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viernes, 28 de diciembre de 2018

Cosmogonía Cántabra.



¿Qué son los cántabros? ¿Celtas? ¿Vascos mal identificados por los romanos? ¿Otra cosa diferente? Para los estudiosos son resultado de la fusión antropológica y sociocultural de los celtas que debieron entrar por los pirineos atlánticos, de cultura nómada, pastoral y de estructura patriarcal, con los nativos sedentarios, agrícolas y de constitución matriarcal. La primera tesis sobre su entrada los asociaba a la cultura de los Campos de Urnas. Pero su falta de evidencias arqueológicas claras hace que otros autores hablen de una única invasión.


Otra hipótesis habla de una evolución mediante aculturación, que no tiene por qué excluir la influencia de grupos humanos aunque ésta sería de forma más limitada. A mediados del primer milenio antes de Cristo, la influencia orientalizante de los pueblos mediterráneos les dotaría de la personalidad y las características que los diferencian del resto de los celtas europeos.

Los lingüistas han aportado su visión y han acotado la extensión del campo celta determinando que la lengua lusitana sería precéltica y las lenguas aparecidas en la Meseta como celtibéricas, evolucionadas a partir del celta centroeuropeo y anteriores al gaélico y al bretón.

Todas estas evidencias arqueológicas, lingüísticas, sociales e ideológicas permiten que la segunda teoría, la de una evolución del sustrato protocéltico, parezca más posible que la de las oleadas invasoras, lo que no excluye de todos modos la presencia e influencia de grupos culturales celtas de Centro Europa. Sin olvidarnos de una tercera teoría, de Ramón Sainero Sánchez, que sitúa el origen de la cultura celta en la Península Ibérica y desde esta se expandió por Europa.


Es evidente que el gran arco de presencia de los pueblos –nota al plural- Celtas asumieron, o fueron permeables, a las culturas con las que rozaban pero manteniendo un sustrato uniformador. Entre nosotros los “celtas” serían: Galaicos, Cántabros, Astures, Belos, titos y pelendones, Arévacos, Vacceos, Celtíberos, Vettones, Carpetanos y Lusitanos.

Estas tribus presentan peculiaridades respecto a las del resto de Europa e, incluso, entre las mismas por las distintas influencias que pudieron recibir de poblaciones locales. Contaminadoras de la pureza como dirían hoy algunos exégetas de los pueblos “virtuosos” del norte. Pero, en realidad, estos contactos enriquecieron culturalmente a todos.

Entonces, ¿Los que habitaban estos lares eran celtas u otra cosa? ¿En qué lugar dejan a los cántabros estas disquisiciones? ¿Eran “celtanizados”, originarios del norte de Europa o hijos de una cultura en expansión? Y centrándonos en nuestro sujeto de estudio, ¿Las Merindades eran cántabras? ¿En su totalidad? ¿La parte occidental? ¿Casi nada? ¿Nada? Tradicionalmente se empleaba la ausencia de cultura megalítica como un primer indicador de “cantabridad” como lo estimaba González Echegaray. Con esos mimbres Las Merindades, con megalitos, no habría pertenecido a Cantabria. Esta forma de pensar choca con la realidad, incluso la contemporánea, porque nunca se produce una frontera impermeable sin grandes esfuerzos que solo se han aplicado recientemente por quiebros políticos. La falta de testimonios no significa inexistencia de restos porque el tiempo nos los puede encontrar. Hoy se conocen unos 230 monumentos megalíticos en la antigua provincia de Santander.


Diremos que a partir del año 1000 antes de Cristo Cantabria se encuadró en una región delimitada por el Mar Cantábrico, el río Sella, el río Agüera y la zona de Peña Amaya, Sedano, la Mazorra, Villarcayo, Espinosa de los Monteros y cercanías.

Los no muchos textos conservados, que aluden a los cántabros, permiten descubrir algunas huellas de la religión de los preceltas o de los dominados por los celtas. He aquí algunas:

  • Las diosas Madres. La religiosidad telúrica concebía a la suprema divinidad como "diosa madre Tierra". Si les suena es porque los cultivadores de la Nueva Era la llaman Gaia o Gea como en la antigua Grecia. Era responsable de la fertilidad, la fecundidad humana y animal, la salud y la vida después de la muerte. Varias inscripciones cántabras están dedicadas a las Matres. Una de ellas a la Mater Deva (el río Deva), diosa de la fertilidad.
  • La transmisión matrilineal del apellido y de la herencia. “Entre los cántabros los padres no daban dote a sus hijas al casarse” escribe Catón extrañado en el s. II antes de nuestra era. Las hijas, no los hijos, "heredaban" el apellido y los bienes familiares. La primogenitura correspondía a la hija mayor. Piensen que, de todos los países europeos, solo en España y Portugal se conservan el apellido del padre y el de la madre. Estrabón (s. I d.C.) afirma: "Entre los cántabros los hombres dan la dote a sus mujeres, las hijas heredan y escogen esposa a sus hermanos, pues hay una cierta ginecocracia. Pero esto no es muy civilizado". Ellas eran, además, depositarias de la memoria colectiva y podían tomar la decisión de guerrear junto a los hombres.
  • La incubación. Sería dormir sobre tierra sagrada, en los templos de las deidades telúrico-mistéricas a fin de apropiarse de los poderes extraordinarios de la diosa madre Tierra: adivinatorios, curativos, medicinales, fecundidad... O, puede significar la costumbre de los cántabros por la cual, cuando una mujer daba a luz, su esposo se metía en la cama unos días y la esposa, la parturienta, le atendía. Choca con la citada preponderancia de las mujeres pero podría ser una derivada de pasar de una sociedad matriarcal a otra patriarcal. Se manifestaba así que el esposo era el padre y el señor de la casa y de la familia.
  • El avunculado y las resonancias de la palabra "tío". El paso de matriarcado a patriarcado fue paulatino. Una señal de ello es el avunculado: la suplantación de los derechos de la madre debido a la injerencia del hermano de ella, es decir, el tío materno. Probablemente a esto se debe que no sean raros los epitafios cántabros, dedicados al "tío materno" o por su "tío materno". Sorprendente y significativo resulta un dato aportado por la lingüística. Las palabras zio, tío, del italiano, castellano, portugués, etc., derivan del griego theios a través del latín tardío (s. IV ss.): thius, thia. Claro que en su idioma original es polisémica y tiene un segundo significado “divino” que, aunque en griego se escribe igual, tiene otra etimología: procede de la palabra dios. Si nos acogemos a este segundo significado originario podríamos sugerir el papel predominante del hermano de la madre y su originaria condición sagrada. Recordemos nuestro mundo rural, incluidas Las Merindades, "tío" se empleaba como respeto ante gente mayor como sis tuviese la aureola de venerabilidad.
  • La eficacia del respe de las culebras. Hasta mediados del s. XX en las merindades de Sotoscueva y Valdeporres (¿también en las demás?) llevaban a niños lactantes al campo en un cuévano. Al hacerlo no se olvidaban de atar una bolsita con el respe o lengua arrancada a una serpiente en la redecilla sostenedora del jergón o colchoneta. A primera vista, esta práctica tiene un fin protector del niño contra las mordeduras de las culebras que pudiera haber en el campo. Pero, de hecho es la supervivencia de una creencia prehistórica. Lo mismo hacían ya en el siglo V antes de nuestra era en Grecia (dice Eurípides). Téngase en cuenta que la serpiente, que se arrastra sobre la tierra, pasa el invierno escondida dentro de la tierra, es el animal telúrico por excelencia y fue la epifanía y encarnación de la diosa madre Tierra. La serpiente deificada se relacionaba con la vida, la salud, etc. especialmente la de los seres más débiles.


Límites del territorio de los cántabros

Como hemos indicado, son los escritores clásicos, como Estrabón, quienes nos hablan de la religiosidad celta. El citado Estrabón habla de un culto a un dios sin nombre asociado a la luna, lo que hace pensar en ritos ancestrales relacionados con el cosmos y las danzas circulares y que los une al culto a elementos de la naturaleza: piedras (altares rupestres), montes, corrientes de agua, etc… testimoniados por la epigrafía y la lingüística y que indican un estado ideológico muy antiguo en todo el noroeste.

Las divinidades documentadas por la epigrafía en este momento son muy primitivas, sin formas antropomorfas y emparejadas a elementos de la naturaleza. Martín Almagro Gorbea cree que esta falta de formas humanas hizo creer a Estrabón que los galaicos no tenían dioses. En el campo religioso destaca también en este momento la costumbre de hacer hecatombes y otros sacrificios colectivos de purificación documentados en la inscripción de Cabeço das Fragoas y algún otro bronce.


También tenemos evidencias en este momento del uso de la adivinación y los augurios, para lo cual recurrían a los sueños, las aves, las entrañas, el fuego, el agua y en ocasiones el sacrificio de prisioneros, tal como nos cuentan nuestros autores clásicos: Suetonio, Apiano, Plutarco, el mismo Estrabón o Silio Itálico.

La religión celta, como la de todos los pueblos indoeuropeos (griegos, romanos, eslavos, germanos, etc.), es la de pueblos nómadas de constitución patriarcal con una base celeste. Lo que significa que no veneraban a la diosa Madre Tierra sino al dios Padre Cielo.

Ahora estarán pensando que… ¡La nuestra es también patriarcal! Sí. Pero hay unos matices que les reconfortarán. Nuestro “Dios” cristiano es un padre cariñoso y acogedor pero el céltico era despótico, capacitado para aceptar o eliminar a sus hijos, sobre todo a las niñas, en el instante de su nacimiento. Celestes son sus atributos (rayo, truenos, lluvia) y su morada (el cielo o la montaña más alta de la región de sus creyentes: Olimpo: dioses griegos, Moa cerca de Finisterre en Galicia para los celtas, etc.).

Esus

Es comúnmente aceptado que la religiosidad celta hispana era similar a la que popularmente conocemos de los Britanos, galos y las tribus de Hibernia. Bueno, no había druidas (Panoramix no paseó por el cañón del Ebro). Otros elementos típicos sí parece que existieron. A saber: Árboles sagrados, ritos junto a cauces de agua… Estrabón dejó constancia de rituales y bailes celebrados en las noches de luna llena. Tito Livio, por su parte, afirmó que el dios principal de estos Hispanos era Marte, en una forma de identificación del dios de la guerra celta con el romano que ha sido confirmada por la epigrafía de la época.

Parece el momento para conocer alguno de los dioses que, probablemente, fueron adorados en las tierras cántabras antes de la llegada de Roma:

  • Sucellus: Es la primavera, la fertilidad, el rey de los dioses y su atributo corresponde a un martillo de mango largo. Lo emplea para golpear la tierra, despertando a las plantas y convocando el inicio de la primavera, época de siembra.
  • Dea Dama: Es una diosa madre que se muestra gracias a tres mujeres con elementos distintos como un pez o una cesta de frutas. El tres es un número sagrado para los celtas.
  • Lugh: Es el dios del sol y de la luz, es un líder natural especialista en la batalla. Es un artesano que crea diversas armas mágicas, incluyendo una espada que puede cortar cualquier cosa. Su nombre está presente en muchos topónimos como en Lugo.
  • Epona: La diosa de la tierra casi siempre aparece junto a un caballo. El vigor y la fuerza del animal que simboliza el poder y la fertilidad de la tierra. Los Arqueólogos creen que las figuras de caballos blancos talladas en las cuevas europeas eran dedicadas a Epona.
  • Belenus: Los celtas tienen varios dioses de la luz y del fuego bautizados con la palabra bel, “brillante”, además de Belenus, Beletucadrus, por ejemplo. Los celtas ven estos dioses, como una sola entidad, por tener funciones y atributos parecidos, se le atribuía un gran poder purificador y regenerador. El pueblo asturiano de Beleño sería un recuerdo de este dios.
  • Cernunnos: Representado con forma masculina y orejas y cuernos de ciervo, es dios de la fertilidad, virilidad, renovación, lujuria y abundancia. Es el señor de los animales, siendo muchas veces representado al lado de ellos, alimentándolos. Él tiene el poder de la mutación, pudiendo aparecer en forma de serpiente, lobo o ciervo.
  • Teutates: Más conocido como Tutatis gracias a Asterix. Era el Dios protector de las ciudades y pueblos. Estaba relacionado con los sacrificios humanos practicados mediante el ahogamiento. Era un Dios de la Noche.
  • Esus: Dios relacionado con la naturaleza. Al igual que Teutates se le practicaban sacrificios humanos pero a diferencia del otro con Esus se colgaban a los condenados a un árbol. Era un Dios de la noche.
  • Taranis: Era el Dios del trueno, la luz y el cielo. Se le representa barbado y con un rayo o un martillo en la mano. Los celtas creían que si se le enfurecía podría hacer caer el cielo sobre sus cabezas. Los sacrificios humanos realizados en su honor se practicaban mediante el fuego. Era un Dios de la noche. Se representa montado en un carruaje con el que atraviesa el cielo. Los relámpagos son las chispas producidas por los cascos de los caballos, mientras que el sonido del trueno es el ruido de las ruedas del carro de Taranis.


Taranis

Este último nos lleva a recordar la curiosa reacción de un hombre como Octaviano quien era llevado en litera por la zona del frente en las Guerras Cántabras y que, durante una marcha nocturna, sufrió la caída de un rayo. Este, rozando su litera, carbonizó a un esclavo que le precedía con una antorcha. Cuando regresó a Roma, dedicó un templo a "Iuppiter Tonans" ("Tonante, que truena") el año 22 a. C. por haberle salvado de un peligro grave. ¿Pensaría que había sido un aviso del dios celta?

Una tradición oral, conservada hasta nuestros días, dice que Octavio Augusto enfermó en la Engaña, zona de la Cordillera Cantábrica en territorio de Las Merindades de Valdeporres y de Sotoscueva. Aunque haya restos romanos en esa zona, la carencia total de testimonios escritos deja sin consistencia sólida a esta tradición oral. Pero es una bonita historia que nos alaga los oídos y que puede ser un excelente gancho turístico.

Cayo Julio Cesar Octaviano (Cesar Augusto)

Los citados eran algunos de los dioses más importantes del Panteón Celta pero había muchos más. De los puestos todos tenían adoración en Hispania en mayor o menos medida, si bien es cierto que los dioses de la noche eran más típicos de la Galia. Consuela un poquito pensar que en los árboles de Las Merindades colgaron pocos sacrificios. O, en realidad, colgaron muchos. ¡A saber!

Tras la conquista, y como era costumbre, los romanos asimilaron los dioses cántabros a los suyos. Por eso dicen que los cántabros creían y veneraban a Júpiter, a Marte –a quién estos nativos ofrecían machos cabríos, caballos y prisioneros-, a Neptuno, a la diosa Cantabria... Veneraban también al Sol (es-telas de superficie ocupada por una especie de rueda con rayos en movimiento, sol radiante), a los montes (Peña Sacra, etc.), lagos, ríos, etc.

Cernunnos

En el mundo descreído de hoy no podemos comprender el efecto que tenía sobre las gentes y sus acciones los dioses. El legado durante el gobierno de Nerón en la provincia tarraconense Servio Sulpicio Galba (desde el 61 d.C.) fue afectado por una serie de casualidades que derivaron en causalidades. Recordemos que fue el primer emperador proclamado fuera de Roma. Lo fue en Colonia Clunia Sulpicia (Coruña del Conde, Burgos) en el año 68. Este acto será muy repetido en los años siguientes y será un elemento más de la inestabilidad del sistema imperial romano. Según Suetonio, Galba se lanzó tras la púrpura, entre otros motivos por un presagio y un hecho extraño: el sacerdote de Júpiter en Clunia informó a Galba de la existencia de un oráculo, formulado doscientos años antes por una profetisa que auguraba que de Hispania saldría el señor y dueño del mundo. El hecho extraño relatado consistió en que, apenas llegado Galba a Hispania cayó un rayo en un lago de Cantabria y se encontraron en él doce hachas, símbolo del poder supremo. Lo explicamos: el rayo era la señal de Júpiter (¿el celta Taranis?), el dios supremo del panteón romano, y el doce era el número de las segures portadas por los lictores ante los dos cónsules romanos. ¿Un signo de que alguien llevaría el mando?

Denario de Servio Sulpicio Galba

De ser cierto las hachas debieron ser neolíticas, las llamadas "piedras del rayo" hasta nuestros días y que son descritas por Plinio como "útiles para las mujeres embarazadas". Así han sido consideradas en Las Merindades, al menos hasta mediados del s. XX. Quien no tenía una de esas hachas neolíticas la pedía cuando su esposa iba a dar a luz. Esta fue la razón aducida por un vecino de Mozares (merindad de Castilla Vieja) para no venderla. Esta superstición probablemente hunde sus raíces más profundas en la religiosidad telúrica en las Merindades.

Sobre esta historia González Echegaray la cambia de un lago a un bosque (de “lacum” a “lucum”) de robles. Tipo de árboles muy abundante en la zona cántabra. Lo más probable es que se equivocase porque no hay variante alguna de la palabra lacum en ninguno de los códices y manuscritos que nos han conservado este texto suetoniano. Por consiguiente hay que seguir una de las normas elementales de cualquier Filología, a saber, la que establece que el texto debe ser respetado a no ser que la crítica textual reclame algún cambio por razones objetivas y serias, totalmente inexistentes aquí. Schulten saca una conclusión seguramente excesiva si no hubiera más que este testimonio: "Este dato importante enseña que en Cantabria existía el culto a los lagos y la costumbre de echar en ellos hachas". Pero hay más testimonios que documentan que los cántabros echaban a las deidades y ninfas de los lagos exvotos consistentes en hachas, vasijas y monedas.

Lagunas de Antuzanos (Lagunas de Gayangos)

González Echegaray, en su defensa, afirma que "en Cantabria no hay lagos". Un despiste al equiparar la Comunidad Autónoma de Cantabria con la provincia que la compone –Santander- cuyos límites no son los de la Cantabria histórica. Pero en el Somo (nombre de la Cordillera Cantábrica en la merindad de Sotoscueva) hay dos lagos. Recuérdese también las lagunas de Gayangos, envueltos aun ahora en misterio por desconocerse el origen de sus aguas. Lo mismo puede afirmarse del de Cernégula, en torno al cual celebraban sus aquelarres las brujas de Cantabria y Burgos. Es delicioso pensar que en su fondo haya objetos de alto valor religioso. Pero, ciertamente no se encontrarán aquellas doce hachas, que fueron recogidas por orden de Galba.

Volvamos al bosque -que hemos sido algo crueles con González Echegaray-, “lucus” significa bosque pero si se añade “Augustus” tenemos "bosque sagrado". Más, “fanum” (Templo) sería un lugar de culto que situaríamos en el claro del bosque (como los conocidos druidas de Asteríx). En Santander hay varios topónimos derivados de esta palabra como Hano, Suano (templo del dios Sus). El petroglifo de Villamartín se encontró en un lugar llamado Remeana que podría llegar a significar el templo la diosa Rem. O no.

Encina

Y, es que, tenemos muy asumido que si hay algo sagrado para los celtas eran los árboles. Quizá por ello popularmente no los colocamos más al sur de la cordillera cantábrica. Era sagrado, sobre todo, la encina con muérdago. Le atribuían una fuerza especial. En torno a la encina con muérdago ubicada en un claro se celebraban solemnes ceremonias religiosas como nos cuenta Plinio el Viejo en su Historia Natural: "en el sexto día de la luna, pues por ella cuentan sus meses, los saecula (siglos) de 30 años de duración... Llaman a la luna la "Sanadora de todo”. Después de haber preparado ritualmente lo necesario para el sacrificio y para el banquete sagrado junto a un árbol, llevan dos toros blancos, jamás uncidos antes. El sacerdote, vestido de blanca vestidura, sube al árbol, corta con una hoz de oro el muérdago, que cae sobre un manto blanco. A continuación, sacrifican los animales, mientras suplican que la divinidad haga propicio su don en beneficio de aquellos, a quienes se lo ha otorgado. Creen que el muérdago, tomado como bebida, concede la fecundidad a todos los animales estériles y que es el remedio contra cualquier clase de veneno".

El árbol “sagrado” era una encina en Sotoscueva donde se reunía la junta de esa merindad; en Quecedo de Valdivielso también era una encina; un moral en Miñón aunque desde el año 1560, y durante varios años, se reunían en el saltus, sautus, o "soto, arboleda" de Villarcayo; más conocido actualmente es el roble de Guernica pero hay más que no citaremos en esta entrada. Estos puntos de reunión perdieron su condición sagrada con la llegada del cristianismo pero no su valor social y político. De hecho, es muy difícil encontrar huellas de cultos antiguos o modernos relacionados con el Árbol o el Bosque en las ermitas o santuarios españoles. Para empezar, es evidente que sólo una pequeña parte de las ermitas, santuarios o lugares de peregrinación están ubicados sobre “sitios sagrados” precristianos. Y al envejecimiento biológico de los árboles hay que sumar la incuria social que se produce como consecuencia del paso del tiempo. Téngase en cuenta, además, el decidido empeño de algunas religiones en eliminar cualquier rastro físico o recuerdo de los mismos.

Astérix y el recuerdo de los dioses celtas.

Claro que nos vienen a la memoria las múltiples advocaciones marianas arbóreas como Nuestra Señora de la Encina de Cillaperlata, Nuestra Señora del Espadañal de Nofuentes o Nuestra Señora del Rebollar de Argés.



Bibliografía:

“Las formas religiosas anteriores al cristianismo en Las Merindades” por Manuel Guerra Gómez.
“Revistadehistoria.es” artículo de Javier Campos
“Geografía” de Estrabón.
“El árbol religioso en España” de Guillermo García Pérez.


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