Francisco
Vivanco y Barbaza-Acuña regresó a tiempo para participar en la zapafiesta que
alegraría España durante casi una década por mor de un trono y una ley sálica.
Pero mientras llegaba la muerte a Fernando VII, Vivanco fue nombrado, el 2 de
Noviembre 1830, Ayudante del Subinspector de la sexta Brigada de Voluntarios
Realistas de Castilla la Vieja (Palencia); el 7 de Julio de 1831 le dieron el
retiro aunque continuó mandando la Brigada hasta últimos de Marzo de 1832. Eran
los meses de lucha entre los partidarios de María Cristina y los ultramontanos,
reacios a coronar a una niña apoyada por los liberales, que estaban reuniéndose
entorno a Carlos María Isidro.
María Cristina de Borbón dos Sicilias
El 29 de
septiembre de 1833 fallece Fernando VII y el 8 de octubre de 1833 Vivanco pasa
a Navarra… encontrándose con aquel Santos Ladrón que había investigado en 1823.
El libro sobre la vida militar de Vivanco refiere que este Santos había dictado
sentencia de muerte contra el menés y que se salvó -¡cómo no!- por “la divina providencia”. El día 10 de
octubre de 1833, Santos propuso a Vivanco ser Jefe organizador del Ejército.
Vivanco dijo que sí pero de manera ampulosa y recargada muy del gusto de sus
transcripciones. Se le ordenó marchar a Logroño donde llegó esa noche. De allí
envió cien Infantes y treinta caballos al mando de un teniente de Caballería a un
Santos Ladrón que ya estaba prisionero por demencia.
La Junta Carlista
de Castilla, que se creó en la ciudad de Santo Domingo de la Calzada, nombró a
Vivanco Jefe de Estado Mayor de la División de Voluntarios Realistas de Rioja,
que se componía de once Batallones y un Regimiento de Caballería de
cuatrocientos caballos, mandada por el General Ignacio Alonso Cuevillas.
Participó en el
combate de Galbarruli frente al manco Albuín. En su huida se encontró
abandonado –o se perdió- del Batallón de Voluntarios Realistas de Espinosa de
los Monteros, mandado por Antonio Macho Quevedo. Vivanco desconocía el terreno
y era perseguido por los cristinos lo que le llevó a refugiarse en un pequeño
monasterio donde le dijeron que el punto de reunión con Cuevillas era Miranda
de Ebro. Cuando alcanzó esa población lo halló junto con Jerónimo Merino. Lo
malo es que la Infantería de once Batallones, se había reducido a quinientos hombres.
Tocaba dispersarse: Merino para Castilla y Cuevillas por el Valle de Losa a Valderredible.
Parece que Vivanco acompañó a este último ya que Villalobos y Caraza con sus trescientos
cincuenta caballos acampaban en ese valle y Francisco cuenta que les reorganizó
y llevó a Saldaña. Vivanco comprobó que era difícil coordinar a estos jefes de
partida que se sentían gallos en su corral. Malamente colaboraron, de cierta
forma, en el enfrentamiento de Prádanos de Ojeda, pero después se desperdigaron
quedando el menés con dos Oficiales que lo acompañaron hasta las inmediaciones
del río Ebro.
Saturnino Albuín
El 20 de diciembre
de 1833 cruzó el puente de Miranda de Ebro vestido de labrador fingiendo ser un
criado que arreaba los bueyes de un carretero. Por fin llegó a Santa Cruz de
Campezo y se presentó al Comandante General de Álava José Uranga que no recibió
a Vivanco como este esperaba. Resentido Francisco marchó al pueblo de Acedo,
donde estaba la Junta de Navarra, cuyo Presidente era Juan Echevarría, de quien
Vivanco también se sintió ofendido. Finalmente se unió a la partida de Basilio
García como Jefe de Estado Mayor, con el que continuó hasta el día 12 de abril
de 1834. Ese día, el general Zabala colocó a Vivanco como Jefe de Estado Mayor
del Ejército de Vizcaya. Una de sus funciones fue la de crear el Batallón
primero de Castilla con las partidas e individuos que llegaban de distintos
puntos de la meseta. En agosto será Jefe de Estado Mayor de la división de
Castilla.
Todo estaba
organizado para que entrasen en Castilla estas unidades carlistas formadas por
los Batallones de Castor y Sopelana, nombraron primer Jefe de Estado Mayor al
General José Mazarrasa y segundo a Vivanco. Llegaron a Quincoces de Yuso el 17
de septiembre al caer el sol, y a las dos horas salieron para Villarcayo.
Vivanco se contrarió al no saber de esta decisión y haber colocado las
avanzadas para pernoctar. A las ocho de la mañana del día 18 la guarnición de
Medina de Pomar hizo una salida contra los rezagados carlistas que fueron
salvados por Vivanco -¡Cómo no!- al frente de una Compañía.
Fue la campaña del
incendio de Villarcayo que figura así en estas memorias: "puesto que por no dejar de ser todo consecuente, después de haber
perdido, quizás, al Jefe más bizarro de la expedición y una posición de
voluntarios sin haber conseguido más ventaja que la destrucción de varias casas
quemadas por la tenacidad y rebeldía de Villarcayo, se mandó replegar la
División a un pueblecito a media legua de distancia llamado Cigüenza en donde
pernoctaron; al amanecer del 19, al toque de diana, formó toda la tropa y de
allí como a una hora mandó Sanz que se retirase a descansar un poco; en este
intermedio mandó se retirasen los puntos avanzados sin conocimiento de Vivanco,
que los había colocado, y como a cosa de media hora se presentaron los enemigos
mandados por el rebelde Iriarte, a tiro de fusil, cuya presencia produjo los
efectos que eran de esperar en una División que sólo lo era por el nombre, pues
si no hubiera sido por Vivanco, aquel día no hubiera quedado ni aún rastros de
ella, puesto que, hallándose ya en total dispersión, con unos sesenta hombres
consiguió salvarla, quedando él, por último, totalmente abandonado y a merced
de los enemigos, salvándose sólo por su decisión y arrojo con el auxilio de la
Divina Providencia”.
Soncillo
Vamos que
escapó. Pero en su caso es protección de la Divina Providencia y cuando son sus
enemigos la huida es muestra de cobardía. Vivanco, cuenta, se informó de que en
Soncillo quedaba tropa Cristina. Por ello, colocó a derecha e izquierda del Camino
Real dos Compañías de preferencia, y antes de llegar la que iba por el costado
izquierdo se encontró con un punto avanzado cristino al que en pocos minutos
arrolló “con la mayor bizarría”
(valentía), cuya ventaja permitió avanzar por el Camino Real directamente al
pueblo, en donde se hallaba la masa de la Columna constitucional, compuesta
como de unos quinientos hombres de Infantería, “adonde me dirigí con toda la fuerza sin titubear un momento”, cuyo
arrojo atemorizó a sus contrarios, haciéndoles emprender su retirada por el
mismo Camino Real de Santander, a los que persiguió lo menos tres leguas,
habiendo debido su salvación a una densísima niebla que cubrió el horizonte,
pues sin esta circunstancia es seguro que hubiesen perecido.
Siguió la marcha
aquel día hasta el pueblo de Ontaneda y, tras dar unas vueltas por Cantabria
retornaron a –como figura en el texto- las Provincias Vascongadas entre
continuas escaramuzas de las que Vivanco era salvador principal frente a la
cobardía de otros. ¡Que para eso cuenta él la historia! Finalmente llegaron a Orozco.
A los pocos días Vivanco marchó a Navarra, por orden del Brigadier Manuel Sanz,
para conseguir lanzas para la Caballería. Cuando llegó a Genevilla el armero,
le dijo tenía orden de Zumalacárregui para no hacer lanzas. Ante ello Vivanco
partió donde estaba el Generalísimo carlista y, tras hablar con él, se le
autorizó a lo de las lanzas. Pero ya Vivanco no tenía interés en ellas y dijo: “Mi General, yo soy un militar antiguo y
quisiera tener el gusto de servir a las órdenes de otro militar, yo estoy acostumbrado
a hacer toda clase de servicios, y como sé que en todas partes hay que trabajar,
quiero hacerlo a las órdenes de quien lo entienda, como usted, y yo ya no me
voy de aquí; usted como Jefe de Estado Mayor de Su Majestad, disponga de mí
como mejor le acomode”. Tras pensarlo un tiempo Zumalacárregui lo adscribió
a su Estado Mayor. Era octubre de 1834.
Tomás Zumalacárregui
El primer enfrentamiento
militar de Zumalacárregui en que participó Vivanco fue el tenido frente a
Manuel O'Doyle en Alegría. Los liberales del lugar estaban como la Caballería
de las películas del oeste: rodeados de enemigos. En este caso tradicionalistas
a favor de Carlos María Isidro. Vivanco dirigía una Brigada y otra Brigada
estaba a las órdenes de Iturralde. Ambos lograron derrotar un convoy que
avanzaba con suministros por el Ebro a las órdenes de Bartolomé Amor y cuyos
supervivientes se retiraron a Logroño. Zumalacárregui dispuso que dos
Batallones a las órdenes de los Brigadieres Iturralde y Vivanco, pasasen por
las inmediaciones de La Bastida y Peñacerrada para proteger la requisa y
traslado del equipo militar capturado. Vivanco llegó a Peñacerrada hacia las
cinco de la tarde y allí un arriero les dijo que los cristinos estaban a un
cuarto de hora con abundantes tropas de Infantería y Caballería. Vivanco hizo
que los dos Batallones atravesaran el Camino Real en dirección a Lagrán.
Iturralde avanzó hacia sus enemigos pero, al ver fuerzas muy superiores,
tuvieron que replegarse con precipitación -que no huir a uña de caballo que en
el texto sólo hacen eso los liberales- tras la defensa preparada por Vivanco.
Este, cuando supuso que los demás estaban fuera de peligro, se retiró finalmente
a Lagrán. Era cerca de media noche cuando saludó a Iturralde.
Al siguiente día
22 de octubre de 1834 siguió Iturralde la marcha para la barranca de Santa Cruz
de Campezo, protegiendo Vivanco, con dos Compañías del tercer Batallón de
Navarra, la retirada. Se reunieron todos con Zumalacárregui en dicho barranco
donde permanecieron hasta el 27 de octubre de 1834. Cerca estaba el Brigadier isabelino
O'Doyle con más de tres mil hombres de todas armas en los pueblos de
Salvatierra y Alegría.
Los carlistas, sabiendo
la ubicación de los cristinos, se dividieron en dos columnas una al mando del
General Zumalacárregui y la segunda al mando de Iturralde con cuatro Batallones
y treinta caballos. Junto a Iturralde fueron los Brigadieres Vivanco y
Guibelalde con la orden de que en el momento que oyesen tiros sobre
Salvatierra, descendieran al pueblo de Alegría. En el acto que O'Doyle vio a los
Voluntarios Realistas enfiló contra Zumalacárregui. Vivanco se quedó retrasado y
se dirigió con tres Batallones al punto de la batalla, tomando antes la precaución
de avanzar las Compañías de Cazadores y Granaderos (del Requete), tercer
Batallón de Navarra, al punto de la acción a las órdenes del Capitán Sabater.
Estas unidades se enfrentaron a los liberales que fueron arrollados en cuatro
minutos. Cuando se acercaba Vivanco los cristinos se replegaron siendo
alcanzados en el alto del pueblo de Arrieta. Allí Vivanco volvió a enfrentarse
derrotándolos y completando la victoria carlista de aquel memorable día. Se hicieron
más de seiscientos prisioneros, entre ellos el Jefe de la columna Brigadier
O'Doyle, un hermano suyo Capitán y otros Oficiales que al día siguiente, 28 de octubre
de 1834, fueron fusilados.
Francisco Vivanco
Vivanco también
participó en la toma de la fortificación de Villafranca (Navarra) el 27 de
Noviembre, donde en premio a su intervención, fue nombrado Jefe de Estado Mayor
y Presidente de la Comandancia de Navarra; también se halló en la Batalla del
12 de Diciembre de 1834 en los campos de Mendaza, en la que el menés decía que
él fue la causa de que no cayesen en poder de los enemigos lo menos dos
Batallones –es que perdieron-; en la del puente de Arquijas, 15 de diciembre de
1834, la que se brindó voluntariamente a mandarla, y en la que recibió su
caballo un balazo. En 1835 estuvo en las acciones del 2 y el 3 de enero, en los
altos de Ormaiztegui y Zalandieta, en las que por su destino de Jefe de Estado
Mayor estuvo muy expuesto a perecer; en la Batalla del 5 de Febrero de 1835 nuevamente
en el puente de Arquijas, en la que también ocupó el lado principal con tres
Compañías del segundo Batallón de Guipúzcoa, con las que sin haber tirado un
tiro, fue la causa de que los enemigos no pasaran el río y se ganara la acción.
Se halló en el sitio
y toma de la casa fuerte de la Villa de los Arcos de Navarra el 24 de febrero
de 1835; en la acción de los campos y puente de Larraga el 8 de Marzo; en las
de Doña María el 10 y 11 del mismo Marzo de 1835; en todo el sitio y toma de la
casa fuerte de la villa de Echarri Aranaz, desde el 14 hasta el 19 de marzo; en
el sitio de la casa fuerte del pueblo de Olazagutia el 19 y el 20 de marzo; en
la Batalla de la villa de Arróniz el 27 de marzo, en la que se distinguió
mandando el ala izquierda de la División; en las Batallas del 21 de Abril de
1835 en Eulate contra Jerónimo Valdés, donde achaca sus limitados resultados a
que Zumalacárregui le dejó solo con unos treinta Infantes y seis caballos para
atraer al enemigo a las quebradas de Zudaire y solo consiguió que llegase a las
inmediaciones de Ecala y Sobredal.
En San Martín de
Valdeiglesias Vivanco retuvo, y se sentía orgulloso de haberlo hecho, a los
cristinos unas dos horas a pesar de que eran una fuerza mayor que la carlista.
Quizá por esa satisfacción reflejaba una anécdota con su General: “viendo Zumalacarregui aquella detención, se
acercó adonde estaba Vivanco en el Sobredal y le dijo que qué novedad había, y
Vivanco le contestó: “Ninguna, más que la de que esos cobardes no se atreven a
pasar adelante”. El liberal Córdoba trató de rodear la posición de Vivanco
por el monte del flanco izquierdo. Aprovecha Vivanco para mostrar la confianza
que tenía con Tomás que le dijo: “Tome
usted dos Compañías de guías y entiéndase usted con ese majo”. Al expulsar
a Córdoba de su posición elevada parece ser que el ejército isabelino se
desplazase a acampar en la Venta de Urbasa. Vivanco recibió la orden de retirarse
a las inmediaciones de Zudaire. La noche la pasó en el pueblo de Artazu, con el
segundo Batallón Voluntarios de Navarra, para cortar los movimientos liberales
que tuvo que irse por las Amézcoas.
Vivanco no
desarrolla en sus memorias la batalla sino que deja constancia, exclusivamente,
de lo que él realizó. Por ello lo tenemos en el pueblo de Artazu que es donde
el general carlista le había ordenado quedarse con cinco Batallones. Con
Vivanco quedaron el General don Joaquín Montenegro, el Ayudante, General Juan
Antonio Zaratiegui, el Brigadier y Comandante General de la provincia de Álava
Bruno Villarreal y el Auditor de Guerra, don Jorge Lázaro. Quizá dejó
constancia de esta relación para que no pareciese que era el único que no
actuaba directamente en acciones ofensivas. O para resaltar a qué nivel se
relacionaba. El hecho es que estas unidades subieron a la meseta de Arraiza
para reforzar a Zumalacárregui. Sobre las 15:00 horas se generalizó el combate
tanto que a Vivanco, que estaba en el centro de la línea, enfrente de la masa
enemiga que había quedado para proteger su marcha, lo dejaron solo en medio de
ciento cincuenta cazadores liberales, librándose milagrosamente de sus garras.
¿Le ayudó la Divina Providencia?
Da igual,
Vivanco lo decía así: “Con asombro de
todos, en el acto que se vio entre los suyos, aunque dispersos, conociendo
Vivanco que aquello solo podía tener algún remedio tomando en el momento
prontas y enérgicas providencias, como lo hizo, empezó a repartir latigazos,
viendo lo cual, los Voluntarios comenzaron a reunirse, y en pocos momentos
tendría como dos mil hombres de todos los Cuerpos de que disponer; en el acto
ordenó que como unos trescientos cubriesen en fuertes guerrillas la línea
apoyada con igual número en Compañías de reserva para atender adonde fuese más
necesario, y el resto en masa para atender al todo, con lo que se volvió de
nuevo a generalizar la acción; viendo los enemigos que presentaba mal aspecto
para ellos la tercera tentativa de los facciosos, mandaron avanzar un piquete
fuerte de Caballería con el fin de proteger a la puesto, pues en menos de dos
minutos dicho piquete había limpiado casi toda la línea de guerrillas hasta que
llegó frente de la Compañía de Granaderos del primer Batallón, Voluntarios de
Navarra, una de las que componía la reserva, la que sin perder tiempo armó
bayoneta, formó la Batalla y empezó a hacer un hermoso fuego graneado a boca de
jarro, que en menos de tres minutos les hizo retroceder a escape, en tales términos,
que atropellaron parte de su Infantería, y la restante, creyendo la venía
encima un Ejército de cien mil hombres, volvió también la espalda y echó a
correr a ejemplo de sus compañeros, por lo que aprovechando la ocasión, mandó
seguir con encarnizamiento al enemigo en todas las direcciones, con lo que
consiguió la dispersión total de todo el Ejército enemigo compuesto de unos
diecisiete mil hombres de todas armas, de los que hubieran quedado muy pocos si
o hubiera sobrevenido tan pronto la noche”. Tal cual.
Tras terminar
los combates Vivanco se reunió con Zumalacárregui en Ordicia desde el 24 de mayo
hasta el 3 de junio. Esta última fecha, y la víspera, será la acción conocida
como la del Puerto de Descarga. El día 2 de junio de 1835, Espartero había
salido de Vitoria, y llegaba con siete mil hombres al puerto de Descarga. Su
movimiento estaba combinado con la concurrencia de la columna Valdés salida de
Pamplona y la de Jáuregui, que había partido de San Sebastián. Buscaban
expulsar a los carlistas de Ordicia y liberar a los cuatrocientos soldados que
la defendían. Salió mal y antes de amanecer del cuatro de junio los
tradicionalistas tenían unos 3.000 prisioneros, se rendía la guarnición de
Tolosa y entraban en Ordicia. El Cuartel Real estaba en Segura y Vivanco, que
había asistido a la toma de la antes llamada Villafranca, se le ordenó
trasladarse a Segura.
Al día siguiente
de su llegada le encarga, como Subinspector General, organizar una División con
los ya cinco mil prisioneros. Algo remarcable en esta cruel guerra donde lo
mismo te fusilaban como te enrolaban en el ejército enemigo. Debía seguir las
instrucciones dictadas por Zumalacárregui:
“Instrucción que deberá observar el
Brigadier don Francisco Vivanco Sub-Inspector nombrado para la organización de
los prisioneros de la Clase de Tropas existentes en los Depósitos:
1. Pasará a la parte del Valle de
Guesalaz y revistará los prisioneros existentes en Riezu é Iturgoyen de la
Clase de Tropa.
2. Los subdividirá en varios pelotones de
a ochenta o cien hombres, que encargará a un Oficial de los que le acompañaran
siéndolo del todo el Comandante Don José Metida.
3. Dejará así a estos como al Brigadier
D. Basilio Antonio García las correspondientes instrucciones para informarse
del comportamiento e ideas de cada individuo y de conocer si su espíritu se
halla dispuesto a tomar las armas en favor del Rey N. S.
4. En el anterior artículo se hace
mención de D. Basilio Antonio García porque a este Jefe le está cometida la
Comisión de Custodia con el segundo Batallón de Castilla a los prisioneros.
5. Como el objeto principal es conocer
bien a dichos prisioneros al mismo tiempo que se les cuida para formar nuevos
Cuerpos el referido Vivanco debe tomar las medidas conducentes para que de todo
se haga una observación completa.
6. Formará listas nominales de todos é
indicará por nota separada los que infundan sospecha o no manifiesten
vehementes deseos de defender la causa.
7. Los Oficiales que se destinan para el
cuidado y orden de los pelotones, elegirán de entre los mismos prisioneros
sujetos que desempeñen todas las clases como Sargentos, Cabos y furrieles que
entiendan en el buen orden interior, distribución de raciones y demás.
Cuartel General de Villafranca 5 de Junio
de 1835. Tomás Zumalacarregui”.
¿Cómo era esto
posible? En una guerra civil es más fácil que en otro tipo de contiendas.
Pensemos que durante la segunda guerra mundial las SS encuadraban voluntarios
de los países conquistados y de los campos de prisioneros. Aquí teníamos una
sociedad española tradicionalista con unos liberales en el gobierno y
concentrados en ciudades: era muy fácil cambiar de bando, incluso durante los
combates llegó a ocurrir.
En sus memorias
Vivanco no habla de sus rencillas personales y sí habla mucho de su amor por la
Causa de la Religión, la Patria y la Monarquía. Idolatraba a Zumalacárregui con
quien había coincidido en el Sitio de Zaragoza. El caudillo carlista también
parece apreciarle y determina pedir a Carlos V, Carlos María Isidro, que nombre
al menés como Mariscal de Campo tras haber sido nombrado Jefe de Estado Mayor
de la División navarra y Presidente de la Comisión militar afecta a la
Comandancia General. El Real despacho se firmará el día 5 junio, cuando cayó
Vergara y su industria en manos carlistas.
Las siguientes
fichas que cayeron para los carlistas fueron Durango, Ochandiano y se acercó a
Bilbao. En Bolueta, afueras de aquel Bilbao, recibió la última comunicación de
Vivanco que seguía organizando batallones castellanos con los prisioneros de
los depósitos. Una bala perdida matará a Zumalacárregui en Begoña, ahora un
barrio de Bilbao en un alto sobre el centro de la villa. Carlos María Isidro
siempre mostró su pena en diversos documentos públicos.
Carlos María Isidro (Carlos V)
Tras despedir a
Zumalacárregui, Vivanco continuó relatando sus aventuras y continuó lustrando
su hoja de servicios. Así deja entender que, también, hubiera vencido en la
batalla de Mendigorría. Fue jefe de Estado Mayor del general Vicente González
Moreno y nos relata que cuando Moreno marchó a dar novedades a Carlos María
Isidro le dijo a Vivanco: “Ahí queda
usted, encargándole el mando el Rey, Nuestro Señor, y con arreglo a lo que
usted vea en los contrarios, arreglará usted los movimientos”. Vivanco
había dado principio a la Batalla con bastante buen éxito; al poco tiempo llegó
el General Moreno y mandó se continuase sin alteración, según como Vivanco lo
había dispuesto. Pero falló el ala izquierda carlista que debió cubrir la
División de Eraso… Vivanco, nuestro “Miles Gloriosus”, luchó mucho y bien pese
haber alcanzado un balazo a su caballo en lo más reñido del combate. No dejó el
campo hasta que se concluyó del todo, retirándose luego con el General Moreno a
Oirauqui y después a Estella.
El menés no se
perdía una: Batalla de Arrigorriaga (Vizcaya); o la Expedición Real a Medina de
Pomar, mandando la tercera División. Cuando nombraron como Jefe de Estado Mayor
General al Teniente General de los Reales Ejércitos, Nazario Eguía, este suplicó
que Vivanco quedase a su lado. Participó así en las acciones de guerra del 27 y
28 de Octubre de 1835 en las inmediaciones del castillo de Guevara, en las que las
memorias del menés nos dicen que si no hubiera sido por Vivanco hubiera caído
en poder de los enemigos el mismo Eguía con todo el Estado Mayor y el Ejército
carlista, incluso la Caballería y Artillería, puesto que al salir por el boquete
del puente llamado de Maturana, se encontraron a una División isabelina de unos
diez mil Infantes con seiscientos caballos, y al verlos tan cerca Eguía creyó que
eran Guipuzcoanos. Pero Vivanco le desengañó, ordenó a Eguía que escapase y
tomó el mando consiguiendo la retirada de los cristinos.
Nazario Eguía
En noviembre de
1835 fue nombrado presidente de la comisión militar de Navarra. En abril de
1836, vocal de la junta consultiva del Ministerio de la Guerra hasta mayo de
1837 en que fue nombrado ayudante de campo del pretendiente. Siguió con Carlos
V en la Expedición Real, que partió el 15 de mayo de 1837, por Aragón, Cataluña
y que se acercó a Madrid. Ahí Vivanco no rascó mucho porque nos destaca que “pasando la Caballería por el río Ebro, que
por ser tan caudaloso en aquella parte, se desgraciaron algunos caballos y
acémilas, entre las que se ahogó un famoso macho de Vivanco”. El macho de
Vivanco no podía ser otra cosa que famoso.
Volvemos a
reconocer el genio de este héroe menés en el enfrentamiento de Orihuela contra,
nada menos, Espartero que tenía trece mil Infantes y mil quinientos caballos.
Los carlistas avanzaron de madrugada y fue Vivanco el que salvó a Carlos V de
tomar una dirección equivocada: “Señor,
ahora más que nunca es cuando se necesita serenidad y presencia de ánimo; yo
sería de parecer, salvando el de Vuestra Majestad, se siguiese la marcha sin
alteración por el mismo camino, debido a que la primera División va a vanguardia,
pues si Vuestra Majestad divide las fuerzas en cualquiera punto, es fácil hagan
a Vuestra Majestad los enemigos en detalle, además que las montañas de nuestra
derecha es imposible atravesarlas de ningún modo, por lo que yo sería de
parecer siguiésemos a la primera División, en razón a que llevando Vuestra
Majestad reunida la fuerza, aunque el enemigo tenga mucha, podrá Vuestra
Majestad salir por cualquiera parte”. A esto contestó Juan Echeverría: “Señor Vivanco, ¿usted cree que no hay nadie
que sea más valiente ni sereno que usted?” A lo que respondió Vivanco: “Señor don Juan, yo no me dirijo a usted ni
a nadie, y sí solo a S. M., manifestándole aquello que creo puede ser útil a su
mejor servicio”. Y se hizo caso a Vivanco. ¡¡Brutal!!
La columna Real
llegó a Villar de los Navarros donde derrotó a Buerens. Los carlistas,
entonces, enfilaron hacia Madrid llegando hasta Arganda, a tres leguas de
Madrid. Estuvieron allí tres días. Estábamos a mediados de septiembre de 1837. Vivanco
recordaba el error de no haber entrado en la capital. Carlos V se movió por La
Alcarria y terminó en Alcalá de Henares donde descansaba Espartero. Para
Vivanco, el pretendiente se salvó gracias a… ¡la Divina Providencia!
Los carlistas a la vista de Madrid
Vivanco, su rey
y todos lo que continuaban con ellos reculaban al norte perseguidos por Espartero
y temiendo ser cortados por alguna unidad cristina. En Aranda de Duero recibieron
el apoyo de la División carlista del General Juan Antonio Zaratiegui, compuesta
de nueve Batallones y tres Escuadrones con dos piezas de Artillería, con tanta
oportunidad, que la Brigada castellana de esa división ocupó el puente de
Aranda. Desde ahí partieron a Gumiel del Mercado, donde hicieron noche. El día
7 de octubre de 1837 se trabó en el pueblo de la Retuerta una Batalla. Faltaban
ya víveres y el acoso isabelino aumentaba por lo cual se crearon dos Cuerpos de
ejército, mandados el llamado primero, por Carlos V, y el segundo, por el
Infante Sebastián Gabriel, y de Jefes de Estado Mayor General del primero, el
General don Vicente González Moreno, y del segundo, el General don Juan Antonio
Zaratiegui que se replegó a las provincias forales. Con ello, el otro cuerpo de
ejército, el del rey, quedó en riesgo viéndose apurado, como en la acción de
Puente Arenas del día 23 de Octubre de 1837, en donde a la entrada de aquel
estrecho inaccesible se presentaron, en la altura de la derecha, los liberales.
Vivanco recomendaba atacar antes de que el número de cristinos aumentase y
sacar de allí al pretendiente. Se opuso el Canónigo Coronel, Vicente Batanero,
queriendo suponer que en la altura había una porción de miles de enemigos. El
rey aceptó lo que Vivanco propuso… y se salvaron. En la madrugada del 24 salió Carlos
de Gayangos y vino a pernoctar, atravesando el Valle de Mena, al pueblo de
Retes. Al siguiente día, 25 de octubre de 1837, sobre las dos de la tarde, entraban
en la villa de Arceniega, desde donde Carlos María Isidro mandó que Vivanco se
incorporara a desempeñar su destino de Vocal en la Junta Consultiva del
Ministerio de la Guerra.
A los pocos días
el pretendiente encargó a Vivanco instruir la causa contra los Generales Juan
Antonio Zaratiegui y Joaquín Elio por traición a Carlos. Concluida la causa
Vivanco volvió a desempeñar su destino de Vocal de la Junta Consultiva del
Ministerio de la Guerra. El Mariscal Vivanco terminó de escribir sus Memorias
en Eibar con fecha 29 de noviembre de 1838. A partir de su última cuartilla
sólo se conservan notas aisladas y los recuerdos de la hija mayor de Francisco,
amanuense de las Memorias, Magdalena de Vivanco y Eulate.
Al parecer,
Vivanco no participaba de ninguna de las camarillas, ni de los llamados
apostólicos ni de los contrarios de dicha tendencia. Sin padrinos ni apoyos y
con una postura tan radical e intransigente tiene verosimilitud que intentasen
suprimirlo en vísperas del acuerdo de Vergara. Así la Providencia -¡cómo no!- a
la que tantas veces nombra en sus Memorias, acudió en su auxilio la noche en
que fue asaltada su casa de Eibar porque ya no estaba Vivanco dentro. Él había
podido escapar con su esposa María Concepción Pérez de Eulate, su hija y su
ayudante. Entiéndase que no fue una huida para atravesar la frontera y dejar a
Carlos V porque no iba con el carácter del menés. Salieron para San Juan de Luz
y por Bayona y Burdeos hasta Angulema. Más tarde fue internado en Mans y Alençon,
departamento de Normandía, donde nació la segunda hija de Vivanco y madre de José
María González de Echávarri y Vivanco que recopiló las memorias de su abuelo.
Finalmente residió en Toulouse, donde murió Francisco de Vivanco el 20 de abril
de 1845.
Isabel II
Estuvo en
posesión de las siguientes condecoraciones: cruz de distinción de la batalla de
Alcañiz, escudo de fidelidad al Rey (19 de noviembre de 1824), Cruz del segundo
Ejército, Cruz del Sitio de Tarragona, Cruz de segunda Clase de Fidelidad
Militar, Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.
Bibliografía:
Periódico
“Diario de Burgos”.
Real Academia de
la Historia.
“Memorias de la
vida militar del Mariscal de Campo Francisco Vivanco y Barbaza-Acuña”. Edición
de José María González de Echávarri y Vivanco.
“Atlas de
historia de España”. Fernando García de Cortázar.
Anexos:
La ENCICLOPEDIA ESPASA en una de sus ediciones del primer
tercio del siglo XX publica esta referencia de Francisco Vivanco:
“Vivanco
y Barbaza-Acuña (Francisco). Biografía: General español, nacido en Sopeñano del
Valle de Mena (Burgos) el 30 de Marzo de 1787 y muerto en Toulouse (Francia) el
20 de Abril de 1845. El 25 de Mayo de 1808 ingresó como cadete en el regimiento
de infantería de Auria, y todos sus ascensos hasta Mariscal de campo, así como
sus condecoraciones y cruces fueron por méritos de guerra. Con motivo del
primer sitio de Zaragoza ascendió a teniente, pasando al Batallón de
voluntarios de Jaca. Asistió a las batallas de Belchite y Alcañiz. En la
batalla de Lérida fue herido y ascendió a capitán sobre el campo de batalla.
Incorporado al ejército de Palafox, realizó toda la campaña de Cataluña. Herido
en el asalto al fuerte de Olivo, antes de curarse tomó parte directa en la
defensa de Tarragona, donde fue hecho prisionero por segunda vez. En sus
Memorias relata hechos desconocidos en la Historia sobre responsabilidades y
traiciones en aquel sitio célebre. Conseguida su libertad por una estratagema,
en Tortosa, se incorporó inmediatamente a su Regimiento.
Más
tarde Sardsfiel le nombra jefe de su guardia y a sus órdenes entró en
Barcelona. Terminada gloriosamente la guerra de la Independencia, en la lucha
subsiguiente entre realistas y constitucionales Vivanco se colocó decididamente
al lado de los primeros y se le vio manteniendo las fuerzas entregadas a su
mando enfrente de las de Riego, a quien batió en el sitio de la isla de San
Fernando. En 1823 (¿?) fue el promovedor del pronunciamiento de Castro del Rio,
con el cual comenzó el desmoronamiento del período constitucional; gobernador
militar de la Seo de Urgel, derrotó con sus fuerzas a Mina en Puigcerdá. En la expedición
desde Francia hasta Valladolid salió destinado como gobernador militar de
Ávila. Más tarde y como primer Jefe de la Unión expedicionaria, fue a la isla
de Cuba, en donde el capitán general Vives le hizo objeto de extraordinarias
distinciones.
Al
estallar la primera guerra civil fue en compañía de Zumalacárregui y Santos
Ladrón de los primeros en abrazar la causa carlista, siendo nombrado Mariscal
de campo y Jefe de estado mayor por Zumalacárregui, al que acompañó en la mayor
parte de sus campañas. A la muerte del célebre general figuró entre los jefes
más adictos a D. Carlos, y después de la desgraciada expedición a Madrid fue
fiscal de la causa instruida a los brigadieres Zaratiegui y Elio por los
desmanes cometidos en Segovia y otras plazas.
Figuró
entre los más decididos adversarios del Convenio de Vergara, y consumado éste,
se refugió en Francia, donde acabó sus días. Las Memorias de su vida militar,
escritas en Estella en las postrimerías de la campaña y que abarcan desde 1808
hasta 1836, se han publicado en 1927 y comprenden datos históricos inéditos de
inestimable valor para los períodos de la guerra de la independencia, luchas
constitucionales y primera guerra civil”.