¿Quién
no ha estado perdiendo el tiempo mirando gatitos haciendo monerías en la
internet? ¿A que son una cucada? Y, también, son asesinos de personas. ¿Qué no?
El 30 de octubre de 1924, en el pueblo de Montejo de cebas del Valle de
Tobalina, hallaron el cadáver de “un niño de dos meses de edad, hijo del
vecino de ese pueblo Victoriano Herrán, y al parecer le causó la muerte un
gato, mordiéndole en la boca y nariz”. No dudemos de este breve de “Diario
de Burgos” porque esas adorables bolas de pelo ocultan un “terriblito asesinín”
que espera agazapado a clavarte las uñas.
Rastreando
por la red encontré la respuesta que daba Quora a esta situación: “Sin
embargo, siempre es importante supervisar las interacciones entre gatos y
niños, especialmente los bebés que aún no pueden controlar sus movimientos. Los
bebés pueden herir accidentalmente al gato, lo que podría desencadenar una
respuesta defensiva por parte de éste. Además, los gatos pueden percibir a los
bebés como presas debido a su pequeño tamaño y a sus movimientos imprevisibles”.
Todo pudo ser. Quizá el gato se acercó a curiosear y reaccionó como un
depredador. Una pena. La primera.
Siguiendo
con nuestras noticias trágicas en Las Merindades debemos pararnos, a causa de
la lluvia, en el pueblo de Bocos. Situémonos en el 28 de junio de 1901 cuando
sobre la zona de Villarcayo cayó durante hora y media un tormentón que concluyó
en un ciclón espantoso: Abundante pedrisco y agua con viento que oscureció el
cielo. El texto decía “También hemos tenido la desaparición del vecino, de
Bocos llamado Fernando Ayala, que venía del mercado de Medina de Pomar a su
casa, en la que se presentó el caballo que montaba muy estropeado, lo que
indica que hubo de cogerle la tormenta en el camino, pagando el desgraciado con
la vida, esperando sea esta la última que tengamos que lamentar”. La
tormenta debió ser terrible.
Seguimos
con el tema acuático. En Barcina del Barco -¡del Barco!- desapareció en el Ebro
el joven Hermógenes Fernández Montejo. El periódico “Diario de Burgos” del 21
de enero de 1905 lo da por ahogado, aunque, continua, deja constancia de que el
juzgado de Villarcayo es el encargado de buscar el cadáver.
Dejemos
estos temas aparte y conozcamos una tragedia de corte regio. No por los
protagonistas de Las Merindades sino porque recuerda al caso que afectó a Juan
Carlos I cuando era niño. Nuestra noticia se produce el primero de julio de
1907 aunque se juzga a Anastasio Alonso a finales de mayo de 1908 en la
Audiencia Provincial y con jurado. ¿Los cargos? Homicidio imprudente. La nota
de prensa del día 1 de junio de 1908 nos cuenta:
La
pregunta era ¿Cómo tenían un revolver? No una escopeta de caza sino un
revólver. Suponemos que alguno de ellos tendría licencia para usar ese arma
porque no se comenta ninguna pena asociada a su posesión. Claro que podía ser
del difunto Benito que estuviese “limpiando el arma” en busca de un “accidente” y su hermano intentó evitarlo.
Y,
ahora, nos vamos hasta el pueblo de Huidobro para conocer lo que le ocurrió a
Vicente Huidobro, vecino del lugar de su apellido. Bueno, por lo menos hasta el
16 de agosto de 1912 cuando se declaró un incendio en su casa. Al notar el
fuego fueron en su auxilio vecinos y “autoridades”. La fortaleza del incendio
hizo que este se propagase a otras tres casas y tres pajares. Las perdidas
fueron de… ¡10.450 pesetas! (unos 62`80 euros). Y, cierto, no hemos contado la
inflación. La causa del siniestro fue la imprudencia de Enrique al colocar en
la planta baja de la casa carbón vegetal recién elaborado. No sé si tendría
seguro, pero, una vez apagado el incendio, el ambiente seguiría muy caliente.
Y,
por continuar con los accidentes, nos paramos en Medina de Pomar, plaza del
corral, agosto de 1904. Visitaremos el incendio de la casa de Balbina Ortiz. Un
incendio que tardaron en extinguir dos horas, pero del que salvaron el ganado
de la cuadra y los principales muebles de la señora. Los daños ascendieron a
825 pesetas. Para que comparen: un billete a Montevideo en tercera clase
costaba unas 120 pesetas, más o menos. Y un periódico no pasaría de los tres
céntimos de peseta.
Y,
por cerrar el capítulo de los incendios. Lean el siguiente breve del periódico
“La Acción” del 21 de agosto de 1918:
Nos
da a entender que hay una epidemia de incendios entre el trigo y el centeno. Yo
pienso que no fue casualidad ¿Ustedes?
Cambiemos
de tercio: “Un cochero de Medina de Pomar (Burgos) se ha suicidado
arrojándose desde el puente de dicha población, llamado de la Oradada, al río,
sin que hasta ahora haya sido encontrado”. Es curiosa la referencia,
escueta, a un suicidio en un momento -5 de agosto de 1892- en que el peso de la
Iglesia era tan fuerte. Claro que no existía el acuerdo que parece tener la prensa
actual española con respecto a esta desgracia personal. De todas formas, es un
breve demasiado breve que no explica mucho. Más bien nada. Salvo una ubicación.
También lo publicó el periódico “La Almudaina”, del 12 de agosto de 1892, de
forma más extensa: “Dicen de Burgos que, al regresar á Medina de Pomar una
familia que había ido á Oña á las fiestas de San Ignacio que celebran los
Padres jesuitas, cayó del carruaje el hermano del diputado señor Arnaiz. Y como
el cochero no pudo, ó no quiso, detener las yeguas que tiraban del coche, se
arrojaron á tierra dos señoritas y una señora que lo ocupaban, sufriendo
algunas heridas. En vista de esto, el cochero, en el puente llamado de la Orada
(sic), se tiró al río, sin género de duda atemorizado por el accidente que
acababa de ocurrir”. Aquí ya tenemos “el contexto” y vemos que venían de Oña;
que el cochero llevaba “gente de orden y posibles”; y podríamos deducir -a
partir del miedo insuperable del cochero- que tenían una actitud agresiva ante
los errores de los criados. Aunque, quizá, lo que sufrió este hombre fue un
brote psicótico. Claro que no tenemos suficiente información. Tal vez fue un
anarquista de pueblo.
Para
poder aclararnos debemos tener más información. La encontramos rebuscando entre
amarillentos periódicos encontramos este otro texto:
La
publicación “el Oxomense, un Diario Católico con censura eclesiástica, se
extendía, como hemos leído, más en este asunto. Lo cual es sorprendente dada la
línea editorial del semanario. Vemos que ya no tenemos a la señora que se tira
del carruaje -mala señal- y que el cochero no se suicidó inmediatamente, sino
que escapó del lugar y se refugió en la caseta de un caminero. Regresó al día
siguiente y ayudando a la Guardia Civil algo le ocurre que le empuja a saltar
al río. Sobre que los dos últimos fallan al nombrar el puente sobre el río Ebro
mejor ni hablamos: es la Horadada. Si se han fijado, nadie ha dado el nombre
del cochero, ni de las señoras. Ciertamente, sólo tiene nombre el teniente de
la benemérita porque el señor Arnaiz lo es por ser hermano del Arnaiz diputado.
Mucho
más lacónico es el breve que referimos sobre un suicidio: “Burgos 8. En el
vecino pueblo de Medina de Pomar se ahorcó en un corral de su propiedad
Bernardo Zorrilla Martínez, de setenta y cuatro años”. Lo publicó el “Heraldo
de Madrid” el 8 de agosto de 1929. En este caso sólo sabemos el nombre y nada
de las circunstancias que le llevaron a tomas esa decisión.
Y
cerramos la jornada con un accidente de tráfico de noviembre de 1905 en Gayangos.
Lo pueden leer en el recorte que adjunto del “Diario de Burgos”. La noticia está
acompañada de otra relativa a un robo de un tapabocas que era una bufanda de
gran tamaño y no una forma de anticiparse en el uso de las mascarillas que nos
ocultaron durante demasiados meses.
Cosas
de la vida.
Bibliografía:
Periódico
“Diario de Burgos”.
Periódico
“El día de Palencia”.
Periódico
“La Acción”.
Periódico
“El País”.
Semanario
“el Oxomense”.
Periódico
“La Almudaina”.
Periódico
“El Heraldo de Madrid”.