Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 18 de diciembre de 2022

“La Encomienda de Vallejo: Orden de San Juan de Jerusalén” escrito por Juan Luis García Ortiz de Taranco.

 
“Vita mortuorum in memoriaposita est vivorum”.
“La vida de los muertos consiste en la memoria de los vivos”.
 
La obra de Juan Luis comienza con esta cita de Marco Tulio Cicerón que siempre debe estar en el frontispicio de todo enamorado de la Historia -así, con mayúsculas- y que explica la pasión de este bilbaíno del Valle de Mena. Bilbaíno porque nuestro investigador nació en Bilbao en 1966 aunque su primera infancia transcurre en Villasana de Mena, de donde es oriunda su familia paterna. Después retornará a Bilbao. Ha estado vinculado al mundo del arte en el que trabajó durante años. De hecho, realizó una exposición individual en el verano de 2008 en la capilla del convento de Santa Ana de Villasana de Mena.
 
Una de sus pasiones, diríamos que la más evidente, es la historia del Valle de Mena. En el año 2013 publicó una enciclopédica obra titulada "Meneses con nombres y apellidos” y, ahora, en 2022, añade el presente trabajo: “La encomienda de Vallejo: orden de San Juan de Jerusalén”. Un título suficientemente descriptivo del contenido de la obra. Por cierto, el trabajo se extiende por las posesiones de esta encomienda que se extendieron más allá del Valle de Mena.

 
Juan Luis no se olvida de agradecer los apoyos de diferentes residentes para culminar este trabajo y reconoce verse reforzado por el deseo de “dar a conocer la historia del Valle de Mena y otros sitios que estén relacionados con dicho valle, con la meticulosidad que la concebimos, huyendo en este caso por ejemplo de las tan atractivas fantasías templarias o de cualquier otra índole”.
 
Es un libro atractivo tanto para los residentes en el Valle de Mena o de personas viviendo cerca de los lugares citados, como para todos aquellos deseosos de aprender las diversas facetas de la vida en siglos pasados en estas comarcas del norte de España. Al autor le asombraba lo poco que se conocía y se ha escrito sobre esta encomienda por lo cual lanzarse a esta aventura le resultaba atractivo.
 
La encomienda de Vallejo fue durante muchos siglos, aproximadamente 800 años, la institución más importante asentada en el Valle de Mena que cumplía una función de protección de los peregrinos que viajaban en dirección a Santiago de Compostela. Siendo esta función un elemento más para el debate existente en los últimos años sobre si el camino de Santiago pasaba por este valle o eran peregrinos aislados de camino a la ciudad del apóstol.
 
La cabeza de la Encomienda estaba en la iglesia-monasterio de San Llorente de Vallejo, o San Lorenzo como se le ha denominado modernamente. Esta fue una de las cuarenta y dos encomiendas que tenía la Orden de San Juan de Jerusalén en la “lengua de Castilla” como ellos organizaban sus delegaciones, y una de las más septentrionales que poseían en la Península Ibérica.
 
Entre las páginas de “La encomienda de Vallejo: orden de San Juan de Jerusalén” tendremos la ocasión de conocer a algunas de los comendadores, priores, capellanes, etc. que ejercieron en Vallejo. José Luis entiende que “si no se les conoce individualmente, con sus nombres y apellidos, queda todo como hasta ahora ha sucedido, en una sombra o nebulosa genérica irreal”.
 
Los capítulos que encontraremos en este trabajo serán:
 
  • Orígenes de la orden de San Juan de Jerusalén.
  • Trayectoria general de la orden en España.
  • Encomienda de Vallejo.
  • La iglesia – monasterio.
  • Bienes de la encomienda, según el Becerro de las Behetrías.
  • Bienes pertenecientes a la encomienda de Vallejo, en el valle de Mena según el apeo realizado en el año 1753.
  • Archivo de documentos y rendimiento económico.
  • Listado de comendadores y priores.
  • Apéndice documental, noticias varias sobre la encomienda.
  • ¿Camino de Santiago sí o no?
  • Mitos y leyendas.
  • Un Glosario de términos que ayudan al lector a conocer una serie de palabras que actualmente han caído en desuso.
  • Bibliografía para profundizar, y conocer, más de los diferentes aspectos que toca el libro.
 
Por último, hablar del trabajo fotográfico incluido que se compone de cerca de cien imágenes entre árboles genealógicos, esquemas y fotografías.
 
Pueden comprar “La encomienda de Vallejo: orden de San Juan de Jerusalén” en El Kiosko de Villasana de Mena.
 
 

domingo, 11 de diciembre de 2022

Cuernos, cuernos, cuernos siempre tan modernos (Sabina dixit).

 
 
Las pequeñas historias humanas de nuestros antepasados difícilmente nos suelen alcanzar porque muchos de los documentos en que se registraban se tiraban o, cuando se guardaban, terminaban siendo alimento de ratones. Sin olvidarnos los casos en que se conserva suficientemente bien estos expedientes, pero no están siendo conocidos por el público dado el gran coste que tendría su escaneo y catalogación informática. Supongo que los políticos tienen otras prioridades como, yo qué sé, ¿subirse los sueldos?

 
Ironías aparte no vamos a fijar uno de los documentos que Policarpo López-Sanvicente de la Horra recupera de aquellos escribanos. Seguramente en su investigación leyó muchos testamentos, pero había otros expedientes con más morbo como eran los casos de cuernos, de adulterio. Pero antes de retroceder hasta el lejano año de 1580 tengamos en cuenta que las infidelidades siempre han existido y existirán. ¡Fíjense en la Biblia y en los códigos legales antiguos! La diferencia es que hoy es un asunto privado en que la Ley no se inmiscuye.
 
Un tal Juan López -descrito como alto, fuerte, moreno de pelo y tez, campesino en tierras familiares, atrevido y calculador- tenía la sangre caliente y era amigo de cortejar a las mozas. A muchas y muy seguidas. Se interesó y parece que cortejó a Catalina Martínez, también vecina de Ahedo de Linares. La rondaba, procuraba cruzarse con ella y asistir a todas las fiestas y mercados en que la pudiera encontrar. No piensen que era alguna forma de acoso porque, durante los años de cortejo, ella parecía corresponderle. Pero había voces que decía que Juan deseaba conocer mundo a pesar de tener tierras a heredar de sus padres.

 
Su contacto con mercaderes de vino de Aranda a los que compraba su producto pagándoles con trigo de sembradura, cebada o lino, le llevó a concluir que él podía ser trajinante adquiriendo a buen precio o mediante préstamo los cereales de sus vecinos y revenderlos en otros mercados. Juan tenía jumentos, carro y capacidad para salir del pueblo. Se asumía que quería hacerse con dinero para pagar la dote de Catalina y asentarse en tierras más prósperas. Pero debemos tener en cuenta que los matrimonios eran asuntos de familia por lo cual, aunque el chico pudiese tener más capacidad de intervenir que las muchachas, el peso de las distintas familias y las necesidades de ascenso o mantenimiento social de las familias pesaban más que los enamoramientos de los muchachos.
 
Es en este entorno cuando la familia de Catalina aceptó la petición matrimonial por la muchacha de un convecino de mayor edad y posición. La joven se plegó a los deseos familiares, y a una situación segura frente a las promesas de Juan y el peso de la familia de este, y se casó con Sebastián Ruiz. Nos presentan al maduro esposo como hombre paciente, de carácter templado, poco amigo de disputas, con tierras para mantenerse, hijodalgo y buen cristiano. Diríamos que tiene el perfil deseable para futuro cornudo según la canción de Joaquín Sabina. Juan se movió para intentar evitar la boda: visitaba a Catalina con mayor frecuencia, insistía en su amor… pero nada. ¡Como si el amor fuese importante en un matrimonio! Una vez casada, Juan hacía lo que podía por verla y ella parece que se lo facilitaba.

 
Sebastián les pilló volviendo juntos del campo en varias ocasiones y -hasta el hombre más calmado siente el peso de los cuernos- empezó a sospechar. Un día siguió a Catalina y pudo verlos conocerse en el sentido bíblico. ¿Qué hizo? ¿Los mató por ese supuesto derecho de matar a la mujer infiel? Pues no. No nos creamos muchas de las fantasías que nos han llegado de aquel tiempo de la mano de los protagonistas del teatro del “Siglo de Oro”. Cierto que en el “Fuero Juzgo”, en el “Fuero Real” y en la “Nueva recopilación de las leyes de España” de 1567 permitían este acto, pero -siempre hay que fijarse en los “peros”- se tenían que cumplir una serie de condiciones: pillarles en el acto y, tras el asesinato de ambos, contar al menos con un testigo. Por ello, no eran muy habituales los asesinatos por honor y los que se realizaban llegaban a ser muy conocidos.
 
Dicho esto, Sebastián marchó a Villarcayo a dar parte al corregidor. Denunció a Juan por adulterio y fue detenido. Pero a los ruegos de Catalina y la promesa de no volver a ver, Sebastián perdonó al adúltero. Cualquiera podría pensar en este momento que Sebastián, “además de cornudo, apaleado”. Pero, legalmente, no era algo extraño porque tras denunciar y si el caso estaba probado, antes de la condena los jueces consultaban al esposo para que él mismo la ratificara si la consideraba idónea (punto este importante en esta historia) y si quería que se aumentase, se ejecutase o perdonar a la esposa.

 
Juan se quitó de en medio con la excusa de ir a conocer nuevos mercados en los que vender sus productos, pero, cuando supuso que el asunto se había enfriado, volvió. Catalina, por su parte, evitaba las habladurías y no salía del pueblo, ni prácticamente de casa. Bastante debía tener con haberse librado del común castigo de internamiento en un convento de forma temporal. Juan, que estaba señalado, a todas las partes a las que iba en Haedo de Linares se le vigilaba. Pero, el tiempo trae la relajación y como no dieron señales de volver a las andadas los cotillas relajaron la vigilancia. Ese era el momento que esperaba Juan para retomar el acercamiento a Catalina.
 
Volvió a perseguirla, primero de lejos, y después, conociendo sus horarios y los de Sebastián, acercándose. Ella le rehuía -inicialmente- y Juan decidió rondar de noche la casa de “su dama” cual Juan Tenorio de pacotilla. Estaba al acecho. Avanzó un paso más: “si no accedes a mis deseos, te mato porque eres mía” le dijo. Daba que pensar. Llegados a este punto el triángulo amoroso que estamos conociendo se va, poco a poco, asemejando a una obra de Lope de Vega y Carpio.
 
Una noche de domingo en la que Sebastián se encontraba ausente, según consta, se coló en la casa de Catalina y la violó. O eso se dijo a posteriori. Al escabullirse del lugar fue visto por algún vecino. La noche siguiente, Juan intentó volver a entrar en la casa, pero la puerta estaba cerrada. Catalina, que seguía sin su marido, y estaba muy segura de que Juan volvería -¿Por qué estaba tan segura?- cerró la casa y se fue a dormir con los vecinos. Juan rompió la cerradura y se introdujo en la casa y allí aguardó a Catalina que observaba todo desde esa casa cercana. Pasaron unas horas y viendo que no llegaba la señora de la casa, en un ataque de cólera, comenzó a romper objetos. En ese momento, Catalina pidió a varios vecinos que la acompañaran a su casa. ¡Cuan importantes son los testigos! Cuando los vio llegar Juan, furioso, cogió lo que pilló y saltando por la ventana del pajar trasero escapó.

 
Sebastián había estado tres días fuera de su casa retornando ese 25 de abril de 1.581. Inmediatamente Catalina y los vecinos le informaron de lo sucedido. Sebastián salió hacia Villarcayo donde denunció ante el Alcalde Mayor a Juan, nuevamente por adulterio y por los daños que en su casa había cometido. Se ordenó la detención de Juan. Lo detuvieron en un monte cercano a sus tierras y lo trasladaron a la prisión del corregimiento donde se le informó de la acusación. Juan pidió salir bajo fianza hasta que el alcalde Mayor y corregidor Juan Ruiz de Velasco dictase su sentencia, pero se le negó. Claro que, un día al pasar revista al alba, el alcalde de la cárcel vio que Juan se había escapado.
 
No se le localizó por lo que los autos continuaron en rebeldía de Juan sentenciándose hacia el nueve de agosto de 1581 que “debo condenar y condeno a que en cualquier parte e lugar de estos reinos donde pudiera ser ávido el dicho Juan López sea preso e traído a buen recaudo a la cárcel real de estas merindades e que luego sea llevado a las galeras de España para que perpetuamente por todos los días de su vida sirva a su majestad al remo sin sueldo e sin de ellas poderse ausentar ni huir en manera alguna so pena de muerte, condénole además en seiscientos ducados que aplico la mitad para la cámara e fisco de su majestad e la otra mitad para el dicho Sebastián Ruiz e para la dicha Catalina Martínez su mujer e las costas cuya tasación me reservo e por esta mi sentencia, e juzgado así lo pronuncio e mando e de parte de su majestad pido e requiero a todos e cualesquiera justicias de estos sus reinos e señoríos que los que por esta mi sentencia fueren requeridos la guarden cumplan e ejecuten tanto e cuanto puedan e como en derecho deben. La cual dicha sentencia doy e pronuncio estando en audiencia pública en la dicha Villa de Villarcayo a nueve días del mes de agosto de mil e quinientos e ochenta e un años. El Doctor Juan Ruiz de Velasco”.

 
Y fue notificada en los estrados de la audiencia del dicho modo por la ausencia y rebeldía del dicho Juan López. Si le atrapaban ya le aplicarían la sentencia que, seguramente, era tan dura por la fuga del reo.
 
Amigos y conocidos de Juan López se movieron por mercados cercanos para localizarlo. Supieron que se relacionaba con mercaderes de Aranda y, según cuenta Policarpo, el escribano Francisco López de Pereda marchó camino de Aranda. Lo localizó viviendo en una cabaña, en el campo junto a otros, empleado en la vendimia de los campos. No se paren a pensar porqué la Santa Hermandad no lo había localizado porque, aunque se hubiera puesto a ello, cualquier persona podía cambiarse el nombre o la apariencia con suma facilidad e identificar con certeza a alguien era difícil sin declaraciones de familiares o vecinos. Volviendo al tema, Juan desconocía que lo habían sentenciado a galeras. Tras sopesar ideas de huida bastante peregrinas aceptó la sugerencia de Francisco de volver y entregarse para recurrir ante la Real Chancillería. También esperaban aprovecharse de que el Alcalde Mayor y Corregidor de las Merindades, para cuando se fallara no sería el doctor Juan Ruiz de Velasco. Los corregidores y Alcaldes Mayores no estaban más de un año en el cargo.

Aranda de Duero
 
Juan se entregó en la casa de Justicia de Aranda donde le hicieron preso y se preparó su traslado a Villarcayo para ser recluido en la cárcel de corregimiento. Por su parte, la apelación presentada ante la Real Chancillería pedía la revocación de la sentencia dictada. Cuando llegó el momento de probanzas se emplazó a testigos y a Sebastián Ruiz y Catalina Martínez. El marido cornudo -que ya había perdonado a los amantes una vez- había perdido interés en un castigo ejemplar y la esposa, que dijo haber sido violada, no quería que Juan fuese castigado. Al menos con aquella extrema dureza. Por estos argumentos o por otros ninguno de ellos se presentó ante el tribunal de apelación. El pleito continuó su curso, mientras Juan López se mantenía encarcelado.
 
El 5 de abril de 1582 La real Chancillería dictó Sentencia definitiva: “En el pleito que es entre Sebastián Ruiz y Catalina Martínez su mujer vecinos del lugar de Ahedo de Linares acusadores de la una parte y Juan López vecino del dicho lugar reo acusado de la otra, fallamos atentos los autos e méritos del proceso del dicho pleito, que el doctor Juan Ruiz de Velasco, Alcalde Mayor de Las Merindades de Castilla la Vieja que del conoció, que la sentencia definitiva que en el dio e pronunció e que por parte del dicho Juan López fue apelada, en cuanto por ella le condenaba a pagar ducados para la parte, cámara y gastos, juzgó y pronunció bien. Por ende, debemos confirmar y confirmamos su juicio por el dicho Alcalde Mayor con que los dichos maravedís sean ocho mil y no más, los seis mil para los dichos Sebastián Ruiz y Catalina Martínez su mujer y los dos mil restantes para la cámara e fisco de su majestad y gastos de juicio. Y, en todo lo demás en la dicha sentencia contenido la debemos revocar y revocamos y damos por ninguna e de ningún valor y efecto y haciendo juicio le condenamos en Destierro de esta corte de su majestad con las cinco leguas al derredor y del dicho lugar de Ahedo de Linares, sus términos y jurisdicción por tiempo y espacio de diez años cumplidos primeros siguientes y los salga a cumplir dentro del tercero día que para ello fuere requerido y lo guarde e cumpla e no lo quebrante so pena de que sea doblado y por esta nuestra sentencia definitiva así lo pronunciamos y mandamos y que se ejecute”.

 
Resumiendo: tenía que pagar las cantidades dinerarias y la condena a galeras era saldada con una condena de destierro a un mínimo de cinco leguas durante diez años. A unos 25 kilómetros. Como el matrimonio ofendido no se presentó no recurriría la apelación. El reo saldría de la cárcel cuando se pidiese la ejecutoria de la sentencia y liquidase los pagos. Tras ello, tendría tres días para partir al destierro. Si nos damos cuenta, una vez libre pudo retornar a Aranda de Duero, cosa que ocurrió el 11 de noviembre de 1582. Policarpo nos cuenta que leyó que en Aranda negoció con vinos, requebró a una moza con la que formó familia y donó dinero a la iglesia de su pueblo natal. Bonito final.
 
Sí. Puede serlo, pero debemos darle vueltas a dos ideas. La primera, que no podemos juzgar lo que pasa dentro de cada dormitorio. Y, la segunda, es que… ¡qué poco dura el amor eterno, ese por el que arrostramos los mayores riesgos y las mayores penalidades!
 
 
 
 
Bibliografía:
 
“Crónicas y relatos inéditos de Villamartín de Sotoscueva”. Policarpo López-Sanvicente de la Horra.
Canción “Cuernos” de Joaquín Sabina.
“La mujer adúltera en la edad moderna y su plasmación en la literatura y las artes”. Eva María Ramos Fredo.
“Villarcayo, Capital de la comarca Merindades”. Manuel López Rojo.
 
 
 
 
 
Anexos:
 
Letra de la canción “Cuernos” de Joaquín Sabina del álbum “Hotel, dulce Hotel”.
 
Si como yo eres
De los que prefieren
Los placeres que brindan las mujeres
Que pasan de los treinta
Entre las casadas
Busca tus amadas
Los cuernos le pondrán a tu almohada
Su sal y su pimienta
Tienes que conseguir que su marido
Valga para cornudo, el elegido
Tendrá que ser civilizado
Huye de la mujer del comisario
¿qué vas a hacer desnudo en el armario
De un tipo que va armado?
Con dos
Cuernos, cuernos, cuernos
Siempre tan modernos
Cuernos, cuernos, cuernos
Es la solución
Pon un par de cuernos
A tu depresión
En asuntos tales
Las clases sociales
Compiten pero siempre sobresale
La noble clase alta
Las señoras con
Rango y posición
Si no adornan la frente del varón
Notan que algo les falta
Pero que no te lleve el desenfreno
A hacer de gallo en el corral ajeno
De alguna Cenicienta obrera,
Y menos si el marido es un parado
Aparte de cornudo apaleado
Se pone hecho una fiera con los
Cuernos, cuernos, cuernos
Siempre tan modernos
Cuernos, cuernos, cuernos
Es la solución
Pon un par de cuernos
A tu depresión
Pasa con prudencia
De las apariencias
Si quieres seducir a alguna esposa
Marchosa y posmoderna
Tiene mala pata
Que al tercer cubata
Se duerma en el sillón y tu allí con
El rabo entre las piernas
Nada mejor que un buen ejecutivo
Apóstol de programas intensivos
Almidonado como un traje
Elige de entre todos los maridos
A ese infeliz que siempre está reunido
Y siempre de viaje con dos
Cuernos, cuernos, cuernos
Siempre tan modernos
Cuernos, cuernos, cuernos
Es la solución
Pon un par de cuernos
A tu depresión
 
 
 
 
 
 

domingo, 4 de diciembre de 2022

El Café Universal (Medina de Pomar).

  
Para todos aquellos que tienen más de treinta años e iban de copas por la calle Mayor de Medina de Pomar el nombre con el que hemos titulado les traerán gratos y, seguramente, etílicos recuerdos. Pero que esa peligrosa -por distorsionadora- nostalgia no nos haga olvidar que el local estaba ajado, las columnas de hierro recrecidas gracias a las superpuestas capas de pintura y el baño -¡aquél baño!- era minúsculo, alojado en la zona de la muralla y con un retrete turco. Sin olvidarnos de sus mesas cuadradas, de madera, forradas en pana o sus mesas bajas sobre estructura de forja con mármol que algunos decían que procedía de lápidas. Probablemente esos eran lectores de “La Colmena” de Camilo José Cela. O, don Camilo, pudo haber escuchado esta historia de Medina de Pomar. ¡Todo es posible!

 
Nos gustaba entrar allí cuando nuestra cuadrilla aterrizaba en Medina de Pomar y lograr sentarnos en alguna de sus múltiples mesas cargadas de tiempo era ya un triunfo. Su arquitectura racionalista con aires neoclásicos tenía vistas a la vega, al Trueba y a los avances carlistas de las guerras del siglo XIX. Mucha historia envejecida. Sobre todo, para un café que, en sus orígenes, era frecuentado por liberales de la ciudad de Medina de Pomar. Liberales o libertinos porque, al parecer, se contrataban bailarinas o vedettes de los tiempos anteriores a la guerra civil de 1936 a 1939. Ojo, no piensen en un concurso de camisetas mojadas sino en algo parecido a cantantes de cuplé o conciertos en vivo. De hecho, los muy viejos del lugar recuerdan espectáculos de magia y de ventriloquia. Fue muy recordada la presencia del mago italiano Ranieri Bustelli (1898-1974), entre muchos otros espectáculos.

Ranieri Bustelli
 
Esta historia la comenzamos de manos de Nicolás y Domitila que regentaban un negocio de calzado, ultramarinos y coloniales en el número 28 de la calle Mayor, en un local de su propiedad. Al parecer, también fabricaban y vendían chocolates. Se llamaba, en 1917, "La Fidelidad". En su entrada estaba este cartel: “Tengo un niño chiquitín que se llama Nicolás. Si le quieres conocer, sube arriba y le verás. No dejéis de visitarme, medineses. Os aprecio. Junto al Arco de la Cadena he establecido el comercio”. Cuando Nicolás Fernández falleció, Domitila casará con Juan Gutiérrez, de San Roque de Rio Miera, que figura en 1923 como titular del comercio y también como representante cajero de la sucursal de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao en Medina de Pomar, que se estableció en 1921. Conoceremos este nuevo comercio bajo el nombre de “El río de la Plata”. La propiedad del local actualmente corresponde a los descendientes de Nicolás Fernández, padre e hijo, los hermanos María de la Gloria, Alberto Enrique y Juan Carlos Fernández.

 
El cambio de tipo de negocio vendrá cuando, hacia 1926, Patricio del Cerro abandonó el bar “La Unión”, que albergaba el Casino de Medina. La razón era la reforma emprendida en la zona desapareciendo una construcción en la actual Plaza del Carmen, una calleja y se amplió el edificio propiedad de Diego García Ortega con los soportales y los nuevos frentes del inmueble. Pero esa no era la preocupación de Patricio que venteaba crear un nuevo negocio junto al Arco de la Cadena. Negoció el local que había albergado el comercio de coloniales “El Río de la Plata" y abrió el “Café bar Del Cerro”. Y, si se han dado cuenta, tendríamos que estar hablando del “Café Universal” y no del “Café bar del Cerro”, ¿cómo es eso? La transición entre ambos nombres se produce porque, al de poco tiempo, Patricio se replanteó la operación al cerrar el comercio de tejidos de "Las tres BBB" (ya saben, por eso de bueno, bonito, barato) del navarro de Elizondo Bonfilio Gonzálo Corcuera situado en la antigua Plaza de Juan Francisco Bustamante número cuatro… en los soportales frente al Ayuntamiento, cruzando la calle Mayor. Si no la sitúan es la actual Plaza Mayor. Una localización mucho más atractiva en aquellos locos años 20, al menos para servir a los munícipes.

 
Aquí insertaremos, para aclarar la curiosa carambola de la creación del “Café bar Universal”, una versión medinesa de “Romeo y Julieta”. El citado Bonfilio, hombre soltero, tenía ya abierta su tienda de tejidos en 1923 y competía con las tiendas de Ruiz-Cuevas, Miguel García y Peñita. Nada fuera de lo normal hasta que, en 1928, se casó con Natividad García, hija de Miguel García, su competidor. Se incorporó Bonfilio al comercio de los García, más adelante conocido como Galerías Gonzalo. Decidió, entonces, cerrar su tienda (“Las tres BBB”) y alquilar el inmueble. Claro que, en el contrato de arrendamiento dejó prohibida cualquier actividad relacionada con la venta de textiles. Precavido, ¿Verdad?

 
Es decir, Patricio del Cerro abrió el bar café pero no duró más allá de un año y pico. Se trasladará al local propiedad de la familia Guinea -donde “las tres BBB”-bajo los soportales y se llevará allá el nombre y el valor comercial del “Café del Cerro”. Dejará a Eliseo Rasines el bar montado junto al Arco de la Cadena y al que su nuevo gestor llamará de una forma presente en lugares como Burgos -quizá conoció este-, Santo Domingo de la Calzada, León o Ampuero: “Café Universal” o “Café Universal Rasines”.
 
Eliseo Rasines, conocido como "El Turista", abrió el “Café Universal” en el año 1928 y permanecerá en su familia gracias al esfuerzo de su viuda Carmen y su hijo Antonio Rasines -Toñín o Tarzán- dado que otro hijo de la pareja falleció joven. Toñín Rasines nació en 1938 y no llegó a conocer a su padre por lo que la gestión del negocio fue asumida por Carmen inicialmente y más adelante por él hasta el año 2005. Aunque la página web del Ateneo señala su cierre en 2011.

 
En su publicidad de octubre de 1929 el “Café Universal” decía: “(…) Servicio esmerado. Tueste diario. Surtido inmenso en Champagnes. Vinos Finos, Jarabes y Licores (...)". Importante darse a conocer porque junto al “Café Quintana” y el “Café del Cerro” -el nuevo- formaban los mejores locales de la medina de la segunda república española.
Diario de Burgos 
16/03/1980
 
El tiempo irá transformando las “vedetes” y “varietés” en tertulia, billar, fútbol (Peña del Real Burgos), ajedrez y partidas de brisca. Y Toñín, cuando le apetecía, servirá a las cuadrillas de medineses y de foráneos. ¡¿Qué se puede decir de este atípico camarero aparte de que abría cuando quería?! Cuentan que, de joven, tenía buena planta y de siempre fue conocida su afición al ejercicio físico dejándose ver por los montes, caminos y carreteras de Medina de Pomar sin olvidar sus baños invernales diarios en el río Trueba. Otra faceta que recuerdan los medineses era su participación en las procesiones de la Semana Santa en el papel de Jesucristo con la cruz a cuestas.

 
En abril de 2017 el local resurge como la “Asociación Cultural Ateneo Café Universal” integrada por personas interesadas en la recuperación del Casco Histórico de la ciudad, el arte y la cultural. Trabajaron en la puesta al día del viejo café sacrificando su vetusta barra en busca de espacio y accesibilidad y destacando las desiguales columnas de hierro interiores que fueron cepilladas y pintadas mediante poliuretano con polvo de grafito. Y no se olvidaron de las columnas de forja de la fachada y la estética de la entrada; y se colocaron ventanas de rotura térmica y de seguridad.
 
 
 
 
 
Bibliografía:
 
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “La Rioja”.
“Fuimos. Una crónica del comercio local”. Jesús Oleaga.
Página web de “Ateneo Café Universal”.

domingo, 27 de noviembre de 2022

¿De verdad tenemos tumbas reales de diferentes reinos juntas en Oña?

  
Volvemos a la villa condal de Oña. Lugar que también tiene su nacimiento mítico pero falso: nos explica Flórez que el nombre procede del conde Sancho quien, tras matar a su traidora madre, fundó un monasterio al que puso el nombre de la difunta que, convenientemente se llama en esta historia Onna y no Ava como en el relato de Los monteros de Espinosa. ¡Romántica mentira! Lo único cierto es que sí lo fundó el conde Sancho en 1011 junto con su mujer la condesa Urraca.

Oña
 
Su gran desarrollo vendrá de la mano de Sancho el Mayor (Sancho Garcés III, 992-1035) quien trajo al monasterio todas las influencias europeas. Durante el Siglo XI Oña fue favorecido por la estrategia política de este monarca. La iglesia y el claustro, por su parte, se convirtieron en Panteón Condal y, luego, en primer Panteón Real de Castilla.
 
Desde un punto de vista artístico tenemos reformas en la iglesia y en el edificio en general, ya desde el siglo XII y muy especialmente desde el Siglo XV. Los últimos restos románicos desaparecieron en el Siglo XIX.
 
La epigrafía de este cenobio está situada en la Capilla Mayor que remplazó el ábside gótico. Los sepulcros se encuentran en un baldaquino protegidos por un templete tallado en madera de finales del Siglo XV. En sus paneles se representan varios pasajes de la Pasión y Muerte de Jesucristo obra de Fray Alonso de Zamora. El conjunto está dividido en el Panteón Real y el Panteón Condal. El primero del lado del Evangelio (Izquierda mirando al altar) y el segundo del lado de la epístola (derecha). La ubicación previa de estos restos nos la indica el padre Yepes: “Así digo que en el claustro principal de esta casa están enterrados muchos varones excelentes en carneros y arcas de piedra labradas muy curiosamente con sus armas y letreros, que servirán de elogios y vidas breves para que sus descendientes conozcan cuán valerosos fueron sus progenitores”. Acabamos de leer una de las razones para escribir un epitafio: el recuerdo orgulloso. Otro era favorecer que el lector rezase por el alma de ese difunto. Y, apunta, ¡estaban en arcas de piedra!

Cortesía de "Planeta Dunia".
 
En este sentido, el nuevo emplazamiento también juega un papel destacado al estar situados en un lugar próximo al altar. Las citadas estructura y ornamentación actúan como reclamo publicitario de peregrinos y dádivas. Los textos de Oña son breves con datos que resaltan la huella del muerto en la historia del monasterio. Ninguno de los epígrafes destaca sobre los otros ni en extensión ni en méritos.
 
Sorprende, a su vez, que los epitafios del siglo XV no están escritos en piedra, en unos sarcófagos de piedra, sino que son inscripciones en madera. Este material, junto al metal, los esmaltes, telas, orfebrería, yeso o pinturas es raro encontrárselo por su difícil conservación y su facilidad de reutilización. Además, la técnica más habitual en las inscripciones en madera era escribir mediante pintura en ella. Sin embargo, aquí lo que se utilizó fue la taracea. Esto es, la incrustación de piezas de madera que provocan un contraste con el soporte de manera y dibujan las letras. Los sepulcros de la Iglesia del Monasterio de San Salvador de Oña fueron tallados en madera de nogal y taracea de boj por el monje benedictino Fray Pedro de Valladolid en estilo gótico mudéjar.

 
La creación de los Panteones en la iglesia son debidos al abad fray Juan Manso, que empezó su mandato hacia 1485, quien, según Íñigo Gómez Barreda –principios del siglo XX-, “… fue hacer los panteones de los reyes y colocarlos en ellos al lado del altar mayor. Hizo así mismo la gran sillería de su coro, unida a los sepulcros y de una misma talla o filigrana”.
 
¿Por qué trasladar y cambiar los féretros de los difuntos? Estamos ante lo que se llama “Renovationes”: inscripciones que, con un texto nuevo, recogen la noticia esencial de un epígrafe anterior por estar deteriorado, desaparecido o su idioma y su forma externa impiden que los mensajes fuesen entendibles para el público contemporáneo. ¡Y las renovaciones fueron algo bastante común en esos años! Estos trabajos se realizan con los gustos y maneras del momento en que se reescriben. En Oña nos encontramos con una escritura gótica minúscula gemina, sin líneas de pautado, muy cuidada propia de los albores de la Edad Moderna, alrededor del año 1500.
 
Vayamos poco a poco con ellos. Empezaremos por el Panteón Real, el de la izquierda. Y por el sarcófago de la izquierda avanzando hacia la derecha.
 
En el baldaquino del lado del evangelio nos encontraremos el epitafio del infante García (1142-1146). Tiene Buen estado de conservación:
 
El ynfate
_
do Garcia hijo
_ _ o
del eperador do A
 
“El infante don García, hijo del emperador don Alfonso”. Es decir, hijo de Alfonso VII y doña Berenguela de Barcelona. Finado en 1146, no conservamos más noticia de su epitafio que esta renovación de finales del periodo medieval.

 
Nos encontramos con uno de los textos más escuetos de todo el panteón. Carece, incluso, del "aquí yace". Destacaremos que se abrevia el nombre del emperador y no se indica cuál de los "Alfonsos" es, lo que indica que el infante y su temprana muerte habían sido hechos que trascendieron el paso de los siglos. Esto es lógico ya que el infante había sido educado en el monasterio y toda su vida había estado ligado a la villa de Oña.
 
Siguiendo en orden por el Baldaquino nos encontramos el Epitaphium sepulcrale renovado de doña Mayor, Munia o Muniadona (990-1066) de Castilla, mujer de Sancho Garcés III:
 
aquí yaze
la reyna muger
del rey dō sācho abarca
 
Si son perspicaces verán que hay un problema al estar este texto referido a su marido –que comentaremos a continuación- y ser, como lo será el otro, muy ambiguo. Ricardo del Arco recoge la información que Yepes escribía sobre Oña donde se conservaba, junto a la sepultura de Sancho el Mayor, la de la reina Mayor. La tablilla que le acompañaba rezaba: “en la tercera tumba junto a esta esta sepultada la muy esclarecida señora reyna doña Mayor, hija del conde don Sancho, señor de Castilla, y muger del señor rey don Sancho el mayor, rey de Aragón y de Navarra y después de Castilla”. Aunque parece que este no era el epitafio original. Sin embargo existe gran controversia al respecto, ya que los restos se los disputan también la colegiata de San Isidoro de León y la iglesia de San Millán de Suso de Logroño, donde fueron enterradas además Toda, la esposa de Sancho I y Jimena, esposa de García Sánchez I.

 
En este caso en el epitafio no figura ni siquiera el nombre de la finada destacando solo el hecho de ser cónyuge del rey navarro. Usando el apelativo Abarca con lo cual no habría dudas sobre quién está en el sepulcro siguiente. O sí.
 
Quizá el Epitaphium sepulcrale más importante sea el de Sancho III, el Mayor -Sancho Garcés III (990-1035)- que reinó entre 1004 y 1035 como rey de Pamplona aunque llegó a dominar los territorios de Castilla, Álava y Monzón. Fue sin duda el monarca más influyente del Siglo XI, llegando a ser denominado como “Rex Ibericus”. Conde consorte de Castilla por su matrimonio con Muniadona, entregó el monasterio de San Salvador definitivamente a los monjes cluniacenses.


El texto actual dice:
 
aqui ya
ze el rey don
sancho abarca
 
El padre Enrique Flórez nos salvó el texto que anteriormente estaba en la tumba de este rey y que, al parecer, nos evitaría cualquier duda. O no. Flórez advierte que estos epitafios fueron copiados en época de Fernando I (1016-1065): “Tal como se lee en esta inscripción, aquí yace el rey Sancho, padre del rey García y tuyo también, Fernando. Este rey Sancho fue yerno del conde Sancho y padre del rey Fernando el grande, de García rey de Navarra muerto en Atapuerca y de Ramiro, rey de Aragón. Murió finalmente, tras muchas batallas contra los sarracenos y muchas victorias sobre ellos, el año 1035”. Se trataría de una información confusa porque hace mención a hechos posteriores a la muerte del rey Sancho. Bien es cierto que puede deberse a una redacción tardía del epitafio pero al no conservarse la inscripción no podemos valorar más que la información histórica que en él se recoge.

 
Yepes, recoge, con errores –dice él- un epitafio que se conservaba en Oña: “En la segunda tumba junto a ésta (lo cual dice por la del rey D. Sancho, que murió sobre Zamora, que está en el primer lugar) descansan los huesos del serenísimo Sr. D. Sancho el Mayor, que por sobrenombre fue llamado Abarca, el cual fue rey de Aragón y de Navarra, y después hubo el reino de Castilla, porque fue casado con doña Mayor, hija del señor donde don Sancho, que fue señor de castilla. Este señor rey reformó este monasterio y trajo a él monjes de San Pedro de Cluny, de Francia, y puso por primer abad de esta casa al glorioso padre San Iñigo, santo canonizado con autoridad de la Iglesia romana, y dio a este monasterio este señor rey grandes exenciones y libertades, porque también fue delegado del Papa en estos reinos de Castilla. Pasó de esta vida a gozar de la bienaventuranza a 18 días del mes de octubre, año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1039”.
 
Para Ricardo del Arco y Garay no estaríamos ante la tumba de Sancho III sino ante la del abuelo, la de Sancho II (m. 925), conocido como Sancho Abarca. Sin embargo, son numerosos los estudiosos que se afanan en justificar la inclusión de tal apelativo para identificar al finado a través de sus ancestros. No sería nada extraño siendo un criterio que se mantenía en los epitafios o noticias sepulcrales extensas altomedievales que se le aplicase a Sancho III.

 
De lo que estamos seguros es que en el momento de elaboración de esta Renovatio y de la actualización del panteón, Manso pretendía identificar en este sepulcro al gran rey navarro. Lo que ya no resulta tan fácil es explicar si estamos ante una equivocación o un acto intencionado. Su custodia se la han disputado tradicionalmente a Oña la basílica de San Isidoro de León y el monasterio de San Juan de la Peña de Aragón.
 
Sin embargo, la importancia del acto publicitario no se ve afectada y mucho menos la intencionalidad del abad Manso al “publicar” su memoria. Si la tradición recogía la presencia de los restos de Sancho el Mayor en una determinada tumba dentro de la primitiva iglesia del monasterio, bastaba “resucitar” su epitafio en el panteón del siglo XV y situarlo en un lugar destacado. Por otro lado, es indiscutible la ligazón entre Oña y el monarca navarro y los beneficios que el templo burgalés había recibido en tiempo de este rey.
 
Una cuarta figura regia la tendríamos en el epitaphium sepulcrale de Sancho II de Castilla, Sancho “El Fuerte” (1038-1072):
 
aquí yaze
_ _ _
el rey do Sacho q
_
mataro sobre zamora
 
Aquí ya se olvidan los datos de filiación y se utiliza el hecho más relevante de la vida del monarca para identificarlo y el hecho de que fue rey. De los “sanchos” éste siempre será recordado por la traición sufrida a manos de su hermana Urraca en Zamora donde Bellido Dolfos le dio muerte. Su alférez, el Cid Campeador, llevó sus restos hasta el Monasterio de Oña, como era su voluntad. Lo que sería, también, un gesto político al asumir que estaban allí enterrados su abuelo, Sancho III el Mayor y su abuela Muniadona de Castilla. Así lo describía la Chronica Sepulcral, recogida por Berganza, que debía decorar el sepulcro original del rey: “Sancho, comparable por su belleza a Paris y por su valentía con las armas a Hector, está recluido en esta tumba, reducido ya a cenizas y a una sombra. Su hermana, mujer de corazón despiadado, le quitó la vida, contra todo derecho, no lloró al hermano muerto. Este rey fue matado por la intriga traidora de su hermana Urraca en la ciudad de Numancia (Zamora) por la mano de Bellido Adolfo, el gran traidor. El siete de octubre del año 1072 me arrebataron del rumbo (normal) del tiempo”.

 
Pasándonos al Panteón Condal y comenzando en el mismo orden, por la izquierda, estudiamos el epitafio del conde Sancho García (m. 1017), el fundador del monasterio de Oña. Era nieto de Fernán González, primer conde castellano independiente del reino de León e hijo de García Fernández “el de las manos blancas”. Fue apodado como “el de los buenos fueros” por las numerosas concesiones que otorgó a numerosas poblaciones castellanas. En epitafio dice así:
 
aquí yaze
el conde do Sacho
fundador desde monesteryo
 
Un texto muy parco para lo que Berganza nos refiere de la Chronica sepulcral del conde Sancho: “Sanctius iste Comes, populis dedit optima iura: Cui Lex Sancta Comes, ac Regni maxima cura. Mauros destruxit, ex tunc Castella reluxit; Haec loco construxit, istinc normam quoque duxit: Tandem vir fortis, devictus pondere mortis, Pergens ad Christum, mundum transposuit istum. Comes iste post multas victorias habitas de Sarracenis quievit in pace sub Era MLV. Nonis Februarii”. El epígrafe recoge las numerosas bondades, tanto bélicas como morales, del conde. Pero desconocemos, a ciencia cierta, si este era el epitafio que estaba grabado en su tumba.

 
Según Berganza, la lápida debió estar situada en la iglesia, próxima a la puerta principal. Sin duda, un lugar de fácil acceso al lector cuya atención, nada más entrar en el templo, había de ser conducida hacia el sepulcro y su inscripción para admirar los merecimientos de su fundador y tomarlos como ejemplo.
 
Lo sorprendente es que el nuevo necrologio que recuerda hoy la memoria de Sancho contenga unas escasas nueve palabras. Es evidente que ni su funcionalidad ni su intención eran la misma. Ahora, a finales del Siglo XV, la historia oniense era de sobra conocida y únicamente era necesario recordar las glorias pasadas. Lo hicieron mediante epitafios con el nombre de sus personajes más ilustres, y su la acción más importante para el templo.
 
La siguiente que tenemos en el baldaquino del lado de la epístola es la epitaphium sepulcrale de la condesa Urraca Gómez -esposa del conde Sancho García y madre de Muniadona de Castilla, esposa de Sancho III el Mayor-:
 
Aqui yace la
cōdesa doña Vrraca
muger del cōde dō sācho
 
La noticia más antigua sobre su óbito la encontramos en Yepes quien pudiera haberse inspirado en el epitafio original para redactar las siguientes líneas: “La segunda arca, junto a esta primera, guarda los huesos de la serenísima Señora la condesa doña Urraca, mujer del dicho señor conde don Sancho de Castilla, en la cual hubo el dicho señor conde un hijo y tres hijas; conviene a saber, al infante don Carlos, que fue muerto a traición en la ciudad de León; la mayor de las hijas llamaron doña Mayor, que fue casada con el rey D. Sancho el Magno, y Mayor por otro nombre, y a la segunda llamaron doña Teresa, que fue casada, según algunos dicen, con el rey D. Bermudo de León, y a la tercera fue la dicha doña Trigida, virgen, que está dicha señora condesa doña Urraca pasó de este mundo al reino de los cielos a 20 días del mes de mayo, año del Señor de 1025”.

 
No es casualidad que al situar éste arca junto al de su marido primase en el epitafio del siglo XV su relación con él en la redacción del epitafio moderno.
 
La tercera es la sepultura, en escritura gótica minúscula, del conde García II Sánchez (1009-1029). Amador de los Ríos destaca que la mayoría de los estudiosos sitúan el cuerpo en el templo de San Juan Bautista de León, aunque él sostiene que sus restos están “a no dudar” dentro de un arca de madera en Oña. Dice: “Aquí yace el tercer conde don García, hijo del conde don Sancho”.
 
Aqui yaze
El III cōde dō garcia
hijo del cōde dō sācho
 
Como vemos los datos recogidos en este epitafio se limitan a la filiación paterna. Pensaríamos que yace aquí por ser hijo del conde fundador y para hacer bulto de su linaje en el panteón. ¿Por qué sólo lo presentan como “hijo de”? Puede ser por la falta de espacio en el arca; por la necesidad de ubicar históricamente al personaje; o porque murió joven y no hay cosas que destaquen de él. Ni siquiera su traumática muerte.

 
Su epitafio original, extenso y del que conservamos copia literaria, relata la trágica muerte del joven. En esta ocasión es Argaiz de quien tomamos la noticia: “Hic aetate puer Garsias Absalon alter fit cinis: Illud erit, qui gaudia mundi quaerit. Mars alter durus bellis erat ipsi futurus; sed fati serie prius occubuit. Hic filius fuit Santii istius comitis, qui interfectus fuit prodisione a Gundisavldo Munione et a Munione Gustio, et a Munione Rodriz et a multis aliis, apud Legionem civitatem”. Además, Argaiz nos dice que este primitivo epitafio se encontraba a los pies de la iglesia cincelado en un arca de piedra. Y algo más: “Tengo una curiosa antigüedad en el Archivo de Oña, no vista hasta oy, que es el epitafio, que luego traxeron de León el cuerpo, le pusieron al Infante en la Tumba de piedra, donde le dieron sepulcro a la puerta de la Iglesia, en compañía de sus padres: y algún curioso, temiendo que cuando los metiera dentro del templo se perdieran, lo sacó y copió”.
 
El cuarto y último sepulcro del lado de la Epístola alberga los restos de los infantes Felipe (1292-1327) y Enrique (1288-1299), hijos de Sancho IV y María de Molina. El hecho de que ambos infantes compartan arca ya es significativo de la relevancia que se dio a ambos en el siglo XV. Únicamente se trata de recoger la memoria de que fueron enterrados en Oña y que aún se custodian sus restos en San Salvador. De nuevo se trata de restos con un valor cuantitativo, que engrosen el panteón real. La noticia de Yepes al respecto del enterramiento de estos infantes no es muy descriptiva: “En la cuarta tumba están los huesos de los serenísimos infantes, hijos del rey D. Sancho IV, rey de Castilla y de León, el cual mandó edificar la capilla de Nuestra Señora de esta casa para el enterramiento de los señores reyes, que después por mayor honra fueron trasladados a este lugar, en que están ahora”.
 
Los infates d
_ _ _
filipe y do eriq h
_ _ _ O
jos dl rey do sacho el IIII
 
“Los infantes don Felipe y don Enrique, hijos del rey don Sancho el cuarto”.

 
Filiación paterna para identificar a los personajes. En este caso, y a pesar de que su padre, el rey Sancho IV, no fue enterrado en Oña, se hace mención a su figura para engrandecer, publicitariamente, la historia de templo, amén de ayudar a reconocer más rápidamente a los finados. Así se aumenta la efectividad del abad Manso a la hora de revitalizar la tradición oniense a través de la publicidad epigráfica.
 
La sepultura del infante Felipe se la disputan el monasterio de las Huelgas de Burgos y el monasterio de las Dueñas de Santa Clara de Allariz. Por su parte, el infante Enrique podría estar en la capilla mayor del convento de los dominicos de San Ildefonso de Toro, siguiendo la tradición del testamente de su madre María de Molina.
 
Pero no solo las cartelas dan problemas historiográficos sino que los escudos que se pusieron en el testero de los ataúdes son ajenos a la tradición heráldica. Los escudos de Sancho el Mayor y su mujer son anacrónicos. EI primer cuartel a la derecha tiene las barras de Aragón y Cataluña, y el segundo las cadenas de Navarra, el tercero el castillo de Castilla, y el cuarto otra vez las barras de Aragón. ¡Barras y cadenas en tiempo de Sancho el Mayor! El mismo escudo aparece en las ménsulas y arranques de la crucería del claustro gótico, coetáneo de los ataúdes.

 
Podemos ir cerrando la exposición sobre los nobles enterrados en Oña pero es de ley dejar constancia de que estos no fueron los únicos con tal privilegio. Yepes da noticia de los necrologios del conde Gómez Salvadores y su mujer Urraca, del conde Rodrigo y su mujer Elvira, del camarero del conde Sancho, Gutiérrez Rodríguez, del conde Gonzalo Salvadores y su hermano el conde Nuño y del caballero Diego López de Villacanes.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Las inscripciones medievales de la provincia de Burgos: siglos VIII-XIII”. Tesis doctoral de Alejandro García Morilla.
Museo de arte sacro “San Salvador” de Oña.
Blog “Arte, Historia y Curiosidades”.
“Sepulcros en el Monasterio de Oña (1844)”. Alfred Guesdon (1808-1876).
“Sepulcros del monasterio de San Salvador en Oña, Burgos”. Cecilio Pizarro Librado.
“Burgos”. Rodrigo Amador de los Ríos.
“La actividad publicitaria con fines propagandísticos: el caso de las renovationes epigráficas. El impulso renovador del abad Juan Manso”. Alejandro García Morilla.
Real Academia de la Historia. Art. de Ernesto Zaragoza Pascual.
Miladoviajero.com
 
 
Anexos:
 
Fray Alonso de Zamora fue un monje benedictino de este monasterio de San Salvador de Oña que en el cambio de siglo entre el XV y el XVI dispuso de un taller de pintura. Se le conoce como el Maestro de Oña. Se identifican sus pinturas, aparte de por la influencia flamenca, por rasgos anatómicos afilados. Pintó entre 1485 y 1510. Se le adjudica el retablo de San Pedro del monasterio de San Pedro de tejada (fechado hacia 1503-1506) y, en Oña, los frescos del atrio y la decoración de los panteones reales, en la que abundan los motivos heráldicos. Pertenecieron igualmente al monasterio oniense las sargas sobre la Pasión de Cristo que decoraron el claustro (hoy en el Museo de Burgos) y un retablo dedicado a Cristo que está en Espinosa de los Monteros. En la Catedral de Burgos hay una Natividad de Jesús (1500) atribuida a su taller.

Retablo de San Pedro de Tejada
 
Antonio de Yepes Torres (1552-1618). Fue hijo único del matrimonio Francisco de Yepes y Ana de Torres, vecinos de Valladolid, y tomó el hábito benedictino en el Monasterio de San Benito el Real de Valladolid el 19 de enero de 1570. Profesó al año siguiente y pasó a estudiar Teología al Monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes (Palencia), de donde fue también predicador, igual que de Santa María la Real de Nájera (La Rioja) (1580-1583). Luego fue lector de Artes de los Colegios de Nuestra Señora de la Misericordia de Frómista (Palencia) (1583-1586) y de San Pedro de Eslonza (León) (1586-1589), abad de San Vicente de Oviedo (1589- 1592), San Juan Bautista de Corias (Asturias) (1592-1595), del Colegio de San Vicente de Salamanca (1598-1601) y en dos ocasiones de su Monasterio de Valladolid (1610-1613, 1617-1618), donde en 1617 fundó el Colegio de Infantes, que fue un semillero de vocaciones benedictinas y de otras órdenes y de personalidades notables de la Iglesia y el Estado. Murió siendo abad de Valladolid, y fue enterrado en el claustro del Monasterio con todos los honores. Sobre su tumba pusieron este elogioso epitafio: “Hic lapides ocultat cineres, non nomina clara/ Antonii Iepes detegit illa Deus/ Vivit in aeternum chronicus, iam terque bis abbas/ bis deffinitor, religione gravis”. Fue asimismo dos veces definidor general de la Congregación de Valladolid (1595-1598, 1613-1617), la última vez residiendo en el Monasterio de Valladolid, en calidad de lector de Teología Moral.
 
Su estilo claro, penetrante, sólido, fluido y ameno, le coloca entre los literatos del Siglo de Oro de las letras españolas. Su entendimiento claro, su memoria prodigiosa, sus exquisitos discernimientos y juicio desapasionado notables, además de las sólidas bases documentales y archivísticas sobre las que funda su historia, en busca de las cuales recorrió todos los archivos monásticos de Galicia, Asturias, Castilla, León, Rioja y parte de Navarra, dieron como fruto su Crónica General de la Orden de San Benito, que abarca la historia de los monasterios benedictinos de Occidente desde su fundación hasta el siglo XII, aunque naturalmente por lo que se refiere a la Península Ibérica es más abundante y seguro, por la mayor cantidad de documentación de primera mano que pudo consultar. Esta obra, que le dio fama universal y le inmortalizó.