Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 31 de enero de 2021

"Senderos de gloria" en Gayangos



“Muchas son las ventajas que tiene el partido liberal frente al carlista: más y mejores generales; más tropas; más disciplinadas y de más valor, y aun también más fieles; un gobierno fijo, arreglado, completo, respetado y poderoso, recursos legales, la opinión nacional, la fuerza de una milicia numerosísima que cuantas veces se ha ofrecido la ocasión ha competido en denuedo con el ejército en el campo de batalla.

Con tantos elementos no es de admirar hayamos conseguido algunas victorias contra nuestros enemigos que sostienen esta guerra sin orden ni medios seguros y prevenidos, fuera de la libertad de obrar sin ley y sin honor, que si bien se pondera puede ser que equivalga a todo lo que tenemos nosotros dentro del orden y la ley, y con un gobierno bien constituido”.


Lo que acaban de leer es un fragmento de un artículo editorial de “El Castellano” del doce de octubre de 1837. Evidentemente está del lado de Isabel II y la Reina Gobernadora, su madre. Como en toda guerra contiene muchos elementos de apoyo a la moral de las tropas y de la retaguardia: Son mejores, son más y disponen de mejores medios y el respaldo de la ley y la virtud encarnada en el “honor”. Bien, pero… ¿era esto cierto? ¿Cierto del todo? ¿Quizá cierto en parte?

Debemos comprender que una de las primeras bajas en una guerra es la verdad –ya lo sé: tampoco tiene buena salud en la paz-. Asumamos que existía una censura gubernativa que impedía, principalmente, publicar en España textos desfavorables a Isabel II. Por ello, la propaganda carlista se imprimió, fundamentalmente, en Francia y se introdujo por los más variados métodos. Pero todo esto no impedía que se divulgasen otras informaciones que afectaban negativamente al campo Cristino o a la moral de las tropas.

Porque se puede hablar mucho sobre la moral de las tropas Isabelinas. Aparte de la tensión de morir en combate nos encontramos con trampas para retrasar la licencia de quintos, infiltración de agentes carlistas, deserciones individuales o por unidades para pasarse a los carlistas o desaparecer, mutilaciones previas a la incorporación o al sorteo de quintos para librarse de ir al frente, retrasos en los pagos de las nóminas de los soldados…


Los Carlistas encontraban un reemplazo constante y numeroso de esta forma. Las familias y el clero, enviaban a los soldados consejos para que faltaran a su deber. Así pues, se tomaron duras medidas no solo contra los desertores, sino también contra sus familias, tanto más fuertes según se prolongaba la guerra. ¡Se expulsaba a la familia del desertor a zona carlista!

Con relación a la falta de liquidez la obra de Pirala cuenta que Oráa buscaba recursos por todas partes para tratar de pagar a la tropa y contenerla: “A todos pedía, y en una ocasión, casi con lágrimas en los ojos se presentó al ayuntamiento de Vitoria, manifestándole que se marcharía todo el ejército a la facción sino le daban dinero para pagarle”. Por su parte, Espartero hubo de recurrir a los bienes de su mujer y amigos para tratar de restablecer la situación. Es decir: pocas bromas con el tema de luchar solo por el honor de la Reina.

La duración de la guerra empeoró la situación provocando una creciente politización del ejército cristino, agudizado por la rivalidad personal entre diversos generales. Esto también ocasionará serios problemas de disciplina. Muchos de ellos provocados por la Milicia Nacional o los cuerpos francos pero también por el ejército regular. La primera fue la de agosto de 1836 a través de los sargentos y soldados de la Guardia Real que se sublevaron en La Granja e impusieron a la Reina la Constitución de 1812.


En agosto de 1837, coincidiendo con la expedición de don Carlos, la insubordinación de los oficiales de la Guardia Real en Aravaca, consentida por Espartero, origino la caída de Calatrava y el inicio de un nuevo giro hacia el moderantismo. Ese verano hubo revueltas en más lugares lo que mostraba hasta qué punto se había resquebrajado la disciplina en el ejército liberal. El 15 de agosto, como consecuencia de los rumores que se habían hecho correr sobre la llegada de grandes remesas de dinero destinadas a pagar a las tropas, se subleva en Miranda el provincial de Segovia, que ya había dado numerosas pruebas de insubordinación, y asesina al general Ceballos Escalera, que trata de mantener el orden. En Vitoria, los francos de Zurbano y el regimiento de Almansa asesinan al gobernador militar, al jefe de la plana mayor y a varias autoridades civiles y militares, al tiempo que se dan gritos a favor de Zurbano, Alaix y la Constitución. En Pamplona son los cuerpos francos quien, con el consentimiento del gobernador de la plaza, asesinan al general Sarsfield, el coronel Mendivil y diversos civiles.

Las medidas con que respondió el estamento militar fueron muy duras. Por ejemplo: “Toledo: En la plaza del Tránsito de esta ciudad, a las 4 de la tarde del día de hoy, ha sido pasado por las armas Paulino Díaz, asistente del desgraciado capitán asesinado en la sublevación ocurrida entre Villatobas y Corral de Almaguer el día 21 del último Agosto: fue el que le tiró el segundo tiro del cual murió”. Esta era una noticia publicada en el periódico “El Castellano” el 14 de octubre de 1837. Solo para señalar cómo estaban los ánimos.


Finalmente, en septiembre, se sublevó el primer batallón del regimiento de Mallorca que estaba acantonado en Gayangos (Las Merindades-Burgos). Este regimiento fue creado el 13 de mayo de 1662, en Jaén, en cumplimiento de la Real Cédula de esa fecha, donde se mandaba al corregidor Luis de Cea y Angulo hacer una leva de mil hombres y crear un tercio de diez compañías. Este Tercio se llamó “Tercio Nuevo de la Armada del Mar Océano”, siendo destinado al servicio de la Marina Real. Para el mando se designó al Teniente de Maestre de Campo Pedro Fernández Navarrete, caballero de la Orden de Santiago.

En 1704 pasó a llamarse “Regimiento Nuevo de la Armada del Mar Océano” y, popularmente en la Guerra de Sucesión como “Regimiento de Santa Cruz”, por ser su coronel el marqués de dicho título. La Ordenanza de 28 de febrero de 1707 lo designó como “Regimiento de la Armada num. 1”, pasando a llamarse “Regimiento de Infantería Mallorca num. 14” el 10 de febrero de 1718. Posteriormente cambió su numeración varias veces. En 1815 absorbió al Regimiento Segundo de Vizcaya y en 1818 al segundo Batallón del Regimiento de Hibernia. En 1823 se dividió en dos Batallones independientes bajo los nombres de “Batallón de Infantería num. 39” y “Batallón de Infantería num. 40”. Estos dos Batallones desaparecieron al disolverse aquel año el Ejército Constitucional. En 1828, por Decreto de 29 de marzo y Reglamento de 31 de mayo, se dio nueva vida al Regimiento de línea “Mallorca num. 12”. En el mes de junio se organizaron sus Batallones en Zaragoza con fuerzas procedentes del “Bailén num. 5” ligero y “África num. 7” de línea.

En marzo de 1829 sus efectivos se reunieron en Pamplona y en 1830 se dotó al “Mallorca num. 12” de un tercer Batallón. En 1833 se le dio el num. 13, que ya no cambiaría hasta la Guerra Civil de 1936-1939. Por tanto, con este numeral nos lo encontraremos en Gayangos. Espero que no sean supersticiosos. Porque no lo son. ¿Verdad?

En 1837, según el “Estado Militar de España” el Coronel del regimiento era Francisco Javier Rodríguez Vera con el coronel José María Miranda ejerciendo como Teniente Coronel Mayor. Al frente del primer batallón –protagonista de esta entrada- el Teniente Coronel José Sánchez Navarro y como su Mayor Comandante, el Teniente Coronel Pedro María Suárez.

El artículo de “El Español” no tiene desperdicio. Hay una mezcla de imprecaciones y halagos a la tropa sumados a llamadas al espíritu de cuerpo y a la defensa de la Reina. Léanlo y luego seguimos:






¿Interesante? Parece que sí. La jerarquía militar del momento estaba preocupada por los diversos motines y deserciones que se producían entre sus tropas y recurrieron a la mano dura para solucionarlo. Vemos que recuerda a la novela –y después película de Stanley Kubrick- “Senderos de Gloria” que estuvo prohibida en España hasta la llegada de la democracia. ¿Por qué sería?

La obra está parcialmente inspirada en la ejecución por insubordinación de cuatro soldados franceses durante la Primera Guerra Mundial. Pertenecían a la Brigada 119 de infantería. Fueron rehabilitados en 1934 aunque siguieron muertos. El comandante de esa brigada era el general Géraud Réveilhac que no le importaba nada derramar sangre mientras no fuera la suya. Incluso llegó a ordenar que se bombardearan sus trincheras para que sus tropas atacasen. Claro que el comandante de las baterías se negó sin una orden por escrito pero, más tarde, ordenó repetir un ataque aduciendo que ese día no se había alcanzado el porcentaje de bajas considerado como aceptable.


Para que las tropas obedeciesen a este tipo de elementos se llevaban a cabo fusilamientos por cobardía. Líbreme Dios de pensar que los sargentos segundos Julián Escudero y Manuel Bustamante, el cabo de tambores Gregorio Álvarez con los cabos segundos Francisco Cuesta y Manuel Lample y los soldados Bernardo Cerezo, Mariano S*ne*o, Eusebio Merino, y Ciriaco Pérez junto a los otros dieciséis castigados eran unos cobardes. Lo que sufrieron era una práctica muy común en los ejércitos del siglo XIX y hasta la primera guerra mundial que era fusilar a soldados mediante un macabro sorteo entre el batallón. De esa brutal práctica trata “Senderos de Gloria”. Y eso se aplicó en Gayangos.

Era la “Decimatio” romana. Un sistema para ante actos de cobardía de la unidad. Era un escarmiento para el resto de los soldados. Imagínense el sufrimiento de esos soldados de reemplazo que fueron seleccionados para purgar la pena de un delito que, seguramente, no habían cometido. Ese dolor, esa angustia… Recuerden a sus compañeros obligados a dispararles… Por eso hay tantos halagos al regimiento en los textos militares que han leído. Por eso se insiste en que sean leídos varios días…

Y esto pasó en Gayangos.

Bibliografía:

Periódico “El Castellano”.
Periódico “El Español”.
“El regimiento Mallorca nº 13 (“el invencible”) en la guerra de Cuba (1895-1898)”.
Enrique de Miguel Fernández-Carranza, Raúl Izquierdo Canosa y Francisco Javier Navarro Chueca.
“La primera guerra carlista”. Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera.
Estado Militar de España (1937)


domingo, 24 de enero de 2021

Los Velasco se van a la guerra… comercial.


Los Velasco, condestables de Castilla, dominaban amplios territorios del norte del reino incluyendo Las Merindades. Si nos ponemos puristas podemos decir que no eran patrimonio suyo al ser mayoritariamente de realengo pero… –digamos- las mangoneaban.

Medina de Pomar

Por ello, los hidalgos de la comarca consiguieron que un magistrado procediese a hacer una pesquisa consultando archivos e interrogando a testigos presentados por ambas partes. Había que saber por qué los Velasco detentaban esa capacidad de mangoneo. La conclusión fue que dichos “testigos no saben dar rrazon, nin se pudo averiguar por que titulo o preuillegio los señores de la casa de Velasco han tenido o tienen para llebar las dichas merindades, y poner merinos y llebar los derechos”. Que quiere decir que tenían el poder de hecho y no de derecho. Que mandaban por sus… y percibiendo las alcabalas, pechos y el portazgo que cobraban en Medina de Pomar, y nombrando además la justicia, algo que correspondía a la Corona, quedando Las Merindades supeditadas a los gravámenes y dependencia jurisdiccional de dicho Señor.

Vamos, que ejercían la ley cual sheriff de Nottingham y cobraban tasas varias. Con relación al primer punto no tenemos nada que decir… aquí. Para el segundo indicaremos una breve relación de fuentes monetarias:

  • Por un lado, estaban los peajes y portazgos que eran derechos que se debían pagar al propietario de un camino o puente por su uso. Eran cobros causados por antiguas reparaciones y construcciones de caminos y que, una vez finalizadas, se seguían cobrando. En eso de impuestos temporales para toda la vida no hemos cambiado. Los argumentos que se empleaban ante las protestas de los contribuyentes iban desde ser derechos inmemoriales a derechos que los señores, jerarquías e instituciones eclesiásticas o concejos poseían por el solo hecho de transitar por territorios de su jurisdicción.
  • Por otro, los “diezmos de la Mar de Castilla” que eran los derechos aduaneros que la Corona percibía sobre las mercaderías importadas y exportadas a través de los puertos cantábricos y los puertos secos de Vizcaya y Álava (Valmaseda, Orduña y Vitoria). El gravamen solía ser el diez por ciento de su valor. Estos diezmos se desprendieron del Patrimonio real en 1469, enajenados por Enrique IV de Trastámara a favor de Pedro Fernández de Velasco, cuya familia conocía su valor y los pretendía desde hacía tiempo.
  • Otra de las fuentes de ingreso de la Casa del Condestable vinculadas al comercio eran las poblaciones de su propiedad: en el camino de Laredo poseían las villas de Puente-Arenas, Quecedo de Valdivielso, Valdenoceda, Bisjueces, Medina de Pomar, Agüera, Valle de Soba, Ampuero, Limpias, Colindres y Laredo controlando, prácticamente, todo el tráfico de la ruta; en la vía por el puerto de Angulo tenían Riocerezo, Extramiana y Quincoces de Yuso; en el de Bilbao por Orduña les pertenecían Berberana, Murita y Villalba de Losa; y hacia Santander estaban Arreba y Cilleruelo de Bezana.
  • Un cuarto ingreso asociado al comercio era la “atracción” de ese tráfico cuando discurría por lugares no sujetos a su autoridad. Pero no piensen que era mediante ingeniosas campañas de publicidad. Era, más bien, algo así como… como una retención. En 1515 el procurador de los viandantes deja constancia en un pleito contra el Condestable que “algunos vesynos de la villa de Medina de Pumar e portazgueros del condestable de Castilla, desde diez años… poderosamente mano harmada con favor del dicho condestable, han fecho e cometydo contra los mulateros de las dichas merindades… e de otras partes, muchas fuerças e violençias en espeçial entre Quintanahedos e Barzena e Gayangos, Enzinillas e las ventas de Baldemera, que estan en los dichos caminos rreales, llevandolos por fuerça sus personas e mulos e mercaderias a la dicha villa de Medina Pumar”.
  • El puro y duro chantaje.


Espinosa de los Monteros

El poder –legítimo e ilegítimo - que el Condestable ejercía le condenó a pleitear habitualmente con la ciudad de Burgos, la de Santander, Bilbao, los mulateros, la Universidad de Burgos, los habitantes de las Merindades... ¿Y eso? Pues, porque Íñigo Fernández de Velasco y su parentela exprimían los caminos con descaro e impunidad evidente cobrando portazgos independientemente de que las poblaciones de los mulateros estuviesen exoneradas.

Para ello trabajaron desde su posesión de Medina de Pomar y la mole de sus torres que se dejaban ver a lo lejos. Adquirieron la villa por concesión de Enrique II en noviembre de 1369 y, en seguida, instaron –obligaron- a que pasasen por la población los mulateros y empezaron a cobrar, como hemos dicho, a los que tenían exenciones reales. En junio 1380 se pronuncia sentencia a favor de Laredo, tras el pleito interpuesto por la villa contra Hernando García y Ruy García, portazgueros de Medina de Pomar que actúan en nombre del Velasco, para que no se cobre portazgo a los vecinos de Laredo y les devuelvan las prendas que les han tomado por estar exentos.

En agosto de 1383 Juan I dice que Pedro Fernández de Velasco sigue cobrando portazgo a los vecinos de Laredo, por lo que confirma la sentencia y Provisión anteriores y ordena su cumplimiento. No se le hace ni caso. El Rey manda en marzo de 1386 una Provisión a su camarero mayor, Juan Fdez. de Velasco –hijo de Pedro Fernández de Velasco-, al guarda y mayordomo mayor del camarero, al concejo y a los que recaudan la renta del portazgo en Medina, porque… ¡Siguen cobrando a los de Laredo! En la provisión exige, también, que devuelvan doblado lo recaudado con sus costes. ¿Obedecerían los señores de Medina de Pomar? ¿Permitiría esa chulería su amistad con la Corona? (No respondan porque es un pregunta retórica)

En marzo de 1496 los Reyes ordenan al presidente y oidores de la Audiencia y Chancillería, que sentencien en un pleito pendiente entre la villa de Santander, por una parte, y Bernardino Fernández de Velasco y el concejo de Herrera de Pisuerga, por otra, “sobre rrason de çiertos mulos e rroçines e sal que a la dicha villa de Santander dis que fue tomada” en dicha villa de Herrera. ¿Tomada? Robada, más bien. Y lo siguiente que nos tenemos que preguntar es: ¿Tenía fuerza para hacerlo? Sí. Porque lo hacía. Claro que al no ser legal terminaba el asunto en incordiante pleitos que muchos no podían, o no se atrevían, a afrontar…


En 1499 se decide reparar el camino de Burgos a Laredo. Se pedirá que aporten las localidades por las que pasa y las asociaciones como la Universidad de Mercaderes de Burgos, la cofradía de los mulateros, las ventas y mesones del camino e incluso el abad del monasterio de Rioseco. También Medina de Pomar, a pesar de que se diga que “no ay camino del aderezar por estar rreparados en las puentes della, ni tanpoco ay en ella mulateros ni mesones donde la cojan mulateros”, por el provecho que se espera obtener si pasan los carros, se asignan a la villa 5.000 mrs. más otros 5.000.

Pero llama poderosamente la atención que al Condestable “no se le rreparte cosa alguna, porque por doquiera que las mercaderias salgan, le an de pagar sus diezmos e ninguna cosa leba que salgan por vn puerto que por otro”, cuando es el principal beneficiado del tráfico por este camino. ¡¿Estamos tontos?! En absoluto. Es solo una frase vacía de las que escuchamos hoy a diario en los medios de comunicación y que, si no la pensamos, suele colar porque los ingresos de los Velasco dependían del tráfico que se realiza por los caminos que se pretenden reparar, así como los portazgos, que benefician directamente a Bernardino Fdez. de Velasco (1454-1512). ¿Entonces? Que el señor de Medina de Pomar ha presionado y utilizado su poderosa influencia.

La prueba palpable de que ese argumento era falso se ve en su relación con el concejo de Santander. Vemos que en abril de 1535 el alcalde de Santander dice a los concejos de Amusco, Aguilar, valle de Ordejón, Pie de Concha y valle de Buelna, que los oficiales del Condestable impiden la descarga en Santander de las naos procedentes de Flandes desviándolas a otros puertos. Si lograban descargarlas, al no tener albalaes (documento autorizador del paso), las guardas les cobran portazgos en los lugares del camino, estando libres. Por ello, entre Santander y Pedro Fdez. de Velasco y Tovar hay un pleito para que este, como señor de los diezmos de la mar, permita que las mercaderías que a la villa llegaren sean guiadas por ella, debiéndose obtener información a fin de probar “como antiguamente se solían cargar e descargar en el puerto... de Santander, las sacas de lana de los mercaderes de Burgos que yban para Flandes e Françia e otras partes, e los fardeles de paños, e lienços, e otras mercaderias que se trayan e descargaban de rretorno... lo qual se guiaba e llebaba desta dicha bylla”, y no por otras partes.

Frías

Completaba su argumentación el alcalde de Santander que esas mercancías eran desviadas a los puertos de Bilbao y Laredo mermando el ingreso al Tesoro Real ya que desde el tiempo de los Reyes Católicos habían pasado por Cartes o por el valle de Buelna mulos, rocines y acémilas que procedían de Santander, donde habían pagado el diezmo al dezmero y rentero de los Reyes, que les daba los albalaes correspondientes. Vamos, que a los Velasco no les paraba ni el rey. O el rey le dejaba actuar así.

En agosto de 1549 se alcanza un acuerdo entre los contendientes y se acuerda que el Condestable Pedro Fdez. de Velasco y Tovar permitiese la salida de las mercaderías que descargasen cinco naos de Santander. Claro que el procedimiento consistía en que el capitán de cada nao deberá pedir licencia al diezmero del Condestable para descargar las mercaderías que, registradas por él, expedirá el albalá o cédula de guía. Esas mercancías deberían ir después a Cilleruelo de Bezana o a Herrera de Pisuerga, para que sean registradas y se comprueben sus albalaes. Aquí se les darían cédulas de paso, pagando los derechos correspondientes. Creo que el que ganaba era el Condestable. No sé, lo parece.

Medina de Pomar

Aunque daba igual. Menos de diez años después, en agosto de 1555, Santander propone dar libre la guía, pero bajo el compromiso de la Universidad de Burgos de que guiarían sus mercaderías de retorno por dicho puerto. La villa de Santander indica las razones “que se presumen, porque el condestable no quiere dexar guiar las mercaderias por Santander, y los probechos y daños que dello se syguen”, que son entre otras, que de “Santander a Çilleruelo ques del condestable, no ay lugar suyo ni de Çilleruelo a Burgos, porque todos los demas son del Rey y de otros señores, y guiando las mercaderias por Laredo e Vilbao, los mas de los lugares que ay de alli a Burgos son del condestable y en ellos gastan las biandas, pagan portazgos y derechos, y de todo el benefiçio se goza en su tierra”.

Pero estas estrategias de presión eran también aplicadas en otras zonas de Las Merindades donde los Velasco tenían mayor presencia. Así, sus oficiales de Villasana trataban de impedir el paso de los mulateros por el “camino de la Ordunte”, obligándolos a desviarse por la citada Villasana. Los mulateros alegaban que nunca se les había cobrado u obligado a pasar por Villasana. Los Reyes mandan al concejo de Villasana y al merino de Mena que dejen a los mulateros transitar libremente por este camino. Bien, vale, no creo que el Condestable se asustase.

Villasana de Mena

Pero si esto no fuese suficiente contra el comercio los poderosos –no solo los Velasco de Las Merindades- se cobraban deudas contraídas por residentes en un pueblo o el concejo de este en el primero que pasaba por sus tierras siempre y cuando residiese en la población en cuestión. Suena retorcido pero lo explicaremos con un ejemplo de Las Merindades.

En febrero de 1497 Mencía Fernández, vecina de Espinosa de los Monteros, dijo a los Reyes que cuatro vecinos de Espinosa tenían en fieldad las alcabalas de la villa de los años 1493, 1494 y 1495, estando obligados a pagarlas al condestable de Castilla y al monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar por estar en ellos situadas, e indica que los merinos de Medina y de la merindad de Castilla Vieja, por mandato de su alcalde y a petición del recaudador del Condestable, le tomaron unas mulas con sus aparejos viniendo del valle de Tobalina, y las vendieron en Medina de Pomar para pagar los mrs. que debían esos vecinos de Espinosa. Mencía Fernández requirió al merino de Espinosa, para que vendiese los bueyes y vacas tomados de los fieles para pagar los mrs. debidos al Condestable y monasterio y con ello recuperar sus mulas, pues ella no estaba obligada a pago alguno, pero el merino no lo quiso hacer y sus mulas se vendieron con los aparejos, que podrían valer 15.000 mrs. con más de 13.000 mrs. por los daños causados, por lo que pidió a los Reyes que el corregidor de la merindad de Trasmiera provea de remedio con justicia, mandándole que apremie al merino a que le pagase las mulas y sus aparejos o los dichos 15.000 mrs. mas las costas causadas.


Situaciones como la señalada calentaban el ambiente social fomentando una inquina hacia los Velasco que buscaba una chispa para explotar. Saltemos hasta la revuelta de junio de 1513, cuando las guardas de Medina de Pomar exigían que unos mulateros pasasen por esa villa para pagar el correspondiente portazgo. Cuando estas guardas “husando de la dicha posesyon, querian prender los que yban descaminados, se juntaron a rrepique de canpana mas de dosyentos honbres e armados de dibersas armas, fueron tras las dichas guardas e que lo que peor es y digno de mayor castigo, que juntos los dichos mulateros en el dicho escandalo e asonada, acordaron de ahorcar a las dichas guardas (…)” Aunque al final se libraron de colgar de una soga muestra el desparpajo de los criados del Condestable que sabíanse respaldados por “la justicia”. Para Joseph Pérez, estos incidentes favorecieron el levantamiento Comunero en Las Merindades. Al final se impuso, nuevamente, el Condestable sobre una población hostil.

Y ¿cómo justificaba el Condestable esa “obligación” de pasar por la capital de sus posesiones en Las Merindades? Pues mediante el manido argumento de que era “por previllejios antiguos husados e guardados de tienpo ynmemorial… a todos e qualesquier mulateros e biandantes que vienen de otros puertos comarcanos, y salen por los puertos de Sandrinyesto e la peña de Mena y puerto de Haya e por la peña de Angulo, son hobligados a yr y pasar por dentro de la villa de Medina de Pumar, porquel camino rreal que sale de los dichos puertos, va a la dicha villa, en la qual esta de tienpo ynmemorial aca, casa de aduana y guarda sobre los diezmos de la mar pertenesçientes a su alteza y al [Condestable] en su nonbre”.

Villarcayo

Cambiarán las cosas a partir del fallecimiento de Pedro Fdez. de Velasco y Tovar el 10 de noviembre de 1559. Felipe II, que no es un Trastámara, aprovechará esta circunstancia y tomará la iniciativa para recuperar su autoridad sobre Las Merindades y, con el apoyo de estas, rescatar el oficio de Justicia y Alcalde mayor de ellas y los diezmos de la mar.

Con este acto se terminaba un tiempo en que una familia actuaba controlando impuestos reales y poder jurisdiccional. Sorprendentemente eso significó la pérdida de unos dineros que se desparramaban en buena parte por Burgos y el hinterland al norte de la misma, con ramificaciones señoriales que llegaban hasta el cantábrico, en la costa de la actual región de Santander y con múltiples conexiones familiares –insertas dentro del sistema señorial de parientes mayores y menores– que se extendían por buena parte de la montaña cantábrica, Vizcaya y Álava. Vale que era un dinero para beneficio de los Velasco pero se quedaba por la zona.



Bibliografía:

“El Buen Conde de Haro (Don Pedro Fernández de Velasco II). Apuntes biográficos. Testamento y edilicios”. Cesar Alonso de Porres Fernández.
“Caminos burgaleses: los caminos del norte (Siglos XV y XVI)”. Tesis de Salvador Domingo Mena.
“Poder señorial, espacio fiscal y comercio: los diezmos de la mar, las rutas comerciales burgalesas y la casa de Velasco (1469-1559). Ensayo de interpretación de un proceso secular”. Luis Salas Almela.


domingo, 17 de enero de 2021

La torre del Abad de Vivanco de Mena.



De Ogazón de Montija procedía Perejón de Lezana que murió por salvar la vida de Fernán Sánchez de Velasco. Les pondré en situación porque con lo dicho hasta ahora no nos enteraremos de nada. La trifulca en la que muere Perejón sería la batalla de Villatomil que fue una de las habituales confrontaciones entre los Velasco y los Salazar. Perdido el combate para los primeros, Perejón sacrificó su vida para dar tiempo a su señor a refugiarse en las murallas de Medina de Pomar con el compromiso de que se ocuparía de sus hijos. Este noble gesto, que tiene mucho de pensión por morir en combate o de “estanquito” franquista, dio la abadía de Vivanco al hijo de Perejón. Este adoptará el apellido Vivanco. Sería hacia el siglo XIII, en 1370.


¿Significa eso que la abadía de Vivanco surgió en ese tiempo? Pues… Les diré que en la iglesia se conserva el sepulcro románico de un abad en el que ponía “Era de MCCXXIIIIII” que situaría la fecha del monasterio seglar en 1188. Un documento del archivo del Palacio de los Abades, en Vivanco, afirmaba que el cenobio fue fundado por doña Andrequina -o Enriquena- de Mena, a mediados del siglo XII, como “abadía secular de patrocinio nobiliario”. Otras fuentes refieren que el primer abad del que se tienen noticias concretas fue Martín Pérez de Vivanco, en el año 1150. Una referencia que ha llegado hasta hoy es de 1244, es un documento por el que Alonso Pérez de Arnillas cede al obispo de Burgos una serie de propiedades, con el fin de que se provea el Monasterio de Vivanco con un altar.

Tener una genealogía precisa de los sucesivos abades seglares de Vivanco es difícil dada la lógica dificultad producto del tiempo, el número, los lugares de residencia y otros inconvenientes por lo cual lo que presentaremos aquí será un picoteo más o menos acertado.


Según Salazar y Castro, el primer sucesor confirmado fue Sancho López de Vivanco. Al casar su hija con un Angulo ambos apellidos se unieron para siempre. ¿Angulos? ¿De dónde aparecen? Los gratificantes mitos fundacionales nos iluminan diciéndonos que un rey escocés fue el precursor del Angulo al que un monarca leonés dio el valle homónimo “junto al de Mena”, en donde pobló y fundó cuatro lugares: Cirión, Cozuela, Rivaloba y Cima. Para defenderlos construyó un castillo en lo alto de una peña desconocida. Algunos han aventurado voluntariosamente que esa fortificación podría ser el espolón entre la sierra de la Carbonilla y la de la Peña que llaman “Castro Grande”.

Los Angulo tenían sus sepulturas en la capilla mayor de Santiago de Oteo. Los Vivanco se enterraron siempre en su propio monasterio, cosa que siguieron haciendo los sucesores que acapararon estos mayorazgos. Y, esto nos lleva a que recuerden que las abadías seglares eran una buena fuente de rentas para sus abades:

“Por señor de la casa y Abbad de Vivanco y lugar de Arceo tiene todos los diezmos de estos dos lugares y su término… con que le diezman muchos de los vecinos de otros y llega el diezmo a 400 fanegas de trigo, 300 cántaras de vino, 50 fanegas de zebada, frutas y demás legumbres, renta de trigo por razón de tierras propias 120 fanegas. En el lugar de Irús quarto de legua de Vivanco, tiene el rediezmo, vale al año en dinero de derechos fixos 15.000 rs. y tiene otras utilidades. Por ser abad cobra de cada nuevo vecino 28 rs. y una gallina. Nadie puede, sin su licencia, ser recibido por vecino. Los vecinos tienen obligación de traer leña al orno cuando se haga pan. Todas las vezes que pasaren por delante de Palacio… han de incar la rodilla y quitar la gorra o sombrero”.


A principios del siglo XV se decía “que las casas del apellido del padre (Angulo Vivanco) son de las más ilustres y primitivas de las de esta provincia”. Por su apellido Vivanco, además de abad seglar, gozaron “de los derechos de las Huelgas de los puertos del Cabrio y la Magdalena”. El Abad de Vivanco nombraba uno de los cuatro diputados generales del valle de Mena. La residencia habitual fue la torre de Vivanco, aunque a veces habitaron también en la de Cantinflor de Espinosa de los Monteros.

¿Eso quiere decir que residían en la torre del Abad? Lo cierto es que los abades de Vivanco poseyeron dos torres en Vivanco. La protagonista de esta entrada, está en el barrio de Cantonad, diríamos que bajo el Santuario. Mide 9 metros por 8`28 metros, es de mampostería, con sillarejo en las esquinas. El tejado es a cuatro aguas. Cuando la visiten se darán cuenta que está abandonada en un apacible entorno forestal. Su fachada se apoya sobre un contrafuerte que se prolonga hacia la fachada Este. El contrafuerte sirve como pie de una balconada de barrotes de cuadradillo y baranda de sencilla pletina.

Debió transformarse esta torre en los últimos años del siglo XVI o en los primeros del XVII, hasta quedar convertida en casa solariega sin ninguna saetera pero con hermosos escudos, sobre todo encima de la balconada y sobre una ventana de la fachada Sur. En la segunda mitad del siglo XVII se describía así: “pasamos a ver la casa y reconocer la del apellido de Vivanco y parece está sita en un llano apartado del lugar de Vivanco como un tiro de escopeta que parece ser una torre alta y en junto a ella está una casa grande de dos suelos con su patio y zaguán que la fábrica promete mucha antigüedad, con bentanas grandes también a lo antiguo. Y entrando en la Puerta principal, tiene el escudo de las Armas deste apellido en una piedra muy grande dibujadas que… y la dicha casa a la parte del medio día junto a ella tiene unos solares muy grandes y toda ella por todas partes la circundan unas huertas grandes cercadas…”.


En su fachada principal, sobre una ventana adornada con motivos góticos hay un escudo, que lleva el campo cuartelado con las armas de los Vallejo (cinco bandas que serían de Azur en campo de oro) y unas armas que pueden ser las de los Partearroyo (Cinco panelas en plata puestas en sotuer). En relación con las paneras en plata, otras fuentes la asocian a los Vallejos como señal de pureza de sangre. Suponiendo que la descripción anterior se refiriese a esta torre tendríamos a un visitante que o bien no conocía las armas de su anfitrión o estas –las de Vivanco- estaban, realmente, pintadas en la fachada o situadas en el interior del inmueble y fuera de nuestra vista. Todo puede ser.

En lo alto de su muro Norte, el que se apoya en un contrafuerte, sobre otra ventana hay otro escudo protegido por un guardapolvo. Su campo es igualmente cuartelado con el primer y cuarto cuarteles con las bandas de los Vallejo; el segundo con dos estrellas de seis puntas; y el tercero con dos panelas.

Fotografía cortesía de Castillos del Olvido.

Y con todo esto, ¿por qué las armas de los Vallejo? Es indudable que la torre perteneció a los Abades de Vivanco por lo que supondríamos que les llegó por medio de algún enlace matrimonial con los Vallejo. Finalmente: estos últimos eran una de las cuatro casas familiares que se repartían poder e influencia en el Valle de Mena junto a los Giles, Velascos y Negretes –que luego serían los Vivancos-.


Bibliografía:

“Arquitectura fortificada de la provincia de Burgos”. Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“Blasones y linajes de la provincia de Burgos. V. Partido Judicial de Villarcayo”. Francisco Oñate Gómez.
“El muy noble y muy leal Valle de Mena”. Antonio del Campo Echeverría.
“Noticia del noble y real Valle de Mena, provincia de Cantabria”. Anónimo.

domingo, 10 de enero de 2021

¿Quién mató a Urbana Peña?



“Una joven aparece estrangulada en el pueblo de Hornilla de la Torre.

Parece que el crimen se cometió a causa de frustrados requerimientos amorosos

Noticias recibidas en Espinosa de los Monteros dan cuenta de haberse descubierto un crimen en el pueblecito de Hornilla de la Torre (ahora Hornillalatorre), que dista seis kilómetros de Espinosa. A las cuatro y media de la madrugada del lunes fue hallado el Cadáver de la joven de 25 años Urbana Peña Gutiérrez, soltera, natural y vecina del referido Hornilla de la Torre, la cual aparecía en el camino conocido por la Ripuerta, a sesenta y cinco metros de la carretera de Barcenilla a Hornilla de la Torre. La víctima, a juzgar por las huellas que presentaba en el cuello, dejó de existir por asfixia al ser estrangulada.

Inmediatamente después de ser descubierto el crimen se dio conocimiento del mismo al Juzgado de instrucción del partido y a la Guardia civil, acudiendo al lugar del suceso el juez de instrucción de Villarcayo, con el médico forense, y también el jefe de la línea de Medina, capitán Arrimadas. Practicadas las diligencias de rigor, fue descubierto que la desgraciada joven vivía en Hornilla de la Torro, en casa de sus padres.


Parece ser que el crimen se cometió a causa de frustrados requerimientos amorosos. La Guardia Civil realiza activas gestiones y diligencias en orden a la detención del autor o autores del bárbaro hecho, que ha causado la natural consternación en toda la región de Espinosa”.

Esta noticia del tres de septiembre de 1953 aparecía en las páginas del “Diario de Burgos” y, evidentemente, conmocionaba a una sociedad sencilla, rural y bucólica como era la de la Merindad de Sotoscueva. El periódico “El CASO”, mucho más tremendista y sanguinolento, tituló: “Aparece asesinada la Bella de la Comarca". En fin. Nada sorprendente en nuestra época de fake news y carnaza. La situación inicial era que el padre de Urbana estaba enfermo y ella marchó, tras la visita del médico –hacia las 18:00 horas del 30 de agosto-, en bicicleta a la farmacia de Espinosa de los Monteros. Relatan que, como para las once de la noche no había regresado, salió su madre, Cándida, junto al perro, Canelo, en su busca y hallaron la bicicleta en el camino vecinal de Hornillalatorre al cruce de la carretera de Reinosa-Bilbao, a unos setecientos metros del pueblo.

La memoria popular continúa relatando que el perro se adentró campo a través unos 200 metros hasta el cadáver. Cándida, llorando, regresó al pueblo y avisó a una vecina para que buscara al alcalde Francisco Gómez. Tras ser informado acudió al párroco que tañó las campanas a arrebato y se organizaron partidas de búsqueda. Se halló el cuerpo en una vaguada entre dos pequeños collados en un lugar apartado, rebosante de vegetación. Había perdido los zapatos mientras fue arrastrada desde el camino.

¿Quién sería el asesino –o asesina, por eso de la “igualdad”-? ¿Estaría a la caza de nuevas víctimas? ¿Habría escapado de Las Merindades? Se dio parte a la Guardia Civil y al Juzgado de Villarcayo. Los forenses determinaron que había muerto unas siete horas antes de ser hallada y que recibió dos puñetazos en la frente de una mano grande, fuerte y maciza que generaron sendas contusiones que la debieron dejar sin sentido. Las señales del estrangulamiento eran evidentes en su cuello y tenía fracturadas varias vértebras. No hubo violación ni robo al recuperarse el bolso con el dinero, joyas personales y un reloj de pulsera parado a las once menos cuarto. ¿Un crimen pasional?

Plano de Hornillalatorre

El juez ordenó a la Guardia Civil reconstruir los últimos movimientos de Urbana. Después de interrogar a sus amigas se confirma la hora del crimen: 22:50 horas, la de su reloj. Esa primera noche se carece de un sospechoso claro por lo que se hace una redada de mozos a los que se les vio horas antes por las cercanías para cotejar sus coartadas. Nada.

Finalmente el “Diario de Burgos” incluía esta noticia en su edición del sábado cinco:



Como vemos la Guardia Civil de Medina de Pomar había tardado escasos seis días en identificar al culpable aunque este, sometido a un “hábil interrogatorio” para que confesase, se negaba a firmar la declaración de culpabilidad. La prensa presentaba las definitivas pruebas circunstanciales: vecino del pueblo, labrador, treinta y dos años, pésima moralidad (¿no iba a misa? ¿Era ateo?) y la víctima le había dado calabazas. Pero bueno, nos apuntilla que el Juez de Villarcayo tenía ya en su poder indicios graves de culpabilidad.

La policía seguía acumulando pruebas en contra de Felipe Pereda López. Hombre huraño, huérfano de padre y madre y, desde que falleció ésta, viviendo con una criada llamada Carmen Bravo López de 45 años y, también, soltera. El problema era que no terminaba a confesar el delito. ¿Y si no era culpable? ¿Qué había determinado su detención?

Procedamos a presentar las pruebas a la digna manera de una novela de Hércules Poirot:

  • Evidencia A, Felipe vive junto a la iglesia del pueblo pero no despertó al oír las campanas y por ello no se unió a la partida de búsqueda.
  • Evidencia B, Felipe se acercó cuando se dispuso el velatorio pero el perro de la casa, de natural tranquilo, se lanzó furiosamente sobre él. El capitán de la Guardia Civil tomó nota del incidente.
  • Evidencia C, Felipe al día siguiente, cuenta al cura que a las diez de la noche al ir a recoger las vacas al prado, oyó los gritos de una mujer.
  • Evidencia D, Se preguntó a la criada que camisa llevaba Felipe aquella noche y ella le dice al Capitán de la benemérita que una blanca con rayas azules. Felipe les dirá después que una blanca totalmente.


Pero Felipe tiene coartada al haber estado con el alcalde.

Los agentes llegados desde Madrid acumularon más indicios contra el solterón: se comprueba que Felipe estuvo esa noche en la fuente lavándose las manos y las perneras de los pantalones y que posteriormente volvió a lavarlos en casa su criada Carmen. Se interviene la camisa y dicen que se encuentran vestigios de sangre. Es detenido el sábado y llevado a la cárcel de Villarcayo.


El 18 de septiembre de 1953 se obtuvo ya la confesión del culpable:

“Como saben nuestros lectores, el pasado día 31 de Agosto apareció estrangulada en las cercanías del pueblo de Hornilla la Torre, la joven de dicho pueblo Urbana Peña. Desde aquel momento el Juzgado de Instrucción de Villarcayo, secundado por la Guardia Civil de Espinosa de los Monteros y agentes de Policía pertenecientes a la brigada criminal, efectuaron amplios e intensos trabajos de investigación encaminados al esclarecimiento del crimen.

Por no entorpecen la acción judicial y policiaca, no concretamos, en memento oportuno, pormenores acerca de la detención efectuada, pocos días después, exactamente el día 3 del actual, por fuerzas de la Benemérita. El detenido se llama Felipe Pereda, de 32 años de edad y según informes particulares, parece que requirió de amores a la infortunada muchacha, que no le aceptó. Aun cuando, sobre Felipe recalan graves sospechas, el detenido negó reiteradamente, su intervención en el crimen, pero, ante los hábiles interrogatorios efectuados y el cumulo de circunstancias que le identifican como gravemente complicado en el repugnante hecho, ayer, según nuestros Informes, se confesó autor de la muerte de la desdichada muchacha Urbana Peña”.

Al día siguiente publicaba el “Diario de Burgos” una nota de reflejando la alegría por el esclarecimiento de este crimen:


En ella nos dan los nombres de algunos de los protagonistas de la resolución del crimen: Mario Dean Guelbenzu (Juez), Francisco Lozano Fernández y Jesús Moreno Pérez (Brigada de investigación Criminal). Iremos conociendo más nombres.

En un artículo de “Crónica de Las Merindades” se relata lo que pudo ser la reconstrucción del crimen. Al parecer a esa diligencia acudió José María Codón Fernández: “Citadas previamente por la Justicia, se encuentran las hermanas Águeda y María Vallejo Martínez que acompañaron a Urbana hasta minutos antes de caer asesinada. Otra joven del pueblo llamada Victoria representa el papel de la víctima (aunque esto último contradice lo publicado en la prensa). Se comprueban los minutos que tardó la víctima en llegar al cruce de la carretera y montar en la bicicleta después de despedirse de sus amigas. Se recorre el trecho hasta el sitio donde se descubrió la bicicleta y el tiempo concuerda con la hora que se cometió el crimen: 22:50 horas. Felipe, en la reconstrucción, va señalando las fases del crimen:

-“¡¡Desde aquí le salí al paso y la cogí del vestido y ella se cayó con la bicicleta y yo la ayudé a levantarse.
-El juez: ¡Entonces la bicicleta cayó hacia fuera! ¿No?
-De ninguna manera, cayó hacia dentro -dijo Felipe-. Y después la empujé para que entrara en el campo.
-¿Y para que la quería meter al campo?
-Para hablar con ella sin que nadie me viera.
-¿Quiere usted decirme si en ese momento la golpeó con una piedra varias veces?
-¡No… no!, ¡ni con piedras ni con palos!, se resistió, y la di dos golpes con el puño en la frente y medio se cayó.
-¿Y qué más? -le pregunta el juez.
-Entonces la arrastré hacia el hondo de un ribazo. Volvió en sí y pataleó y al ver que quería gritar me volví loco… ¡Ya no supe lo que hacía!, estaba loco por conseguir su afecto”.

Más tarde recorren la ruta desde que dejó el cadáver y señala el sendero por el que huyó, salvando los 700 metros que le separaban del pueblo, para pararse en la fuente de la plaza, donde se lavó las manos y las perneras del pantalón para quitar las manchas y los rastros de sangre que le saltaron de las heridas de su víctima, cuando la arrastró sobre sus brazos hasta la espesura.

Hornilla de la Torre (1956)

La siguiente fase sería el juicio oral que se produjo en 1955, con el reo en prisión provisional (supongo). Las fechas exactas fueron del 10 al 13 de mayo. Así lo adelantaba el “Diario de Burgos” del ocho de Mayo:

“Por la Audiencia provincial se ha señalado para el próximo martes, miércoles y jueves, la vista del juicio oral que se sigue contra Felipe Pereda López por muerte de Urbana Peña y, para perfecto conocimiento de nuestros habituales lectores, damos a continuación un extracto de hechos y peticiones provisionales de las partes que intervendrán en este proceso.

El Ministerio Fiscal, representado por el ilustrísimo señor Fiscal jefe, estima que los hechos se sucedieron así: El procesado Felipe, soltero, de conducta contradictoria y sin antecedentes penales vivía en Hornillalatorre (Villarcayo), asistido en la vida doméstica y labores del campo por su sirvienta Carmen Bravo Gómez. Su carácter era violento teniendo incidentes con José Gutiérrez y Pablo Miranda. En el mismo lugar vivía Urbana Peña, de 25 años, de conducta intachable, en posición desahogada, de presencia delicada y un grado cultural que la hacía sobresalir en el medio ambiente en que vivía. El procesado se fijó en ella, sin que fuera correspondido y antes bien le exteriorizó su repulsa por medio de Pilar Gómez.

El día 30 de agosto de 1953 teniendo que ir a comprar unas medicinas para un familiar enfermo, tomó la bicicleta y se trasladó a Espinosa, lo que supo Felipe. En dicha localidad la acompañó su amiga Águeda Vallejo, hizo las compras, estuvo en un café y hacia las 22 horas salió para su casa acompañada por su amiga hasta la bifurcación de la carretera Bilbao-Reinosa. Una vez sola y en el pago de la Vijota, cerca del pueblo le salió al encuentro el procesado que pretendió entablar conversación con ella, pero ésta asustada intentó marcharse y gritar, por lo que aquél la echó las manos al cuello, apretándola, tirándola al suelo, donde completó su propósito homicida dándola muerte y arrastrando el cadáver hasta un desnivel cercano a fin de ocultarla. Una vez hecho esto marcha al pueblo y procura hablar con otras personas entre ellas el Regidor a fin de prepararse la coartada. La autopsia dio el resultado de muerte por asfixia por estrangulación.

Estos hechos los califica el Ministerio Público de homicidio y solicita la pena de 18 años de reclusión menor, accesorias, costas y abono de 80.000 pesetas a los herederos de la interfecta, y propone como prueba el interrogatorio del procesado pericial médica y 24 testigos.

El letrado señor Codón, acusador privado, sienta los hechos en forma similar al Ministerio Fiscal, destacando la pésima conducta e irregularísima vida de Felipe, de inteligencia natural, violento, cínico, dotado de gran fuerza y manos singularmente poderosas que acostumbraba a imponerse agarrando a las personas por el cuello; la vida familiar y ejemplar de Urbana, agraciada, recatada y virtuosa y de cultura poco común. El procesado la había hecho objeto de groserías y proposiciones repulsivas rechazadas enérgicamente por la muchacha. Relata los hechos y agresión en forma detallada y destaca la gran alarma que produjo el crimen en la comarca.


Califica los hachos de asesinato, calificado por la alevosía y solicita la pena de 30 años de reclusión mayor, accesorias y costas y abono de 100.000 pesetas de indemnización, y solicita la misma prueba que el Ministerio Público, testifical, numerosísima y pericial.

El letrado señor Dancausa, defensor de Felipe, en su escrito de conclusiones provisionales presta su disconformidad absoluta con las acusaciones, porque del sumario no se desprende —según su criterio— que el procesado realizase los hechos que se le imputan y solicita la absolución para su patrocinado y propone las pruebas documental de certificación relacionada con la actuación de agentes de Policía, antecedentes de Florentino Pereda Pereda, pericial caligráfica, pericial, médica y testifical de cuarenta y dos testigos.

Este juicio oral, por las circunstancias en que se perpetraron los hechos, por las dudas sobre si el procesado fue o no el autor de este crimen, y por la personalidad de los protagonistas de este drama ha despertado gran expectación singularmente en todo el partido de Villarcayo donde los ánimos están tensos por este proceso, del que informaremos debidamente a nuestros lectores. Licenciado Martín Liébana. 

Saltamos hasta el “Diario de Burgos” del 11 de mayo de 1955 donde nos relatan la primera sesión del juicio:



La cosa estaba interesante. Seguramente hoy hubiera abierto telediarios y programaciones especiales de las tertulias de mesa camilla televisivas donde absolutos expertos en nada dictaminarían sobre la vida de la víctima, los policías y los culpables exigiendo a la turba que clamase por la cabeza del procesado. Vale, es solo un desahogo. Seguimos con la siguiente sesión del juicio, relatada por el corresponsal del “Diario de Burgos”:

“Con la misma expectación del día anterior continuó ayer el juicio oral de la causa que se sigue contra Felipe Pereda López por muerte de Urbana Peña, deponiendo, en las sesiones de mañana y tarde, cerca de cien testigos, pese a destacar la singularidad de que no hubo ningún testigo presencial del crimen: Declaran don Ángel Sainz, oficial del Juzgado de Villarcayo; capitán de la Guardia Civil, señor Arrimadas; cabo señor Bravo y números de la Guardia Civil de aquel puesto, agentes de la Brigada de Investigación criminal de Madrid señores Lozano y Moreno y médicos forenses señores Ruiz y Pereda. Todos ellos afirman que Felipe no fue objeto de ninguna coacción ni amenaza en sus declaraciones y que en la Reconstitución de los hechos obró libre y espontáneamente, describiendo minuciosamente cómo realizó el crimen. Julio Peña, hermano de la Víctima, declara como su hermano León. Victoria Peña, amiga de la muerta, no sabe nada relacionado con el crimen; Isabel, Vidal y Manuel Pereda, detallan la hora en que cenaron la noche de autos y cómo, este último descubrió el cadáver de la víctima.

Deponen también todos los que se cruzaron con Urbana y Águeda Vallejo cuando regresaban en bicicleta y acompañaba ésta a la víctima hasta el cruce de carreteras viniendo a coincidir en que serían aproximadamente las 10,30 de la noche.

Alfonso Vallejo, hermano, de Águeda, que intervino en la reconstitución de los hechos haciendo el papel de la víctima, manifiesta que Felipe obró libremente, accionando con la mano que le echó al cuello. Testigos de sumo interés fueron; Carmen Bravo, la sirviente de Felipe; mujer no joven, seca y enjuta que declara firmemente, sosteniendo que no puede precisar horas, pero que Felipe fue por las vacas y estuvo fuera de casa una media hora únicamente; el regidor Francisco Gómez, quien dice que habló unos diez minutos con Felipe, aproximadamente de 10,30 a 11 de la noche, que los vio Florentino Pereda y que Felipe le dijo que se iba por las vacas, partiendo hacia su huerta; Prudencio Gutiérrez, que estaba descargando un carro con Hipólito Gómez, quien, declara que no vio pasar a nadie, mientras el, segundo por el contrario afirma que pasó con las vacas la criada de Felipe, sin que en un careo entre los dos se pongan de acuerdo; Carmen Vallejo, la cual sostiene que la sirviente de Felipe la dijo que éste era un criminal, lo que niega aquélla; y Florentino Pereda, quien afirma que vio a Felipe y al regidor a las doce menos cuarto.


Declara la maestra, doña Angelita González, a quien pretendía por cartas Felipe; Margarita Ruiz y Micaela Pereda que afirman que Felipe, desde la era, por la tarde, vio cómo Urbana salía en bicicleta para Espinosa y se daba cuenta de ello. Varios testigos, Gregorio Ruiz, Pablo Marañón, Alfredo Sañudo y otros declaran que presenciaron un incidente en la bolera del pueblo donde Felipe discutió con un mozo y le echó las manos al cuello, aclarando algunos que fue con la mano derecha sola; y para derribarle al suelo.

Por la defensa deponen el procurador de Villarcayo don Alberto Mañero, procurador del procesado, quien manifiesta que Felipe se declaró culpable presionado, y que antes de iniciar la reconstrucción de los hechos afirmó que era inocente y que no la había matado él; los testigos Luis Fernández, Rosendo Sainz Maza y Román Rodríguez dicen que vieron al procesado por un ventanillo de la cárcel y les enseñó unas manchas moradas. Otros varios declaran, sosteniendo que Felipe observaba buena conducta y Saturnino Fernández y Julio Marañón que quedaron velando el cadáver, afirman que Felipe llegó completamente normal y se condolió del hecho.

Cerca de las ocho de la noche, concluyó este gran desfile de testigos, la casi totalidad del vecindario de Hornilialatorre. Y con estos ingredientes y testimonios, las acusaciones y defensa, dosificándolos debidamente, pronunciarán hoy (por el 12 de mayo de 1955) a las diez de la mañana sus respectivos informes para sostener sus respectivas conclusiones. Licenciado Martín Liébana”.

Debemos ampliar algunos de las declaraciones de los testigos. Así nos sorprende la del regidor, Francisco Gómez, quién charló con Felipe. Dijo que “me encontré con Felipe junto a la fuente en la plaza y como no tengo reloj, le pregunté qué hora era y me aseguró que eran las diez y cuarto. Allí estuvimos charlando de las cosechas y cosas del campo unos ocho o diez minutos”. Pero hubo dos vecinos que los encontraron en la fuente, y que los reconocieron al pasar y uno de ellos miró al reloj, y se extrañó que a las once y tres cuartos de la noche estuviesen levantados Francisco y Felipe. Así lo declaró ante la policía y el juez Florentino Pereda que lo mantuvo en un careo con el solterón.

Bajo estas líneas leeremos el artículo referido a la sesión del día doce, jueves, en donde nos recuerdan la participación de José María Codón, que actúa como acusador privado, en este caso:


Como nos indica el artículo, el juicio se debió prolongar una jornada más cuyo resumen fue publicado en la edición del sábado de “Diario de Burgos”:

“Ayer terminó su espléndido y brillante informe el letrado Sr. Dancausa, en defensa de Felipe Pereda, reanudando su enérgica defensa a través de consideraciones sobre los hechos. El regreso de Urbana lo encuentra sospechoso, ya que su amiga Águeda afirma que solo se cruzaron con tres ciclistas y en el juicio oral se tiene probado que luego vieron otro ciclista misterioso y a unos labradores con caballerías y que, además, les acompañó también una hermana de Águeda, circunstancias extrañas que se aclaran ahora y sobre las que no se ha investigado, Examina, el tiempo de la separación de las amigas y cómo éstas, estaban aún cenando a las dos de la madrugada.

Por otra parte, las vacas las recogió Felipe y no la criada y el crimen ocurrió a las once menos minutos. Precisamente, Felipe, entré diez y media y once estuvo hablando con el regidor, que así lo ha declarado, circunstancia que confirman la criada, Manuel Pereda, su mujer y su hija, de cuya casa salió Florentino Pereda a las once menos minutos. Resalta la contradicción de este testigo, como la de Hipólito, que llora de temor en el Juzgado cuando Felipe le hace una señal de amenaza y vive en una casa que le ha cedido la familia de la víctima. Con ello, y ante la distancia del prado y huerta de Felipe al lugar del crimen, queda demostrado que no pudo ser el autor de éste.

Examina las dos declaraciones de culpabilidad así como las circunstancias en que se obtuvieron según escrito del procesado dirigido a la Audiencia y confirmado por la mecánica de las declaraciones, por el reconocimiento médico, manifestaciones de los psiquiatras y testimonio de la representación del procesado. Si hay qué estar a las declaraciones de culpabilidad del procesado, en qué se han apoyado las acusaciones, hay que estar también a las restantes.

Estudia, el hecho de reconstitución del crimen, con la advertencia previa que hizo Felipe de que "así será", refutando toda ella y concluye su oración forense analizando las causas próximas y remotas de las acusaciones, y afirmando que no existe ninguna prueba evidente de la culpabilidad de su patrocinado para el que pide la absolución.

Con ello terminó esta intensísima causa criminal, que ha durado siete sesiones, con una prueba extraordinariamente excepcional, causa a la que ya sólo falta el epílogo de la sentencia que dicte la sala y por la que el procesado pueda salir absuelto o condenado como homicida o como asesino. Licenciado Martín Liébana”.

¿Qué condena le caerá a Felipe? Se lo adjunto en el extractado del “Diario de Burgos” del 19 de mayo de 1955:


Pues sí, fue absuelto por lo que indica el artículo presentado sobre estas líneas y que nos lleva al título de la entrada: Si no fue culpable, ¿Quién mató a Urbana Peña?


Bibliografía:

Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
Fototeca Digital de España.