Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 30 de enero de 2022

¿Qué podemos saber de las Cuevas o Cabañas de los Moros de Quecedo de Valdivielso?

  
Debemos desplazarnos hasta el pueblo de Quecedo de Valdivielso, al pie de la Sierra de La Tesla, cerca del cual se halla esta peculiar ¿necrópolis? de nichos excavados en roca, conocida en la zona como "Las Cuevas de los Moros". El acceso puede realizarse también desde Arroyo de Valdivielso pero lo haremos desde Quecedo. Subiremos hasta las últimas casas del pueblo y tomaremos el camino que se dirige hacia Arroyo hasta llegar a un cruce. Caminaremos por una senda hasta un pequeño paso situado entre dos grandes promontorios rocosos junto a los que discurre un arroyo. En el peñón de la derecha se localizan las tumbas, en un escarpe calcáreo con muy buenas vistas. Pascual Madoz llama a este enclave la ciudad de Iberia, “pudiendo asegurarse desde luego la existencia de alguna población por los carbones, fragmentos de tejas y ladrillos y losas sepulcrales que se encuentran a cualquier excavación que se haga”.

Cortesía de ZaLeZ
 
Cuando nos acerquemos tendremos en cuenta que los restos se distribuyen en dos sectores. El primero se ubica en la zona media de la peña con dieciséis nichos excavados en la roca junto a algunas tejas curvas. El segundo foco lo tenemos en el pago de “Socastillo”, a los pies del afloramiento rocoso, que presenta por toda su superficie y de modo regular teja curva y cerámica. Pero tanto la técnica constructiva, como los materiales que han aparecido en la parte de abajo del yacimiento son iguales a los encontrados arriba, en las “cabañas de los moros”, por lo que los arqueólogos han concluido que ambas partes constituyen un único yacimiento.

Foto de Jokin Garmilla
 
En el risco aparecen unos veinte escalones labrados que nos llevan hasta la cornisa de los dieciséis nichos rectangulares abiertos al Sur y alineados en una sola fila, excepto dos que aparecen superpuestos. Los nichos son similares entre sí: planta rectangular y cubierta plana que en el sector del fondo se curva, adoptando forma de horno. Por encima de varias oquedades, se observan ranuras individuales con forma de arco apuntado, algunas casi inapreciables debido a la erosión. En algunos casos, estas ranuras se refuerzan con otra rectilínea de mayor potencia que se extiende sobre varias oquedades. Dentro de este conjunto, destaca una por sus mayores dimensiones y por presentar dos entalladuras a ambos lados de la entrada que pudieron servir para encajar los elementos de cierre. Lo más probable es que todos los nichos llevaran este sistema de cierre. Quizá esas entalladuras funcionasen como canal de desagüe. También hay señales de mechinales para vigas y entalles para tejados a dos aguas.

 
Así reflejaron Julián García Sainz de Baranda y Luciano Huidobro la impresión que les produjo estas oquedades: “Allí se encuentran, las llamadas en el país, Cuevas de los Moros, que son catorce cavidades talladas en roca viva, mirando al Mediodía. Dadas sus dimensiones, parecen sepulturas o silos preparados para tapiarlos después. Son cavidades cuadrangulares, sin resto alguno que indique su destino, de poco más de un metro de abertura y otro tanto de profundidad”.
 
La forma rectangular que presentan las oquedades y su disposición en hilera a lo largo de una pared vertical les da un aire fúnebre. Claro que, algunas oquedades son grandes para tumba individual e inútiles como celda eremítica. Además, las dimensiones de las oquedades tendrían todas tamaño de adulto descartándose así la suposición de que fuese un enterramiento familiar ocasional. En algunos análisis se ha llegado a pensar que estos agujeros hubieran sido celdas de emparedados, pero el emparedamiento era una respuesta eremítica de carácter urbano surgida a partir del siglo XI. La asociación con tumbas es apoyada por su similitud con las cuevas sepulcrales excavadas del monasterio riojano de Suso. Serían unas tumbas de tipo "de armario" o nichos superpuestos sellados con cerámica. Las de las catacumbas y que, en época altomedieval, reaparecen como enterramientos eremíticos. Desgraciadamente, de estos supuestos enterramientos no ha sobrevivido fragmento alguno de las lápidas de cierre. O todavía no se han hallado. Otrosí, si fuesen enterramientos exteriores nos surge la duda de porqué se construiría una estructura de madera cubriéndolos. Ramón Bohigas Roldán señalaba la peña de la Cueva de los Moros como necrópolis medieval y en sus cercanías documentó cerámica a mano. ¿Entonces, necrópolis?


Luis Alberto Monreal Jimeno, en su publicación "Eremitorios Rupestres Altomedievales" Cuadernos de Arqueología de Deusto (1989) afirmaba que: "Varios son los aspectos que parecen acreditar un destino funerario para estas cavidades, su correcta orientación y el hecho de que el espacio ocupado por la cabecera (hacia el Oeste) sea sensiblemente más ancho, reduciéndose hacia los pies, respondiendo al tipo de lóculos longitudinales, cerrados por placas colocadas verticalmente. Las dimensiones, sin embargo, pudieran parecer sorprendentemente grandes, oscilando entre 1`95 metros y dos metros de longitud, incluso sobrepasando algunas los 2`10 metros. También las alturas y profundidades resultan excesivas para enterramientos individuales."

 
Por ello, suponiéndoles enterramientos, los sitúan entre los siglos VIII y IX. Se sabe que cuando el primer conde de Castilla, Rodrigo, comienza a crear el Condado de Castilla en el año 860 organiza el territorio y se lleva a los pobladores de los diez eremitorios de Valdivielso a San Pedro de Tejada con un abad. Uno de ellos eremitorios se llamaba San Esteban Valmonstriun, San Esteban Valle de los Tres Montes, y el lugar coincidiría con las Cabañas de los Moros. Esta información reforzaba la teoría de que nos enfrentásemos ante unos peculiares eremitorios donde cada oquedad era una especie de celda. Con todo, la firma de dicho pacto no supuso el cierre del hábitat, que siguió al menos durante un par de siglos en funcionamiento.

 
Otra forma de ver estas oquedades es que hubieran sido parte de un pequeño poblado cuyas viviendas concluían en la zona del crestón, excavadas en roca, pero que se adelantaban con estructuras de madera de las que quedan restos de los tejados y del lugar donde estuvieron ubicadas las vigas que sustentaban las cubiertas gracias a los citados mechinales. Los habitáculos de estas oquedades se elevan sobre el nivel de lo pudo ser la base de las viviendas, hecho que se manifiesta con una cornisa que recorre la mayor parte de las oquedades. Frente a los habitáculos que los especialistas han nombrado 8 y 9, tenemos excavado en roca un espacio que tiende a la forma rectangular, que presenta rebordes y mechinales donde pudieran haber estado colocadas vigas y algún elemento para cubrir este espacio y que pudiera tratarse de un aljibe para la recogida de agua. No se descarta que estas edificaciones hubieran podido haber sido aprovechadas, después, por los eremitas, pues su forma es diferente a la decena de eremitorios del resto de Valdivielso y de Las Merindades.


En la parte inferior del yacimiento se ha estudiado los restos de una muralla de dos metros de ancho, unos diez metros de largo y que podría llegar a los cuatro metros de alto que defendía el acceso ya que delante tenía una plataforma de cerca de metro y medio para colocar algún tipo de empalizada. Una vez librada la muralla, se llegaba a un espacio de unos 300 metros cuadrados, que serviría para dejar el ganado o como cobertizo para almacenar lo que difícilmente se podía subir por los escalones hasta la parte de arriba donde se encontraban las viviendas.
 
Podríamos decir que hubo un monasterio -perdón, una posible laura- y un poblado altomedieval dados los restos cerámicos hallados bajo lo que fue la ermita de San Esteban. Estos frag…

Dibujo de Enrique Dies Cusí
 
Un momento. Un momento. ¿Qué es eso de una ermita dedicada a San Esteban? Cierto, debemos hacer un inciso para hablar de esta ermita. Fue construida en la plataforma de unos cuatro metros delante de las oquedades indefinidas. Y estaría situada a la misma altura que el castillo de toba (solo como curiosidad, o no). La pequeña ermita habría usado toda la piedra que había en el yacimiento y por eso prácticamente ya no queda nada. Tuvo las paredes encaladas y la cubierta con tejas. Se estima que era de cuatro por tres metros, suficiente para que un eremita estuviera rezando y para ser un lugar de culto visible desde todo el Valle. Esta ermita habría estado en pie hasta principios del siglo XIX. Luciano Huidobro y Julián García Sainz de Baranda dejaban escrito: “No queda ya apenas nada de la ermita que recordaba el emplazamiento del castillo de la ciudad de Iberia, situado sobre una eminencia abundante en acantilados de difícil acceso y llenos de espesos matorrales”.

 
Reiniciamos: Estos fragmentos (cerámicos) son de dos tipos principales. Los más antiguo estarían ubicados entre los siglos VIII y X -son anaranjadas o negras- y parece que hay otra cronología posterior de cerámicas fabricadas con torno de pastas anarajandas. Quizá las procedentes de la ermita que van desde el siglo XIV al XVIII. Debemos comprender que era el horno el que determinaba el color. Unas se cocían en los de ambientes oxidantes, con mucho oxígeno que les imprimía el color naranja, y las negras se fabricaban en hornos de ambiente reductor, sin apenas oxígeno. Las cerámicas son fósiles guías que nos hablan de las cronologías y de las culturas del lugar. Las de las Cabañas de los moros nos hablan de los siglos VIII al X, cuando no existe un poder centralizado y las poblaciones tienen una producción local de cerámicas que pierden mucha calidad. “Podrían datarse incluso en el siglo VII y hablarían de visigodos; si son del VIII, de musulmanes; si fueran de la segunda mitad del siglo VIII, a lo mejor, de un primer intento de la monarquía asturleonesa de controlar estos valles” teorizaba Enrique Dies Cusí que ha realizado las campañas de excavación en el lugar. En la práctica se han encontrado restos que podrían proceder del periodo visigótico final con influencias; cerámica con motivos de ondas; y cerámicas con decoración de peine. Pero pensemos que los estilos de decoración conviven en el tiempo. Aún así son, en su inmensa mayoría, de poca calidad.

Bases de las edificaciones
 
Estos restos cerámicos fueran trabajados a mano y a torneta. Se observaría en ellas una pérdida de conocimientos y capacidad tecnológica en su fabricación frente al periodo del Imperio Romano de Occidente. Quizá resultado del colapso -exageramos-, de la reducción, del comercio. Pero, como ocurre muchas veces, hay excepciones y se ha encontrado restos de una jarrita de cerámica andalusí de un color naranja pálido. Es de buena factura y marcada decoración que nos grita sobre la existencia de ciertos contactos comerciales o, por conjeturar, podría ser el recuerdo traído desde el sur musulmán por un mozárabe que se asentó en estas casas. O el regalo de un soldado a su esposa. O…

 
Las dieciséis oquedades, que se distribuirían dos o tres por cada casa, serían las despensas -o silos- donde se guardaban los alimentos. Se supone que había unas tres o cuatro casas terminadas y dos en construcción. La roca servía como pared del fondo del inmueble y en ella se tallaban los huecos donde se introducían las vigas de sus techumbres. Las otras tres paredes se construían partiendo de este fondo, parte roca y parte material de relleno tras construir un muro de contención, del que solo se conserva un paño de unos pocos metros. Esto nos permitiría calcular que las viviendas tenían unas dimensiones de 1`60 metros de ancho por tres -o cuatro- de largo. Bajo el suelo de mortero de cal de la ermita ha pervivido la base de una pared de una antigua cabaña altomedieval gracias al haberse introducido entre sus piedras la cal del siglo XIV. Y eso ayuda a calcular sus dimensiones.

Cuchillo visigótico de Valdivielso
 
En la campaña de excavación de 2017 se encontraron fragmentos cerámicos, tejas, monedas de escasísimo valor numismático y clavos de hierro. La joya de la campaña de 2021 ha sido un cuchillo con espiga para el mango de unos diez centímetros que tiene factura de tradición germánica. Ha sido catalogado, inicialmente, como visigodo. ¿Eso quiere decir que este emplazamiento fue erigido por los visigodos? No tiene por qué, el cuchillo puede haber llegado de la misma forma que el vidrio o la cerámica andalusí. Si durante los años setenta un saqueador -que no investigador aficionado- no hubiera destruido pavimentos, estratos y estructuras y llevado lo que no sabemos, tendríamos más restos para evaluar el yacimiento. Ese saqueo obligó a los investigadores a ralentizar sus trabajos para tratar de aislar las zonas donde aparecían materiales mezclados de diferentes épocas de las que estaban intactas. Aun así, las monedas no saqueadas del siglo XIV, se vinculan con la ermita de San Esteban. Será en este tiempo cuando se lució con cal el muro de contención y lo hizo resistente a las escorrentías de agua. El resto de este muro, hecho solo de piedras y barro, se desmoronó y desaparecido ladera abajo.

 
Recapitulando. Aquí tenemos un poblamiento sobre una plataforma ganada y protegidas por una muralla que cerraba el acceso y una parte elevada a la que se accedía a través de unas escaleras. Además, disponían de una atalaya desde la que se vigilaba desde mayor altura la Gargantilla, el paso natural de Valdivielso a Medina de Pomar por Arroyo. En esta garita también se han hallado restos de cerámica. Este lugar servía para vigilar y controlar… ¡el valle de Valdivielso! Su orientación sur nos indica que controlaba a los propios vecinos y sus movimientos dependiendo de un poder superior que podría ser el Castillo de Tedeja, o bien en Medina de Pomar o quizás un intento de la monarquía Astur-Leonesa de recuperar el Valle.

Cortesía de ZaLeZ
 
Parece tratarse de un proyecto inacabado y que posteriormente fue recuperado por los eremitas que ocuparon las construcciones abandonadas y las utilizaron como viviendas, una casa para cada eremita y que se juntasen solo para la oración. Los eremitas habrían estado allí hasta que fueron absorbidos por el Monasterio de san Pedro de Tejada, y el lugar quedaría como una zona secundaria para otro tipo de usos. Llegaría un tiempo en que se abandonó y volvió a atenderse en el siglo XIV al construirse una ermita que aguantó hasta el siglo XIX.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Eremitorios rupestres en la comarca de Las Merindades (Burgos)”. Judith Trueba Longo.
“Las siete merindades de Castilla Vieja. Valdivielso, Losa y Cuesta Urría”. María del Carmen Arribas Magro.
Periódico “Diario de Burgos”.
Burgosconecta.es
Blog “García Huidobro de Valdivielso”.
Web del G.E. Edelweiss.
Web “Condado de Castilla”
Blog “Tierras de Burgos”.
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
Blog “ZaLeZ”.
“Catálogo de bienes integrantes del patrimonio arqueológico de Merindad de Valdivielso (Burgos)”.
“Apuntes descriptivos, históricos y arqueológicos de la Merindad de Valdivielso”. Luciano Huidobro Serna y Julián García Sainz de Baranda.
Radio Valdivielso.
Wikiloc
 
 

domingo, 23 de enero de 2022

Felipe Ruiz Puente y García de la Yedra, un “Hidalgo de los Mares”, nacido en El Almiñé, que gobernó Las Malvinas.

 
 
El arrollador poder del cine norteamericano en nuestra cultura actual hace que las palabras entrecomilladas nos lleven a pensar en la interpretación de Horacio Hornblower de Gregory Peck en una película donde la cinematográficamente épica marina británica de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX navega sobre la virtud y la suciedad innata de franceses y españoles. En el resto de países de habla hispana se llamó “El conquistador de los mares” –tampoco muy bien pensado- y el título original era “Capitán Horatio Hornblower”. Nada de hidalgo.
 
Porque la hidalguía era el primer escalón en la nobleza castellana. Ser hidalgo era menos que ser caballero o noble, pero mucho más que ser del pueblo llano. Era un vestigio medieval para obtener hombres de armas a cambio de eximirles de ciertos tributos y de permitirles acceder a puestos destacados en la Iglesia o el ejército. Este es el caso de la gran mayoría de hidalgos que vivían en Las Merindades, como los García de la Yedra. Familia del que forma parte nuestro protagonista, el primer gobernador español de las islas Malvinas, Falkland, Malouines o como quieran llamarlas.

Casa de El Almiñé
 
Esta familia procedería de la merindad de Cuesta Urria desplazándose hacia Incinillas, Valle de Manzanedo y el lugar de Hocina. Encontramos en el siglo XVII a los García de la Yedra en el valle de Valdivielso donde perviven varias casas solariegas. Empezaremos por Juan García de la Yedra que fue el padre de Juan García de la Yedra García de Pereda casado con Magdalena García del Moral López Malabad. Esta pareja tuvo a Juan, Pedro, Agustín, Mateo, María, Catalina y Magdalena que nacieron en Villanueva de la Rad, situada entre La Aldea y Bisjueces, alrededor del año 1600. Agustín se asentará en Cádiz y servirá de tractor de otros familiares y de lanzadera hacia América.
 
Mateo García de la Yedra y García del Moral (Villanueva de la Rad, 1600- Quintana de Valdivielso, 1655) se casó en Cádiz con María de Oyos. Tuvieron un hijo y, dada la enfermedad de ella regresaron a Las Merindades. Enviudado, Mateo se casará con María Rodríguez de la Iglesia López de Quecedo (1601-1673), de El Almiñé. Mateo y María tuvieron nueve hijos pero nos fijaremos en Sebastián (1645). Este hidalgo se casó, en El Almiñé, con María López de Quecedo Zorrilla. ¿Por qué fijarnos en Sebastián? Porque era el padre de Josefa García de la Yedra que fue la madre de Felipe Ruiz Puente García de la Yedra, -¡Por fin llegamos al protagonista!- nacido en El Almiñé el ocho de mayo de 1724 y muerto en Chiclana en 1779. ¡El primer gobernador de las islas Malvinas! O como las quieran llamar.

 
Su padre, Diego Ruiz Puente y del Moral poseía mayorazgos en El Almiñé y en Quintanilla del Ríofresno y capilla en la parroquia de San Nicolás de Bari de El Almiñé. Felipe es hijo tardío con seis hermanos, algunos de los cuales se desplazarán a Cádiz y a Nueva España.
 
Niño aún, Felipe, queda huérfano de madre. Con doce años su padre lo envía al Real Seminario de Nobles de Madrid y dos años más tarde, en 1738, ingresa a petición propia en el Cuerpo General de la Armada Española, sentando plaza de Guarda marina en la compañía del Departamento de Cádiz con el Expediente Nº 234.
 
José María Madueño Galán, en su biografía de Felipe Ruiz Puente, da una versión bastante diferente a la presentada por Jesús Moya y Ana Rallo: “Pasó su juventud en la casa familiar de Almiñé, hoy día pedanía de la Merindad de Valdivieso a 75 km al norte de Burgos capital, sin hechos dignos de destacar. Realizó los estudios propios de la época en Burgos y decidido a efectuar la carrera de las armas en su faceta de la Real Armada, solicitó carta-orden de guardia marina y sentó plaza en el Departamento de Cádiz (11 de julio de 1738)”.

Casa de El Almiñé
 
Tenemos claro que el 23 de marzo de 1741, ascendió a alférez de fragata siendo destinado de subalterno en los buques del departamento gaditano para hacer misiones de patrulla, corso y aprovisionamiento de los presidios de África. Tras estas actividades fue promovido a alférez de navío (20 de noviembre de 1749) y destinado al arsenal de La Carraca. Muy pronto obtuvo los galones de teniente de fragata (28 de octubre de 1751) y embarcó en el navío “Reina” (1 de septiembre de 1752). Volvió a ascender, esta vez a teniente de navío (4 de octubre de 1752), continuando en el mismo navío y desembarcó el 25 de noviembre del mismo año. Volvió a embarcar en el navío “Firme” (25 de septiembre de 1754), que fue desarmado el 25 de junio de 1755. Por ello, fue destinado a arsenales donde mando vario buques hasta su ascenso a capitán de fragata (13 de julio de 1760). Asciende a capitán de navío hacia 1765, siendo destinado al apostadero de Montevideo en la américa hispana. Frente a las islas Malvinas. Esas Mal-vi-nas… O como se quieran llamar.
 
El dichoso archipiélago está formado por dos islas mayores: Occidental o Gran Malvina y Oriental o Soledad, separadas por el estrecho de San Carlos; y un centenar de islotes menores que cubren un total de 11.718 kilómetros cuadrados. Parecen ser conocidas desde cerca del año 1500.

 
La ubicación de estas islas inhóspitas nos provocó, siempre, roces con Francia e Inglaterra, pues ambas naciones defendían haber descubierto por su cuenta las islas y las reclamaban para sí. En 1740 se produjo un combate naval sin un claro vencedor. Posteriormente, el conde y explorador francés Louis Antoine de Bougainville –junto a Nerville y D' Arboulin, miembros de su familia-, sabiéndolas sin asentamientos, estableció una colonia el 3 de febrero de 1764 en la isla Soledad, a la que bautizó con el nombre de Port Saint Louis (hoy Port Stanley), en honor al rey de Francia Luís XV. Construyó, además, un fuerte. Tomó posesión del territorio en nombre del rey de Francia (a pesar de que la colonización fuera una empresa particular suya y el rey francés se hubiera desentendido del asunto) y las bautizó como Malouines, en honor de Saint-Malo, ciudad francesa de donde partieron los primeros colonos. De la deformación de este nombre surge el topónimo en español.
 
Las autoridades virreinales españolas estaban medianamente informadas porque Bougainville hizo escala en Montevideo donde embarcó todo el ganado que pudo.

 
En 1765 llegaron nuevos habitantes a un poblado que tomaba forma. Los residentes ocupaban casas cuyos muros eran de césped. Había tres almacenes. Las maderas del estrecho de Magallanes habían servido para los trabajos de carpintería de estos diversos edificios, y para construir dos goletas de reconocimiento. Se habían naturalizando la mayor parte de los granos llevados de Europa. Aumentaban las cabezas de ganado y había ya unos ciento cincuenta habitantes.
 
Pero mientras esto ocurría frente al Virreinato del Río de la Plata las reuniones diplomáticas dieron lugar a que en 1766 Francia reconociese la soberanía española sobre el archipiélago, con la condición de que se diese una indemnización a Bougainville por su esfuerzo al pagar la expedición y el establecimiento de la colonia. El 2 de octubre de 1766 el rey Carlos III de España dictó una Real Cédula por la cual creaba la Gobernación de las islas Malvinas con dependencia de la Capitanía General de Buenos Aires, ocupada en ese momento por Francisco de Paula Bucarelli y Uruzúa, nombrando al capitán de navío Felipe Ruiz Puente como primer gobernador del territorio. Felipe recibe orden de que “pasase con las fragatas “Liebre” (de 28 cañones, construida en La Carraca en 1755) y “Eshera” (de 34 cañones, construida en Mahón en 1753) a tomar posesión del Gobierno de las Malvinas”. Siendo además acompañado desde Buenos Aires por la fragata “La Boudeuse”, con Bougainville a bordo, para hacer la entrega formal. El 25 de marzo de 1767 fondearon en el puerto de dichas islas. Ruiz Puente se presentó ante el gobernador francés el día 27 a causa de un fuerte resfriado.

Orden de Bucarelli a Felipe Ruiz Puente
 
Efectuada la presentación y exigidas las Reales Ordenes que para el gobernador llevaba Felipe, se acordó convocar para el día 29 de marzo a la oficialidad y habitantes de la población y leerles el Real Aviso de Su Majestad Católica y Cristianísima sobre la libertad de elegir vasallaje bajo las mismas prebendas y circunstancias que disfrutaban. Los ciento quince colonos franceses solicitaron quedar bajo el gobierno del nuevo gobernador Felipe Ruiz Puente. El 1 de abril de 1767 Bougainville hizo entrega a Felipe de su fundación y este mandó satisfacerle 603.000 libras tornesas como indemnización de los gastos hechos en los víveres, municiones, barcas y objetos de la colonia, así como el interés de un 5 por 100 sobre la suma. Desde entonces se adoptó el nombre francés del archipiélago en la forma castellanizada de Malvinas. El 2 de abril de 1767 el hijo del valle de Valdivielso tomó posesión de la colonia francesa. La ceremonia tuvo lugar frente a la casa del gobernador, expresando que “al Salir el sol en dicho día hice arbolar el pabellón de S.M., saludado por esta plaza y la fragata con la correspondiente salva de 21 cañonazos, que se repitió al arriarla”. Bougainville zarpó para hacer la primera circunnavegación francesa del mundo.
 
En un mundo bronco en que el dominio de puertos garantizaba el comercio es difícil entender esa “lealtad” de familia de los borbones gabachos. Se llegó a escribir que Francia ya tenía decidido abandonar la colonia por poco rentable ya que su origen había sido el ser puerto seguro en la carrera de las indias por Tierra del Fuego. Tal vez, pero también andaban en lo mismo los hijos de la pérfida Albión.

 
Felipe Ruiz Puente construyó varios edificios comunes como cocinas y cuarteles, y una capilla consagrada a Nuestra Señora de la Soledad, nombre que reemplazó al topónimo francés del puerto y derivó finalmente en el de toda la isla. Además se estableció en la isla la Gobernación general y la sede del gobierno. Ruiz Puente también vigiló las costas insulares y patagónicas hasta el Cabo de Hornos. En 1769 se prepararía una cartografía realizada por el Ministro de la Real Hacienda de las islas Miguel Bernasani, y por el subteniente de artillería Francisco Orduña. Todos los veranos se surtía la colonia desde el puerto de Montevideo.
 
Pero recordemos que esta partida por las islas se jugaba a tres. El comodoro Byron preparó en 1764 la toma de estas islas para contar con un puerto seguro en la región de la América Austral. Recaló en las Malvinas para reconocerlas fondeando en puerto Egmont (puerto de la Cruzada). Allí tomó posesión de las islas en nombre del rey de Inglaterra. Pero no se quedaron. Volvieron en 1766 y les dijeron a los franceses que se fuesen que estaban en tierra inglesa. Crearon un establecimiento en la isla Trinidad (isla Saunders) de las islas Sebaldinas (Sebaldes Islands). Poco a poco fueron construyendo casas y almacenes al abrigo de una torre de madera llevada, desmontada, desde Inglaterra y una batería de ocho cañones de doce libras, montada en la playa y servida por la gente de tres fragatas de guerra componentes de la estación naval a cargo del comandante Hunt. Felipe Ruiz había encargado la vigilancia del asentamiento inglés a la fragata “Santa Rosa” y al chambequin “Andaluz” para, después, informar a Madrid. Mientras esperaba instrucciones rotó en la vigilancia con la goleta “San Felipe”, y la fragata “Santa Catalina”. Cortésmente se preguntó a los británicos si “su presencia era debida a falta de recursos porque en tal caso se les proporcionaría para que siguiesen su ruta. Claro que si venían a quedarse estarían en contravención de los tratados existentes y enturbiarían las buenas relaciones de España con la Gran Bretaña, por lo cual debía invitarle y le invitaba a desalojar el puerto ocupado”.

 
Hunt respondió que estas eran las islas de Falkland, “propiedad del Rey de Inglaterra por descubrimiento y prioridad de ocupación”, y que, siendo a los españoles a los que correspondía dejarlas, señalaba al gobernador el plazo de seis meses o les expulsaría mediante las armas. Enseguida partió Hunt para Inglaterra para reclamar refuerzos dejando delegado al capitán Maltby con las fragatas “Favourite” y “Swift”, la segunda de las cuales naufragó pocos días después.
 
Las órdenes enviadas en tanto por el Gobierno español al capitán general de Buenos Aires eran terminantes: ingleses fuera por las buenas o por las malas. Salieron inmediatamente del Río de la Plata, a pesar del invierno austral, las fragatas “Industria”, “Bárbara”, “Catalina”, “Rosa” y el chambequín “Andaluz”. La mandaba Juan Ignacio de Madariaga, capitán de navío y mayor general de la Armada, y llevaba un cuerpo de infantería y artillería de campaña mandado por el coronel Antonio Gutiérrez.


El 10 de junio de 1770 entró en Puerto Egmont y se inició el combate diplomático retrasando el recurso a la violencia. Madariaga desembarcó tropa y artillería con que cercar el fuerte y rompió el fuego. A los pocos disparos “corteses” los ingleses del capitán Farmer se rindieron. En las capitulaciones se acordó que embarcasen y se inventariase lo que dejaban en poder del gobernador Felipe Ruiz Puente. Los prisioneros quedaron retenidos veinte días para que las primeras noticias del asunto llegasen a España y no a Inglaterra. Así se recibieron en Londres por conducto del embajador de España, príncipe de Masserano que recibió la queja inglesa.
 
Incluso nuestro convecino Felipe tuvo tiempo de informar a la Corte del posible descubrimiento de otra isla: la isla de Pepys. El 29 de marzo de 1771 comunicaba al Ministro Julián de Arriaga que José Antonio Puig, piloto de la fragata mercante “San Francisco de Paula”, alias "La Catalana", le escribía una carta que adjuntaba. Además, Felipe Ruiz Puente despachó desde las Malvinas un buque que con las coordenadas dadas por Puig buscó la isla de Pepys. Sin encontrarla. El Gobernador de Buenos Aires no se conformó con este resultado negativo, y el 12 de diciembre de 1771 comunicó al Ministro Arriaga que despachaba dos bergantines para buscar la isla de Pepys. Sin encontrarla.
 
Volviendo a la “real politic”, cuando arribó a Inglaterra la fragata “Favourite” desde Las Malvinas su historia excitó a las masas que empezaron a pedir guerra. Carlos III solo esperaba el apoyo de los borbones franceses para aceptar el envite. Pero Luis XV no estaba por la labor e instó al español a que buscase el acuerdo. Se pactó retrotraerse a fecha del 10 de junio de 1770. Por ello se indicó a Felipe Ruiz Puente, con fecha 7 de febrero de 1771, que entregase el puerto de la Cruzada, o de Egmont, según los inventarios hechos en julio del año anterior, a la persona autorizada por el Gobierno británico. Recibido el correo, Felipe preparó el viaje mientras esperaban al representante británico. Llegado este partieron a Puerto de la Soledad y, en cumplimiento de lo pactado, el teniente Orduña, por orden del gobernador Ruiz Puente, hizo la entrega el 16 de setiembre de 1771 al comandante de la fragata inglesa “Juno”. Finalmente los ingleses se marcharon de Las Malvinas en 1774, por no serles rentable, y España destruyó el asentamiento en 1780. Pero eso no lo vio Ruiz Puente que dejó el cargo el 23 de enero de 1773. En las Islas Malvinas el topónimo Bahía de Ruiz Puente (en inglés: Brenton Loch) recuerda la estancia de Felipe.

 
Por su especial comportamiento en todo el problema de las Malvinas el Rey le ascendió al nuevo grado de brigadier en el mismo año de su creación de 1773. Llegó Felipe Ruiz Puente al puerto de Cádiz en la fragata “Nuestra Señora del Carmen” el 13 de agosto de 1773, desembarcando el mismo día. El rey, por su Real Título de 6 de septiembre de 1773, le nombró intendente de Marina del departamento de Cádiz, como premio a sus méritos y servicios. Por Real Orden de 24 de septiembre de 1773 recibe autorización para ir a El Almiñé. Un nuevo ascenso lo eleva a Jefe de Escuadra con honores en 1774, y recibe otro honor que se otorgaba, más bien, como ayuda económica a los militares retirados: la Encomienda del Portezuelo en la Orden de Alcántara, que disfruta desde 1771 hasta su muerte.
 
Ya establecido en la Península, Felipe se casará con su sobrina María Anselma Ruiz Puente Ontañón -nacida en 1755 y vecina de El Almiñé- en 1777. Felipe muere en Chiclana la mañana del 29 de mayo de 1779, sin cumplir dos años de matrimonio y al parecer sin descendencia.

 
Fue caballero de la Orden de Santiago desde 1760. Murió con cincuenta y cinco años de edad, de ellos cuarenta y uno de servicios al Rey. En la cartela del cuadro debajo de su escudo de armas dice: “Dn. Phelipe Ruiz Puente, Del Orden de Santiago Comendador de Portezuelo en la de Alcántara, Gefe de Esquadra de la Real Armada, Intendente General del Departamento de Cádiz”.
 
 
 
 
Bibliografía:
 
Real Academia de la Historia. Biografía de José María Madueño Galán.
Blog “García Huidobro de Valdivielso”.
“Historia de las antiguas Merindades de Castilla”. Julián García Sainz de Baranda.
“Hidalgos de Las Merindades de Burgos (siglos XVI a XVIII): saga de los García de la Yedra”. Ana Rallo y Jesús Moya.
“Boletín de la Real Sociedad Geográfica”.
“Estado militar de España”.
Periódico “La América”.
Periódico “Mediterráneo”.
“Revista de Archivos, bibliotecas y museos”.
Blog “El Malvinense”.
Fundación Malvinas.
Blog “Heráldica en la Argentina”.
Portal de los archivos españoles. "Plano del Estrecho de Mar que divide las Yslas Maluinas."
“Documentos históricos de la soberanía argentina Períodos colonial y nacional”.
“El primer gobernador español de las islas Malvinas”. Ana María Musicó Aschiero.
 

domingo, 16 de enero de 2022

¿El pueblo del puente de Dios o el Pueblo del puente de San Pelayo?

 
 
La ubicación de este pueblo lo hace peculiar para cualquier espectador y obvia cualquier otra mirada a su presencia histórica. Puentedey es el “Puente de Dios” -nadie parece dudarlo-, un ingente trabajo que, pausadamente, realizó el río Nela a lo largo de los siglos, de los milenios, de las eras… No entiendo por qué los de “Juego de Tronos” o “El Cid” no ajustaron a martillazos una escena, o varias, en este lugar tan propicio para cuentos de brujas.

 
La explicación geológica es que en Puentedey el río rodeaba una roca y cortaba los bancos de calizas y margas del Turoniense-Coniaciense. El encajonamiento producido antes del giro amplió una antigua cavidad kárstica formada por la disolución a lo largo de los planos de estratificación. Vamos, la erosión del agua.

 
Antes de la era cristiana existiría un castro en la parte alta del pueblo, donde se ubican hoy torres e iglesia. Tendría una primera cristianización el lugar con la advocación de San Andrés, ligada en Las Merindades a entornos en altura y defensivos. También es posible la presencia de eremitas y anacoretas de los siglos VI al X.
 
El culto a San Pelayo, titular parroquial de Puentedey, se generaliza en el siglo X, aunque la iglesia románica sería del siglo XII pero la necrópolis con tumbas de lajas -situada en la parte posterior del puente- sí sería del siglo X. La primera cita documental a Puentedey tiene fecha de 1350, en el Libro Becerro de las Behetrías. Alfonso XI de Castilla (1312-1350) ordenó en 1340 este catastro y lo terminó su hijo Pedro I en 1351. Esta obra surge de la necesidad regia de conocer los ingresos de que se disponían en Castilla. Es una relación o lista de los lugares de realengo, abadengos o solariegos con expresión de los tributos que pagaban. Puentedey pertenecía a la Merindad de Aguilar de Campoo, era behetría y tenían como señores naturales a los Porres, en aquel momento a Lope García de Porres en concreto. Se trata de un vasallaje no jurisdiccional, los de Puentedey podían elegir quien era el señor que los "defendería". Pagaban al rey moneda, servicios y martiniega, la infurción se la pagaba a Lope García. Del texto se deduce que existían otros señores a los que se pagaban infurción sin que se les cite: “Dan cada anno por infurçion cada uno al dicho Lope García o al sennor cuyos vasallos son media fanega de pan por medio trigo e çevada”.

 
La Martiniega era pagado el día de San Martín y parece proceder del derecho exigido al campesino que se asentaba en un terreno no cultivado previamente. Los Servicios era un tributo público extraordinario, especialmente para los gastos de las guerras de la Reconquista. Y la infurción era la cantidad de dinero, o en especie, cuya naturaleza jurídica es la contraprestación pagada por el cultivador que recibía una tierra y que daba firmeza y publicidad a la cesión. Pasó de ser voluntario y de pago a ser una imposición de pago periódico, actuando como una condición modal a la donación de tierras, que debían revertir al señor en caso de incumplimiento. Se pagaba tanto en lugares de realengo (al rey o sus delegados) como de señorío, aunque es una figura esencialmente de derecho privado.
 
Entre 1375 y 1418 los Velasco, incluyen el lugar de Puentedey en su política de compras en Las Merindades, teniéndose “una carta de venta para Juan de Velasco de todas las heredades de pan e biño levar e solares casares, con otras cosas que Martin, hijo de Juan Alfonso de Ahedo, que tenía en Pontede y en sus términos”.

 
Físicamente, destaca, sobre el puente natural, el palacio de los Porras que consta de dos torres rectangulares unidas por un cuerpo más estrecho y bajo que rápidamente asociamos al alcázar de Medina de Pomar. El edificio pertenece al periodo renacentista, si bien el Inventario arqueológico lo fecha en la Baja Edad Media. Puentedey pagaba a Juan de Porras, a partir de 1474, 250 maravedís por privilegio que le había concedido Enrique IV al alcaide de Medina de Pomar.
 
El otro edificio destacado es la iglesia. En la decoración escultórica, destaca el relieve en el tímpano de la portada que representa un guerrero atacando a un monstruo serpentiforme. Y, cierto, hay desproporción en los miembros del relieve.

 
En el año 1480, los Reyes Católicos instaron a los ayuntamientos a construir casas de concejo, ordenando que: "Los que no tienen casa pública o cabildo o ayuntamiento, de aquí en adelante cada una de dichas ciudades y villas fagan casa de ayuntamiento e cabildo donde se ayunten". En lo que respecta a Puentedey, el concejo se congregó en la era que está junto a la escuela hasta que se construyó la sala del concejo en sus bajos, como reconoce J. García Sainz de Baranda "Los concejos, cuando eran elegidos por asamblea de vecinos, celebraban sus reuniones en un campo retirado, aislándose así algo del resto de la población para mantener el secreto de las deliberaciones".
 
Llegado el año 1515 Puente de san Pelayo -no me he equivocado de pueblo- estaba unido eclesiásticamente a los partidos de Valdeporres y al de Valdebodres. Tenemos un cambio en la jurisdicción religiosa, que en este caso no copiaba la jurisdicción civil, puesto que Puentedey se incluía en el valle de Bezana y el valle en la Merindad de Aguilar, cuando en lo religioso pertenecía en esa fecha a la Merindad de Castilla Vieja como los valles de Valdeporres y de Valdebodres, junto a los cuales se ubica.

 
En 1587 Puentedey no aparece entre los lugares censados. En 1591 Puentedeyo tenía trece vecinos, diez de los cuales eran pecheros, dos hidalgos y un clérigo. Atentos ahora, los documento de 1515 citan esta población como “Puente de San Pelayo” y los de 1591 lo llaman “Puentedeyo”. ¿Curioso? Mucho porque nos hace pensar sobre la etimología de un nombre que, para todo el mundo, resultaría tan evidente: Puente Dei, Puente de Dios. Pero tiene muchos boletos para proceder, realmente, de acortar el nombre de “Puente de San Pelayo”. Ahí lo dejo. Ese mismo año tenemos Puentedey en el valle de Bezana y en la provincia de Palencia, a diferencia del periodo de la Baja Edad Media cuando estaba en la Merindad de Aguilar.
 
A comienzos del siglo XVIII se registró un aumento de población propiciado por la existencia de terreno libre para roturar, y el cada vez mayor aprovechamiento del terreno inculto, crecimiento que contrasta con la crisis de la segunda mitad de siglo. Durante este siglo los lugares de Puentedey Brizuela y Quintanabaldo constituyeron la Junta de Puentedey y se incorporaron a la Junta General de Las Merindades de Castilla Vieja. Según cuenta Rafael Sánchez Domingo en su libro "Las Merindades de Castilla Vieja y su Junta General" la primera noticia que se tiene de la asistencia de representantes de Puentedey a una Junta General, se refiere a la celebrada el 1 de febrero de 1747, asistiendo un regidor general en representación del estado noble, aunque las referencias a Puentedey no abundan en las actas de dicha Junta General.

 
1752 es el año en que se realizó el Catastro del Marqués de la Ensenada. En el registro de este pueblo vemos que el doce de septiembre se presentó en el lugar Juan García de Huidobro como subdelegado para esta tarea. Ante él se reunieron Andrés Sainz Bravo (Gobernador de Puentedey nombrado por Lope de Porras, vecino de Espinosa de los Monteros), Domingo López (Justicia de los Porras), Pascual Sainz Bravo, Francisco García, Pedro Ruiz e Isidro Sainz vecinos del lugar y nombrados por el Justicia para responder al interrogatorio. Los acompañaba Simón Varona cura Beneficiado para tomarles juramento. Dejaron constancia de que Puentedey era señorío exclusivo de Lope de Porras, pero que “en cuanto a las reales pagas pertenecen a Su Majestad, a quien satisfacen el total importe de la cantidad en que están encabezados”.
 
Las tierras eran de regadío y secano y dijeron que ninguna servía para dar dos cosechas al año ni para hortaliza, a excepción de algún huertecillo en que se pone perejil. Había robles y hayas en ciertas zonas que se empleaban, a su vez, para pastar el ganado. Las tierras de regadío eran de primera y las de secano de primera, segunda y tercera. Como árboles frutales disponían de manzanos nogales, cerezos, guindos, ciruelos y olmos. Se cosechaba lino, trigo, centeno, cebada, yeros, lentejas, titos, arvejas, maíz, garbanzos, avena y hierba.

Cortesía de Jon Chica
 
Había un único molino, de una rueda, en el río Nela que molía todo el año. Había veintitrés pies de colmenas propiedad de: Simón Varona (16 colmenas), Domingo López (tres colmenas), Ciaría Varona con una, Francisco López (dos colmenas) y Julián López con una. Otros animales de los que se sacaban beneficio eran los bueyes y vacas de labranza, jatos y novillos, ovejas, carneros, cabras y cabrones y cerdos, tanto para trabajar como para consumo o venta. En 1752 había en Puentedey dieciocho vecinos y tres viudas y no había casas de campo ni alquerías. Se habitaban veintitrés casas y había tres arruinadas. Tenían una taberna. No había jornaleros.
 
El catastro nos ofrece un listado de los labradores de aquel momento y de los grandes propietarios. Entre estos últimos figuraba el Conde de Fuenrubia que disponía en Puentedey de una casa habitable encima del Puente de fondo ocho varas, de ancho 28 varas, de alto 13 varas. Fue heredero de Francisco de Brizuela Isla quien mandó edificar la Casa palacio a principios del siglo XVI. También se informó de que el Conde de la Revilla disponía de tierras en Puentedey.
 
El diccionario Miñano de 1825 nos recordaba que Puentedey era tanto un pueblo como el nombre de una Junta de varios pueblos: Puentedey, Brizuela y Quintanabaldo. De Puentedey -o Puente Dei- contaba que pertenecía al arzobispado de Burgos y que tenía 150 habitantes y un párroco. Estaba dividido en dos barrios por el río Nela que se unían por “un puente de un ojo de mucha elevación”. Se refería al puente natural. De hecho, puntualizaban que “encima del puente hay tres torres, dos eras y parte de la iglesia”. Tenían una fuente de buena calidad y producían granos y legumbres.

 
Por un Real Decreto de 1835 se suprimió el Ayuntamiento General de Las Merindades, y se dividieron, al menos, en tantos ayuntamientos como Merindades. La voluntad de la Administración fue que cada ayuntamiento tuviera su blasón particular. Por disposiciones del Ministerio Gobernación de 16 de julio de 1840 y 30 agosto de 1876 se intentó fomentar y ordenar la Heráldica Municipal. La Junta de Puentedey tomó como elemento heráldico el escudo de Castilla. Fray Valentín de la Cruz lo definía así: “Las armas de este escudo fueron tan sencillas como gloriosas, en campo de gules, castillo de oro, almenado con tres torres; la central más elevada que las laterales; mamposteado y aclarado de azur. En el escudo, el campo rojo significa ardor, sacrificio, esfuerzo, entrega apasionada a los ideales; es amor y sangre. El color rojo fue el de las mesnadas que recuperaban el territorio de la ocupación árabe; el de los pendones que tremolaran sobre victoriosos campos de batalla; es el color de la mayoría de los estandartes que las parroquias y concejos castellanos pasean aún, por los campos de romerías y procesiones. El castillo significa agrupación y defensa, vigilancia v custodia, es castillo de oro, el más noble de los metales, para manifestar que Castilla posee y goza la nobleza intrínseca de los pueblos soberanos. justicieros y laboriosos, creadores de cultura, misioneros de verdades. Castillo de oro, aclarado de azur, en su puerta y ventanales. El azur es apertura, fraternidad, igualdad y limpieza espiritual". Fray Valentín tenía una visión peculiar en muchas cosas.
 
Olvidándonos del párrafo grandilocuente anterior, que era de obligada presentación, nos paramos en el año del diccionario de Pascual Madoz que nos contaba que Puentedey era la capital de la Junta de su nombre y pertenecía a la diócesis y audiencia territorial de Burgos. Formaba parte del Partido Judicial de Villarcayo. Situado a orillas del río Nela que le divide en 2 barrios “su clima es bastante frío y reinan todos los vientos. Tiene 40 casas y una igl. parr. (San Pelayo), servida por un cura párroco y un sacristán. Confina el TERM: N. Quintanilla Valdebodres; E. Brizuela; S. Leba, y O. Valdeporres. El Terreno es estéril, bañándole el citado río Nela, sobre el que existe un puente con un solo ojo, pero de mucha elevación (el puente natural). Los caminos son de pueblo a pueblo; y la correspondencia se recibe de la capital del partido por los mismos interesados. Producción: granos y legumbres, cría ganado lanar, cabrío y de cerda; caza de lobos y zorros; y pesca de truchas. Industria: la agrícola y un molino harinero en mal estado. Población: 47 vecinos, 64 almas. Cap. Producción: 181.400 rs. impuestos: 10.880”.

 
Poco más de una década después, en 1863, el obispado tenía en sus registros que había 192 almas en este pueblo -nada raro si asumimos que las cifras del diccionario Madoz solían estar “tuneadas” a la baja- y que el cura párroco, y beneficiado, era Demetrio Pérez López de 51 años. Para 1872 el número de habitantes era 224 y continuaba pastoreando sus almas Demetrio, que ya tenía 60 años.
 
En 1881 sabíamos, gracias al diccionario Riera, que Puentedey formaba parte del arciprestazgo de Valdeporres. Los anuarios nos dicen que el ayuntamiento costeaba una escuela para niños y niñas. Recalcaban que la única industria era la agrícola. En 1885 nos confirman que Puentedey produce cereales y legumbres y que se está haciendo una nueva carretera desde Villarcayo hacia Cabañas de Virtus. Entiendo que es la carretera que pasa hoy en día por Puentedey. Y que tiene unos 265 habitantes.
 
Disponemos, en aquel cambio de siglo, de una relación de vecinos, tareas y funciones que resultaban intercambiables. Por ello, el cargo de alcalde estuvo en manos de Lorenzo Pereda en 1885 y 1886; Manuel Martínez en 1887; Lorenzo Saiz en 1887; Román Varona en 1894; Vicente Varona en 1897; Mariano Marañón en 1898; Atanasio Marañón en 1899; Isidro Varona desde 1900 a 1902; Estanislao Varona en 1903 y1904; Julián García en 1905 y 1906; Anacleto García en 1908 y 1909; y, finalmente, conocemos a Esteban Varona en 1911.

 
Las personas que rotaron en el cargo de secretario municipal fueron Jerónimo López -a la vez secretario “judicial”- que aguantará, al menos, desde 1885 hasta 1894. Le sustituirá Nicasio del Río que permanecerá hasta que le perdamos la pista en 1911. Además, este caballero fue el maestro de la escuela desde 1885 y algún que otro año trabajó, también, de secretario del juez.
 
Las almas estuvieron pastoreadas por el citado Demetrio Pérez, luego tuvieron a Domingo Bustamante (1885), Francisco Lucio (1886 a 1894), Miguel Íñiguez (1894 a 1900) y Emilio Fernández hasta al menos 1909. En 1911 estaba como cura de Puentedey Facundo Fernández.
 
De esos años tenemos una relación de comerciantes, a veces multisectoriales, entre los que incluimos a Julián López- que coincide en nombre con el juez municipal de alguno de esos años-, Segundo Saiz, Gerónimo Fernández, Hermenegildo García, Vicente Varona, Feliciano López, Martiniano Saiz o Francisco Fernández. Una relación de agricultores de cereales donde encontramos a Roque Alonso, Ildefonso Gómez, Domingo López, Santiago López, Anastasio Marañón, Jacinto Ruiz, Estanislao Varona, Esteban Varona y Vicente Varona. Y, no podía faltar, una relación de ganaderos: Francisco Díez, Primitivo Gómez, Anacleto Guerra -que fue alcalde en 1808-, Jerónimo López, Carlos Pereda, Nicasio del Río -que aparte de ser el maestro y secretario tiene tiempo de tener ganado- y Jacinto Ruiz.

 
Otros oficios distinguidos que tuvimos en esta población fueron el de médico que en 1894 era Manuel Pérez que será sustituido por Pedro Varona Bravo (1898 a 1906), Manuel Ruiz Oria y Emiliano Velasco. Si nos parece poco -eso que los dos últimos simultanearon su presencia en Puentedey- podemos sumarle el albéitar Vicente Fernández. Vamos, el veterinario que con tanto ganadero… No podemos olvidarnos de otros profesionales del lugar: Fidel Río, Federico Río, Guillermo Ruiz y Julián Varona (Barberos); Micaela Saiz (carnicera); Martiniano Saiz, Fidel Río -¿el barbero?- (carpinteros); Benigno Gómez, Juan Gómez y Martiniano Saiz (estanqueros); Julián Martínez y José del Río (herreros o cerrajeros); Juan Gómez (zapatero); y Alejandro Varona que era sastre.
 
¿He hablado de los jueces municipales? No creo. La relación de esos años del cambio del siglo XIX y XX la iniciaba Guillermo Ruiz (1885, 1886, 1898 y1899); Gregorio Varona (1900 y 1901); Fulgencio Ruiz (1902 y 1903); Anacleto Guerra (1904 y 1905); Domingo Villate (1887); Julián López (1888); Miguel Gómez González (1894); Julián López (1897); Anacleto Guerra -¿les suena el nombre?- (1906); Isidro Varona (1908) y Estanislao Varona (1909 y 1911). ¿Y de los fiscales? Pues… Blas Pereda (1885-1886); Atanasio Marañón (1887); Antonio Martínez (1888); Pedro Vadillo (1894); Pascual Saiz (1897); Pedro Saiz (1898 y 1899); Feliciano López (1900 y 1901); Anacleto Guerra (1902 y 1903); Lorenzo Saiz (1904 a 1907); Fulgencio Saiz (1908); y Francisco Varona (1909 a 1911). Y, ya metidos en harina y por cerrar, citaremos alguno de secretarios del juzgado municipal: Jerónimo López, Domingo Paredes, Nicasio del Río, Domingo Ruiz, Gregorio López, Simón Celada y Fidel Río. Y volvemos a lo mismo: muchos nombres les sonaran en diversas tareas.
 
A finales del mes de marzo de 1928 se decide fusionar Puentedey con el Ayuntamiento de Merindad de Valdeporres estableciendo la capitalidad y los servicios comunes en Pedrosa. Para el año 1950 había 179 habitantes en Puentedey que ocupaban sesenta viviendas. Y en el último año del siglo XX, el 2000, tenía sesenta personas empadronadas.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Amo a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Las Merindades de Burgos: un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Arribas Magro.
“Arquitectura fortificada en la provincia de Burgos”. Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“Estadística del Arzobispado de Burgos”.
“Censo de la población de España de 1877”.
“Censo de la población de España de 1897”.
“Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España formado por el Instituto Nacional de Estadística con referencia al 31 de diciembre de 1950”.
“Diccionario geográfico estadístico de España y Portugal”. Sebastián Miñano y Bedoya.
“Diccionario Geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de ultramar”. Pablo Riera Sans.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1845-1850)”. Pascual Madoz.
“Puentedey, historia de los días de antaño”. Miguel Ángel Alonso Saiz.
“Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración”.
“Indicador general de la industria y el comercio de Burgos (1894)”.
“Los alfoces de Arreba, de Bricia, y de Santa Gadea. Los valles de Bezana y de Zamanzas”. María del Carmen Arribas Magro.