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domingo, 3 de marzo de 2019

Muga: lánguido camino hasta la muerte.



Todos los que viven en Las Merindades asocian la palabra “muga” con el territorio vasco. ¡Suena a vasco! Según el R.A.E. esta palabra significa: “(Del vasco muga, mojón). Mojón, término o límite”. En euskera significa: “límite, frontera, linde; puesto fronterizo”. ¿Entonces? Pues, puede ser producto del asentamiento de reconquistadores vascoparlantes en la zona. Tal vez.

Claro que no es un nombre que únicamente se presente aquí. El pico más alto de la sierra de las Brañas se llama “La Muga” que los naturales pronuncian: “Pico de la Muda”; Muga era voz usada en el catalán y en el aragonés antiguo; en el leonés y en el bearnés. Existe “La Muga” (Zaragoza), “La Muga de Alba” (Zamora), “San Lorenzo de la Muga” (Gerona) y modificaciones del término como: “Muda” (Palencia) o “San Cebrián de Muda” (Palencia). Ello llevaría a afirmar que, tal vez, sería una voz de origen ibérico.

Fuente de Muga

Y, es que, existen varios topónimos que identifican límites. ¿Problema? Que su significado se ha difuminado: peña, muñeca y –nuestra- muga. Pero, por si esto fuese poco, hay otras palabras que identifican límites y que son similares en toda Europa. Cojamos el término “peña”. Son un elemento básico en su identificación como mojones, puesto que son elementos del paisaje no susceptibles de cambio. La palabra deriva del latín “pinna-ae” y que tiene de significado: pluma, ala, vuelo, flecha o dardo.

Afirma Alberto Porlan que, en Europa, los topónimos no se distribuyen al azar. Estos forman parte de estructuras que se repiten en lugares distantes y que no son, fundamentalmente, consecuencia de migraciones. Son arcaicos (¿neolíticos?) y parecen relacionarse con la demarcación de territorios. Este estudioso dice que hay conjuntos de nombres que se repiten muchas veces en toda Europa, que no tienen significado, aunque con el uso hay un proceso de erosión fónica y de “semantización”. Desarrolló una metodología para identificar estructuras fonéticas y sus variaciones. Formas estrictamente designativas que conservaban su significado terminal desde tiempos remotos pasaron después a convertirse en topónimos y produjeron los nombres del tipo “mota, mata, mazo, mesa, muga, mogo, mola, muela, muro”. Otro tanto hicieron por su parte, las variantes “penedo o pando”.

En resumen, existen algunos topónimos que determinan en su significado la ubicación de un límite jurisdiccional. Podemos entender pues que las fronteras y los mojones son anteriores a la época histórica y mantenidos en el tiempo hasta la actualidad.


Y tras esta digresión sobre el nombre de la difunta población pasamos a rastrear su paso por la historia. Era un pueblo que formó parte de la Junta de Traslaloma y que terminó integrado en el ayuntamiento del Valle de Losa. Pero el Becerro de Behetrías nos dice que es un lugar solariego de Lope García y de los hijos de Fernando Sánchez de Angulo. Se pagaba al rey monedas y servicios de fonsadera (tributo personal o en metálico para los gastos de guerra) y seis almudes de pan (mitad de trigo y mitad de cebada). Daban a la corona de martiniega (un impuesto) cada año treinta maravedíes. Y, por supuesto, los señores también cobraban: a cada uno en su solar según se acordase con ellos y por San Juan les daban dos almudes de pan (medio de trigo y medio de cebada).

En el siglo XVI el pueblo tenía una parroquia (una pila) y seis vecinos con sus familias. El pueblo no terminaba a despegar.

En 1753 llegaron los auditores del catastro encargado por el marqués de la Ensenada. Para cumplimentarlo acudieron los vecinos Domingo de Brizuela, Joseph Antonio Martínez y el cura beneficiado del lugar don Vicente. Constataron que Muga era de realengo y pagaba de sisas 180 reales; de ciento 35 reales; y de alcabala 36 reales. La tierra es de secano con algunos olmos y robles. Se cosechaba trigo, comuña, cebada, habas, legumbres y avena. Había cuatro colmenas propiedad de Francisca Cortés que le daban 12 reales.

Vista aérea cortesía de Enaitz y Aitor

Disponían de bueyes de labranza, yeguas de cría, caballos, pollinos, ovejas, cabras, castrones y cerdos. Eran los bienes con los que subsistían los siete vecinos del lugar y sus familiares. Luego el catastro nos dice que había seis casas habitables y una arruinada.

Pagaban a Lope de Porras, de Espinosa de los Monteros, siete fanegas de pan (mitad trigo y mitad cebada) pero los vecinos interrogados desconocían la razón de ello. Pero para no saber la causa pagaban, además, quince cuartos en dinero.

Muga carecía de tabernas, mesones, tiendas, panaderías, carnicerías, hospitales, cambistas, mercaderes, médicos, cirujanos, boticarios, escribanos, arrieros, albañiles, canteros, albéitares, herreros, sogueros, zapateros, sastres, pelaires, tejedores, sombrereros, manguiteros y guanteros, jornaleros… ¡ni pobres había! Por no tener no tenían ni el párroco que residía en Castrobarto.

Lo que podemos agradecerle al catastro de Ensenada es los nombres de vecinos del lugar: Celedonio de Angulo, Domingo de Brizuela, Joseph Antonio Martínez, Valentín Martínez, Pedro Novales y Vitores de Novales.


El nomenclátor de Floridablanca solo refiere que tenía regidor pedáneo. No mucho, ciertamente. Mejor información nos ofrece el trabajo de Sebastián de Miñano hacia el año 1825:

“Provincia y arzobispado de Burgos, partido de Castilla la Vieja en Laredo, corregimiento de Villarcayo, merindad de Losa, junta de Traslaloma. Reg. P., g vecinos, 42 habitantes, 1 párroco. Sit. entre montes y peñas escarpadas, en terr. poco fértil en granos y algunos pastos. Dista 16 leguas de la capital”.

Madoz comentaba en la mitad de ese siglo XIX que era una “localidad en la provincia, diócesis, audiencia territorial y ciudad g. de Burgos (47 leguas), partido judicial de Villarcayo (4 leguas), y ayuntamiento de Castrobarto (4/2 cuarto de leguas). Situación: a la falda de una montaña que le domina por el lado NE.; el Clima es frío a causa de reinar con más frecuencia los vientos N., NO. y NE. Las enfermedades que comúnmente se padecen son las fiebres catarrales y afecciones de pecho. Tiene 8 Casas de mediana construcción; algunos paseos naturales con abundante arbolado; una fuente, de cuyas buenas aguas se surten la vecindad para sus usos; una iglesia parroquial matriz (Santiago) y un cementerio colocado en un llano al sur y en los afueras de la población. El culto de dicha iglesia está servido por un cura párroco y un sacristán cuyo curato provee el ordinario. Confina al N. con Sopeñano; E. Villafría; S. Villaventín, y O. Castrobarto. El Terreno es de mediana calidad y de secano, habiendo un pequeño monte llamado la Peña, poblado de robles y hayas. Caminos: los de pueblo a pueblo. Correos: la correspondencia se recibe de Villarcayo. Producción: trigo, cebada, legumbres y pocas patatas; cría algún ganado lanar y caza de perdices y liebres. Ind.: la agrícola, Pobl.: 4 vec, 13 almas. Capacidad Productiva: 98,600 rs. IMP.: 8,999 reales”.

El trabajo de Pablo Riera Sans de 1881 nos describe cómo había avanzado el pueblo en poco más de dos décadas. Continuaba teniendo la iglesia de Santiago, unos cuarenta habitantes y catorce edificios pero cinco de ellos sin habitar. Nos destaca un aspecto que empezaba a ser ya importante para la vida de una localidad: carecía de escuela y los niños debían andar los tres kilómetros que separaban Muga de Castrobarto.

Detalle del Diccionario Riera

En 1883 el maestro que trabajaba a los niños de Muga fue Isaac Pereda y es en este momento cuando podemos ver que en Castrobarto la vida avanzaba y se desarrollaban diversos negocios frente a un pueblecito que carecía de buenos caminos para acceder al mundo. Las autoridades municipales o provinciales del momento no podían acometer los cambios necesarios para la supervivencia de todos y cada uno de los pueblos. Además, Castrobarto tenía en esos momentos unos 350 habitantes frente a Muga que, en 1894, tenía 37 pobladores.

Los caminantes niños conocerían, además, a los maestros Benito Molinero Hierro (1879-1780), Manuel Antonio Galerón (1887), Patricio Cámara (1888-1911) y al párroco de Muga Tomás Morales Corrales que estuvo, al menos, entre 1904 y 1911. El médico sería, durante esos años de finales del XIX y principios del XX, Pascual Fernández Gómez que residía en Castrobarto. Hoy tres kilómetros nos parecen poco pero ese “paseo” se tenía que hacer por una senda dado que el camino de tierra de hoy en día era un sueño. Vamos, que nunca llegó coche alguno al pueblo.

A muga no llegó tampoco la luz eléctrica ni el agua corriente. No tuvo molino ni fragua. El clima, por su situación, era tendente a abundantes nieblas que descendían de La Magdalena. Y las nevadas invernales les aislaban más aún.

Anuario del comercio, de la industria,
de la magistratura y de la administración

Cuenta Elías rubio Marcos que el vecino Lucas García pedía a los familiares residentes en Bilbao que le enviasen aceite, un saco de arroz y otro de garbanzos para pasar mejor el invierno.

Hacia 1925 había cuatro vecinos en el pueblo y seis niños que acudían andando a la escuela de Castrobarto. Quién “cerró la persiana” de Muga fue Dionisio Rasines y familia que se fueron a Castrobarto en 1932. Lucas García y los suyos lo hicieron en 1929.

La fiesta mayor, lógicamente, coincidía con el día de Santiago lo que nos llevará a pensar que el pueblo surgiría en el siglo IX. Era el 25 de julio, claro. Eran dos días de celebración en una era contigua a la iglesia al son de la gaita y el tamboril de los hermanos Campino de Momediano. Es de suponer que a la fiesta se acercarían gentes de los pueblos circundantes.

En el censo de 1950 ya no constaba. Las malas condiciones de vida, el aislamiento, el cambio de necesidades… produjeron su abandono.

E influyó el crimen.


Bibliografía:

“Los topónimos: sus blasones y trofeos (la toponimia mítica)”. Álvaro Galmés de Fuentes.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Arribas Magro.
“Becerro de Behetrías”.
“Censo de población de las provincias y partidos de la corona de Castilla en el siglo XVI”.
“Nomenclátor o diccionario de las ciudades, villas, lugares, aldeas, granjas, cotos redondos, cortijos y despoblados de España y sus islas adyacentes con expresión de la provincia, partido y termino a que pertenecen, y la clase de justicias que hay en ellas. Formado por las relaciones originales de los intendentes de las provincias del reino, a quienes se pidieron de orden de su majestad por el excelentísimo señor conde de Floridablanca y su ministerio de estado, 22 de marzo de 1785”.
“Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal”. Sebastián Miñano.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1845-1850)” de Pascual Madoz.
“Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de ultramar”. Por Pablo Riera y Sans.
“Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración”.
“Indicador general de la industria y el comercio de Burgos”.
“Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España formado por el instituto nacional de estadística con referencia al 31 de diciembre de 1950”.
“Burgos. Los pueblos del silencio” por Elías Rubio Marcos.




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