Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 24 de abril de 2022

Pescar en los ríos de Las Merindades en siglos pasados.

 
Ricardo San Martín Vadillo ha encontrado un hueco en su labor investigadora y bibliográfica para remitirnos este primer divertimiento que versa sobre la pesca en Las Merindades y que, como a mí, les arrancará una nostálgica sonrisa viendo los métodos de “guerra química” que se aplicaban.
 
“Las Merindades se caracterizan por ser una zona privilegiada. Es una región con múltiples ríos y, por lo tanto, con posibilidades de pesca; lo ha sido así desde tiempo inmemorial y esa característica aún se mantiene hoy en día.
 
En este artículo recogeré algunos de los documentos históricos que nos hablan de la pesca en los ríos Nela, Trueba, Trema, Ebro, Cadagua, etc.

 
Comencemos por decir que ya en siglos pasados había una amplia serie de manuscritos y libros que enseñaban cómo lograr mejores capturas en los ríos. Fernando Basurto publicó en 1539 el Tratado de pesca a mosca. En su libro Basurto explica cómo pescar la trucha con mosca artificial. Recomienda la observación de los mosquitos, su captura y su imitación para la confección de señuelos.
 
En 1624, Juan de Bergara publicó su Libro de adereçar y adobar plumas para pescar truchas. Es lo que se conoce como el “Manuscrito de Astorga”. Dejaré a un lado los avatares de este manuscrito y me centraré en su contenido. Empieza así: “En nombre de Dios y de Nuestra Señora. Este es un libro de adereçar y adobar plumas para pescar truchas en algunos meses del año y en particular henero y hebrero y março y abril y mayo asta San Juan. Va sacado y aprobado por libros de pescadores de mucha hesperiencia y conprobado por Lorenço Garçía, pescador, veçino desta ciudad de Astorga y sacado por mano de Joan de Bergara, cuyo es el dicho libro y comiença en la manera siguiente a la buelta desta oja. Fecho en este año de 1624”. El manuscrito explica con detalle cómo fabricar treinta y tres modelos de moscas artificiales y detalla los meses en que debe ser utilizada cada una. Para su elaboración se emplean varios tipos de sedas y plumas de gallo. También puede que conozcan El Manuscrito de León, de Luis Peña, del año 1825 pero es una ampliación del libro de Juan de Bergara de 1624.

Tratado de Astorga (Juan de Bergara, 1624) 
 
Así pues, queda esbozada la importancia de la pesca y la amplia bibliografía sobre esa actividad a lo largo de la historia. Y es que la pesca, como placer lúdico, como medio de obtener alimento y como indicativo del poder de los nobles para mostrar sus privilegios territoriales -o de ciertos monasterios en defensa de sus privilegios reales de pesca-, siempre ha llevado aparejadas leyes, ordenanzas y pleitos civiles. Leyendo el artículo de María Isabel del Val Valdivielso (2010): “Usos del agua en las ciudades castellanas del s. XV”. Cuadernos del CEMYR, 18; diciembre 2010, pp. 145-166; podemos conocer qué especies se capturaban en la pesca fluvial: “Si nos fijamos en las especies capturadas podemos observar muestras claras de un gusto gastronómico preciso y declarado. Parece evidente que las preferidas son las truchas, por lo que es la especie que aparece con más frecuencia en la documentación. Igualmente es muy apreciada y consumida la anguila, así como el barbo [...] A esto hay que sumar otras especies de las que se tiene alguna noticia, como el esturión, pero también las bogas de río, y los que los documentos llaman “otros peces”, que quizás eran los más abundantes y fáciles de capturar, entre ellos podrían estar los gobios, loinas y bermejuelas. Además, se debían pescar cangrejos y ranas, pero las noticias son muy escasas; los primeros están documentados en Burgos”.
 
Y, en cuanto a la pesca en los ríos de Las Merindades, estos son algunos de los documentos que he encontrado: “Incitativa a los alcaldes del Valle de Mena ante la protesta presentada por Pero Fernández de Angulo "nuestro montero de guarda", señor de la Casa y solar de Vivanco, porque le toman las truchas y pescados de sus posesiones”. (Burgos, 23 de diciembre de 1496; RGS. LEG. 149612, 277; 2 fols). Dice el documento: “Don Fernando e doña Ysabel, etçétera, a vos los alcaldes del Valle de Mena e a qualquier de vos, salud e graçia. Sepades que Pero Ferrándes de Angulo, nuestro montero de guarda, cuya es la Casa e solar de Biuanco, nos fizo relaçión, etçétera, diziendo que sus anteçesores y él syenpre estouieron en posesyón de çiertos cauçes que son en término de Lizana (Lezana) y Cadagua, los quales se dizen la Buyada, y de secarlos e pescarlos, e agora diz que ha venido a su notiçia cómo algunas personas, de fecho e contra derecho, le agotan e pescan los dichos cauçes e toman las truchas e pescados dellos non lo podiendo nin deuiendo haser por estar él avsente en nuestro serviçio, en lo qual dis quél ha reçibido e reçibe mucho agrauio e daño, por ende que nos suplicava e pedía...”.

 
¿Qué podía solicitar el abad seglar de Vivanco a los reyes? Que se tomasen medidas para que nadie pescase en sus predios en su ausencia. Y más estando él “sirviendo a los reyes”. Por cierto, “servicios” bien pagados por los reyes con donaciones y privilegios: “Merced de por vida a Pedro Fernández de Angulo, montero de guarda, vecino de Espinosa de los Monteros, de los "derechos del hierro y albalá viejo y nuevo de las herrerías de Ungo", que son en los Valles y Tierra de Mena, que fueron de Fernando de Velasco”. (RGS. LEG. 149612, 3).
 
El siguiente documento, ya en 1592, es un pleito por el cual conocemos la pretensión de los vecinos de Medina de Pomar de poder pescar, al menos una vez al año, en el río Nela, en el paraje conocido como Pozo de los Bueyes (curiosa la coincidencia, en el anterior documento se hablaba de un lugar en Lezana y Cadagua llamada “la Buyada” o boyada, lugar de bueyes). “Real provisión dirigida al alcalde mayor de las Siete Merindades de Castilla la Vieja a petición de Antonio de la Casa, procurador general de Medina de Pomar (Burgos) y el Concejo de dicha vecindad, en el pleito que tratan sobre el derecho de los vecinos de ir a pescar una vez al año al pozo que llaman de los Bueyes, en el río Nela. Para que no se proceda contra los bienes ni fiadores del dicho Antonio de la Casa”. (11 de septiembre de 1592; REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 1724,6; 4 fols.).

Pescador de truchas, 1881
 
Carta emitida durante el  reinado de Felipe II en la cual se ordena al alcalde mayor de las Siete Merindades que no proceda más en lo sucesivo contra Antonio de la Casa, procurador general de la villa de Medina de Pomar, su Concejo y vecinos, por haber sido acusados de pescar en el río Nela. Alega el inculpado en su escrito: “Teniendo la dicha villa [Medina de Pumar] costunbre ynmemorial de yr a pescar un día en el  año por la dicha villa y veçinos della en el rrío Nela, en el poço de los Bueyes, y agora en quebrantamiento de la costunbre ynmemorial [...] auíades dado vuestros mandamientos de prissión contra él y otros sobre los quales teníades pressos [...] bos mandamos que dende en adelante que esta nuestra carta bos fuere leyda y notificada no bos entrometáis más a conozer ni prozeder contra el dicho Pedro de la Cassa, ni contra sus bienes y açiendas sobre el dicho pleyto y causa”.
 
“Ejecutoria del pleito litigado por el Monasterio de San Salvador de Oña, Orden de San Benito, de Oña, con el licenciado Juan Fernández de Angulo, fiscal de la Real Chancillería de Valladolid, los Concejos de Mijangos, Urría, Las Quintanillas, Villamagrín y Pradolamata, sobre reconocerle la jurisdicción que tiene sobre dichas vecindades al negarse éstos a pagar la infurción, aceptar el nombramiento de merinos e impedirles la pesca en el río Nela”. (29 de mayo de 1596; REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 1810,45; 25 fols.). Se trata de un documento que viene a mostrar el control que diversos monasterios (en este caso San Salvador de Oña) ejercían sobre la pesca fluvial. El abad de Oña, fray Juan de Valpuesta, como cabeza del monasterio, con 28 frailes entonces, más una serie de donados, declaran por suya la villa de Mijangos (fol.5) y el escribano, Juan García de Valdivielso, escribe (fol.6): “Estando en la dicha posesión de  pescar en las rriberas y río de Nela que pasaba por los términos de la dicha villa [de Mijangos] y lugares dichos todas las veçes que abían querido e como abían querido por sí e por sus criados e por otras personas que por ello abían enbiado sin contradiçión alguna de su Conçexo y veçinos de la dicha villa y lugares siendo lo susodicho ansí los susodichos acusados en menospreçio de la justiçia y en gran daño y perjuiçio y desacato de sus partes abían dicho, de dos años a aquella parte, que non heran basallos de las dichas sus parte ni de su juridiçión”. Así pues, el Concejo y vecinos de Mijangos no reconocen los derechos realengos del monasterio de Oña y se atreven a nombrar merino que los represente y a pescar en el río Nela: “El día de San Pedro, de junio del año próximo pasado (1595), estando en la dicha villa el Conçejo e veçinos della [...] elijieron e nombraron por merino a Pero Sánchez de la Peña e abían entrado a pescar en el dicho río Nela”.

 
Como consecuencia de la denuncia del monasterio de Oña los vecinos de Mijangos intervinientes en aquel Concejo fueron llevados presos a la Audiencia de Valladolid y el abad y monjes del convento pedían al rey: “que no les perturbasen en la posesión de esos privilegios”.
 
“Ejecutoria del pleito litigado por el fiscal del rey con el Concejo de Medina de Pomar (Burgos) sobre petición de amparo de sus vecinos de la posesión que tenían de poder pescar libremente en el río Nela”. (18 de julio de 1597; REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 1840,18; 9 fols.). Ante la Audiencia de Valladolid se plantea pleito entre Juan Fernández de Angulo, como fiscal del rey, contra el Concejo de Medina de Pomar, representado por Andrés de Vallejo y éste expone: “De tienpo ynmemorial a esta parte los dichos sus partes [los vecinos de Medina] auían estado y estauan en quieta e paçífica posesión e costunbre, uso e costunbre, de pescar vn día al año que ellos quieren [con] rredes e ynstrumentos e personas que quieren e por bien tienen e de pescar todos los peces que quieren, ansí de truchas como de barbos e como de otros qualesquier sin que por la dicha pesca los dichos sus partes obiesen pagado e pagasen cosa alguna [...] e de poco tienpo a esta parte los auían perturbado e molestado en ella y no los auían querido dexar pescar libremente según e cómo lo auían hecho del dicho tienpo ynmemorial (fol.2)...” Todo esto alegan y firman miembros del Concejo de Medina: Diego Fernández de Villanueva, Blas de Vega, Francisco de Valdivielso, Bernardino de Salinas y otros, ante el escribano Juan García de Villamagrín, que añade que los vecinos de Medina (fol.4): “Estar en posesión “bel quasi” de pescar un día del año a çelestión (sic) en rrío que llaman de Nela, que hera en estas juridiçiones de las Merindades de Castilla Viexa”.

 
A lo que el fiscal, Juan Fernández de Angulo, alega que ese derecho no existe para los vecinos de Medina, sino que pescan por beneplácito de los pueblos circundantes, como medida de gracia y amistad. No obstante, los jueces dan la razón al Concejo y vecinos de Medina de Pomar, tanto en primera instancia como en sentencia definitiva de revista con fecha 4 de julio de 1597.
 
“Pleito del convento de San Salvador de Oña, orden de San Benito, en Oña (Burgos), con Francisco de Llanos, corregidor de las Siete Merindades de Castilla la Vieja, y el Concejo, justicia y regimiento y vecinos de Trespaderne, sobre la posesión y vasallaje de Trespaderne, y sobre privilegios, nombramiento de merinos y alcaldes, y pesca”. (Año 1665; PLEITOS CIVILES, FERNANDO ALONSO (F), CAJA 2598,1/2600,1). Este documento nos muestra un conflicto similar al arriba visto de 29 de mayo de 1596 y demuestra que las disensiones por el nombramiento de merinos y por derechos de pesca se prolongaron en el tiempo.

 
Otras desavenencias existieron de los vecinos de pueblos situados en las riberas del Nela, como Villacanes o Villacomparada, con los abades de la Abadía seglar de Santa María de Rueda. Las relaciones fueron en muchos términos de sumisión (tierras, sepulturas, etc.); otras de enfrentamiento y otras de buscar consenso entre las partes. Por el documento BORNOS, C.106, D.2 [1], de fecha 19 de junio de 1791, podemos leer el acuerdo entre los vecinos de Villacomparada y el conde de Murillo y Peñarrubia, Manuel Fulgencio Ramírez de Arellano y la abadesa de Santa María de Rueda, María Teresa del Pilar Olivares y Zepeda, marquesa de Villacastel, para poder los vecinos de Villacomparada sacar piedra del río Nela y pescar en el mismo. Pero las relaciones entre los abades seglares de Rueda y los habitantes de Villacomparada, Quintana o Villacanes no fueron siempre cordiales. Tenían los abades de Rueda, exclusividad de pesca en el río Nela, junto a la Abadía. En defensa de tal derecho entablaron pleito con quienes, en su opinión, “invadían” su predio, interfiriendo en sus prebendas. Así lo vemos en el documento BORNOS, C. 24, D.2, “Privilegio de pesca en el río Nela”. Con fecha 4 de noviembre de 1797, el abad, Joaquín Rodríguez de Haro, entabla querella contra Melchor Fernández y Félix Alonso, por pescar en el tramo del río Nela que discurre bajo las tierras propiedad de la Abadía.
 
El administrador del abad de Rueda, Juan de Dios Ruiz de la Peña e Irús, se querella criminalmente “en defensa de los derechos y regalías del conde de Bornos y Murillos, se querella grabe y criminalmente contra Melchor Fernández y Félix Alonso, hermanos políticos, vecinos de Villacomparada de Rueda”. Al final del largo pleito, con presentación de testigos por ambas partes, el corregidor de Villarcayo sentenció que no había lugar a la criminalidad pedida por el administrador, pero advertía a los vecinos y moradores de Villacomparada no inquietasen, ni impidiesen la pesca de los renteros del abad, pues éste tenía derecho de pesca en dicho término.
 

También en el río Trema, hubo conflictos entre los vecinos y los abades de Rueda. Por un largo documento de veinte folios, fecha de 26 de abril de 1720 (BORNOS, C.106, D.2 [1]), en el lugar de Villanueva hubo una querella contra Marcos de San Pedro y Pedro Rodríguez, vecinos y regidores del lugar de Torme, por haberse producido una tala de árboles sin permiso del abad. La sentencia concede al señor de Torres y a sus herederos el derecho de cortar leña por cantidad igual a la de tres vecinos (es decir, tiene derecho a tres lotes de leña o madera). El Concejo no podrá plantar, ni cortar árboles sin licencia del dicho señor (se fijan los límites: desde el palacio que comienza en el puente del Canto hasta donde dicen el agua del cauce del Molino de Sopalacio, en el río Trema). Se concretan otros derechos de la Casa de Torres: pescar, beber del agua, pacer los campos, plantar y cortar árboles, no pudiendo hacerlo los vecinos desde el arroyo de San Miguel hasta fondón de los Toyales.
 
Pero el derecho de pesca en el río Trema ya había sido causa de conflicto y enfrentamiento antes entre dos pueblos. Así lo muestra el largo documento de veinte folios “Ejecutoria del pleito litigado por el Concejo, justicia y regimiento de Torme, con el Concejo, justicia y regimiento de Villanueva de Ladrero (la Blanca), sobre aprovechamiento de las aguas del río Trema”. (22 de septiembre de 1502. REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 173,24). Ambos pueblos litigaron por el derecho de pesca en el Trema, así como otros usos del río y sus riberas. El Concejo de Villanueva Ladrero “se querellaua e querelló del dicho Conçejo de Torme [...] pasaua e corría el río cabdal [...] seyendo el dicho río e su ribera público de derecho de las gentes para poder pescar en el dicho río e vsar de la dicha ribera como de cosa común [...] e no les dexauan pescar en el dicho río e beber e traer el agua dél, asy para sus personas como para sus ganados e hechar sus redes e armas para pescar en el dicho río e labar sus ropas e vsar de la ribera para tender e secar sus ropas e traer arena...”

 
Pasémonos al río Ebro: “Amparo para Juana Fernández del Valle (al margen: Elvira), viuda, en la posesión de una presa de pescar que tiene en el río Ebro, donde dicen la presa de Pedro Fernández del Valle”. (Medina del Campo, 31 de agosto de 1497; RGS. LEG. 149708, 163; 2 fols.). En este documento Juana Fernández del Valle se dirige a los Reyes Católicos y pide ser amparara y defendida en su derecho de propiedad de una presa de pescar que le ha sido arrebatada: “Ella ha tenido e poseydo e tiene e posehe por justos e derechos títulos de subçesión y herençia vna presa de pescar que es en el río de Hebro, en término de dicho lugar, donde dizen la presa de Pero Fernándes del Valle, e que agora se teme e reçela que alguno e algunas personas de hecho e posiçión la despojaron de la posesyón de la dicha presa de alguna parte della e la ynjuriaron e perturbaron en ella”. No precisa el documento el lugar donde se halla la dicha presa de pescar. No he podido localizar “la presa de Pero Fernándes del Valle”, pero esa referencia en el apellido de Juana y de Pedro, “del Valle”, me pregunto si podría referirse al valle de Valdivielso o tal vez al de Manzanedo, pues el documento sí dice que está en Burgos.
 
“Real provisión a petición de los Concejos y cuadrillas de la Hermandad de Valderredible (Cantabria), en el pleito que trata con Gregorio Vélez, alguacil de la Merindad de Campóo, sobre pesca en el río Ebro, rompimiento de cerraduras, toma de pan y otros bienes y otros abusos producidos por los alguaciles con la Hermandad”. (8 de diciembre de 1568; REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 1150,52; 16 fols.). Y, también, la “Ejecutoria del pleito litigado por Juan Ruiz de Miruelo, vecino de Logroño (La Rioja), con Pedro de Córdoba, alguacil mayor de dicha ciudad, y el fiscal del rey, sobre haber pescado en el río Ebro, yendo contra las ordenanzas”. (16 de septiembre de 1570; REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 1187,44). Sendos documentos sobre incumplimiento de leyes que regulaban la pesca en el río Ebro y establecían las penas para quienes contravenían las ordenanzas.

 
En mi libro Viajeros por las Merindades” (2021:153) recogía yo un texto de la Guide Classique du Voyageur en Europe, editada en 1854. Al hablar de Medina de Pomar dice: “En una situación espaciosa, junto a dos ríos: Trueba y Nela, donde se pescan excelentes truchas. Población: 4.200 habitantes”. Le dedicaba un apartado (página 223 y ss.) a tratar sobre nuestros ríos: “Viaje por los ríos de las Merindades”, en donde hablaba del Nela, Trema, Trueba, Losa o Jerea, Engaña, Purón, Cadagua y Ebro.
 
Sobre los ríos meneses, en su libro El Valle de Mena y sus pueblos (1925), A.N.G. dice en la página 84, tomo I: “En estos [los ríos] se criaban truchas, anguilas, cangrejos y diversas clases de peces, y ahora decimos que, si el río Cadagua no fuera un gran criadero de truchas, ya no habría ni rastro de éstas, porque son muchísimos los pescadores que las persiguen, unos por necesidad y otros por afición, y con los bárbaros medios que algunos usan, v.gr. la cal, la dinamita, destruyen hasta las crías. Son sabrosísimas las anguilas de los ríos de Mena, y son muy buscadas las truchas del Cadagua, sobre todo las asalmonadas”.

 
Dada la importancia de la pesca como fuente de alimento, y pensando en proteger las especies, el rey Juan II dictó el 26 de agosto de 1448, en Astorga, unas ordenanzas que establecían penas para los infractores: “Ordenamos que no se pesquen truchas desde mediados del mes de noviembre hasta mediados del mes de hebrero, bajo pena de 200 maravedís por vez, por ser tiempo en que procrean [...] Ni pesquen truchas con redes, ni paradexos que no pase por cada malla un real de a ocho segoviano [...] Que cualquiera persona que echase en las aguas morga, cal viva u otra cualquiera cosa inficionada, pueda ser prendido por persona cualesquiera y llevarle 100 maravedís y el Regimiento 200 maravedís y el Concexo del distrito media cántara de vino y 200 maravedís”.
 
Por su parte, los Concejos locales también se mostraban rigurosos en su legislación para atajar los medios de pesca con artes que acababan con la fauna fluvial. Las ordenanzas municipales eran similares a las establecidas en 1762 en Elgoibar. Venían a decir: “Ninguno sea osado a pescar en el río, ni en los arroios con cal ni zumo de nueces verdes machacadas, ni con yerbas que tengan virtud de turbar e matar la pesca como la hierva mora, ni con red varredera, ni las que llaman chingas, ni con esparbel, ni con red de las que llaman remangas avidadas con barras, o, palos ni con remanga de lienzo de las que se han introducido para destruir toda cría, ni con butrinos grandes atajando el río [...] Y que sólo se puede pescar sin incurrir en las penas referidas con caña, cordeles con anzuelos, butrinos regulares”.

 
Lo anterior viene a coincidir con lo establecido en la Novísima recopilación de leyes del reino de Navarra, año 1735. Si bien se refieren a Navarra, la legislación para las Siete Merindades era similar. Hago un extracto de normas: “Mandamos que nadie pueda pescar de noche con el esparbel en ningún tiempo, so las penas que están puestas contra los que pescasen en tiempos vedados [...] Pescar truchas no se puede en noviembre y diciembre, ni en los demás tiempos con cal, ni otra cosa venenosa, ni con barrederas y corrales, excepto en el Ebro [...] Pescar truchas no se puede a mano, ni con cestones, sino en los ríos Ebro, Aragón, Arga [...] La pesca se venda en las plazas y no en casa, ni calles [...] las truchas de doze onzas se vendan a un real”. Esa prohibición de no vender truchas, barbos, anguilas, etc. en casas y calles trataba de velar por la salubridad pública y de los particulares. No obstante, uno de mis recuerdos infantiles en los años 1955-1958 es la de aquellos vendedores ambulantes (algunos de ellos gitanos) que llamaban a las puertas de las casas villarcayesas ofreciendo truchas y barbos pescados en el Nela (entiendo que previamente habrían obtenido una licencia del Ayuntamiento).
 
El control de los ríos para la pesca no era un tema menor. He podido encontrar documentos que constatan que por ese control de la pesca hubo conflictos muy graves e incluso muertes. En el Archivo de Simancas encuentro este documento: “Alborotos entre monasterios por la pesca en el río Arlanzón”. (Trujillo, 14 de agosto de 1479. RGS. LEG. 1479, 2 fols.). En el mismo la reina Isabel comisiona al alcaide Andrés de Ribera, alcalde mayor de Burgos, para entender en los escándalos y alborotos promovidos entre el monasterio de San Pedro de Cardeña y el de San Cristóbal de Ibeas, por el aprovechamiento de la pesca en ciertos pozos del río Arlanzón y le ordena que medie entre ambos monasterios para que cesen esos escándalos, alborotos y enfrentamientos por la pesca. Dice el documento “En el año de setenta e ocho que agora pasó ovo sobre el dicho pescar muertes e feridas de onbres, e otros males e roturas, e que este presente año (1479) ha venido la cosa a grand escándalo e alboroto”.

 
Y en 1510, en la villa de Contreras, que era del monasterio de Arlanza, ¡asesinaron a un monje porque éste dijo a unos vecinos que no podían pescar en el río, pues el control de la pesca pertenecía al monasterio!
 
Si bien el grueso de mi artículo se centra en la pesca fluvial en las Merindades en siglos pasados, deseo acabar el mismo hablando de cómo ha sido la pesca en las Merindades en los últimos sesenta años. En los pueblos de las Merindades ha habido siempre buenos pescadores. Sin ser exhaustivo citaré algunos nombres. En Villarcayo: Baranda (Barandilla), Argüelles (le recuerdo logrando sacar una gran trucha de las aguas del Nela, en la presa de Danvila), José Luis (del Bar Chico), José Ignacio Peña, Antonio Ríos (El Chaparrillo), Hipólito García (Polis), Moisés García (Ches), Félix Vadillo, Francisco Fernández (además de buen pescador tenía gracia para escribir anécdotas y lances de caza y pesca; me regaló su obra recopilatoria de las mismas). En Cigüenza: Gonzalo Gómez. En Tubilla: Juanito. En Puentedey: Florencio Seco (que era un maestro montando aparejos de moscas), Felipe Díaz (Lipines).

 
Puesto en contacto con el actual presidente de la “Asociación Pescadores Ríos de Las Merindades” (APRIM) Manuel Villanueva, éste me ilustra sobre las actuales técnicas de montaje de moscas (tanto secas como ahogadas) y la presente normativa, que vienen recogiendo en el tríptico que editan: La pesca en las Merindades (2022). Me nombra algunos de los pescadores arriba consignados. Por cierto, me recuerda que Jesús Argüelles pescó una trucha de siete kilos en un río de Palencia y menciona a Javier Pereda, que, aunque vive en Bilbao, veranea en Las Merindades, y es un consumado pescador cuyas capturas y viajes se han recogido en la revista Caza y Pesca y en varios videos.

Félix Vadillo 
 
De mis recuerdos infantiles y juveniles forman parte las jornadas de pesca de mi tío Félix Vadillo con sus amigos: Paco Fernández y Pepín Merino. Estaban unidos por una profunda amistad, pero en materia de pesca existía una rivalidad entre ellos por ver quién lograba el mayor número de capturas. Yo pesqué mi primera trucha con cucharilla en el Nela, cerca del bar “Las Tres Villas”, debía tener entonces trece o catorce años. En realidad, la trucha me pescó a mí: quiero decir que a partir de ese momento fui un ferviente y entregado pescador (no especialmente hábil, pero sí entusiasta). Tengo grandes recuerdos de días de pesca con mi tío Félix en el Nela, el Trema, el río -o arroyo- de la Serna, entre Lándraves y Munilla, y, por supuesto, en el Ebro.
 
Mi tío Félix Vadillo pescó, en compañía de su amigo Paco Fernández, una enorme trucha de 6`150 kg. el año 1963, cerca de Escanduso. A pesar de su gran tamaño, puedo recordar que su carne estaba jugosa y sabrosa. Con esa captura logró el Premio Provincial de Pesca ese año. No recuerdo otra captura de ese tamaño y peso en el río Nela. Lo recoge Manuel López Rojo en su libro Villarcayo, capital de la Comarca Merindades (2008:532).

 
La pesca de los cangrejos en las Merindades fue durante muchos años fuente de ingresos, base de ricas recetas gastronómicas (tenían fama los servidos en el “bar Chico”) y momento para días de campo y diversión familiar. Pero llegó la afanomicosis o "peste del cangrejo" y a finales de los años setenta el cangrejo autóctono desapareció de nuestros ríos.
 
Quiero terminar este artículo con una nota insólita y graciosa, pero real. Recuerdo que siendo yo adolescente, no puedo precisar el año, tal vez entre 1960 y 1970, un camión cargado de latas de sardinas, tras haber descendido el puerto de Arroyón y pasar Bocos a gran velocidad, no pudo sortear el estrecho puente sobre el Nela, volcó y cayó al río con su carga de latas de sardinas. Muchos lugareños se desplazaron hasta allí y pudieron pescar “¡sardinas en el Nela!”

 
 
Gracias, Ricardo.
 
  

domingo, 17 de abril de 2022

Un caserón oculto a la vista: Palacio de Hierro Salinas.

  
Nos acercaremos a la localidad de La Cerca para hablar de un palacio que de estilo clasicista de la primera mitad del siglo XVII. Aunque no se nota. Más bien parece un edificio construido en el estilo fascista del franquismo. Fascista pobre, quiero decir, porque aunque tiene las esquinas rectas –las del edificio original- la modernidad y solidez de los bloques de piedra perfectamente tallados se disimuló con el raseado del inmueble y la armonización de sus ventanas. 


Pero, si nos fijamos algo más detenidamente, descubriremos “cosas raras” en la construcción: los tres Medios torreones semicirculares de piedra en la fachada principal que evocan la época de las casas torre de la lucha entre Velasco y Salazar; ventanas de piedra cegadas; la presencia de pilastras sólo en el extremo derecho de la fachada… Probablemente este palacio fue construido aprovechando una casa fuerte de los Salazar. Y lo citan como lugar de nacimiento de don Lope García de Salazar.

 
Dado el empaque de este edificio, fue modificado en 1955 y convertido en casa consistorial de La Cerca aunque hoy se halla abandonado. Es de planta cuadrangular, aglomerado y con soportal de triple arquería de medio punto orientada al suroeste. Al sureste se abre, como resulta habitual en este tipo de palacios, lo que debió ser el mirador o solana. La fachada se prolonga con un ala estrecha que dota al conjunto de una planta en “L”, alterada en su diseño por modificaciones contemporáneas.


La parte del soportal de triple arquería de medio punto –para diferenciarla- tiene trazas renacentistas como las tres columnas –pilastras de orden gigante- adosadas, que remarcan la verticalidad del edificio, o la disposición simétrica y ordenada de las ventanas y el balcón central. Una fachada que responde al esquema de tres por tres, es decir tres plantas y tres ejes de vanos. Me aventuraría a definirlo a modo de conjetura propia como del periodo barroco con un aire herreriano dado el dicho rigor geométrico, la relación matemática entre los distintos elementos arquitectónicos, los volúmenes limpios, el predominio del muro sobre el vano y la ausencia casi total de decoración. Por supuesto, las paredes que no son la principal, exceptuando la fachada arcada, están construidas con materiales más humildes.

 
Como tenemos todas las fachadas cubiertas por un enlucido blanco sobre la piedra, como tenemos la presencia del escudo español oficial durante el régimen franquista y como tenemos un redimensionamiento de las ventanas y balcones que, seguramente, buscaban modernizar el edificio y darle luz terminamos confundidos con la aparente edad del inmueble. Tampoco nos ayuda el pegote de estructura de hormigón que le colocaron en la parte posterior.

 
La vista aérea del palacio parece indicarnos que su diseño incluía una generosa huerta cuyos límites serían fácilmente determinables por los setos que la circundan. Para entrar en ella existieron dos puertas de arco de medio punto y doble puerta. Dimensiones mínimas para el acceso de carros y carruajes. Por su disposición me atrevo a situar su construcción al mismo tiempo que el palacio. Solo sobrevive una de ellas. De hecho, aunque se observan cuatro medios torreones semicirculares de piedra vista me aventuro a decir que pudo haber existido otro en el punto de unión con la zona arcada y –ya rizando el rizo- uno más en la parte posterior, siguiendo la pared de unión entre el módulo arcado y el resto del edificio. Sería simétrico al de la pared izquierda. Pero son conjeturas. Llevadas al extremo podría haber habido medios torreones a lo largo de las cuatro paredes, pero debería hacerse un estudio arquitectónico profundo para confirmarlo.

Año 1973. Son visibles las dos 
puertas de arco de medio punto
 
Lo interesante es que en la esquina izquierda de la fachada, junto a la que antaño hubo un arco de acceso a la huerta cerrada, se conserva un escudo de armas en ángulo barroco de buena labra que nos ayuda a romper esa imagen de edificio cuasi contemporáneo. El escudo parece tener poco definidas sus armas a causa de la suciedad acumulada en su superficie. Lo timbra un casco, que mira al frente, y lleva por adorno cartela de rollos, penachos y lambrequines. Son las armas de los Hierro-Salinas. Su campo está dividido en cuatro partes:
 
  • Una banda que son las armas del apellido Hierro.
  • Cinco estrellas de ocho puntas, puestas en aspa.
  • Un árbol con perro pasante a su tronco.
  • Cinco flores de lis, puestas en aspa.
  • En la bordura trece estrellas: las conocidas armas de Salazar.
 
Según Luis Varona Saravia, personaje del siglo XVII, el origen de este apellido es aragonés y su solar se ubicaba en la localidad de Daroca. Sus armas primitivas se componían de una barra de oro, posteriormente de hierro, en campo verde. En la bordura las trece estrellas de oro, en campo de gules, de los Salazar por lo de la casa de La Cerca, primitiva de esta familia, en la que entraron los Hierro.


Contaba Luis que Hernán Sáez de Hierro, natural de la casa y lugar de Hierro casó con Casilda de Mardones y Resines, natural de Bóveda de la Rivera. Entre los numerosos hijos que tuvieron estuvo Hernán González Hierro que se casó con María González de Betarres y que fue padre de Andrés González Hierro, que fue sacerdote, y de Pedro González Hierro.
 
Pedro González Hierro se casó, en La Cerca, con María Ruiz de la Cerca, hermana de Martín Ruiz de la Cerca que fue abuelo de Lope García de Salazar, el que ganó las estrellas. Y aquí vemos el entronque con los Salazar. Tuvo entre otros hijos a: Pedro Ruiz Hierro que participó en las contiendas de sus parientes los Salazar contra los Velasco. Se cuenta que viéndose perdido en un combate escapó por unas peñas hasta unos molinos y cogió una palanca de hierro de las que se utilizaban para mover las muelas y volviendo a los suyos los animó y arremetió a varazos contra los Velasco.


Casó este Pedro Ruiz Hierro, llamado brazo de hierro por el suceso del molino, con María Fernández Salinas vecina de Salinas de Rosío. Hijo de esta pareja fue Juan González Hierro Salinas –Ya aparecen los apellidos del palacete-, alcaide de los Arcos de Navarra y después de la villa de San Sebastián (Guipúzcoa), donde murió. Siendo alcaide del castillo de San Sebastián se incendió éste y él, echándose las llaves al cuello, dijo: "Si el favor no viene del cielo aquí se quemarán las llaves y Juan Hierro, primero que se abra la puerta a hombres del suelo". Fue su mujer María Sáenz de Villamayor y Rosales, natural de La Cerca, que llevó en dote un azor y un caballo blanco. Sucedió en la casa Hernán González Hierro, señor de las casas de Salinas y La Cerca, que casó en Salinas de Rosío con María Sáez Vallejo. Fueron padres de Hernán González Hierro (II) que heredó los títulos y que viviría, seguramente, en la primera mitad del siglo XVI. Casó Hernán, en segundas nupcias, con María López Vivanco y de la Peña. En este matrimonio no hubo hijos. Hernán González desposó a su hijo Hernán (II) ¡de 10 años! con su cuñada María Saravia de la Peña, hermana de su segunda mujer.
 
Hernán González Hierro (II) reedificó la casa de La Cerca -¡Ya tenemos al constructor del edificio!- y salió de la tierra por no someterse al Condestable de Castilla que, evidentemente, era un Velasco. Aquí me surge la duda sobre el momento de construcción de esa casa o la existencia de más de una reforma al tener una horquilla de casi un siglo entre Hernán (II) y la fecha asumida de reforma. También fue uno de los doce caballeros que llevaron a entregar a los Delfines a Francia (¿?). En su matrimonio con María Saravia de la Peña tuvo: a María González Hierro que casó en Espinosa de los Monteros con Pedro Ortiz de Vivanco, montero real, cuyos hijos fueron los capitanes Pedro Ortiz de Vivanco y Fernando de Vallejo; a Fernando de Vivanco, comendador de Vallejo; a Juan de Vivanco, capitán de caballos en Flandes donde murió en compañía del duque de Parma; y a Ana de Vivanco que se casó en Torme con Francisco de Rocas.

Situación actual (Fuente Google)
 
Hernán González Hierro (II), tras enviudar de su esposa María Saravia, tuvo como concubina a Inés Pérez de Carrasquedo y fueron padres de Hernán González Hierro (III) que se avecindó en Logroño donde se casó con Mariana Ramírez y, después, con Francisca de Vidaria Treviño.
 
Casó Hernán González Hierro (II), el señor de la casa, en segundas nupcias –recuerden que lo habían casado con la hermana de su madrastra- con María Alonso de la Torre, alias Fernández de Oteo y Angulo, natural de Río de Losa, que aportó al mayorazgo creado abundantes propiedades en Río de Losa y San Pantaleón. Fueron padres de Andrés González Hierro; de Hernando González Hierro; del licenciado Gaspar Hierro, colegial de Oñate hacia 1584 y de San Bartolomé en Salamanca y gobernador del obispado de Málaga siendo obispo Tomás de Borja; de Melchor y Baltasar Hierro, que murieron niños; y de tres hijas: Casilda y Catalina Hierro, casadas, y Ana Hierro, monja en Santa Clara de Medina de Pomar. José Javier Vélez Chaurri y Pedro Luis Echeverría Goñi presentan otro hermano llamado Agustín (González) del Hierro que para Luis Varona Saravia es sobrino. No es algo tan raro en el estudio de estas genealogías pero hay que apuntarlo. Para ajustar fechas nos consta que Gaspar otorgó su última voluntad en Bilbao en 1597, abriéndose el testamento en la capital andaluza en 1600.

 
Andrés González Hierro que sucedió en la casa de La Cerca, se casó con Isabel de Miranda y Olea, hija del licenciado Miranda, regente de Galicia, natural de la villa de Oria, y de Ana de Olea, natural de Medina de Pomar. Hernando González Hierro heredó los títulos al no tener descendencia su hermano. Estaba casado con María Fernández de Salinas, hija de Juan Fernández de Salinas y de Constanza de Uribe Ayala y Salazar. Evidentemente todos los matrimonios que hemos ido leyendo se configuraban para aumentar el patrimonio familiar. Fueron padres de Agustín, el heredero; de Jorge, que casó en Orduña con Úrsula del Barrio; y de Ana, que casó con Juan Baltasar Alvarado Saravia.
 
Agustín Hierro Salinas, señor de las casas de La Cerca y Río de Losa se casó con Casilda Fernández de Oteo Angulo, natural de Río de Losa, hija de Pedro Fernández de Oteo, señor de la casa de Oteo (en Oteo) y de Angulo (en Río de Losa) y de María de Herrán. Casilda heredaría todo el patrimonio de sus padres al ser la única heredera. Fueron sus hijos Mateo, el sucesor; Iñigo, que murió niño; Juan Francisco (m.1671), colegial mayor de Santa Cruz de Valladolid, Catedrático de la Universidad de Valladolid, presidente de la Real Audiencia de Valladolid, oidor en La Coruña y Juez Mayor de Vizcaya; Agustín de Salinas (m. 1660), Colegial de Santa Cruz en Valladolid, y del Rey en Alcalá, fiscal y Oidor de la Chancillería de Granada, en el Consejo de Castilla y miembro del Consejo de Órdenes, Regente del de Navarra, Alcaide de la Casa y Corte y Catedrático de la Universidad de Valladolid. Estos dos últimos fueron doctores y catedráticos de derecho civil y destacados jueces en la España de Felipe IV. Nos queda por citar a una hija de Agustín, Bárbara, que se casó en San Martín de Don con Pedro Fernández Manzanos, ¡primo hermano de Casilda, su madre!

 
Mateo Hierro desposó a Feliciana de Pereda Salinas, natural de Salinas de Rosío, con la que tuvo a Agustín Hierro (sucesor), Manuel, Luisa, Clara y Gregorio. Agustín Hierro, o González de Hierro, se casó con Águeda Margarita de Oteo Angulo, hija de Juan de Oteo Angulo y de María Josefa de Madrazo Escalera, vecinos de Herrán en el Valle de Tobalina. Agustín y Águeda tuvieron a Pedro Agustín González Hierro Salinas y Francisco Antonio González Hierro Salinas, que fue capellán en La Cerca.
 
Pedro Agustín González Hierro Salinas matrimonió con María Manuela de Vivanco Angulo, hija de José de Vivanco, Abad de Vivanco, en el Valle de Mena y de Antonia de Oteo Angulo. Este matrimonio tuvo a María Antonia Manuela, que casó con Pedro de Angulo y Salamanca, hijo de Juan Francisco de Angulo y de María Ignacia de Salamanca y Largacha, vecinos de Nava en el Valle de Mena; a Miguel Antonio, el sucesor, nacido el 29 de septiembre de 1735; a Casilda, que casó con Manuel de Villamor, vecino de Salinas de Rosío; y a Úrsula, Manuel, Mateo y Narcisa que murieron niños.

 
En su testamento Pedro Agustín González Hierro Salinas se declara único patrono del convento de religiosas franciscanas de San Martín de Don, fundado por Juan de Ochoa Salazar, obispo que fue de la ciudad de Plasencia, y de la obra pía y capellanía que fundara Gaspar González Hierro en la parroquial de La Cerca a fines del siglo XVI con cuatro misas semanales y una dotación de cien ducados de renta. Gaspar era aquel colegial de Oñate que citábamos más arriba.

 
Miguel Antonio González Hierro Salinas tuvo dos esposas. La primera fue Joaquina de la Quintana Pando, hija de Francisco Ignacio de la Quintana y María de Pando y Sabogal, vecinos de Valmaseda. Tuvieron dos hijas llamadas María del Rosario, que murieron niñas. Es decir, repitieron el nombre. La segunda boda fue con su sobrina Bernardina Ortiz de Bustamante y Ballesteros, hija de Juan Ortiz de Bustamante y Velasco y de María Gertrudis de Ballesteros y Rozas, vecinos de Villalázara.

 
Del testamento de Miguel Antonio González Hierro Salinas, de fecha 24 de agosto de 1800 y posterior codicilo del 21 de diciembre de 1807, deducimos que en su segundo matrimonio no tuvo hijos y que vivía en Medina de Pomar. Dejó como heredera a su mujer Bernardina Ortiz, en el caso de no tener descendencia con ella. En ese codicilo cambió su lugar de enterramiento. Cambiaba la capilla familiar al lado del Evangelio de la iglesia parroquial de La Cerca por la iglesia del arrasado convento de San Francisco. Deseó ser enterrado en la sepultura que allí tenía con su nombre y apellido, al lado del Evangelio y entrada de la capilla de los Bustamante. Entiendo que, en la actualidad se ha perdido.
 
Murió don Miguel Antonio en Medina de Pomar el 11 de mayo de 1808 y fue enterrado en el citado convento. Con él dio fin la genealogía de la familia Hierro, de La Cerca.

 
El palacio pasaría por varias manos hasta ser la casa consistorial del ayuntamiento de La Junta de la Cerca de Losa que terminaría incorporándose al de Medina de Pomar. La Cerca era la cabecera de ese municipio que estaba formado por Bóveda de La Ribera, Quintanamacé, Rosales, Rosío, Torres, Villamor, Villanueva de Rosales, Villate y Villota. En 1910 Se incorporaron Criales, Salinas de Rosío, Angosto, Betarrés, la Riba, Recuenco y Villatomil procedentes del ayuntamiento de Aldeas de Medina.
 
Cuando dejó de ser un local administrativo se volvió a vender. O a perder.
 
 
Bibliografía:
 
“Blasones y linajes de la provincia de Burgos. V Partido judicial de Villarcayo”. Francisco Oñate Gómez.
“La junta de La Cerca y sus pueblos (I)”. Ángel Villasante Ortega.
“Amo a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“El Valle de Losa. Notas para su historia”. Julián García Sainz de Baranda.
“Medina de Pomar. Arqueológico y centro de turismo”. Julián García Sainz de Baranda.
Blog “Picota y Cebo”.
Blog “Las Merindades en la memoria”.
“Vida del ilustrísimo señor don Diego de Anaya Maldonado, Arzobispo de Sevilla”. Francisco Ruiz de Vergara y Álava.
Las fuentes gráficas de las pinturas barrocas de los padres de la iglesia de Mendiguren (Álava) y La Cerca (Burgos). Fortuna de una invención de Pieter de Witte”. José Javier Vélez Chaurri y Pedro Luis Echeverría Goñi. Universidad del País Vasco.
Fototeca digital de España.
Fotos del palacio realizadas en 2016

domingo, 10 de abril de 2022

En la guerra no se puede bailar la yenca

 
Volvemos a recorrer los caminos de Las Merindades pisando el polvo junto a las tropas liberales que se enfrentaron a los carlistas durante la guerra de 1872-1876, la tercera guerra carlista. Acompañaremos a unas tropas que, aunque pudiera parecer lo contrario por el tremendo “gasto de suelas” y el desgaste de luchar siempre por las mismas poblaciones, actuaron siguiendo despliegues tácticos. Inicialmente los soldados del gobierno revolucionario instalaron guarniciones en poblaciones importantes cercando la zona carlista. Después, parte de las tropas permanecían en multitud de pequeñas guarniciones y el resto estaban en columnas móviles que recorrían el área asignada. Y, finalmente, en 1876, volvieron a las fuertes guarniciones en las capitales y otras menores en los pueblos que rodeaban el territorio carlista, desde Castro Urdiales hasta Jaca, apoyándose en Medina de Pomar, Miranda, Logroño, Tudela y Tafalla.

 
En las guarniciones fijas estaba cerca del cuarenta por ciento de los efectivos. El resto constituía el Ejército de Operaciones que actuaba en bloque en un frente principal, salvo una o dos unidades tamaño división o brigada que operaban en frentes secundarios en labores de distracción o contención. La composición de estas unidades operativas siguió un patrón binario: cuerpos de ejército de dos divisiones, cada una de dos brigadas, divididas a su vez en dos medias brigadas de dos batallones de seis u ocho compañías (100 a 125 soldados) cada una. La caballería estaba estructurada en regimientos de 4 escuadrones de 100 a 125 jinetes cada uno. Además de la artillería y los ingenieros.
 
Los valles de Mena y de Losa eran una zona caliente en esta guerra. Un frente permeable donde los ejércitos fluían y refluían como olas en la playa. El general Loma y Argüelles, comandaba las tropas liberales de Losa y Mena desde septiembre de 1874 cuando asumió la Capitanía General de Burgos. Pero solía dirigir las unidades móviles. En aquellas fechas de junio de 1875, cuando el general Loma no estaba en el valle de Mena, se quedaba la brigada Murriel formada por el batallón de la reserva número 3, mandado por el coronel Senén Caveda con dos piezas de artillería. La operación que relataremos se inició cuando la unidad del brigadier Murriel ocupó los pueblos de Anzó, Carrasquedo y Medianas para asegurar sus posiciones mientras las tropas que se movían con el general estaban ausentes. Enseguida fueron atacados por doce batallones carlistas, dirigidos por Fulgencio de Carasa Soto y Antonio Díez de Mogrovejo Gómez, que se dispusieron en semicírculo frente a los pueblos donde estaban las tropas liberales.

 
El combate duró hasta las cuatro de la tarde momento en que, dada la falta de municiones de las tropas, los de Alfonso XII se fueron replegando hacia Mercadillo. Avisado Loma descendió al valle de Mena desde la Merindad de Montija. Según el periódico “La Política” los carlistas le esperaban porque las unidades situadas en la Peña Complacera le lanzaron algunas granadas que, evidentemente, no les alcanzaron.
 
Villanueva de Mena

El 21 de junio escribía el general Loma y Argüelles al ministro de la guerra: “Villanueva de Mena, 21. He llegado aquí á las siete, rompiéndose el fuego desde Villanueva y este pueblo, ocupado por el enemigo y desalojado con mis tropas, poniéndolo en precipitada huida, y haciéndole algunos prisioneros. Continuó la marcha á Mercadillo. Acto continuo con las tropas de allí y con las que yo traía continué el ataque al enemigo tomando las posiciones y pueblos á pesar de la resistencia y tenacidad en conservarlos. Las bajas que he tenido en este ataque y combate que ha durado hasta la una no puedo aún precisarlas á V. E., pero son insignificantes, habiendo causado bastantes al enemigo, hechos prisioneros y cogidos caballos, municiones y otros pertrechos”.
 
Villasana de Mena 
 
Incluso se puso en duda que el General Loma y Argüelles estuviese al frente de sus tropas porque el telegrama aparecía fechado en Briviesca y hubo algunos que afirmaron que estaba en esa población de la retaguardia. Lo cierto es que Briviesca era el punto más próximo donde había cable telegráfico y allí se envió el parte de guerra.
 
La columna de Loma, tras unas seis horas de combates (hasta las 13:00 h del 22 de junio), desalojará a los de Carlos VII de allí y los empujaron, junto a los soldados del brigadier Muriel, hacia el nordeste liberando poblaciones de esa zona.
 

La prensa liberal destacaba que los soldados de Alfonso XII habían causado “numerosas bajas y haciéndoles muchos prisioneros, cogiéndoles además caballos y municiones. Las bajas de nuestras tropas han sido insignificantes”. En algunos periódicos llegan a señalar unas 500 bajas carlistas.
 
El periódico de referencia de los liberales bilbaínos, el “Irurac Bat” comentaba que “Las pérdidas han debido ser tan considerables, que no guardan proporción con la importancia del combate, ni con la cifra de las fuerzas empeñadas en la acción”.
 
Se hablaba de “varios jefes conocidos é importantes, muertos; de un terrible estrago hecho en las filas carlistas por la caballería de Loma (que los cogió de flanco el segundo día) y del espantoso contingente de pérdidas que han tenido determinados cuerpos, entre ellos un batallón cántabro, el de encartados y el de Durango. Se asegura que entre los muertos figuran el primer jefe de este último batallón, D. José María de Orúe, y entre los heridos, el antiguo capitán de barco y hoy teniente coronel D. Andrés de Olascoaga. En Durango hay un verdadero luto, pues es grandísimo el número de mozos de aquella villa y sus contornos que han sucumbido en la pelea. El fuerte estrago, la ruda lección para la hueste carlista fué, según se tiene por seguro, el segundo día de combate, en que no solo perdieron todo el terreno que habían ganado en algunos puntos, sino que cedieron al empuje de un brillantísimo é impetuoso ataque de flanco del general Loma, quien teniendo noticia del compromiso en que se decía estar Villegas, hizo un regreso ofensivo desde el valle de Losa con celeridad fulminante”. Pero recuerden que los periódicos en una guerra son parte de las unidades bélicas. Son el frente de papel. Ya me entienden.
 

Además, seguramente para dar más empaque o rechifla a la victoria de Loma, se decía que el pretendiente había visitado con Alfonso de Borbón-Dos Sicilias y Austria (conde de Caserta) y Enrique Carlos de Borbón-Parma (Conde de Bardi) el frente de Valmaseda y Orduña donde Mogrovejo le informó del próximo plan de campaña que se supone destinado a alejar a Loma de los valles de Mena y de Losa.
 
No creo que necesitasen los carlistas ningún plan sofisticado porque el general Loma y Argüelles partió hacia el valle de Losa el día 29 de junio de 1875 a las dos de la madrugada. Claro que los problemas empezaron cuando, tras subir por el puerto de la Magdalena, junto a Cadagua, llegaron al pueblo de Lastras (probablemente el apellidado “de la Torre”) en cuyas inmediaciones estaba apostada una avanzadilla carlista que disparó sobre la Caballería de Albuera. Sin más problemas llegaron a Quincoces de Yuso donde estaban alojados a las 16:00 horas.

Cadagua.
 
Esta marcha de las unidades de maniobra derivó en un ataque carlista a Mercadillo el amanecer del día 30 de junio. Las unidades liberales reaccionaron ocupando las alturas cercanas a la capital del valle con cuatro compañías y la contraguerrilla de Mena.
 
En Quincoces de Yuso la diana del día 30 de junio fue a las 03:00 horas. En esta población se reunió todo el tercer cuerpo de ejército al mando de los generales Loma y Villegas. Y enfilaron el camino hacia la Peña de Angulo. Saliendo del pueblo se ordenó a la compañía de vanguardia, en este caso la compañía quinta del segundo batallón de Mallorca, que se desplegase por secciones que marcharían por la izquierda y derecha del camino. Esta última mandada por el capitán José la Huerta.


Llevarían como un cuarto de legua cuando vieron al enemigo dominando los cerros frente a ellos. Los de la quinta compañía del segundo de Mallorca asaltaron a la bayoneta el primero de esos cerros. Dada la alarma avanzó el resto del batallón que se desplegó a la izquierda de la quinta compañía situada en el primer cerro. Las guerrillas de este batallón avanzaron unidas y seguidas por el primer batallón del regimiento como reserva. Expulsaron a los carlistas hacia las 11:00 horas y -según el relato- el general Loma felicitó al coronel Costa.
 
Apoyaron el movimiento de las unidades de Loma y Villegas las tropas de la brigada segunda de este cuerpo y las del brigadier Prendergast que avanzaban por las peñas de Higaña y del Haro.
 
Se consiguió expulsar a los carlistas de las peñas sobre el Valle de Mena y se evitó que disparasen su artillería sobre las tropas liberales. A media tarde, tres horas después de acabar los combates, cuando las tropas del rey Alfonso XII se retiraban hacia los pueblos de los que salieron se desencadenó una tempestad de granizo. Las tropas esperaban que, al día siguiente, se replegasen al Valle de Mena. Todas estas escaramuzas me recuerdan a las operaciones de los norteamericanos en Vietnam o rusos, y norteamericanos, en Afganistán. Espantaban al enemigo y dejaban el terreno para que el contrario lo volviese a recuperar.

 
Días después el general Loma avanzó a través del valle de Losa hasta el pueblo de Salinas de Añana, del que tuvo que desalojar un batallón carlista, porque tenía órdenes de juntarse con las tropas del general en jefe Jenaro de Quesada. Se preparaba la operación de Treviño que abriría el camino a Vitoria.
 
Este modelo organizativo a base de un sólo Ejército de Operaciones desapareció a finales de 1875 cuando, concluida la guerra en el Centro y Cataluña, el Ejército del Norte fue disuelto (14/12/75) y se organizaron 2 ejércitos: el de la Derecha, formado por tropas venidas del Centro y Cataluña y destinado a operar en Navarra, y el de la Izquierda, que aglutinaba a las del antiguo Ejército del Norte y tenía como teatro de operaciones Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. En conjunto representaban casi la mitad del Ejército español y eran cuatro veces más que las fuerzas reunidas por los carlistas. La victoria en este frente estaba cantada.
 
 
 
Bibliografía:
 
Periódico “Boletín del Comercio”.
Periódico “El Pabellón Nacional”.
Periódico “La Época”.
Periódico “La Correspondencia de España”.
Periódico “Crónica de Cataluña”.
Periódico “El siglo Futuro”.
Periódico “El Globo”.
Diario Oficial de Avisos de Madrid.
Periódico “El Imparcial”.
Periódico “La correspondencia de la mañana”.
Periódico “La Iberia”.
“La segunda guerra carlista en “el norte” (1872-1876): los ejércitos contendientes”. Juan Pardo San Gil.
Real Academia de la Historia.
Senado del reino de España.
Blog “El rincón de Carlos modelismo y pintura de figuras”.
Bilbaopedia.
 
 
 
Anexos:
 
José Loma Argüelles (1820-1893), primer marqués de Oria. Su trayectoria militar fue rápida dentro de una Nación casi en continua guerra y, por ello, el 13 de febrero de 1838 adquirió el empleo de subteniente de milicias, incorporándose al batallón provincial de Ciudad Rodrigo, que en esos momentos se encontraba en el País Vasco en plena campaña de la Primera Guerra Carlista. Por acciones de guerra ascendió hasta teniente en agosto de 1838. Para 1846 era capitán de Infantería por gracia general. En ese tiempo, estuvo destinado en Valladolid, Pamplona, Tudela, Zaragoza, Santoña, Soria, País Vasco, Galicia, Burgos y Madrid.
 
En 1853 estando destinado en el Regimiento de Gerona ascendió a capitán por antigüedad, permaneciendo en Vascongadas hasta 1856. En el levantamiento contra el gobierno de O’Donnell, Loma intervino contra los sublevados, que le hicieron acreedor de la Cruz de San Fernando. Dos años más tarde, en 1858, recibió la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.
 

Estuvo en la guerra contra Marruecos de 1859-1860. Desde ese momento y hasta 1872 su trayectoria profesional le llevó a diferentes unidades y al ascenso a los sucesivos empleos de comandante por antigüedad, teniente coronel por gracia general y grado de coronel por méritos de guerra en las operaciones que ejecutó en el año 1870, impermeabilizando la frontera francesa para evitar el paso de elementos carlistas a España.

 
En 1872 con la reanudación de la Tercera Guerra Carlista, pasó a formar parte con su batallón del ejército del Norte que mandaba como general jefe el capitán general Serrano. Se le ascendió a coronel con el mando del Regimiento del Príncipe. En septiembre de 1873 fue ascendido a brigadier, siendo nombrado también, gobernador militar de Guipúzcoa. El 29 de septiembre se le concedió la jefatura de una las columnas que se organizaron para combatir con mayor eficacia a las fuerzas carlistas. Por sus méritos de guerra contra las tropas carlistas, le fue concedida la Gran Cruz del Mérito Militar en 1873.
 
En febrero de 1874 se vio obligado a abandonar Tolosa, donde hizo su entrada don Carlos el 5 de marzo. En junio fue nombrado capitán general de las Provincias Vascongadas y ascendido, por Decreto de 24 de julio, a teniente general. En septiembre de 1874 asumió la Capitanía General de Burgos y ejerció como comandante jefe del Cuerpo de Ejército de la Izquierda, mando que conservó hasta la finalización de la guerra.
 
En marzo, Loma acompañó, con otros generales, al rey Alfonso XII en su visita a las Provincias Vascongadas y, asimismo, al triunfal regreso del Monarca a la Corte de Madrid. El 2 de abril de 1878, se le concedió el título de marqués con la denominación del Oria, río sobre cuya línea se produjeron algunos de los hechos de armas más significativos protagonizados por el general.
 
Senador por Vitoria en 1876, su papel en la Guerra Carlista y su profundo conocimiento de las provincias vascas motivó que el Gobierno le nombrara nuevamente capitán general de Vascongadas, permaneciendo en dicho cargo nada menos que quince años, hasta 1892, con un paréntesis de un año en 1885, que fue capitán general de Burgos. Asimismo, en 1880 se le concedió la Gran Cruz de Isabel la Católica y en 1892 la Gran Cruz de la Orden de Carlos III.
 
En noviembre de 1892 cesó en el cargo de capitán general, pasando a la reserva y residiendo a partir de entonces, hasta su muerte en 1893, en Vitoria.
 
Estuvo casado con María del Carmen Bárcena.
 
 
Fulgencio Carasa Soto
 
Fulgencio de Carasa y Soto: primer conde de Villaverde de Trucíos (Bárcena de Cicero, Cantabria, 1805-Morentin, Francia, 1877). Ingresó en el primer batallón de Realistas de Vizcaya en 1822 y un año más tarde alcanzó el grado de subteniente, debido a su valía. En 1831 fue ascendido a teniente por su actuación contra la partida de Salvador Manzanares en Estepona. En la primera carlistada comandó el sexto Batallón de Navarra, ascendiendo a coronel en 1837 y a brigadier dos años después. Al no aceptar el Abrazo de Vergara se exilió en Francia y no regresó a España hasta 1847. En 1868 se puso al servicio de Carlos María de Borbón y Austria-Este, pretendiente carlista con el nombre de Carlos VII. Al estallar la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) se convirtió en la cabeza de la guerrilla en el norte de España. Nombrado mariscal de campo y comandante general de Vizcaya en 1875, capitaneó las tropas carlistas en la batalla de Villaverde de Trucíos, pudiendo resistir y provocando la retirada del liberal Baldomero Villegas, por esta actuación se le concedió el título carlista de conde de Villaverde de Trucíos. Durante la Acción de Abadiano (último enfrentamiento de importancia registrada en Vizcaya cuando ya la guerra tocaba a su fin), fueron derrotados su batallón junto con los de Cavero y Ugarte por las divisiones liberales mandadas por Loma, Goyeneche, Álvarez Maldonado y Villegas. Al fracasar de nuevo las pretensiones carlistas, se exilió en Francia y un año más tarde falleció.
 
 
 
Antonio Díez de Mogrovejo y Gómez: Se duda donde nació (Mogrovejo o Potes) el 16 de octubre de 1805 y murió en Madrid el 23 de diciembre de 1883. Ya en 1822 empuñó las armas contra el gobierno liberal y se licenció con el rango de alférez. Cursó en Valladolid la carrera de leyes, y al terminarla, coincidiendo con el primer levantamiento carlista en 1833, se alistó bajo las banderas de Don Carlos, entrando en clase de cadete en las fuerzas castellanas. Destacaremos que formó parte de la expedición de Gómez. Al terminar la primera carlistada mandaba el tercer batallón de Castilla con el empleo de teniente coronel y grado de coronel, revalidándose en el ejército y pasando a servir en el regimiento de África, después al de Zamora, tomando luego el mando de los batallones de Barbastro y Baza. Ascendido a coronel se le confirió el mando del regimiento de Asturias. Luchó contra los revolucionarios de Málaga en 1846 y ¡contra los carlistas en la provincia de Burgos durante la guerra montemolinista!
 
Antonio Diez de Mogrovejo

El general O'Donnell, en 1855, a la sazón ministro de la Guerra y presidente del Consejo, le comisionó para organizar en el Pardo la brigada de cazadores, a instruirla en la nueva táctica de Rivera aceptada para la infantería. En pocos meses aquellos batallones eran la escuela del ejército, y con ellos atacó en 1856 a la milicia sublevada en Madrid, logrando dominar el pronunciamiento. Por ello fue ascendido a brigadier.

 
Participó en la guerra de áfrica logrando la gran cruz de Isabel la Católica. Después fue nombrado comandante general de Oviedo, y, luego, de Alicante. Triunfante la revolución de 1868, el brigadier Mogrovejo entendió rotos sus compromisos con Isabel II y retornó al lado de Carlos de Borbón y Austria-Este.
 
En 1872 fue reducido a prisión, formando antes y después de ella parte de la junta secreta de guerra, nombramiento especial que le confirió el mismo Don Carlos. En 1874 se presentó en Lequeitio a su rey. Su llegada fue de gran resonancia en el ejército carlista, pues su fama y nombre hicieron concebir a los carlistas esperanzas que se esterilizaron por diversas circunstancias. En 1875 era jefe del Cuarto militar de Carlos VII. El general Mogrovejo resultó herido de bala en los campos de Urnieta, donde su reputación militar se acrecentó, acrecentándose al propio tiempo su prestigio en el ejército carlista. La herida amenguó sus bríos e hizo decaer su espíritu, y por la avanzada edad que tenía, el general Mogrovejo hubiera podido llegar a ser uno de los hombres que necesitaba el partido carlista.