Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 28 de junio de 2020

Iulibriga: cerquita pero al otro lado de la raya.(II)



Analizaremos, en esta segunda parte, el sustrato arqueológico estudiado en Iuliobriga. Inicialmente se ha supuesto que el límite norte de la cuidad era la zona aterrazada conocida como sector de “La Carretera”, en el que se sitúan, entre otras construcciones, las denominadas casas de “Los Morillos” y “Los Mosaicos”. Hacia el este, el límite, también impreciso, podría situarse en las inmediaciones de una pequeña elevación en del sector conocido como “La Llanuca”. Hacia el sur y el oeste los límites del núcleo urbano son todavía más imprecisos, y es bastante probable que incluyesen la totalidad del llano. que rodea el casco urbano de Retortillo. El yacimiento arqueológico tiene su punto más meridional conservado en el lugar conocido como “Las Quintanas”, donde se halló parte del pavimento de la vía romana que salía de la ciudad hacia Peña Cutral así como los restos de varios calzos de poste correspondientes a dos estructuras de madera. Por ello, Iuliobriga, que tendría unas 20 hectáreas, era un enclave modesto. Clunia, capital del convento jurídico en el que estaba integrada la ciudad, tenía 100 hectáreas.


En sondeos ejecutados en “La Llanuca” para obtener mayores certezas sobre las dimensiones del yacimiento detectaron unas estructuras de contorno circular, de las cuales al menos una conservaba nítidamente su perímetro. Se registró parte de un vertedero de época romana, practicado en una oquedad del terreno donde se reconocen vertidos sucesivos de tierra cocida, con carbones de quema y abundante material cerámico, en su mayor parte, de época Flavia (abundan las decoraciones del estilo de metopas), aunque siguió siendo usado hasta el siglo II. Con ello sabemos que la zona edificada en época romana no se extendía por la ladera norte del cerro de Retortillo. El urbanismo tuvo que adaptarse al relieve ondulado del terreno, tal y como se aprecia en el trazado curvilíneo de algunas calles y en la realización de obras de aterrazamiento, con objeto de allanar el terreno y permitir la edificación.

Calle porticada

El sector de “La Llanuca” era zona residencial comunicada con el foro mediante una calle porticada, cuyos pilares fueron en parte reconstruidos en la década de 1950. A través de dicha calle los pudientes accedían al foro que estaba en la parte más alta. Lugar destacado y de máxima visibilidad -evidentemente es una localización intencionada- que después sería ocupado por la iglesia románica. En este lugar confluían la calle porticada y la vía que se internaba en el centro urbano como prolongación de la calzada romana que pasaba por Peña Cutral y se dirigía al valle del Besaya, de la cual se conservan partes significativas del firme en las inmediaciones del muro occidental del foro. Este era un recinto abierto, rodeado por un pórtico de columnas que integraba en su lado noroeste un templo de planta cuadrangular, de 16 metros cuadrados de superficie. Poco más que un saloncito de nuestras casas. De este templo sólo se conservan los cimientos del podio, consistentes en una sólida estructura de al menos 2`2 metros de altura, que salvaban el desnivel del terreno de la zona. Uno de sus muros presenta un gran arco de descarga, debajo del cual se conservan los restos de un antiguo pozo inutilizado. Cerca del templo se recuperaron un dedo y resto de toga de una estatua de bronce de tamaño natural probablemente de un emperador y un fragmento de la parte superior derecha de un ara de arenisca dedicada a Iuppiter Optimus Maximus. A juzgar por el aspecto cuidado de la pieza, así como por la forma y tamaño de las letras, de 6`5 cm de altura, debió de haberse tratado de un monumento importante, acorde con su contexto de exhibición en el foro de Iuliobriga.


El foro en sí era un recinto con pórtico columnado, de unos 1.000 metros cuadrados de superficie, del cual el templo ocupaba el lado norte. Uno de los foros más pequeños de Hispania. Tal vez por el tamaño de la ciudad y por las limitaciones constructivas que tuvieron. Este foro reproduce un modelo muy común en las provincias occidentales del Imperio: un templo flanqueado por pórticos. Representaba el poder y la solidez del estado y se hacía evidente en la utilización de sólidos materiales como grandes sillares de arenisca y mortero y hormigón en la preparación de los suelos y cimentaciones. En los muros exteriores que cierran los pórticos se utilizó un aparejo de toba calcárea dispuesto en hiladas regulares.

El área del foro vivió dos etapas –tres si contamos la iglesia católica-. La más antigua son restos de hornos y otras estructuras vinculadas a una herrería y procederían de época augustea y julioclaudia. La otra, el foro de época Flavia que va desde finales del siglo I a fines del siglo II.


Centrémonos en la primera fase. Los arqueólogos encontraron un horno de planta oval excavado en el suelo que conservaba, en su cota más profunda, una estrecha cámara de combustión a modo de canal, directamente formada sobre las arenas de descomposición de la roca arenisca. La separación entre la cámara de combustión y la de cocción se hacía mediante una parrilla de terracota perforada de la que se hallaron varios fragmentos apilados contra una de las paredes. El horno quedaba delimitado en su boca por dos toscos muros que, quizá, formase parte de un cobertizo. El uso del horno fue lo suficientemente largo como para que se acumulasen sobre sus paredes exteriores dos estratos sucesivos de limos con abundantes carbones y tierras rubificadas sobre los cuales se dispuso a su vez un pequeño firme de cantos anterior a la construcción del foro. Una vez dejado de usarse, el hueco se rellenó con piedras y escombro. Los materiales hallados en su interior abarcan un arco cronológico que llega hasta la segunda mitad del siglo I. Es decir, cuando se construye el foro.


La segunda estructura excavada, localizada en la esquina noreste, parece una sencilla cubeta. Es un pequeño horno que conserva en uno de los extremos una plaqueta de terracota, similar a un hogar. También se observa un enrojecimiento de las paredes de la cubeta en su parte superior. Todo el conjunto se encontraba cubierto con una capa de carbones. Por su sencilla factura y por el hallazgo de escorias de refinado de hierro en sus proximidades, cabe suponer que nos encontremos ante un horno metalúrgico, relacionado con el trabajo de forja del hierro. Junto a los hornos anteriores, se identificaron otros restos más fragmentarios pertenecientes a hogares asociados a depósitos que contenían no sólo escorias de hierro sino también de cobre.


No es raro que en los talleres y otras instalaciones metalúrgicas coexistan varios tipos de hornos y hogares, con diferente función, tamaño y complejidad, junto a otras estructuras como cubetas, fosas con arena y elementos auxiliares. La existencia de un horno de factura más elaborada abunda en la diversificación de las tareas productivas realizadas en este sector de la ciudad que dio cobijo, seguramente, a un pequeño barrio artesanal previo al foro.


Las fases finales, dentro de esta primera ocupación, se encuentran a su vez representadas en los hallazgos de terra sigillata hispánica y cerámica pintada de tradición indígena localizadas en los estratos que cubren o se apoyan en los hornos.


Las excavaciones han demostrado que el cierre noreste del recinto, el que se encuentra oculto por la iglesia, no era completamente simétrico al del lado opuesto. En esta parte del pórtico existía una estancia proyectada hacia el exterior, la cual pudo haber consistido en un espacio destinado al culto o a otra finalidad; en todo caso no una curia, como se pensó en un primer momento.

Orden Toscano.

Removiendo los materiales se hallaron cuatro fragmentos de basa, capitel y tambor pertenecientes a una columna de arenisca de orden toscano. Estaban próximos a la intersección con el muro del pórtico deduciéndose, por ello, que, o bien formaban parte de las columnas de éste, o bien del ingreso de la exedra, que se abría hacia la misma zona.

Por los restos hallados parece ser que antes del colapso y reaprovechamiento de los materiales del foro este se usó como vertedero: escorias, clavos de hierro, restos de fauna –en su mayor parte de bóvidos- y fragmentos de cerámica entre los que domina la terra sigillata hispánica elaborada en los siglos II y III d.C.


Al norte del templo –diríamos que al cruzar la calle de la plaza porticada- se encuentra un solar de unos 280 metros cuadrados, escalonado en dos niveles por la pendiente, cuya traza mantuvo la orientación marcada por los muros de cierre del foro. El edificio estuvo en uso entre el siglo II y el momento de abandono de todo este sector, posterior a la segunda mitad del siglo IV. Lo sabemos gracias a un aplique de pendiente de pasta vítrea y oro de ese periodo. La construcción tiene planta rectangular, con 190 metros cuadrados de superficie, delimitado por un zócalo de piedra. La cimentación es de ripio y cantos medianos y sobresale en anchura especialmente en las esquinas del cierre suroeste, donde llega a alcanzar 104 centímetros, un refuerzo hecho sin duda para mitigar el encharcamiento de la zona causada por las aguas del nivel freático. No fue el único pegote que tuvo esta casa viéndose que la inestabilidad del terreno en pendiente impuso reforzar la terraza inferior.



La construcción fue en piedra combinada en algunos puntos con canto rodado y tierra. Se encontraron varios sillares procedentes de edificios anteriores en el muro de carga que separaba las dos terrazas sobre las que asienta el conjunto.


El acceso principal es por un portalón de 6`5 metros que lleva a tres espacios diferenciados. En la más amplia destaca el pie de un pilar de madera para sujetar la cubierta. Aquí, adosado al muro de fondo, se dispuso un amplio hogar rectangular elaborado con guijarros y una base de arcilla enrojecida. La casa estaba pavimentada con ladrillos y, suponemos que la cubierta era de tejas.

En la terraza inferior había dos estancias alineadas (A-B) que se comunicaban con el nivel superior por una estrecha escalera pegada a uno de los muros perimetrales. Además, tenían su propia entrada en la sala A. Una atarjea –conducto- de piedra que recogía las aguas procedentes de las filtraciones del subsuelo recorría tres de los lados del nivel.


La dependencia A contó con un hogar circular en posición central, cerca del cual se conservaban los restos de un caballete de hierro, uno de los cinco que pudieron ser finalmente recuperados en su interior. ¿Era una cocina doméstica? ¿Un taller de caballetes? ¿Pudo servir para lo mismo el pequeño cobertizo adosado junto al portalón del piso superior?

Un estrecho muro medianero de mampostería, 37 cm de grosor, la separaba de la segunda estancia. El muro se mantiene en pie hasta una altura de 1`70 metros gracias, principalmente, a la colmatación de la parte baja de la terraza. Ello dificultó la extracción de los materiales de construcción de la parte central del edificio que quedó resguardada por un estrato de arcillas.

¿Qué era este edifico? El portalón y la disposición de estancias en torno al mismo sugieren un uso de tipo artesanal, ligado con toda probabilidad al trabajo del metal, como parece apuntar el hallazgo de escorias de hierro y restos de refundición de plomo sobre los suelos y en el exterior, en la parte posterior del templo. Anotaremos, a su vez, que se han recuperado un antoniniano de Claudio II acuñado en Roma y varios objetos metálicos también tardíos: una empuñadura de pugio, un regatón de hierro y un fragmento de caja para sello, en bronce, entre otros.


Trasladémonos a “La Llanuca” siguiendo la calle porticada para ver una domus con peristilo de 1.160 metros cuadrados que data de comienzos del siglo I. Es arquetípica pero adaptada al frío local. Eso se ve en el cierre –posterior a la construcción- del patio central con un muro corrido y en el uso de corredores con objeto de aislar mejor las habitaciones. Al noreste de esta casa se observan restos de un depósito rectangular en el que se acumulaban las aguas de un manantial situado al norte de “La Llanuca”. Parece ser que este barrio se urbanizó en los años iniciales del siglo I. De hecho, todo el terreno entre “La Llanuca” y el foro estuvo edificado. Se conocen restos de, al menos, otra domus de peristilo, situada a occidente.


La gran domus de “La Llanuca” se distribuye en varias áreas funcionales. Una zona residencial que incluía varios dormitorios o cubicula, aislados del patio mediante pasillos. La zona de representación se encontraba en el ala norte, ocupada por grandes comedores y salas de recepción – oecus y triclinia – abiertos hacia el patio central. Finalmente, los espacios de servicio ocupan la crujía oriental, con la cocina y sus dependencias anejas. Sobre esta zona se disponía seguramente una primera planta a la que se accedía por escaleras, hoy perdidas, situadas en alguno de los estrechos pasillos que se identifican en los extremos del corredor.

La domus descrita lindaba hacia el este con otro inmueble. En el interior de este amplio espacio se reconoce bien un depósito de planta rectangular que capta las aguas procedentes de un manantial, situado al norte de “La Llanuca”, un pozo y un recinto de planta interna circular y perímetro exterior cuadrado. Este último recinto reproduce perfectamente la planta de un laconicum o sauna seca, una de las estancias características de los conjuntos termales antiguos. Las termas comunicaban con la calle porticada mediante una línea edificada de tabernae o estancias de recepción. Por último, se conoce otra domus de peristilo, situada en la parte más occidental a la que se accede, también, por la calle porticada.


Al norte de la carretera se encuentra la llamada “Casa de los Morillos”. Una casa de patio central situada en la zona norte, por donde se expandió la ciudad, en las inmediaciones de la prolongación de la calzada que desde Peña Cutral daba acceso al curso de los ríos Ebro y Besaya. Su posición indica que es posterior al trazado de la vía, a cuyo recorrido se adapta. Como la mayor parte de los edificios situados en este sector de la ciudad, la fecha de construcción se sitúa avanzado el siglo I, en época flavia. La casa ocupa una superficie de 647 metros cuadrados. Su pequeño peristilo tenía un pórtico de doce columnas. A través de este patio se accedía a las distintas áreas de la residencia: zona de representación con varios salones (oecus y triclinia) en el ala oeste; zona de dormitorios (cubicula) en el norte; zona de despensa y almacenes cerca de la entrada, en el ala este; y la cocina en el ala sur. La habitación identificada con la cocina cuenta con un espacio marcado con empedrado destinado al hogar y ha proporcionado dos morillos de hierro forjado, utilizados habitualmente como caballetes para sujetar la leña sobre el fuego. Aquí, también, se aplicaban los sistemas vistos para aislarse del frío. La “Casa de los Morillos” contó con un segundo piso al que se accedía por dos escaleras situadas, respectivamente, al norte del ingreso principal y en la estancia contigua a la cocina.

Casa de los Morillos

Al norte de la “Casa de los Morillos” está la “Casa de los Mosaicos”. Era ésta una gran mansión, que pudo contar incluso con termas privadas. Desgraciadamente su estado de conservación es pésimo, habiéndose perdido la mayor parte de los muros a consecuencia de las labores agrarias de los siglos pasados. En su momento, se pudo identificar parte del patio central porticado y el ala meridional, a la que se añaden varias estancias a occidente utilizadas como baños. Una de estas estancias contaba con hipocausto.

Casa de los Mosaicos

Un segundo conjunto de edificaciones que se encuentra en el sector de la carretera, en su lado sur, incluye varias construcciones de uso doméstico y agropecuario, separadas entre sí por espacios cercados a modo de corrales. Se trata de un barrio comunicado con la calle principal de acceso a la ciudad mediante un camino pavimentado con guijarros. Las edificaciones de este lugar, en función de los materiales muebles procedentes de las excavaciones arqueológicas, deben datarse a partir del siglo II.


Los recintos que se identifican como viviendas disponen de una articulación interna muy sencilla, sin apenas especialización funcional. En una de las construcciones se aprecia un hueco de escalera, lo que hace suponer la existencia de más de un piso. La sencilla configuración de estas viviendas parece adaptada a las actividades agropecuarias y artesanales que seguramente realizaban sus ocupantes. Construcciones modestas que incluyen en el terreno exterior establos, almacenes, hórreos, pozos y canalizaciones para el agua. Además, su forma compacta debió de ofrecer una mejor protección a las condiciones climáticas del entorno.

Otro edificio que por sus características y ubicación debió de ser de uso público se localizó en la zona que hoy ocupa el aparcamiento adyacente a la casa museo denominada “Domus de Iuliobriga”, si bien su estado de conservación era malo y tan sólo pudo documentarse una pequeña parte de su planta.


A partir de la dinastía de los Severos los problemas de poder, de reclutamiento y las reformas administrativas dificultan el control de las ciudades y comienzan a multiplicarse las Villae rurales como sistema de explotación agraria donde se cobija la población urbana, agobiada por la pesada carga de las magistraturas municipales. El proceso, iniciado en la segunda mitad del siglo II, adquiere su momento álgido con el emperador Caracalla. A partir de aquí Iuliobriga entra en barrena. En el territorio de Iuliobriga son chivatos de esta situación las villas de Camesa-Rebolledo (Valdeolea) y Santa María de Hito (Valderredible). Hay confusión en torno al abandono de la ciudad. Pudo estar relacionado con la peste que se extiende a partir del año 252 y que dura aproximadamente tres lustros. Sabemos que afectó a ciudades como lerdo (Lérida). Bilbilis (Calatayud) o Calagurris (Calahorra) cuyos habitantes se relacionaban comercialmente con nuestra ciudad por medio de la ruta del Ebro.

El saqueo y destrucción de la ciudad romana puede explicarse a partir de los ataques de los francos sobre determinados enclaves de la costa cantábrica y su penetración posterior hacia el interior. ¡Llegaron a sitiar Tarraco! La evidencia de un incendio final en Iuliobriga es el último de una serie de causas asociadas con la situación del Imperio Romano en ese momento.


Pero como hemos visto no se abandonó totalmente el emplazamiento, ni la red viaria del entorno. La transformación del foro en cementerio fueron en la Antigüedad tardía –periodo visigótico- cuando se dispone un primer nivel de sepulturas en los niveles de colmatación que cubren el interior de las estructuras romanas así como en las zanjas de robo de material constructivo. Sobre este primer cementerio se dispondrá una extensa necrópolis altomedieval de sepulturas de cista de lajas, en parte contemporánea de la iglesia románica de Santa María que preside actualmente la zona, siglos V-XI. Además, el miliario dedicado a Constantino del año 312 hallado en las inmediaciones de la ciudad así lo testimonia.

Pero la vida urbana al estilo romano había concluido. Iuliobriga daba paso a la aldea de Retortillo más aún cuando Clunia, la capital del convento jurídico y cabecera de la administración territorial había sido destruida en torno al año 284. De hecho en el momento de asentarse la cohorte I de los celtíberos en su territorio la ciudad en la práctica no existía como tal núcleo administrativo al servicio de un poder político concreto.


Bibliografía:

“Iuliobriga. Intervenciones arqueológicas recientes (2001-2017)”. Juan José CEPEDA-OCAMPO y José Manuel IGLESIAS GIL.
“La determinación del perímetro urbano de Iulibriga (Cantabria). Prospecciones geofísicas y sondeos arqueológicos en el sector de la Llanuca”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias Gil, Alicia Ruiz Gutiérrez y Félix Teichner.
“La excavación de la antigua ciudad cántabra de Iuliobriga”. Antonio García y Bellido.
“Ritmos y límites de la monumentalización en las ciudades de la regio Cantabrorum”. Alicia Ruiz Gutiérrez.
“La ciudad de Iuliobriga y los campamentos romanos de la poza (Cantabria)”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias Gil, Alicia Ruiz Gutiérrez Y Pedro Sarabia Rogina.
“Territorio rural y espacio urbano en Iuliobriga (Cantabria)”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias Gil y Alicia Ruiz Gutiérrez.
“Arqueología en Iuliobriga: Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria”. José M. Iglesias Gil.



Para saber más:



domingo, 21 de junio de 2020

Iulibriga: cerquita pero al otro lado de la raya.(I)



Nos vamos a meter unos kilómetros en Cantabria para conocer una ciudad romana que debió tener parte de Las Merindades dentro de su área de influencia. Evidentemente estamos hablando de Iuliobriga que está en la localidad de Retortillo, junto a Reinosa. En la antigua Regio Cantabrorum. O por lo menos así lo creemos desde mediados del siglo XVIII.


El término de regio Cantabrorum lo conocemos por Plinio el Viejo que lo empleaba para referirse al área entre el territorio de los várdulos y el de los astures. Un territorio de unos 12.000 kilómetros cuadrados. Sería casi toda la provincia de Santander (C.A. de Cantabria), parte de Asturias y de las provincias de León, Palencia y Burgos. En el oeste llegaba hasta el valle del Sella e incluía la cabecera del río Esla. Al sur limitaba con las estribaciones de la Cordillera Cantábrica hasta su contacto con las zonas llanas de la Meseta. En burgos incorporaba las comarcas de Sedano y Las Merindades occidentales. Y, al norte, limitaría, probablemente, con los ríos Asón y Agüera.

El periodo de guerra y la anexión sin pactos tribales entorpecieron el urbanismo de corte romano y trajeron, además, la destrucción de los poblados de altura que habían constituido el hábitat de los pueblos indígenas. En las llanuras el ejército romano les controlaría mejor. Sin hablar de la pérdida de población y el desastre económico. Anotemos que las colonias de veteranos de esta guerra se situaron en Emerita Augusta y Caesaraugusta. Vale, pensarán ustedes, Iulobriga está en una cierta altura… de hecho, ¡se ha librado de quedar sumergida por el pantano del Ebro! Cierto, y volveremos sobre el tema luego.


Sabemos al menos que la regio Cantabrorum fue subdividida ciudades. Plinio el Viejo menciona nueve y nos acotaba la localización de Iulobriga: “El Hiberus, rico por su comercio fluvial, nace entre los Cántabros no lejos del oppidum Iuliobrica”.

Disponemos de más elementos para ubicar la ciudad: los “termini publici” del oppida –como mojones- y el “Itineriario de barro” que la sitúa entre Octaviolca –Aradillo hoy- (de la que dista 10 millas romanas, unos 15 kilómetros) y Aracillum (de la que se aleja cinco millas romanas, unos siete kilómetros y medio).

Itinerario de Barro

Ptolomeo, a mediados del siglo II, da los nombres de ocho ciudades cántabras que tenían su capital en el interior del país: Konkana, Ottaviolka, Argenomeskon, Vadinia, Vellika, Kamarika, Iuliobriga y Moroika. Todas las civitates de los cántabros, salvo Iuliobriga, se designaron con nombres que aludían a las comunidades indígenas que habían quedado aglutinadas bajo su jurisdicción. Iuliobriga tiene un topónimo formado con el sufijo – briga y el nombre imperial Iulius. Ello denota que estamos ante un caso especial. Podría ser una fundación que, a través de su nombre, preservaba la memoria de la victoria de Augusto en el corazón de la regio Cantabrorum. Deducimos, pues, que Iuliobriga debió, posiblemente, nacer entre los años 29 a 19 a. C. cuando Augusto era solo Cayo Julio César Octaviano. ¿Y “Briga”? Es un sufijo de origen céltico que designaba sitios elevados y fue adoptado por comunidades hispanas establecidas sobre antiguos poblados prerromanos, localizados sobre accidentes destacados del relieve. Y este es un punto al que darle una vuelta.

Desde el inicio de las excavaciones se hallaron restos catalogables como indígenas similares a los utilizados durante II Edad del Hierro en los poblados prerromanos del entorno. Estarían, especialmente, en el sector de La Llanuca donde se recogieron dos características fíbulas de pie vuelto. O el “idolillo cántabro”, una pequeña pieza de bronce que representa a un guerrero indígena con parte de su panoplia defensiva.


Se ha comprobado que en los estratos augusteos coexisten elementos prerromano con cerámicas de origen itálico. ¿Podría ser causado porque la ciudad inicial tenía una cultura mixta por acoger población nativa desplazada? ¿O porque son piezas que corresponden a un amplio periodo de tiempo? Además, se ha comprobado que existe un nivel basal en la vaguada norte, que delimita la ciudad romana, desprovisto de materiales romanos en su interior. Son arenas cenicientas y carbones, procedente de la parte alta del cerro, en el que se incluye una abundante cantidad de cerámica y objetos metálicos (de armamento y adorno) de la cultura Miraveche - Monte Bernorio.

La presencia de materiales mixtos en los estratos fundacionales Iuliobriga deja ver la preponderancia de habitantes no romanos. Estos pudieron llegar desde los castros indígenas del entorno, a la fuerza o voluntariamente, buscando adaptarse a las nuevas condiciones políticas y socio-económicas de la romanidad.

No solo eso, sino que el número de hallazgos y la mejor información de contexto llevan a retomar la hipótesis de la existencia de un poblado prerromano en este cerro. Formado, seguramente, con estructuras endebles arrasadas posteriormente. Las viviendas en los castros del entorno estaban hechas con materiales perecederos y barro, que dejan escasa huella en el registro arqueológico. Es posible, por tanto, que la destrucción del poblado quedara enmascarada por la implantación de la ciudad romana y que sus restos sean hoy únicamente reconocibles en los vertederos. Esto, corolariamente, aclararía más la razón de la elección del lugar de asentamiento de la cuidad.

Poblado cántabro de Argüeso.

Siempre se ha asumido que el emplazamiento en altura del centro urbano de Iuliobriga, a 920 metros de altitud, la elección del cerro de Retortillo, puede explicarse por el contexto bélico de la fundación, en la etapa inmediatamente posterior a las Guerras Cántabras. Pero, ¿Y si la localización exacta se debió a que existía ya un poblado cántabro? ¿Por qué el acuartelamiento estaba a tres kilómetros? ¿Estando una unidad militar a tan poca distancia cual fue la razón de no compartir espacio?  Se ha argumentado que la ciudad debió de tener por objeto controlar el estratégico paso natural hacia el río Besaya (nace a cuatro kilómetros en línea recta) así como las poblaciones indígenas circundantes. Pero… ¿para esto no está el campamento de La Poza a tres kilómetros al sur o los situados en la confluencia de los ríos Pas y Bezoya?

En cuanto al núcleo urbano de Iuliobriga, las investigaciones arqueológicas documentan la convivencia de elementos de la cultura indígena y de la arquitectura y urbanismo romanos. Las grandes domus de patio central o peristilo coexisten con otras viviendas, más pobres y mejor adaptadas al desarrollo de actividades artesanales y agropecuarias. Otras características del centro urbano de Iuliobriga es su adaptación a la colina y la búsqueda de soluciones arquitectónicas a las condiciones climáticas del lugar.

Fragmento de la Notitia Dignitatum

Por último, Iuliobriga es también citada en la Notitia Dignitatum, del Bajo Imperio, donde figura como residencia de un mando de tropa.

La ciudad concebida como centro político de Iuliobriga no incrementaría mucho la población preexistente, probablemente, porque una parte considerable de su comunidad cívica habitaba en núcleos de población dispersos a lo largo de su extenso territorio, incluidos algunos localizados en la costa, como portus Victoriae Iuliobrigensium (Santander).

También surgen dudas sobre el estatus jurídico de la ciudad. La epigrafía recuperada no permite resolver todas las dudas. Tradicionalmente ha prevalecido la idea de que la civitas habría sido fundada por Augusto con un estatus estipendiario y que sólo mucho más tarde, en tiempos de Vespasiano, habría adquirido la condición de municipio latino. Esto encajaría bien con la datación flavia del foro. Asimismo, se han usado como pruebas los testimonios epigráficos de dos ciudadanos romanos de Iuliobriga documentados en Tarraco, ambos adscritos a la tribu Quirina.


Por otra parte, J. M. Abascal ha defendido que Iuliobriga pudo haber sido ya desde época augustea un municipio latino. Se basa, entre otros argumentos, en el hecho de que los termini Augustales demuestran que con anterioridad a la época flavia la comunidad ya tenía un ager, esto es, un territorio gestionado por magistrados locales, algo propio de una civitas privilegiada. La promoción habría coincidido con el tercer viaje de Augusto a Hispania, en torno al año 15 a.C.. Abascal asume, por lo tanto, que la fundación se habría producido antes de dicho viaje y esto permitiría explicar, a su vez, por qué en la formación del topónimo se usó el término Iulius, propio del período anterior al año 27 a.C., y no Augustus.

La base económica de gran parte de los habitantes del centro urbano de Iuliobriga y de las aldeas vecinas debió de ser la agricultura y la ganadería en las tierras llanas de la hondonada de Reinosa y de las laderas de las montañas circundantes. Hay que tener en cuenta que en época romana el clima se correspondía con el “óptimo climático” que se inició en el continente europeo hacia el año 400 a. C. y que se caracterizaba por ser más benigno y propicio para el cultivo del campo que el actual, pudiendo ser calificado de templado-húmedo, con temperaturas más altas y ligeramente menor pluviosidad. Los análisis polínicos realizados sobre muestras tomadas en el yacimiento arqueológico revelan los efectos que tuvo en el medio ambiente la transformación del territorio a raíz de la implantación romana. En concreto, estos análisis reflejan una progresiva disminución de las masas de bosque en beneficio de los pastos, esto es, un aumento del ager frente al saltus como consecuencia de la explotación del espacio rural.

Calzada de Cilda

Otrosí, la relación entre la geografía y la política: la Cordillera Cantábrica, que divide el territorio en sentido longitudinal, marcó la divisoria entre los cántabros cismontanos y transmontanos, y entorpecía la llegada a la costa. Para ello los romanos construyeron las calzadas que permitiendo el enlace de los puertos marítimos con la red viaria principal de la Hispania romana, en concreto con la vía que desde Asturica Augusta (Astorga) conducía a Burdigala (Burdeos).

La política también tenía otro desarrollo diferente a la mera administración. Hablamos del proceso de integración y romanización. Roma solía primar a unos pueblos indígenas frente a otros, quitar y repartir territorios, castigando hostilidades y premiando actitudes sumisas. La mención en las fuentes literarias de nombres de pueblos cántabros que no se corresponden con civitates sugiere acciones de este tipo. Semejantes dudas se ciernen sobre los pueblos cántabros citados más arriba, ignorando cómo se ejecutó su integración en la red de civitates cántabras e hispanas.


La civitas de Iuliobriga, que no la ciudad, pudo haber abarcado todo el valle del Besaya, por donde circulaba el principal eje de comunicación norte-sur de Cantabria. Esta interpretación se basa en dos referencias topográficas que relacionan, respectivamente, los polos norte y sur del territorio de Iuliobriga: “portus Victoriae Iuliobrigensium”, mencionado por Plinio el Viejo en la costa cantábrica, y los numerosos “termini publici” hallados que señalaban el límite entre el ager de los Iuliobrigenses y los prata legionis quartae, localizados en varias localidades al sur de Retortillo, en los municipios de Valdeolea y Valdeprado del Río.

Hasta el presente se han documentado dieciocho termini que delimitaban el ager de Iuliobriga. Se trata de grandes lajas o bloques de piedra arenisca de origen local en los que se repite siempre el mismo texto: “ter(minus) August(alis) dividit prat(a) leg(ionis) IIII et agrum Iuliobrig(ensium)”. El tipo de escritura y módulo de las letras son idénticos en todos los ejemplares, así como las abreviaturas, lo que permite afirmar que fueron realizados en las mismas fechas.


Tan sólo varía la cantidad de renglones de las inscripciones, que oscila de tres a ocho, en función del diferente tamaño y forma, más o menos alargada, de los soportes. Estas circunstancias hacen que la composición de los textos cambie, lo que facilita la diferenciación de las piezas. Los hitos han sido descubiertos a una distancia de unos 12 km al sur del centro urbano de Iuliobriga. En línea recta, el más cercano es el de El Haya (9 km) y el más alejado el de Cuena (16 km). Los quince ejemplares de los que se conoce la localidad concreta en que fueron hallados se distribuyen entre nueve poblaciones que conforman sobre el terreno una “U” invertida de unos 16 km de perímetro. Pero no se puede afirmar que el lugar de recuperación fuese el lugar de colocación inicial. De hecho, la presencia de más de un ejemplar en una misma localidad (dos en Castrillo del Haya, cuatro en Cuena, cuatro en Las Henestrosas y dos en Rebolledo) pone en evidencia por sí solo el fenómeno de traslado de los epígrafes a zonas de caserío con objeto de coleccionar o reutilizar los soportes. Obviamente, en época romana estos hitos estaban separados unos de otros, guardando cierta equidistancia.

Es decir, suponiendo que los términos augustales no se hallasen demasiado desplazados de su posición originaria, cabe interpretar que señalaban un espacio reducido, de unos 30 kilómetros cuadrados, el cual limitaba parcialmente con el ager de Iuliobriga por el norte, o bien se encontraba totalmente inserto dentro de éste, constituyendo un enclave de la civitas dependiente de la legión. Aclaremos que “prata”, en el contexto militar, son pequeños espacios dispersos por el territorio asignados a las legiones o unidades auxiliares del ejército romano, fundamentalmente para forraje de la caballería.


Los términos augustales que separaban los “prata legionis IIII” del ager de los juliobriguenses ejercieron su función aproximadamente durante medio siglo: desde la fundación de Iuliobriga en torno al año 15 a. C., hasta más o menos el 39 d. C., en que la Legión IV Macedónica partió de Hispania para dirigirse a la frontera germánica, abandonando su campamento de Herrera de Pisuerga (Palencia).

Durante ese tiempo los hitos sirvieron para marcar la frontera entre territorios de jurisdicciones y situación fiscal diferente: militar y exenta de tributación en un caso, civil y tributaria en otro. Al tiempo que cumplían esta función práctica, debieron de convertirse en elementos destacados del paisaje, actuando como monumentos en el ámbito rural que ponían de manifiesto la autoridad del emperador y la nueva organización territorial impuesta por Roma.

Tras la marcha de la legión ignoramos cuál fue el destino de los prata que habían lindado con Iuliobriga. ¿Pasaron a la ciudad o no? Sabemos que tras la partida de la Legión IV Macedónica su campamento fue remodelado y otros cuerpos del ejército romano se establecieron en el mismo.



Bibliografía:

“Iuliobriga. Intervenciones arqueológicas recientes (2001-2017)”. Juan José CEPEDA-OCAMPO y José Manuel IGLESIAS GIL.
“La determinación del perímetro urbano de Iulibriga (Cantabria). Prospecciones geofísicas y sondeos arqueológicos en el sector de la Llanuca”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias Gil, Alicia Ruiz Gutiérrez y Félix Teichner.
“La excavación de la antigua ciudad cántabra de Iuliobriga”. Antonio García y Bellido.
“Ritmos y límites de la monumentalización en las ciudades de la regio Cantabrorum”. Alicia Ruiz Gutiérrez.
“La ciudad de Iuliobriga y los campamentos romanos de la poza (Cantabria)”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias Gil, Alicia Ruiz Gutiérrez Y Pedro Sarabia Rogina.
“Territorio rural y espacio urbano en Iuliobriga (Cantabria)”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias Gil y Alicia Ruiz Gutiérrez.
Real Academias de la Historia. Géza Alföldy y Juan Manuel Abascal Palazón.
“juliobriga, ciudad romana en Cantabria”. A. Hernández Morales.


Anexos:

Comentábamos en el cuerpo de la entrada la existencia de una serie de individuos de los que teníamos constancia de su procedencia de Iuliobriga.

En Tarraco (Tarragona), capital de la Hispania Tarraconensis, se alzaron sendas lápidas honorarias a dos iuliobrigenses notables. Uno de ellos, de nombre C. Annius Flavus, "de las gentes cántabras, en la Provincia Hispania Citerior", reza la lápida. Mereció tal honor por el celo puesto en defensa de los intereses públicos. De sus relaciones familiares sólo se sabe que fue hijo de otro Quintus Porcius y probablemente padre del Porcius Vetustinus que se conoce como procurador financiero de Mauretania Caesariensis el año 150. Su carrera comenzó como prefecto de una unidad militar auxiliar, la cohors I Latobicorum et Varcianorum equitata, estacionada en Germania inferior a finales del siglo I. El deterioro del texto de Tarragona impide conocer qué puestos siguieron a este destino; sin embargo, en las primeras décadas del siglo II Quintus Porcius Vetustinus había regresado a la Península Ibérica, en donde fue elegido por la asamblea provincial de la Hispania citerior (concilium) para ocupar el sacerdocio del culto al Emperador en Tarragona (flamen provinciae Hispaniae citerioris) en representación de esa provincia.


En el Norte de Portugal, en Chaves (antigua Aquae Flaviae), se halló una inscripción en la que se cita a un tal Aemilianus Flacus, natural de Iuliobriga; era "signifer" (portador de las enseñas, alférez) de la Legio II Augusta, una legión que combatió en Cantabria durante las guerras en tiempos de Augusto y que luego, en el año 10 de la Era Cristiana, fue trasladada al frente del Rin.

En una aldea de Asturias se encontró también otra lápida donde parece se cita a un individuo de Iuliobriga, pero la lectura es dudosa.

En el norte de África se encontraron dos lápidas referidas a dos muchachos iuliobrigenses legionarios de la Legio VII Gemina, en el Norte de África. Una de las lápidas menciona a un tal Stabilius Maternus, que murió a los treinta años, llevando ya trece de servicio en la legión, lo que quiere decir que entró en caja a los diecisiete años, edad normal para estos servicios. La otra perteneció a un tal Valerius Rufinus, que murió a los veintiocho años, tras nueve de servicio, es decir, que entró en la legión a los diecinueve años.