Nos
trasladamos a El Almiñé (Valle de Valdivielso) para conocer su inicialmente románico
templo bajo la advocación de San Nicolás de Bari. Cuando lleguen verán muros de
sillería de piedra caliza blanca. Destaca la torre asentada sobre el primer
tramo de la nave, a la que se accede por un husillo. Anotar que en la
restauración románica durante el año 1996 se eliminaron la capilla bautismal y
la casa de concejo –adosadas ambas al lado norte del templo–, así como los
merlones que coronaban la escalera de caracol y que daban al conjunto un
aspecto defensivo, hoy perdido.
Las dimensiones de la iglesia son 22 metros de
larga por 5`60 metros de ancho en su nave principal. Como curiosidad comentamos
que sus libros parroquiales comienzan en 1518. En las fotografías de principios
del siglo XX se aprecia el pórtico que cobijaba la portada meridional. Los
visitantes del valle de Valdivielso verán las similitudes entre las iglesias de
Valdenoceda, El Almiñé y San Pedro de Tejada sin determinar cuál fue primera,
aunque todas están situados en el primer tramo del siglo XII, pero comparten una torre elevada sobre cúpula en el primer tramo de la nave. En la
“Crónica de Alfonso VIII”, de Alonso Núñez de Castro nos cuentan que el año
1180 ya existían los templos de San Pedro de Tejada y El Almiñé.
Del
periodo románico, de la segunda mitad del siglo XII, se conserva la nave,
algunos canecillos y la torre o campanario. El resto se construirá a partir de comienzos
de siglo XVI, cuando se renueve la cabecera, aunque coronada por las cornisas y
canecillos procedentes de la obra románica. La nave estaría en tres tramos: el
anterior –en realidad un falso crucero– soporta a la torre y sus muros casi son
invisibles desde el exterior; los dos tramos posteriores son más cortos,
separados por una pilastra a cada lado, con una estructura similar a la de San
Pedro de Tejada.
Estos paramentos arrancan desde un corto zócalo rematado en
bocel (una moldura de forma circular), con los estrechos paños entre pilastras
recorridos a media altura por una imposta ajedrezada de la que parten tres
ventanales, dos en el lado sur y uno en el norte. Los tres ventanales siguen el
mismo esquema: saetera rectangular enmarcada en arco doblado de medio punto,
con la rosca exterior lisa, trasdosada por chambrana (palabreja que significa
adorno alrededor de una ventana) ajedrezada y con la interior formada por arco moldurado
a base de bocel y moldura cóncava de cuarto de círculo cargado con puntas de
clavo, descansando sobre columnillas y acogiendo un pequeño tímpano. Trabajo
fino y, supongo, algo caro.
Cortesía de José Antonio San Millán Cobo
Una
ventana que se halla en el tramo oriental de la fachada sur fue parcialmente destruida
cuando se abrió la actual portada dieciochesca. Eso sí, la de la cara oeste conserva
su estructura completa, con las columnillas de basas áticas y capiteles de
anchas hojas lisas rematadas en rollos o bolas y en el ábaco pequeños escudetes
con estrellas talladas a bisel. Resulta idéntica la única ventana que se abre
en el muro norte, aunque en este caso de la cruz del tímpano parten algunos zarcillos.
Cortesía de José Antonio
San Millán Cobo
En
este muro norte está una de las dos portadas románicas que, más o menos, conserva el edificio, la que se encontraba cubierta por el baptisterio hasta la restauración de 1996. Lo
describimos, aunque se puede ver la foto. Es un arco de medio punto de arquivoltas
molduradas. En primer lugar, un grueso sogueado, le sigue una nacela (Moldura
cóncava cuya sección está formada por dos arcos de circunferencias distintas, y
más ancha en su parte inferior) de motivos geométricos y figurados (cubos,
rollos, rosetas, pitones y cabecitas felinas); a continuación otra nacela con rosetas,
zarcillos o ajedrezados; después un bocel, al que sigue una escocia o nacela con
puntas de clavo. Finalmente, otro sogueado que precede a la chambrana (Labor o
motivo decorativo realizado en piedra o madera, que se coloca alrededor de las puertas,
ventanas o chimeneas) ajedrezada. Todo este sistema descansa en cuatro
columnillas que parten del zócalo inferior, que recorre el muro, y se componen
de basas áticas con bolas, fustes monolíticos y capiteles como los de las
ventanas, aunque ahora con las hojas nervadas y acompañadas por pequeñas
rosetas: Sus capiteles están rematados por molduras ajedrezadas que enlazan con
la base de la chambrana.
Detalles de la portada románica
(C. José Antonio San Millán Cobo)
Esta
portada se halla a ras de muro. Un recortado tejaroz la cubre sostenido por
cinco canes, de los que sólo dos son originales –además muy maltratados-. Su
composición recuerda las portadas de Huidobro, Condado de Valdivielso,
Valdenoceda y San Pedro de Tejada. Rematando esta fachada vemos que se conserva
parcialmente la cornisa ajedrezada que continua hasta entrar en la fachada
oeste. Luego solo hay otro pequeño punto que gira hacia el muro sur, pero, en
este, está perdida habiéndose reconstruido con formas lisas durante la
restauración. Bajo alero hay seis canes originales, dos de ellos con mutiladas
figuras humanas, tres con cuadrúpedos –entre ellos un cerdo– y finalmente una
cabeza de ciervo muy deteriorada.
Cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
No
sé si se han dado cuenta, pero hemos hablado de más de una portada románica.
Había dos pero la portada del muro sur, bajo la torre, fue inutilizada al construirse
el, seguramente gótico, husillo.
Foto de José A. San Millán.
Por dentro tuvimos un pequeño hueco para
acceder a la escalera del campanario, aunque, al abrirse una nueva puerta en el
exterior del husillo, se cerró definitivamente. Hasta la restauración de 1996
un retablo barroco ocultaba el arco de medio punto peraltado de esta portada,
mientras que en su cara externa se llegaba a ver parcialmente dentro de la
escalera de caracol y a un costado del husillo. En esta fachada del husillo
veremos una docena de canecillos, varios de ellos de dobles nacelas combinadas
con figuras geométricas, además de al menos dos con restos de animales.
Canecillos de la cabecera, lado sur
(José Antonio San Millán Cobo)
La
fachada oeste, muy cambiada tras la restauración, está rematada con un hastial
coronado en una cruz. Hoy luce dos ventanas, una inferior, cuadrada, abierta en
1863, y otra románica muy decorada: saetera rectangular enmarcada en arco de
medio punto abocinado; tímpano central con tres rosetas, la central de mayor
tamaño; lo bordea una moldura de grandes dientes de sierra abocelados; un
listel achaflanado cargado de hojas palmeadas que nacen de tallos sinuosos; otra
cenefa ancha y achaflanada decorada con rombos; un pequeño bocel; una moldura
dentada; y la chambrana con ovas de tres hojitas. Las arquivoltas descansan en
cuatro columnillas acodilladas, cuyos capiteles exteriores siguen la misma composición
vegetal de los de las otras ventanas y los interiores presentan a un águila
frontal con las alas abiertas en el septentrional y dos ¿pavos? en el
meridional, completándose con unos cimacios de grueso bocel.
Ventana oeste. Exterior (José Antonio San Millán)
Cubre la ventana
un pequeño tejaroz con cornisa de pitones y cinco canecillos, uno con un rectángulo
rematado en rollo y los otros cuatro con figuraciones animales: una cabeza de
ciervo y tres cuadrúpedos, uno de los cuales podría ser un cerdo. Esta ventana
posiblemente sea el elemento más significativo y conocido de esta iglesia de
San Nicolás de Bari de El Almiñé. Por su interior esta abocinada y enmarcada en
doble arquivolta dentada con ajedrezado, dos columnillas coronadas por
capiteles decorados con gallináceas distintas a las exteriores, siendo más
gallos –quizá basiliscos–que pavos.
Ventana oeste. Interior.
(José Antonio San Millán Cobo)
Debió
ser a comienzos del siglo XVI cuando se renovó la cabecera, incorporándose
parte del viejo alero en la nueva fábrica. Los canecillos son cuarenta y tres, tallados
a la vez que se levantó la cabecera como demuestran los situados en los ángulos.
Hay tres cabezas humanas grotescas en el lado norte, que serían góticas,
mientras que canecillos románicos serían diecisiete: once de ellos en el lado
sur y seis en el norte. Son estos últimos los más visibles y mejor conservados,
de buena talla, representando de oeste a este los siguientes motivos: cabeza
grotesca tocada con casco, posible grifo, león, pareja de cuadrúpedos
–¿perros?– en lucha, toro, ave, peón lancero tocando el cuerno, saltimbanqui
con cinturón de refuerzo dorsal, liebre, cabeza humana y ciervo. A todos ellos
habría que sumar otro canecillo románico más, reutilizado durante la
construcción del husillo y que representa a otro cuadrúpedo.
Foto: José Antonio San Millán.
La
torre del campanario se alza sobre el primer tramo de la nave, o falso crucero.
Es una de las mejores torres románicas de este tipo en Las Merindades y
cercanías. ¡Y eso que las sucesivas modificaciones en el templo le han restado
protagonismo! Es de planta cuadrada con esquinas achaflanadas, dotada de un cuerpo
inferior macizo en cuya cara norte se conservan dos grandes cabezas grotescas
de las tres que hubo. En los cuatro chaflanes angulares se ubican semicolumnas adosadas
que llegan hasta la cornisa donde rematan en capiteles. Hay ventanas dobles en
cada lado, separados por medias columnas que mueren también en la cornisa, de
nacela, sostenida por canecillos cortados en nacela por los tres lados y
decorados con pequeñas hojitas lanceoladas y planas, un motivo común en Soria y
en Zamora.
Cortesía de José Antonio San Millán.
Los
capiteles de las semicolumnas centrales y angulares los hay de cestas lisas,
con motivos vegetales –hojas lisas, palmeadas en varios planos, ramificadas o
puntiagudas– y también dos figurados, ambos situados en el lado norte y representando
uno a dos leones que muerden una especie de culebra o reptil, mientras que el
otro muestra a dos cuadrúpedos de monstruosas cabezas vomitando tallos.
Detalle de la torre. (José A. San Millán)
Esta
iglesia dispondría de cuatro campanas: dos esquilas fechadas en 1784 y dos
campanas denominadas “Sagrados Corazones” y “Santa Bárbara” fundidas por Juan
Pérez Manjón de Santa Cruz del Tozo (Burgos).
En
periodo gótico se hizo el husillo que se adosa al muro sur pero siguiendo las
formas románicas. Hay fotos donde se observa el remate de la escalera con un
pequeño cuerpo dotado de merlones y pequeñas saeteras. Es posterior al husillo,
pero todavía en época medieval. Fue desmontado en la restauración de 1996 con
el afán de despejar la visión de la torre.
Y, llegados a este punto tras ver,
además, que hay una entrada románica anulada por el husillo, ¿Dónde estaba el
primitivo acceso a la torre? Hay tres posibles opciones: Una escalera de
caracol en el lado norte pero no tenemos rastro en los muros; una estructura de
madera que hubiera estado donde tenemos el husillo, pero librando la portada -raro-;
o un acceso desde el interior, quizá a partir del desaparecido presbiterio o, tal
vez, por la ventanita que se abre en el octógono interior de la torre.
Crucero (José Antonio San Millán)
En
el interior del templo se llega a apreciar el entronque de la desaparecida
cabecera románica con el falso crucero sobre el que se alza la torre.
Sobreviviría en todo caso el arco triunfal, que cuenta con otro semejante en el
paso de este crucero a la nave propiamente dicha, ambos con esbeltos arcos de
medio punto cuyos soportes arrancan de un podio rematado en listel y bocel. La
rosca externa descansa en pilastra, a la que se adosa una semicolumna con basa
de plinto rematando en capitel vegetal que en todos los casos vienen a repetir
el modelo de los vistos en las ventanas o en la portada norte: hojas lisas o
nervadas, de formato triangular, ahora dispuestas en dos planos y generalmente
rematadas en bolas y con ábaco presidido por escudetes, todo bajo cimacios
decorados con pitones. En los muros norte y sur los paramentos se alivian con
arcos doblados de medio punto, del mismo formato y altura, aunque apoyando
exclusivamente en dobles pilastras. En el lado sur aún se reconoce la primitiva
portada románica que fue inutilizada con la construcción del husillo, mientras
que en el norte se abrió un amplio arco que da acceso a la gran capilla adosada
a ese lado y que porta en su cornisa la fecha de 1780.
Sobre
este conjunto de arcos se eleva un cuerpo octogonal, dotado de trompas en las
esquinas, que mediante una imposta recibe el peso del campanario. Estos muros
conservan restos de las pinturas murales góticas que se extienden también por
todos los demás paramentos de época románica y que representan dragones blancos
y rojos. Estas pinturas permanecieron ocultas por sucesivas capas de cal.
Cortesía de José Antonio San Millán
La
nave es estilizada, con su parte superior recorrida por una imposta ajedrezada donde
apoyan las tres ventanas laterales de arco doblado y abocinado en el interior.
Otra imposta ajedrezada da paso a la bóveda de cañón, que está dividida por un
arco fajón de rosca simple sobre semicolumnas que siguen la misma composición
que las del crucero y con capiteles en la misma línea.
Los
muros interiores fueron limpiados durante la restauración apareciendo una
decoración de despiece de sillería blanca con llagueado formado por dobles
líneas rojas y banda central asalmonada, que cubría directamente los paramentos
de sillería románicos. Esta decoración se complementaba con algunos otros
vegetales y figurados típicos del siglo XV. Así, los arcos del crucero muestran
zarcillos de vid y la cúpula de la torre posee unas largas cabezas de dragón
que parten de una clave central. Este motivo, común en la decoración de las
nervaduras góticas, se repite en los dos tramos de la bóveda de cañón de la
nave. Estos dragones rojos parten de claves centrales decoradas con las armas
de Castilla y León.
Foto: José Antonio San Millán
Completan
las pinturas una serie de escudos heráldicos situados en el entorno del
crucero: cuatro sobre el arco que separa crucero y nave, muy borrados, pero
representando tal vez a las armas de Castilla; los otros se disponen sobre arco
el triunfal, con uno central de mayor tamaño con las armas de Castilla y León y
dos más pequeños que serían blasones familiares. Uno de ellos es jaquelado de
plata y sable y el otro lleva dos calderas de oro, en palo, sobre campo de
gules, con bordura cargada de leones de gules en campo de plata.
De
manera previa a la restauración de 1996 se excavó el entorno próximo al templo
al ser lugar tradicional de enterramientos. Se documentó parte de la necrópolis
medieval que rodeaba el templo y se exhumaron varias tumbas de la necrópolis
moderna del interior, se localizó un horno de fundir campanas junto al testero
de la cabecera y se comprobó el desmantelamiento de tierras de un metro de
espesor que se realizó en el siglo XVIII, cuando se abrió la puerta en la
fachada sur, eliminando la necrópolis medieval de ese lado y dejando al aire
parte de la cimentación de las diversas estructuras. Las catas arqueológicas no
resolvieron nada sobre la cabecera que, quizá, fuese similar a la de San Pedro
de Tejada.
A
finales de la edad media comienzan las obras de renovación del templo. La
primera fase sería la construcción de la escalera de caracol de acceso a la
torre, el husillo que rematarán con un almenado. No hay fechas exactas, pero
evidencian trazas góticas. El almenado del husillo podría tener su origen en el
ambiente de inseguridad que vive Castilla en la baja edad media y que llevó a
fortificar iglesias.
En
las primeras décadas del XVI se rehace la cabecera del templo. ¿Las causas?
Aparte de la riqueza del pueblo podría ser por el mal estado de la construcción
anterior o por la necesidad de espacio interior. Tras la nueva cabecera se irán
añadiendo las capillas. La primera, casi a la vez que la cabecera, fue la
pequeña capilla funeraria de la familia Rueda y Ruiz Beñe, estudiada en la
excavación arqueológica de 1996, y en la que se sitúan dos laudas sepulcrales
con los mismos escudos heráldicos que aparecen en el muro.
Sabemos que los Ruiz
Beñe fueron una familia noble del Valle con casa en El Almiñé que estaba emparentada
con los Puente, Rueda y Madrazo. Su escudo era en campo de plata, encina con
caldera colgante y lobo empinado.
En la capillita iba también un pequeño
retablo renacentista trasladado de lugar en la última restauración que Huidobro
y Julián García describen de la siguiente forma en su obra: “Su retablito de
madera, en forma de batea, obra de la escuela castellana del siglo XVI, es muy
lindo y tiene detalles góticos, como son: las agujas de madera y el fondo de la
estatuita de la Virgen que llevó en su base. Las bandas decoradas con floreros
y fruteros son de estilo del renacimiento. Las escenas representan el
Nacimiento del Niño Jesús en el portal de Belén, adorado por los Santos Esposos,
la Presentación de la Virgen en el templo y la Asunción de la Inmaculada,
acompañada de cuatro ángeles; ésta es la más bella de las tres representaciones
y conserva el carácter gótico”.
Posteriormente esta capilla pasó al
patronato a los Ruiz Puente, pues debajo de los escudos existentes se dispuso
un cuadro donde constaba que Bernarda Ruiz Puente, natural de El Almiñé, fue
elegida abadesa de las Huelgas en l861. Los Puente eran, evidentemente, otra
familia importante de El Almiñé.
Al
lado derecho de la cabecera se abren dos capillas: una al sudeste de la nave
mayor y otra desviada construida en 1780. La primera de estas tendría fecha de 1659,
si creemos la inscripción que se halla en una lápida de su muro interior,
aunque Luciano Huidobro y Julián García Sáinz de Baranda leen la fecha 1699,
diciendo que se construyó por mandato del licenciado Agustín Hernández de la
Gala.
Esta cartela -lápida- con un escudo cuartelado con castillo en el jefe,
seis besantes en el segundo, cuatro bandas y dos lagartijas en el tercero y
árbol con lobos empinantes dice: “A honra y gloria de Dios hizo hacer esta
capilla de la y de Señor San Agustín el licenciado Agustín Hernández de la Gala
cura deste lugar y Escobados de arriba hixo de Agustín Fernández de la Gala y
Fernández n. m. n. qr Bos. que fueron deste lugar y la doto en 22 reales y dos
libras de cera y en cada año perpetuamente como consta en las escrituras ante
Pedro Alonso de la Torre escribano real con licencia de ordinario en 23 de
Febrero 1699”.
En
1780 se fecha la capilla levantada, seguramente, por Andrés Fernández al norte
de la nave y que se cubre con bóvedas de crucería de tradición gótica. Ese
mismo año se construiría igualmente la que se adosa al sur de la cabecera,
donde hubo una inscripción con fecha de 1781 y un escudo cuartelado, con la
rueda y los lises alternando, y la leyenda: “El limo. Sr. D. Josef
Constancio de Andino y Fernández, Obispo de Albarracín y beneficiado que fue
por hijo patrimonial de esta iglesia parroquial de la Almiñé año de VTR
(Víctor) 1781”.
Capilla del lado norte.
(Cortesía de José Antonio San Millán)
Y,
ya que nos metemos en el retablo mayor presentándolo mediante la descripción de
Julián García Sainz de Baranda: “El retablo principal es magnífico, el más
bello de los tallados en madera del Valle. Todo él va ricamente estofado y,
aunque de estilo plateresco del renacimiento, conserva bastante carácter
gótico, sobre todo en las figuras de sus relieves. Todos los asuntos en él
representados están tratados en relieve, menos la estatua del titular, la de la
Asunción de Nuestra Señora y la escena de la Crucifixión. La predela presenta a
los cuatro evangelistas, ocupando las bases de las columnas y alternando con la
misa de San Gregorio y la Piedad, puestas en los entrepaños con finísimas
columnitas de separación. El sagrario es rococó. El primer cuerpo ostenta la
imagen de San Nicolás, sentado y bendiciendo, con los tres niños que resucitó al
pie, metidos en una cuba. Es una estatua bellísima. A ambos lados se destacan
los medio-relieves, representativos de su ordenación episcopal y su viaje a
Jerusalén, cuando, enfurecido el mar, los marinos tiran al agua fardos y
toneles, mientras el santo, desde el castillo de popa, calma la tempestad.
Todos los detalles están hechos con suma delicadeza y propiedad. El segundo
cuerpo muestra en el centro la imagen de la Virgen en su Asunción a los cielos,
sostenida y coronada por los ángeles; la efigie es perfecta y lleva finísima corona
gótica. Todas las figuras tienen mucho movimiento. A ambos costados se
representa la Visitación de Nuestra Señora y su muerte, la primera en alto y la
segunda en bajo relieve. En el remate se ve la Crucifixión del Señor,
acompañado de la Santísima Virgen y San Juan, y a sus lados, en medios puntos,
se destacan los bustos de San Pedro y San Pablo, graciosamente presentados.
Termina con un ático triangular, adornado con el busto del Padre Eterno. Las
pilastras de separación y los entablamentos, lo mismo que los fondos, se
enriquecen con vástagos, querubines y retallos del más puro estilo plateresco”.
Retablo mayor. (J. A. San Millán)
La
tragedia se rozó a principios de los años ochenta cuando en medio de una misa
una de las piezas del retablo casi hiere al oficiante. Desmontaron esa parte del mismo
y la guardaron en una nave lateral de la iglesia con humedades. Finalmente, en
septiembre de 1988, el retablo fue trasladado a Burgos para ser restaurado en
el taller de la Diputación Provincial. Esta pieza datada hacia 1530, volvió en
el 2012 con un coste aproximado de 100.000 euros. Las causas de que tardasen
más de veinte años fueron la escasez de personal -un único restaurador, Feliz
Alonso- y el grave deterioro de la pieza causado por un incendio parcial del siglo
XVIII, las humedades y las termitas. Se tuvo que sustituir el sesenta por
ciento de la madera.
A
la izquierda del retablo tenemos la sacristía hexagonal de finales del siglo
XVII, como la portada actual, abierta en el muro sur de la nave. La nueva
puerta sin duda se hizo como consecuencia de inutilizar la original románica de
la fachada norte con la pequeña capilla bautismal, cerrada
con reja y desaparecida en la restauración de 1996. Probablemente entonces se
realizó el pórtico meridional que sobrevivió hasta mediados del siglo XX,
acompañado de un potente muro de cierre en el lado oeste que, a modo de
contrafuerte, evitaba el riego de desplome de la nave por los empujes de la
bóveda de cañón. Este muro, también desmantelado casi en su totalidad en la
última restauración, estuvo aliviado con una puerta adintelada –quizá para
acceder a un troje–, posteriormente cegada.
De
1863 datan las ventanas cuadrangulares del hastial de la nave y de la capilla
de José Constancio de Andino (la grande) y, por último, quizá ya en el siglo
XX, al norte de la nave se adosó una pequeña casa concejo, igualmente destruida
en 1996. Finalmente cabe hacer una alusión a la pila bautismal, pieza en forma
de copa, con el exterior del vaso liso y el interior avenerado y con pie
decorado con dos atlantes y un dragoncillo, que se ha considerado desde románica
a tardogótica.
Durante los trabajos de 1996, al desmontar cubiertas y muros,
localizaron algunas piezas románicas -elementos de cornisa, canecillos,
sillares, impostas o dovelas- sin especial significación.
Bibliografía:
www.romanicodigital.com
“Burgos.
Todo románico”. Guías románicas.
www.arteguias.com Artículo de José Manuel
Tomé.
Portal
de turismo de Castilla y León.
Periódico
“Diario de Burgos”.
Blog “Turismo en Burgos”.
Pàgina
oficial dels Campaners de la Catedral de València.
Círculo románico.
Blog
“Tierras de Burgos”.
Blog
“ZaLeZ”.
Boletín
Oficial del Estado del reino de España.
“Amo
a mi pueblo”. Emiliano Pereda Perdiguero.
“Apuntes
descriptivos histórico y arqueológicos de la merindad de Valdivielso”. Luciano
Huidobro Serna y Julián García Sainz de Baranda.
“Las
Merindades de Burgos: un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la
Antigüedad a la Edad Media”. Tesis doctoral de María del Carmen Sonsoles
Arribas Magro.
“Guía
ilustrada de la provincia de Burgos (1930)”.
Estadísticas
del arzobispado de Burgos. Varios años.
“Anuario
del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración”.
“Metodología
de los inventarios de campanas”. Francesc Llop Bayo.