Vamos a conocer
el periódico gaditano, cuando Cádiz era el refugio y cuna de la libertad
española, llamado “El Amigo de las leyes”. Nació en 1812 pero en septiembre de
ese año se trasladó a Madrid. Allí lo tendremos desde el dos de octubre de 1812,
en números de cuatro páginas y compuesto a dos columnas, saliendo primero de la
imprenta que fue de Fuentenebro, por su regente Manuel García, y después
también de la de Francisco de la Parte.
Hartzenbusch
(1894) y Gómez Imaz (1910) lo tildan de “periódico político liberal”, y
Mesonero Romanos lo tacha de “furibundo” liberal. Tras publicar su número 16 (01/12/1812)
se suspende su publicación por hallarse la capital del reino ocupada por las
tropas napoleónicas, reapareciendo el 15 de febrero de 1814, con el número 17.
Su edición es atribuida al ingeniero de caminos y canales Francisco Javier
Barra, que ya había sido acusado en 1813 de afrancesado. Un decreto de la
Inquisición, de 22 de julio de 1815, prohibió su lectura y ordenó recoger todos
sus ejemplares, siendo condenado a una multa su editor, comisario de Caminos y
Canales. Claro que, en la biografía de la Real Academia de la Historia, no
aparece esta relación con el periodismo.
Francisco Javier
Barra, otro de esos españoles liberales arrumbados a un rincón de una historia de
los dos últimos siglos y pico demasiado llena de héroes políticos
providenciales merecedores de la “damnatio memoriae”, nació en Madrid en 1764 y
era hijo de padres napolitanos. Hacia 1781 ingresó en la Real Compañía de
Guardias Marinas y permaneció como ingeniero de Marina hasta 1790 en que pasó
al servicio de Hacienda. En 1798, siendo teniente de fragata e ingeniero
extraordinario de la Armada, fue agregado a Juan López de Peñalver, para la
impresión del catálogo de máquinas del Real Gabinete. El 25 de julio de 1799,
al crearse la Inspección general de Caminos y Canales fue nombrado comisario.
Su primer
trabajo fue en la carretera de Aragón, donde estudió el paso de la divisoria
entre el Tajo y el Ebro, y fue destinado en 1805 a Santander donde dirigió la
carretera de Reinosa. En esta demarcación conoció a su mujer María Josefa
Gutiérrez. Parece ser que durante la Guerra de la Independencia estuvo al
servicio de José I Bonaparte en Madrid. Consta su solicitud para imprimir un
Prontuario de monedas francesas, del que no se conoce publicación. Y aparece
como ingeniero de sección en el proyecto de cuerpo de ingenieros civiles
realizado en 1810 por José María de Lanz.
En 1813 es
acusado de afrancesado y en 1814 aparece “El Amigo de las leyes”. Este periódico
liberal, que suele atribuirse a Barra, fue uno de los periódicos que Benito
Pérez Galdós utilizó como fuente para escribir sus Episodios nacionales.
Francisco Javier
debió de pasar por algún proceso de purificación aunque en octubre de 1816
estaba en activo y redactó un proyecto para la reedificación del arco arruinado
en el puente de Almaraz, sobre el río Tajo. Durante el trienio constitucional,
al reabrirse la Escuela de Caminos y Canales, en 1821, fue nombrado director.
Permaneció al frente del centro hasta su cierre, al término del trienio.
Durante los años siguientes continuó trabajando en la casi desmantelada
Inspección de Caminos y consta que apoyó y colocó a algunos de sus alumnos que,
como milicianos nacionales, habían sido defenestrados.
En 1826 escribió
un libro sobre pavimentos, que tiene el mérito de ser la primera obra publicada
en español sobre la materia, aunque sus ideas sobre los firmes “a la romana”
resultaban ya anticuadas en la época. Realizó después un ensayo sobre trazado
de canales y unas observaciones sobre el abastecimiento de aguas a Madrid, que
le valieron el encargo del ayuntamiento para efectuar el proyecto de traída de
las aguas. En abril de 1830 presentó su trabajo, en el que proponía un
acueducto desde el río Guadalix y otro con toma de agua en el Manzanares; se
imprimió lujosamente, pero el proyecto no llegó a realizarse.
Tras la muerte
de Fernando VII, Barra fue inspector general y miembro de la Junta Consultiva
de Caminos, Canales y Puertos. En 1840, pasó a ser director general, hasta su
fallecimiento en febrero del año siguiente.
Nos centraremos
en las entregas de “El amigo de las leyes” de febrero a abril de 1814 que
fueron dedicadas a una nueva división de la nación en provincias. En el
periódico se hablaba de la falta de percepción por el pueblo, los ciudadanos,
de la nueva realidad constitucional por incapacidad –o viejos vicios- del
gobierno o por incapacidad del estado, de la administración, de llegar al
ciudadano.
Decide el
redactor, quizá el señor Barra, recorrer los problemas que él encontraba y
buscarles soluciones. Hablará de “la
monstruosa división de Provincias en que está repartida nuestra España, y hasta
donde alcancen mis conocimientos diré lo que entienda sobre la nueva división
que debe hacerse indispensablemente, si se quiere establecer un gobierno
regular siquiera, sea el que fuere”. Optimismo en estado puro.
Explicaba que las
órdenes del Gobierno se multiplicaban demasiado: que una disposición
particular, o un Decreto, producía después una multitud de órdenes. “La necesidad de dar esta multitud de
órdenes la ocasiona en gran parte la absurda subdivisión de nuestras Provincias”.
Era evidente para aquellos españoles que había provincias de forma irregular, excesiva
extensión e incoherencia interior. Esto dificultaba la comunicación de sus
diversas partes con su Capital. Con ello, había pueblos adonde nunca llegaban
las órdenes y provincias donde sus jefes delegaban funciones, y responsabilidad,
en una miríada de subordinados.
El periódico
rechazaba la reforma provincial de José I por no haber tenido en cuenta
factores topográficos y geográficos, climáticos, de fertilidad de las tierras,
de población… “¿Cómo, pues, podría hacer la
subdivisión con acierto un hombre que no había viajado por España, ni tenía
medios de adquirir noticias, ya por la incomunicación con las Provincias, y ya
porque los que podían dárselas en Madrid se negaban a instruirle en este punto,
como en todo lo que intentaba saber aquel Gobierno?”. En esta frase se
percibe una disculpa y cierto conocimiento de lo que ocurría en el Madrid de
los afrancesados.
Los artículos
hablan de la necesidad de un equipo de especialistas que viajase por España y
les da ideas. La extensión de terreno era la primera circunstancia a estudiar: ni
muy grande -porque el gobierno provincial sería complicado- ni muy pequeña porque
habría demasiadas provincias y dispararía los gastos. La clase de terreno
también afectaría.
¿Población? Argumentaba
que las zonas con poca población requerirían más superficie para satisfacer el
cómputo de los gastos necesarios para el gobierno de una provincia.
Hay otro dato
que tener presente, y es el de fijar bien los límites de las provincias, y de modo
que pudieran resolverse con facilidad las dudas posteriores a la delimitación.
Por ello, recomendaba recurrir a las líneas divisorias de aguas sujetando a
ellas los límites de las provincias. Añadían que eran límites ya aplicados para
delimitar pueblos y dominios. Y quien dice ríos dice sus vertientes.
Y... ya. Hablaremos
de Villarcayo y la provincia fantasma:
“Toda la parte de Navarra baja que hay entre
la raya de Francia y la cresta de los montes ya expresados, que hace vertientes
al Ebro y al Océano, podría agregarse a la provincia de Guipúzcoa, y con ella
formar una nueva provincia, cuya capital fuese San Sebastián. Por la parte del
Norte debería limitarse en la cresta dicha hasta tocar en la divisoria con el
Señorío de Vizcaya; cuya divisoria podría seguirse la actual, que está arreglada
por una línea de vertientes. Del Señorío de Vizcaya podría formarse otra
provincia, cuyos límites fuesen por el Este la provincia de Guipúzcoa; por el
Norte la misma cresta de los Montes ya expresados, y por la parte del Oeste, la
línea de aguas vertientes a la ría de Santoña, por la parte de Castro Urdíales,
hasta dar con la cresta dicha. La capital debería ser la villa de Bilbao”.
Perdón, esta es el
párrafo de Vizcaya y Guipúzcoa. Ahora sí:
“De las Montañas de Santander debería formarse
otra provincia, cuya capital fuese aquella ciudad , y sus límites podrían ser
los siguientes: Por el Este la línea determinada antes por divisoria con
Vizcaya; por el Norte la cresta dicha de los mismos Montes; y por el Oeste la
línea de vertientes entre las dos rías de Llanes y Rivadesella. Recordando
ahora lo dicho anteriormente acerca del cordón de Montes, que en los altos de
Reynosa volvía hacia atrás y formaba la caja del Ebro, tomando pues por divisoria
la línea de vertientes que forma hasta el valle de Valdivielso; y .pasado este,
tomando por las alturas de Oña a buscar los portillos de Bustos, Miraveche,
Trerrobles, dejando a la derecha el puente de Larra; y siguiendo hasta
encontrar la línea divisoria por el Norte de Vizcaya: todo el país comprehendido
entre estos límites, y cerrado con la divisoria Norte de Santander podría formar
otra provincia, cuya capital pudiera ser, o Villarcayo o la villa de Reynosa; y
pudiera denominarse Fuentes de Ebro”.
Les dejo con este
sueño imposible, con este mero divertimento cultural.
Bibliografía:
Periódico “El
amigo de las leyes”.
Hemeroteca
digital de España.
Real Academia de
la Historia de España. Biografía por Fernando Sáenz Ridruejo.
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