Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 30 de octubre de 2022

Algo de brujerío en Las Merindades.

 
 
Estamos en esos días tristones donde ya no hay posibilidad de engañarse con los flecos del verano. Las noches son largas y los días oscuros. Son momentos para permanecer dentro de casa, junto al hogar. Época que disponía de sus ritos paganos que no nos han llegado en su totalidad. Y los que nos han llegado lo han sido de una forma distorsionada. Incluso del periodo cristiano desconocemos parte del ritual de nuestra zona. En el norte peninsular hubo comarcas en las que se reunían las familias en estas fechas para compartir ágapes durante varios días; se acudía al camposanto para depositar sobre las sepulturas alimentos -pan, vino, carne- y disfrutar de dichas viandas junto a la tumba del finado. ¿Creían que esto era solo mejicano?
 
Una de las tradiciones más llamativas era la del toque de ánimas, en la que una mujer salía a recorrer las callejas de su aldea tocando una pequeña campana mientras rezaba un Padrenuestro en cada esquina, para que sus vecinos recordasen las fechas tan especiales en las que se encontraban y orasen por todas las almas. También se desaconsejaba trabajar durante las horas cercanas a la noche de Todos los Santos, e incluso en la misma festividad, porque se temía que las almas del purgatorio castigasen al irreverente.

 
Hubo lugares de Castilla donde se tocaban las campanas en la noche del día 1 al 2 de noviembre, mientras se daba buena cuenta de una opípara cena. Era el toque de “ánimas”. Y, aunque les resulte extraño, se vaciaban hortalizas como la calabaza para colocarles una vela dentro a modo de lámpara que se colgaba de las ventanas o se disponían sobre los muros del cementerio. Seguramente este ritual recordase los fuegos fatuos que se observaban en los cementerios y que se asumía eran las almas que ascendían al cielo.
 
Hablábamos al empezar el texto del Hogar, el refugio de la familia, lo que protegía de las inclemencias meteorológicas y de los depredadores y, además, de la oscuridad física y espiritual. Por ello, existían técnicas para construir, bendecir o acomodar las cosas en la casa. El azul para pintar puertas, dinteles y ventanas, aplicada en todo el mundo intentaba alejar maldiciones y brujas. Lo seguimos viendo en el Valle de Zamanzas o las cercanías de Espinosa de los Monteros. Pero, es que, ese color ahuyentaba -a su vez- a los insectos, tan molestos en casa y capaces de dañar comestibles y enseres. ¡¿lo qué?! ¿Los insectos reconocen los colores humanos? El truco está en que la pintura azul se obtenía con azurita y diversas grasas y aceites, logrando oleato de cobre, de gran valor insecticida, cosa que agradecían los habitantes de aldeas y que, por ello, lo convirtieron en remedio para peligros esotéricos.

 
En el entorno de Villarcayo se recuerda a la curandera y medio hechicera María “La Cantera”. Era una mujeruca anciana, enjuta, de pocas palabras y de trato huraño que acudía rápida a prestar sus servicios a parturientas y enfermos. Su visión recordaba a las brujas de cuento, pero sus actos eran de una experta sanadora rural. Uno de sus remedios consistía en restregar por la espalda de aquellos con dolores lumbares, artrosis y similares un estropajo áspero y abrasivo impregnado de desconocidos ungüentos y cataplasmas que ella elaboraba. ¡Y funcionaba! En otros momentos, cuando una embarazaba sufría dolores o el parto se complicaba, La Cantera, parapetada de cremas, pócimas y demás preparados herbáceos, la auxiliaba.
 
En la zona de Munilla de Hoz de Arreba también se recuerda a una bruja, o brujas. Los ancianos del lugar las tenían muy presentes. Quizá por ser un lugar aislado favorable para el paso de las maléficas que de un valle a otro atajaban por entre aquellos riscos... Algunos vecinos hablaban de ciertos que ocurrían en el interior de las casas y que eran achacados a la presencia de brujas. Los huevos caídos de un cesto en medio de la cocina, sin aparentemente nadie en la estancia; las patatas desperdigadas por el suelo, arrojadas por una mano invisible de los sacos; el malestar de los animales en las cuadras..., todo era obra sin duda de las brujas para esas gentes.

 
Como en aquella ocasión que estando presente en el pueblo una vieja tenida por bruja -y adoctrinadora de brujas-, una campesina se quedó atónita cuando acudió a las pocilgas para dar de comer a sus gorrinos y sus animales estaban paralizados. Ante esta situación la dueña de la piara persiguió a la “bruja” para que volviese a la normalidad a sus cerdos. Nada extraño en aquella España de historias traídos a nuestros días en las voces de sucesivas generaciones de ancianos. Quizá por eso nos suenan muchos de estos relatos ubicados en otros lugares. Como Huidobro, al norte del Valle de Sedano, donde se pensaba que los alborotos que se producían durante las noches en las cuadras eran debidos a que una bruja se encontraba cerca de la casa o incluso había entrado al hogar. Para evitar esto era costumbre cerrar los agujeros de las gateras porque se “sabía” que las brujas eran capaces de convertirse en gatos negros. Cruces, estampas de santos y demás remedios, colgaban de cuadras y pesebres para evitar que las valiosas reses enfermaran o tuviesen malos partos.
 
Y como no hay dos sin tres, para cerrar esta entrada hablaremos de una bruja con el nombre de María que residía en Villamartín de Sotoscueva. Mejor dicho, dos brujas, madre e hija. De ellas se contaba que habían sido vistas convertirse en gatos negros para poder entrar más fácil y discretamente en las casas de sus convecinos y robarles. Les acusaban, a su vez, de ser las culpables de los destrozos en establos y gallineros durante la noche. Evidentemente, no eran muy queridas. Por ello, cuando un paisano observó un gato negro sospechoso, pues, le arrojó una piedra para evitar males mayores y para que se alejara de su casa de esta manera tan expeditiva. Y le quebró una pata. Al día siguiente, mientras nuestro protagonista se encontraba narrándolo al resto de los lugareños, nadie daba crédito a sus ojos al poder contemplar, en esos precisos momentos, el paso de la vieja María renqueante y coja, por lo que todos creyeron en su poder de convertirse en gato, habiendo resultado herida en su encontronazo del día anterior recién conocido.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Misterios y enigmas del norte de Burgos”. Fran Renedo Carrandi.
“Brujería y Literatura tradicional en Castilla y León”. Luca Presicci.
 
 

domingo, 23 de octubre de 2022

La llamada del deber patrio.

 
Hace más de veinte años que el servicio militar obligatorio se suprimió en España. Algunos dicen que fue fruto de la presión de los nacionalistas a Aznar para disminuir el sentimiento Nacional Español de los jóvenes y no verse contaminados los catalanes y vascos con la gente de otras partes del país; otros afirmaban que era la tendencia en Europa; e incluso se decía que se necesitaban profesionales para que conociesen bien, pero bien, los nuevos equipos electrónicos y poderlos sacrificar sin manifestaciones contra el gobierno. Quizá la realidad sea la mezcla de todas estas razones, con nuestros políticos…
 
El tema es que no nos importa el final del servicio militar obligatorio sino sus orígenes y, para ello, el primer hito está en el siglo XV cuando el cardenal Cisneros buscaba tener un ejército permanente que se impusiese a las tropas señoriales medievales; Carlos V y Felipe II consolidaron los dos sistemas de reclutamiento clásicos de la Monarquía: el voluntariado a través de banderines de enganche, y la leva forzosa, método empleado en contadas ocasiones durante el siglo XVI por el malestar social que generaba. En el siglo XVII colapsará el sistema de subcontratar la recluta con asentistas por la subida de los costes y la crisis demográfica de Castilla. Una pena porque las ventajas de los voluntarios eran evidentes: sólo afectaba a los que querían -o necesitaban- ir a la milicia sin molestar a los trabajadores o agricultores. De hecho, esta era la cantera de donde procedían los clásicos batallones de mercenarios que flameaban las banderas de la corona española: irlandeses y suizos. Pero, siendo la preferida, era cara. Una alternativa para surtirse de soldados eran las levas forzosas de vagabundos, presos y ociosos. Se recurría a este método cuando se necesitaban grandes contingentes para hacer frente a enemigos en el propio territorio español, pero evidentemente no eran soldados útiles.


La llegada de los borbones en el siglo XVIII trajo reformas en el reclutamiento implantándose métodos coercitivos –e impopulares- de incorporación a filas olvidando potenciar el prestigio de la carrera militar entre el pueblo llano. Tendremos un primer intento de imposición de servicio militar obligatorio a partir del año 1734. El repartimiento de reclutas lo hacía el Consejo de Castilla en función de la población de cada provincia castellana, si bien eran las instituciones locales las encargadas de su ejecución. La forma en que se conseguían los soldados no estaba reglada por lo cual las ciudades enrolaban vagos o maleantes, pedían voluntarios, pagaban sustitutos o entregaban un dinero al Consejo de Castilla. Solo en el caso de no existir un número suficiente de voluntarios, o no disponer el municipio de la cantidad económica solicitada, se acudía al sorteo. Método fraudulento y rechazado por los grupos populares. El sistema, para más inri, tenía una serie de irritantes exenciones de tipo nobiliario, laboral (oficios “útiles”) y territorial (Cataluña y País Vasco). Estamos ante un sistema coercitivo que introdujo en el ejército a los que no podían eludir el sorteo mediante dinero, fuga, sustitución por un recluta a cambio del pago del dinero acordado, sobornos, automutilación, deserción una vez incorporado a filas, etc. Tocarles en el sorteo les obligaba a servir durante un mínimo de cinco y un máximo -teórico- de ocho años en función de la ordenanza, y en unas condiciones de vida durísimas, siempre con la amenaza del estallido de una nueva guerra. El sistema de sorteo de quintos, afortunadamente, solo se ejecutó en 1771, 1773, 1775 y 1776. En las últimas décadas del siglo XVIII, el sistema de reemplazo anual parecía haber sido erradicado definitivamente; los soldados se reclutaban recurriendo a prácticas antiguas. Las causas que llevaron a evitar la quinta fueron, sobre todo, los fraudes sistemáticos, el alto porcentaje de exentos, los perjuicios a la agricultura y la elevada mortandad.
 
El 27 de octubre de 1800 se aprobó una nueva ordenanza que perfilará las futuras características del sistema, marcadas por la sombra de la Revolución Francesa y las guerras consecuentes. En ella se marca el servicio obligatorio periódico como una contribución más del populacho y se regularizó el sistema de quintas. Esta Ordenanza trató de corregir las deficiencias existentes en las normas sobre reclutamiento aprobadas en 1770 y 1773, y se enmarcaba dentro del amplio conjunto de reformas modernizadoras impulsadas por Godoy.

 
En este sistema todo empezaba con la elaboración del padrón de vecinos para saber el número de mozos en edad militar. Tras este acto se reunía todo el Ayuntamiento, incluidos síndico y diputados del común, así como el párroco y un vecino, “persona honrada”, de cada lugar o aldea. El párroco hacía las veces de fedatario de la limpieza del proceso. En esta reunión el escribano daba lectura del padrón, anotándose en el mismo los vecinos que gocen de la condición de hijosdalgo y los ordenados y extendía acta anotándose en ella las posibles protestas de los concurrentes al acto y señalando la condición de privilegiada de aquellos miembros del estamento nobiliario. Con los padrones locales se elaboraría el padrón general de la provincia, y el de todo el reino. El padrón se actualizaba cada diez años.
 
La siguiente fase del proceso era determinar el reemplazo a repartir entre los distintos pueblos según su población. Las características a cumplir por los mozos entre los que hacer el sorteo solían ser: solteros entre los diecisiete y los treinta y seis años cumplidos, superiores en altura a 1`625 metros, y que no estuviesen eximidos o excluidos por algún motivo. Anotamos que lo de la altura era un valor relativo porque si no había suficientes mozos por encima de la talla legal, pues, se bajaba media pulgada. Y en tales casos, "los que tuvieren talla cumplida serán soldados todos sin entrar en suerte, porque aquí no cabe; y solo para llenar el contingente entrarán después a sortear, por el número que falte, los de menor talla". Se incluían los viudos sin responsabilidades, pero no “los negros, mulatos, carniceros, pregoneros, verdugos, y cualquiera en quien por sentencia de tribunal se haya ejecutado pena infame”. Entonces, ¿la perpetración de un delito podía ser un medio para librarse del servicio militar? Pues…

 
A su vez, se prohibía a los jóvenes que saliesen de su lugar de residencia sin una licencia expedida por el Justicia de la localidad. Este documento debía incluir el nombre del individuo a quien afectase, su futuro lugar de trabajo, y señalar el nombre del padre, hermano o pariente que le sustituiría en caso de que sobre él recayese la suerte de ser soldado. Si el fiador no era apto para el servicio se le exigirá al mozo una multa de 100 ducados y, en el caso de no poder pagarlos, cumpliría sus servicios como soldado de la Corona durante el doble de tiempo que establecía la orden para el soldado ordinario, es decir, unos dieciséis años.
 
Hecho todo lo anterior cada pueblo convocaba, mediante pregón, a los mozos alistados a que concurriesen al Ayuntamiento, para notificarles su inclusión en el alistamiento, escuchándose en el mismo acto las posibles reclamaciones. El paso siguiente era el tallaje de los mozos, anotando en el alistamiento aquellos que no cumpliesen los requisitos exigidos. Si existiese alguna reclamación se volvería a tallar al mozo en cuestión. Gracias a Dios los jueces, como en otras partes del proceso, admitían sobornos. Supongo que por eso se obligaba a asistir al acto a los ciegos, cojos, mancos, baldados y estropeados, y a los enteramente inútiles para la guerra, poniendo en el alistamiento nota expresa del defecto al lado del nombre de cada uno. Traducido: se obligaba a asistir a todos ya fuesen posibles futuros soldados o no. Por su propio interés. Y sabían que tendrían que estar pendientes del proceso un máximo de tres días. El tallaje comenzaba, una vez excluidos los “notoriamente inútiles”, con la lectura de la ordenanza completa, para que nadie pudiese alegar desconocimiento de la misma. Se señala también que no se daría por exento a nadie que lo hubiese sido en sorteos anteriores, “porque la causa de exención ha de subsistir, y se ha de reconocer y declarar al tiempo del actual”. Serían “peritos jurados y fidedignos” dos profesores de medicina o cirugía llamados expresamente al acto para que examinasen a aquellos que alegasen ser inútiles para las armas. No se admitía ningún certificado médico de fecha anterior y estaba prohibido expedirlos en tiempos de sorteo. Y había sanciones a los doctores mentirosillos. Las solicitudes de excepción se realizaban mientras durase el juicio, debiendo estar presente -o representado- el interesado, sin existir la posibilidad de alegación una vez hubiese finalizado éste. Terminado el juicio de excepciones, “el Escribano de Ayuntamiento lo pondrá por diligencia a continuación de las excepciones que se alegaron por los mozos. Además, y como aviso final, se indicó que los mozos solteros que, siendo hábiles para el servicio, alegaren excepciones falsas, achaques o accidentes que realmente no padezcan, cumplirían de forma obligatoria el servicio de las armas, adscribiéndose al cupo asignado a su localidad de residencia”. Es decir, sumados a los que saliesen soldados por el sorteo.


¿Qué exenciones teníamos aparte de las físicas? Primero, la clase social o condición del mozo: nobles, hidalgos, religiosos… Claro que se espera de los hijosdalgo y demás nobles que se presentarán voluntariamente cuando la corona les necesite. Otra exención procedía de la importancia para el Estado del oficio desempeñado por el mozo. Las había por matrimonio reciente, hermanos sirviendo a la patria o haber servido ya en el ejército. Por último, nos encontramos con exenciones relacionadas con las necesidades familiares del mozo, como era el caso de los hijos de viuda y de otros supuestos en los que el mantenimiento económico de la familia dependía del joven quinto.
 
Podemos poner como ejemplo el tallaje que se realizó en Villarcayo para los mozos de Villalaín y Escanduso para un único reemplazo. Presidía el proceso de selección el corregidor Antonio del Campo. La hora en que fueron citados todos fue a partir de las 10 de la mañana del día 31 de marzo de 1816. Se cumplió lo que hemos ido describiendo arriba. Los regidores presentaron a los mozos de sus respectivos pueblos dando razón de los ausentes. Los encargados de tallar a los muchachos fueron el sargento Juan Fuente y el cabo Juan Abascal que escucharían con detenimiento las exenciones para el sorteo de esa misma tarde. Y empezaron las escaramuzas de los alcaldes de cada pueblo para proteger a sus muchachos. El de Villalaín, Manuel Gallo, protestó diciendo que no debían participar en el sorteo los de su pueblo porque Escanduso no había dado soldado desde su asociamiento. Como ya habréis supuesto, no le hicieron ni caso.


Los mozos de Villalaín fueron los siguientes:
 
  • Manuel Díaz Saravia, hijo de Francisco, de edad de 21 años. Su estatura era de 5 pies y media pulgada (casi 1`60 m). Dijo que se hallaba “agraciado por S. M. para subteniente del regimiento Provincial de Orense” y que acreditó con dos cartas. Pero por no ser documentos justificativos fue incluido en el sorteo. Protestó para que no le perjudicase la decisión.
  • Gregorio Díaz Saravia, otro hijo de Francisco, de 19 años y 5 pies y 2 pulgadas, quien dijo ser oficial mayor en la Escribanía del Número de Villarcayo dependiendo de Anastasio Alonso de Porres. Sin embargo, se le mandó incluir y declaró hábil con la consecuente protesta de Francisco.
  • Manuel y Pedro Diez de Incinillas, hermanos, hijos de Pedro, aquél de 17 años y éste de 23 años. Se expuso por el padre que no debían ser incluidos por ser él sexagenario e imposibilitado para poder acudir a labrar con sus dos yuntas de bueyes. Y que, aunque tenía otro hijo de catorce años, este no era capaz de manejar ninguna de ellas. El Corregidor le permitió a Pedro sacar del sorteo a uno de ellos. Eligió a Manuel. ¡La cara de Pedro, el joven, mientras le tallaban debió ser un poema! Este Pedro medía poco más de 5 pies. Aun así, Pedro -el padre- protestó expresando que Manuel no veía de noche, y que Pedro en ocasiones no se hallaba en su cabal juicio.
  • Manuel Carriazo, hijo de Francisco, edad 23 años, a quien se declaró por exento por ser el padre sexagenario; tener 2 yuntas de bueyes de labor y tierra suficiente para ellas; y tener solo otro hijo de 14 años.
  • Juan de la Peña, hijo de Francisco, al que se declaró inhábil por no dar la talla. Su otro hijo, Manuel, estaba empleado en el Real servicio, por lo cual no se le incluyó en el sorteo.
  • Pedro Rasines, hijo de Pablo, quien se libra por falta de talla.
  • Alfonso García, huérfano, natural de Villalaín, de 17 años cumplidos. Su curador Ignacio de la Peña expuso “hallarse vecino contribuyente de dos años a esta parte y tener sembrado en este presente”. Y, sin embargo, el Corregidor lo incluyó constando las protestas del curador. Y tallado que fue, le faltó media pulgada, pidiendo los demás interesados que se le volverse a medir en Laredo.
  • Manuel y Francisco González, hijos de Francisco, de edad de 23 años el primero. Tras tallarles, resultó inhábil Francisco por falto de talla, y hábil Manuel, que tiene 5 pies.
  • Juan y Francisco Severo, hijos de otro Francisco, inhábiles por bajos.
  • Hilario Rueda, ausente en tierra de Madrid, de 25 años.
  • Robustiano Martínez, huérfano, natural del pueblo de Cigüenza, de 19 años, criado de Francisco Cotorro, vecino de Villalaín. Este chico, tres días antes de este proceso, se había largado sin concluir el año de trabajo acordado. Por ello, se quería que se le declarase como soldado “a suerte conocida” por el pueblo de Villalaín. El Corregidor mandó incluirlo con los demás mozos en el sorteo, sin perjuicio de lo que se decidiese después en Laredo.
  • Miguel Ruiz, hijo de María Martínez viuda, que estaba en la villa de Durango como criado postillón con el Maestro de Postas de allá, se presentó certificación para no incluirle… pero fue incluido y María Martínez protestó.

 
Por altura fueron declarados inhábiles Matías Gutiérrez, Juan de Para, Esteban Ruiz, Aniceto González (ausente, a quien no se incluyó por manifestarse por los propios interesados ser falto de talla), los hermanos Tomás y Mateo Carriazo, Manuel García, Miguel Terrones y, por último, Isidoro Ruiz, criado de su servicio, natural de Santa Olalla de Valdivielso. También se vio excluido Manuel Gallo “por impedido de sus miembros” (¿el alcalde de Villalaín? ¿Su hijo? No hay explicaciones de quién es), Valentín Terrones que está “en el real servicio”; Ramón de Salazar, huérfano ausente, “por haberse manifestado tener 40 años cumplidos”.
 
Teníamos 27 alistados, 20 quedaban libres de sorteo, y de ellos 15 por cortos de talla. Seguramente Robustiano se largó porque no sería rechazado. Lo que sí fue rechazado por el Corregidor fue la pretensión de los demás de declararle soldado sin sorteo. En cuanto a los siete sujetos a sorteo, solamente tres lo admitieron sin protestar. Estaba claro que no había mucho “Ardor Guerrero” entre los mozos de Villalaín. ¿Y Escanduso? De allí, una población pequeña, se presentaron dos mozos: Miguel Ruiz Trechuelo, hijo del regidor del lugar, que a pesar de tener 18 años le faltaba una pulgada para la talla; y Juan López Brizuela, que sólo medía 1`16 metros, un enanito para hoy, pero tengamos en cuenta que la mala alimentación afecta al crecimiento y estos muchachos habían sobrevivido a la guerra de Independencia. La parte del acto correspondiente a aquella mañana se cerró con la lectura del alistamiento definitivo, declaración de exenciones y ratificación de protestas y reclamaciones. La asamblea se disolvió hasta la tarde.

 
Los no exceptuados se veían obligados a “disfrutar” del sorteo de quintos. En el sorteo, el síndico o un regidor del Ayuntamiento, procedía al “encantaramiento”. Se introducía el nombre de los mozos sorteables en una bolsa o cántaro, previa lectura de los mismos. Teóricamente, no se incluirían los nombres de los prófugos y huidos. En otro cántaro se introducirían el mismo número de papeles que de mozos a sortear conteniendo la palabra “soldado” el número de quintos asignados al cupo y quedando otras en blanco. Después dos niños sacaban los mismos papeles de cada cántaro, una por una, asignando a cada mozo bien la cédula con el concepto “soldado”, bien la cédula en blanco. Todos los jóvenes se podrían acercar a observar sus cédulas para comprobar la legalidad del acto, mientras que el escribano redactaría los resultados del sorteo en los autos de alistamiento. Una cosa muy curiosa es que ningún sorteo era declarado nulo por la inclusión indebida de algún mozo. Pero si faltase alguno por incluir se declararía nulo el sorteo y se repetiría el acto -en principio a los tres días- después de que los Justicias recibiesen la orden de hacerlo. Incluso la anulación de los sorteos se constituía en un método para retrasar la entrega de los cupos. A veces, el conocimiento de la existencia de alguna irregularidad era ocultada por el mozo a la espera del resultado del sorteo. Si éste le era desfavorable realizaba la reclamación con lo que se tenía, inevitablemente, que realizar la repetición del mismo. Si por el contrario la suerte le era favorable se callaba como un muerto.

 
Sabiendo esto pasamos a la tarde del día de nuestro sorteo en Villarcayo. Supongo que los mozos a sortear no disfrutarían de su almuerzo. A las 15:00 horas, en la misma Sala de Ayuntamiento, y bajo la presidencia del Corregidor, “con asistencia del Doctor D. Manuel Rodríguez Galaz, presbítero, Cura beneficiado más antiguo de esta villa” uno de los procuradores síndicos generales, un sargento y un cabo, en presencia del mismo escribano Cecilio Regúlez, se procedió al sorteo de uno entre los siete mozos útiles según la liturgia que hemos explicado. Los niños entregaron, uno por uno, los papeles al párroco que las leía ante el público asistente:
 
Miguel Ruiz                               Blanca
Manuel Diaz Saravia                  Blanca
Manuel González                      Blanca
Hilario Rueda                            Blanca
Robustiano Martínez                Soldado
Gregorio Díaz Saravia               Blanca
Pedro Diez Incinillas                Blanca

 
El Corregidor no quedó contento con que saliese soldado el prófugo. A pesar de lo que hemos dicho y, por ello, se repitió. La diferencia la tenemos en que “soldado” se cambiaba por “primer soldado substituto”. El resultado fue el siguiente:
 
Manuel González                       Blanca
Gregorio Diaz Saravia               Blanca
Manuel Diaz Saravia                  Primer soldado sustituto
Miguel Ruiz                                Blanca
Hilario Rueda                             Blanca
Pedro Diez de Incinillas           Blanca
 
Ya había, pues, quien sirviera por el prófugo. Todo arreglado. O no. Los Diaz Saravia figuraban entre los protestantes de la mañana. En atención a lo cual -no tener líos- y acabar la jornada con un soldado no problemático el Corregidor ordenó repetir, otra vez, el sorteo. Ahora se introdujeron en uno de los dos cántaros cuatro bolas al separarse Gregorio Diaz Saravia, como hermano de Manuel, el primer soldado substituto.
 
Hilario Rueda                             Blanca
Manuel González                       Segundo soldado sustituto
Pedro Diez Incinillas                 Blanca
Miguel Ruiz                                Blanca

 
Y como Manuel González no había formulado protesta alguna, pues, se convirtió en soldado. A la espera de la conclusión de las protestas a formular en Laredo por Manuel Díaz Saravia, claro.
 
El corregidor elaboraría un documento con los nombres de los mozos que salieron en suerte en un plazo máximo de quince días. Con los testimonios remitidos por los pueblos los intendentes elaborarían un informe sobre la situación de su provincia en materia de reclutamiento, donde se indicarían, en cuatro columnas, los siguientes aspectos: nombre de la localidad, número de mozos alistados en cada una, jóvenes que quedaron exentos y los que tienen la obligación de servir en el Ejército de la Monarquía. Este informe se remitiría al ministerio de la Guerra y un duplicado a la Intendencia del Ejército en su provincia correspondiente. La ordenanza de 1800 prohibió el internamiento en prisión de los mozos elegidos en el sorteo, ya que su honradez había quedado demostrada con la asistencia al acto. No como Robustiano Martínez. Encerrarles era una práctica habitual para evitar la huida de los nuevos soldados para los siguientes ocho años. Aun así la Ordenanza de 1800 determinaba quienes eran prófugos -por si acaso-: prófugo era todo aquel que le había tocado la suerte del soldado y no había acudido el día señalado para ir a servir a su plaza; aquel que saliese de su localidad de residencia sin la autorización correspondiente cuando ya se hubiese publicado la orden de reemplazo en la capital de provincia; aquel que, sin haber abandonado su lugar de residencia, no se presentase a los distintos actos que se celebrasen a lo largo del proceso; y aquel que, habiéndole tocado suerte de soldado, se fugare u ocultare, y no se presentase para ir a servir su plaza. Pillarlos dependía de los Justicias. Una vez capturado, según fuese apto o no apto y dependiendo de si se entregaba o era capturado, purgaba diferente pena: 16 años de “mili” o una multa de 30 ducados.

 
El 1816 se mantenían los tres sistemas habituales para conservar los efectivos del ejército al completo: quintas, voluntariado y levas forzosas. Pero el que más incidía en Las Merindades eran las quintas dado que difícilmente se realizaban levas o se encontraban voluntarios.
 
 
Bibliografía:
 
“La celebración de quintas, una cadencia temporal en la España del antiguo régimen”. Enrique Martínez Ruiz.
“Papeles viejos de Castilla-Vieja. Crónicas de ayer en el archivo de Villarcayo”. Jesús Moya.
“Élites y quintas: el debate parlamentario sobre el reclutamiento militar durante el siglo XIX”. Guillermo Revilla Marugán.

 

 

  

domingo, 16 de octubre de 2022

Valderías de Bricia: Llegando al corazón.

  
La frontera entre Burgos y Cantabria por la zona de Bricia es una broma de mal gusto donde la división administrativa se retuerce y los pueblos se acercan y alejan de la capital provincial de forma caprichosa. Esto le ocurre a Valderías que aparece al final de un meandro burgalés entre las aguas de Cantabria. Así Valderías y Linares de Bricia son burgaleses, pero Espinosa de Bricia es Cántabro. ¡Cosas del siglo XIX!

 
La primera mención a esta población, entonces llamada Valdelías, figura en el Becerro de Behetrías en 1350. Allí se declara que formaba parte del alfoz de Bricia y que había sido de realengo hasta que el rey Alfonso XI (1311-1350) se lo donó a su hijo don Tello, del que eran vasallos en ese momento. Pagaban al rey moneda y servicios, descartando el yantar y la fonsadera, y a don Tello martiniega y fuero. Eran nueve y cuatro maravedís respectivamente. Pero, realmente, no quiere decir que la población surgiese en ese momento, sino que sería bastante anterior. Sin contar que dentro del término de Valderías se localiza el yacimiento arqueológico de Peña Escrita. Es un afloramiento de arenisca en la ribera derecha del Arroyo del Pilón, afluente del Arroyo Riopanero. Este arroyo discurre por un corredor natural entre el monte Peña Escrita (899 m) al norte y la Peña de la Viga (893 m) al sur. Presenta planta rectangular, con paredes verticales de más de tres metros y una parte superior regular, lisa, ligeramente basculada hacia el río. En todas las paredes hay zonas aprovechables, pero son las orientadas al oeste y sur las que ofrecen una superficie más regular. Precisamente en esta pared sur, hacia el extremo este, y también en el ángulo sureste, se han identificado varios grabados.

Cortesía de María del Carmen Arribas Magro
 
Pero, volviendo a mediados del siglo XIV, el Alfoz de Bricia estaba compuesto por los lugares de Montejo, Espinosa, Campino, Bricia, Villamediana, Linares, Cilleruelo, Villanueva de Carrales, Valderías, Renedo, Vallosera, Lomas, Cejancas de Yuso, Cejancas de Suso y Barrio y muy probablemente los lugares de Allen del Hoyo, Quintanilla de Rucandio, Soto Rucandio y Riopanero. Puntualicemos que Valderías es el más meridional del alfoz de Bricia.

 
San Martín es el titular parroquial de su iglesia, su culto se generaliza entre los siglos V y VIII. Entre estos siglos nacerá la población. La iglesia, del siglo XVIII, tiene pocos testimonios románicos de principios del siglo XIII. Los que hay se sitúan en la fachada meridional y son dos aspilleras y una portada de arco de medio punto doblada sobre jambas y molduras con bocel de arista. El templo hoy está en ruinas conservando una parte de sus muros. En 1943 se derrumbaron el atrio y una capilla realizada en piedra de sillería. En 1986 se vinieron abajo dos tramos de la bóveda. Lleva mucho tiempo sin ser la iglesia del pueblo a pesar de que dispone de una posición privilegiada en el alto del asentamiento.

 
Las campanas estaban situadas en una espadaña de dos cuerpos, rematada en frontón y pináculos, con tres huecos y dos campanas. la pila de bautismo era lisa. En cuanto a sus libros parroquiales, hay uno “de fábrica” de 1884; los demás fueron destruidos en la guerra civil de 1936-1939.

 
En 1987 el vicario de la diócesis Vicente Proaño Gil inauguró un nuevo templo de Valderías en el lugar en que antaño hubo una fragua. Acompañaron al vicario Antonio Gutiérrez que era el párroco de Valderías y el padre Domiciano López Esculapio. La financiaron los vecinos y el arzobispado y la advocación es San Martín -obviamente- y San Juan Bautista, que era el titular de una capilla que se ha convertido actualmente en cementerio de Valderías. Es aquí donde debemos haber encontrado cuatro tumbas del siglo VII excavadas en la roca arenisca.

 
¿Qué quiere decir esto? Sabemos que San Juan (Bautista) era un despoblado que hoy está incluido en el término de Valderías. Su culto se generalizó entre los siglos V y VIII. Tenemos, por tanto, un yacimiento datado en la alta Edad Media. El yacimiento se localiza al fondo del valle que forma el arroyo Matacalera, en la parte posterior del cementerio del pueblo, en un cruce de carreteras. El poblado contaría con una iglesia, bajo la advocación de San Juan, cerca de las sepulturas. Pudo haber sido esta iglesia el actual cementerio como ocurre en otros casos el Las Merindades. Anotaremos que en 1709 la ermita de San Juan permanece en buen estado.
 
En 1587 figuran catorce vecinos -que no personas- y se incluyen en el arciprestazgo de Santa Cruz con Bárcena. En 1591 no aparece en el Censo de la Corona de Castilla, en ninguna de las provincias.

 
Para 1752 tenemos el catastro del marqués de la Ensenada. Hasta Valderías se desplazó Felipe López que era el delegado del catastro para la zona. Se juntó con Pedro Gómez y Nicolás Sainz, lugareños, y con el cura beneficiado Juan de la Peña y único sacerdote del lugar. Dejaban constancia de que la localidad pertenecía al alfoz de Bricia. Las tierras eran de secano “sin que sirva para hortaliza ni de maíz”. Informaban que dejaban tierras en barbecho y que había prados regaderos para yerba. Y centeno. Había un molino que era de José Gómez y Gerónimo Gallo. Tenían bueyes y vacas de labranza, ovejas, cabras y cerdos para el consumo.
 
El número de vecinos era de cinco que se repartían ocho casas habitables y cinco en ruinas. Eso era todo. Bueno, estaba la iglesia porque no había ni tabernas, ni hospitales, ni conventos…

Casona noble con ventanas labradas.
 
El catastro nos da una serie de nombres de vecinos del pueblo: Santiago Alonso, Francisco Gallo, Agustín y Rafael Gómez, Clemente López, Gerónimo Gallo, Pedro de Villanueva (que era, además, carretero). Principalmente eran agricultores y pequeños ganaderos.
 
Sebastián de Miñano y Bedoya nos recopiló en su diccionario de 1826 la situación de estos reinos y sobre Valderías nos cuenta que pertenece al arzobispado de Santander -¡qué sorpresa!- y que tiene once vecinos que se transforman en cuarenta y cuatro habitantes. Recalca que producen hierba y centeno.

 
En 1848 salió el diccionario Madoz y contaba sobre Valderías: “en la prov., aud. terr., c. g. y dióc. de Búrgos (11 leg.), part. jud. de Sedano (3), ayunt. de Alfoz de Brícia (1); Sit. en una cañada rodeada de cerros, con buena ventilación, y clima sano; las enfermedades comunes, son reumas y catarros. Tiene 23 casas, y una igl. parr. (San Martin) servida por un cura párroco. El térm. confina N. La Lastra; E. Presillas; S. Repudio, y O. Cejancas; en él se encuentra una ermita dedicada á San Juan. El terreno es de ínfima calidad; su monte está poblado de robles y mata baja. Los caminos son locales, prod.; centeno, patatas, lino y pastos; cría ganado lanar, cabrío y de cerda; caza mayor y menor, pobl.: 15 vec, 73 alm. cap. prod.: 176,000 rs. Imp.: 17,748”.
 
Frutos Arroyo Calzada, de 25 años, era el sacerdote de esta población en 1860. De 1863 sabemos que el cura beneficiado de Valderías era Bernardo Gil y Gil, de 33 años, que cuidaba de las almas de los 85 residentes en el lugar. En 1872 en sacerdote será Juan Sedano, de 37 años.

 
En 1881 tenemos la foto siguiente: “L. Agreg. al ayunt. de Alfoz de Bricia, cuya casa consistorial está en Barrio de Bricia, otro de las que forman este ayunt. y del que dista la localidad que describimos 6´9 km. Cuenta sobre unos 60 hab. y 19 edif., de los que 5 están inhabitados.- Org. Civ: Corresponde á la prov. de Burgos y contribuye, con su ayunt., para las elecciones de diputados provinciales y las de Córtes.- Org. Mil. C. G. y G. M. de Burgos.- Org. Ecle. Pertenece a la dióc. de Burgos y al arciprestazgo de Arreba. Tiene una iglesia parroquial, dedicada a San Martin, obispo, cuyo curato es de categoría rural de segunda. -Org. Jud. Hállase adscrito al part. Jud. de Villarcayo y a las aud. de lo criminal y territ. de Burgos.- Org. Econ. Para el pago de contr. depende, con su ayunt., de la Delegación de Hacienda de su prov.-S. Pub. Recibe y expide la corr. por el camino de Burgos á Sedaño, car. de Quintanilla de Escalada. -Obras Públicas y med. de com. Para sus transportes y relaciones, utiliza los caminos que cruzan su tér. -Ins. Púb. La escuela radica en la cabecera de su ayunt. Ind. La única ind. de esta localidad es la agrícola. Pob. Ninguna importancia ofrecen los edif. que la forman. -Sit. geog. y top.”


En los años siguientes a esta mención del diccionario Riera comprobamos la ausencia de servicios en el pueblo de Valderías. Para sus necesidades debían desplazarse o dar aviso a Alfoz de Bricia, a siete kilómetros, donde estaban los médicos -como Aquilino Estébanez y Juan Huidobro o Demetrio Gómez en otro tiempo - o los veterinarios. Como nota curiosa diremos que el “Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración” hace que este alfoz “salte” un par de veces entre el partido judicial de Villarcayo y el de Sedano (hoy desaparecido).

 
En 1894 vivían 99 personas y en 1900 eran ochenta personas. ¡Cosas de que revisemos diferentes fuentes! Ante tal número de vecinos, y sus hijos, se necesitaba instruir a la juventud para lo cual acudieron sucesivos maestros como José Puente García en 1902. El Anuario Riera deja constancia de que en 1904 había 94 personas -más imprecisiones- por lo cual se necesitaba del profesor Celso López para instruir en la escuela mixta. Aguantó hasta 1905-1906 cuando entra Paco Blasco. Lamentablemente en las publicaciones de la época aparecen varios nombres de maestros para Valderías en 1906: Antonio Martín, Hipólito Enciso, Juan F. Amorós. ¿Por qué? No les sabría decir a ciencia cierta, pero, ajustándonos a lo que ocurre hoy, casi diría que… no les gustó el destino y buscaron alternativas. ¡No sabían lo que se perdían! Otra guía nos dicen que hay ochenta y tres vecinos en 1906, cifra que se mantiene en 1908 cuando el párroco volvió a ser un ya mayor Bernardo Gil y el maestro era Francisco Blasco. Parece que había una tienda de vinos que regía José Somavilla. Entre 1908 y 1909 la instrucción estuvo en manos de Julia Tejada Sedano. Sí, una señora que marchará en 1923 para Cilleruelo de Bricia. Y en 1909 da clases Saturnino Parte. Sabemos que en 1911 seguía. En 1924 entrará como maestra Hermerinda Laurín -o tal vez Josefa Sáinz Gil-. Se siguió moviendo la silla dado que en 1926 tenemos como maestra interina a Segunda Sáinz González. Luego fue nombrada, como interina también, Emiliana López. Y, después, la interina Sofía López Ruyales. Todas sin salir de 1926. ¡Espera! Todavía hay una más: Hilaria Porres Serna. De 1926, claro.

 
Para 1927 figurará en este pueblo Juana González Moreno. En 1930 obtuvo el cargo de maestra Cándida Benita de la Fuente Martínez. En 1931 era nombrada como maestra de Valderías María de la Concepción López. En 1941, tras el expediente de depuración correspondiente, daba clases allá Antonia Árias Parra.
 
La prensa del siglo XX nos da retazos de la vida de este pueblo, claro que no los mejores. Conocemos a Ulpiano Gómez Gallo porque arreó una pedrada al pastor Ireneo Pérez en 1912. O a Silverio Sedano (1914) que estaba loco para el sentir popular. O al generoso Juan López Lucio (1916) que aparece dando un donativo.

 
Todo parecía ir bien, pero llegó otra guerra civil y luego la emigración hacia las grandes ciudades que llevó a que el censo de 1950 redujese el número de residentes a 64 personas que se distribuían en 17 viviendas. Y eso que el 13 de mayo de 1955 se inauguró en Barrio de Bricia una casa de médico y llegó la luz eléctrica a Valderías. Se acercó el Gobernador Civil a la inauguración y el asunto se publicó en el “Diario de Burgos”. Allí recibió a esta y otras autoridades provinciales el presidente de la junta local Eutiquio Pérez, el párroco Nicanor González y la maestra nacional Filomena Moro. Vamos, las fuerzas vivas del lugar. ¡Y todo para bendecir un transformador!

 
El último curso en Valderías fue el de 1965-1966. En el año 2000 figurarán cuatro personas censadas. Y en 2015 tres.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de Ultramar” publicado bajo la dirección de Pablo Riera y Sans.
“Amo a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración. 1884
Indicador general de la industria y el comercio de Burgos (1894)
Estadística Arzobispado de Burgos.
“Censo de población de las provincias y partidos de la corona de Castilla”.
“Nomenclator de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España formado por el Instituto Nacional de estadística con referencia al 31 de diciembre de 1950”.
“Burgos, todo románico”.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
Revista “El Magisterio español”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “El Papa-moscas”.
Revista “El defensor escolar”.
Boletín Oficial de la provincia de Santander.
Página web de la Diputación Provincial de Burgos.
Blog“Tierras de Burgos”.
Becerro de Behetrías.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1846-1850)” – Pascual Madoz.
“Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal (1826-1828)”. Sebastián Miñano y Bedoya.

Para Alfredo.
 

domingo, 9 de octubre de 2022

Las crónicas de Güilliam de Canford. Cuarta crónica: Los bastardos legítimos.

 
 
Esta, creemos, será la última crónica de este arquero, un remedo de james Bond a la fernandina, por lo menos en Las Merindades. Lo digo porque ya se descubre la misión ordenada por Fernando II de Aragón, que no les desvelo a pesar de los meses pasados desde la publicación de esta obra.
 
En esta aventura a Güilliam le sigue acompañando La Gatusa como contrapeso y réplica. Miguel Ángel Lamata refiere que “Daniel Bilbao ha logrado la receta literaria perfecta: la intriga de “El nombre de la rosa” con un delicioso toque de la picaresca española y sutil aroma a lo Monty Python”. Y yo respaldo esas palabras. Es una obra que disfrutarán.

 
Distribuido a lo largo de esta pieza literaria reconoceremos guiños a obras literarias que se escribirían en su próximo futuro tales como “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” o “El mercader de Venecia”.
 
Visitaremos Puentedey, Villarcayo, Cidad de Valdeporres, recorreremos el cañón del río Nela, Valdenoceda, la subida a Las Mazorras -¿por El Almiñé?-, Pesadas y una picante aventura en Cernégula (el pueblo de las brujas). Conoceremos los usos internos de las casonas rurales y sus vínculos y dependencias; relaciones de sangre; alianzas económicas entre nobles locales; y enfrentamientos donde las refriegas, desapariciones y asesinatos están a la orden del día.
 
Veremos junto a la muerte, la sangre, una investigación legal y una explicación didáctica de la significación de lo que era ser bastardo en las postrimerías del siglo XV en Castilla. Y, es que, había bastardos conocidos, bastardos reconocidos y bastardos desconocidos.

 
Léanlo y pasen un buen rato. Total, sólo perderían alrededor de catorce euros, que con la inflación actual en España no es nada.

domingo, 2 de octubre de 2022

Alfonso VIII, hacer las Navas de Tolosa y morir (1195-1214).

 
 
“Al perro flaco todo son pulgas” dice el refrán y esto le pasaba a Castilla tras el desastre de Alarcos. Alfonso VIII estaba enfrentado a los otros reinos cristianos peninsulares y sin casi soldados. Vemos como Sancho VII de Navarra fortifica el castillo de Cuervo, próximo a Logroño, y desde allí lanza razias contra Soria y Almazán. Alfonso IX de León entra en la Tierra de Campos y llega hasta Carrión y Villalcázar de Sirga… ¡acompañado de huestes almohades!

 
Terrible situación que solo alegraba a los moros y que llevó a Alfonso II de Aragón a pedir que se reuniesen sus homólogos. ¿Por qué? Porque se sentía morir a pesar de no tener cuarenta años y deseaba hacer cosas por el bien de los cristianos y de su alma. La pista de su próxima muerte nos la da su peregrinación a Santiago de Compostela que hacían los reyes peninsulares cuando se les acercaba el fin. Entrado 1196, Alfonso II consigue una reunión en Tarazona y pacificar las fronteras… por poco tiempo. Esta postura se vio reforzada por la acción del anciano papa Celestino III -noventa años en 1196- que mantenía su programa de paz entre los cristianos y guerra contra el musulmán. Para ello, amenazaba a los cristianos con la excomunión para el que colaborara con los sarracenos. Esta política fastidiaba a Alfonso IX de León y favorecía a Alfonso VIII de Castilla.
 
Murió Alfonso II de Aragón y le sucedió su hijo Pedro II. Murió también el papa Celestino III y le sucedió Inocencio III. Nuevo papa que sus hagiógrafos definieron como joven jurista de familia aristocrática, enérgico y de una integridad moral ejemplar. Pedro II ratificó los pactos con Castilla e Inocencio III acentuó el programa cruzado de su predecesor. Todo siguió igual. Y Sancho VII de Navarra y Alfonso IX de León estaban mosqueados porque todo pacto entre Castilla y Aragón implicaba el reparto de Navarra. A partir de mayo de 1198, castellanos y aragoneses golpean las fronteras navarras. Alfonso de Castilla se queda con Miranda de Arga e Inzura.

 
Sancho de Navarra reacciona ofreciendo la mano de una hermana suya al rey Pedro II de Aragón. Era un matrimonio imposible por consanguinidad, pero sirvió para detener la ofensiva aragonesa y ganar tiempo. Los castellanos en los meses siguientes intensifican su actividad en Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Sancho se ve acorralado y entra en tratos con los almohades. El papa, en consecuencia, excomulgará al rey de Navarra. ¡¿Y al de Castilla no?!
 
Alfonso IX de León golpeaba Castilla con la seguridad de que la tregua con los almohades mantendría tranquila la frontera sur. A pesar del riesgo de excomunión. Para dejar clara su alianza, las huestes de Aragón y de Castilla entran juntas en la Tierra de Campos y toman varias plazas, mientras Alfonso VIII fortifica la Transierra. Sancho de Portugal, aprovechando que Alfonso IX ha terminado excomulgado, invade el territorio leonés. Disfrutarán de tres años de guerra (1196-1199). Tanto Castilla como León tenían un incentivo para pactar: guerreaban en dos frentes. Alfonso IX de León, 27 años, desposaría a la infanta Berenguela de dieciocho, la hija mayor de Alfonso VIII de Castilla. Berenguela aportaba como dote las fortalezas que Castilla había conquistado a León. Si el matrimonio tuviera un descendiente, esos castillos pasarían al hijo; si no, volverían a León. Mientras tanto, los castillos de la discordia serían gobernados por nobles castellanos y leoneses. Y ya estaban en paz estos dos Alfonsos.

Escudo de Sancho VII de Navarra
 
El matrimonio de Berenguela de Castilla y Alfonso de León fue “delicado” porque Alfonso era tío segundo de ella, de manera que muchos pidieron la nulidad del enlace. Entre ellos el resto de los monarcas cristianos de España que no querían un bloque de poder castellano-leonés. El papa anulará el matrimonio, y sanseacabó. Pero tuvieron un hijo legítimo: Fernando. Con un frente calmado, Alfonso VIII de Castilla insiste en ganar territorios al norte, los puertos vascos. Así, en torno a 1199, puede hablarse abiertamente de asedio en toda la línea de Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado. Sancho de Navarra busca ayuda entre los almohades Será en vano. Más aún, terminará preso en África, y es allí donde, ya entrado el año 1200, se entera de que Vitoria, San Sebastián y Fuenterrabía han caído en manos castellanas. Alfonso VIII tendrá más puertos comerciales y las rutas comerciales que pasaban por Vitoria.

 
En estos años, como en el resto de reinos peninsulares, Castilla tendrá una política de afirmación del poder regio frente a los magnates para lo cual recurre a la repoblación. Después de las campañas en tierra vasca, Alfonso VIII funda (o refunda) villas marineras en el Cantábrico, impulsa los centros urbanos en el Camino de Santiago y cubre de pequeñas poblaciones los espacios entre el Camino y el mar. Sus fueros contemplan con detalle las actividades comerciales y artesanales. Alfonso VIII estaba aplicando una tosca política económica orientada al comercio interior. En una fecha no distante a 1184, Castilla empieza a acuñar maravedíes de oro, como los andalusíes. Es también el momento en el que aparece en Castilla una ganadería extensiva que abarca desde el cauce del Ebro hasta el sur del Tajo. Desde este último río hacia el sur se optó por repoblar de mano de las órdenes militares. Desconfiaba Alfonso de nobles levantiscos y veletas en sus lealtades.
 
Desde 1198 Castilla y Aragón vuelven a ser aliados por el acuerdo de Calatayud, primero, y después el de Daroca, en 1201. Entre 1206 y 1209 se suceden los pactos de Castilla con León, desde el acuerdo de Cabreros hasta el de Valladolid. En 1207 Castilla firma igualmente paces con Navarra con los acuerdos de Guadalajara y de Mallén. Desde 1208 el heredero de Portugal, que reinará como Alfonso II, está casado con una infanta castellana, Urraca. En 1209 Navarra pacta con Aragón la paz de Monteagudo. La actividad diplomática es incesante. Pero, como hemos visto a lo largo de la historia contemporánea, los pactos no impiden tensiones ni guerras. A pesar de que los problemas entre los reinos siguen vivos, hay una voluntad de acordar. Quizá azuzada por el poder almohade que desde 1999 está gobernado por Muhámmad an-Násir, un hombre duro y fanático que ha jurado llegar a Roma y que su caballo abreve en el Tíber. El conocido Miramolín (por la fórmula árabe “Amir-al-muslimin”, emir de los creyentes) de las crónicas cristianas.

 
En 1210 expiraban las treguas almohaces con los reinos cristianos. Y los reinos españoles no podría hacer la guerra al moro si antes no arreglaban sus querellas. Pero estas no podían solucionarse si el papa no levantaba el veto sobre los matrimonios entre casas reinantes y otros pequeños asuntos como que un reino cristiano que se sintiese amenazado por otro pactaría con los almohades para mantener tranquilo, al menos, uno de sus frentes. Lioso. Y con excomuniones.
 
Los almohades atacan Barcelona ese 1210. Pedro II ha detenido la ofensiva y ataca la región valenciana. El papa ve que no es apoyado por los demás reinos hispanos cristianos que están en paz con los moros. Por ello Inocencio III no pide al rey de Castilla que declare la guerra a los musulmanes, pero insta a los obispos castellanos a que actúen para que Alfonso VIII no impida a sus súbditos correr en auxilio de Aragón. Dos vasallos del rey de Castilla, Alfonso Téllez y Rodrigo Rodríguez, atacan la frontera toledana y toman el castillo de Guadalerza. Hay incursiones castellanas en Baeza, Andújar, Jaén y la cuenca del Segura. El gobernador almohade de Jaén escribe al rey Alfonso VIII y le pregunta si ha decidido romper la tregua, porque, en ese caso, tendría que comunicárselo al califa. Puestos a elegir entre la tregua con el Miramamolín, que ya está a punto de expirar, y la obediencia al papa, los cristianos lo tienen claro.

Alfonso VIII de Castilla
 
En aquel mismo año la corte castellana envía una carta al papa. Pero firmada por el infante Fernando quien expresa al Pontífice su voluntad de combatir al islam “Deseando entregar a Dios omnipotente las primicias de su milicia, con el fin de exterminar a los enemigos del nombre de Cristo de las fronteras de su tierra, que habían ocupado impíamente”. Castilla guerreará al moro. El papa rogará a los obispos de España que insten a sus reyes a imitar el ejemplo castellano y concedan indulgencias a quienes participen en la batalla. Miramamolín vio claro lo que se estaba preparando.
 
Para inicios de 1211, los almohades concentran sus ejércitos en Marruecos. En Toledo, Alfonso VIII escribe al papa y le pide que envíe un legado para que le ayude a negociar el apoyo de los otros monarcas cristianos peninsulares. Inocencio III contesta en febrero de 1211 que no puede hacerlo pero que faculta al arzobispo de Toledo y a otros prelados para castigar con la censura eclesiástica a cualesquiera reyes cristianos que atacaran Castilla mientras ésta combate al moro. Miramamolín está cruzando el Estrecho de Gibraltar. Aún no ha empezado la primavera cuando las huestes de Castilla -sin subterfugios- golpean la frontera almohade. En mayo, Alfonso VIII y su hijo Fernando, al frente de las milicias concejales de Madrid, Guadalajara, Huete, Cuenca y Uclés, prodigan las incursiones en su frente este, la zona levantina, llegando hasta Játiva.
 
Miramamolín envía en septiembre de 1211 para arrasar la fortaleza de Salvatierra, defendida por los caballeros calatravos. Cayó tras cincuenta y cinco días de asedio. Esto causó conmoción en toda la cristiandad porque, a través de los cistercienses, la noticia se conoció en toda Europa. Gracias a esta situación, Alfonso VIII tuvo una rezón para pedir al papa que proclamara formalmente una cruzada en España.

 
Una cruzada significaría que miles de combatientes de toda la cristiandad acudirían a engrosar la fuerza castellana y que cualquiera que atacara Castilla durante la cruzada quedaría excomulgado. Es decir, bloqueaba a leoneses y navarros. En la predicación de la cruzada jugó un fuerte papel el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada. A partir de junio de 1212, y durante varias semanas, unos 30.000 provenzanos, italianos, lombardos, bretones, alemanes fueron llegando a Castilla y, junto a ellos, una ingente muchedumbre de mujeres, jóvenes y otras gentes.
 
Durante junio el jefe almohade avanzaba hacia Sierra Morena. En Toledo los cruzados europeos confluyeron con las tropas hispanas. Alfonso VIII de Castilla había movilizado todo lo que tenía: cerca de cincuenta mil hombres entre sus propias huestes y las milicias de veinte concejos castellanos. Estaban también las tropas de Pedro de Aragón, cerca de veinte mil hombres y las de Sancho VII de Navarra. Igualmente había caballeros de Portugal y de León, aunque sus respectivos reyes no participaron en la batalla. Los cruzados europeos salieron rana y no comprendían las “reglas de juego” de la guerra ibérica: no degollar a los vencidos, no atacar a los judíos, ser frugales… la mayoría retornó más allá de los Pirineos. Las tropas cristianas quedaron así reducidas a dos tercios. Aun así, Alfonso VIII de Castilla no detuvo la campaña: entre finales de junio y primeros de julio los cristianos recuperaron Alarcos, Caracuel, Benavente, Piedrabuena...

 
Julio de 1212. El ejército cristiano desciende desde La Mancha hacia los pasos de Despeñaperros. Al sur de la sierra, se acumula un ejército musulmán todavía mayor. El jefe musulmán dispone a sus tropas en torno a Despeñaperros para evitar problemas logísticos. Cuando los cristianos llegaron a las montañas, descubrieron que los pasos de Despeñaperros estaban tomados por los moros. ¿Qué hacer? Nada porque un providencial pastor -como en las Termópilas- informa a Lope de Haro, hijo del señor de Vizcaya, de la existencia de un paso desguarnecido conocido como Puerto del Rey y Salto del Fraile. ¡Qué conveniente! Resumiendo: los cristianos franquean Despeñaperros y llegan frente al ejército del Miramamolín.
 
De parte almohade combatieron más de cien mil hombres, y del lado cristiano unos setenta mil. Alrededor de la medianoche del día 16 de julio de 1212 estalló el grito de júbilo y de la confesión en las tiendas cristianas, y la voz del pregonero ordenó que todos se aprestaran para el combate del Señor. Luego se desplegaron las líneas para combatir. Allí estaban los príncipes castellanos Diego López con los suyos mandó la vanguardia; el conde Gonzalo Núñez de Lara con los freires del Temple, del Hospital, de Uclés y de Calatrava, el núcleo central; su flanco lo mandó Rodrigo Díaz de los Cameros y su hermano Álvaro Díaz y Juan González y otros nobles con ellos; en la retaguardia, el noble rey Alfonso y junto a él, el arzobispo Rodrigo de Toledo. En cada una de estas columnas se hallaban las milicias de las ciudades, tal y como se había dispuesto. El valeroso rey Pedro de Aragón desplegó su ejército en otras tantas líneas; García Romero mandó la vanguardia; la segunda línea, Jimeno Cornel y Aznar Pardo; en la última, él mismo, con otros nobles de su reino. El rey Sancho de Navarra, notable por la gran fama de su valentía, marchaba con los suyos a la derecha del noble rey, y en su columna se encontraban las milicias de las ciudades de Segovia, Ávila y Medina.

 
El Miramamolín juega sus piezas: una tropa más numerosa, sin caballería pesada, pero con formaciones muy ágiles que atacan a la caballería cristiana por los flancos y, sobre todo, con arqueros letales que desorganizan a la vanguardia enemiga. La caballería cristiana despliega refuerzos en los flancos para protegerla de ataques, los infantes combaten mezclados con los caballeros para que el ataque enemigo no desorganice a las gentes de a pie. La caballería española arrasó sin contemplaciones las primeras líneas de la fuerza mora, compuestas sobre todo por chusma voluntaria de la yihad. Pronto llegaron al pie de las lomas donde se hallaba la fuerza central del Miramamolín. Pero ése era el momento que el hábil moro esperaba: con la caballería cristiana cansada por la cabalgata y, ahora, combatiendo cuesta arriba, al-Nasir ordena la carga de sus veteranos almohades, que se lanzan pendiente abajo y chocan con los cristianos, los clavan en el terreno y empiezan a desorganizar sus líneas.

 
El centro del ataque castellano se mantiene. Eso sí, los de López de Haro atraviesan una difícil situación: rodeados de enemigos, en cualquier momento pueden convertirse en blanco de los arqueros moros. Alfonso VIII decide intervenir personalmente para dirigir la última carga. Una nueva masa compacta de caballería, salpicada de infantes y con el propio rey al frente, arrolla la línea de combate, disgrega la resistencia mora y se planta ante la última línea de defensa del Miramamolín. Es el palenque, una gruesa empalizada fuertemente amarrada con cadenas y protegida por una línea de guerreros enterrados hasta las rodillas. Eran los “imesebelen”, que quiere decir los desposados. Voluntarios fanáticos que habían jurado dar su vida en defensa del islam y que se hacían enterrar así, hasta las rodillas, para evitar la tentación de huir y asegurarse el sacrificio luchando hasta la muerte. Murieron, claro.

 
Los moros calculaban que pocos cristianos alcanzarían ese palenque, pero Alfonso VIII había calculado muy bien los tiempos y ordenó su última carga cuando a los moros les quedaba ya muy poca fuerza por movilizar, de manera que las tropas cristianas que llegaron hasta el palenque fueron muy numerosas y perforaron las defensas. Una vez dentro, los moros ya no tenían nada que hacer: los arqueros y los honderos no tenían espacio físico para usar sus armas, y nada podía oponerse entonces a una carga de caballería pesada. La escabechina fue terrible. El Miramamolín, derrotado, huyó a toda prisa a lomos de un burro. El arzobispo de Toledo y los demás clérigos presentes en el campo de batalla entonaron el Te Deum Laudamus.

 
La batalla de Las Navas de Tolosa fue fundamental en la historia de España, y de Europa. Cualquier intento musulmán por recuperar el terreno perdido quedaba definitivamente desarbolado. Los pasos hacia Andalucía eran, ahora, cristianos. Las querellas entre los reyes del norte se resolvieron en la euforia del triunfo.
 
En Al-Ándalus, las elites locales aprovecharon para manifestar su malestar con la prepotencia de los gobernantes bereberes. En África, mientras tanto, la derrota surtía el efecto letal de una maldición sobre el propio califa. Todo había terminado para Muhammad al-Nasir. Alfonso VIII no descansó y con el botín tomado al enemigo aprovisiona a su ejército y en un solo día lanza a sus huestes contra varios objetivos simultáneamente: Vilches, Ferral, Baños, Tolosa... Inmediatamente después la coalición cristiana llega ante Baeza y Úbeda, que son arrasadas. Detrás, en los castillos capturados, quedan guarniciones estables que se ocuparán de mantener firme la frontera. Una frontera que ya ha descendido definitivamente hasta la línea de Sierra Morena.
 
¿Acabaría Alfonso VIII la reconquista? Sabemos que no, pero había que preguntárselo. ¿Cuál fue la causa de perder esta oportunidad? Una feroz hambruna acentuada por una epidemia de peste aparecida ese mismo 1212. El invierno de 1213 a 1214 padeció severas heladas. Y de marzo a junio de 1214 se produjo una sequía que arruinó las cosechas. Pero, ¡¡¿Con quién estaba Dios?!!

 
Dadas las circunstancias el espíritu guerrero mermó mucho. Como la vida de los principales actores de esta tragedia. Muhammad al-Nasir, el Miramamolín, regresó a Rabat y poco después muere envenenado. Hereda su hijo de dieciséis años, Abu Yakub II al-Mustansir. Pedro II de Aragón también murió al año siguiente, en septiembre de 1213, en combate cuando asediaba la ciudad de Muret, frente a las huestes de Simón de Monfort. Cosas del lío cátaro. Alfonso VIII de Castilla falleció en octubre de 1214. Jiménez de Rada contó la muerte del rey Alfonso: “Habiendo cumplido cincuenta y tres años en el Reino el noble Rey Alfonso, llamó al Rey de Portugal su yerno para verse con él; y habiendo empezado su camino dirigido a Plasencia, última ciudad de su dominio, empezó a enfermar gravemente en cierta aldea de Arévalo que se llama Gutierre Muñoz, donde últimamente, agravado de una fiebre, terminó la vida y sepultó consigo la gloria de Castilla, habiéndose confesado antes con el Arzobispo Rodrigo, y recibido el sumo Sacramento del Viático, asistiéndole Tello, obispo de Palencia, y Domingo, de Plasencia”. Será enterrado en el real monasterio de Las Huelgas reales de Burgos.

Tumba de Alfonso VIII y su esposa
 
¿Quién reinará en Castilla? ¿Su primogénito Fernando? No, había muerto antes de la cruzada de Las Navas, en Madrid, a los veintitrés años, víctima de una enfermedad desconocida. Le seguía en la línea sucesoria el otro hijo varón de Alfonso, Enrique, que tenía diez años. La regencia la ejerció la reina Leonor de Plantagenet, que murió en noviembre de 1214. Sin problema, se buscó otra regente: la hermana mayor del rey niño Enrique. ¿Sin problema? Pues, no. Ella era la esposa anulada de Alfonso IX de León y madre de Fernando. Los Lara -¡siempre los Lara!- se oponen y maniobrarán para quedarse con la regencia de Castilla. Y los “antilara” también se alteraron. Castilla vivirá años de pactos y contrapactos. Los Lara intentarán, por dos veces, casar al niño rey Enrique. En el fondo eran esfuerzos baldíos porque la materia de sus negocios era un niño y un día de junio de 1217, con trece años, se peleaba a pedradas con otros críos en el palacio episcopal de Palencia. La buena puntería de uno de sus contrincantes lo mató con una pedrada en la sien. ¿Quién será el nuevo heredero? Berenguela. ¡¿Cómo se quedan?! Y ella tenía a su hijo Fernando, un mocetón de dieciséis años que podía ceñir sobre sus sienes las coronas de Castilla y de León. Berenguela prepara su lanzamiento con un matrimonio de campanillas con la princesa alemana Beatriz de Suabia, nieta de dos emperadores, Federico Barbarroja e Isaac II de Bizancio.
 
Con este giro de la situación, ¿qué pasaba con Alfonso IX? Estaba a sus asuntos, pero, fíjense, sólo tenía como heredero varón a Fernando, el hijo de Berenguela, convertido ya en rey de Castilla tras la asunción y posterior abdicación de su madre. ¿Iba a legar Alfonso IX el Reino de León a un rey de Castilla? Intentó cederlo a sus hijas Sancha y Dulce poniendo a la Orden de Santiago como garante de la herencia. Pero cuando muera Alfonso IX, en 1230, a Fernando III le costará muy poco hacerse con el Reino de León.
 
 
Bibliografía:
 
Podcast “Memorias de un Tambor”.
“Atlas de historia de España”. Fernando García de Cortázar.
Desperta Ferro ediciones.
“Moros y cristianos”. José Javier Esparza.