Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 26 de abril de 2020

Un paseante carlista por Las Merindades.



Situémonos a finales del año de 1874 cuando llevamos cerca de dos años de guerra civil de la I república española frente a las tropas del pretendiente Carlos VII, Duque de Madrid.

El gobierno de la república, que está bajo el control del general Serrano, tiene al general Juan José Villegas (Cobreces, Cantabria, 1815-1890) como Capitán General de Burgos. La biografía de este militar es, quizá, como la del mismo siglo XIX español: Cadete a los dieciocho años; empieza la guerra de 1833-1840 en el lado carlista pero en 1838 cambia de bando –nada excepcional-; y asciende hasta oficial de milicias provinciales. Acabó la guerra con el grado de comandante y la condecoración de la Gran Cruz de San Fernando. Ayudó a la instauración del nuevo régimen de 1868 derrotando al general Calonge en Santander. En 1873 es el Capitán General del distrito de Andalucía, siendo relevado de su puesto y acuartelado en Santoña en el mes de mayo. De vuelta en Cantabria y con la guerra carlista ya comenzada, combatió las partidas carlistas que operaban en esa provincia, recorriendo también las Encartaciones vizcaínas y Las Merindades burgalesas.

Zona de El Berrón con Vizcaya al fondo.

La zona de El Berrón y Valmaseda era zona caliente entre los contendientes, lugar de continuos enfrentamientos, de trincheras, y camino para internarse en Castilla o Vizcaya. Es aquí donde tenemos noticia de una escaramuza un día antes de la proclamación de Alfonso XII como rey de España. Estamos en el día de los inocentes de 1874 y en el lado carlista se conoce el avance de unidades del ejército de la república, al mando de Villegas, nuevamente hacia Valmaseda. Una partida irregular y dos compañías del Regimiento de Asturias, bajó al Valle de Mena desde las alturas que protegen la entrada a Vizcaya y toman posiciones en la garganta de El Berrón. A la llegada de la vanguardia de las tropas gubernamentales abren fuego y hacen treinta y cuatro prisioneros.

Ante la llegada de más unidades liberales los carlistas de la garganta son reforzados por los batallones de Guernica y Marquina, mandados por Sarasola y Golordo. El comandante carlista responsable de esta escaramuza tuvo más actuaciones tras las líneas liberales de Las Merindades. Era Benito Vítores Pérez y esta, y otras escaramuzas, la cuenta su hagiógrafo en un “pliego de cordel” editado en Burgos en 1892 en la imprenta de Agapito Díez y compañía.

Soldado de cazador de Caballería 1874
La siguiente que nos cuenta la podríamos llamar la acción de Quincoces de Yuso y se produjo el 20 de febrero de 1875 cuando se enteró de que en ese pueblo se alojaba el teniente coronel Francisco Larroca y Tuvia con el segundo batallón de Ramales y un escuadrón de caballería del regimiento de Albuera. Los carlista se dedicaron a observar sus movimientos desde el pueblo de Quincoces de Suso que se sitúa más alto que su homónimo y más cercano a la zona carlista.

Durante la noche, como si de una encamisada se tratase, las unidades de Carlos VII dominaron los puntos estratégicos de acceso al pueblo de Quincoces. A su vez, la partida de Sebastián Campo, ya avisada, se trasladó desde Angulo hacia Quincoces para llegar al alba.


El teniente coronel Larroca quiso amagar con la caballería por diferentes puntos para abrir el paso a sus tropas y envolver a los carlistas pero el asunto devino en una retirada a Medina de Pomar dejando una docena de muertos y varios heridos. Allí daría novedades al general Villegas. Los muertos fueron enterrados en el cementerio de Quincoces y los prisioneros conducidos a Orduña. Los carlistas, según nos dice Robustiano –el autor de la obrilla-, perdieron al oficial Raimundo del Pozo y quedó herido el sargento Antonio Ugarte.

La siguiente se produjo en la zona de Relloso, también junto a uno de los pasos del Valle de Mena al Valle de Losa. Avanzamos hasta el 15 de mayo de 1875 con Alfonso XII ya asentado en el trono y las tropas alfonsinas actuando desde el día doce de mayo en el Valle de Mena. De esta ha sido posible hallar, también, la versión liberal.

Robustiano Bustamante Peña, el biógrafo Benito Vítores, describe así la acción: “El 15 de Mayo encontrábase el Conde de Sobradiel en Relloso con los batallones castellanos. Al día siguiente rompióse el fuego y el general carlista D. Francisco Cavero ordena á Vítores que ataque con las dos partidas y dos compañías del batallón de Asturias. En el acto manda al oficial don Julián Salguero que se apodere á todo trance de la Peña de Relloso con la fuerza de su mando, y á D. Julián Campo ganar el ala izquierda atacando por el centro, seguro de obligarla retirada á D. Luis Prendesgart con su brigada, no con el auxilio de sus fuerzas, sino con las que se esperaban mientras él sostenía el fuego entreteniendo al enemigo.

Esquema de la acción siguiendo la visión carlista

La presencia de los batallones carlistas castellanos que llegaron al poco tiempo, obligó a que se retirase Prendesgart á Lastra de Losa, dejando en poder del enemigo 3.000 raciones. Sabedor el general Villegas de lo comprometido que estaba el citado brigadier, aún después de su retirada, salió de Villasana con una brigada en su auxilio, viéndose obligados los carlistas á retirarse, pero sin que aquellos pudieran recobrar las raciones”. Es decir, pierden la posición pero ganan la “pitanza” del enemigo. No sé, no lo veo como una gran victoria.

Por supuesto, si acudimos a la prensa del otro bando, el gubernamental, tenemos un relato más… ¿Cómo lo diría?... más amplio. Ya me entienden. Cuenta el periódico “La época”: “(…) Por ellos sabemos que el resultado de las operaciones ha sido diametralmente lo opuesto a lo que los carlistas han aseverado en sus periódicos y partes, y que honra sobremanera el antiguo y bizarro (valiente) brigadier Prendergast, que las ha llevado a cabo, al frente de la división que manda en la actualidad: “Ignoramos, dicen las mencionadas cartas, si por temor de que tentasen los carlistas alguna expedición arriesgada, o si meramente para operar un hábil reconocimiento, el general Villegas ordenó el día 12 al brigadier Prendergast avanzar sobre el Portillo de Igaña, y ocupar los pueblos de Belloso (sic), Villabaril (sic) y puntos en que el enemigo establecía su artillería, operación que fue ejecutada aquella noche, emprendiendo la marcha desde Villanueva con dirección a Castro Obarto (Castrobarto) por el portillo de la Magdalena, para descansar allí y recoger el resto de la división.

Proyección del artículo de "La Época". Días 12 y 13

Con el objeto de asegurar la marcha, una de las brigadas, al mando del coronel del regimiento de la Constitución, y compuesta de doce compañías de dicho regimiento, del batallón de reserva núm. 13 y cuatro compañías de la reserva núm. 23 fueron dominando los altos de la sierra Complacera para caer sobre el portillo del mismo nombre, donde los carlistas tenían establecida una batería, mientras que el brigadier Prendergast, con el segundo batallón de Guadalajara, cuatro compañías de Cazadores de Alcolea, otras cuatro de la reserva número 23 y la fuerza de artillería y caballería que tenía bajo su mando, sin perder nunca de vista la primera columna, se dirigió por Villafría y altos de Villabaril (Villabasil) al mismo punto.

Conde de Sobradiel

Una fuerte guerrilla carlista de caballería intento detener su marcha al entrar en Villafría, haciendo fuego sobre la cabeza de la columna; pero desplegadas dos compañías de Guadalajara y hechos algunos disparos de cañón sobre ella, se dispersó por completo. En esta población quedaron algunas compañías para asegurar la llegada de los convoyes; se estableció el hospital de sangre en Villabaril, y se mandó a la caballería ocupar la entrada del bosque y ermita de Santa Isabel, por no permitir la naturaleza del terreno prosiguiese su marcha con las columnas por lo desigual y pedregoso.

Entre tanto, la primera columna había coronado las crestas de la sierra; pero se dispuso que, aseguradas estas por cuatro compañías de la Constitución, marchase el resto á media ladera, a fin de establecer más unión entre las fuerzas, y poco después so verificó la de todas, siendo constantemente flanqueadas por las compañías mencionadas, al mando del teniente coronel Sr. Pueyo. Así se avanzó hacia Peña Corvilla, que forma uno de los costados de la bajada de la Complacera, que se dirige hacia el valle de Mena.

Oficial de artillería carlista.1974.

Los carlistas que ocupaban esta altura se retiraron, después de cruzarse algún fuego por una y otra parte, descubriendo dos piezas que tenían situadas en las cercanías del Portillo de Igaña y en las alturas próximas que dominan la derecha de la cuesta Complacera. En Peña corvilla acamparon las columnas pues, aunque rebasado el pueblo de Relloso, que los carlistas habían abandonado también, pareció mejor aquella posición, a pesar de estar al alcance de la artillería enemiga, por ser más defensiva y asegurar la posesión del mencionado pueblo. Para quedar aquí hubo que prohibir a los soldados encender hogueras que sirvieran de blanco a los disparos de la artillería carlista, aunque esto impedía a la tropa condimentar su ración, dificultad que hacía más penosa la estancia allí de las tropas con la carencia absoluta de agua, pues la única fuente que en el monte había estaba muy próxima al enemigo y completamente enfilada por sus fuegos.

Los carlistas se habían reforzado con dos batallones cántabros y uno asturiano, que desde Artieta subieron al portillo de Igaña, donde ya se encontraban además el 1 y 2 de Castilla, el batallón de guías y las partidas de Campo y Vítores, y el brigadier Prendergast, al amanecer, habiendo observado hacia Quincoces cierto movimiento de fuerzas enemigas, y recelando que tratasen de envolverle por la derecha, dispuso reforzar el pueblo de Villafría con el batallón de Guadalajara, cuatro compañías de Alcolea y cuatro piezas, a fin de contener al enemigo, si tal era su intento. Sin embargo, en aquella posición le atacaron los carlistas hacia las siete y media de la mañana, desplegando numerosas guerrillas á su frente, aparentando envolver la izquierda y procurando ganar un monte a la derecha, contiguo a la posición de nuestras tropas, operación que fue frustrada por cuatro compañías de la reserva núm. 13, seis de la Constitución y una de la reserva núm. 23, que sostuvieron el fuego con gran vigor desde el bosque, mientras que nuestra artillería impedía con sus certeros disparos la bajada de nuevas fuerzas; y al tratar el enemigo de apoderarse en uno de sus avances de una parte del bosque, fue rechazado a la bayoneta por una compañía de la reserva número 13. El ataque de que hacemos mención duró seis horas, durante las cuales se mantuvieron todas las posiciones, hasta que los carlistas, viendo lo infructuoso de su acometida, se retiraron, siendo hostilizados en su marcha por fuego de fusilería y algunos disparos de cañón que debieron causarles grandes pérdidas, por ir siempre marchando al descubierto.

Cuando el enemigo hubo vuelto a sus posiciones, el brigadier Prendergast mandó relevar las fuerzas que habían sostenido el combate por espacio de seis horas, siendo de notar que al emprender el enemigo su retirada, nuestros soldados hablan agotado hasta el último cartucho, y que para proveerse de ellos hubo de echarse mano de paisanos que los condujeron a hombros, hasta que bien entrada la noche y avisado el general Villegas por conducto del capitán de estado mayor, D. Julián Menoyo, envió desde Villasana un convoy de municiones, que tuvo que atravesar por sitios dominados por el fuego enemigo, aunque vigilado por guerrillas y escuchas que el brigadier Prendergast hizo avanzar en su espera. (Por lo cual es de suponer que no ascendieron por El Cabrio sino que emplearon alguno de los portillos que unen el Valle de Losa con el Valle de Mena).

Al amanecer del día 15 las tropas volvieron a adelantar hasta el bosque, que nuevamente ocuparon, para cubrirse del fuego que la artillería carlista comenzó a hacer desde bien temprano; pero aunque hacia las diez de la mañana se les observó en actitud como de bajar desde las zanjas y parapetos donde se guarecía, los certeros disparos de dos secciones de artillería que se situaron en posiciones ventajosas, cruzando sus fuegos, les obligaron a ganar las alturas y barrancos para ponerse a cubierto de sus efectos. Así se pasó el día, hasta que a las ocho de la noche una nueva orden del general Villegas mandó replegarse a Castro Obarto, punto estratégico de suma importancia que guarda la entrada de Castilla, para impedir cualquier conato de expedición, y además por considerar operado el reconocimiento que se deseaba y teniendo en cuenta las penalidades que ofrecía aquella posición a los soldados, sobre todo con la carencia de aguas y la imposibilidad de hacer fuego. Tengamos en cuenta que la zona era disputada porque permitía a las tropas gubernamentales taponar varios de los caminos empleados por los carlistas para sus cabalgadas por tierra de Alfonso XII y, además, cañonear las posiciones liberales del Valle de Mena.

Últimos movimientos y situación previa al repliegue.

La retirada se practicó con gran sigilo y hábil disimulación, defraudando los deseos de los carlistas, que se proponían molestar en ella á nuestras fuerzas. Distribuyéronse las tropas en dos columnas, la primera de las cuales, compuesta del segundo batallón de Guadalajara, cuatro compañías de la reserva núm. 23, y cuatro de la Constitución, con la artillería, se puso en marcha por la falda del monte. Recogidas luego las guerrillas y escuchas con gran cuidado, por hallarse muy próximas al enemigo, se formó la segunda columna, y puestos los bagajes a la vanguardia, a las doce y media se emprendió la marcha sin que el enemigo se apercibiera de este movimiento hasta el punto de que al amanecer el día 16, creyendo situadas nuestras fuerzas en las mismas posiciones rompió el fuego, sirviéndoles de único blanco los solitarios árboles del bosque”.

Como por esta verídica y minuciosa relación se deja notar el resultado de la operación emprendida, llenó los deseos que la motivaron de la manera brillante que se ha visto. Las noticias de origen carlista, que hacen subir a 6,000 infantes, 300 caballos y seis piezas de montaña el número de las tropas liberales que han atacado estos últimos días por la parte de Valmaseda, carecen de fundamento, y el valor de nuestros soldados quedó acreditado, en permanecer acampados durante tres días bajo el fuego enemigo, experimentando toda especie de privaciones, y viéndose obligados a sostener el fuego durante el día. Nuestras bajas han sido de escasa consideración, y consisten en un muerto y 21 heridos entre los dos días de recio combate. Las de los carlistas, a pesar de que se les vio retirar algunos muertos, no se pueden apreciar con exactitud; pero se consideran de mayor importancia, por el movimiento de camillas que se observaba en su campo y por los destrozos que debieron causarles nuestras granadas y metralla.

Luis Prendergast

Tal La sido la operación llevada a cabo con tanto acierto por la división al mando del brigadier Prendergast, sobre la cual “El Correo de Bayona” estaba tan mal informado. El gobierno debe tener ya noticias oficiales y apreciará el merecimiento de tan bravos soldados”.

Probablemente la verdad esté en el término medio. O en algún otro sitio porque, ya lo saben, en las guerras la primera víctima es: la verdad.

Cuenta el biógrafo de Benito que tuvo posteriormente otro encuentro con las tropas alfonsinas en Nofuentes de la que –evidentemente- salió vencedor. Parece ser que tras el asunto de Relloso se trasladó a la zona de Bóveda (Valdegovía, Álava). Allí fue avisado de que en Mijangos había una unidad de la Guardia Civil con unos treinta números (agentes). Es graciosa la apreciación del autor del opúsculo porque dice que “cinco de estos hallábanse apostados y fortificados en el puente de dicho pueblo, para impedir que los castellanos pudieran correrse al Norte, á ingresar en las filas carlistas”. Tal cual. Los restantes guardias ocupaban la casa del Párroco, la más difícil de tomar por su construcción y demás condiciones.

Mijangos

En otra operación nocturna Benito Vítores destacó al sargento Julián Castaño y su grupo para frenar a los refuerzos que pudiesen llegar de Oña y al teniente Leandro Dorao para los de Medina de Pomar. Cortadas las líneas de llegada de refuerzos, Vítores entró en Mijangos atravesando unos de sus vados y rompiendo el fuego, resultando un muerto dentro de la casa del cura. Cuando llevaban combatiendo cierto tiempo con los atrincherados en la casa le llegó una noticia al jefe de la partida carlista de que las tropas de Oña estaban en marcha con artillería. Entiendo que al ser superiores en fuerza militar Vítores se retiró. ¿Y la casa estaba a punto de caer? Probablemente no a corto plazo.

Cortesía Google

Conocemos la vida de este guerrillero gracias a la obrita de Robustiano que alcanzó, al menos, dos ediciones. Benito nació en San Asensio (La Rioja española, la provincia de Logroño, vamos) y no en un pueblo Alavés como nos dice “la Auñamendi”. El año fue 1848. Su padre muere cuando él tenía tres años. Su madre se muda a Miranda de Ebro, Burgos –Tampoco es Álava, por si acaso- Allí estudió hasta los catorce años. Bastante para aquellos tiempos.


Antonio Escoda, coronel de carabineros, descubre el 9 de Mayo de 1870 la conspiración carlista de Miranda de Ebro de Félix González Ruesgas en la que participaba Vítores quien se quitó de en medio marchando a Francia. Volvió con la amnistía del 16 de agosto del mismo año. Exactamente el diecisiete de agosto, junto a José Pernía y José Arana, se traslada a Rivabellosa (Álava) y organiza una partida carlista que cabalga para el 28 del mismo mes. Tiene varias escaramuzas por Álava hasta ser derrotado por el brigadier Palacios. Entonces vuelve a escapar a Francia. Disuelta su partida fue sometido con Pedro Corcuera, cura párroco de Rivabellosa, a un consejo de Guerra donde le sentencian, en ausencia, a doce años de cárcel.

"El pensamiento español" 1870

Llega de incógnito a Miranda de Ebro el 23 de diciembre de 1871 pero escapa a Bilbao el 20 de enero de 1872. En su fuga a Francia es capturado pero con ayuda de carlistas iruneses pasa la frontera. Se une al Comandante Celedonio Iturralde… hasta que se rindieron. Se acoge al indulto en el Valle de Cuartango ante el Teniente Coronel que mandaba el Batallón Cazadores de Barbastro, José de Loma Arguelles. Regresa a Miranda de Ebro en Mayo de 1872. En marzo del año siguiente vuelve a las andadas al proclamarse la república y junto a otros carlistas asalta el pueblo de Berantevilla y se lleva 365 pesetas. Llegarán a Izarra y entrega el dinero al Comandante General carlista Manuel Lecea. El ocho de marzo es nombrado alférez de infantería por Antonio Dorregaray.

Fue enviado a levantar soldados republicanos dentro de Vitoria volviendo con un comandante y dos capitanes. Anduvo por la cuenca del Ebro, Navarra, Somorrostro… recibió por sus acciones numerosas medallas y condecoraciones.

Benito Vítores Pérez.

Regresa al curso alto del Ebro llegando a asaltar la estación de Miranda, inutilizar tres locomotoras y rompe los hilos telegráficos. Tras esta, es enviado a Belorado a recoger 32.000 duros de las contribuciones recaudadas. Allí había dos compañías del regimiento de Mallorca y un escuadrón de la Guardia civil que se hallaban en Pancorbo para entrar en Belorado. Exigió a la población que le entregasen la tributación que no podía obtener dadas las fuerzas atrincheradas. Requisó 10.000 reales, 300 pares de alpargatas, 55 carabinas y municiones. ¡Y eso que el Alcalde era Felipe Vítores, primo del carlista! Escapó por Tobalina.

Continuó la guerra y sus acciones hasta el último momento. El 25 de febrero de 1876 estaba en Lecumberri el batallón de Guernica con el General Francisco Ugarte y las partidas de Castilla en sus alrededores. Ante la sublevación del Guernica para entregar sus mandos al gobierno alfonsino Vítores ordenó a las partidas de Castilla disparar al Guernica. Benito atravesó la frontera el 28 de febrero.

"La correspondencia española" 1875

El 6 de marzo de 1876 entró Vítores, con varios oficiales, en San Juan de Luz, y al mes de su estancia recibió una carta del General Quesada, autorizándole a regresar a España. El 24 de marzo de 1877 se acogió al indulto. Regresa a Miranda de Ebro pero es detenido el 29 de Mayo por orden del General en Jefe del Norte Genaro Quesada y enviado a Ceuta. El 6 de marzo de 1878 fueron indultados todos los demás reos carlistas. Él decidió, entonces, fugarse. Estando hospedado en casa de José Lisbona se valieron de un moro. No fue difícil porque al ser un preso de la guerra tenía un régimen laxo, muy laxo, y podía salir por las puertas de la ciudad a pasear. Así, el 2 de mayo, se largó a Tánger. Claro que el moro pensó que era más fácil matarlo y robarle… y le atacó con su gumía. Reaccionó Vítores al mejor estilo Indiana Jones y disparó dos tiros que pusieron en fuga al taimado guía. ¡Un tipo duro Benito! De Tánger a Gibraltar y de ahí a la Línea de la Concepción donde fue detenido por estar indocumentado. ¡A Cádiz! Y luego vuelta a Ceuta el 22 de mayo. Finalmente fue indultado y volvió a Miranda de Ebro (Burgos).

"El siglo futuro" 1875

Pero no dejó de conspirar contra la administración Alfonsina. En 1881 participó en una conspiración republicana. Detenido se le incautó un título de coronel expedido por una junta de Madrid, por cuyo motivo se escapó, nuevamente, a Francia. Retornó en julio de 1882 y se escondió en Castejón, en casa de Vicente Segura, antiguo subjefe de esa estación. Ante el movimiento de personas alrededor de ese domicilio entró Guardia Civil y fueron detenidas ocho personas e incautaron una bandera con el lema: “¡No más reyes! ¡"Viva la república!” y armas, trajes y municiones.

Pensaban apoderarse del tren a Miranda de Ebro y, cruzando La Rioja, destrozar los postes y aparatos telegráficos del camino y refugiarse en Orduña con todos aquellos que se les uniesen. Probablemente el viejo carlista no hubiera iniciado una guerra pero sí hubiera provocado daños a la empresa “Ferrocarriles del Norte” y a los turistas y viajeros. En 1883 seguía procesado a la espera de juicio.

"El globo" 20/08/1875

¡En 1885 aparece su nombre en una carta colectiva en “Las dominicales del libre-pensamiento” en contra del poder clerical! Me resulta muy extraño. Y en marzo de 1896 participaba en un funeral en pro de todos los carlistas caídos durante el siglo XIX defendiendo sus ideas. Su rastro se sigue hasta 1909. Y siempre carlista.


Bibliografía:

Periódico “La Época”.
Periódico “El siglo futuro”.
“Hechos del valiente guerrillero d. Benito Vítores Pérez” por Robustiano Bustamante Peña.
Periódico “El pensamiento español”.
Periódico “La esperanza”.
Periódico “La Correspondencia de España”.
Periódico “El correo militar”.
Periódico “Las dominicales del librepensamiento”.
Periódico “El correo español”.
Mendikat.
Dibujos de los soldados cortesía de Delfín Salas.

Anexos:

LUIS PRENDERGAST Y GORDON (1824-1892): Este militar que conocemos por su actuación en Castrobarto durante la tercera guerra carlista tiene una interesante biografía que no he dudado en añadir. Fue hijo de José Prendergast y Sweetman y Cristina Gordon y Archimbaud. Luis estuvo casado con Elena Hano y Mac-Mahon (Sevilla 1830-Madrid 1911) y no tuvieron hijos.

En 1843 Ingresa en el Ejército con el empleo de subteniente de Infantería, que le fue concedido por gracia especial. En septiembre de 1844 es admitido en la Escuela Especial del Cuerpo de Estado Mayor, que había sido creada en 1842.

Entre 1849 y 1855, con el empleo de Capitán de Estado Mayor, ocupa el puesto de subprofesor de la Academia Especial del Cuerpo, y desde el año 1852 el de profesor. Por sus acciones en la insurrección de Sevilla es ascendido a Teniente coronel (1856). Promovido al empleo de Coronel de caballería en 1863. En 1867 asciende a brigadier. En 1874 se reincorpora al servicio operando en el Norte, a las órdenes del Teniente General don Manuel de la Serna y Hernández Pinzón. Es Jefe de la Brigada única, de la 3ª División, del 1er. Cuerpo del Ejército de Operaciones en el Norte.

En agosto de 1875 obtiene el empleo de Mariscal de Campo por su actuación en el levantamiento del bloqueo de Pamplona y es nombrado en el mes de octubre gobernador militar de la provincia y plaza de Cádiz. En noviembre le es conferido el mando de una división en el Ejército de operaciones en Cataluña; pacificado el Principado, pasa a operar a Navarra, a las órdenes del General Martínez Campos. En 1878 recibe título marqués de Victoria de las Tunas.


domingo, 19 de abril de 2020

¿Hay moros en el horizonte?



Ya hemos visto la presencia de nombres francos y vascos en Castilla. Pero, sorpréndanse, había un porcentaje de población con nombres de origen semítico, árabe o judío. ¿¿Cómo?? Sí, Se ha estudiado principalmente para la cuenca del Duero pero es factible suponer que parte de esa población se acercase, o viviese, en Las Merindades.


Olvidémonos de aquella visión del despoblamiento de Sánchez Albornoz y tengamos en cuenta que existencia de la onomástica semítica es innegable desde principios del siglo X dada la abundante documentación. Entre la toponimia los casos son casi siempre topónimos patronímicos como en el caso de la villa de Obtuman (del Becerro de Cardeña) cerca de Ubierna.

También están los casos de Abelmundar Telluz, poblador de Cerezo, Oveco Hazan en Oca, y Ablazar en Milanes cerca de Hiniestra. Parece que estos nombres semíticos corresponden a una corriente onomástica en decadencia cuando se observa a mediados del siglo X. ¿Por qué? Porque tiene mayor presencia en topónimos, que en este contexto son esencialmente antropónimos fosilizados, y relativamente poco entre los protagonistas de la documentación cenobítica. En San Pedro de Cardeña abundan los nombres aparentemente semíticos en la documentación de este periodo geográficamente concentrada, temprana y más homogénea que en La Bureba. Según esta muestra, hay una proporción de entre el quince y el veinte por ciento del campesinado burgalés con nombres árabes. Y, como estos sujetos aparecen en la documentación cenobítica, muchas veces en trato directo con la iglesia, lo lógico es presuponerles cristianos. Otrosí, el campesinado que aparece en estos textos sería el campesinado más próspero, y por tanto no necesariamente representativo. Y, hablando de representación, tampoco abundan los nombres semíticos entre el clero. Quizás habría que matizar la supuesta concordancia entre antroponimia clerical y laica, y sugerir que la onomástica monacal está más próxima a la de las clases dirigentes, por lo menos durante el siglo IX.


¿Por qué los curas y monjes católicos no tienen nombres árabes o judíos? ¡¡Hombre!!... A bote pronto, hay dos posibilidades: desechaban un hipotético nombre semita en el momento de la ordenación para imponerse otro católico (miren al Papa, por ejemplo) o que el reclutamiento monacal se limitara a las clases donde ya escaseaba tal onomástica. Es decir, o bien había un rechazo general a lo árabe en la sociedad o el monacato era una clase intermedia entre el campesinado más próspero y la elite laica. A este respecto, es interesante que entre los presbíteros rurales sí emerge algún nombre árabe, en menor cuantía que entre el campesinado quizás, pero más que entre el monacato: ¿suponen estos presbíteros rurales otra clase intermedia?

Pero si se acepta que lo que determina la incidencia porcentual de la onomástica árabe es lo social, y si además aceptamos que el campesinado que aparece en la documentación es el campesinado más próspero, y que entre este campesinado próspero detectamos hacia un veinte por ciento de onomástica árabe, pero solo un uno y medio por ciento entre el clero… ¿podemos extrapolar, para abajo, y sugerir que entre el campesinado menos próspero de Castilla la arabización era mayor? Inquietante.


Hay varias explicaciones para aclarar la presencia de este nomenclátor semítico:

A. La explicación mozárabe:

Inmigrantes mozárabes introdujeron esta onomástica en Castilla a partir de mediados del siglo IX. Llegaron fruto de la campaña califal de hostigamiento religioso de los cristianos de Al-Ándalus y sabemos de noticias de repoblación mozárabe en la Cuenca del Duero y otras regiones próximas. Aclarado. No había tanto problema… ¿o sí?

Quizá sí. Los escritos cristianos que cuentan los actos de Córdoba describen una campaña reaccionando a la arabización cultural de la sociedad. No una lucha contra un genocidio. Si no existió persecución masiva es poco probable la emigración masiva. Paulo Álvaro, por ejemplo, residente en Córdoba, seguiría escribiendo diatribas contra el Islam sin sufrir represalia conocida alguna, y los sucesos cordobeses apenas afectarían a la mozarabía sevillana.

Un segundo pilar de esta tesis son las noticias de fundaciones monásticas por mozárabes refugiados. Puede ser cierto para Galicia y León pero para Castilla…no mucho. Entonces ¿a qué tantas vueltas con la migración? Porque la hubo. Pero no en el momento del siglo IX sobre el que trabajamos. La aceptación de la idea vendría de la mano de la fundación de Zamora por emigrantes toledanos en 893 o por éxodos mozárabes del siglo XII provocados por el radicalismo almorávide y almohade. Además, en estos últimos casos se trataría de mozárabes mucho más arabizados onomásticamente que los cordobeses del siglo IX.


Cuando observamos la onomástica semítica castellana a principios del siglo X parece bien arraigada entre el campesinado castellano, diseminada, al menos, por todo el alfoz burgalés en una variedad de comunidades rurales que nos indica que no es una inmigración reciente. Explícitamente, en el caso de Rodrigo Abolmundar, tenemos indicios de que su familia llevaba dos, tres o más generaciones en Castilla. Y sin embargo, los acontecimientos con más visos de haber provocado migración tuvieron lugar hacia finales del siglo IX y principios del siglo X. Sobre todo pensamos en el conflicto Córdoba-Toledo, no resuelto hasta 932, y en la noticia de la repoblación de Zamora en el año 893, poblado con mozárabes toledanos, acontecimientos cuya cronología difícilmente explica la onomástica castellana arraigada ya a principios del siglo X.

Otro problema con la teoría mozarabista es la distribución social de la onomástica semítica: entre el campesinado y no entre el clero. Evidentemente lo semítico en Castilla tendrá un origen remoto exterior, pero su conservación entre el campesinado, y escasez entre capas más expuestas a influencias mozárabes (el clero), sugiere un fenómeno que a corto plazo consideraríamos autóctono.


Además, esa emigración mozárabe, martirizada y fundadora de cenobios en León, tenía que haber dejado más huella entre el clero castellano. Y, rematando, ¿alguien lleva el nombre de su enemigo? Los Sajonia-Coburgo-Gotha cambiaron su nombre de familia por Windsor en la primera guerra mundial por no usar un nombre del enemigo alemán. Pues lo mismo en un grupo militantemente cristiano y anti-árabe. Y esto es más absurdo todavía cuando se aprecia que ni siquiera en al-Ándalus la población mozárabe parece haber llevado nombres semíticos. No es verosímil que la onomástica árabe que aparece en Castilla a principios del siglo X se deba a una llegada mozárabe, cuyo motivo de emigración fuera el rechazo de la arabización e islamización, cuando en el mismo al-Ándalus la población mozárabe no utilizaba tal onomástica.

Cada vez más autores rechazan la solución mozárabe. En referencia a Castilla, Juan José García González parece referirse a explicaciones no-andalusíes cuando habla de “sociedades nativas de las llanadas parcialmente islamizadas”. Estepa identifica indicios cronológicos que sugieren que la presencia de esta onomástica es anterior al supuesto momento de las inmigraciones mozárabes. Desde otra perspectiva Sánchez Badiola insiste en la ausencia de indicios sociales de inmigración. Por último, para Mediano la mezcolanza de nombres semíticos y latino-germánicos en las mismas familias, lo que él define como la “indiferencia onomástica”, no cuadra con una población que huye del “yugo musulmán”.


La explicación hebrea:

Pues bien, si Hozen, Rahema y Abolmondar no son inmigrantes de Al-Ándalus, ¿cómo se explica esta onomástica en la Castilla condal? Pues, porque podrían ser judíos, y no moros: Los judíos estaban marginados en el contexto altomedieval pero, muy posiblemente, eran una minoría relevante en la Castilla protocondal. Glick sugiere que esta comunidad experimentaría una arabización cultural relativamente temprana, y en cuanto a onomástica esto parece muy probable dada que ambos pueblos semíticos compartían toda la antroponimia bíblica. Si la comunidad judía supusiera el diez por ciento de la población burgalesa nos ofrecería una buena explicación para gran parte de la onomástica semítica castellana que nos ocupa.

Los nombres más corrientes entre los judíos hispanos medievales parecen haber sido Yshaq, Yuçef, Abraham, Moseh, Yom Tov, Semu’el, Yehudah, Selomoh, Sem Tov y Haym (Vital), y sus numerosos derivados y variaciones multiplicadas por el desencuentro fonético y alfabético entre hebreo y romance. Entre la documentación cardeniense contemplada sólo Abraham y Zuleiman corresponden a esta lista, pero este último tiene forma árabe. Además, esta comunidad parece ser cristiana, y así la explicación judía necesitaría un proceso demasiado complejo (no sólo una arabización precoz, sino también una posterior cristianización) para que la consideremos la hipótesis prioritaria para más que una pequeña proporción de la onomástica semítica cardeniense.


La explicación berebere:

Este sustrato onomástico podría proceder de los descendientes de los conquistadores que acompañaron a Tariq hacia 712, la inmensa mayoría de ellos bereberes. Además, según Lagardère, los triunfantes magrebíes, a diferencia de los árabes, provenían de una cultura agropecuaria y llegaban con la intención de colonizar los territorios ganados. No queda probada la presencia de bereberes en Castilla en la segunda mitad del siglo VIII, pero es una hipótesis digna de consideración sobre todo cuando Oliver Asín encuentra tantos ecos toponímicos del septentrión africano en nuestro espacio.

Un escollo para esta teoría es la prohibición malikí de que población musulmana se quedara bajo dominio político no islámico, y ante la observada ausencia de una política andalusí de reconquista de Castilla, la implicación sería que el noroeste peninsular careciera de una numéricamente relevante población musulmana. No obstante, también se puede argüir que cualquier legislación tiende a reflejar una realidad social, y no preocuparse tanto para legislar en contra de fenómenos inexistentes. Es más, sabemos que los bereberes eran desafectos del sistema árabe, y que además en algunos casos no habían llegado a convertirse al Islam, o su conversión había sido reciente y quizás superficial.


Por lo tanto, en vez del paradigma tradicional de un abandono de la Meseta Norte por parte de los bereberes, contemplaríamos como el estado musulmán les abandona a ellos. No sugerimos que estos renegados bereberes supusiesen la mayoría de la población castellana, pues en tal caso esperaríamos alguna referencia al fenómeno en la cronística árabe, pero sí que una permanencia residual de esta gente habría prolongado la influencia cultural arabizante en la Castilla desestructurada.

Entonces, ¿por qué los nombres árabes no están entre la élite y sí entre el campesinado? Touche, es un fallo de la teoría. Quizás la huella bereber se observa mejor entre la antroponimia que acompaña la voz castro (Melgar, Gundisalvo ibn Muza, Abduzi, Marzaref, Mutarraf, Hevoz, Aldeireite, Ardón, Froila, Pepe, Domnino), indicativa quizás de la clase que jerarquizaba la “desestructurada” Meseta, antes de la reestructuración, aunque esto es poco más que una intuición por el momento, y falta por contextualizar espacial y cronológicamente las combinaciones castro y nombre.


La explicación nativa:

Por último, queda la solución de que esta onomástica fuese de la población indígena de aquella Castilla que se habría arabizado culturalmente, contemplando como marco cronológico para este proceso arabizante tanto los cuarenta años durante los cuales Castilla estuvo integrada en al-Ándalus, como el siglo largo siguiente cuando la Castilla meseteña permaneció desestructurada y al margen de cualquier superestructura política.

Existiría una arabización relativamente rápida resultado de la conquista del Ducado de Cantabria. Siguiendo a Pedro Chalmeta, entendemos que el proceso conquistador, con la introducción de personal de fuera, la ruptura de los sistemas políticos anteriores y la redistribución de la tierra, crearía un clima más propicio para el cambio que el paradigma pactista experimentado en gran parte de la Península. Pudo haber una islamización religiosa temprana en el noroeste peninsular que se deduce del testimonio del Ajbar Maymu’a, “en el año fueron vencidos y arrojados los musulmanes de toda Galicia, volviéndose a hacer cristianos todos aquellos que estaban dudosos de su religión”. A continuación, durante el siglo desestructurado que se extiende de 750 a 850 aproximadamente, ante la ausencia de viables y atractivas alternativas culturales al modelo andalusí se mantendría el grado de arabización antes alcanzado. La recristianización cultural sólo tendría lugar a partir de la reestructuración política del espacio durante la segunda mitad del siglo IX, proceso ejemplificado por la “fundación” de Burgos en 884.


Por su parte Bulliet entiende que la islamización hispana fue lenta y acumulativa. Si aceptamos su tesis ¿cómo podemos mantener que, en apenas 40 años, en Castilla la aculturación islámica penetrara tan profundamente que 150 años después de la retirada musulmana todavía un veinte por ciento de la población muestra indicios de arabización por lo menos onomástica?

Pues por tres motivos:

  • En primer lugar, por la razón empírica de la existencia (y abundancia) de la onomástica semítica, cuando la única otra solución propuesta hasta ahora (la inmigración mozárabe) carece de sentido. Es decir, la aceptamos por exclusión de otra teoría.
  • En segundo lugar porque la tesis de Bulliet padece algunas deficiencias metodológicas que ponen en cuestión su aplicabilidad en el escenario peninsular. La más significativa es que la muestra que utiliza Bulliet para Al-Ándalus es demasiado reducida para tener un significado estadístico. Pero además la muestra es escasamente representativa de la sociedad en general, ya que Bulliet estudiaba esencialmente una clase media-alta (los juristas islámicos) y no el campesinado que es la clase entre los cuales abunda la onomástica árabe en Castilla.
  • En tercer lugar, porque el espacio que estudiamos y sus circunstancias históricas son radicalmente diferentes a los espacios que la tesis de Bulliet contempla, que son espacios pactistas, otros plenamente integrados en al-Ándalus, y sobre todo espacios musulmanes fuera de Hispania.



A la hora de investigar la documentación del siglo X no se debería ignorar apriorísticamente los acontecimientos geopolíticos del siglo VIII. Las crónicas insinúan que el espacio que abunda en onomástica árabe a principios del siglo X fue conquistada dos siglos antes, y más explícitamente nos cuentan que siglo y medio antes de aparecer esta onomástica se culminaban 40 años de control político islámico, seguido por una desestructuración que ralentizaría la introducción posterior de modelos culturales alternativos. Evidentemente, la presencia de nombres semíticos estaría en mayor grado más cerca de la zona de contacto con los musulmanes.




Bibliografía:

 “Antroponimia vasca en la Castilla condal”. David Peterson.
“Francos y vascos en el norte de Castilla (IX-XIII): los cambios en las denominaciones personales”. Emiliana Ramos Remedios.
“Frontera y lengua en el alto Ebro, siglos VIII-XI. Las consecuencias e implicaciones de la invasión musulmana”. David Peterson.


domingo, 12 de abril de 2020

¿Afrancesados? ¿Vasconizados? ¿Cómo nos llamamos?



En la anterior entrada comentábamos la evolución del binomio nombre y apellido en la edad media de Castilla, de Las Merindades. Incluso sembrábamos dudas sobre el nombre de Annaia. Bien, ahora analizaremos las cosas que nos dicen los diferentes nombres.

Los nombres de pila y apodos, incluso algunos patronímicos y topónimos de los apellidos, que aparecen en los documentos de Oña recogen historias de migraciones, viajes, peregrinaciones…, Vale. Es difícil saber si el portador de un nombre se llama así en atención a su origen o a sus creencias o como muestra de las modas o tendencias a las que siempre han respondido los nombres de persona. ¿Todos los niños llamados Iker en Madrid son de origen vasco o lo son porque sus padres son del real Madrid?


Los vascones aparecen por Las Merindades hacia los siglos IX al XI y los francos a partir del siglo XI, en un movimiento que se extiende por todo el sur de Francia y por toda la hispania cristiana.

Peterson analizó la toponimia vascoide en San Millán y estableció dos flujos migratorios de vascos hacia tierras altoriojanas y burgalesas: el primero hacia la segunda mitad del siglo VIII y corresponde a asentamientos en la frontera entre el reino de Asturias y Al-Ándalus en las cabeceras de los ríos Oja y Tirón. El segundo caracterizado por la profusión de topónimos en “–uri” (Villa), debió de tener lugar en la segunda mitad del XI, con asentamientos en las cuencas bajas del Tirón y del Oja, en La Rioja Alta, lo que para ese momento era ya la frontera entre Castilla y Navarra: “una franja de aproximadamente 15 kilómetros, libre de toponimia vasca, separa los dos estratos”.

La escasez de antroponimia vasca en Castilla en el periodo condal (siglo X) indica, para Peterson, que los procesos migratorios ya habrían acabado. La concentración de onomástica en el entorno de la ciudad de Burgos podría responder a una migración navarra durante el siglo X.


En los textos anteriores al siglo X hay nombres únicos vinculados, tradicionalmente, al área vascónica occidental (alavesa o de Valpuesta): Munio, Nuño, Didaco, Oveco, Paterno, Tello, Velasco…, pero también a la oriental (navarra o pirenaica): García, Eneco y Semeno. Que se encuentren estos nombres orientales en un área de migración vasca occidental o alavesa puede explicarse gracias al arraigo que este tipo de apelativos pirenaicos en Castilla “por cuestiones de prestigio social” según argumenta nuestro ya conocido Peterson.

Como en todo hay diferentes puntos de vista. Así Didaco es prerromano para Ana Isabel Boullon Agrelo (USC); para Irigoyen es un término mixto con base latina “Didius” y un sufijo prerromano “–ko”. Tal vez es un nombre muy antiguo, latino o prerromano, adaptado en las diferentes áreas con sufijos autóctonos. En su caso, Oveco parecería evidentemente vasco al unirse (h)obe (mejor) y el sufijo hipocorístico “-ko”. Paterno y Tello, sin embargo, tienen un claro origen latino, a pesar de ser características de esta área antroponímica.


Mención aparte nos merece el término “Velasco” que, acaso, tenga su origen en el nombre aquitano “Belexconis”, formado sobre la raíz “Belex-“ y puede que relacionado con el ibero “belés”, “-bels”. Joaquín Gorrochategui (UPV/EHU) considera que bela, bele, belatz no devienen en Velasco, con “L” fuerte invariable en vasco histórico y que hubieran desembocado en Berasco en el vasco medieval. Para Michelena, “Belasco” no puede relacionarse con bela (cuervo).

Entre esta onomástica más antigua, cabe considerar vascos otros nombres como Lucino Dulquito; Cómiz Ecequera, y acaso Assur Hanniz, en concreto el patronímico formado sobre Hanne, para el que se ha llegado a proponer una relación con los nombres aquitanos Hahanni, y Hanna. No obstante, quedaría sin resolver el problema de la “F-“ esa.

Más nombres que aparecen en los documentos: En 1011, doña Eilo, que es germánico para unos – como Veila de Vigila – y vasco para otros. En 1180, figura una Ozenda Roíz con propiedades en Hontanizo, mencionada junto a otra heredad en Bascuñuelos de la Aldea; Ezquerra Martín (1196), junto a una forma ya romance en Micael Esquierdo (en Castro Urdiales en 1190), como el Gómiz Ecequera del documento de 944. Anderquina figura en 1198 y 1202, apelativo femenino relacionado con Andere (señora). En 1180, consta una doña Andrés y en 1144 “Oro Andrés”; quizá del mismo modo relacionados con esta base. Cerraquino (1201), para el que había que postular un sufijo similar al de “Anderkina”; no obstante, este nombre ha sido igualmente considerado de origen árabe.


Y -seguro que ustedes lo tienen en mente tras leer sobre Velasco- nos fijaremos ahora en el topónimo vasco Salazar (junto a Villarcayo), reflejado en los apellidos onienses con la forma Salarzar, con una terminación -r (-ri), en coincidencia con otro apellido vasco habitual en estos documentos: Velascor.

Dejaremos constancia, una vez más, que el hecho de llevar nombres vascos no implica migración del individuo, sino, generalmente, una tradición heredada de antiguos pobladores de ese origen o modas. Aun así estos nombres nos confirman los asentamientos vascos occidentales en Castilla, principalmente en la zona de la Bureba, entre los siglos VIII y IX.

Pero las sorpresas sobre movimientos de población no se reducen a la llegada de vascos a la tierra de frontera y oportunidades del “salvaje oeste” de la Castilla primitiva. También tenemos el asentamiento de francos en el norte de Burgos y Palencia entre mediados del XII y la primera mitad del XIII. Estos francos procederían fundamentalmente del Languedoc y de los Condados Catalanes. Parece que no hubo una fácil integración al encontrarlos, a menudo, en barrios separados, con una legislación propia. Se establecieron en la Hispania cristiana desde fines del siglo XI, como peregrinos, guerreros, eclesiásticos, mercaderes, artesanos y agricultores propietarios. De hecho, esta es la situación de gran parte de los individuos de la documentación de Oña. Vemos que nuestros pobladores francos se asentaron alejados de la actividad del Camino de Santiago aunque cercanos a las villas de Belorado o Frías que tuvieron población franca.


Con los gentilicios Francés y Franco, o con los Sancia Merchiant, Roíc Marches (1200), Domínico Chicoth (1204), Escolán (1245) o los individuos denominados Abril o Febrero, no hay a dudas de su origen franco. Tampoco con Don Porcet (1161), que emplea un diminutivo del Languedoc o del oriente Peninsular como también ocurre en Gileth, Chicoth o Arloth.

Miremos algunos casos particulares:

  • Lupus Martínez de Macoth (1191). Este personaje posee además propiedades en el barrio de Sant Nicolay de Espinosa de los Monteros, en lo que semeja un asentamiento franco. San Nicolás de Bari aparece frecuentemente como advocación de iglesias y de algunos barrios relacionados con francos, puesto que era el patrón de los comerciantes.
  • Un personaje citado con frecuencia en la documentación es don Oriol (Nombre que reconocemos como catalán), merino de La Bureba (1192, 1193, 1198, 1204, 1223), junto a su hermano domno Petro Oriolo, a su otro hermano Alfonso y a sus hermanas, Elvira y Lambra (Flamma/Flamba). En una permuta de tierra en Navas en 1223 entre el abad de Oña y Pedro Oriol se mencionan entre otros individuos, cuyas tierras limitan con las permutadas, a la ya citada Sancia Merchiant y a Martinus Franco.
  • Gómez Alardo (1198, 1200), Joan Alardo (1206), don Alardo (1200), filii Alardi (1223). Don Alardo o filii Alardi pudiera responder a un nombre de persona nombre germánico Alardo(s), variante de Adelardo y Adalhardo, frente al caso de Joan Alardo, integrado en un contexto de individuos con apodo claro.
  • Pelagius Fagián, Roíc Fagián, 1200; Roí Faján de Cigüença, 1239. Faian, faizan, faiau son variantes occitanas para “faisán”, una voz que entra en el castellano a través del occitano y que registra sus primeras dataciones en el siglo XIV.
  • Don Arloth (1201): aunque la voz arlote “pícaro, bribón” está documentada en la lengua desde Berceo, también se trata de un nombre propio muy conocido en la Occitania medieval, con ese mismo significado. En el mismo documento figura un Martín Giglar (modernamente: Guillard), tal vez el mismo individuo que un Martín Gragiar que figura como testigo en un documento de 1196.
  • Domínico Sir Gómez de Santa Eulalia (1202), donde quizá haya que leer dos individuos distintos. Sire es un apodo documentado en Francia.
  • Petrus Roberti realiza en 1206 una venta junto con su mujer, María Gonzálvez, y su suegra, domna Sancia, ambas con nombres castellanos; quien recibirá el beneficio de la venta tras su muerte será Sancio Gui (1206). En 1244, otro Pero Robert de Medina figura como padre del hidalgo Joan Pérez, cuyo nombre está plenamente integrado en el sistema denominativo castellano.
  • Fredinandus Ricardi (1211), testigo en un documento en el que una de las partes en una permuta se denomina Benetta, nombre frecuente entre los francos.
  • Pedro Guillem de Pino (1257), mencionado junto a Domingo de Pino. El apellido del Pin o del Pino es muy habitual entre francos. La mujer de Pedro Guillem se llama doña Juvana. En el mismo documento de 1257 se menciona además a don Yagüe de Terminón (1257); curiosamente este es el texto en el que se registra el apodo Focha pardiella, para cuyo primer elemento se propone un origen catalán (en castellano es foja).


Otros muchos personajes se clasifican más difícilmente como francos a través del posible topónimo que forma parte de su apellido: Martín Sánchez de Beñe (1190), Petrus Viales (1161)/Iohannes filio de Joán de Viale (1208)... A decir verdad, salvo el más evidente Lupus Martínez de Macoth (1191), no existen en este corpus apellidos de lugar que arrojen luz sobre su origen, sobre todo si los nuevos pobladores adoptaron como apellido locativo no la localidad de donde procedían, sino aquella en la que se asentaban: Pero Robert de Medina (1244). Esto era frecuente en otras comunidades pobladas por francos y que pudo contribuir a la expansión de este tipo de apellidos en la Península. Igualmente arriesgado es determinar si todos los llamados Beltrán, Elías, Ferrant, Florent(e), Llorent, Gil, Clement, Nicolás, Maté, Tomé, Yagüe o Agnés portan su nombre debido a sus probables orígenes francos o porque participan de las tendencias onomásticas de la época.


Otra pista sobre la procedencia de parte de los pobladores es la estructura del nombre doble, dos nombres de pila yuxtapuestos, propia de occitanos y catalanes: Pedro Guillem, Sancio Gui, Pero Robert, Petro Oriolo, Rudericus Galdin…, a pesar de que ya en 1144 se recoge un Petro Gigélmez, similar a un Gugliélmez de Valdegovía de 1190. Con esto último se evidencia la hibridación entre estructuras y nombres autóctonos castellanos y foráneos, en este caso francos: Sancia Merchiant, Sancio Gui, el castellanizado Guillem del Pino o Lupus Martínez de Macoth, hecho que implica la progresiva integración de estas comunidades, más que una interacción lingüística con la sociedad castellana.

La documentación de Oña –recordemos: sobre Las Merindades, La Bureba y Palencia- resalta dos puntos de inflexión importantes en la evolución de los nombres, en clara convergencia con lo que sucede en el resto de la Península. El primero de ellos, en torno al año 1000 y a lo largo del siglo XI, trae la generalización del uso del patronímico (mayoritariamente en “–ez”), el empleo progresivo de apellidos toponímicos y la entrada desde centro Europa de un gran número de nombres germánicos y cristianos. Esto, quizá, favorecido por las peregrinaciones o las repoblaciones.


El segundo, a mediados del XII, gracias a la explosión económica y demográfica y los grandes cambios sociales. Esto –como hoy- influyó en la elección del nombre de los hijos, que no solo se forma a partir del nombre paterno, sino que puede tomarse aleatoriamente o heredarse de padres a hijos. También hay mayor complejidad en los nombres femeninos y la entrada de designaciones complementarias relacionadas con apodos, oficios, relaciones de parentesco…, designaciones que comienzan a fijarse hasta el punto de que pueden llegar a convertirse en el único nombre de la persona: Abat, Alardo, Arloth, Escolán, Pardo… Esta variación se produce en pocas décadas, pero se mantendrá durante siglos.

Así pues, Las Merindades quedan integradas en las corrientes europeas del año 1000. En la etapa previa quedaron reflejados los antiguos nombres, que nos vinculaban a la vascónica occidental, consignada asimismo en Valpuesta o en el Becerro de San Millán. En la etapa final, se registran cada vez menos nombres de tipo vasco – y los que hay son de tipo oriental, navarra – y más aportaciones francas (catalanas o languedocianas).

¿Ya está todo? No. falta la evidente influencia mora. ¿Qué creían?


Bibliografía:

“Antroponimia vasca en la Castilla condal”. David Peterson.
“Francos y vascos en el norte de Castilla (IX-XIII): los cambios en las denominaciones personales”. Emiliana Ramos Remedios.
“Frontera y lengua en el alto Ebro, siglos VIII-XI. Las consecuencias e implicaciones de la invasión musulmana”. David Peterson.

Entrada dedicada a Tomas que cabalga entre Sestao y Vitoria a lomos de "megas" y Gigas".