseda tenía lugar los miércoles y sábados "donde no se permite pesar y vender trigo ni otros granos hasta después de las dos de la tarde" por lo que tenían que volver de noche a sus casas expuestos a robos.

Villasana de Mena

Estos últimos se opusieron a la concesión, pues se les haría mucha competencia al encontrarse Mercadillo a tan solo dos leguas de distancia. Al Fiscal le parecía muy ventajoso el establecimiento del nuevo mercado porque se cometían muchos fraudes a la Real Hacienda al tener que acudir los de Mena a Valmaseda, recordemos, ¡villa de una provincia exenta! Allí se usaban distintas medidas y pesos, lo que también acarreaba otras desventajas. Villasana pidió que tuviera lugar en ella por tener mayor población y disponer de plaza espaciosa y céntrica, mientras que Mercadillo "no merece siquiera el nombre de aldea". En 1818 era concedido a este último pueblo, tras pagar 150 reales por derechos.

En 1825 el ayuntamiento del valle solicitaba poder celebrar dos ferias, la primera desde el día 28 de agosto hasta el 31 de mismo y la segunda los mismos días del mes de octubre "para que se realice el comercio de ganados vacunos y demás en beneficio y utilidad común y principalmente de los labradores de que se compone esta jurisdicción e inmediatas comarcas". Los vecinos se dedicaban, en su mayor parte a la agricultura, cría de ganado de todas las especies y al sostenimiento, giro y manejo de nueve ferrerías o fábricas de hierro, siendo su producción notable y necesitando extraerse a otros lugares. Su finalidad era allegar fondos para el desempeño de más de 70.000 reales que tenía de deuda y que había gastado en 220 uniformes de los voluntarios realistas y su armamento.

Se consultaron las ventajas e inconvenientes a Espinosa de los Monteros, Medina, Arciniega y Valmaseda. Esta expuso que hacía unos años el valle había conseguido licencia para celebrar un mercado semanal y ahora se pedían ferias. El mercado ya había desaparecido y lo mismo ocurriría con las ferias. Había muchas en los contornos que solían durar unos 15 días, desde junio a septiembre, que proveían de todo lo necesario. La cercanía de Mena a ellas explicaba el fracasado mercado que le había sido concedido. Medina de Pomar también fue contraria: "Como reducido y en gran parte montuoso…no produce granos ni cría más ganado que los precisos para su sustento". El hierro que fabricaba no se vendía ni en las ferias ni en los mercados, pues se compraba directamente en las propias ferrerías para transportarlo al interior de Castilla o llevarlo a los puertos cantábricos y exportarlo. Mercadillo era muy pequeño para celebrar allí alguna feria pues contaba tan solo con 4 o 5 casas, sin parroquia ni cura. Su concesión traería "trastornos y perjuicios a las demás ya establecidas". Espinosa, por el contrario, opinó que si el Real Consejo no accediese a las dos ferias, que al menos le concediese una "por contemplarse precisa y de absoluta necesidad, pagando derechos reales de todo el ganado, excepto el caballar que nada tiene que pagar".


El valle de Mena se defendió alegando que las ferias y días propuestos no coincidían con los pueblos mencionados. El mercado había fracasado por los revoltosos tiempos recientemente sufridos. Mercadillo era el centro del valle en donde residía el alcalde mayor y asistencia de médico, botica y tienda. También mesón, taberna y carnicería, y un "tinglado hecho para el antiguo mercado que podría aprovecharse".

El Intendente de Santander fue favorable, añadiendo el Fiscal que la existencia de 52 pueblos en el valle era suficiente motivo para concederlo. Estaban muy alejados los pueblos que lo contradecían, además de exagerar los inconvenientes. En 1828 se accedió a la petición. Hubo que pagar 1.200 reales por la gracia. Durante la guerra carlista, como consecuencia de un ataque en 1835, ardieron la casa de Ayuntamiento y demás edificios públicos de la capital del valle de Mena (Mercadillo). Se pensó en reconstruirlos, pero no se hizo y fue trasladada la capitalidad a Villasana. En ello tuvo mucho que ver el que esta última villa era una población mucho mayor, mejor dotada y, sobre todo, el que ya había cesado su condición de lugar de señorío. Con ello también le fueron traspasados el mercado y ferias de Mercadillo.

Oña

Si releemos lo dicho sobre Frías veremos que esta población tiene uno de los mercados más antiguos de la actual provincia de Burgos. También fue concedido por Alfonso VIII en 1203, celebrándose los jueves. Comenzó, efectivamente, a tener lugar pero, contra la voluntad del abad y por interés de Cornudilla (La Bureba), al poco lo trasladaron a esta última. De nuevo, con autorización real, en 1215 el abad devolvía su mercado a Oña al mismo tiempo que suprimía el de la cercana Cornudilla. La concesión se hizo a petición del concejo local quien tuvo que pagar al abad 170 maravedíes por la confirmación.


Les aviso que el mercado de Oña fue a menos con el paso de los siglos. Quizá para buscar algunos excedentes, a fines del siglo XV la villa se especializaba en la producción de hortalizas y frutas que sabemos se llevaban a vender a Burgos pues tenían fama de muy buena calidad hasta el punto de que ¡con ellas regaló el abad al emperador en su viaje hacia Yuste! Son buenos tiempos para este mercado a nivel comarcal. Su masa vendida ascendía, en 1579, a 170.000 maravedís y en 1562 a 202.460 maravedís. ¿El milagro? El monasterio. Era un importante consumidor y, a la contra, poseía grandes excedentes provenientes de las muchas rentas de su rico patrimonio. Tenía, también, una clientela asegurada con la presencia de los vasallos de tierras de Castilla y de la Bureba.

Además del citado mercado, por entonces también celebraba una feria el día de San Pedro. La crisis económica de fines del siglo XVI y la peste que llegaba poco después, dieron al traste con el mercado y feria de Oña. Sabiendo que un mercado podría reactivar la economía local se solicitaba en 1818 la renovación del permiso. "Constando la gran población y riqueza que tuvo en lo antiguo y la grande estimación que hicieron de su situación, terreno frondoso, comodidades, los señores reyes...con un tribunal a prevención de los pueblos de la Bureba y de Cuesta Urria...". Era un pueblo con abundancia de granos, legumbres, ganados de la Bureba, tierra de Burgos y Rioja y las moderadas cosechas de Castilla la Vieja y lo mucho que de todo esto necesitaba la costa del mar y, también, por los efectos que podría tener la construcción del camino real que se estaba haciendo por Bercedo.

Oña disponía de tres espaciosas plazas para celebrar un mercado; buenas calles; por su centro pasaba la carretera real a Laredo; cómodas posadas; terreno fértil, especialmente en fruta y hortalizas; paso de pescados; muchos arrieros en los pueblos del contorno; y ganados que traían a vender los montañeses. . "Consta asimismo que fue pueblo comerciante con calle de judíos, la que se conserva y que su única dedicación era el comercio". Se preguntarán entonces cuál fue la razón de que no se transformara en un mercado “importante”. La antigua feria, de 16 días, se veía especialmente concurrida el 1 de junio, San Íñigo, a quien se tenía mucha devoción


Se insistía que Oña no podía estar sin mercado "a causa del crecido número de toda especie de granos que tiene en sus trojes el monasterio donde podían comprar los de la costa del Mar y Castilla la Vieja así como de las cosechas de la Bureba". Los habitantes del fértil suelo de esta última tenían necesidad de vender sus ganados, legumbres y granos.

No había feria ni mercado más que los celebrados en Poza, Trespaderne y Frías. No perjudicaba a Poza ni Frías por encontrase "en caminos extraviados". La primera, además, se dedicaba a la sal. Tampoco dañaba a Medina de Pomar ni a Villarcayo. La mayor oposición vino de Trespaderne. El Fiscal opinó que debía concedérsele. Así se hizo en el mismo año. Pagó 150 reales. "por haberse servido el Consejo conceder facultad para celebrar mercado en ella los martes de cada semana".

También tuvo una feria de 16 días continuos a últimos de mayo y primeros de junio y, más recientemente, se celebraron otras en marzo y octubre.


Bibliografía:

“Villarcayo y la Merindad de Castilla la Vieja”. Julián García Sainz de Baranda.
“Mercados y ferias en la provincia de Burgos”. Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“Apuntes históricos sobre la ciudad de Medina de Pomar” por Julián García Sainz de Baranda.
“Historia de la ciudad de Frías” por Agustín Villasante.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar”. De Pascual Madoz.