Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


jueves, 25 de octubre de 2012

San Pantaleón y el Santo Grial. (y 2)


Bienvenidos a la búsqueda del Santo Grial. Querido seguidor, parafraseando a Mariano F. Urresti en su libro “A la sombra del Grial”, ya se habrá dado cuenta de que todo este asunto tiene un trasfondo alquímico (cambio operado en los elementos, sangre), griálico (recipientes mágicos que contienen mágica sangre) e iniciática (resurrección de un muerto, muerte de la serpiente, decapitación propia del iniciado que pierde su identidad intelectual personal al modo de Santiago, Prisciliano y otros muchos). Además, eso de la cabeza nos lleva a pensar en el Temple. Y por si todo ello no fuera suficiente el día 27 de Julio nos encontramos en el grado quinto de Leo, es decir, en el pentagrado de Leo. Y de ahí a relacionar penta y Leo para llegar a Pentaleón o Pantaleón, hay muy poco esfuerzo. Si es que las casualidades las carga el Diablo. ¿Casualidades?


Pues un cúmulo de casualidades hace que Las Merindades sea un referente griálico de primer orden. Quizá sólo sea eso, casualidad, y el Grial nunca haya estado en esta zona. Eso si se tratara de un objeto físico. ¿Y si el Grial sólo fuera algo simbólico?

¿Nos sumergimos?

Una leyenda cuenta que un santo aragonés, San Lorenzo, trajo el Santo Grial desde Francia y que quedó depositado en esta zona de las merindades. Las alusiones griálicas de Burgos son muy evidentes; pero, tal vez, sólo sean parte de una leyenda. O no. El triángulo formado por los vértices de San Pantaleón de Losa, Criales y Santa María de Siones alimenta esta leyenda. Sus nombres son muy evocadores y hace pensar que las teorías de quienes piensan que el Santo Grial está aquí son, si no ciertas, al menos sí muy misteriosas (para aquellos que ven misterios hasta en el principio de los vasos comunicantes). Encima, las novelas de Dan Brown que relacionan el Grial con el Priorato de Sión, María Magdalena y la descendencia de Jesús han llevado a encontrar paralelismos nada sutiles: Criales (griales), Santa María de Siones (Sión, monte en de Tierra Santa donde se establecieron los custodios del Grial, los Templarios) o la iglesia de San Lorenzo, en Vallejo de Mena. (Adelanto que con el discurrir del tiempo hablaremos de ellas). Añadimos al coctel a los templarios que según diversas teorías custodiaban el Grial, en un lugar conocido como ‘Mont Salvat'. ¿Dónde está la Sierra Salvada?: Para nosotros, alrededor de San Pantaleón de Losa. Incluso algunos “investigadores” usando el Skyglobe han desarrollado alambicadas teorías de enlace entre templos para demostrar la relación templaria.

Los templarios y los caballeros de Jerusalén custodiaron este templo durante muchos siglos. Órdenes que guardaron, según las leyendas, el Grial. Y una coincidencia más: La iglesia románica de Siones se encuentra al pie de la Sierra de la Magdalena. Con lo cual podremos preparar nuestra novela del grial y generar libros, turismo, mitomaníacos, etc.

Sin embargo, toda esta historia se diluye gracias a los diferentes estudios de campo realizados sobre el Santo Grial de Valencia que parecen coincidir en que la copa que se custodia en la Catedral de esta ciudad es el auténtico – O todo lo auténtico que puede ser una leyenda-. Al menos, la investigación que se llevó a cabo en los últimos años del siglo pasado, indican que el material con el que se construyó este cáliz coincide en el tiempo en que vivió Jesús. Parece claro que el Grial pasó de Francia a España sobre el año 1000. Y que antes de llegar a otro lugar pasó por San Juan de la Peña y Huesca, patria de San Lorenzo.

Pero, ¿cómo surge todo esto? José de Arimatea, un judío acomodado, recogió la sangre de Cristo tras su crucifixión. Él limpió el cadáver de Jesús y recogió su sangre en la misma copa en la que celebró la última cena. Un grato ejercicio de economía, ciertamente. Y esta es la misma copa que 900 años más tarde un peregrino jacobeo usó para recoger la sangre licuada que provenía del martirio de San Pantaleón, muerto sobre el año 300. (La pregunta sería saber porqué estropeó la copa con la sangre de cristo mezclándola con la de un mártir de menor rango que el Salvador).

En el año 1000 todos esperaban el advenimiento Cristo o al menos una señal milagrosa que indicara el juicio del fin de los tiempos. Es lo que conocemos como la teoría del milenarismo. Y la leyenda del Santo Grial encontró acomodo entonces.

De ahí surge la pregunta: Si la tradición se pierde allá por los albores del Cristianismo, ¿Quién la resucita o la aviva? Uno de ellos fue el poeta francés Chrétien de Troyes, a finales del siglo XII. Este fue uno de los primeros poetas que escribió romances en verso sobre el legendario rey Arturo de Inglaterra y sus nobles caballeros. Entre estos poemas, imbuidos de ideales caballerescos y amor cortesano, destaca Perceval le Gallois o la Historia del Grial, la primera versión literaria de la leyenda del Santo Grial.

Otro, Wolfram von Eschenbach, considerado el poeta épico más importante de la Alemania medieval fue autor de Parzival, otro poema sobre el Santo Grial, de aproximadamente 25.000 versos, y terminado hacia el año 1210. Wolfram B. Eschenbach llamó “los guardianes del Grial” a los templarios. Algunos críticos literarios lo creen basado en Perceval de Chrétien de Troyes. Parzival fue la fuente para el libreto de la ópera Parsifal de Richard Wagner.

Los nazis, basándose en la ópera de Wagner y en las teorías de Otto Rahn, buscaron sin éxito el Monte Salvado, Mont Salvat, la Sierra Salvada. Himmler lo buscó en Cataluña, en Montserrat (Donde le robaron la cartera, cierto, lo juro). Buscaban un objeto, el cuenco, el cáliz con el que Cristo celebró la Última Cena. Los nazis creyeron que al encontrar esa copa, el Führer tendría con ella un poder eterno. La leyenda también habla del Priorato de Sión, sociedad secreta de dudosa existencia y que popularmente se les considera los custodios del Cáliz, o más que del objeto, de la sangre real; de la estirpe del mismo Jesús de Nazaret y su posible descendencia. Entrando la segunda teoría del Grial: Sang Real.

Realmente hay teorías y localizaciones para todos los gustos: Montsegur, Montserrat, las ruinas de San Pere de Roda, con el puerto de la Selva al fondo, el grandioso conjunto de San Juan de la Peña con el relicario donde se guardaba el precioso vaso que siglos más tarde estará depositaría en la catedral de Valencia el rey Alfonso V camino del trono napolitano. Y, no lo duden, hay más.

Bien, pero esto es lo genérico ¿verdad? La relación del Grial con las merindades… ¿Por qué surge? La toponimia y el paisaje contribuyen poderosamente a la aparición de leyendas relacionadas con la ermita. Destaca la narrada por un peregrino inglés del siglo XII quien al pasar por Losa se enteraría del milagro de la licuación de la sangre del santo y su imaginación haría el resto: El Ciclo Artúrico llevado a otro tiempo y otro lugar. La sangre sería la contenida en el Santo Grial (recordemos el pueblecito de Criales). El hecho de que la ermita se encuentre enclavada dentro del recinto de un castro de la Edad del Hierro (cultura de origen céltico) otorga a esta leyenda culta un cierto halo mágico y la entronca con las primitivas sagas bretonas.

Además, la, para nosotros, críptica escultura románica ayuda a la leyenda. En el interior nos encontramos con una nave románica, con más elementos sugerentes y dignos de una reflexión interior; el gato que representa al demonio, las bolas que simbolizan las tentaciones… En la nave gótica levantada en el siglo XV se encuentra un cenotafio que serviría para atraer las miradas de los peregrinos, deseosos de admirar las reliquias. Sabemos que en el subsuelo se han encontrado restos de una construcción de época romana, posiblemente del siglo IV, de la que apenas se aprecian las bases de un muro semicircular. Estos restos han sido identificados como pertenecientes a una construcción de origen militar, si bien es probable, en función de la tradición románica de cristianizar lugares de culto pagano, que se tratase de algún tipo de santuario. Esto justificaría también la importancia de San Pantaleón como centro de peregrinaje desde el momento de su construcción, habida cuenta que se sabe que nunca acogió la sangre milagrosa del santo, reliquia que hoy podemos ver en el monasterio de la Encarnación de Madrid.

Más interesantes son las pinturas que se han descubierto en el muro norte de la iglesia, y los graffiti de la portada. Aunque no han sobrevivido demasiado bien, puede advertirse ruedas dentadas concéntricas, dibujos geométricos, caballeros con lanza en ristre e incluso la figura de un gato que parece estar asociado con el pecado y los vicios. El conjunto pictórico ha sido relacionado con la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de la que se tiene constancia que disponía de una casa anexa, al menos desde el siglo XIV. A pesar de estas atribuciones, dichas pinturas constituirían una posible prueba de la presencia templaría. Los defensores de esta hipótesis se basan en la comparación de San Pantaleón con posesiones del Temple en toda Europa, como la iglesia de Montsaunés (Francia), que presenta parecidos más que razonables.

 Arguyen que en entrada occidental se esbozan todavía los rasgos de una cruz patada roja inscrita en un círculo, lo que parece acreditar el origen templario; aunque dicha cruz es considerada por algunos como una señal de la época sanjuanista, lo cierto es que los hospitalarios empleaban cruces con otra serie de rasgos. Tales referencias favorecen la hipótesis templaría y la relación de esta ermita con el Santo Grial. Pero esta vinculación sólo puede entenderse al observar la insólita iconografía del templo, repleta de modelos singulares, que parecen guardar relación con las logias de constructores y sus secretos esotéricos.

Tras la impresión inicial, el visitante queda perplejo ante la riqueza escultórica del exterior del templo, con multitud de detalles que son manifiestamente extraños en la tradición románica. Por encima de todos destaca el "gigantón", que recuesta su espalda en una de las columnas de la portada, y que parece sujetar sobre el hombro una pesada bolsa o piel. Indicábamos en la anterior entrada la teoría más aceptada que le define como Sansón, con la piel del león, dada su posible relación con un relieve que parece sustentar sobre su cabeza. Si bien no podernos ignorar que la principal función de esta figura parece ser la de guardar la entrada al lugar sagrado; el tamaño de la misma, su ligera orientación hacia el eje de entrada y, sobre todo, la presencia en el lado derecho de la portada de un gran rayo parece acreditar la sacralidad concedida a todo el conjunto. El sentido apotropaico (de protección) de la iconografía exterior destaca el interés del maestro por alejar las influencias malignas del sancta sanctórum, y queda patente en las expresivas máscaras y rostros. En ningún otro templo de la escuela de Mena-Villadiego podemos encontramos con estos motivos de intensidad poco corriente: hombres sacando la lengua, monstruos de grandes fauces, serpientes devorando a personas... Y junto a todas ellas, misteriosos rostros hieráticos que siguen generando multitud de hipótesis. ¿Se trata tal vez de algunos freires de la Orden? Esos mismos rostros se repiten en otros templos del entorno y de la misma escuela (sin duda obra de los mismos canteros), a bordo de singulares barcas, a veces equipadas con remos y que parecen representar -según las teorías más extendidas-, el episodio bíblico de la pesca milagrosa. La relación con el Grial parece remitirnos en este caso al mítico Rey pescador, Amfortas, o tal vez se trate de una reminiscencia del tránsito de las almas por la laguna Estigia, mito heredado de las creencias paganas de la antigua Roma.

Para algunos investigadores de lo oculto los recientes intentos por explicar el ciclo iconográfico de la ermita como episodios de la vida de Pantaleón chocan con la lógica cuando se encuentran con modelos que se repiten en otras iglesias vecinas, de diferente evocación. Aún más intrigantes son los "prisioneros" que aparecen en las arquivoltas de la portada y de la ventana central del ábside, que sólo muestran la cabeza y las piernas, mientras el resto del cuerpo permanece oculto. El carácter insólito de estos personajes, que encontramos también en Santa María de Bareyo o en Siones, podría estar relacionado con algunos pasajes simbólicos de la aventura de Parzival, que aluden a un enclave mítico donde las almas van a parar a causa de sus pecados, antes de ascender a los cielos. De hecho, la carga del pecado es un tema recurrente en la iconografía de la escuela de Mena, siendo las representaciones del pecado original las más habituales en sus iglesias, posiblemente como reminiscencia de un estado de bienestar perdido al que constantemente hace alusión la leyenda del Grial.

Otra vez en el interior, vemos en la corona del ábside, un rostro con la boca tapada y las palmas hacia arriba que parece guardar el secreto de San Pantaleón de Losa, en idéntica actitud a un relieve encontrado en la iglesia de la Virgen de la Peña (Sepúlveda), de la que se sospecha un origen templario.

Bibliografía:
  • "A la Sombra del Grial", de Mariano F. Urresti, 
  • Página de Iker Jimenez. (Para que veais que todos pecamos, pero para esto mejor acudir a los profesionales)
  • José María de Areilza - Tímida Búsqueda del Grial. - Artículo de "El País" 30 de Septiembre de 1984 (Incluida la transcripción a continuación al no hallarlo en pdf)
Tímida Búsqueda del Grial.

En agosto del pasado año trepé con dos amigos a la campa de los cremats de Montsegur, en el Ariége francés. Queríamos conocer la configuración exacta de la montaña en la que Otto Rahn localizó, con obsesiva insistencia, el reducto en el que los cátaros albergaban el mágico y legendario talismán que les confería consuelo espiritual y poderío militar. El escritor germano, convencido de la existencia material del mítico objeto, no cejó en escudriñar las numerosas cuevas y grutas que rodean el macizo de Saint Barthelemy y la comarca del Sabarés. Y aún algunos suponen que lo encontró y que se lo llevó a su país, donde los nazis lo persiguieron y quizá le dieran muerte, por considerar al ensayista alemán poco conformista con el racismo imperante. Pero en los textos que dieron origen a la mitología del Grial, tal y como la conoció la sociedad occidental a partir de las cruzadas, no se menciona la palabra Montsegur ni se habla de que estuviera ubicado en Francia el reducto sagrado que movilizara a Parsifal. Por el contrario, las señas precisas del relato hablan de dos localizaciones bien diferentes. Una cordillera o montaña que se denomina Mont-Salvat. Y una alusión específica a que se hallaba situada "en el norte de España y en las estribaciones del Pirineo".Desde entonces no han cesado las presuntas ubicaciones realizadas por eruditos e historiadores. La tesis catalana se inclinó por el prodigioso conjunto de melancólicas ruinas de San Pere de Roda, con el puerto de la Selva al fondo. Otros sostenían que Montserrat podía haber sido el Mont-Salvat de la leyenda. La tesis aragonesa sitúa en el inexplicable y grandioso conjunto de San Juan de la Peña el relicario donde se guardaba el precioso vaso que siglos más tarde depositaría en la catedral de Valencia el rey Alfonso V camino de su trono napolitano. Algunos conocedores del riquísimo repertorio galaico de leyendas vivientes suponen que el monasterio del Cebrero, antesala de Compostela, podía significar en el camino Jacobeo un anticipo de gracias extraordinarias a los peregrinos, materializado en el mito del Grial o cáliz al que allí se rinde culto. Mi búsqueda fue este verano más modesta y se atuvo a otros criterios. ¿Cuántas cordilleras hay en España con la denominación de Monte Salvado o Sierra Salvada? Salvatierras hay muchas, pero cordilleras con ese nombre exacto una sola, según creo, y es de dominio público su ubicación. La Sierra Salvada es el antemural de la meseta castellana que se extiende de Este a Oeste entre el pico de Goldecho o Charlazo -sobre el que se yergue el monumento a la Virgen de la Antigua, de Orduña- hasta la peña de Aro, en cuyo paraje cambia de nombre la cordillera para llamarse peña de Angulo, de Igaña; pico del Ahorcado, peña Complacera, asomándose finalmente al real valle de Mena, que se extiende al pie del escarpe. La Salvada o Sálvada, como suelen acentuarla los pastores que allí trabajan, es un inmenso muro defensivo, abrupto y tajante, que constituye la divisoria de aguas del océano y del Mediterráneo, y también el límite de Burgos con Vizcaya y Álava. Tiene abundante bosque de robles, hayas y fresnos en las laderas que descienden hacia la Hermandad de Ayala, una de las tradicionales cuadrillas del territorio alavés que disfruta de estos pastizales tan codiciados. Diez picos, de 1.000 metros de altura y denominación euskeldun, conforman el perfil de estas montañas, que, contempladas desde Quejana o Arciniega, tienen en los días nubosos un aire ceñudo, sombrío y amenazador, propicio para constituir un escenario wagneriano adecuado a la gesta de Parsifal. Se discute sobre la etimología de la palabra Salvada, que una fábula atribuye a la exclamación de los nobles leoneses en retirada desde la rota Arrigorriaga, considerándose a salvo tras alcanzar el portillo de la cumbre que desemboca en el valle de Losa. Otros autores, come Néstor de Goicoechea, el mejor conocedor de la montaña vasca, se inclinan por encontrar raíces eusquéricas al vocablo. Lo cierto es que el Monte Salvat de la crónica medieval que dio forma a la leyenda del Grial está aquí en la toponimia actual moderna ante nosotros. Desde Arciniega, por el portillo de Angulo en que termina la Salvada, subimos a la meseta castellana. Monstruos en San Pantaleón He aquí el valle de Losa, riente, bien arbolado, regado por el río del mismo nombre y dotado de feraces huertas. Innumerables lugares y villas lo pueblan, con nombres en parte romanos, como Castrobarto, Castriciones, Castresana, Vescolides. Nos detenemos en un breve conjunto de casas que se cobijan al pie de un extraño monumento geológica: San Pantaleón de Losa. Un inmenso atolón terrestre, roca cretácea semejante a un navío embarrancado, levanta sobre sus espaldas la insólita silueta de una diminuta y bellísima ermita románica. La arquivolta exterior de la portada se apea de un lado sobre un atlante revestido de corta túnica, ceñida de cinturón y con un manto recogido y terciado al hombro. En el otro lado de la arquivolta, una extraña y zigzagueante cenefa vertical de piedra labrada la sujeta. Carátulas de diversa significación aparecen en las ventanas exteriores. ¿Por qué tantas máscaras y tantos animales monstruosos en San Pantaleón? Me confieso inexperto en el difícil arte de hacer hablar a las piedras románicas, empeño que apasionaba a mi paisano fray Ramiro de Pinedo, pero algo me hace sospechar que en el hermetismo de las tallas de San Pantaleón se esconde quizá un mensaje sorprendente. Bellas Artes parece tener proyectada una nueva restauración de este templo. Desde lo alto del peñasco, se otea el dilatado valle. Al pie de la ermita brota espontánea una alfombra de lirios silvestres que colorean de azul los senderos de acceso en el mes de mayo. A poca distancia hay una población cuyo nombre, Criales, evoca la raíz grial, que nos viene ocupando. ¿Se llamó así, Griales o Grial, este lugar en la antigüedad? Aseguran que sí, pero no he visto pruebas, documentales. Tampoco hay, como en el caso de la sierra Salvada, en la geografía española otro pueblo o lugar que lleve ese nombre. La iglesia románica primitiva, de la que poco queda, fue transformada por el estilo gótico, salvando una ventana y dos puertas románicas en mal estado. Bajo el suelo hay un recinto abovedado que pudiera ser una cripta primitiva. ¿Guardará ese subterráneo algún elemento que pudiera aclarar la intrigante cuestión del sugestivo origen de esta denominación: Criales? ¿Hay algún dato más que pudiera completar nuestra tímida búsqueda del Grial en las estribaciones pirenaicas del norte burgalés? A mi juicio existe en el macizo de las sierras que prolongan hacia el oeste la sierra Salvada otro elemento que permite subrayar la importancia que esta región tuvo desde que la estabilidad de las poblaciones a lo largo del siglo XII, y sobre todo después de la victoria de las Navas en 1212, bajo Alfonso VIII, hizo posible la espléndida floración del románico en las tierras burgalesas de la Castilla reconquistada. La preciosa monografía del malogrado Pérez Carmona contiene en sus páginas un mapa del arte románico en Burgos, en el que se observa la densidad de estos restos arqueológicos en la zona del valle de Losa; en las Merindades cercanas a Medina de Pomar, ribereñas del Ebro y del Nela, y en el remoto y limítrofe real valle de Mena. Nos interesaba -éramos tres los excursionistas- hallar otros indicios que pudieran enriquecer como eslabón suelto nuestra artesana investigación. Hay en la historia de la conquista de Jerusalén por los cruzados y en la crónica del efímero reinado de la dinastía de Godofredo de Bouillon -personaje enigmático por su origen y por la descendencia de su linaje- un interesante detalle que a veces pasa inadvertido. Los cruzados establecieron y levantaron una fortaleza y monasterio en la cumbre de un monte, extramuros de la ciudad, el Monte-Sión. En aquel lugar venerado se halla también, según la tradición, la tumba de David y el cenáculo en el que se instituyó la Eucaristía. Hubo en ese cerro un primer monasterio dedicado a Nuestra Señora de Sión. Más tarde apareció establecida allí una orden religioso-militar, la de los caballeros de Sión. De ella se originaron con toda probabilidad los templarios. Después del apogeo y de la liquidación ulterior de la Orden Templaria por obra del papa Clemente V y del rey de Francia Felipe IV, hay quienes se hallan convencidos de la existencia continuada y discreta -o hermética- de la Orden de Sión, denominada el Priorato de la Orden de Sión, en los siglos siguientes a la extinción templaria hasta nuestros días. Creo que hay en Francia documentación que enumera las casas y los monasterios que poseía esa Orden de Sión en Europa a finales del siglo XIII. Entre ellas se mencionan las que funcionaban en España. Templarios y caballeros de Sión se hallaban engarzados estrechamente entre sí, y especialmente en las leyendas relacionadas con el mito del Grial. Esos monasterios no eran importantes ni grandiosos, como el de Cluny, por ejemplo; pero llevaban casi siempre el nombre de Sión. Hay en Europa occidental varios poblados, iglesias y monasterios con el nombre de Sión. En Francia, junto a la basílica de Vezelay -donde se rinde culto al sepulcro de María Magdalena, devoción muy singular de los adeptos al Priorato-, se alza el Monte Sión, de cuyo cerro arrancaba una de las ramas del camino francés. Ese montículo es también la colline inspirée, que dio lugar al renacimiento literario católico-nacionalista que lideraron a primeros de este siglo Maurice Barrés y Charles Peguy, entre otros. Hay también otro Sión en Suiza, capital del Valais, y existen otros Siones en Francia y en Irlanda. En España hay varios lugares de este nombre que son predios o lugares de Galicia, Baleares y Asturias, y un monasterio que lleva en plural el nombre de Siones. En la antigüedad no era sino un solitario templo románico que albergó una pequeña comunidad templaria, según la tradición local. Contiene esta joya arqueológica en su portada, en sus ábsides, en las ventanas y columnas, un verdadero poema de tallas simbólicas en estrecho parentesco estilístico con las de la ermita de San Pantaleón. El eremitorio de Siones se levanta en las laderas boscosas y frescas, orientadas al Norte, de la última prolongación de la sierra Salvada, cuando termina para dar paso al llano de las Merindades de Montija y de Castilla la Vieja. De ese rincón, de Siones, parte un antiguo camino que atraviesa el cordel por un portillo que se llama curiosamente la Peña de la Magdalena. Esa vieja ruta llega a Castrobarto, y de allí a Criales y San Pantaleón de Losa, a una hora y media de camino. ¿Vinieron los del Priorato de Sión desde Francia al valle de Mena a fundar una casa de la orden a fines del siglo XVIII en las cercanías del Mont Salvat y de Criales? ¿Movimiento esotérico? Reconozco la endeble condición de mis datos, más indicativos que probatorios. Ya en 1924, Gregorio Balparda señaló en su Historia de Vizcaya y de sus fueros esta singularidad toponímica relacionada con el libreto de la ópera de Wagner. No pretendo sostener una tesis, sino aportar una sugerencias al tema polémico del Grial. ¿Fue el Grial una realidad histórica cristalizada en un objeto? O ¿era una corriente del ocultismo religioso, una mística hermética, un anhelo de perfección suprema, de elitismo de los puros? Esa búsqueda ¿era quizá una continuación de antiguas mitologías precristianas coincidentes en ese movimiento para encontrar algo inefable, esotérico, de supremo valor para el hombre? O ¿estará la búsqueda del Grial -como sostienen otros - en la definitiva introspección de nuestro espíritu? El Grial ¿se hallará en el castillo interior o en el monte de Juan de la Cruz? ¡Qué importa! Cualquier motivo, es bueno para peregrinar con un aliciente por los interminables senderos de España. El paisaje revela, la tradición oral de los habitantes enseña. Los restos arqueológicos del románico guiñan desde su pétreo simbolismo escondidos mensajes. Todo lo que se contempla con atención y amor en la naturaleza o en la historia lleva dentro un lenguaje. Pero ese recado, como decía el canciller López de Ayala, nacido en Quejana, al pie de la sierra Salvada, consiste en un habla "que anda muy secreta".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, tenga usted buena educación. Los comentarios irrespetuosos o insultantes serán eliminados.