Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 30 de agosto de 2020

Noche de cuento en Bisjueces.



Nos trasladamos a Bisjueces. Un hermoso lugar que evoca las más profundas leyendas de Castilla, de Castilla Vieja. De Las Merindades. Leyendas que no cuentos. Nosotros hablaremos de estos gracias al esfuerzo de Elías Rubio Marcos, José Manuel Pedrosa y César Javier Palacios por su trabajo publicado en 2002. Recorrieron la provincia de Burgos preguntando a los más viejos. Que eran aquellos que no marcharon a Bilbao, Madrid o Barcelona, y que custodiaban las viejas costumbres, supersticiones y relatos. Conseguir sonsacarles era difícil. Muy difícil porque procedían de una época en la cual sus “padres no tenían tiempo para cuentos”.

Triste porque los cuentos nos acompañan desde la noche de los tiempos y son un instrumento de conservación de cultura, conocimientos y moral de los pueblos. Hay papiros egipcios que han preservado cuentos que se remontan al año 2000 A.C. También se han identificado tramas de cuentos en la literatura de las antiguas Asiria y Babilonia y en los relatos mitológicos grecorromanos, muchos de cuyos argumentos han pervivido en la tradición oral moderna.


La literatura medieval tuvo un fundamental ingrediente de tipo mágico y fabuloso relacionado con la tradición folclórica y con el cuento en particular. Así, en la literatura francesa medieval, numerosos episodios de “La novela de Renart” o “del zorro”, compilado por más de veinte autores entre 1175-1250, y de los “Lais de María de Francia” (mitad del siglo XII) constituyen sencillas y hermosas versiones literarias de diversos cuentos populares. Importantes novelas de caballería francesas medievales se inspiraron también en el acervo popular. Una de las más importantes, la de “Roberto el diablo”, es un evidente correlato literario del cuento de Juan el Tiñoso.

Por la misma época florecieron en todo Occidente las adaptaciones de cuentos grecolatinos, de relatos hagiográficos, caballerescos y bizantinos, así como de sermones religiosos y profanos con cuentos incorporados, en latín y en las diversas lenguas vulgares. El cuento era empleado en los textos de educación de príncipes y de sermones religiosos y morales. Era el tiempo de Giovanni Boccaccio (1313-1375) con “El Decamerón” y de Geoffrey Chaucer (1340-1400) con “Los cuentos de Canterbury”.

La situación política de la península ibérica fue la puerta de entrada hacia el cristianismo de numerosos cuentos del extremo Oriente y de la India, que pasaron por Persia, Siria y el mundo árabe. A mediados del siglo XIII aparecieron las primeras adaptaciones al castellano de cuentos orientales: el “Califa e Dimna” y el “Sendebar”.A partir de mediados del siglo XIV aparecen recopilaciones de origen diferente. La obra más importante de esta tradición sería el “Libro de los enxiemplos del conde Lucanor et de Patronio” (1335) del infante don Juan Manuel, que bebe de todo tipo de fuentes orientales y occidentales. Se tiene constancia de que los sermonarios de los predicadores estaban también llenos de cuentecillos.

En el Renacimiento se consolidaron, gracias a la imprenta, las colecciones de cuentos populares y recreaciones más o menos literarias. La inmensa mayoría de estas colecciones se centró en el género de los cuentos humorísticos o chistes, en vez de en los cuentos maravillosos.


En Francia, los años finales del siglo XVII trajeron la eclosión de literatura cuentística vinculada con la tradición folclórica. Jean de La Fontaine (1621-1695) publicó diversas colecciones de Cuentos, entre 1665 y 1685, y de Fábulas, entre 1668 y 1778. En 1697 se publica la colección de Charles Perrault (1628-1703) titulada “Historias o cuentos de tiempos pasados” o “Cuentos de mi madre la Oca”, tomada de fuentes folclóricas y reelaborada. Ahí tenemos títulos como “La bella durmiente del bosque”, “El gato con botas” y “Cenicienta”. En España, los repertorios más nutridos fueron los recopilados por Juan de Timoneda en “Sobremesa y alivio de caminantes” (1563, ampliado en 1569), “Buen aviso y portacuentos” (1564) y “El Patrañuela” (1565).

Pero, también, se conservan muchos otros cuentos interpolados dentro de obras de signo muy distinto. Están englobados dentro de obras misceláneas, eruditas, dialogadas, novelas, etc. Por ejemplo, “La lozana andaluza” de Francisco Delicado; o “El Lazarillo de Tormes”. Muchas obras teatrales de los mayores dramaturgos de la época, como Gil Vicente, Lope de Rueda, Lope de Vega, Tirso de Molina o Calderón de la Barca, e innumerables entremeses anónimos, están inspirados o tienen interpolados cuentos tradicionales.

El siglo XVIII, el de la Razón o de la Ilustración, marginó las obras literarias populares que resurgieron gracias al Romanticismo. Este los rescató tanto desde el punto de vista de la documentación y desde el punto de vista del estudio, análisis e interpretación. Son los hermanos Grimm con sus “Cuentos de los niños y del hogar”, recopilación pionera de la recolección moderna, donde añadieron comentarios y reflexiones que inauguraron los estudios modernos sobre el cuento folclórico.

A mediados y en la segunda mitad del siglo XIX comenzaron a aparecer en toda Europa colecciones de cuentos recogidos y estudiados con criterios cada vez más precisos y científicos. La recopilación de cuentos folclóricos se inició en España al mismo tiempo que en casi toda Europa occidental, en la segunda mitad del siglo XIX. Uno de sus precursores fue el escritor Antonio de Trueba (1819-1889), autor de un volumen de Cuentos populares aparecido en 1859.


Y ahora pasamos a los cuentos aprendidos en Bisjueces relatados por Julio Rebolleda, vecino de La Aldea que tenía 91 años en junio de 1999. Detectaremos el trasfondo educativo o burlesco que contiene el relato.

El lazarillo y el ciego

“Le llevaban una vez a uno un lazarillo. Y iban pidiendo por las puertas. Y le dieron al lazarillo, se conoce que una persona caritativa… Y le dio un trozo de pan y un trozo de chorizo. Y el lazarillo, como no le habían dicho al ciego lo que le daban, pues se cogió para él el chorizo, y al ciego, pues, le dio solamente el pan. Y el ciego olía, olía el chorizo. Pero venga a buscar dentro del pan, y no lo encontraba, porque se lo estaba comiendo el lazarillo. Y entonces dice el ciego, dice:
-Parece que huele a chorizo.
Dice:
-Pues no sé, no sé de qué puede oler a chorizo, no lo sé.
Y entonces llegó, por ejemplo, contra un poste, y le dice el lazarillo, dice:
-¡Salta, que hay un arroyo!
Le agarra de la mano [al ciego] y [le] dice:
-¡Salta ahora! ¡Salta!
Y se pegó contra el poste el pobre ciego, y se hizo sangrar de la nariz.
- ¡Pero bueno! ¿Cómo me has hecho eso?
Dice:
-Pues mira: si habrías olido el poste como has olido el chorizo, no te habrías “pegao”.
Esto lo contaban los que eran más viejos que yo".

Parecería que este cuento oral sería una síntesis de dos episodios de “El Lazarillo de Tormes”. A saber: el de la longaniza y el del poste. Debemos comprender que, casi seguro, el autor de “El Lazarillo” se inspiró en un cuento popular al existir textos del Siglo de Oro que se pueden reconocer como variantes independientes de la versión de esta novela picaresca. Estas variaciones han corrido y siguen corriendo en la tradición. La de Las Merindades sería la única versión que tiene una analogía completa con el texto literario, pues menciona el chorizo y el poste.


¿Es una versión oral del texto? O, por el contrario, ¿Es una fosilización e una cuento medieval del que partió la versión escrita en la obra clásica?  Me da que será lo primero. El empleo del término “lazarillo” por el narrador podría ser indicio de ello.

Destaquemos que Julio Rebolleda parecía ignorar la probable procedencia literaria de su cuento que presentaba como tradicional: "Esto lo contaban los que eran más viejos que yo..."


Los mesoneros robados por el arriero

“Eso [era] que una vez el arriero se paró en una posada. Y, al día siguiente, le dice al patrón:
- Bueno, ponme la cuenta, a ver lo que te tengo que pagar.
Y le dice:
-Espera que se lo diga a la mesonera, a ver qué dice.
Dice:
- Oye, mira lo que dice aquí el arriero, que a ver, que [le] pongas la cuenta.
Dice:
-Pues ven, toma. Y le dice, así por lo bajo… dice:
-Mira, esto es lo que le tienes que [cobrar]. Y, al que va de paso, [cañonazo]


Pero el arriero oyó lo que le decía, y dice:
-¡Coño, qué bonito! Conque yo que siempre paso por aquí y hago aquí noche, y al que va de paso, cañonazo ¿eh?
Cogió, dice:
-Bueno, bueno, ya subo enseguida.
Se fue adonde tenía las mulas, ya preparadas y todo, y cogió dos gallinas que tenían allí en la cuadra. Cogió, y las retorció el cuello y las metió en las alforjas, y al carro con ellas.
Dice [el mesonero]:
- Pues mira, esto me ha dado la mesonera, que es lo que tienes que pagar.
Dice:
-Bueno, está bien. -Dice- y le dices a la mesonera que… ¡por la Puerta de Alcalá van dos damas y un galán!
Dos gallinas que la había “robao” y el gallo”.


El sastre y la zarza

“Pues entonces, los sastres tenían que ir por los pueblos. Y iban, claro, pues a ver si tenían que hacer ropa a los hijos, o al matrimonio, o al que sea. Y claro, éste al parecer tenía mucha confianza con una familia, y le dijo el cliente:
-Mira: ya que estás aquí, quédate a cenar con nosotros. Total, de aquí a tu casa no vas a tardar mucho de ir, y la noche está buena. Quédate.
Y tanto decirle, pues se quedó a cenar con ellos. Cenaron, y ya sabe usted que antiguamente se usaban mucho las capas; se la echaban por encima y no tenían frío.
Cogió, y claro, antes no había carreteras ni coches ni nada de eso; tenían que ir por los caminos, que no eran tan lisos como ahora, [y] tenían que arrimarse a las orillas. Y éste, en una de éstas, fue a arrimarse a las orillas porque relucía el agua; y una zarza se le enganchó en la capa y no le soltaba. Y el hombre se creyó que alguno le había “agarrao” la capa y le sujetaba, y le sujetaba. Y allí, quieto, y allí quieto, hasta que a otro día amaneció. Y [él seguía] allí “agarrao” en la zarza. Y el hombre dice:
- ¿Qué es lo que quieres? ¡Suéltame! ¿Qué es lo que quieres? ¡Suéltame!
Y entonces ya, por la mañana, cuando se volvía a ver quién le estaba sujetando, vio que era la zarza. Y entonces dice:
-¡La madre que te echó! ¡Si sé que eres tú -dice- , saco la tijera y te hago dos agujeros a un tiempo!”

La que hemos leído es la versión de nuestro ya conocido, por los cuentos anteriores, Julio Rebolleda. Pero, de este relato, disponemos de más versiones por toda la provincia de Burgos. Añadiremos un par de ellas. 


Fijémonos en lo que cuenta en Poza de la Sal Antonio Pedrosa Lete que tenía 85 años en septiembre de 2000:

“Aquí hubo un sastre que bajaba a Hermosilla. Y bajaba a hacer una capa allí para el señor alcalde, a aquel Tomás, que era el alcalde aquel año. Y bajaba por ahí, por el camino viejo - que madrugó mucho el sastre- , y cogió y se enganchó en una mata. Y allí estuvo toda la noche enganchao.
Y había una perdiz, y decía :
-¡Cáscale, cáscale , cáscale!
Las perdices dicen eso. Y después, el macho hacía:
-¡Huaaaaá, huaaaaaá! ¡Por ahí va, por ahí va!
Y allí estuvo toda la noche “amarrao”.
Y al amanecer, según amaneció, vio que era una mata. Sacó la tijera y le dijo:
-¡Si como eres mata, fueras hombre, ahora mismo te cortaba el pescuezo!”

Vemos que este informante transforma el cuento en una broma, un chiste, sobre alguien de la localidad. Da unos datos geográficos e incluso un nombre de un alcalde de Poza de la Sal. Que pudo existir o no. No importa.

La siguiente versión es de Navas del Pinar y la contó Clementino Blanco de 70 años en octubre de 2001:

“Iba un sastre a tomar medidas a los pueblos de “al lao”. Y, claro, ya se le hizo de noche cuando venía “pa” casa. Y, al pasar, pues quiso atajar el camino, en vez de venir por la carretera. Y entonces, pues resulta de que, al pasar por un [sitio] estrecho, pilló una zarza y se le enganchó. Y él pensó que le cogía el lobo. Y allí [estuvo] “tó” la noche encogido, quieto, quieto, quieto, hasta que amaneció. Y, cuando amaneció, vio que era la zarza. Cogió la tijera y cortó el tallo, y dice:
- ¡Lo mismo hubiera hecho con tu brazo si fueras un hombre!”

Cortesía de Condadodecastilla.es

Finalmente referiremos la versión contada en Melgar de Fernamental. Claudio Gutiérrez del Olmo, de 73 años en octubre de 2001, nos cuenta:

“El sastre de Osornillo: un pueblo cerca de Burgos, pero en la provincia de Palencia, en la comarca del Pisuerga. El sastre de Osornillo tenía una novia en Melgar, y el pobre era tan pobre que no tenía ni bicicleta, ni burro, ni caballo. Y venía a ver a la novia. Entonces, se le echó la noche y se despistó, se salió del camino, y se trabó en unas zarzas. Y el pobre hombre, pues estaba “preocupao”. Navaja no tenía, no tenía más que las tijeras. Pero no valía para nada, no tenía... Para matar a nadie, no valía. Y pensaba:
- ¿Cogeré las tijeras y se las clavaré? ¿Le mataré? -Dice-. Pero, si le mato, me condeno. No, esperaré a más “adelante”, a ver si viene el día y me suelta.
Quieto allí en la mata, rezaba; venga a rezar, y venga a rezar...
- ¡Ay, Dios mío! Pero suélteme: si soy un pobre sastrecillo que no tiene dinero ni nada, que apenas vivo de dos pantalones que hago, y la mitad no me les pagan...
Otra hora, y otra hora... Venga rezos y venga rezos, venga lamentaciones.
-¡Por favor, suélteme usted, hombre, suélteme, que soy un pobre!
Bueno, ya viene el día, el amanecer; abre los ojos, empieza a mirar, coge las tijeras [y dice]:
-¡Maldito seas, si llegas a esperar un poco más, te corto las manos!
Y era la zarza, que le estaba agarrando”.

Como vemos, la población no les tenía mucho cariño a los sastres. ¿Por qué? Parece que estos, junto a Gitanos, médicos, curas, gallegos y zapateros, eran blanco de burlas y chascarrillos al menos a partir del Renacimiento. La literatura seria lo refleja en múltiples ejemplos como en el episodio de Sancho en la Ínsula Barataria que hace burla del sastre ladrón que monta un pleito ante el gobernador, o el del médico disparatado que impide a Sancho tomar alimento.


Los enfermos hacen régimen.

“Esto era un pueblo que no había más que eso, que un médico y un practicante. Tenía una vecindad de unos cuarenta vecinos, o así. Pero resulta que se puso el practicante malo y avisaron al médico. Y que se había puesto el practicante malo y que vendría a verle. Y vino a verle, y estuvo mirándole bien, auscultándole por todos los sitios. Y dice:
- Tú, me parece a mí que has comido una cosa que no tenías que haber comido. ¿Sabes qué tienes que hacer? Dieta, dieta, dieta. Tres días de dieta, pero sin comer nada.
Y claro, el practicante dijo:
-Bueno, bueno, pues si hay que estar sin comer nada, pues [estoy] sin comer.
Y claro, estuvo un día sin comer nada, y ya se iba arreglando un poco, y dice:
- ¡Cago en diez! ¿Cómo estoy yo aquí otros dos días más sin comer nada?



Con que, en una de éstas, que la mujer se fue a comprar algo por ahí, se levanta, se coge una naranja, se la lleva a la cama, se la pela y se la come. Y las peladuras las coge y las tira debajo de la cama. En esto, que viene el médico y dice:
-Pues mira, pensaba haber venido mañana, pero pasaba por aquí y he entrado para ver al enfermo - le dice a la mujer-, a ver qué tal sigue.
Y claro, entra el médico a la habitación , y ve las peladuras debajo de la cama.
Dice:
-Pero, ¿no has hecho lo que yo te dije, eh? Te dije: dieta, dieta, dieta.
Dice:
-¡Y a dieta estoy, que no he comido nada!
Dice:
-A mí no me engañas. ¿Cómo dices que no has comido nada, si lo que no has querido lo has tirado ahí debajo de la cama?
Y entonces el practicante no tuvo que hacer más que callarse y dormir.
Pero resulta que, a los ocho días, se pone malo el médico, y tuvo que ir a verle el practicante. Claro, no había más...y llevaba la canción de lo que le había pasado a él:
-Bueno, yo creo que has comido alguna cosa que no te ha hecho bien, así que dieta, dieta, dieta, ¿eh? Tres días de dieta, sin comer nada.
Dice:
-Bueno, pues si hay que estar a dieta, pues a dieta.
Con que el médico se está tres días a dieta. Y el practicante viene a verle, y lo primero que hace es mirar a ver lo que había debajo de la cama. Y entonces no es como ahora, que se duerme en buenos colchones y eso. Éste estaba durmiendo en un colchón de paja de avena, y del colchón pues se habían caído algunos trozos de paja de las avenas.
- ¡Le dije a usted ayer que tenía que estar a dieta!
Dice:
-¡Pues a dieta estoy!
-¡Pues usted ha comido paja!
- ¿Cómo que he comido paja?
-¡Hombre, me lo va a negar usted a mí, que lo que no ha querido lo ha “tirao” debajo de la cama!”

Con este último cuento de Julio Rebolleda lo dejamos. Es una clara muestra de relato jocoso con los grupos sociales influyentes durante mucho tiempo como sujeto de burla.



Bibliografía:

“Cuentos burgaleses de tradición oral (teoría, etnotextos y comparatismo)”. Elías Rubio Marcos, José Manuel Pedrosa y César Javier Palacios.


sábado, 15 de agosto de 2020

“Misterios y enigmas del Norte de Burgos” por Fran Renedo Carrandi.



Mediados este aburrido y enmascarado mes de agosto resulta imprescindible –una necesidad diría yo- recurrir a la buena literatura de viajes. En este sentido Francisco, Fran, nos sienta tras él en su moto para cabalgar las carreteras de Las Merindades, y cercanías, en busca de lugares perdidos en la memoria de nuestros mayores y, que de conocerlos, resultan voces lejanas de muestra infancia. Gracias a la editorial Librucos (nombre que nos salpica de “cantabridad”) se han podido imprimir para nuestro deleite.


Hablemos sobre el autor. Francisco Renedo Carrandi nació en Torrelavega en 1972. A pesar de su envidiable edad, está bregado en el oficio de la divulgación etnográfica y del relato periodístico y ese “saber hacer” lo notarán a lo largo, y ancho, de este libro. Generalmente se ha dedicado a trabajarse la cultura de Cantabria colaborando en diversos medios de comunicación como el periódico “La Voz de Cantabria”, la publicación “Los Cántabros” y las revistas de lo paranormal: “Más Allá”, “Año Cero” o “Enigmas”. Además, es autor de varios libros: “Guía de la Cantabria Mágica” (Luciérnaga, 2017); “El enigma Garabandal”; “Apariciones marianas y ovnis”; “50 lugares mágicos de Cantabria”; “Brujería y superstición en Cantabria”; “Cantabria incógnita y misteriosa”; “Enigmas de Cantabria”; y “Las piedras calladas”. Seguro que me dejo alguno pero si desean la relación completa de sus obras la tiene en la solapa de “Misterios y enigmas del Norte de Burgos”. Como ven no es un recién llegado a la república de las letras.

Fran Renedo Carrandi

No nos olvidemos que obtuvo la Mención de Honor en la XXIII edición del Premio de Investigación “Cabuérniga” 2015 sobre Etnografía y Culturas Rurales y Marineras, por su obra “Tres Ejemplos de superstición en Cantabria: Brujería, Noche de San Juan y Costumbres Funerarias de los Montañeses”.

Si todo esto no fuera suficiente es, también, músico y director y presentador del programa de radio “La Cara Oculta”.

Vale ya. Volvamos al libro de hoy. Algo que se me olvidó preguntarle durante una breve conversación que mantuvimos mediante las redes informáticas y que creo saber es por qué escribía sobre Burgos: no hay duda, Cantabria se le había quedado pequeña.

Destacaremos que la foto de portada es de Andrés Serna, autor de “El correo de las matas”.

Decía que hablaríamos del libro. Vamos allá.

 
Tendremos entre nuestras manos una obra de pequeño formato, con escogidas fotografías que completan los textos y unos divertidos mapas trazados cual mapa del tesoro que nos ubicarán los lugares de los que habla Fran. Tras la introducción recorreremos diez “Hojas de ruta” y un capítulo escoba que se nos harán breves. Tras ellos una completa bibliografía para que cada cual profundice en cada uno de los temas tratados.

Recorreremos con el viento de un escribir amigable que habla al lector con cercanía lugares como Cillaperlata y su Virgen de “Covadonga” (¿O es al revés?); Horna y una casa encantada relatada por un periódico falangista; parricidios, trata de niños, enfermos inapetentes de larga vida, pasadizos que quizá contienen tesoros, pirámides italianas y ovnis.

El “Totum Revolutum” del final no se lo destripo porque, cuando lo leí, me resultó un remate más que dulce para un trabajo que les obligará a mirar Las Merindades con otros ojos. Por el rabillo del ojo en busca del misterio que se escapa a una mirada directa.

Todo esto por 18`50 Euros y disponible en las librerías de Las Merindades y en la página de la editorial Librucos.