Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 26 de junio de 2022

Julián de la Presa Zorrilla, la Sociedad Benéfica Burgalesa de La Habana y una escuela de Criales.

 
La emigración a Cuba empezó el año 0 de la conquista (se estima que entre 1500 y 1650 pasaron a América 450.000 peninsulares) pero nos vamos a centrar en la emigración “moderna”. Desde mediados del siglo XIX se disparó la emigración europea al mundo. No solo salieron emigrantes de Italia como nos contaba la vieja serie “Marco, de los Apeninos a los Andes” o los irlandeses a EEUU que ha sido reflejada en múltiples películas Yankees. Nuestros compatriotas salieron a caño abierto a La Argentina y Cuba. Se estima que, de 1882 a 1930, el cuarenta y ocho por ciento de los emigrantes españoles tuvieron como destino La Argentina, mientras que Cuba recibió el treinta y cuatro por ciento, Brasil el ocho por ciento, Uruguay el dos y medio por ciento y Méjico y EEUU el dos por ciento. En la Gran Antilla el flujo se mantuvo incluso cuando se independizó. Además, tras 1898, los españoles conservaron sus propiedades y hubo una nueva riada de emigrantes en los primeros años del siglo XX.

 
Por supuesto la emigración se combinó con los movimientos poblacionales internos, pero, centrándonos en la salida al ancho mundo, diremos que la región española que más emigrantes ha aportado, entre 1885 y 1930, es Galicia, con el treinta y seis por ciento, a la que siguen, a gran distancia Asturias, Castilla y Cataluña, con el nueve por ciento cada una, mientras que Cantabria aportó el tres por ciento y el País Vasco el dos por ciento.
 
La gente que llegaba a Cuba se organizaba en asociaciones creadas por zonas de origen. El desarrollo del asociacionismo estuvo vinculado a ese efecto peculiar que hace que los del mismo lugar emigren al mismo sitio siguiendo la estela de emigrantes anteriores. Era “la llamada” que muchos hijos de Las Merindades recibieron para marchar a Madrid, Bilbao o Barcelona en los últimos setenta años. Allí los “llamadores” fueron transmitiendo a los recién llegados los comportamientos, conductas y costumbres de su nueva casa, generándose en las diferentes oleadas de éstos, intensas relaciones endogámicas que favorecían su agrupamiento y participación en las asociaciones que, con anterioridad, habían creado estos protectores. Las asociaciones españolas en Cuba, servían como canales de comunicación con la Madre Patria y permitían mantener una relación intensa con las comunidades de origen. Ellos, los emigrantes, mientras, buscaban el ascenso social en América mediante el trabajo duro, el ahorro, la acumulación y la inversión. Sin olvidar el deseo -que siempre existe- de retornar a su tierra natal.

 
Durante la mayor parte del siglo XIX, la situación de los inmigrantes españoles en Ultramar era realmente difícil y penosa, sobre todo en los primeros años y cuando no disponían del apoyo o protección de familiares o coterráneos llegados anteriormente y no contaban con recursos económicos. Este panorama se agravaba en Cuba por su climatología tropical generadora de graves enfermedades.
 
Esta estampa movió a las minorías de inmigrantes triunfadores, aquellos que habían logrado una posición económica desahogada, a preocuparse por estas situaciones. ¿Solo por amor al prójimo? Bueno, también para reducir o eliminar el riesgo de altercados sociales promovidos por sus compatriotas que podrían afectar negativamente a su medio de vida y su posición social. Las élites recurrirán a las tradicionales instituciones caritativas de beneficencia, modelos heredados del Antiguo régimen, que podían ser desarrollas desde la sociedad civil. En Cuba, finalizada la Guerra de los Diez años y promulgada la Constitución española de 1876, se pudo aplicar la Ley de Asociaciones y Reuniones Públicas. Hecho éste que provocó en toda la isla un auténtico espíritu asociativo. Las asociaciones radicadas en La Habana propiciaron nuevas prestaciones, como la construcción de panteones propios para acoger prioritariamente a los asociados fallecidos, estableciendo, igualmente, algunas pequeñas prestaciones pecuniarias a sus asociados jubilados y con escasos recursos. Ayudas médicas o pasajes de regreso a España.

Calle La Habana
 
Cuando se creaba una de estas entidades, se la dotaba de estatutos, reglamento y cargos. Después los promotores contactaban con sus lugares de origen para establecer una delegación autorizada de la nueva sociedad. Ésta era la encargada de hacer operativas “las intenciones y proyectos de la sociedad”. Así el inmigrante llegaba a convertirse con el tiempo en dirigente de la colectividad nacional, regional, comarcal o municipal, según el modelo de organización asociativa a que perteneciese. Aunque, generalmente, pertenecía a varias pues el éxito económico y social les impelía a participar en más de una asociación.
 
En 1893 se crea la “Sociedad Benéfica Burgalesa de La Habana”. El domicilio social estaba en La Habana, 79 esquina a Obra Pía. Aunque también pudo haber estado en esa calle de La Habana, 100. Su objetivo se centraba “en socorrer a los Burgaleses, sus esposas e hijos que, necesitándolo, imploren fundadamente su auxilio en caso de indigencia”. La circunscripción de sus funciones a las estrictamente caritativas limitaba su desarrollo, explicaba el escaso número de socios y su reducida operatividad en un principio. Su primer presidente será Fidel Alonso de Santocildes y Julián de la Presa Zorrilla será vocal, al menos, en 1894. Una buena parte de los burgaleses que vivían en La Habana y algunos residentes en otros lugares de la isla serán socios de esta sociedad. En 1930 la Sociedad Benéfica Burgalesa contaba con 173 socios y había invertido en socorros 214 pesos oro. En 1952 contaba con más de cuatrocientos afiliados.

 
El inmigrante recién llegado pasaba a formar parte del sistema que habían constituido sus predecesores, y las periódicas oleadas de nuevos inmigrantes perpetuaban la organización. La jerarquía existente dentro del campo laboral que ocupaban los inmigrantes permitía la explotación entre ellos mismos. Se conocía y aceptaba el hecho de que, a través de su sometimiento, poco a poco se ascendía en el escalafón laboral. Así, de chico de los recados y de los servicios más bajos, se pasaba a ser dependiente de tercera, de segunda y de primera y, con el paso de los años y a fuerza de ahorrar conseguiría ser socio del negocio, para posteriormente poder establecerse por su cuenta, generalmente asociado a otro u otros del terruño, en ocasiones mediante la obtención de préstamos de algún exitoso “paisano”. ¿Les suena a lo que hacen los chinos hoy en España?
 
Con la independencia cubana los españoles quedaron privados de los derechos civiles y limitó su acceso a la actividad política. Esta situación llevó a las asociaciones de emigrantes -incluida la burgalesa- a potenciar sus actividades de asistencia. La buena calidad de las prestaciones, sobre todo sanidad y la enseñanza, atrajo hacia los centros a numerosos españoles agrupados por su lugar de origen, aunque no estrictamente, y también a muchos cubanos.

 
Como hemos estado leyendo, una característica de los que emigraron con éxito fue la filantropía. No solo en Cuba, sino que se preocuparon de dotar a sus pueblos natales de escuelas, hospitales, asilos, iglesias, ateneos, casinos, fuentes, caminos, parques, de todo aquello que necesitaban y no tenían. Intentaron que sus paisanos tuviesen la cultura y el bienestar que ellos no habían tenido y que los expulsó de España. Ya hemos comentado en esta bitácora el caso de Domingo FernándezPeña que sabía de la necesidad de luchar contra el analfabetismo y contra la enseñanza poco eficiente.
 
En este ambiente, y con estas necesidades, llegó un joven Julián de la Presa Zorrilla a La Habana donde, seguramente, recorrería el proceso de aprendizaje desde los puestos más bajos hasta tener su comercio. Fue el propietario de la ferretería llamada “La Machina” -como la máquina de arbolar barcos- que estaba situado en la calle de San Pedro, 10 de La Habana. Se hizo con un respetable capital y fue un miembro activo y socio fundador de la asociación de burgaleses que hemos descrito arriba. Este señor, nacido hacia 1848, falleció el doce de diciembre de 1912 (12/12/12) en Begoña (Vizcaya) a los 64 años de edad y, entre sus legados, dejó a la Sociedad Benéfica Burgalesa la cantidad de 2.000 duros. O dólares, que de todo se lee.

Escuelas de Julián de la Presa
 
Lo encontramos en España porque había llegado ese verano para pasar unos meses de vacaciones. Estaba soltero y era natural de Criales, en Las Merindades (Burgos). Su testamento, otorgado en La Habana el 28 de abril de 1912 y que se protocolizó el 16 de enero de 1913 ante el Notario de aquella capital José Ramírez de Arellano, legó 15.000 pesos oro español para instituir en dicho su pueblo una escuela para niños y niñas. De esos 15.000 pesos se invirtieron en la construcción del edificio escuela 7.000 pesos. El resto fue a papel del Estado y con sus intereses se tendría que pagar al maestro y maestra, mobiliario y material de enseñanza. Nombró por patronos a sus hermanos Eusebio y Pedro Zorrilla Basteguieta (sí, hay lío con los apellidos, quizá fueron primos y no “hermanos”) y a su fallecimiento al Ayuntamiento de mencionado Críales.
 
Fallecido Eusebio, su otro hermano Pedro Zorrilla formalizó la escritura de fundación en 26 de agosto de 1922 ante el Notario de Medina de Pomar Teodoro Rodríguez Rivas, y teniendo en cuenta que el capital del legado era insuficiente para dotar de sueldo decente a dos maestros, en virtud de las facultades amplias que le concedió el fundador, y teniendo presente que en referido pueblo existía una escuela nacional mixta, creó una escuela de niñas dedicada a labores, economía doméstica, etc. El capital fundacional lo constituye una casa escuela y una inscripción intransferible numero 5.315 por un capital de 59.700 pesetas, que renta anualmente 1.910`40 pesetas. El sueldo de la señora Maestra era de 1.500 pesetas y el resto se destinó para material de enseñanza y reparos.

 
No solo había dejado estos legados citados, sino que, como dice una de las notas de prensa consultadas: “entre su inmensa fortuna, ha legado una partida de mandas a algunos familiares y amigos: lo legado pasa de ciento setenta y cuatro mil duros oro español”. Hemos comentado que se acordó de crear una escuela en su pueblo, pues también dispuso de 20.000 duros para la iglesia y cementerio de Criales. Y, aunque nos pille lejos físicamente, parte de su herencia se destinó a otras sociedades y asilos en Cuba.
 
Dispone de una calle en su pueblo y, a los cincuenta años de su muerte, se le dedicó una lápida situada bajo la torre, a la entrada de la iglesia: “A don Julián de la Presa, Hijo Predilecto e Insigne de esta Villa, en el 50 aniversario de su muerte, 12-XII-12. El vecindario le dedica este recuerdo conmemorativo y la calle alta. Criales, año 1962”.


 
 
 
Bibliografía:
 
“Apuntes sobre la historia de las antiguas Merindades de Castilla”. Julián García Sainz de Baranda.
Actas del Ayuntamiento de Medina de Pomar.
Periódico “El Papa-Moscas”.
Periódico “Diario de Burgos”.
“El sueño de muchos. La emigración Castellana y leonesa a América”. Juan Andrés Blanco Rodríguez.
“El asociacionismo y la promoción escolar de los Emigrantes del norte peninsular a América”. Trabajo coordinado por Moisés Llordén Miñambres y José Manuel Prieto Fernández del Viso.
Revista “Fuentes y documentos de la emigración castellana y leonesa”.
“El asociacionismo zamorano en Cuba: La Colonia Zamorana”. Juan Andrés Blanco Rodríguez, Ángel San Juan Marciel.
“El Centro Castellano en Cuba, 1909-1961”. Juan Andrés Blanco Rodríguez.
“Memoria de la Sociedad Benéfica Burgalesa” de 1895
 

domingo, 19 de junio de 2022

La cruz sobre mi pecho. Una novela de Kapi.

 
 
Vuelve con nosotros el escritor de Santurtzi (como ya les dije: “Santurce – la de la bilbainada- para los no entendidos”) Javier Peñalba Hernández (alias Kapi). Este caballero de unos cuarenta años logra saltar al pasado con la calidez de alguien que hubiera vivido los tiempos que relata. Para los de mi quinta resulta un chavalito nacido en 1983 y, como él se define, es un autodidacta a quien la vida le inspira. Y, ya que estamos con cifras, les diré que veranea en nuestra comarca desde que cumplió doce añitos.
 
Empezó en la literatura en 2011 con la publicación conjunta de un primer poemario “La liga de los Poetas” (Editorial Casa Eolo), publicó luego dos poemarios individuales y su novela debut “Soledad… mi fiel compañera”. Tras un parón de casi seis años publicará “Poemario indignado” (Ediciones oblicuas). A partir de esa obra optará por la auto publicación. Será así como vea la luz su problemática novela “La noche oscura” que trajimos a esta bitácora en 2018 y sobre la cual pueden leer en este enlace. La obra fue retirada de las librerías por decisión del autor. Esta situación no significaba que dejaba de publicar siendo su siguiente obra “Necrología del relato autosuficiente”, un libro de relatos.


 
Retomó la novela histórica con dos piezas entrelazadas que proyectan el deseo de crear una saga. En ellas cuenta la evolución de Santurtzi desde el último tercio del siglo XIX. Son “La batalla del Serantes” y “Entre sardinas y barrenas”. Una especie de “Episodios Nacionales” de su pueblo. No parará de publicar y añadirá a su biblioteca los poemarios “La luz de la crisálida” y “Canto a la libertad (diario de un confinamiento)”. Este último fruto del impacto que le produjo la pandemia del Covid 19.
 
Entre sus distinciones destacamos la Mención de honor en el primer Premio Internacional de Poesía Guadalquivir cautivo (2011); finalista ese mismo año en el VIII Concurso Anual de Cuento Breve y Poesía de “La Librería Mediática” (Venezuela); y su mención de honor en el sexagésimo séptimo concurso internacional de poesía y narrativa "Alianza de palabras" (2019).
 
“La cruz sobre mi pecho”, decíamos, es una nueva edición, revisada y mejorada, con datos añadidos que consiguen mayor fidelidad histórica, de “La noche oscura (Cillaperlata)”. Esta reedición de la novela sale con el apoyo de la editorial Ibera Ediciones y tiene un estilo más maduro y profesional. En ella conoceremos el entramado del espionaje Nazi en España a través de su primer representante y posterior cónsul en Bilbao, Friedhelm Burbach.
 
Este nazi nos trasladará a un pueblo -Cillaperlata-, una comarca y unas gentes únicas. La novela transcurre, principalmente, durante la década de los treinta del siglo XX. Conoceremos la guerra y la represión que se vivió durante y después de la guerra civil de 1936-1939. Y su miseria, la dura vida en el campo, la depuración de responsabilidades, el maquis... Es en este ambiente cuando uno de los 104 agentes nazis, que han vivido en España con la protección de Franco, es reclamado por la justicia internacional. Era al finalizar la segunda guerra mundial. Es cuando Friedrich Burbach, primer representante de Hitler en España y Portugal, nos entra en escena. Este hombre se escondió en una granja de Las Merindades.

Friedrich Burbach
 
Por las líneas del libro veremos desfilar -al paso de la oca- los albores de una locura y un genocidio. Situación almibarada por la dura, y bella, vida en el campo y en las industrias locales. Tal es el caso del molinero, el herrero, carboneros o resineros que se ganaron el sustento en una tierra lejana al desarrollo de cercanos lugares como Bilbao: El norte de Burgos.
 
Pueden encontrar esta novela en el correo j.penalba@outlook.es; en siguiente enlace dela editorial; y en las principales plataformas digitales: Corte Inglés, Fnac y Casa del libro. Pero, si sois de los míos, y preferís acudir a la librería de vuestro pueblo no tendréis problema alguno porque lo pueden pedir por plataforma.
 
¿El precio? 20 euritos.
 
 
Anexo:
 
Friedhelm Burbach: Nació en Herchen, Sieg, en la región de Bonn, Alemania, el 23 de julio de 1893. Cursó estudios secundarios en un pueblecito de Bad Godesberg, en el “evangelisches paedagogium” junto a Rudolf Hess, quien fuera uno de los mayores representantes del nazismo, mano derecha del Führer Adolf Hitler, y su hermano menor Alfred. En 1920 fue cuando inició su aprendizaje en temas comerciales en una empresa de Düsseldorf, actividad que desarrollaría poco tiempo después. Ese mismo año recala en España. Se instala en Barcelona donde establece negocios, para desplazarse a Bilbao y después a Vigo. Teniente en la gran guerra, la primera, habiendo participado en la batalla de Verdún y siendo reconocido con la Cruz de Hierro de primera clase por méritos de guerra ingresaría en el partido nazi (según los datos) en enero de 1931. Fue en esa época, en 1930, cuando recalaría en Lisboa, Portugal, tras haber pasado por Berlín. Lo haría con una misión: expandir el ideario nazi. Fue en Oporto, en los años veinte, donde conoce a su mujer Ilse Thumamm, con quien se casaría en Barcelona el 10 de diciembre de 1921, en el Consulado Alemán. De ahí que conozca la lengua y pueda desarrollarse, ser el candidato ideal en aquellas tierras. Trabajando como agente de exportaciones, sería el primer representante en España y Portugal del nazismo. Junio de 1933 será la fecha en la que abandone Portugal definitivamente, y tras un breve período de estancia en Berlín, de regreso nuevamente por España, ya que en 1934 fue nombrado director de la auslandorganisation (Organización en el extranjero del partido nazi) AO para ambos países, pasó por Madrid y después por Bilbao, donde residiría a partir de entonces. A finales de la guerra civil, tras haber prestado servicios a la AO intercambiando estancias entre España y Alemania, ocuparía definitivamente la sede del consulado situada en el número 12 de la calle Aguirre de Bilbao, donde ejercería el cargo de cónsul. Buscado por los aliados al finalizar la segunda guerra mundial, será escondido en una granja del Valle de Valdenubla, cerca de Trespaderne, y trasladado después a otro lugar llamado Villanueva de la Nia, cerca de Polientes, Cantabria, hasta que todo pasó. Regresaría apenas dos años después a Bilbao, donde viviría “ajeno” y “olvidado”… hasta el final de sus días. Murió en 1959 a la edad de 66 años debido a un accidente de tráfico sin haber sido juzgado ni condenado, amparado tras el manto del poder político y la iglesia de una España Franquista “neutral”, pero que no ocultó su simpatía por el nazismo. Hecho que se constata con acciones como aquella: escondiendo en su tierra a muchos de ellos. Murió llevándose a la tumba el secreto de sus operaciones a pesar de no haber escondido, nunca, ni renegado, su oscuro pasado.
 
 

domingo, 12 de junio de 2022

Visjueces: de la “V” a la “B”.

 
Desviémonos de la carretera de Villarcayo a Burgos a su paso por Villalaín para dirigirnos a la población que vamos a conocer. Hago un poco de trampa con el camino escogido porque su acceso importante es, hoy, el camino “pobre”.

 
En el área de Bisjueces hay muestras de ocupación desde el bajo imperio romano (siglos III-V) o, si me apuran, periodo visigodo como lo demostraría la lápida romana empotrada en un muro de su iglesia de San Juan Bautista. En ella vemos a un hombre con vestido largo, enmarcado en un arco de herradura, con una franja geométrica a su lado derecho. Deducimos que es solo un fragmento. Originalmente hubo de tener entre dos y tres personajes bajo arcos de medio punto, o de herradura, como el resto de estelas encontradas en Las Merindades.

 
Pero el primer documento que muestra que este pueblo existía se fecha en 1166. Ese año Pedro Rodríguez, hijo del conde Rodrigo González, empeña a favor del obispo Pedro de Burgos sus bienes en Visjueces que -lógicamente- perderían si él, o sus hijos, no pudieran pagar los 200 maravedís del empeño. Gómez Martín de Uizozes (Bisjueces) hace de testigo, en 1170, con motivo de una venta al monasterio de Rioseco que realiza Garci Garciaz de Siguenza y su mujer Urraca. El rey Alfonso VIII, en enero de 1186, confirmaba al monasterio de Rioseco sus propiedades en varios lugares y entre ellos se menciona “Uizuezes”. Todavía no se llama Bisjueces. Ni siquiera Visjueces.

 
Un tipo llamado -¿¡también!?- Gómez Martínez de Uizueces es -¿otra vez?- testigo en la donación que Lupo Martínez de Macoth hace en 1191 de lo que tenía en Torme y en Espinosa de los Monteros al monasterio de Oña. ¿Estarán emparentados Gómez Martín y Gómez Martínez? No lo sé. Da igual, no es nuestro tema esa investigación. En el siglo XII, aparece en el cartulario del monasterio de Rioseco una mención a la heredad que tenía en “Uigueces”. Pedro Ruiz de Uizieges, labrador de Uillafazera hace de testigo en el cambio de propiedades entre Marina, abadesa del monasterio de Villa Mayor, y Diego González. En 1246, el día de Santiago, existe la referencia a una carta que se escribió en Bizuezes, por la que Sancha Fernández y Fernando Díaz vendieron al monasterio de Oña una heredad en Tobalina.

 
Será en 1342 cuando sepamos que Inés Fernández de Isla, que era monja en el monasterio de las Huelgas de Burgos, tenía heredades en Vizuezes. En 1350 el Becerro de Behetrías anota Viruezos (Varruezes en el margen) y nos cuenta que el lugar es behetría y solariego. Pagaban al rey moneda y servicios y la parte solariega correspondía a Pedro Fernández de Velasco al que pagaban según acordaba con el casero. Manuel López Rojo no reconocía la presencia de Bisjueces en el dicho Becerro.

 
Y, es que, el nombre de este lugar fue cambiando -como hemos ido leyendo- hasta el definitivo de finales de la Edad Media. Por eso, tal vez, esa divergencia con relación a su presencia o ausencia del libro del Becerro de Behetrías. Algunos estudiosos ven el origen del nombre de Bisjueces en “Visoces” o “dos hoces”, dos pasos. Lo que es cierto, es que, alrededor de la poco probable etimología de los “dos jueces” se ha tejido cierta fábula. Incluso los Velasco aseguraron siempre que procedían de estos jueces y que en Bisjueces se asentaron los primeros de su apellido (¿En qué caserón o en qué torre?). Nuño Rasura y Laín Calvo juzgaban en un lugar llamado Fuente de Onzapata, Fuente Zapata o Fonzapata. El blog “Tierras de Burgos” nos cuenta que sigue existiendo un manantial llamado fuente de Onzapata situado cerquita del casco urbano.

Fuente de Onzapata (Cortesía de "Tierras de Burgos")
 
López Ruiz y doña Xence, moros de Medina de Pomar, tenían en 1399 un solar de casas tejadas y pajizas y heredades de pan y vino en Vizueces que vendieron a Juan de Velasco, camarero mayor del rey. Bisjueces tenía una casa fuerte propiedad de los Velasco que labraba Pedro González en enero de 1411 a cambio de una infurción o censo perpetuo. ¿Sería esta casa fuerte el actual hotel dado el tamaño de esta construcción? No tengo respuesta. Apenas un mes después, febrero de 1411, Juan de Velasco obtenía una infurción de 600 maravedís sobre una casa pajiza que tenía en el lugar de Vizuezes, esta venta da prueba de la existencia en el siglo XV de tejados de paja en las viviendas. Y antes lo sabemos por el texto de los musulmanes de Medina de Pomar.

 
Entre los años 1427 y 1452 se dona al monasterio de Rioseco un parral de vino en Cadero y una tierra de pan en el camino que va a Rebolleda. Que son zonas de Bisjueces. Parece que las posesiones de los monjes de Rioseco terminarían chocando con el concejo de Bisjueces. Entablaron un pleito en 1457 por términos y pastos con la granja de Hocina, que era del monasterio. Han sobrevivido las cartas de procuración del monasterio y la sentencia arbitraria, pronunciada por María de Velasco en Rebolleda, donde se delimitaron las propiedades de cada una de las partes.

 
En 1591 Bisjueces tenía 60 vecinos. De entre ellos, sabemos que cuarenta eran hidalgos, diez pecheros y dos clérigos. Treinta años después, el 16 de mayo de 1620, conocemos la existencia de un maestro de obras de Visjueces llamado Pedro Gutiérrez del Cerro que, ayudado por sus hijos y yerno, trabajó en el palacio de los Medinilla de Bocos.

 
Si mientras leían esto han estado paseando por la población seguro que sus pies les han acercado, como atraídos por un imán, a la iglesia de San Juan Bautista y su llamativo pórtico plateresco de bóveda de crucería que protege la portada renacentista. Según la Crónica de Álvaro de Luna, hubo una torre o casa fuerte en Bisjueces que García Sainz de Baranda identificó con parte baja de la torre de la iglesia. Resulta raro si pensamos que las iglesias se construían unas sobre otras. Quizá la casa fuerte estuviese en otro lugar -como hemos comentado arriba- y el templo fuese solamente una iglesia fortificada. Por su parte, la transición desde fortificación a iglesia podría surgir porque se cree que la de Bisjueces fue una de las torres quemadas por Pedro I durante la guerra civil castellana que perdió contra su medio hermano. Esa idea no casaría bien porque el coronamiento actual es una reforma del siglo XVIII, que enmascaró los elementos defensivos, pero se pueden ver las almenas embebidas en el recrecido de la torre. Esto, y la existencia de gárgolas, indica que la torre tuvo terraza defensiva descubierta y almenada, sobre la cual se colocó posteriormente la actual cubierta.

 
Tenemos, por aclarar, un templo renacentista (principios del siglo XVI) con trazas románicas como los reaprovechados nueve canecillos de la segunda mitad del siglo XII ornados con cabezas humanas, un cuadrúpedo, puntas de diamante y un tonel. Quizá haya más restos ocultos si aceptamos que la actual esté construida sobre los restos de la románica. El templo es de una sola nave abovedada con ábside rectangular. La torre es cuadrada con dos arcos gemelos en sus ocho huecos, imitando al románico y gárgolas en esquinas y remate en pináculos. Con dos campanas. La pila es gótica, sin adornos y base poligonal y el retablo mayor es barroco con un sagrario clasicista. Otro retablo tiene relieves del siglo XVI. Hay también un Calvario gótico. Sus libros parroquiales, que nos cuentan en cristiano el devenir de su historia, comienzan en 1589. Fue declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento el 6 de junio de 1991.

 
Volviendo a la portada destacan las columnas y los dos medallones con bustos de hombre y de mujer que, quizá fuesen los que encargaron la obra (entonces, ¿por qué no aparecen sus nombres en algún lado?). En el coronamiento, en sendas hornacinas, las efigies de San Pedro y San Pablo y entre ambos San Juan Bautista, patrono del lugar. Sobre ellos: Jesucristo. Las dos esculturas que quedan, en sus correspondientes hornacinas, son los famosos, y míticos, jueces castellanos Nuño Rasura y Laín Calvo. Se atribuye esta portada a Juan de Vallejo y a Simón de Colonia.

Diario de Burgos 1979
 
La portada, y el pórtico, no fueron baratos, costaron sus buenos dineros, pero tenemos que comprender que, a diferencia de hoy, el camino desde Burgos a la costa pasaba por aquí. Y eso significaba ingresos y trabajo. La ruta salía de Burgos por la puerta de San Gil y discurría por Villatoro, Vivar del Cid, Sotopalacios, Ventas de Quintanaortuño, Villaverde-Peñahorada, Peñahorada, Hontomín, Cernégula, El Cuerno o Villalta, Pesadas, El Almiñé, Puente-Arenas, desfiladero de Los Hocinos, Hocina, Incinillas, Bisjueces, El Vado, Medina de Pomar, Santurde, puente de Quintanilla de Pienza, Revilla de Pienza, Barcenillas del Ribero, El Ribero, Villasante -de donde se bifurca el camino a Bilbao-, Agüera de Montija, puerto de Sendero Enhiesto, El Prado, Valnera, Lanestosa, Ramales, y por el curso del río Asón, Bárcena, Rasines, Cereceda, Rocillo, Ampuero, Limpias, Colindres y llegaba a Laredo.

 
Sin olvidarnos que al norte de la sierra de la Tesla existió un paso de herradura entre Bisjueces y Valdivielso a través de Nuestra Señora de Pilas (Puertas) para descender hasta Puente Arenas y desde aquí al Paramo de Masa. A la subida se hallaban el santuario y venta de Valdemera, o de Adentro, que regentaba el monasterio de Rioseco hasta bien entrado el siglo XVIII.

 
La iglesia de San Juan Bautista y su cofradía es recordada en el testamento de Constanza, mujer de Ferrand Sánchez de Andino, señor de Rebolleda (Bisjueces) en 1484. Porque hubo una cofradía: la de la “Santa Vera Cruz”. Se multaba a los cofrades que no acudían a los entierros y en las colaciones se consumía escabeche, pan y vino. Y, no pensemos que sólo había un único lugar de culto, puesto que existían las siguientes ermitas: San Esteban, San Pedro, La Magdalena y San Roque. Con motivo de la visita del arzobispo en el año de 1706 se ordenó bajo "la pena de excomunión mayor" que en la ermita de San Esteban se reparase el tejado y la puerta, al estar tapiada y no celebrarse liturgia.

Cortesía de María del Carmen Arribas Magro
 
No sé si los representantes del catastro del marqués de La Ensenada, aquel veintitrés de junio de 1753, verían esa iglesia como la vemos nosotros, pero sabemos que Bernardo Ramírez de Arellano -abogado de los Reales Concejos- fue el interrogador que se reunió con Juan Alonso de Celada (el cura), Francisco Núñez y Juan de Gandía -hidalgos- y Tomás Francisco Núñez, José Gandía y Pedro del Cerro, labradores. Confirmaron que era un lugar de realengo. Cultivaban trigo y cebada. Además, disfrutaban de manzanos, nogales, ciruelos, cerezos, membrillos, olmos, robles y perales.

 
Había dos molinos de pan. Uno de José Ruiz de Salazar, cura beneficiado de Barruelo, y otro de Andrés Álvarez. Tenían treinta y cinco colmenas para endulzarse la vida. Se las repartían Juan Antonio de Celada, Juan de Rueda, Lorenzo y María Alonso de Celada, Juan de Gandía, A. Álvarez, Juan Gutiérrez, Gabriel Diez de Incinillas, María Ruiz y Francisco Alonso de Celada. Muchos Celadas, como vemos.

 
Había bueyes, pollinos, vacas, ovejas -parideras, para leche y lana- y algún caballo de silla. Figuraban veinticuatro vecinos y siete viudas que se repartían entre treinta y tres casas habitadas -había seis vacías-, trece pajares separados de las casas, una fragua y la casa concejo. Había una taberna que el concejo arrendaba a Benito Martínez y un horno comunitario.
 
Había dos curas: Juan Alonso de Celada, que era el cura beneficiado, y Manuel de la Cuesta, medio racionero.

 
Durante la década ominosa, Sebastián Miñano analizó la situación de España y nos informó que Visjueces tenía 204 habitantes, que no vecinos (solo cuarenta y cinco), y que producía grano. Pastaban en sus tierras ovejas, caballos y vacas.

 
A mediados del siglo XIX, gracias al diccionario Madoz tenemos esta referencia a Bisjueces:
 
“VISJUECES: I. en la prov., aud. terr., c. g. y dióc. de Burgos (43 leg.), part. jud. de Villarcayo (4), ayunt. de la merindad de Castilla la Vieja; Situado al pie de una cuesta; Reinan los vientos del N. y O.; su clima es frío pero sano y se padecen constipados e inflamaciones. Tiene 62 casas; escuela de instrucción primaria; iglesia Parroquial dedicada a San Juan Bautista, servida por un cura párroco; próximo a ella se encuentra el cementerio; el templo es de buena arquitectura. En su pórtico se ven estatuas de piedra de los dos primeros jueces de Castilla, Laín Calvo y Nuño Rasura, sentados en ademán de administrar justicia; según la tradición era este pueblo el lugar donde aquella se administraba, y de ahí la etimología del nombre de Visjueces. El término confina: N. Andino; E. La Aldea y La Rad; S. el r. Tesla y O. Incinillas. En él se encuentra la ermita de San Roque y el despoblado nombrado Rebolleda. El terreno es de mediana calidad; la parte montuosa está poblada de encinas y carrascos; Corren por él algunos arroyuelos afluentes del río Tesla. Los caminos son locales. El correo se recibe de Villarcayo. Producción: cereales, legumbres y lino. Cría ganado cabrío y vacuno; caza de perdices y codornices. Población: 37 vecinos, 132 almas. Capacidad productiva: 786.600 rs. Imp. 73.141. Contr.: 56.”

 
En 1863 habitaban 237 personas en Visjueces y el sacerdote encargado de la iglesia parroquial de San Juan Bautista era Juan Marañón, de 41 años. En el año 1863 había organista. Este cura continuaba allí en 1872 cuidando del mundo espiritual de 261 habitantes. Curiosamente había aumentado su número frente a nueve años antes.

 
En 1881 el diccionario Riera no contaba lo siguiente:
 
“VISJUECES.—L. agreg. al ayunt. de Merindad de Castilla la Vieja, cuya casa consistorial está en Villarcayo, del que dista la localidad que describimos 5'4 k. Cuenta sobre unos 260 hab. y 97 edif., de los que 32 están inhabitados. Org. civ. Corresponde á la prov. de Burgos y contribuye, con su ayunt., para las elecciones de diputados provinciales y las de Cortes. - Org. mil. O. G. y G. M. de Burgos. -Org. ecle. Pertenece á la dióc. de Burgos, al arciprestazgo de Villarcayo, y tiene una iglesia parroquial, dedicada á San Juan Bautista, cuyo curato es de entrada. -Org.jud. Pertenece al part. jud. de Villarcayo, y á las aud. de lo criminal y territ. de Búrgos. Org. econ. Para el pago de contr. depende de la Delegación de Hacienda de su prov. - S. Púb. Recibe y expide la corr. por la A. de Madrid á Irún, estación de Bribiesca, cn. de Ramales, esf. de Medina de Pomar y pt. de Villarcayo. -Ob. púb. y med. de com. Para sus transportes y relaciones se sirve de los caminos que cruzan su térm. municipal. - Ins. púb. El ayunt. costea de fondos municipales una escuela incompleta para ambos sexos. - Art., of., ind. La única industria. de este agreg. es la agrícola. - Pob. Nada de notable ofrecen los edif. que la constituyen. - Sit. geog. y top. (Véase el artí- culo de su ayunt.)”.

 
Siguiendo nuestro recorrido por este pueblo vemos en una casa una ventana geminada torpe mente mutilada. Sobre su dintel está esculpido un sencillo escudo de clérigo en el que figuran una cruz, un aspa y dos llaves, puestas en sotuer, todo ello puesto en palo. Otro elemento llamativo es la amalgama de edificios adosados entre los que se encuentra un coqueto hotelito donde destacamos una ventana renacentista ricamente trabajada y una reconstrucción ventral en la misma fachada. Este es, con diferencia, el edificio más alto de Bisjueces haciéndonos soñar con que esta fuese la torre fortificada. Soñar es libre. Si, mirando esta fachada, giramos la cabeza a la derecha nos encontramos con otra ventana de buena labra renacentista donde se enmarca plenamente el vano. Distribuidas por el pueblo nos encontramos otras pequeñas joyas que nos hablan de la antigüedad del lugar: una puesta ornamentada que ya está medio arruinada, casas de estilo montañés con la solana en la última planta, puestas altas, casonas sin escudo, desgastadas y vetustas ventanas en su origen geminadas…


Gracias a Dios no hay huellas, o no las hemos identificado, de las dos casas incendiadas a finales de septiembre de 1899. Eso sí, conocemos el nombre del profesor que impartió en la escuela de Visjueces al menos desde 1894 y hasta 1906. Se llamó Segundo Peña. El párroco en 1906 seguía siendo Juan Marañón. ¡Con 84 años! En 1894 había 39 casas habitadas y, en 1900, unos 183 habitantes.

 
Bueno, para 1908 tenemos cambios entre las gentes de respeto del lugar: el nuevo párroco es Marcelino Alonso y el profesor respondía al nombre de Miguel Jaime Lázara. Siguen, al menos, hasta 1911. Antes de 1934 llegará a Bisjueces, como párroco, Simón Hurtado Estalayo del que sabemos que en el año 1962 continuaba dando misa en este pueblo. Sobre los profesores de antes de la guerra de 1936 a 1939 sabemos que, al menos, desde 1924 instruía Cayo Torres que será sustituido por José Casasayas Romá en 1930. ¿Hasta cuándo estuvo? Hasta 1933 que marchó a Lloret de Mar.

 
Tras la guerra civil de 1936 a 1939 -exactamente en 1950- tenemos 255 residentes en Bisjueces que se distribuían en sesenta y cinco viviendas y tenían dos docenas de edificaciones destinadas a otros usos. En el año 2000 tenía cincuenta y nueve residentes.

 
En una finca la Asociación de "Amigos de Villarcayo y de Merindad de Castilla la Vieja", erigió hace años un monolito en recuerdo a los primeros Jueces castellanos.
 
Bisjueces contuvo algunos despoblados: San Pedro con ermita del mismo nombre, La Magdalena, la de San Roque y el probable eremitorio de San Esteban, todos ellos citados en 1707, y el de Villa Berzosa.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Amo a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Arquitectura fortificada en la provincia de Burgos”. Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar”. Pascual Madoz.
“Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal”. Sebastián Miñano.
“Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de ultramar”. Pablo Riera Sans.
“Burgos. Todo el románico”. Guías del románico.
Estadística del Arzobispado de Burgos del año 1872.
Estadística del Arzobispado de Burgos del año 1863.
Censo de población de las provincias y partidos de la corona de Castilla en el siglo XVI.
Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España formado por el Instituto Nacional de Estadística con referencia al 31 de diciembre de 1950.
“Caminos burgaleses: los caminos del norte (Siglos XV y XVI)”. Salvador Domingo Mena.
“Villarcayo, capital de la comarca Merindades”. Manuel López Rojo.
“Las Siete Merindades de Castilla Vieja. Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres y Montija”. María del Carmen Arribas Magro.
“Blasones y linajes de la provincia de Burgos. V Partido judicial de Villarcayo”. Francisco Oñate Gómez.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración”.
Indicador general de la industria y el comercio de Burgos (1894).
Blog “Tierras de Burgos”.
www.condadodecastilla.es
Hotel rural “la torre de Bisjueces”.
http://www.castillosdelolvido.com/
Catastro del Marqués de la Ensenada.
“Casas de la nobleza en Las Merindades y en La Bureba (siglo XVII). Datos para su estudio”. Lena S. Iglesias Rouco y María José Zaparaín Yáñez.
Periódico “Diario de Burgos”.
Boletín Oficial del Estado del Reino de España.


A Cristina y a sus padres.
  

domingo, 5 de junio de 2022

AMORES DESORDENADOS EN LAS MERINDADES

 
 
Un artículo de Ricardo San Martín Vadillo.
 
 
Mucho dudé sobre qué título ponerle a este artículo. Barajé varias posibilidades: “Adulterio y estupro: pleitos y muertes”, “Pecar en Las Merindades en la Edad Media”; al final opté por uno más breve: “Amores desordenados”. El tema no es nuevo para mí, ya lo traté en un apartado de mi libro “Estudios de Alcalá y su término” (2017), en el capítulo “Amor carnal en la Alcalá medieval”. Hablaba entonces del adulterio, el rapto, las violaciones y las mancebías.
 
En esta ocasión estudiaremos documentos sobre adulterios, mancebas de clérigos, estupro, violación y las consecuencias penales de estos actos: pleitos, condenas, perdones reales y muertes, todo ello referido a Las Merindades. No quiero transmitir la impresión de que nuestra zona fuese históricamente más proclive a estos excesos que otras regiones, quizás lo fuese en menor grado que otros lugares, a tenor del volumen de documentación encontrada por tales hechos.

 
El tema ha sido ampliamente estudiado en muchas de sus variantes: social, sexual, religioso, legislativo, etc. Les invito a leer la bibliografía al final del artículo. He de decir que este trabajo, basado en la lectura de documentos de varios siglos, no pretende dar una visión caótica y anormal de la vida sexual de las gentes de Las Merindades de antaño. ¡Todo lo contrario! Estos documentos muestran casos aislados -si bien en algunos aspectos numerosos- de ciertos actos de fuerza en las relaciones sexuales. Nada reflejan estos pliegos de la mayoría de la población que vivieron esa sexualidad de forma normal, con respeto y cariño por su pareja viviendo largos idilios llenos de afecto y cariño.
 
El artículo sí muestra ciertas conductas individuales en lo referente al adulterio, sin poder mostrar las motivaciones personales que llevaron a esos comportamientos. Por otro lado, debo hacer notar que todos los documentos recogen solo actos de acusación por adulterio femenino, olvidando los llevados a cabo por los varones que, por supuesto, debió haberlos en igual o mayor número, pero la sociedad ha culpabilizado durante mucho tiempo a la mujer de las infidelidades y ha tenido una consideración benevolente con el adulterio masculino, tanto a nivel social como penal.

 
Dicho todo lo cual, he de indicar que, examinados los fondos del Archivo Municipal de Villarcayo (Fondo Corregimiento), de un total de unos 2.189 documentos no he encontrado ninguno referido a adulterio, aunque pueden estar “enmascarados” como pleitos por maltrato o violencia. Tampoco he encontrado ninguno referido a violación o rapto. Sí he encontrado catorce documentos, acusaciones y querellas por estupro, malos tratos, y abusos ilícitos:
 
  • Documento número 461: Auto criminal entre Casilda de Vallejo, vecina de Villalaín, y Diego Zorrilla, vecino de Cigüenza, sobre estupro y daños (9 de septiembre de 1724).
  • Doc. número 464: Pleito criminal sobre el mismo asunto entre Casilda de Vallejo y Diego Zorrilla (17 de enero de 1725 al 27 de mayo de 1726).
  • Número 652: Manuela Sarabia demanda a José Martínez, como heredero de su hijo, Antonio Martínez, por estupro y daños (7 de mayo de 1748).
  • Número 717: Autos criminales seguidos por Domingo Marañón contra Mateo del Río sobre estupro en la persona de Bernardo Marañón (5 de marzo de 1756). He encontrado otras tres denuncias con sus respectivos juicios contra este individuo, vecino de Escaño: por malos tratos contra su mujer, por escándalo público y alboroto y por excesos, malos tratos y amenazas contra su madrastra. Todo ello da clara idea de la catadura moral de esta persona.
  • Número 765: Auto criminal contra Francisco Fernández por estupro y embarazo de Jerónima Martínez (4 de marzo de 1758).
  • Número 887, Auto de oficio contra Manuel de Pereda por abusos ilícitos en la persona de Rafaela Ruiz de Ogarrio (3 de julio de 1767).
  • Número 904: Querella interpuesta por Felipe Ruiz de Rebolleda contra Juan Ruiz de Rebolleda, por estupro en la persona de María Ruiz de Rebolleda (3 de septiembre de 1768).
  • Número 932: Auto criminal contra Francisco Fernández de Cuevas por estupro y daños a Felipe García (20 de septiembre de 1769).
  • Número 953: Auto criminal contra José Sánchez por estupro y daños a Marcela Ruiz (21 de noviembre de 1769).
  • Número 1.036: Auto de oficio contra Antonio González por estupro en la persona de Micaela Pérez (22 de febrero de 1777).
  • Número 1.087: Auto criminal contra Eugenio de Calera por gravidez y estupro de Catalina de Tobalina (16 de septiembre de 1780).
  • Número 1.239: Querella interpuesta por Antonio Ortiz, vecino de Villasante, contra Tomás García, residente en Revilla, por estupro en la persona de María Ortiz (25 de febrero de 1796).
  • Número 1.365: Miguel Pérez denuncia a Zacarías Martínez por estupro en la persona de su hija María Pérez (1799).
  • Número 1.432: Querella puesta por Mónica de Vayllo contra Vermundo de Perea por estupro de Teresa García (5 de enero de 1812).
 
Quizás estadísticamente estos catorce casos de denuncia por estupro no representen un alto porcentaje en el total de los 2.189 documentos, pero sí apuntan a una tendencia en los pueblos de Las Merindades entre los siglos XVI y XIX: el engaño y abuso de mujeres por parte de algunos varones. Si bien el Derecho distingue entre estupro (relación sexual con una doncella, a veces una menor, aplicando el engaño) y violación (relación sexual donde se fuerza a la mujer).

 
En lo tocante a los casos de adulterio, dicen Iñaki Bazán y Ricardo Córdoba: “Durante la Edad Media existió una alta tasa de ilegitimidad, prueba inequívoca de la existencia de relaciones sexuales extraconyugales. Cinco razones justificarían tales comportamientos. Primera, la propia concepción del matrimonio cristiano, monógamo, indisoluble y al margen del placer sexual. Segunda, una sociedad en la que el sistema ideológico reconocía únicamente como estados perfectos el eclesiástico y el matrimonial debía disponer, necesariamente, de una puerta trasera abierta a otro tipo de vínculos hombre-mujer, aunque sin aceptarlos legalmente, sí tolerados, fundamentalmente para aquellos que no podían casarse debido a sus circunstancias sociales y económicas. Tercera, las estrategias familiares unían parejas que carecían de vínculos afectivos. Cuarta, la subordinación de la esposa a los deseos sexuales del marido sin que éste tuviera en cuenta los de aquélla. y quinta, la búsqueda de un heredero cuando éste no se conseguía dentro del propio matrimonio”.
 
Llegamos ya hasta alguno de los documentos que vocean adulterios en Las Merindades. Comienzo por el caso de Gonzalo de Velasco, vecino del valle de Valdeporres y señor de la casa de Revilla, que acusa a su mujer, Leonor de Bustamante, de adúltera y de prácticas maléficas. Sin embargo, ella niega este hecho. Tres son los documentos que pueden que ya hayan leído en mi libro “Las Merindades: documentos para su historia”, ya presentado en esta bitácora. Don Gonzalo acusó a su esposa de “adulterio que diz que cometyó con Lope de Pereda, vesyno de Quizedo, e con Diego Ruiz, vesyno de San Martín de Porres”. Doña Leonor escapa del hogar conyugal y busca apoyos entre familiares y conocidos y defiende su causa por medio de su procurador en Burgos (aunque el juicio se celebró en Medina de Pomar). Don Gonzalo no logra que algunos de sus testigos presten declaración: “se detoviesen, e mandásemos lleuar al dicho Martín Fernándes e a la dicha su muger ante los dichos alcalde e aconpañados a buen recabdo, por manera que non se avsentase fasta que ayasen jurado e dicho sus dichos e depusiçiones”. Doña Leonor es apresada y encarcelada y dada sentencia en el juicio: “vista la prouaçión fecha en la cabsa prençipal e el quebrantamiento de la cárçel, dio e pronunçió sentençia por la qual, en efetto, dis que condenó a la dicha su muger, que le fuese entregada ella e todos sus bienes para que él fesyese de ella e de ellos lo que quisiese”.

 
Curiosamente parece ser que Gonzalo de Velasco y su mujer, Leonor de Bustamante, yacen en el mismo enterramiento. Así se contiene en el artículo de Francisco de Arróspide y Ruiz de Arana, “La Casa de los Revilla, siete siglos al servicio de la monarquía española”, al hablar de la villa de Rozas, Merindad de Valdeporres, y su iglesia, dice: “Aquí yace Gonzalo de Velasco, hijo de Fernán Sánchez de Velasco, y su mujer doña Leonor de Bustamante, hija de Alonso Fernández de Bustamante, señor de este solar. Murió el año 1502, siendo de la Orden de Santiago”.
 
Más: tenemos a Gutierre Guazo, corregidor de la Merindad de Campo, que a petición de Fernand López Borricón, vecino del lugar de "Bonigones", estudia la querella contra don Luis Manrique porque estando desposado con Marina, hija de Fernando de la Puente, vecino del lugar de San Martín de Elines, el citado don Luis cometió adulterio con la dicha su mujer. Fechado en Burgos a 10 de julio de 1495. Dice el marido, Fernand López Borricón: “el dicho don Luis, con poco themor de Dios y menospresçio de nuestra justiçia ha tenido e tiene por fuerça e contra su voluntad a la dicha su esposa en la casa de Sant Martín de la lancha de Felines (Elines) e en otras partes, e ella está con él e ha cometido adulterio e se ha enpreñado e parido de el dicho don Luis dos veses”. Hay contradicción en lo declarado por el marido pues en un principio dice que el tal Luis Manrique retiene a su esposa, Marina “por fuerza y contra su voluntad”, pero más adelante acusa a su mujer de estar voluntariamente huida del hogar familiar y conviviendo con Luis, del cual ha quedado preñada por dos veces. Los Reyes Católicos, por medio de su Consejo dictaminan que: “prendades los cuerpos a los dichos don Luis e Marina e así presos, llamadas e oydas las partes a quien atañe, fagáis e administréis çerca de ello conplimiento de justiçia al dicho Fernand Lópes”.

 
El siguiente documento me llama la atención, pues supone una defensa por parte de los Reyes Católicos y su Consejo de la honestidad de una mujer: Se ordena a los alcaldes de Espinosa de los Monteros que no agravien a María Sánchez del Campo, desposada con Pedro Marroquín, vecinos de dicha villa, a la que habían acusado de adulterio (Burgos, 21 de noviembre de 1496). Sabe María defender su honra: “Sepades que María Sánches del Canpo, veçina de esa dicha villa, nos hiso [relaçión] por su petiçión desyendo que seyendo ella desposada por palavras e de presente con Pedro Marroquyn, vesyno de la dicha villa (Espinosa de los Monteros), vosotros, por alguna enymystad que con ella tenéys, dis que haséys pesquisa general de la manera que ella vyue, desyendo que tyene amistad con alguna persona, e dis que avnque fuese verdad que ella ouiese cometido adulterio, que non es ny tal con verdad podía pareçeros, non podéys de vuestro ofiçio nyn a pedimiento de persona alguna proçeder contra ella [...] nos suplycó e pedió por merçed çerca de ello le mandásemos proveer mandandovos que no proçediésedes nin fisyedes pesquysa sobre la dicha rasón”. Señala María Sánchez una posible causa de la acusación: la malquerencia contra ella, la envidia y la difamación, muy comunes en los pueblos pequeños.
 
Pero sigamos con más pleitos que para eso estamos aquí, en el “Sálvame deluxe” del siglo XVI. Ejecutoria del pleito litigado por Fernando de Barrio, vecino de Orbaneja del Castillo (Burgos), con Inés, su esposa, sobre adulterio. Valladolid, 5 de noviembre de 1500. En este documento Fernando o Hernando de Barrio, vecino de Orbaneja del Castillo, acusa de adulterio a Inés de los Higales, hija de Hernando de los Higales, ya difunto. De la tal Inés se escribe “diz que perpetró e cometyó muchas e diversas vezes adulterio con Pero Fernández, cligo (clérigo), veçino de la dicha villa, e con otros que presto declararon çiertos días de los meses del año que pasó deste presente año [...] Y (ella) se aver absentado en la yglesia de la dicha villa, las quales penas devía padesçer en su persona e vienes [...] le entregasen [al marido] a la dicha Ynés con su persona e vienes, confome a la ley del fuero para que fiziese della e de sus vienes lo que quesiese”.

 
En general, todos los documentos vienen a coincidir en pedir el marido “ofendido” que se le entregue la mujer adúltera y sus bienes “para haçer della lo que quisiese”. Varias posibilidades se abrían: la venganza del marido despechado, dando muerte a su mujer y al amante. O bien el perdón del marido a su mujer, retornando a la cohabitación. Así lo recogen las Leyes de Toro (1505) que establecían respecto al adulterio: “Si el esposo los hayare en uno, que los pueda matar, si quisiere, ambos a dos, así que no pueda matar al uno, y dexar al otro”. No obstante, no tenía por qué existir un final trágico, se podía dar el perdón: “Si después que la muger ha fecho el adulterio, la recibe el marido en su lecho a sabiendas, o la tiene en su casa como a su muger [...] entiéndase que la perdonó”.

 
Vamos a menudear con unos cuantos casos más:
 
  • Ejecutoria del pleito litigado por María Fernández Zorrilla con Diego Sánchez de Villa, su marido, vecinos de Valle de Mena (Burgos), sobre la acusación contra María Fernández Zorrilla por adulterio y robo de los bienes de su marido.
  • Ejecutoria del pleito litigado por Lope de Porras, montero de la guardia del rey, con Juana Martínez de Angulo, su mujer, vecinos de Espinosa de los Monteros (Burgos), sobre adulterio. 2 de marzo de 1529.
  • Ejecutoria del pleito litigado por Rodrigo de Porras con Lope de Porras, su hermano, ambos monteros del rey y vecinos de Espinosa de los Monteros (Burgos), sobre el adulterio. 23 de octubre de 1529.
  • Ejecutoria del pleito litigado por Fernando de Oteo con Catalina de Valluerca, su mujer, vecinos de San Pantaleón de Losa (Burgos), sobre adulterio. 13 de marzo de 1529.
 
¿Cuáles son los hechos en este caso que sigue? Ejecutoria del pleito litigado por Francisco Marañón, vecino de Medina de Pomar (Burgos), con María Sarabia de la Peña, su mujer y Juan del Hierro Salinas y el bachiller Carrasco, médico y Ana de Medinilla, vecinos de dicha villa, sobre adulterio de María Sarabia con Juan del Hierro (11 de octubre de 1570). Francisco Marañón, como acusador, denuncia a su mujer, María Sarabia de la Peña, a Juan del Hierro Salinas y al bachiller Carrasco, médico, todos ellos vecinos de Medina de Pomar. El marido comparece en Villalmanzo (cerca de Lerma) el 1 de marzo de 1568 y acusa a su mujer de tener relaciones sexuales continuadas con Juan del Hierro Salinas: “abían tenido dibersas bezes açeso carnal [...] y abían dormido carnalmente, así en su casa como en otras partes, y del dicho ayuntamiento e cópula carnal la dicha su muger se abía enpreñado”. Pide el marido engañado que “ambos a dos e todos sus bienes le fuesen entregados e metidos en su poder para que los matase o perdonase e hiziese dellos a su boluntad”. El marido señala su temor a “que no se le haga justicia” pues: “los demás açepados partíçipes del dicho delito heran muy enparentados e grandes amigos de la justiçia de la dicha villa de Medina de Pumar en tanto grado que no se hazía en ella syno lo que ellos querían”. Sea por este hecho, sea porque los procuradores del acusado y de Inés supieron defender su inocencia, leeremos la sentencia del licenciado Bravo de Sotomayor: “fallo, atentos los auttos e méritos del proçeso, que debo de absoluer y absuelbo y doy por libre al dicho Juan del Hierro Salinas de todo lo contra él pedido y acusado por el dicho Françisco Marañón, e por esta mi sentençia definitiba juzgamos e así lo pronunçio e mando sin costas”.

 
Otro caso más de posible adulterio: Ejecutoria del pleito litigado por Sebastián Ruiz y Catalina Martínez, su mujer, vecinos de Ahedo de Linares (Burgos), con Juan López, vecino de dicho lugar, sobre adulterio cometido por Juan López con Catalina Martínez (17 de septiembre de 1582).

Cortesía de Pilar Pereda Díaz
 
Por lo que respecta a las mancebas y mancebías, también llamadas “casas de las mujeres públicas”, casas de lenocinio, prostíbulos o más comúnmente casas de putas, en mi artículo “El amor carnal en la Alcalá medieval”, en “Estudios de Alcalá y su término”, se habla de ellas varias veces en las actas de Cabildo. San Agustín consideraba que las mancebías eran necesarias para que hubiese paz y tranquilidad en las familias y ciudades. ¡Si se cerrasen sería la revolución! Hubo prostitutas que gozaron de un cierto prestigio social, tal es el caso de María Pérez Balteira, en el siglo XIII. En tiempos de Alfonso XI el oficio de prostituta estuvo perseguido: se les obligaba a llevar tocas azafranadas para diferenciarlas de las mujeres honestas. Pero sucedió que el uso de ese tipo de toca se puso de moda entre todas las mujeres. Se dispuso que las putas llevasen un prendedero de oropel en la cabeza (se recoge en unas ordenanzas de los Reyes Católicos de 1502), lo cual, de nuevo, se puso de moda entre todas las mujeres.

 
Fueron los Reyes Católicos quienes potenciaron la creación de mancebías. Para tal hecho eran necesarias una serie de condiciones en la ciudad:
 
  • Un número de pobladores lo suficientemente alto.
  • Estar situada en un nudo de comunicaciones.
  • La existencia de una población flotante propiciada por un nudo de comunicaciones o un centro de comercio
 
La presencia de una mancebía regulaba la práctica de la prostitución, la limitaba a ese espacio geográfico y fue una fuente de ingresos para esas ciudades. Así ocurrió con la de Alcalá la Real como recoge el documento “Liçencia para azer vna casa para las mugeres públicas e lo que rentase sea para propios”: “Por parte de la çibdad de Alcalá la Real nos fue fecha relaçión diziendo que esa dicha çibdad está muy nesçesitada y no tiene con qué conplir sus nesçesidades, e que en ella ay falta de casas e logar señalado donde ayan de estar las mugeres públicas, y nos suplicastes e pedistes por merçed vos diésemos liçençia e facultad para que pudiésedes fazer las dichas casas y mançebía, e que la renta que asy rentase quedase perpetua para propios de esa dicha çíbdad, e mandásemos que en otra parte no pudiesen estar las dichas mugeres a sacar dineros, saluo en dichas casas e sitio e logar que señalásedes”.

 
Las mancebías funcionaban como casas propiedad de particulares o de las mismas ciudades, que generalmente arrendaban a un particular. En los momentos en que había peste se prohibía el acceso a la mancebía para evitar la propagación de la peste y se cerraban las puertas de la ciudad.
 
Caso aparte es el de “las mancebas de clérigos”. El siguiente documento me llamó la atención desde el momento en que lo encontré y lo transcribí. ¡Imagínense el revuelo que se debió crear en el pueblo! Es un escándalo en Cilleruelo a causa de una pesquisa sobre las mancebas de clérigos (Burgos, 22 de mayo de 1489). A Cilleruelo llegaron los clérigos “Juan Véles e Alfonso Véles, venistes al dicho logar de Çilleruelo e que los mostrastes vna nuestra carta e prouisión desyendo ser nuestra para aver de faser pesquisa sobre las mançebas públicas de los clérigos por virtud de la qual dis que tomastes e reçebistes los dichos e deposyçiones de muchos testigos, sus vesynos e de esa nuestra parte, e dis que vno de vosotros preguntava como jues e el otro asentava como escriuano, estendiendovos a preguntar muchas cosas contra las mugeres casadas e de buena fama, sy sabían o creyan que fuesen mançebas de clérigos, preguntando otras muchas cosas contra sus onrras e de sus mugeres, e dis que fecha la dicha pesquisa la lleuastes con vosotros syn querer dar copia de ella a persona ninguna, e dis que por cabsa de lo susodicho son recreçidos entre los veçinos del dicho logar muy grandes escándalos y malquerençia, en tal manera que dis que están en estado de se perder e matar los vnos a los otros, sy por nos prestamente non fuese mandado remediar”. Esa extraña investigación -¿a petición y por orden de quién?- causó un terremoto emocional en el pueblo, tanto que los vecinos estaban “a matar los unos a los otros”.

 
Los preceptos morales y religiosos del catolicismo prohibían las relaciones sexuales a los ministros de la Iglesia, pero la realidad es que éstas se daban desde el nivel de curas y frailes, pasando por obispos y llegando a algunos Papas como León V, Sergio III, Anastasio III, Pablo III, Pío IV, Gregorio XIII, León XII y más. Quizás la conclusión es que “no se puede poner puertas al campo”, por decirlo de una forma suave.
 
Conocemos que a petición de la Merindad de Trasmiera se ordena al corregidor o juez de residencia que cuando sea informado de que los clérigos tienen mancebas en sus casas las saquen de ellas imponiéndolas la pena establecida, aunque los clérigos "las defienden en sus casas diciendo que tienen carta para ello del obispo de Burgos que non sean sacadas de sus casas...” (Madrid, 23 de octubre de 1494). Otro documento, fechado en Burgos el diez de febrero de 1490, hablaba del “cumplimiento de una ley sobre penas contra mancebas de clérigos”. Nótese que en ambos documentos las penas recaen en las mujeres y no en los hombres.

 
Otro delito recogido en documentos de siglos pasados en Las Merindades es el de violación. Tenemos la ejecutoria del pleito litigado por Isabel de Pereda, y su administrador Juan Gómez de Pereda, su padre, vecinos de Espinosa de los Monteros (Burgos), con Juan López del Puerto, sobre la violación cometida por este último contra la dicha Isabel de Pereda, de cuyo acto se había quedado embarazada y tenido un hijo, pidiéndose por consiguiente que ayudase a mantener a este último (10 de mayo de 1585). En este caso, al parecer Isabel de Pereda, estaba en Burgos, sirviendo en casa de un matrimonio. Isabel conocía a Juan López del Puerto, “el acusado auía tratado de amores y la auía persuadido a que touiese açeso y cópula carnal con él, e que vn día, seyendo ydos a missa el dicho liçençiado Abaunça y su muger e hijos e todos los demás de su casa, auía arremetido a ella y, por fuerça y contra su boluntad, la auía echado sobre vna cama donde la auía alçado las faldas y auía tenido açeso carnal con ella y la auía corronpido y lleuado su birginidad porque hera donçella [...] y estaua preñada del sobredicho...” Prosigue el pleito, el padre de Isabel, pone querella criminal ante el doctor Zarzosa, teniente de corregidor de Burgos, y solicita se prenda al violador, Juan López del Puerto. Éste es llevado preso a la cárcel pública de Burgos e Isabel da a luz a su hijo. Pasa el tiempo, prosigue el juicio y se sentencia que, no casándose el violador con Isabel por estar ya casado, la compensase con 20.000 maravedís, lo cual el acusado recurrió, alegando ser pobre y tan sólo ganar para su sustento. Vano intento, la sentencia definitiva condenaba al acusado a que pagase los 20.000 maravedís a Isabel de Pereda como ayuda para la crianza de su hijo, más 11.249 maravedís de las costas del pleito. El total del dinero se debía cobrar en los bienes muebles o raíces del acusado y si no los tuviese debía ser preso hasta que pagase los 31.249 maravedís. No sabemos si Juan López del Puerto pagó su deuda con la justicia o fue hecho preso de nuevo y encarcelado.

 
Por otro lado, los casos de estupro son de los más numerosos constatados documentalmente. Estos son algunos de los documentos supervivientes:
 
  • Ejecutoria del pleito litigado por Ana Pérez de Echevarría, vecina de Medina de Pomar (Burgos), con Juan López Carrillo (sic) (Zorrilla), vecino de dicha villa, sobre estupro. Medina de Pomar, 16 de septiembre de 1619. Dice el documento que el juicio es ”sobre rrazón que le acusó (Ana Pérez de Echevarría) de aberla estuprado e llebado su birjinidad”. Simón de Miranda, alcalde ordinario (aquí sinónimo de juez) de Medina de Pomar, condena a Juan López de Zorrilla a medio año de destierro de la villa medinesa, lo cual nos puede parecer una leve condena para tan grave delito
  • Ejecutoria del pleito litigado por Diego de Villasante y Mariana de Villasante, su hija, vecinos de Espinosa de los Monteros (Burgos), sobre estupro. Noviembre de 1655.
  • Ejecutoria del pleito litigado por José Rojo y María Rojo, su hija, vecinos de Miñón (Burgos), sobre estupro. Mayo de 1732.
  • Ejecutoria del pleito litigado por Ángela Martínez de Losa, vecina de Medina de Pomar (Burgos), sobre estupro. Enero de 1724.
  • Ejecutoria del pleito litigado por Francisca Ruiz de Capillos, vecina de Casares, jurisdicción de Villarcayo (Burgos), sobre estupro. Noviembre de 1732.
  • Ejecutoria del pleito litigado por Pablo Ruiz de la Peña con Jerónimo Martínez, vecinos de Sotoscueva (Burgos), sobre estupro. Junio de 1758.
  • Ejecutoria del pleito litigado por Joaquín López con María Sáinz, vecinos de San Martín de Porres (Burgos), sobre estupro y daños. Marzo de 1806.
 
Parémonos un poco en la ejecutoria del pleito litigado por Vicenta Estrada, vecina de Villarcayo (Burgos), con José González, vecino de Puente-Arenas (Burgos), sobre estupro. Valladolid, 5 de abril de 1826. Se trata de la relación sentimental y sexual entre Vicenta de Estrada, moza soltera, de 25 años, natural de Arreba y de José González, natural de Puente Arenas. Declaró Vicenta que “me solicitó en cuantas ocasiones se le ofrecía para satisfacer la pasión lujuriosa que le dominaba, y no haviendo podido conseguir de adelanto a darme palabra de casamiento y vajo de este pretesto sus urxencias. Triunfó de mi honra y virginidad en la noche del quince de agosto último pasado en la casa de mis tíos donde me allo y donde entonces consumó su treta y repitiendo la misma palabra de casamiento [...] de cuyas resultas me allo embarazada y él se niega a cumplir la palabra y obligación que tiene contraída, y no siendo tolerable que este delito quede sin el devido castigo...” En su sentencia el juez “condenaron al acusado, José González, a que reconozca por suya la prole dada a luz por la doña Vicenta para que la eduque, calce y alimente, contribuyendo por razón de dote y compensación a Vicenta con la cantidad de doscientos ducados más las costas procesales”.

 
Todos los documentos estudiados muestran amores convulsos y desordenados, lejos de un respeto por la persona. Nos hablan de vidas agitadas, de sentimientos encendidos y de tiempos en Las Merindades donde las pasiones se saciaban por caminos indebidos.
 
 
 
Bibliografía:
 
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Juan Miguel Mendiza Garrido, 2008: “Mujeres adúlteras en la Castilla medieval: delincuentes y víctimas”. Clío & Crimen. Revista del Centro de Historia del Crimen de Durango, nº 5, pp. 151-186
María Isabel del Val Valdivieso, 2010: “La acusación de adulterio como forma de ejercer violencia contra las mujeres en la Castilla del s. XV”. Disponible en: https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/6968
María Sabina Álvarez Bezos, 2013: Violencia contra las mujeres en la Castilla del final de la Edad Media. Universidad de Valladolid: Facultad de Filosofía y Letras. Tesis Doctoral, 722 páginas
María Sánchez-Pérez, 2013: “El adulterio y la violencia femenina en algunos pliegos sueltos poéticos del siglo XVI”. Disparidades. Revista de Antropología, vol. 68, nº 2
Ricardo San Martín Vadillo, 2017: ”El amor carnal en la Alcalá medieval”, en Estudios de Alcalá la Real y su término. Granada: Autoedición; pp. 123-139
Torremocha Hernández, M. y Corada Alonso, A. (coords.), 2018: El estupro. Delito, mujer y sociedad en el Antiguo Régimen, Valladolid: Ediciones Universidad de Valladolid.
Isabel Ramos Vázquez, 2019: “La vigilancia de la moral sexual en la Castilla del siglo XVIII”. Revista de la Inquisición. Intolerancia y Derechos Humanos, Volumen 23, pp. 153-180
Plácido Fernández-Viagas, 2020: El adulterio y otras transgresiones sexuales en la Edad Media. Universidad de Sevilla. Tesis Doctoral, 533 páginas
Jorge Bielsa López, 2020: El uxoricidio por adulterio en el reino de Aragón durante el siglo XV. Universidad de Zaragoza: Departamento de Historia Medieval. Trabajo Fin de Master
Tomás Sáenz de Haro, 2020: “La infidelidad matrimonial. Delitos de adulterio y amancebamiento en el norte de Extremadura”. Norba. Revista de Historia - NRH, (33), pp. 211-244.
 
 
 
Anexos:
 
Documentos del pleito entre Gonzalo de Velasco y su mujer, Leonor de Bustamante. Estos son los tres documentos en donde se contiene la totalidad del pleito y las alegaciones de ambas partes, marido y mujer:
 
Al alcalde de Castilla Vieja y a sus "acompañados" para que en el pleito de Gonzalo de Velasco con su mujer Leonor de Bustamante, acusada de adulterio, tomen otros "acompañados". 27 de noviembre de 1489.
Para que las justicias compelan a los testigos que designe Gonzalo de Velasco, vecino del Valle de Valdeporres, "a decir sus dichos" en el pleito que éste trata con su mujer, acusada de adulterio. 28 de noviembre de 1489.
 
Sentencia contra Leonor de Bustamante por adulterio y maleficio. Burgos, 13 de febrero de 1490.