Situémonos a finales del año de 1874 cuando
llevamos cerca de dos años de guerra civil de la I república española frente a
las tropas del pretendiente Carlos VII, Duque de Madrid.
El gobierno de la república, que está bajo el
control del general Serrano, tiene al general Juan José Villegas (Cobreces,
Cantabria, 1815-1890) como Capitán General de Burgos. La biografía de este
militar es, quizá, como la del mismo siglo XIX español: Cadete a los dieciocho
años; empieza la guerra de 1833-1840 en el lado carlista pero en 1838 cambia de
bando –nada excepcional-; y asciende hasta oficial de milicias provinciales.
Acabó la guerra con el grado de comandante y la condecoración de la Gran Cruz
de San Fernando. Ayudó a la instauración del nuevo régimen de 1868 derrotando
al general Calonge en Santander. En 1873 es el Capitán General del distrito de
Andalucía, siendo relevado de su puesto y acuartelado en Santoña en el mes de
mayo. De vuelta en Cantabria y con la guerra carlista ya comenzada, combatió las
partidas carlistas que operaban en esa provincia, recorriendo también las
Encartaciones vizcaínas y Las Merindades burgalesas.
La zona de El Berrón y Valmaseda era zona
caliente entre los contendientes, lugar de continuos enfrentamientos, de
trincheras, y camino para internarse en Castilla o Vizcaya. Es aquí donde
tenemos noticia de una escaramuza un día antes de la proclamación de Alfonso
XII como rey de España. Estamos en el día de los inocentes de 1874 y en el lado
carlista se conoce el avance de unidades del ejército de la república, al mando
de Villegas, nuevamente hacia Valmaseda. Una partida irregular y dos compañías
del Regimiento de Asturias, bajó al Valle de Mena desde las alturas que
protegen la entrada a Vizcaya y toman posiciones en la garganta de El Berrón. A
la llegada de la vanguardia de las tropas gubernamentales abren fuego y hacen
treinta y cuatro prisioneros.
Ante la llegada de más unidades liberales los
carlistas de la garganta son reforzados por los batallones de Guernica y Marquina,
mandados por Sarasola y Golordo. El comandante carlista responsable de esta
escaramuza tuvo más actuaciones tras las líneas liberales de Las Merindades. Era
Benito Vítores Pérez y esta, y otras escaramuzas, la cuenta su hagiógrafo en un
“pliego de cordel” editado en Burgos en 1892 en la imprenta de Agapito Díez y compañía.
La siguiente que nos cuenta la podríamos llamar
la acción de Quincoces de Yuso y se produjo el 20 de febrero de 1875 cuando se
enteró de que en ese pueblo se alojaba el teniente coronel Francisco Larroca y
Tuvia con el segundo batallón de Ramales y un escuadrón de caballería del regimiento
de Albuera. Los carlista se dedicaron a observar sus movimientos desde el
pueblo de Quincoces de Suso que se sitúa más alto que su homónimo y más cercano
a la zona carlista.
Durante la noche, como si de una encamisada se
tratase, las unidades de Carlos VII dominaron los puntos estratégicos de acceso
al pueblo de Quincoces. A su vez, la partida de Sebastián Campo, ya avisada, se
trasladó desde Angulo hacia Quincoces para llegar al alba.
El teniente coronel Larroca quiso amagar con la
caballería por diferentes puntos para abrir el paso a sus tropas y envolver a
los carlistas pero el asunto devino en una retirada a Medina de Pomar dejando
una docena de muertos y varios heridos. Allí daría novedades al general
Villegas. Los muertos fueron enterrados en el cementerio de Quincoces y los
prisioneros conducidos a Orduña. Los carlistas, según nos dice Robustiano –el autor
de la obrilla-, perdieron al oficial Raimundo del Pozo y quedó herido el
sargento Antonio Ugarte.
La siguiente se produjo en la zona de Relloso,
también junto a uno de los pasos del Valle de Mena al Valle de Losa. Avanzamos
hasta el 15 de mayo de 1875 con Alfonso XII ya asentado en el trono y las
tropas alfonsinas actuando desde el día doce de mayo en el Valle de Mena. De esta
ha sido posible hallar, también, la versión liberal.
Robustiano Bustamante Peña, el biógrafo Benito
Vítores, describe así la acción: “El 15
de Mayo encontrábase el Conde de Sobradiel en Relloso con los batallones
castellanos. Al día siguiente rompióse el fuego y el general carlista D.
Francisco Cavero ordena á Vítores que ataque con las dos partidas y dos
compañías del batallón de Asturias. En el acto manda al oficial don Julián
Salguero que se apodere á todo trance de la Peña de Relloso con la fuerza de su
mando, y á D. Julián Campo ganar el ala izquierda atacando por el centro,
seguro de obligarla retirada á D. Luis Prendesgart con su brigada, no con el
auxilio de sus fuerzas, sino con las que se esperaban mientras él sostenía el
fuego entreteniendo al enemigo.
La
presencia de los batallones carlistas castellanos que llegaron al poco tiempo,
obligó a que se retirase Prendesgart á Lastra de Losa, dejando en poder del
enemigo 3.000 raciones. Sabedor el general Villegas de lo comprometido que estaba
el citado brigadier, aún después de su retirada, salió de Villasana con una
brigada en su auxilio, viéndose obligados los carlistas á retirarse, pero sin
que aquellos pudieran recobrar las raciones”. Es decir, pierden la
posición pero ganan la “pitanza” del enemigo. No sé, no lo veo como una gran
victoria.
Por supuesto, si acudimos a la prensa del otro
bando, el gubernamental, tenemos un relato más… ¿Cómo lo diría?... más amplio.
Ya me entienden. Cuenta el periódico “La época”: “(…) Por ellos sabemos que el resultado de las operaciones ha sido diametralmente
lo opuesto a lo que los carlistas han aseverado en sus periódicos y partes, y
que honra sobremanera el antiguo y bizarro (valiente) brigadier Prendergast, que las ha llevado a cabo, al frente de la
división que manda en la actualidad: “Ignoramos, dicen las mencionadas cartas,
si por temor de que tentasen los carlistas alguna expedición arriesgada, o si
meramente para operar un hábil reconocimiento, el general Villegas ordenó el día
12 al brigadier Prendergast avanzar sobre el Portillo de Igaña, y ocupar los
pueblos de Belloso (sic), Villabaril (sic) y puntos en que el enemigo establecía su
artillería, operación que fue ejecutada aquella noche, emprendiendo la marcha
desde Villanueva con dirección a Castro Obarto (Castrobarto) por el portillo de
la Magdalena, para descansar allí y recoger el resto de la división.
Con el
objeto de asegurar la marcha, una de las brigadas, al mando del coronel del
regimiento de la Constitución, y compuesta de doce compañías de dicho
regimiento, del batallón de reserva núm. 13 y cuatro compañías de la reserva
núm. 23 fueron dominando los altos de la sierra Complacera para caer sobre el
portillo del mismo nombre, donde los carlistas tenían establecida una batería,
mientras que el brigadier Prendergast, con el segundo batallón de Guadalajara,
cuatro compañías de Cazadores de Alcolea, otras cuatro de la reserva número 23
y la fuerza de artillería y caballería que tenía bajo su mando, sin perder nunca
de vista la primera columna, se dirigió por Villafría y altos de Villabaril
(Villabasil) al mismo punto.
Una
fuerte guerrilla carlista de caballería intento detener su marcha al entrar en
Villafría, haciendo fuego sobre la cabeza de la columna; pero desplegadas dos
compañías de Guadalajara y hechos algunos disparos de cañón sobre ella, se
dispersó por completo. En esta población quedaron algunas compañías para asegurar
la llegada de los convoyes; se estableció el hospital de sangre en Villabaril,
y se mandó a la caballería ocupar la entrada del bosque y ermita de Santa Isabel,
por no permitir la naturaleza del terreno prosiguiese su marcha con las columnas
por lo desigual y pedregoso.
Entre
tanto, la primera columna había coronado las crestas de la sierra; pero se
dispuso que, aseguradas estas por cuatro compañías de la Constitución, marchase
el resto á media ladera, a fin de establecer más unión entre las fuerzas, y
poco después so verificó la de todas, siendo constantemente flanqueadas por las
compañías mencionadas, al mando del teniente coronel Sr. Pueyo. Así se avanzó
hacia Peña Corvilla, que forma uno de los costados de la bajada de la
Complacera, que se dirige hacia el valle de Mena.
Los
carlistas que ocupaban esta altura se retiraron, después de cruzarse algún
fuego por una y otra parte, descubriendo dos piezas que tenían situadas en las
cercanías del Portillo de Igaña y en las alturas próximas que dominan la
derecha de la cuesta Complacera. En Peña corvilla acamparon las columnas pues, aunque
rebasado el pueblo de Relloso, que los carlistas habían abandonado también,
pareció mejor aquella posición, a pesar de estar al alcance de la artillería
enemiga, por ser más defensiva y asegurar la posesión del mencionado pueblo.
Para quedar aquí hubo que prohibir a los soldados encender hogueras que
sirvieran de blanco a los disparos de la artillería carlista, aunque esto impedía
a la tropa condimentar su ración, dificultad que hacía más penosa la estancia
allí de las tropas con la carencia absoluta de agua, pues la única fuente que en
el monte había estaba muy próxima al enemigo y completamente enfilada por sus
fuegos.
Los
carlistas se habían reforzado con dos batallones cántabros y uno asturiano, que
desde Artieta subieron al portillo de Igaña, donde ya se encontraban además el
1 y 2 de Castilla, el batallón de guías y las partidas de Campo y Vítores, y el
brigadier Prendergast, al amanecer, habiendo observado hacia Quincoces cierto
movimiento de fuerzas enemigas, y recelando que tratasen de envolverle por la
derecha, dispuso reforzar el pueblo de Villafría con el batallón de
Guadalajara, cuatro compañías de Alcolea y cuatro piezas, a fin de contener al enemigo,
si tal era su intento. Sin embargo, en aquella posición le atacaron los
carlistas hacia las siete y media de la mañana, desplegando numerosas
guerrillas á su frente, aparentando envolver la izquierda y procurando ganar un
monte a la derecha, contiguo a la posición de nuestras tropas, operación que fue
frustrada por cuatro compañías de la reserva núm. 13, seis de la Constitución y
una de la reserva núm. 23, que sostuvieron el fuego con gran vigor desde el
bosque, mientras que nuestra artillería impedía con sus certeros disparos la
bajada de nuevas fuerzas; y al tratar el enemigo de apoderarse en uno de sus
avances de una parte del bosque, fue rechazado a la bayoneta por una compañía de
la reserva número 13. El ataque de que hacemos mención duró seis horas, durante
las cuales se mantuvieron todas las posiciones, hasta que los carlistas, viendo
lo infructuoso de su acometida, se retiraron, siendo hostilizados en su marcha
por fuego de fusilería y algunos disparos de cañón que debieron causarles
grandes pérdidas, por ir siempre marchando al descubierto.
Cuando
el enemigo hubo vuelto a sus posiciones, el brigadier Prendergast mandó relevar
las fuerzas que habían sostenido el combate por espacio de seis horas, siendo
de notar que al emprender el enemigo su retirada, nuestros soldados hablan
agotado hasta el último cartucho, y que para proveerse de ellos hubo de echarse
mano de paisanos que los condujeron a hombros, hasta que bien entrada la noche
y avisado el general Villegas por conducto del capitán de estado mayor, D.
Julián Menoyo, envió desde Villasana un convoy de municiones, que tuvo que
atravesar por sitios dominados por el fuego enemigo, aunque vigilado por
guerrillas y escuchas que el brigadier Prendergast hizo avanzar en su espera. (Por
lo cual es de suponer que no ascendieron por El Cabrio sino que emplearon
alguno de los portillos que unen el Valle de Losa con el Valle de Mena).
Al
amanecer del día 15 las tropas volvieron a adelantar hasta el bosque, que
nuevamente ocuparon, para cubrirse del fuego que la artillería carlista comenzó
a hacer desde bien temprano; pero aunque hacia las diez de la mañana se les
observó en actitud como de bajar desde las zanjas y parapetos donde se
guarecía, los certeros disparos de dos secciones de artillería que se situaron
en posiciones ventajosas, cruzando sus fuegos, les obligaron a ganar las
alturas y barrancos para ponerse a cubierto de sus efectos. Así se pasó el día,
hasta que a las ocho de la noche una nueva orden del general Villegas mandó
replegarse a Castro Obarto, punto estratégico de suma importancia que guarda la
entrada de Castilla, para impedir cualquier conato de expedición, y además por
considerar operado el reconocimiento que se deseaba y teniendo en cuenta las
penalidades que ofrecía aquella posición a los soldados, sobre todo con la
carencia de aguas y la imposibilidad de hacer fuego. Tengamos
en cuenta que la zona era disputada porque permitía a las tropas
gubernamentales taponar varios de los caminos empleados por los carlistas para
sus cabalgadas por tierra de Alfonso XII y, además, cañonear las posiciones
liberales del Valle de Mena.
La
retirada se practicó con gran sigilo y hábil disimulación, defraudando los
deseos de los carlistas, que se proponían molestar en ella á nuestras fuerzas. Distribuyéronse
las tropas en dos columnas, la primera de las cuales, compuesta del segundo
batallón de Guadalajara, cuatro compañías de la reserva núm. 23, y cuatro de la
Constitución, con la artillería, se puso en marcha por la falda del monte.
Recogidas luego las guerrillas y escuchas con gran cuidado, por hallarse muy
próximas al enemigo, se formó la segunda columna, y puestos los bagajes a la vanguardia,
a las doce y media se emprendió la marcha sin que el enemigo se apercibiera de
este movimiento hasta el punto de que al amanecer el día 16, creyendo situadas
nuestras fuerzas en las mismas posiciones rompió el fuego, sirviéndoles de
único blanco los solitarios árboles del bosque”.
Como
por esta verídica y minuciosa relación se deja notar el resultado de la
operación emprendida, llenó los deseos que la motivaron de la manera brillante
que se ha visto. Las noticias de origen carlista, que hacen subir a 6,000
infantes, 300 caballos y seis piezas de montaña el número de las tropas
liberales que han atacado estos últimos días por la parte de Valmaseda, carecen
de fundamento, y el valor de nuestros soldados quedó acreditado, en permanecer
acampados durante tres días bajo el fuego enemigo, experimentando toda especie
de privaciones, y viéndose obligados a sostener el fuego durante el día.
Nuestras bajas han sido de escasa consideración, y consisten en un muerto y 21
heridos entre los dos días de recio combate. Las de los carlistas, a pesar de
que se les vio retirar algunos muertos, no se pueden apreciar con exactitud; pero
se consideran de mayor importancia, por el movimiento de camillas que se
observaba en su campo y por los destrozos que debieron causarles nuestras
granadas y metralla.
Tal La
sido la operación llevada a cabo con tanto acierto por la división al mando del
brigadier Prendergast, sobre la cual “El Correo de Bayona” estaba tan mal
informado. El gobierno debe tener ya noticias oficiales y apreciará el
merecimiento de tan bravos soldados”.
Probablemente la verdad esté en el término
medio. O en algún otro sitio porque, ya lo saben, en las guerras la primera
víctima es: la verdad.
Cuenta el biógrafo de Benito que tuvo
posteriormente otro encuentro con las tropas alfonsinas en Nofuentes de la que
–evidentemente- salió vencedor. Parece ser que tras el asunto de Relloso se
trasladó a la zona de Bóveda (Valdegovía, Álava). Allí fue avisado de que en Mijangos
había una unidad de la Guardia Civil con unos treinta números (agentes). Es
graciosa la apreciación del autor del opúsculo porque dice que “cinco de estos hallábanse apostados y
fortificados en el puente de dicho pueblo, para impedir que los castellanos
pudieran correrse al Norte, á ingresar en las filas carlistas”. Tal cual. Los
restantes guardias ocupaban la casa del Párroco, la más difícil de tomar por su
construcción y demás condiciones.
En otra operación nocturna Benito Vítores destacó
al sargento Julián Castaño y su grupo para frenar a los refuerzos que pudiesen
llegar de Oña y al teniente Leandro Dorao para los de Medina de Pomar. Cortadas
las líneas de llegada de refuerzos, Vítores entró en Mijangos atravesando unos
de sus vados y rompiendo el fuego, resultando un muerto dentro de la casa del
cura. Cuando llevaban combatiendo cierto tiempo con los atrincherados en la
casa le llegó una noticia al jefe de la partida carlista de que las tropas de
Oña estaban en marcha con artillería. Entiendo que al ser superiores en fuerza
militar Vítores se retiró. ¿Y la casa estaba a punto de caer? Probablemente no
a corto plazo.
Conocemos la vida de este guerrillero gracias a
la obrita de Robustiano que alcanzó, al menos, dos ediciones. Benito nació en San
Asensio (La Rioja española, la provincia de Logroño, vamos) y no en un pueblo
Alavés como nos dice “la Auñamendi”. El año fue 1848. Su padre muere cuando él tenía
tres años. Su madre se muda a Miranda de Ebro, Burgos –Tampoco es Álava, por
si acaso- Allí estudió hasta los catorce años. Bastante para aquellos tiempos.
Antonio Escoda, coronel de carabineros, descubre
el 9 de Mayo de 1870 la conspiración carlista de Miranda de Ebro de Félix
González Ruesgas en la que participaba Vítores quien se quitó de en medio
marchando a Francia. Volvió con la amnistía del 16 de agosto del mismo año.
Exactamente el diecisiete de agosto, junto a José Pernía y José Arana, se traslada
a Rivabellosa (Álava) y organiza una partida carlista que cabalga para el 28
del mismo mes. Tiene varias escaramuzas por Álava hasta ser derrotado por el
brigadier Palacios. Entonces vuelve a escapar a Francia. Disuelta su partida fue
sometido con Pedro Corcuera, cura párroco de Rivabellosa, a un consejo de Guerra
donde le sentencian, en ausencia, a doce años de cárcel.
Llega de incógnito a Miranda de Ebro el 23 de diciembre
de 1871 pero escapa a Bilbao el 20 de enero de 1872. En su fuga a Francia es
capturado pero con ayuda de carlistas iruneses pasa la frontera. Se une al Comandante
Celedonio Iturralde… hasta que se rindieron. Se acoge al indulto en el Valle de
Cuartango ante el Teniente Coronel que mandaba el Batallón Cazadores de
Barbastro, José de Loma Arguelles. Regresa a Miranda de Ebro en Mayo de 1872.
En marzo del año siguiente vuelve a las andadas al proclamarse la república y
junto a otros carlistas asalta el pueblo de Berantevilla y se lleva 365 pesetas.
Llegarán a Izarra y entrega el dinero al Comandante General carlista Manuel
Lecea. El ocho de marzo es nombrado alférez de infantería por Antonio Dorregaray.
Fue enviado a levantar soldados republicanos
dentro de Vitoria volviendo con un comandante y dos capitanes. Anduvo por la
cuenca del Ebro, Navarra, Somorrostro… recibió por sus acciones numerosas
medallas y condecoraciones.
Regresa al curso alto del Ebro llegando a
asaltar la estación de Miranda, inutilizar tres locomotoras y rompe los hilos
telegráficos. Tras esta, es enviado a Belorado a recoger 32.000 duros de las
contribuciones recaudadas. Allí había dos compañías del regimiento de Mallorca
y un escuadrón de la Guardia civil que se hallaban en Pancorbo para entrar en
Belorado. Exigió a la población que le entregasen la tributación que no podía
obtener dadas las fuerzas atrincheradas. Requisó 10.000 reales, 300 pares de
alpargatas, 55 carabinas y municiones. ¡Y eso que el Alcalde era Felipe Vítores,
primo del carlista! Escapó por Tobalina.
Continuó la guerra y sus acciones hasta el
último momento. El 25 de febrero de 1876 estaba en Lecumberri el batallón de Guernica
con el General Francisco Ugarte y las partidas de Castilla en sus alrededores.
Ante la sublevación del Guernica para entregar sus mandos al gobierno alfonsino
Vítores ordenó a las partidas de Castilla disparar al Guernica. Benito atravesó
la frontera el 28 de febrero.
El 6 de marzo de 1876 entró Vítores, con varios
oficiales, en San Juan de Luz, y al mes de su estancia recibió una carta del
General Quesada, autorizándole a regresar a España. El 24 de marzo de 1877 se
acogió al indulto. Regresa a Miranda de Ebro pero es detenido el 29 de Mayo por
orden del General en Jefe del Norte Genaro Quesada y enviado a Ceuta. El 6 de marzo
de 1878 fueron indultados todos los demás reos carlistas. Él decidió, entonces,
fugarse. Estando hospedado en casa de José Lisbona se valieron de un moro. No fue
difícil porque al ser un preso de la guerra tenía un régimen laxo, muy laxo, y
podía salir por las puertas de la ciudad a pasear. Así, el 2 de mayo, se largó
a Tánger. Claro que el moro pensó que era más fácil matarlo y robarle… y le
atacó con su gumía. Reaccionó Vítores al mejor estilo Indiana Jones y disparó
dos tiros que pusieron en fuga al taimado guía. ¡Un tipo duro Benito! De Tánger
a Gibraltar y de ahí a la Línea de la Concepción donde fue detenido por estar
indocumentado. ¡A Cádiz! Y luego vuelta a Ceuta el 22 de mayo. Finalmente fue
indultado y volvió a Miranda de Ebro (Burgos).
Pero no dejó de conspirar contra la
administración Alfonsina. En 1881 participó en una conspiración republicana.
Detenido se le incautó un título de coronel expedido por una junta de Madrid,
por cuyo motivo se escapó, nuevamente, a Francia. Retornó en julio de 1882 y se
escondió en Castejón, en casa de Vicente Segura, antiguo subjefe de esa
estación. Ante el movimiento de personas alrededor de ese domicilio entró Guardia
Civil y fueron detenidas ocho personas e incautaron una bandera con el lema: “¡No
más reyes! ¡"Viva la república!” y armas, trajes y municiones.
Pensaban apoderarse del tren a Miranda de Ebro
y, cruzando La Rioja, destrozar los postes y aparatos telegráficos del camino y
refugiarse en Orduña con todos aquellos que se les uniesen. Probablemente el
viejo carlista no hubiera iniciado una guerra pero sí hubiera provocado daños a
la empresa “Ferrocarriles del Norte” y a los turistas y viajeros. En 1883
seguía procesado a la espera de juicio.
¡En 1885 aparece su nombre en una carta
colectiva en “Las dominicales del libre-pensamiento” en contra del poder
clerical! Me resulta muy extraño. Y en marzo de 1896 participaba en un funeral
en pro de todos los carlistas caídos durante el siglo XIX defendiendo sus
ideas. Su rastro se sigue hasta 1909. Y siempre carlista.
Bibliografía:
Periódico “La Época”.
Periódico “El siglo futuro”.
“Hechos del valiente guerrillero d. Benito
Vítores Pérez” por Robustiano Bustamante Peña.
Periódico “El pensamiento español”.
Periódico “La esperanza”.
Periódico “La Correspondencia de España”.
Periódico “El correo militar”.
Periódico “Las dominicales del
librepensamiento”.
Periódico “El correo español”.
Mendikat.
Dibujos de los soldados cortesía de Delfín Salas.
Dibujos de los soldados cortesía de Delfín Salas.
Anexos:
LUIS PRENDERGAST Y GORDON (1824-1892): Este
militar que conocemos por su actuación en Castrobarto durante la tercera guerra
carlista tiene una interesante biografía que no he dudado en añadir. Fue hijo
de José Prendergast y Sweetman y Cristina Gordon y Archimbaud. Luis estuvo
casado con Elena Hano y Mac-Mahon (Sevilla 1830-Madrid 1911) y no tuvieron
hijos.
En 1843 Ingresa en el Ejército con el empleo de
subteniente de Infantería, que le fue concedido por gracia especial. En
septiembre de 1844 es admitido en la Escuela Especial del Cuerpo de Estado Mayor,
que había sido creada en 1842.
Entre 1849 y 1855, con el empleo de Capitán de Estado
Mayor, ocupa el puesto de subprofesor de la Academia Especial del Cuerpo, y
desde el año 1852 el de profesor. Por sus acciones en la insurrección de
Sevilla es ascendido a Teniente coronel (1856). Promovido al empleo de Coronel de
caballería en 1863. En 1867 asciende a brigadier. En 1874 se reincorpora al
servicio operando en el Norte, a las órdenes del Teniente General don Manuel de
la Serna y Hernández Pinzón. Es Jefe de la Brigada única, de la 3ª División,
del 1er. Cuerpo del Ejército de Operaciones en el Norte.
En agosto de 1875 obtiene el empleo de Mariscal
de Campo por su actuación en el levantamiento del bloqueo de Pamplona y es
nombrado en el mes de octubre gobernador militar de la provincia y plaza de
Cádiz. En noviembre le es conferido el mando de una división en el Ejército de
operaciones en Cataluña; pacificado el Principado, pasa a operar a Navarra, a
las órdenes del General Martínez Campos. En 1878 recibe título marqués de
Victoria de las Tunas.
Muy interesante Beato. La vida de estos guerrilleros resulta siempre apasionante. Por lo que he ido leyendo, las acciones de armas en las Merindades fueron una constante tras quedar establecida la "Linea de Valmaseda" y especialmente a lo largo de todo 1875. Además de estas acciones, siempre me ha llamado mucho la atención, la linea de pequeñas fortificaciones que realizó el ejército liberal para proteger el Valle de Mena y que se han sumido en el olvido. Un cordial saludo
ResponderEliminarHola.
EliminarLos combates fueron abundantes tanto en la primera guerra carlista como en la tercera y en los periódicos de la época menudean los enfrentamientos.
Un saludo.