Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 29 de enero de 2023

“BURGOS MISTERIOSO”, Ediciones Cydonia (2022).

 
Hoy recibimos nuevamente la visita de Juan José López Núñez que fue el autor de una imprescindible obra sobre Amalia, la enferma de Montecillo. Juan José (1974, Miranda de Ebro) tiene casi treinta años de experiencia en la investigación de los que denomina fenómenos “no explicados” y destaca por ser uno de los investigadores más activos y veteranos de la provincia. Su exhaustiva metodología de trabajo, pasa por enfrentarse a lo extraño desde todas las vertientes posibles, empezando por la lógica y la científica, pero no descartando por ello, recursos más heterodoxos.

 
Juanjo es colaborador habitual en diferentes medios de comunicación tales como “Cuarto Milenio”, Cuatro Televisión, “Misterium”, Televisión Castilla y León Televisión o Euskal Irrati TeleBista. Participante en programas de radio de ámbito local o nacional o los Podcast más importantes del país. Dirigió durante tres temporadas el programa de radio “El Prisma de la Razón”, de emisión en Miranda FM y Radio Espinosa Merindades, y disponible en diferentes plataformas digitales como iVoox.
 
En el año 2016 publicó su primer libro titulado “La Pregunta número siete”, con Editorial Círculo Rojo, y en diciembre del año 2022 salió a la luz “Burgos Misterioso”, Ediciones Cydonia, que en poco más de un mes veía agotada una primera edición. Y obra que comentamos en esta entrada.
 
Sorprendido por la multitud de fenómenos no explicados investigados en la extensa provincia de Burgos y movido por la necesidad de poner parte de ellos al alcance de los lectores, en enero del año 2019, Juanjo comenzó a seleccionar, entre sus muchos dosieres, aquellos casos investigados por él que más le llamaron la atención. Sería el comienzo de “Burgos Misterioso”.
 
Decidió no conformarse con la información ya existente procedente de otros investigadores y estudió nuevamente cada uno de los casos, entrevistando a sus testigos o rebuscando en viejos archivos… Desgraciadamente, la llegada de la pandemia de Covid-19 supuso una parada obligada en ese trabajo de campo con el que tanto disfruta este burgalés. La imposibilidad de desplazarse y la complejidad de aproximarse a testigos le bloqueó y, desmotivado, detuvo la actividad tanto investigadora como de escritor.

 
Una madrugada, casi un año después, se despertó con la necesidad de escribir de nuevo, de retomar aquello que había quedado inconcluso. En una actividad frenética, ganando horas al reloj y perdiéndolas en muchos casos de sueño, ya no paró hasta firmar el que sería el capítulo veintiuno de su libro. Abrió uno de sus dosieres y se sorprendió al descubrir la multitud de investigaciones que se habían quedado sin escribir, pero más de trescientas páginas ya eran suficientes.
 
Tal vez “Burgos Misterioso” tenga que tener algún día su segunda parte. Esta obra consta de veintiún capítulos; veintiún casos reales investigados con el máximo rigor y narradas en primera persona, en los que el investigador se enfrenta a casos de temática tan variada como encuentros con humanoides, fantasmas, leyendas, crímenes, fantasmas o apariciones, entre otros. Sucesos, muchos de ellos sin respuesta, cuyas conclusiones quedarán en manos del lector.
 
El libro empieza con un prólogo de Francisco Renedo Carrandi, autor de “El enigma Garabandal” y de “Misterios y enigmas del norte de Burgos”, obra esta que ya fue presentada en nuestra bitácora. Luego se suceden las emociones y sorpresas de los veintiún casos procedentes de toda la provincia de Burgos:
 
  • BRIVIESCA. Santuario de Santa Casilda. Cuando las aguas obran milagros.
  • CASTROJERIZ. El hotel encantado.
  • CERNÉGULA. El pueblo de las brujas.
  • COVARRUBIAS. Fantasmas en el torreón de Fernán González.
  • ESPINOSA DE LOS MONTEROS. La enferma de Montecillo.
  • LAÑO-ALBAINA. Y sus dinosaurios “enanos”.
  • MEDINA DE POMAR. Ovnis y humanoides en sus campos.
  • MIRANDA DE EBRO. “El Chantre”. La momia a la que crecen las uñas y el cabello.
  • MIRANDA DE EBRO. Cuando las paredes sangran.
  • MONTORIO. Un ovni sobre el Páramo de Masa.
  • MUGA. El crimen que lo cambió todo.
  • OCHATE. Cuarenta años de misterio.
  • PIRÁMIDE DE LOS ITALIANOS. Voces en el mausoleo.
  • QUINTANAORTUÑO. Expediente militar número 750101.
  • SAN PEDRO DE ARLANZA. La cuna de Castilla o el ocaso de un grande.
  • SAN ZADORNIL. La misteriosa dama de negro.
  • SOLARANA. Cuando tu compañero de viaje es un OVNI.
  • CONDADO DE TREVIÑO. Una herencia maldita.
  • VILLARCAYO. Tres cazadores y un OVNI.
  • ZANGANDEZ. El crimen de Florentina.
  • LOS SANTOS INOCENTES.
  • Agradecimientos.
 
“Burgos Misterioso” nace con la intención de convertirse, tal y como han podido leer, en una guía de viajes por nuestra provincia. Con la idea de que “el misterio es cultura”, al final de cada capítulo, el lector-viajero encontrará unas recomendaciones históricas, folclóricas y culturales, del entorno en el que se desarrollan los sucesos.

 
“Burgos Misterioso”, editado por Ediciones Cydonia, se puede encontrar en cualquier librería del país, en grandes superficies, en Amazon o en la propia página web de la editorial a un precio de 17€.
 
El próximo día 10 de febrero a las 20:00 horas, será presentado en el Teatro Principal de Burgos y el día 4 de marzo, a las 19:00 h, en Ateneo Café Universal de Medina de Pomar.
 
 
Formas de contacto con el autor:
Facebook: Juan José López
juanjo_ln13 hotmail.es
 
 
 
 

domingo, 22 de enero de 2023

Casa fuerte de Quecedo de Valdivielso.

 

 
Qué recio suena llamar a algo “Casa Fuerte” pero, ¿qué es una casa fuerte? Diremos que podría ser un inmueble a medio camino entre la torre y la simple vivienda campesina. La torre tenía que tener formas externas defensivas contundentes, foso, contrafoso y puente levadizo. La casa fuerte era una construcción más barata, y de menos pretensiones que la torre, que servía de vivienda, de silo y, en caso necesario, de defensa. Reconoceremos estas casas por sus pequeñas torres adosadas a la vivienda, situadas en terreno llano, construidas de mampostería, con frecuentes vanos en la vivienda, algunas saeteras sin almenas ni torrecillas.

 
No eran construcciones militares y, sí, estaban habitadas. Solían tener escudos heráldicos y vinculación con la fundación de un mayorazgo y su explotación. Generalmente, la vivienda y la torre se construían simultáneamente y la comunicación entre ambas se realizaba por el interior. De hecho, si vemos una torre con entrada exterior podremos pensar que ambos inmuebles son de épocas distintas. Estas edificaciones duraron hasta el siglo XVIII transformándose tanto que podría confundirse con una simple vivienda campesina de cierto lujo. Y, comúnmente no las llamamos como en el encabezamiento sino “Casa Torre”.
 
Llegados a este punto ya podemos reconocer, cuando entramos en Quecedo de Valdivielso, la casa torre de los Huidobro, superviviente del siglo XVI, en el barrio de San Lorenzo. Dispuso de muralla, almenas y barbacana. En 1752, dentro de las declaraciones del Catastro del Marqués de la Ensenada, pertenecía a Diego Manuel de Vera Fajardo y Varona, Marqués de Espinardo, y tenía diez y nueve varas (unos 16 metros) de ancho por otras tantas de fondo, con hermosa huerta de regadío, cercada de pared, de cuatro fanegas de sembradura. Se comentaba allí que este marqués poseía una capilla en la iglesia parroquial al lado de la epístola a la advocación de San Juan, San Andrés y Santiago. También ha sido conocida como casa torre de los “Varonas”, que la heredaron de los anteriores, y en el siglo XIX perteneció a un tal González Peña.

 
Decían Julián García y Luciano Huidobro que Se entra a ella por un gran arco, con escudo del siglo XVI, ya destruido. En su fachada de Oriente, donde se abre actualmente la puerta principal, con dos buitreras, se observan dos pisos y dos épocas en la construcción; la primitiva está a la izquierda y es del tiempo de la torre y fachada del Mediodía, y la parte añadida, a la derecha, donde se ven incrustados los escudos de Varona y del Marqués de Espinardo”.
 
Pero, ya que empieza la descripción, seguiremos con la descripción. La torre consta de tres pisos, y además de los cubos y barbacana, tiene un matacán con dos escudos sobre las ventanas, que indican claramente quiénes fueron sus dueños primitivos: los Huidobros e Incinillas. Todos los garitones están defendidos por troneras que también existen en el centro de cada lienzo de la torre. Esta es algo más larga (en el sentido del eje mayor) que ancha. A ambos lados de la buharda pueden verse las ventanitas de un palomar. Todos los vanos son adintelados. Los ventanales bajo el alero muestran claramente que ni por sus proporciones ni por el coronamiento moldurado fueron nunca auténticas almenas, sino puro elemento decorativo. Mientras que la torre es de buena sillería la vivienda adosada es de mampostería, excepto en la fachada principal, en la que también destaca buena sillería.

 
El genealogista Luis Varona -que fue uno de sus dueños- describía así su palacio: “La casa es de anchurosa vivienda, contigua a ella una fuerte Torre, coronada de almenas y cubos en las quatro esquinas de lo alto della y con narices para su defensa y encima de unas ventanas están unos escudos pequeños con las Armas de Huydobro… Está cercada con muralla, coronada de almenas con saeteras y se entra en la Barbacana, por una ostentosa portada, rodea la casa una amena y fructífera huerta… como coto redondo y una puerta de la huerta adornada de cubos y escudos de Armas, sale cerca de la Iglesia, donde tiene la Capilla de S. Juan Bautista la más antigua y en ella sus honoríficos entierros”.
 
Francisco Oñate nos confirma que en el muro que da a la huerta, que es la parte más antigua de la casa fuerte, sobre sendas ventanas, hay dos escudos de armas muy bien conservados y protegidos por guardapolvos.

 
El primero de ellos, sencillo y sin ornamentos presenta el campo mantelado (digamos que dividido en tres cuarteles): El superior izquierdo tendría fondo azul y centrada una torre de color plata. En el superior derecho, sobre fondo de oro tendríamos dos lobos de color rojo (gules), pasantes y con garras de plata. Finalmente, en el mantel -el inferior- habría un fondo de color verde (sinople) con una banda amarilla (oro). La Bordura tiene ocho piezas, cuatro de oro con un castillo de su color y cuatro de gules, con un león rampante, de oro. Son las Armas Heráldicas de Huidobro. 


El otro escudo, de parecido tamaño y labra, contiene un castillo flanqueado por dos encinas y, en la bordura, hay ocho aspas. Son las armas del apellido Incinillas.

 
Debemos conocer un poco las familias de ambos escudos. El primero de los Huidobro de Quecedo que conocemos fue García de Huidobro que era señor de esta casa en 1288. En esa fecha sirvió a Sancho IV, el Bravo, en su enfrentamiento con Alfonso de la Cerda. Su esposa fue María Ruiz. García de Huidobro testó el ocho de septiembre de 1296. Su descendiente, el genealogista Luis Varona lo transcribía: “Que la mi casa antigua que está en este dicho lugar de Quecedo en el Barrio de S. Llorente, con sus huerta e pertenencias cercadas e por cercar… todo ello que lo aya e herede en donadío perpetuo Juan de Huidobro, mi fijo, para que lo goze e posseya en como yo e de assi lo aya e lleve Hortuño de Huidobro su fijo, e mi nieto, sin que se lo puedan evitar, teniéndolo todos los que dellos vinieren, para recordancia de mi, e de los vuestros ancianos e honradamente vivais e os mantengais, en como sois honrados, sin fazer ende mal, que no les sea bien parecido: e vos nombro por mi heredero a vos el dicho Juan de Huydobro mi fijo solo, en todo, para que fagais e cumplais lo que vos mando, e assi como si yo lo ficiesse en vida.” Parece que se hubiese fundado un mayorazgo.
 
Su sucesor, el de García, fue Juan de Huidobro que casó con Casilda Fernández y fueron padres de Hortuño Huidobro. Este, Hortuño, se casó con Ana García de Salazar, de los Salazar de Castilla la Vieja. Según su testamento (Quecedo en 15 de diciembre de 1352) luchó con Alfonso XI en la batalla del Salado (1340). Tuvo tres hijos: Alonso, que le sucedió; Juan, del que proceden los Huidobro de Agreda, y García.

 
Alonso de Huidobro, señor de la casa y solar de Huidobro de Quecedo, desposó a Elena Sánchez de Mena, con solar en Dima (Valle de Arratia). Fueron padres de Rugúñez de Huidobro que casó con María Saiz de Huidobro, hija de Juan Alonso de Huidobro y nieta de la casa de Huidobro en el valle de Sedaño. La sucesora de Rugúñez fue María de Huidobro, luego esposa de Rodrigo Alonso de Incinillas. Será el punto de unión de ambas familias. Son los “culpables” de los primeros escudos situados en la parte baja de la torre que hemos comentado y los constructores hasta la altura de las ventanitas del palomar.
 
María y Rodrigo criaron a Alonso de Incinillas Huidobro -alias de Valdivielso-, canónigo y racionero de Zamora, que sucedió a sus padres como hijo mayor y aumentó el patrimonio de la Casa. Fundará un mayorazgo en su hermano menor Lope Sáez de Incinillas Huidobro. Juan González de Incinillas Huidobro, hijo segundo de María y Rodrigo, también fue canónigo de Zamora y, también, dejó hacienda agregada al mayorazgo y dinero para que se construyera una iglesia junto a la casa de Huidobro bajo la advocación de la Virgen Santa María que no se edificó, destinándose el dinero a erigir una capilla en Santa Eulalia, parroquial de este pueblo, a la advocación de San Juan Bautista. Su patronato estaba ligado al mayorazgo según las capitulaciones y escritura de dotación fechada en Burgos el 30 de abril de 1569. Otros hijos de este matrimonio fueron Rodrigo de Huidobro, que a la edad de 20 años entró religioso franciscano en la ciudad de Burgos; María Incinillas Huidobro que casó con Pedro Alonso de Toba, de quien proceden los Valdivielso de Méjico; Eulalia de Incinillas que murió soltera; Estéfana que casó con Pedro Fernández y tuvo a Juan Fernández de Valdivielso, que pasó con Juan de Valdivielso, su primo, a la conquista de Nueva España donde le mataron los indios; y Antonio y Alonso de Valdivielso, clérigos.

 
Tras hablar de los Huidobro nos giramos a observar, un poco, a los portadores del apellido Incinillas. Procedían de Incinillas y, más tarde, pasaron a El Almiñé donde pusieron su casa solariega. El primero que conocemos es Ruy García de Incinillas que matrimonió con Urraca Fernández y fueron señores de Quintanilla de Vildado. Participó Ruy en las guerras de Andalucía, como consta en una escritura del año 1300 que se halla en el archivo de la Iglesia de Burgos, en tiempo de Fernando IV y en el sitio de Gibraltar por Alfonso XI. Fueron padres de Juan Alonso de Incinillas, que heredó la casa; Alonso de Valdivielso que vivió en Burgos; y Ruy Díaz que pasó a Ávila.
 
Juan Alonso de Incinillas, ya pariente mayor, desposó a Elena Ruiz y fue sucedido por Gonzalo Alonso de Incinillas que fue vecino de El Almiñé, casó con María Sainz Bustillo y fueron padres de García Alonso de Incinillas. Este muchacho se unió a Juana de Isla Peña, natural de Quecedo, donde pasó a vivir y fueron padres de Gonzalo Alonso de Incinillas. Gonzalo se casó con Urraca Alonso de Incinillas, su prima segunda. Tuvieron a Rodrigo Alonso de Incinillas que les sucedió; al licenciado Alonso de Incinillas de Valdivielso, canónigo de la Santa Iglesia de Zamora, donde murió en 1518; al licenciado Juan de Incinillas de Valdivielso, igualmente canónigo racionero de Zamora; a Pedro de Incinillas, criado de Juan de Aragón, arzobispo de Zaragoza; a García Alonso de Incinillas que, casado, vivió en Burgos. Hijo de este último fue el licenciado Juan Alonso de Valdivielso, racionero de Zamora por resignación de su tío el licenciado Alonso de Incinillas de Valdivielso. 


La importancia de Rodrigo Alonso de Incinillas es que se casó con María de Huidobro, señora de la casa de Huidobro en el lugar de Quecedo. Y, como ya hemos comentado arriba, se juntan los dos apellidos en Alonso de Incinillas Huidobro, canónigo racionero de Zamora y en Lope Sáez de Incinillas, hijo menor de Rodrigo y de María.
 
Lope casó con María Sainz, natural de Quecedo y tuvieron a:
 
  • Alonso de Incinillas Huidobro.
  • María Sáinz de Incinillas Huidobro, que casó con Juan Zorrilla, señor de la casa y mayorazgo de Zorrilla en Santa Olalla.
  • Isabel González de Incinillas Huidobro, que casó con el capitán Juan Rueda Velasco, señor de la casa de El Almiñé.
  • Catalina de Incinillas Huidobro, que casó en Zamora con Juan Vélez.
  • Urraca, que casó con Rodrigo Alonso de Huidobro.
  • Ana González de Incinillas Huidobro, que casó con Alonso de Pereda, vecino de Quecedo, quienes fundaron la capilla de San Ildefonso en la parroquial de Quecedo.
  • Francisco de Incinillas que murió en casa de sus padres.
  • Lope Sáez de Incinillas que murió el once de noviembre de 1560.
 
De este montón de hijos debemos destacar, y centrarnos, en el primero, Alonso, de ellos que será el señor de la casa de Huidobro, de Quecedo, y pariente mayor del linaje de Incinillas. Su esposa fue Urbana Fernández, señora de la casa y mayorazgo de Fernández del lugar de Quecedo. Este casamiento juntó los tres apellidos y casas de Incinillas, Huidobro y Fernández.

 
Heredera de este “imperio” fue María de Incinillas Huidobro. Por supuesto, después de la muerte de Alonso de Incinillas que testó el 23 de noviembre de 1538. María se desposó con Gabriel Varona Saravia, de la casa de Varona del lugar de Arroyo. Fueron padres del licenciado Andrés Varona.
 
El licenciado Andrés Varona Incinillas Huidobro, tras ocupar durante muchos años diversos puestos de Justicia marchó a Lima donde fue oidor y consultor del Santo Oficio. Murió el 28 de enero de 1639. Su esposa fue María Saravia de Rueda, hija de Pedro Saravia de Rueda, de la casa Saravia del lugar de Valhermosa. Fueron padres de Juan Varona, sucesor, asesinado en Lima la noche del último día de Navidad del año 1629; a Esteban Varona clérigo comisario del Santo Oficio, que murió en Quecedo el año de 1640; a Andrés Varona, capitán de caballos en Chile y gobernador de Asangaro y Asillo que murió en Lima el 6 de mayo de 1644; y a Luis Varona que heredó el tinglado. El mencionado capitán Andrés Varona que, antes de pasar al Perú con su padre, había servido en la carrera de los galeones de Indias dejó mucha hacienda agregada a la casa de Huidobro. Hubo también cuatro hijas de Andrés y María: María, la mayor, que casó con Juan Díaz Ortega, señor de la casa de Sotopalacios; Antonia y Urbana. monjas en Santa Clara de Medina de Pomar; y Josefa, que casó con Juan Varona, su primo segundo.

 
Luis Varona Saravia, señor de las casas de Huidobro y Fernández y pariente mayor del linaje de Incinillas, fue un famoso genealogista, natural de Valderas (León), viajó al Perú con su padre cursando leyes en la universidad de Lima, fue colegial mayor en el San Felipe y San Marcos y catedrático de Digesto. Volvió a Castilla y el Rey le otorgó el Hábito de Alcántara. Fue alcalde de Hijosdalgo de la Chancillería de Valladolid y, más tarde, su presidente. Se casó con Manuela Chumacero Sotomayor en 1647, hija de Antonio y de Beatriz de Gamboa. Tuvieron varios hijos, pero nos centraremos en los supervivientes: Francisca María, monja en Huelgas; Diego José, su sucesor; Juan Tomas, caballero de Alcántara, colegial mayor y rector del colegio de San Ildefonso de Alcalá; María Josefa; y Antonia Manuela.
 
Diego José Varona Chumacero, fue caballero de Alcántara, rector de la Universidad de Oviedo y Gobernador de Gata, y murió en Extremadura en 1687.
 
Antonia Manuela Varona Chumacero, -hermana de Diego José- bautizada en la parroquia de San Benito de Valladolid el 19 de junio de 1665 y muerta intestada en Mérida el 24 de marzo de 1714, se había casado en Madrid el 22 de mayo de 1689 con Juan Alonso de Vera Alburquerque y Fajardo, séptimo marqués de Espinardo, vizconde de Monteagudo, señor de las villas de Ceutí, Ontur, Albatana, Mojón Blanco, etc. En el acta matrimonial figura como señora del mayorazgo y casa fuerte de Varona en Quecedo, en el valle de Valdivielso (Burgos) por lo que se deduce que había sucedido a sus hermanos mayores.

 
Con todo lo que hemos comentado hasta ahora ya podemos introducir los últimos escudos que parecía que nos habíamos olvidado. Son los más vistos y están sobre la puerta de entrada a la casa fuerte. Uno a la derecha y otro a la izquierda. Démonos cuenta que probablemente sean posteriores al genealogista Luis Varona porque este no nos habla de su existencia al describir el caserón, y por su labra. En el lado izquierdo de la fachada de entrada hay un escudo con solo las armas de los Varona. Está timbrado por un coronel (en general es una corona) y tras el escudo se perciben las puntas de una cruz de Alcántara. En su campo constan las cuatro bandas y en la bordura los ocho espejos: Armas de Varona.

 
El de la derecha también está timbrado por un coronel (Quizá por el marquesado de Espinardo) y apoyado -que tiene detrás- en una cruz de Alcántara. El campo del escudo está cuartelado:
 
  • Primero: de oro, cuatro bandas de gules. Bordura de gules con ocho espejos de plata perfilados de oro: Armas de Varona.
  • Segundo: está partido. Su lado derecho tiene dos brazos armados, de plata, movientes del flanco siniestro, sosteniendo en sus manos una maza de guerra de plata que son las armas de Chumacero. En la bordura hay ocho elementos no identificados, que Francisco Oñate asocia con ballestas, y ocho estrellas de ocho puntas, en posición alterna. El lado izquierdo posee un castillo mazonado, es decir, destacando las piedras que lo componen.
  • El tercer cuartel está partido y medio cortado. Primero tiene tres hileras de veros y en la punta ondas de agua (Armas de Saravia). Segundo: de azur, cinco flores de lis de oro, puestas en aspa. Tercero: de azul, dos ruedas de carro de oro, puestas una sobre otra. Armas de Rueda.
  • El último cuartel está partido con seis hileras de ¿cruces? A la izquierda y la alocución “Ave María gracia plena” en posición de bordura.
 
 
 
 
Bibliografía:
 
Web “Castillos del Olvido”.
“Arquitectura fortificada de la provincia de Burgos”. Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“Blasones y linajes de la provincia de Burgos. Partido Judicial de Villarcayo”. Francisco Oñate Gómez.
“Apuntes descriptivos, históricos y arqueológicos de la Merindad de Valdivielso”. Luciano Huidobro Serna y Julián García Sainz de Baranda.
“El nobiliario de Luis Varona de Saravia. Un tesoro genealógico del siglo XVII”. David Huidobro Sanz.

domingo, 15 de enero de 2023

Cueva de “La Mosquita”: Cristo, Lug y Cernunnos

 
 
Hoy nos acercamos hasta el monte San Miguel -entre Villalaín e Incinillas- en cuyas cercanías tenemos la Cueva de “La Mosquita". El yacimiento está ubicado a lo largo de un farallón rocoso situado junto a un pequeño campo de cultivo y donde se ubica el Arroyo de la Tejera. Estamos en un valluco secundario del río Ebro -a tres kilómetros-, en el sinclinal llamado Villarcayo–Tobalina, orientado de noroeste a sureste. Un espacio de calizas y dolomitas. Además del arroyo de La Tejera, disponemos de la Fuente Saúco y un primitivo manantial reseñado en mapas antiguos.

Cortesía de "Necrópolis medievales excavadas en la roca"
 
La aparición de abundantes piezas de talla lítica nos asegura la presencia de un grupo humano desde el Paleolítico superior en la zona. Pero, es que, la existencia de fragmentos de sigillata y de tegulae muestra que hubo habitantes desde época Romana hasta época Altomedieval. Se ocupó la franja ribereña y el escarpe, donde hay cuevas naturales retalladas, elementos de apoyo en la roca para construcciones, espacios funerarios y accesos a la plataforma rocosa superior, con escalones tallados en los lugares más accesibles. En la parte superior del escarpe encontramos una estructura hundida que para algunos es una cantera.
 
En el trabajo “Eremitorios rupestres altomedievales (el alto valle del Ebro)” de 1989 Alberto Monreal Jimeno citaba la cueva y la tumba exterior más cercana a la boca de la cavidad. Sin embargo, hay una segunda tumba, horadada en el escarpe rocoso a dos metros de altura del suelo y oculta por la vegetación.

Vista panorámica de la cueva

La zona de la cueva principal, es una cavidad natural de toba, que ha perdido su forma original debido a las sucesivas transformaciones de paredes, suelo y techo. De hecho, ha sido retallada, al menos, un par de veces. Esta cueva es el elemento más visible e importante del paraje. Mide unos 5`5 metros de longitud por 3`25 metros de anchura. En su exterior tenemos unas entalladuras que facilitan el acceso. La entrada, muy deformada por la erosión, se abre al Suroeste y da paso a una cámara de planta irregular, cubierta con bóveda natural que alberga una serie de enterramientos. En la parte superior de la pared este hay una cruz con calvario, enmarcada en un espacio rebajado para resaltar su volumen. Indicar que los numerosos rebajes existentes parecen haberse hecho con pico ancho. Asimismo, en la zona izquierda del lado norte, se aprecia una oquedad natural, posiblemente procedente de una antigua corriente de agua.

Cruz tallada
 
A la derecha de la entrada hay un banco o poyo alto excavado en la pared del fondo, en el que se ha labrado una tumba rectangular de tamaño adulto. Junto a este poyo elevado y a menos altura, aparecen dos pequeños bancos corridos. La presencia de nichos para sostener lámparas, que han dejado una fuerte capa de hollín en su entorno, nos permite pensar en el intenso uso del lugar sagrado. En un primer momento, con prácticas que desconocemos pero que quizá estuviesen relacionadas con una figura enigmática de la que hablaremos, que tiene a los pies tres orificios. En la cabecera también se destacan oquedades en la pared, posiblemente para colgar cosas. Y su suelo se retalló para conseguir profundidad en la oquedad natural. Posteriormente se volvería a rebajar, hasta conseguir un nuevo suelo, el actual, quedando colgado parte del antiguo en sus costados.

 
Dentro de la cueva destacan las siguientes tumbas excavadas en el suelo:
 
  • Tumba 1. Forma rectangular. Situada en el altar ha perdido por completo la pared occidental, mientras que la opuesta ha sido ligeramente retocada. En el centro se aprecia un orificio donde pudieron estar colocadas, en algún momento, posibles reliquias. Las medidas son de 1`75 metros de longitud, 43 cm en la zona más ancha y 37 cm en la más estrecha, sur y norte respectivamente.
  • Tumba 2. Rectangular. En la zona este de la cueva, en la cabecera del santuario ya cristianizado. Ocupa un nivel inferior, a los pies del altar. Se aprecian aún restos del trabajo para abrirla, pero ha perdido las paredes. Tiene una cuidada orientación norte–sur, una longitud de 1`92 metros, una anchura máxima de 50 cm y la mínima de 42 cm. El extremo sur está completamente recto mientras que la parte opuesta presenta un tallado tendente a la forma casi circular.
  • Tumba 3. Trapezoidal. Muy ancha en la cabecera. Se talló en el nuevo espacio del interior de la cueva, correspondiente a su primera ampliación. Sus dimensiones son 1`85 metros de largo, 85 cm de ancho en la cabecera y 45 cm en los pies. La parte de la cabecera está erosionada.
  • Tumba 4. Rectangular, con tendencia a mayor anchura en la cabecera. Está alineada y comparte espacio y fase constructiva con la Tumba 3. Tiene una longitud de 1`85 metros y una anchura de 60 cm la cabecera y de 55 cm en los pies.
  • Tumba 5. Este enterramiento se alinea con las numeradas como 3, 4 y 6 pero está ya ligeramente colocada hacia el interior en relación con la alineación del muro sur tallado del lugar de culto. La parte norte ha sido eliminada por la tumba número 9. Se conservan las paredes sur y oeste mientras que las otras han desaparecido. Se aprecia el trabajo de excavación, la talla, con pico o elemento similar. Sus medidas son de 80 cm de longitud y una anchura de 54`4 cm en la zona sur y 30 cm en la opuesta. Sería una tumba infantil.
  • Tumba 6. Está algo más elevada que las dos tumbas precedentes, conserva parte del arranque de las paredes y se aprecian las señales de la excavación del hueco. Sus medidas son 1`88 metros de longitud, siendo su anchura de 60 cm en la zona sur y 25 cm en la norte.
  • Tumba 7. Es la más occidental del conjunto y se sitúa en el mismo reborde de la cueva. Se trata de un enterramiento infantil de tipo ovalado. Sus medidas son 85 cm de largo y 33 cm de ancho.
  • Tumba 8. Es la única que tiene una ubicación fuera de lo habitual pues se sitúa en la zona que podemos considerar ángulo noroeste, donde se abre hacia la única parte de la cueva que conserva su estado natural. Se sitúa en dirección sudoeste–noreste. Se aprecia que se ha iniciado la excavación, pero parece que nunca fuera concluida o que lo deleznable de las calizas de ese sector haya ocasionado su arrasamiento, quedando solo el fondo. Tiende hacia la forma rectangular con 69 cm de largo por 29 cm de ancho. ¿Infantil?
  • Tumba 9. Está algo más elevada que las cistas 3 y 4 y corta -y destruye parte de- la tumba 5. Se conserva una fracción del arranque de sus paredes, seccionándose su costado derecho y pies al retallarse el espacio en sentido transversal, hacia la nueva cabecera del templo. Los extremos menores tienden a la forma ligeramente circular y se aprecian aún las señales del pico. Sus dimensiones son de 1`15 metros de largo y 30 cm de media de ancho. Representa una segunda fase de ocupación de la zona de enterramientos en el interior de la cueva, tanto por su diferente orientación como por el hecho de superponerse a la Tumba 5. Así mismo es anterior al segundo retalle de la cueva, en sentido transversal, que conformaría el espacio interior tal y como hoy lo encontramos; al verse afectada por los trabajos de reorientación del lugar de culto y enterramiento, que eliminarían parte de su costado derecho y los pies, al rebajarse el nivel del suelo en el que se encontraba confeccionada.

 
Cada momento de ocupación parece verse representado en un grupo de tumbas. Así, las tumbas 3, 4, 5 y 6 representan el primer momento de ocupación del suelo de la cueva para enterramiento. Su cronología cabe establecerla entre el retalle del interior de la cueva para configurar un espacio de culto y el segundo trabajo para ampliarla en sentido transversal al primero. La Tumba 9 vendría a representar un nuevo momento en la vida del recinto. Las tumbas 1 y 2 se relacionan con la última fase de ampliación del interior de la cueva con cabecera al este, propio de los templos antiguos y medievales, y rematada por hornacina con cruz en su interior y altar tallado en el testero. Las tumbas 7 y 8 no se han clasificado.

 
Algunos autores entienden que fueron enterramientos familiares dada la presencia de tumbas infantiles. Otros sopesan que fuesen enterramientos de notables, posiblemente religiosos, descartando fuesen miembros de la aristocracia local por situarse en estos casos a los pies y no en la cabecera de los templos, como es el caso del cercano San Pedro de Argés.

 
Monreal señalaba el cambio de funcionalidad de este tipo de espacios en el valle del Ebro pasando de vivienda o lugar de culto a lugar funerario en su momento de decadencia. Pero, lo que puede despistarnos, es que se pudo haber producido el enterramiento de personas importantes dentro del templo, unido a las sepulturas exteriores. Como podría ser en este caso. Otros autores, basándose en el poyo alto de la entrada que definen como cama de ermitaño, junto con la existencia de muescas y mechinales, asumen que esto fue una celda eremítica. Esta idea se vería reforzada por la presencia de ranuras y mechinales en paredes y techo que serían indicadores de una compartimentación interior de la cueva mediante madera. Claro que esos mechinales pudieron servir para separar y destacar los dos ámbitos de una iglesia. Otrosí, mientras las tumbas interiores son enterramientos excavados en la roca, las dos exteriores son sepulturas de nicho típicas de los eremitas. Así pues, se piensa que la cavidad fue retocada para convertirla en una celda eremítica y poco después, tras ser abandonada, sirvió de cámara funeraria de carácter familiar. Sin obviar los posibles enterramientos realizados en sagrado ni descartar la existencia de un pequeño monasterium que atendiese el culto de este santuario.

 
La primera de las sepulturas exteriores, recogida en los trabajos de Monreal (1989), es rectangular con los bordes redondeados y con arcosolio presentando una superficie tallada al completo sobre el farallón calizo. Se diferencian dos niveles en altura, separados por tres mechinales para vigas. Finalmente, en los costados se detectan unas hendiduras, cuidadosamente talladas, para colocar un posible elemento de cierre. Las medidas de la estructura son 1`40 metros de altura. Por su parte, la planta presenta una longitud de 2`20 metros y una anchura de 1`05 metros.

 
Con la misma orientación que el muro del farallón, a unos dos metros en altura de la base actual, se encuentra otra oquedad modificada con una sepultura trapezoidal, excavada en las calizas del cortado hasta formar una cista lateral rematada por un arcosolio. Es probable que, inicialmente, estuviese a más de dos metros de altura de la base ya que se han acumulado sedimentos de la parte superior del escarpe. Parece mantener cierta línea de continuidad con la apertura de la entrada de “La Mosquita”, que se encuentra emplazada en su lado derecho. Las medidas del espacio son de longitud 1`70 metros de base y 1`84 metros en la parte superior de la cista; una profundidad de 32`5 cm que se suman a los 64 cm del arcosolio retallado en la roca. El relleno de la tumba consistía en un paquete de tierra muy húmica. En la excavación de la tumba se encontraron, en la cabecera, los restos de una mandíbula y un disco de piedra. De su análisis no se dedujo ni la edad ni el sexo, pero permitió datar el yacimiento en la primera mitad del siglo VII y lo conecta con otros espacios tanto del área cántabra como burgalesa.

 
Uno de los aspectos más interesantes de la Cueva de “La Mosquita” son sus pinturas rupestres. Serían una figura animal (un équido) y un antropomorfo. Situándonos en la entrada y con la mirada dirigida hacia el muro, a la altura aproximada de la vista y justo encima de tres orificios circulares que trazan una línea horizontal, se pueden observar una serie de trazos de color rojizo, verticales y horizontales, siendo los segundos más pequeños que los primeros. Es la figura antropomorfa. En la actualidad se pueden ver los perfiles del cuerpo, piernas y sobre todo la cabeza. El “cuerpo” estaría cubierto con una vestimenta que apenas deja entrever la anatomía. Lo mejor conservado son los trazos de la cabeza, con sus ojos, la boca y algo que podría asemejarse a una barba. Se remata con una forma encima de la cabeza que nos recuerda al símbolo de la Luna o a unos cuernos.

 
En el lado derecho del muro norte, a la altura del altar, se observa un trazo más pequeño del mismo color que los anteriores, con el que se ha esbozado lo que parece un “caballo”. Se conserva la parte de trazo que se corresponde con la cabeza, el lomo y el cuello.

 
El tratamiento a través de la herramienta Dstretch ha permitido obtener una batería de imágenes difíciles de captar por nuestro ojo y ver las clases de pigmentos utilizados. Aquí pigmentos naturales, tanto en el hombre como en el caballo. Y, también, la existencia de una película de whewellita (calcita y dolomita) formando una estratificación. Estos elementos serían aglomerantes circunstanciales de la pintura por la karstificación de la roca soporte. También se obtuvieron trazas de fosfato de calcio debidas, seguramente, al uso de hueso calcinado como pigmento, o a un residuo mineral de algún ligante o aditivo orgánico que pudiera haberse empleado.

 
Con estas fotografías se observa junto con el antropomorfo conocido otro más pequeño, donde se aprecian las piernas y parte del cuerpo y la cabeza. Estas imágenes pintadas siguieron presentes en el mundo altomedieval como se ve en el yacimiento de Revenga donde una figura humana similar fue interpretada, primeramente, como demonio o brujo para después definirla como “figura femenina esquemática, que podría llevar un tocado a la manera de un cuarto creciente, por lo que podría estar representando al astro lunar”. Estando así vinculada al uso funerario del lugar y el mundo de los muertos. Quizá sea así… o no, porque otros analistas enlazan esta figura del brujo con la Hispania Céltica, con divinidades como Lug o Cernunnos.

 
Por tanto: son pinturas realizadas por los hombres. Pero, ¿cuándo? Los trazos corresponderían a la primera fase de ocupación apoyándonos en que las pinturas se sitúan en el muro norte (en el caso de la figura antropomorfa justo frente a la entrada natural de la cueva, a la altura de la vista, con tres mechinales a sus pies, que soportarían una pequeña repisa) cuando la orientación del mismo era en sentido sur–norte y el espacio sagrado se ubicaba precisamente en el muro donde encontramos los grafitos. Sabiendo que la sepultura en altura con restos humanos data de entre los siglos VI y VII, y que las pinturas serían anteriores nos situaríamos en el momento en que el espacio tenía un uso de culto precristiano, con orientación sur–norte. Por tanto, como muy tarde se pudieron realizar en el siglo V o VI d. C. en los estertores del Imperio Romano Occidental y primeros años del reino Visigodo.

 
Por si esto fuera poco, la historiografía ha situado este “eremitorio” entre los siglos VIII y IX de nuestra era, periodo al que pertenecen todas las sepulturas existentes. Y no olvidemos que el paraje donde está el yacimiento de “La Mosquita” se llama “San Miguel”. Apuntemos que, entonces, hay presencia de divinidades precristianas que, en un momento dado y visto el ritual funerario, se cristianizan. Este hecho ocurre a partir del siglo VII, como podemos comprobar en las dataciones dadas para las tumbas. “La Mosquita” no solo sería un centro eremítico más, sino un lugar de culto precristiano que pervive en épocas altomedievales.

 
La ubicación de tumbas excavadas en la roca del interior de la cueva podría suponer un segundo momento en la vida de este pequeño recinto, si consideramos que ocupan el suelo del centro de culto y aledaños, desbordando la limitación preconfigurada del mismo por los trabajos de talla de la primera cavidad natural. Un nuevo momento es el representado por la ampliación del espacio interior, ahora en sentido transversal, tallándose una cabecera al este, provista de altar labrado en la roca y hornacina superpuesta con cruz inscrita dentro de él. Nos encontraríamos con el momento de cristianización efectiva del primitivo recinto precristiano. En este nuevo centro se instalaron las tumbas 1, sobre el altar, y Tumba 2 a sus pies. Cabe mencionar que a estas sepulturas se asocia la figura del équido pintado en la pared de la cueva, lo que nos hace sospechar el mantenimiento de figuraciones precristianas en una fase ya claramente cristiana. La fase final de la cueva de “La Mosquita” se relaciona en el exterior con las tumbas practicadas en el escarpe, para las cuales ya poseemos datación radiocarbónica, que la sitúan a principios del siglo VII.

 
La presencia de un santuario precristiano, posteriormente transformado en centro cristiano, es de gran valor y viene a señalar una característica que vemos repetida otras tierras castellanas, de León o gallegas.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Las siete merindades de Castilla Vieja. Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres y Montija”. María del Carmen Arribas Magro.
“Eremitorios rupestres en la comarca de Las Merindades (Burgos)”. Judith Trueba Longo.
“El yacimiento arqueológico de La Mosquita (Villalaín, Burgos). Avances en el estudio del hábitat rupestre y los centros de culto en el norte de Burgos”. L. Alberto Polo Romero, Irene Palomero Ilardia y Francisco Reyes Téllez.
Blog NECRÓPOLIS MEDIEVALES EXCAVADAS EN LA ROCA.
Web“Merindades”.

domingo, 8 de enero de 2023

Tres Céspedes (de Noceco)

 
No. No estoy loco con este título. Vamos a hablar de la familia de Romualdo Céspedes Ogazón. Un apellido del que daba una genealogía Rufino Pereda Merino en su libro “Los Monteros de Espinosa” que podemos aceptar o no. De hecho, no afirma taxativamente que los de Noceco pertenezcan a la línea genealógica que describe, sino que Rufino dice que: “También de la casa de Céspedes, tan antigua y noble, provino doña María de Guzmán y Céspedes, natural de Carmona, esposa de D. Francisco de Arce; siendo de advertir que esta familia de Céspedes y la de Guzmán están unidas desde el casamiento de Doña María de Céspedes y D. Juan de Guzmán, nieto de D. Juan, tercer Conde de Niebla. Actualmente, y entre otros que ostentan el apellido de Céspedes, se hallan: el Excmo. Sr. D. Valentín de Céspedes y Céspedes, Senador del Reino, Consejero del Banco de España y del Real de Sanidad; D. Guillermo Céspedes y Meneses, primer Teniente de la Guardia Civil y D. Antonio de Céspedes, segundo Teniente del Arma de Infantería”. Aunque podríamos decir que este párrafo era solo alago a poderosos señores de la Corte. Sin embargo, no pierdan de vista a ese Valentín.

 
Volviendo a Romualdo. Este nació en Noceco, en la Merindad de Montija (Las Merindades de Burgos) el 22 de mayo de 1809. Era hijo del hidalgo Antonio de Céspedes y Regúlez Villasante y de Josefa Ogazón y Cano, ambos naturales de Noceco. Estudió en Espinosa de los Monteros y en 1824, con apenas quince años, lo llama su tío Valentín de Céspedes para que fuese a Madrid a aprender el oficio financiero. Valentín trabajaba en la Villa y Corte desde comienzos del siglo XIX. Era un financiero con reputación de honrado e inteligente. También era miembro de la Diputación Provincial y comendador de Isabel la Católica por servicios prestados a la Patria. Cuando se retire, en 1845, Romualdo dirigirá los negocios de la casa -de los que sería ya socio desde hacía tiempo- y desarrollará el negocio de la banca a gran escala.

Recordatorio en prensa de la muerte de Valentín de 
Céspedes, tío de Romualdo y no cuñado, que incluye
el nombre de la esposa. 
 
Se decía que tenía querencias liberales, pero no se incorporó en ninguno de los partidos existentes en el momento, pese a las presiones. Eso le dio una pátina de honradez en los cargos públicos que desempeñó: miembro de la Comisión de Valoraciones para el Arancel de Aduanas y para la Estadística Comercial, dependiente del Ministerio de Hacienda, de 1873 a 1875; vocal del Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio, dependiente del Ministerio de Fomento, desde 1875 hasta 1879 y como consejero supernumerario del Banco de España desde marzo de 1876 hasta marzo de 1877. En este caso, cargo honorífico y no remunerado. Claro que llegó a tener 1255 acciones del Banco de España que podían representar unos 8.000.000 de pesetas. Apuntar, también, que era socio del Círculo Económico Español.
 
Tenía oficina en la calle de la Magdalena, 4 de Madrid. Entre los diversos negocios financieros en los que participaban podemos dejar constancia del de los seguros como el de incendios (Sociedad de Seguros Mutuos de Incendios de casas de Madrid), banca y giro o el de los créditos. De la respetabilidad del negocio deja constancia que los antiguos empleados mostraban haber trabajado allí como su mejor referencia.

 
Romualdo se casó, en Madrid, el ocho de febrero de 1846 con su prima Escolástica de Céspedes y Angulo. Era hija de su tío carnal Tomás de Céspedes y Regúlez Villasante y de Benita Angulo. Escolástica falleció en Madrid el 22 de enero de 1871. El matrimonio tuvo diez hijos de los cuales llegaron a la mayoría de edad: Teresa, que murió soltera el 23 de mayo de 1872; Dionisio, casado con Cecilia Zapatería y Santelices; Estefanía, casada con Ramón de Madariaga y Arnáiz; Luisa, casada con Manuel de Ibarra y Cruz, primer marqués de Ibarra, y Valentín de Céspedes y de Céspedes, décimo hijo. De este último hablamos luego.

 
Romualdo falleció en Madrid el 12 de marzo de 1887, a la edad de setenta y ocho años. No fue algo repentino puesto que el día seis ya había recibido la bendición apostólica. Dejó una fortuna valorada en más de 20.000.000 de pesetas de la época. De hecho, llegó a figurar como el tercer contribuyente de la Corte. Fue, como actualmente lo es Amancio Ortega, un filántropo. Realizó donaciones para las inundaciones de Murcia y fue nombrado vicepresidente de la Junta directiva encargada de remediarlas; las víctimas de los terremotos de Almería y Granada; contra las epidemias de cólera de 1865 y 1885; a hospitales -como el de la Princesa- y hospicios; dio cantidades para ayudar a los necesitados de Aranjuez, Zaragoza, Granada y Madrid; o, por poner un último ejemplo, aportó caudales para socorres a las familias de veintiocho marineros que habían naufragado en Galicia el 8 de febrero de 1879. Pocos días antes de morir -el cinco de marzo de 1887-, donó 5.000 pesetas al Asilo de Inválidos del trabajo que había sido creado por la reina regente María Cristina en enero de 1887. También se preocupó de los problemas de su comarca natal ayudando a la consecución de un médico para la Merindad de Montija en 1869, por ejemplo.

 
Contaba “La ilustración española y americana” que “D. Romualdo de Céspedes ha muerto rodeado de todos sus hijos, que le cerraron los ojos y le condujeron hasta la carroza fúnebre. En el cementerio fue también conducido por seis de sus sobrinos, los cuales le deben su fortuna y el crédito de que gozan en el comercio y en la banca”.
 
De entre todos sus hijos el más destacado fue Valentín que nació el cuatro de noviembre de 1866 y es del que hemos dicho que hablaríamos. Valentín se licenció en la Facultad de Filosofía y Letras, con premio en varias asignaturas. Ejerció después como abogado para, posteriormente, pasar a la política. A diferencia de su padre, él se integró en el Partido Conservador y salió elegido diputado en las Cortes de 1893 por el distrito de Madrid. Volvió a repetir como diputado en las Cortes de 1896 y 1898 por el distrito de Madrid en el partido de Trifino Miguel Gamazo y Calvo. En 1901 se presentó por Chinchón (Madrid) y en 1903 por el distrito de Ciudad Real.

Valentín de Céspedes y Céspedes
 
En su trayectoria política consta la presentación de una proposición de Ley modificando la Ley de Caza, intervino en discusiones presupuestarias, por ser las materias económicas y financieras sus estudios predilectos y, formó parte de la comisión que estudió modificar la Ley de Sanidad, así como de innumerables comisiones sobre carreteras y ferrocarriles nacionales. En 1907 pasó al Senado, habiéndose presentado por Madrid y en 1911 fue elegido senador por León en las Cortes de 1911. Finalmente fue designado por Alfonso XIII como senador vitalicio, por Real Decreto de 30 de marzo de 1914.
 
Pero su vida política no le alejó de su vida empresarial. No eran aquellos años de políticos criados dentro del partido y ajenos al mundo real. Cierto, a su vez, que esto creaba sospechas de intereses cruzados. Así, en 1901, Valentín fue fundador de “Aguas y Balneario de Cestona, S.A.”, de la que llegó a ser presidente. También fue consejero de la “Compañía Arrendataria de Tabacos” (es decir, “Tabacalera Española”), de “La Equitativa” (Fundación Rosillo) y del “Banco de España”.


Se casó con Milagro Mac-Crohon y Acedo-Rico el 21 de noviembre de 1895 en la capital del reino. Ella había nacido en Madrid el 7 de febrero de 1874 y falleció el 9 de julio de 1955 y fue hija de Juan Antonio Mac-Crohon y Barutell, coronel de Caballería, y de Enriqueta Acedo-Rico y Medrano, hija del conde de la Cañada, Grande de España. ¡Un gran enlace para el hijo de un provinciano! Tendrán ocho hijos: Romualdo, doctor en medicina; Valentín, abogado; Milagro, licenciada en filosofía y letras; María de la Concepción; Isidro, abogado; María del Rosario; Teresa, fallecida niña, y Rafael de Céspedes y Mac-Crohon, profesor mercantil.
 
Fue reconocido en su tiempo como un gran humanista, poseedor de una importante biblioteca y colecciones de numismática y pintura romántica. Obtuvo la dignidad de Infanzón de Illescas y entre las muchas aficiones que se podía permitir destacaron la colombofilia, donde obtuvo varios reconocimientos, la fotografía y el automovilismo. De hecho, fue propietario del Panhard de 16 H. P., primer vehículo con matrícula (M-1), el 19 de agosto de 1907.
 
Valentín de Céspedes y Céspedes falleció el diecinueve de junio de 1947.
 
 
Bibliografía:
 
Revista “La ilustración española y americana”.
“Revista ilustrada de banca, ferrocarriles, industria y seguros”.
Diario Oficial de Avisos de Madrid.
Fundación MAPFRE.
“El genio médico-quirúrgico, periódico de ciencias médicas”.
Periódico “El Liberal”.
Revista “Escenas Contemporáneas”.
Gaceta de Madrid.
Guía oficial de España.
Periódico “La Correspondencia de España”.
Periódico “La Época”.
Periódico “La España”.
Periódico “La Esperanza”.
Periódico “La Iberia”.
Almanaque y guía del Banco de España. Año 1901.
Real Academia de la Historia.
“Los monteros de Espinosa”. Rufino Pereda Merino.
Periódico “La unión católica”.
“Movimiento nobiliario 1931-1940”. José Miguel de Mayoralgo y Lodo.
Senado del Reino de España.
Periódico "ABC".