Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 30 de mayo de 2021

Una investigación criminal del sistema jurídico policial del Antiguo Régimen en Villamartín de Sotoscueva incluido en la Merindad de Sotoscueva de la comarca de Las Merindades de la provincia de Burgos. El caso de la joven soltera Petronila Ruiz Escobar del año de nuestro señor de 1776.

  
La historia empieza en 1750 con el nacimiento de Petronila que será cristianizada por su tío abuelo, cura beneficiado de ese pueblo de Villamartín de Sotoscueva, Pedro Ruiz de Escobar. Era hija del hidalgo –recordemos que estamos en el Antiguo Régimen- Tomás Ruiz de Escobar quien tenía parientes por los pueblos de la merindad, en otros lugares de Castilla y España e incluso en las Indias.

Localización de los principales pueblos comentados (Google)
 
Pronto quedó huérfana de madre y, como la cenicienta, su padre se volvió a casar en segundas nupcias y tuvieron otros dos hijos, varones, llamados Baltasar y Mateo. Pronto murieron el padre y la madrastra de unas fiebres. Los niños tuvieron un curador que custodiaba sus bienes pero llegado a la mayoría de edad Baltasar, el hijo varón mayor, este se hizo cargo de la hacienda. Mateo, el hijo menor, se fue a las Indias y Petronila –de mayor edad que sus hermanos- terminó trabajando en casa de un primo en el Valle de Mena. En esto sí que hay similitud con el cuento de La Cenicienta. Petronila pasaba desde el día el 19 de marzo hasta finales de septiembre u octubre sirviendo en casa de Joseph Rámila y María Gil, su mujer, en Novales (actualmente un despoblado perteneciente a Santa Cruz de Mena). ¿El resto del tiempo donde vivía?

Novales en el mapa de Tomás López de 1774
 
Un año en las fiestas de Mercadillo, entonces capital del Valle de Mena, conoció a Juan Robledo, de Lastras de las Heras en el Valle de Losa, que se convirtió en su príncipe azul. Pasados dos años decidieron casarse pero la familia de Juan se opuso al matrimonio pues ella no tenía dote alguna. Paremos un momento: ¿no tenía dote? ¿La hija mayor no heredó nada? ¿Ni de su madre? Ah, Antiguo Régimen.
 
En los días festivos se escabullían de sus pueblos para verse como si fuesen Romeo y Julieta. Tanto va el cántaro a la fuente que… Petronila quedó embarazada y dio a luz una niña. Ni por esas les dejaron casarse porque una niña no sustituía al dinero de la dote. Incluso presionaron a Petronila para que le diese a Juan, mediante escritura, carta de libertad para que pudiera casarse con otra. ¡Carta de libertad! ¡Como un futbolista!

 
Ese primer invierno como madre un mal se llevó a la niña. Juan y Petronila continuaban viéndose siempre que podían aunque para ello tenían que recorrer largas distancias.
 
Saliendo de ese terrible invierno nuestra muchacha retornó a su antiguo empleo de criada en Novales, a pesar de ser conocida su “moralidad relajada”. Lo cierto es que era una joven de genio apacible, sosegada, quieta, cumplidora con los mandatos de la Iglesia, a la que nadie quería mal. Yo me pregunto: ¿Dónde estuvo viviendo o trabajando durante esos inviernos? ¿Convivía maritalmente con Juan? Las fuentes del relato no nos lo concretan. ¿Qué pasaba si vivían amancebados? Pues, aunque creamos lo contrario si convivían personas solteras y seglares que no fueran menores de edad contra la voluntad de sus padres no tenían problemas porque era una práctica tolerada en Castilla. Sobre todo si había discreción. Pero no solo discreción sino que la “calidad” u honestidad de los participantes afectaba. Y, llegado el caso, sólo podía ser considerado jurídicamente como una falta leve o una forma de prostitución. Pero podría ser que durante el invierno volviese a casa de su hermano Baltasar. Quedémonos ahí.

Fotografía cortesía de José Antonio San Millán Cobo

El día de Santiago de 1776, Petronila se fue a ver a su mozo a Carrasquedo pero Juan no apareció, volvió tarde ya de noche y su patrona, María Gil, que la vio llegar la preguntó porque hacía tan larga distancias para ver a ese joven que la había dejado abandonada en esas condiciones y ella le contestó que porque sabía que la quería.
 
Y llegamos al tres de agosto de 1776 cuando, al anochecer, se acerca a por agua a la poza distante de la casa unos cien metros. Desapareció. Joseph, extrañado, salió a buscarla por el pueblo. NI el pastor, que recogía las cabras y ovejas, ni los vecinos con los que se cruzaba y que salían a recoger sus rebaños, la habían visto.
 
Joseph y su criado Manuel fueron a la poza, subieron a la era, a la huerta… Joseph fue casa por casa preguntando…nadie…nada. Se cruzaron con Ignacio, el hijo de su vecina Lorenza, que andaba buscando una oveja perdida y les respondió que no había visto a la joven. Con antorchas los vecinos recorrieron el monte gritando “Petronila”… Silencio. ¿Habría marchado en busca de su Juan? ¿Le habría trastornado la muerte de su niñita? Finalmente, cansados y extrañados volvieron a sus casas esperando el regreso de la muchacha.

 
El 4 de agosto, Joseph se fue a la hora de comer a la fuente de Solaiguera a unos pasos del pozo y al pisar unas piedras que se movían descubrió unas telas blancas. Al moverlas apareció el cadáver de Petronila. Gritó, gritó, gritó. Allí se juntó el vecindario, los diecinueve vecinos, y nadie se atrevió a tocar nada. Seguramente más por pudor religioso o social que para no contaminar el escenario de un crimen.

 
Joseph cabalgó hasta Mercadillo a dar parte al Alcalde Mayor y Justicia Real y ordinaria del Valle José Joaquín del Campo. Este cargo era el responsable de las funciones policiales en el Valle de Mena. Un engranaje de la maquinaria judicial de los lugares de realengo. Pero no era elegido por el Rey sino que era designado por los corregidores. En las alcaldías ordinarias y juradurías normalmente eran de designación municipal por costumbre, venta o fuero. Serían el equivalente a un juzgado de primera instancia pero de ámbito municipal. José Joaquín ordenó que el cirujano Pedro de Villasante y el médico Isidro Antonio Martín fuesen con él a estudiar el cuerpo de Petronila. También se envió a Novales al escribano Manuel Esteban de Salazar.
 
Eran las 20:00 horas cuando llegó el grupo al lugar. Allí se encontraba el regidor local Gregorio Martínez y, también, el vecindario. A saber: Joseph Rámila, su mujer María Gil, su cuñada Micaela Gil, un hijo de anterior matrimonio de Joseph llamado Joaquín y su criado Manuel Novales; su vecina Lorenza Gómez, viuda de Agustín García que vivía con su hijo menor Ignacio García de 24 años, prometido con María del Valle Marroquín de Viérgol; el hijo mayor de Lorenza, Patricio García con su mujer Manuela San Román y su niña; Concepción del Valle, esposa de Gregorio Martínez, y sus hijos Felipe e Isabel Martínez que vivían en la casa de enfrente de Joseph Rámila; María de Jesús San Román, viuda, que vivía con su hijo Vicente de Hoyos y su hermana María Cruz de San Román; y Domingo de Hoyos con su mujer Francisca García, su hija Lorenza María de Hoyos y el marido de esta Manuel de Novales. Un vecindario que, probablemente, recibió una mirada inquisidora por parte del Alcalde Mayor. No creo que se acotase el terreno ni se despejase de curiosos. Quizá mejor porque los curiosos eran también los sospechosos.

Cortesía de Pasiegos y Merindades
 
Al retirar las piedras encontraron una con manchas de sangre y restos de cabello. Petronila presentaba siete golpes en la cabeza, tres en el frontal y cuatro detrás de la oreja izquierda. Mortales, duras, fuertes heridas ejecutadas violentamente. Faltaba su labio inferior, muestra del hambre de un animal dadas las marcas. Estaba tumbada de medio lado con las manos atadas a la espalda con una belorta (abrazadera de arado), con las mangas remangadas por encima del codo y el delantal recogido en la cintura con un cinto. Aparentemente era un intento de violación. ¿Se consumó?
 
Curiosamente hubo que ir a buscar al cura del lugar que no estaba hocicando con el resto de los vecinos. Al llegar Toribio de la Presilla se le comunicó que no era muerte natural ni suicidio. Con ello se acordó darla sepultura eclesiástica al día siguiente, cinco de agosto, en la iglesia. El cadáver pasó la noche donde se encontró acompañado por el regidor Gregorio Martínez y alguna persona más que se calentaron con un improvisado fuego. Temprano llegó el Alcalde Mayor con el escribano y otros y procedieron al traslado del cadáver. A las diez de la mañana se enterró a Petronila junto a la pila del agua bendita a mano izquierda según se entra arrimado a la pared de poniente cerca de la puerta.
 
Cortesía de "Pasiegos y Merindades"

¿Lo siguiente? Conseguir un culpable. La piedra con sangre quedó en depósito y se registraron las casas para localizar la jarra que llevaba a la fuente. ¿Saben? No la encontraron. Se interrogó a todas las personas del vecindario: que si conocían a la difunta, donde vivían, si la habían visto el día de autos, donde se encontraban y si habían discutido con ella o sabían de alguien que lo hubiera hecho o que  la odiase. Que manifestaran su edad y firmaran su declaración. Todos reconocían que Petronila tenía unos 26 años, que era de Villamartín de Sotoscueva, no tenía enemigos, que era buena cristiana, de carácter sosegado y que se sabía su maternidad estando soltera y que el padre era Juan Robredo de Lastras de las Heras. Todos recordaron que se solían ver y las afirmaciones de Petronila de ser correspondida. También era conocido que eran los parientes de él los que estaban impidiendo la boda.
 
Joseph Rámila –analfabeto de cuarenta y ocho años- confirmó lo arriba indicado y subrayó que Petronila había liberado a Juan de su compromiso por medio de una escritura permitiéndole casar con otra, siempre sabiendo que Juan le profesaba afecto.
 
Patricio García declaró que esa tarde marchó a Valmaseda a comprar unos zapatos, medias y hebillas y otros encarguillos para su hermano Ignacio porque al día siguiente tenía que haber ido a Viérgol al estar comprometido con una hija de Manuel del Valle Marroquín. Regresó a las 17:00 h y se puso a trabajar. Ató unas haces de trigo y al volver encontró a su hermano y vio a Petronila que iba delante de Ignacio como cuarenta pasos con una carga de alubias en las caderas. Hablo con su hermano y se marchó a casa. No volvió a verlo hasta el revuelo de la búsqueda del cordero perdido.

Cortesía de "Pasiegos y Merindades"
 
Tras escuchar a Patricio y Joseph, el Alcalde ordenó su encarcelamiento por los triviales motivos de vivir junto a donde se halló el cadáver y de ser el amo de la difunta. Evidentes pruebas concluyentes de culpabilidad. (Ironía). ¿Esto era tan raro? Entendamos que las medidas punitivas judiciales durante la instrucción eran la tortura, la cárcel y el embargo de los bienes del encausado. La más sencilla y menos lesiva era encarcelar a la gente.
 
Cuando interrogó a Ignacio García –analfabeto de veinticinco años- todo cambió. El chico mostró mucho nerviosismo y se contradecía. Dijo que había estado fuera del pueblo hasta altas horas de la noche; que conocía a Petronila y conjeturó que su muerte podía haberse producido por padecer un trastorno y golpearse. ¿Se han fijado que no se acordaba de la oveja perdida? En criminología se dice que no se debe prescindir de ningún detalle, por nimio que parezca, pues lo que a primera vista es insignificante, por la fuerza de las circunstancias puede convertirse en evidencia valiosa. Hans Gross dejó escrito: “El más leve detalle, lo que más baladí parece, suele ser en ocasiones clave que nos conduce a la averiguación de la verdad, según lo comprueban la mayoría de las causas célebres y acredita la experiencia propia”. Volvamos al interrogatorio. Se le pregunto dónde estaba la ropa que llevaba puesta la noche previa y contestó que en su casa. La gente humilde no tenía tanta ropa ni se cambiaba de un día para otro. Ignacio y sus interrogadores vieron que esa chamarreta y esa camisa que eran viejas, remendadas y estropeadas, tenían manchas y salpicaduras de sangre en el frente y debajo del sobaco. “¿De qué son estas manchas? ¿Es sangre?” Ignacio contestó que de la nariz. Pero al estar debajo del sobaco y en otras zonas ilógicas fue detenido y entregado al Alcalde de la Cárcel Don Eusebio de Cañue.

Cortesía de José Antonio San Millán
 
Cuando Juan de Robredo conoce el asesinato de Petronila se verá empujado a desaparecer de su casa. El once de agosto Ignacio García pide su excarcelación para el cuidado de su madre y por tener la recolección de granos y, para ello, que le tomen ya declaración. El día 18 de agosto le vuelven a tomar declaración y reitera que no la mató que en ese tiempo estuvo con su madre. ¿No había estado fuera del pueblo hasta altas horas de la madrugada? ¿No estuvo buscando una oveja perdida?
 
El 20 de agosto se embargan los bienes de dicha Lorenza y su hijo Ignacio García, que son 4 arcas de roble y 3 de nogal, una caldera de cobre pequeña, una pareja de novillos y la mitad del agosto de trigo pues la otra mitad es de su hermano Patricio. Así mismo se le embargan todos los bienes raíces que a dicho Ignacio le correspondían de la herencia de Agustín García su padre difunto. Igualmente se procede al embargo de todos los bienes muebles, semovientes y raíces de Joseph Rámila y Patricio García. El uno de octubre se les vuelve a interrogar y se ratifican, los tres, en su inocencia. Con lo cual Joseph y Patricio llevaban tres meses presos por tener el muerto a su puerta. Y los bienes embargados.
 
Y llegamos al juicio que se produce en el Valle de Mena. El promotor fiscal del Real Valle de Mena, Joseph Sebastián Ortiz de Taranco, se querella contra Ignacio García como reo de la muerte violenta de Petronila, contra Patricio García por influyente en la muerte y contra Joseph Rámila por haber dado causa y omisión en su debida diligencia, imponiéndoles las penas correspondientes a sus delitos. Santiago de Angulo defensor de Ignacio, Joaquín Gorbea defensor de Patricio y Manuel Santocildes defensor de Joseph Rámila, piden su absolución.
 
La sentencia definitiva dice: "absuelvo a Patricio García y a Joseph Rámila dejándoles libres y sin costa alguna, que sean sueltos y desembargados sus bienes y en cuanto al otro, Ignacio García, por los indicios que contra él resultan le condeno a cuatro años de destierro de esta mi jurisdicción y de la Corte a que no pueda volver en sus pies ni ajenos bajo pena del doblo en todas las costas. Y respecto a la petición de indulto de dicho Ignacio declaro, no tener facultades este tribunal para examinar y dar por comprendido en este indulto al referido reo". Resaltemos que la pena de destierro, en un estudio de sentencias en Navarra, era la que más se imponía. Esto permitía alejar a aquel que había alterado el orden social y, como corolario, tener una fuerza de trabajo para el estado. En cuanto a la tipología del destierro, ésta depende de la gravedad del delito que se hubiese cometido. La duración de la pena se podía dividir en dos categorías: las más breves, desde un mes hasta el año de exilio; y las que llegaban hasta el destierro a perpetuidad.
 
¿Les parece una pena leve por un homicidio y un intento de violación? Debemos comprender que la prisión era un instrumento procesal en el Antiguo Régimen y, aunque existían las penas de prisión, estas solían ser por tiempo limitado en delitos leves. Por ello cada Tribunal, cada jurisdicción (eclesiástica, local y real), tenía su propia cárcel.
 
Y ¡Sorpréndanse! El fiscal no pidió la citación a los posibles herederos o parientes de la difunta de quien resulta provino una criatura de la que no se hizo constar hubiese muerto –es decir Juan y la niña-, y no constó el perdón de la parte, se ordenó se verificase si se hubiera podido tener causa legitimadora de derechos.

Carlos III
 
El 2 de octubre de 1777 se concede por el Rey Carlos III un Indulto General por el parto de la infanta María Luisa de Borbón quinta hija del Rey. El indulto comprende a los presos de las cárceles del Reino y Señoríos, quedando a salvo los delitos de lesa majestad, los cometidos con alevosía, homicidio de sacerdotes, etc.
 
El 10 de marzo de 1778 se presenta en Villamartín el escribano real para notificar una requisitoria a Baltasar Ruiz de Escobar, hermano de Petronila, y analfabeto (señalo este dato porque significaba que no firmaban los documentos y que así lo señalaba el escribano). Conoce que su hermana fue asesinada y renuncia a cualquier acción judicial porque ella no dependía de él y que hacía más de seis años que no sabía de sus andanzas. Comentó al escribano que había otro medio hermano llamado Matheo Ruiz de Escobar que era soldado en Nueva España. Atentos a la afirmación de Baltasar de que desde 1770 no sabía nada de su hermana. Es decir, la chica marchó de la herencia de su hermano con veinte años y no volvió. Tuvo la niña con unos veinticuatro o veinticinco y trabajaba donde sus parientes durante los meses del centro del año. ¿Dónde estaba durante los inviernos?
 
El 20 de abril de 1778 se resuelve la petición de indulto de Ignacio, negándoselo por la “calidad de alevosía” del asesinato de Petronila Ruiz de Escobar y ser contrario a su pena de destierro, por lo que permanecía en un penal de África. Con lo cual el destierro, que nos parecía poca condena, conllevó su traslado a África. Los presidios del norte de África más importantes fueron los de Melilla, Peñón de Vélez de la Gomera y Orán a los que habría que sumar más tarde los de Ceuta y Alhucemas. A partir de 1748, los presidios se convirtieron en auténticas colonias de convictos de cualquier nivel socioeconómico. Estos penales africanos absorbían al mayor número de condenados para sus tareas de fortificación en un frente bélico casi permanentemente abierto. Entre los delitos más comunes allí estaban los de vagancia, hurto, contrabando, la alteración de la paz social, las ofensas militares…y, especialmente, homicidios. Además las condenas duraban una media de entre los dos y cuatro años. ¡Que coincide con la condena a nuestro fogoso muchacho! Tuvo suerte porque se libró de ir a galeras –no se aplicaba entonces- o a las minas de mercurio de Almadén.

Presidio de Melilla
 
Estamos hacia 1786, en los montes comunales de Villamartín, entre los términos de Pas y Sotoscueva, han pasado diez años de la muerte de Petronila, cuando un pastor de ganados encontró el cadáver de un hombre de unos 40 años semidesnudo, desfigurado por las alimañas y enterrado entre piedras. Parece que los lobos habían dado cuenta de su cuerpo. Nunca se supo quién era el difunto ni quien lo había matado pero tenía atadas las muñecas con belortas y el pastor que lo encontró procedía del Valle de Losa y se llamaba Juan.
 
¿Sería Juan Robredo de Lastras de las Heras quien había desaparecido de su pueblo el pastor contratado por el concejo de Villamartín?
 
Sería muy romántico.
 
Bibliografía:
 
“Crónicas y relatos inéditos de Villamartín de Sotoscueva”. Policarpo López-Sanvicente de la Horra.
“La práctica de la Investigación Criminal: Inspección Técnico Ocular (ITO)”. Vicente Lago Montejo.
“Ley, Orden y Castigo. El sistema punitivo de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte en el Madrid del Antiguo Régimen”. Francisco Javier Cubo Machado.
“El castigo de destierro en la Navarra moderna: el caso de los implicados en desórdenes públicos”. Javier Ruiz Astiz.
“Los tribunales castellanos en los siglos XVI y XVII: un acercamiento diplomático”. Pedro Luis Lorenzo Cadarso.
“La vigilancia de la moral sexual en la Castilla del siglo XVIII”. Isabel Ramos Vázquez.
“Delitos y penas en la España del siglo XVIII”. José Miguel Palop Ramos.
“El Valle de Manzanedo. El Valle de Mena”. María del Carmen Arribas Magro.
 

domingo, 23 de mayo de 2021

Difuminado Petralata: un castillo en los cielos.


Pico de Petralata (Cortesía de ZaLeZ)

¿Petraqué? Petralata. Esta es una palabra compuesta de origen latino formada por las voces “petra” (piedra) y “lata” (ancha, dilatada, extensa, incluso lejana). El nombre del castillo está asociado a la larga y afilada cresta caliza donde se ubica. En castellano dará “Piedralada”. Pero entre la palabra latina y la romance plena se pueden comprobar un buen número de evoluciones intermedias: Pietralata (1042 y 1130); Petralada (1127); Pedralada (1198); y todavía tenemos un Piedralata (1486). Y eso no tiene solo un problema semántico sino que genera problemas de localización del castillo al confundir “Petralata” (Piedra ancha) con “Petralta” (Piedra alta), Peralta, la antigua tenencia del reino de Pamplona situada en Navarra. Cometieron este despiste Luciano Serrano, Martín Duque o Rodríguez de Lama. En otras ocasiones se relaciona Petralata con topónimos similares de la zona burgalesa como el caso de Pennas Latas, que hay que localizarlo en el desfiladero de la Horadada.
 
Petralata estuvo dentro de la línea de castillos que García de Nájera preparó para defender su frontera en los montes Obarenes, que pasa por La Rioja, Pancorbo, la sierra de Oña, Poza de la Sal y Monasterio de Rodilla para adentrarse en el Páramo durante unos pocos años, incluso hasta Urbel y Ubierna. Más al norte de esta raya se sitúan las fortalezas de Tedeja y Término, con Cuevarana en una posición intermedia y en un segundo plano desde el punto de vista estratégico.

Cortesía de Sendas de Burgos
 
Sigamos con el nombre. La primera vez que encontramos el nombre del alfoz de Petralata es en 934 en la reja de San Millán. Alfoz y castillo no es lo mismo, ojo. El castillo pudo crearse en el siglo X, después de que los árabes arrasarán la fortaleza de Oña. Petralata, bajo la denominación de alfoz, no aparece en la documentación hasta 1198. La mención más destacada aparece en 1040 dentro de la carta de arras que García de Nájera da a su mujer, Estefanía. Y Petralata es de Navarra, como Tedeja hasta al menos 1054, tras la batalla de Atapuerca. En ese documento de 1040 se menciona, a su vez, el senior en ese momento, Aznar Sánchez, primer tenente del castillo de Petralata que conocemos. Aznar Sánchez lo gobernará desde 1040 hasta 1054. Tras la derrota de García de Nájera en Atapuerca, Aznar desaparecerá de la documentación relativa a Petralata. La tenencia debió comprender los valles de Dondisle, Tobalina, Leciñana, Valderrama, Frías, Orcha, Rio Jerea, Penches y Petrapidonia y el alfoz de Petralada.
 
En esos tiempos, Oña es un régimen de abadengo y, militarmente,, está en un segundo plano. Parte de su primitivo alfoz ha pasado al de Petralata -distrito de realengo- que es el que queda pendiente de los vaivenes fronterizos entre Castilla y Navarra. Algunos autores consideran que Petralata asumirá también parte del alfoz de Tobalina. ¿Era importante Petralata? Sí. Nadie construye un castillo en un lugar así si no es necesario. Tenemos que tener claro que en 1040 pasó esta zona a Castilla pero Pancorbo siguió en manos de los navarros hasta 1076.

Cortesía de Sendas de Burgos
 
Será tras Sancho II de Castilla (1038-1072) que tendremos a los condes de la Bureba como nuevos señores de Petralata. Sancho Fortunionis es el tenente de Petralata en 1088. Sin embargo la tenencia, como en el caso de Tedeja, está bajo el mandato de un conde: Gómez González. En 1089 tenemos a la condesa doña Sancha, viuda de Gonzalo Salvadorez, que se titula “in Petralata et in Boroua” en una donación a Oña de tierras en San Miguel de Marcillo, pequeña localidad situada debajo del castillo. El conde Gómez González consta en 1090 como señor de Cerezo, Pancorbo y Petralata y en 1097 cambia Cerezo por Poza, marcando toda la línea defensiva sobre los montes Obarenes. En 1106 estan bajo su dominio Pancorbo, Cerezo y Petralata. Gómez González, hijo de doña Sancha, fue conde de la Bureba y murió en 1110 en la batalla de Candespina, frente a Alfonso I el Batallador.
 
Gonzalo Díaz aparece al frente de Petralata durante diez años, desde 1107 hasta 1117, pero su presencia en la documentación es escasa. Sin embargo, llama la atención que en dos documentos del 6 de mayo de 1107, relacionados con la iglesia de San Miguel de Busto, aparece de testigo Gonzalo Díaz firmando, como tenente de Petralata, junto al conde Gómez González, que es el que hace la donación, este como dominante o tenente en la Bureba.
 
Cortesía de Senderos de Burgos

El último tenente que conocemos en Petralata será Pedro Íñiguez –Petro Ennecoc-, de origen navarro, con bastantes menciones entre 1127 y 1131. No nos olvidemos que el obispo de Pamplona Prudencio de Sandoval nos habla de un Diego Yñiguez. ¡A saber! El caso es que, por falta de datos o por abandono del castillo, a partir de Pedro Íñiguez desaparece de la documentación Petralata como alfoz. En el último registro documental en 1183, Petralata ya no es más que una referencia geográfica en la donación a Oña del conde Fernando, Álvaro, Gonzalo Núñez y Doña Leonor de diversos bienes en Tobalina y Montija (“totam nostram hereditatem quam habemus in Castella Vetula usque in Petralada”) desde hacía años no era más que un castillo dependiente del Conde de la Bureba. Consta que en 1280 el castillo fue derribado por el abad de Oña que tenía la propiedad de todo el entorno desde 1190, puesto que habían sido donados por Alfonso VIII y la reina Urraca. Un cronista del siglo XVII señala que el castillo de Petralata estaba ya entonces “echado por el suelo”.
 
Todo lo dicho nos muestra la pérdida de su valor militar lo que unido a su localización en la cima de la sierra de Oña, en un lugar de acceso muy complicado derivó en su conversión en material de construcción y en su desubicación. A pesar de que algunos lugareños de la sierra llaman a una zona “El castillo”. Como hemos señalado, muchos autores lo daban por desaparecido o lo situaban de forma errónea. Así Balparda lo planta en Barcina “sobre una loma central en el valle muy indicada para castillo”. Señala que no hay restos y que otro emplazamiento de Petralata podría ser un montículo sobre el camino que viene desde la Bureba, por la desaparecida laguna de Marcillo (junto a Soto), justo donde se bifurca para ir hacia Zangandez o Barcina. Pérez de Urbel sitúa el alfoz de Petralata en la zona de los montes Obarenes, y dibuja castillos en Barcina, Zangandez, la Molina y Frías. Miguel Á. González sitúa el castillo en la ladera del monte Pan Perdido, un kilómetro más hacia el oeste de donde en realidad está Petralata. Basilio Osaba y Ruiz de Erenchun lo sitúan “junto a Portillo de Busto, en la Bureba”. No se mojaban mucho, ciertamente.

Canal de acceso al castillo de Petralata
(Cortesía de Senderos de Burgos)
 
Los restos del castillo se encuentran en lo alto de una cresta que oscila entre los 1.192 metros de altura de la base llana y los 1.208 de la atalaya Ventanas. Es una zona de vegetación baja y situada sobre un hayedo que pertenece a la localidad de La Aldea del Portillo de Busto, justo en el límite con el término de Barcina de los Montes. Petralata domina toda la llanura de la Bureba y el desfiladero del río Molinar que lleva a Frías, con cuyo castillo tiene contacto visual. La fortaleza está situada entre el portillo de Busto al este y por el portillo de Soto, al oeste. Debajo del castillo, al final de la ladera sur, se encuentran los poblados prerromanos de La Cerca y Los Llanos, ya en Soto de Bureba. En la vertiente norte se han descubierto, entre otras, varias aras romanas dedicadas al dios Vurovio, teónimo que está en el origen de la palabra Bureba.
 
El alfoz tendría una extensión reducida constreñida al sur por la cumbre de la sierra donde está ubicado el castillo y por el este por una línea desde el actual portillo de Busto hasta Zangandez. El límite por el norte sería la población de Ranera, hasta Santa Tusia un lugar que desconocemos, pero que estaría por el actual monte de San Miguel, y por el oeste, Barcina de los Montes. En el interior de este dominio se encuentra la localidad de La Aldea del Portillo de Busto, a la que actualmente pertenece el castillo de Petralata. El problema lo tenemos al determinar qué villa era la cabeza del alfoz. La Aldea es la única población incluida con seguridad pero no parece tener la suficiente entidad para ser la sede de un distrito. Claro que, esa circunstancia, podría ser la evidencia de la escasa o coyuntural importancia de Petralata como alfoz. Si Barcina perteneciera al alfoz sería una villa con más posibilidades de ser la cabecera. El padre Argaiz asegura que la población se llama Barcina de los Montes porque está precisamente en los Montes de Piedralada. Saquen ustedes sus propias deducciones.

Cortesía de Senderos de Burgos
 
Para acceder al castillo se sube por un ramal que sale desde el conocido como camino viejo de Navas, que pasa por debajo de las llamadas hoy Peñas de San Juan. Este camino antiguo discurre longitudinalmente por la ladera sur de los Obarenes, en torno a los mil metros de altura, para descender hasta La Aldea localidad situada en la vertiente norte tras cruzar la cumbre por el portillo de Busto. Los accesos al castillo desde el norte, imprescindibles y seguros mientras la plaza militar estuvo en funcionamiento, tuvieron que ser desde La Aldea y desde Barcina, las dos villas con posibilidades de ser los centros del alfoz.
 
La creación de villas reales, como Frías en 1202, y de merindades sustituyen el sistema de alfoces y tenencias que tenían un castillo como cabeza del distrito. El rey buscaba limitar el control territorial de los nobles primando el sistema de concejos. El alfoz de Petralata se convierte así en una de las primeras víctimas del nuevo orden jurisdiccional sobre el territorio, ya que en 1280 el castillo ya no está operativo. Aunque no existe un documento que hable expresamente de la integración de Petralata en Frías, sí que podemos deducir que sus funciones fueron absorbidas por Frías y que su territorio se repartió entre la ciudad real y el monasterio de Oña.

Aljibe (Cortesía de ZaLeZ)
 
Llegados al castillo, a su ubicación más bien, los elementos reconocibles que tenemos son: 
  • El aljibe: Está excavado en la roca y pegado a la pared sur. Se encuentra a un nivel algo superior a la explanada del castillo. Sus dimensiones son de 3x2x1`5 metros con una capacidad estimada antes de excavaciones de unos 2.000 litros. Fue un trabajo de cantería preciso para ganar capacidad y eliminar posibles agrietamientos en la roca caliza. ¿Impermeabilizado? No se aprecia ningún tipo de impermeabilización aunque pudo haberse empleado la pez, un derivado de la resina del abundante pino de la zona. Debido a que el castillo se ubica en torno a los 1.200 metros de altura, no es descartable la utilización del aljibe como nevero.
Aljibe (Cortesía de ZaLeZ)

  • La escalera: Está tallada en la roca y sube desde el nivel del aljibe hasta la parte alta del castillo que se asoma a la Bureba. Los escalones están cincelados toscamente, abiertos lateralmente al norte, y aprovechando la inclinación de la pared que asciende. En algunos peldaños hay indicios de retalla de la piedra como para readaptar unos escalones anteriores desgastados. Esta escalinata es la única manera de acceder a la cresta. Es posible que hubiera otro tramo de escalera desde el aljibe hasta la plataforma principal, situada en una cota más baja.

Escalones (Cortesía de Senderos de Burgos)
  • Muros de sillares en la torre principal: Son dos paredes incompletas, apoyadas en roca viva, y que coronan la escalera. Se trata de la esquina noreste de la base de una de las torres. El muro norte está formado por siete hiladas de piedras talladas a escuadra, una docena de piedras apoyadas en un plano inclinado. La pared este utiliza el mismo material pero solo se aprecian cinco hiladas, de una piedra cada una, colocadas pegadas a una pared rocosa que cae en diagonal. Los sillares de ambos muros están puestos de forma trabada. No se aprecia argamasa ni cimiento alguno y, seguramente, están apoyados sobre la roca madre. Estas dos paredes forman parte de una base casi rectangular obtenida tras ahuecar el suelo calizo. En el vértice opuesto al formado por las paredes de sillares de la torre arruinada se observa un ángulo de noventa grados que formaría parte de una ventana, con el alféizar (de casi un metro) y el lado este tallados directamente en la piedra y con la desaparición de los sillares que compondrían todo el paño sur de la torre. Esta ventana mira al sur y al este, hacia la entrada del desfiladero de Pancorbo. En la parte suroccidental de esta torre se aprecian retalles que parecen haber servido para apoyar las maderas de la techumbre. La base del conjunto es rectangular y tiene escasa superficie (2x4m), incluso considerando que su desarrollo se prolonga hasta la escalera. En cualquier caso, suficiente para albergar a un par de soldados. La torre no sería muy alta, lo justo para permitir a una persona permanecer de pie.
Resto del muro de sillares junto a los escalones 
(Cortesía de ZaLeZ)

  • Retalles en la parte central y occidental de la cresta rocosa: Habría un espacio central que parece fue un habitáculo entre las dos torres de los extremos del castillo. En el extremo oeste de este espacio se ve la existencia de un tosco mechinal que hablaría de una estructura de madera. La base de este tramo (3`25 metros de largo) es muy estrecha en la actualidad (60 centímetros de anchura) lo que sugiere que hubo una pequeña plataforma recrecida con pared de piedra y relleno de tierra y cascajo. Se creó, así, un espacio para diversos usos de la guarnición del castillo junto a las torres de vigilancia. Siguiendo hacia el oeste, nos encontramos con un pasadizo de 4`5x0`80x2`50 metros y de formación natural, aunque posiblemente canteado en algunos tramos. Este pasadizo nos sirve para subir hasta el punto culminante del castillo, de 1.208 metros de altura. En la parte más elevada de la cresta, en la pared norte que forma el pasadizo, se encuentran marcados en la roca tres lados de un rectángulo que formarían la base sobre la que se asentaba la torre occidental. En este caso no quedan sillares. Esta segunda torre, aunque situada en el punto más elevado del castillo y con mayor campo de visión, tiene menores dimensiones (2`10x1`60 m) que la otra. De torre a torre, de extremo a extremo de la cresta caliza del castillo, la distancia es de dieciocho metros.


También hay otros componentes del castillo pero que están poco determinados, como la plataforma y los muros de cierre. La plataforma del castillo, la zona llana, es rectangular con una superficie de unos 350 metros cuadrados. Este espacio queda oculto desde el sur por una pared de más de diez metros de altura, en cuya cima se ubican las torres descritas. Por el lado norte se encuentra limitado por un barranco, que hace de base rocosa y que muere a paño con la explanada natural, en cuyo borde podría haberse levantado un pequeño muro. Pero los cierres más claros que se observan son los costados de la explanada donde se aprecian elevaciones del terreno que parecen producto del derrumbe de los respectivos muros. En el extremo noroeste se levanta un pronunciado peñasco que hace de esquinazo del muro occidental (12 metros de longitud). Se distingue otra peña mucho más pequeña en la esquina noreste, en el extremo del muro oriental (14 metros). En los otros dos ángulos del recinto, los muros se unen a la elevada pared sur. Los muros laterales están separados entre sí por una distancia de 27 metros y a ambos costados existen sendos taludes muy pendientes, que hacen dificultosa la entrada en el recinto, y en ellos también se observa la existencia de bloques calizos y material de derrumbe.
 
En cuanto al acceso al recinto militar, hay indicios de que la puerta de entrada estaba en el muro del este, ya que hay una zona libre del terreno y después se vuelve a reanudar, cerca ya de la pared sur.

Patio central del castillo (cortesía de ZaLeZ)
 
La plataforma llana sería la parte principal del castillo tanto por ser la parte de mayores dimensiones del conjunto como por albergar el aljibe y las escalinatas de acceso a la atalaya de la cresta. La presencia de una guarnición conllevaría la existencia del alojamiento de los soldados, almacenamiento de los víveres, estabulación de las caballerías, armería, etc. Los abundantes fragmentos de teja curva indican que Petralata tuvo habitáculos techados. Fuera del recinto, tanto a la derecha como a la izquierda, se suceden diversas covachas naturales que pudieron ser también aprovechadas por la guarnición. Petralata es, por tanto, un pequeño castillo roquero con una guarnición no muy numerosa y fortificaciones sencillas, de escaso desarrollo y adaptadas a la roca natural.
 
Por otro lado, la desaparición de prácticamente todos sus restos indica que fue un castillo ocupado durante poco tiempo. Amén de su desmantelamiento. Su posición elevada, lo dificultoso del acceso, su pequeño tamaño para acuartelar tropas y su situación relativamente alejada de los núcleos de población y de las vías de comunicación principales destinaron Petralata a ser vigilante de la llanura de la Bureba y solo mientras Navarra y Castilla tuvieron su frontera en esa zona.

Cortesía de Senderos de Burgos
 
El castillo tendría dos periodos diferentes. La torre de la atalaya que conserva los muros de sillares podría ser un puesto de vigilancia de época tardorromana (siglos IV-V) porque las piedras escuadradas que forman las paredes de la torre así lo apuntan. De esa época podrían ser también la escalera tallada en la roca que sube a la torre e, incluso, el aljibe. Destaquemos que el castillo de Petralata está ubicado, vigilante, sobre una zona donde se han identificado numerosos poblamientos indígenas de la Edad del Bronce que tuvieron después una continuidad hasta la época romana tardía. El segundo momento sería altomedieval, coincidiendo con la aparición del castillo en la documentación en el año 1040, con el desarrollo fortificado de la plataforma como elemento central del castillo y con el reaprovechamiento de las instalaciones de vigilancia de la cresta caliza, como se aprecia por el segundo retalle de los escalones.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Oña y el alfoz de Petralata en la Edad Media: Nuevas aportaciones”. Eduardo Rojo Díez.
“La frontera de Castilla con el reino de Pamplona en el siglo XI”. Gonzalo Martínez Diez.
“Poblados, Monasterios y Castillos desaparecidos en la provincia de Burgos”. Basilio Osaba y Ruiz de Erenchun.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“Historia de los reyes de Castilla y de León. Don Fernando el Magno, primero de este nombre, Infante de Navarra”. Fray Prudencio de Sandoval Obispo de Pamplona.
“Estudio arqueológico del Desfiladero de La Horadada: La transición entre la tardorromanidad y la Alta Edad Media (Siglos V-X D.N.E.)”. José Ángel Lecanda.
Periódico “Diario de Burgos”.
Sendas de Burgos. Montes Obarenes.
 
 
 
Para saber más:
 
ZaLeZ: 
El castillo fantasma. Petralata "El regreso".
Sendas de Burgos. Montes Obarenes.
 
 

domingo, 16 de mayo de 2021

Entrando en un agujero.

 
 
Vamos a sentirnos como ese conejo que, vistiendo un chaleco y murmurando que llega demasiado tarde a su destino, es seguido por una muchacha inglesa al inicio de sus aventuras en “Alicia en el país de la maravillas”. Nosotros también atravesaremos un agujero. Con permiso de Lewis Carroll, claro. Evidentemente nuestro conejo no nos llevará a ese otro país pero, en cambio, nos conducirá al pasado de Las Merindades.

 
Sigámosle hasta un pequeño valluco en el extremo suroeste del Valle de Losa hasta el pueblo de Castriciones. Como a un kilómetro de allí, camino de Peréx, donde veamos unos peñascos apareciendo de entre la vegetación, se esconde esta maravillosa puerta al pasado. Si no lo terminan a ver claro está a la izquierda. Está en la conocida como “La Peña del Agujero". Tendrán que salirse del camino y saltar una alambrada para llegar a la cueva. Sin más.
 
Lo nuestro será el “agujero” del peñón de roca arenisca situado en un pinar. Que es, casi seguro, los restos de un eremitorio rupestre. El entorno tiene posibilidades agrícolas y ganaderas y agua en las proximidades.

 
La entrada de este probable eremitorio es un rectángulo irregular con esquinas redondeadas y abierto al suroeste. Permanecen las marcas de haber tenido algún tipo de puerta. También discernimos una cruz latina tallada a la derecha. Vemos que la estancia se talló transversalmente al ingreso. Al interior, la cavidad es de planta irregular y cubierta plana ligeramente abovedada sin llegar al medio punto. El fondo, donde se individualiza un espacio más ancho que el resto de la cavidad, se encuentra en posición más elevada que el nivel de la entrada y orientado al Noreste. ¡Como si estuviese dispuesto para recibir un altar! Aunque no hay señales de que hubiera existido. En el muro frontal de este sector aparecen tallados dos arcos que se aproximan al medio punto unidos por un resalte de la roca a modo de pilastra central. Esta línea de arcos se extiende con otro en el lateral derecho, separado de los correspondientes a la cabecera por el resalte natural de la roca. Los arcos ciegos nos podrían remitir a la “Cueva de Los Moros” en Manzanedo.
 
Bajo los arcos que hemos citado se observan rudimentarios escalones labrados en las protuberancias de la roca. Llama la atención el contraste existente entre la ornamentación que presentan las paredes de este sector y la tosquedad que ofrece su pavimento, prácticamente natural y apenas trabajado.

 
En las paredes de la cavidad se observan pequeñas ranuras, muescas y mechinales (Huecos donde se introducían vigas) que quizá indiquen una compartimentación espacial en el interior de la cueva.
 
El habitáculo está aislado pero en un entorno con recursos que garantizarían la supervivencia de algún residente y con la referencia de la cruz latina en su lateral derecho podría identificarse como un eremitorio. Ello viene corroborado por su aislamiento respecto a otros elementos de un posible hábitat rupestre aun no localizado. Morfológicamente esta cavidad está emparentada conceptualmente con la mayor parte de los habitáculos de “Las Cuevas de los Portugueses”. Al igual que ellos se aprecia una estancia rectangular dispuesta transversalmente al ingreso. Pero aquí se localizan señales de sacralidad del sitio. Eso sí, el sector del fondo no tiene la apariencia tradicional de un ábside en el que iría ubicado el altar. Altar del que no hay rastro. Tampoco existen restos de un arco triunfal que, en las iglesias, marca el tránsito hacia la cabecera.

 
Por otro lado, las dimensiones y la concepción general de la cavidad, no son las habituales de las celdas eremíticas. Todo esto, lleva a planteamos si la cavidad es una nueva modalidad de eremitorio rupestre diferente a la de las iglesias y celdas, o si se trata de una celda eremítica, solo que más grande y de concepción más compleja de lo habitual. ¿Podríamos afirmar que se trata de un espacio ampliado readaptarlo a una función que sospechamos religiosa?
 
Para ambas posibilidades está claro que la cabecera del espacio interior se retalló y se adornó con arcos, del mismo modo que en la cueva de “La Mosquita” se retalló su cabecera para darle una nueva función.

 
La fijación cronológica se debe manejar con cautela. Los arcos y la cruz nos remiten a un ambiente cristianizado y a un uso religioso. Por comparación con los yacimientos mencionados cabría plantear una cronología altomedieval entre el VI y el X, encuadrando las reformas de la cabecera en torno al IX-X.
 
El mal estado de conservación que presenta en la actualidad el eremitorio de Castriciones, se debe a la erosión y fundamentalmente a las alteraciones de que ha sido objeto en época actual, que van desde la realización de hogueras y pintadas en el interior del habitáculo, hasta la utilización de la cavidad como refugio para el ganado.


 
 
Bibliografía:
 
“Las Siete Merindades de Castilla Vieja. Valdivielso, Losa y Cuesta Urria”. María del Carmen Arribas Magro.
“Eremitorios rupestres en la comarca de Las Merindades (Burgos)”. Judith Trueba Longo.
 

domingo, 9 de mayo de 2021

El trece no es buen número, ni siquiera para un duque de Frías.

 
Hoy empezaremos con una caída del caballo. No, no hablaré del evangelista porque Pablo de Tarso no estuvo en Las Merindades. Pero sí hablaré de una caída de caballo. No por la altura desde la que cayó el finado sino porque cayó de encima de ese animal. Perdón, que me pierdo. El que se mató al caer de un caballo fue Martín Fernández de Velasco, el decimosegundo duque de Frías que estuvo casado con Isabel María Espinosa y Velasco. Un altivo caballero sin descendencia directa del que hay una anécdota –que incluyó en su “peculiar” libro Ramón Hilario Rodríguez- en la que este duque de Frías respondió a Carlos III cuando el Rey le dijo que ante el poder de su familia… ¿cómo era que los Velasco no ceñían la corona española? Martín respondió que aunque no ciñeron la corona sí que la quitaron o cambiaron varias veces. ¡Toma! ¡Y toma!

Castillo de Frías
 
Pues va el bueno de Martín y se mata al caerse del caballo en 1776. Sin hijos. Como el hermano del que había heredado los títulos en 1771. Que tampoco tuvo hijos. Al menos con legitimidad suficiente para heredar. En estos casos hay que estudiar la genealogía y remontarnos al padre de Martín y su hermano Bernardino: Agustín Fernández de Velasco y Bracamonte. Este caballero tuvo, también, una hija llamada María Francisca de la Portería Fernández de Velasco, nacida en 1735 y muerta en 1796. Fue VIII condesa de Peñaranda de Bracamonte y VI marquesa del Fresno. Pero no tenían preferencia alguna en la sucesión de los títulos de los Velasco.
 
Esta casó con Andrés Téllez-Girón y Pacheco, VII duque de Uceda, gentilhombre de Cámara desde 1742 y en la servidumbre de Fernando VI desde 1758. Y fueron padres de Diego López-Pacheco Téllez-Girón y Gómez de Sandoval –nuestro protagonista de hoy- quien, como si fuese un Papa de Roma, cambió su nombre al heredar el título de duque de Frías, en 1776, por el de Diego Fernández de Velasco López-Pacheco Téllez- Girón Toledo y Portugal Guzmán Tovar Enríquez Ayala Carrillo Cárdenas Monroy y Córdoba. (Otro Toma). Su acta de bautismo, que data del 10 de noviembre de 1754, indica como lugar la iglesia de San Martín de Madrid y es de dos días posterior a su nacimiento. Fue hermano de María Teresa Pacheco y Fernández de Velasco, V duquesa de Arión. Desde 1781 acumuló veintiún títulos nobiliarios y fue señor de numerosas casas, estados y mayorazgos, así como de villas y ciudades. Por supuesto los citados XIII duque de Frías, IX conde de Peñaranda de Bracamonte y XV conde de Haro.

Alcázar de Medina de Pomar
 
Apunto que también fue XI marqués de Frechilla y Villarramiel al descender del cuarto Marqués, Don Manuel Joaquín Álvarez de Toledo y Portugal. Obtuvo el título al fallecer sin sucesión en 1802 la Marquesa Doña María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo que estuvo casada con Don José Álvarez de Toledo y Gonzaga, Marqués de Villafranca. Presento esto como muestra de forma indirecta de cómo iban acumulándose los títulos de nobleza en una testa.
 
Fue miembro de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País desde 1787. No solo eso sino que a su muerte ingresó en ella su esposa (en 1811) y en 1817 la esposa de su primogénito María Piedad Roca de Togores. Fue miembro honorario de la Real Academia de la Historia; Collar de la Real y Distinguida Orden española de Carlos III; caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro; caballero de la Orden de Santiago, y seis veces Grande de España. (¿Puedo decir otra vez “Toma”?) Tengan en cuenta que le fue dedicado el “Mapa geográphico de la provincia de Palencia” (Madrid, 1782).

 
Se casó en la iglesia de San José de Madrid, el 17 de julio de 1780 con Francisca de Paula de Benavides y Fernández de Córdoba (nacida el 2 de abril de 1763 y fallecida el 6 de noviembre de 1827) que era dama de la Orden de la reina María Luisa. Era hija de Antonio de Benavides y de la Cueva, caballero de la Orden del Toisón de Oro y duque de Santisteban y de Ana María de la O Fernández de Córdoba y Moncada (hija de Luis Fernández de Córdoba Figueroa Spínola y la Cerda, XI duque de Medinaceli, y de Teresa de Moncada, por su propio derecho VII marquesa de Aytona y Grande de España).
 
Diego y Francisca de Paula tuvieron cuatro hijos que llegaron a adultos: Bernardino Pacheco Téllez-Girón y Benavides luego llamado Bernardino Fernández de Velasco(1783), que sucedió en los títulos y estados de sus padres, fue seis veces Grande de España y desempeñó un papel político de primer orden; José Pacheco y Benavides, bautizado el 4 de abril de 1788; Andrés Pacheco y Benavides y María de la Visitación Pacheco y Benavides, casada con Dionisio de Bassecourt y Armero, marqués de Bassecourt.
 
Diego fue Gentilhombre de Cámara de Carlos III destinado a la servidumbre del príncipe de Asturias (1786), obtuvo el influyente cargo de sumiller de corps de Carlos IV en 1792 y fue coronel del Regimiento de Infantería de León (14 de julio de 1793) como recompensa por haber formado el regimiento a su costa, recibió después los nombramientos de brigadier (8 de diciembre de 1794) y mariscal de campo (4 de septiembre de 1795), mientras tomaba parte en la guerra contra Francia hasta la Paz de Basilea (1795). Pero sobre los cargos militares debemos tener en cuenta que se compraban y vendían con naturalidad y la gente no tenía que tener una carrera militar para ser alto mando del ejército. Ni para nada. Si lo piensan es como los "aparachi" de los partidos políticos este 2021.
 
Tras esta fulgurante carrera militar fue nombrado alcaide y gobernador del Real Sitio de El Pardo y de las Casas Reales de la Zarzuela, Torre de la Parada y sus anejos (1798); alguacil mayor de la ciudad de Toledo (1799, por muerte de María Luisa Centurión, XIV condesa de Fuensalida).


 
Tuvo importantes cargos con funciones de representación internacional, así como en el gobierno del Estado: fue embajador extraordinario en Portugal cerca de la reina María de 1798 a 1801. Es en este momento cuando se produce la ruptura entre ambas Cortes Reales por la boda del príncipe de Asturias –Fernando- con la princesa María Antonia de las Dos Sicilias. También fue embajador electo en Gran Bretaña, cerca del rey Jorge III (1802) –el rey loco-, aunque en este caso no tuvo efecto por negarse el Gobierno inglés a igualar su representación diplomática en España. En julio de 1802 fue nombrado consejero de Estado y entonces presentó su renuncia al cargo de sumiller.
 
Más cargos: teniente general (5 de octubre de 1802, por muerte de Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, XIII duquesa de Alba de Tormes), y consejero de Estado (1803). De nuevo actuó como embajador extraordinario en París para felicitar al emperador Napoleón I por la Paz de Tilsit (1807-1708) y fue elegido por Fernando VII para salir con otros grandes al encuentro de Napoleón I.

 
Con la llegada de los franceses, fue nombrado gentilhombre de Cámara y mayordomo mayor del rey José I Bonaparte (12 de septiembre de 1808); fue uno de los principales agentes de la comisión redactora de la carta otorgada conocida como Constitución de Bayona, de 8 de julio de 1808… Lo que más conocemos es que fue embajador extraordinario del rey José en París para felicitar a Napoleón por sus bodas con la archiduquesa María Luisa de Austria (5 de abril de 1810) y ministro plenipotenciario ante el mismo.
 
Por sus servicios a la causa josefina fue declarado traidor a la patria por el Gobierno provisional y se le confiscó su inmensa fortuna (22 de agosto de 1808). Evidentemente, nunca se le ocurrió volver a España y murió, según algunos, cargado de deudas en París el once de febrero de 1811. Siguiendo lo dispuesto en el Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Madrid, se hallaba en París como embajador de José I en la corte de Napoleón. Fue sepultado en el cementerio de Père-Lachaise de París. Claro que, si hacemos caso a Ramón Hilario Rodríguez, fue enterrado seis meses después de su muerte en el monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar. Dibuja este baracaldés una escolta de granaderos franceses en una fría mañana del catorce de diciembre de 1811. Dejémoslo estar.

Tumba de Diego Fdez. de Velasco
 
Una parte de los Títulos nobiliarios que tuvo en su tarjeta de visita fueron: último conde de Haro antes de la abolición de los señoríos en 1811; XIII duque de Escalona; XV duque de Frías; VIII duque de Uceda; XVIII conde de Alba de Liste; XIV conde de Alcaudete; X marqués del Villar de Grajanejos, título que antes tuvo la famosa duquesa de Alba del cuadro de Goya; XV conde de Fuensalinda; XV conde de Oropesa; IX conde de Peñaranda de Bracamonte; X marqués de Frómista; XIII marqués de Villena obtenido tras la muerte sin descendencia del último marqués de Villena Felipe López Pacheco (1798); Caballero de la Orden del Toisón de Oro-España; XI marqués de Frechilla y Villarramiel; Conde de la Puebla de Montalbán; VIII Marqués de Caracena; VIII Conde de Pinto; VIII marqués de Belmonte; XIII Marqués de Berlanga; V marqués de Menas Albas; VII Marqués de Toral; VII Marqués del Fresno; Conde de Luna; Conde de Colmenar; XIV Conde de Alcaudete; XII Conde de Deleitosa; X Marques de Jarandilla, VI marqués de Cilleruelo; XVII conde de castilnuovo…
 
Mencionemos, por último, la asunción del Marquesado de Villena a la muerte de sin sucesión en 1798 del XII Marqués de Villena, Felipe López Pacheco, nieto del fundador de la Real Academia Española, Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga –hijo del duque de Lerma-. Con el título, y entre sus bienes, pasó la biblioteca a manos de nuestro Diego López Pacheco Téllez Girón. Esta biblioteca fue aventada durante ese siglo XIX dispersándose su rica colección de libros impresos y parte de sus manuscritos entre las muchas bibliotecas, tanto monacales como nobiliarias. ¿Por qué lo hicieron? A saber. Ni siquiera mantuvieron unas formas culturalmente honestas sino que se buscó a un librero de lance que lo compró por un precio irrisorio en 1893.
 

Bibliografía:
 
“VILLARRAMIEL DE CAMPOS. Nuevos datos para su historia”. Luis Fernández Martín y Pedro Fernández Martín.
Real Academia de la Historia. Artículo de Ana María Carabias Torres y Claudia Möller Recondo.
“Revista de Historia y Genealogía”.
“Los Velasco”. Ramón Hilario Rodríguez.
“La obra de Luciano Samosatense, orador y filósofo excelente”. Tesis doctoral de Teodora Grigoriadu.
“La torre de Pinto”. Elisa Gallardo Márquez y Mario Coronas Arquero.