Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 17 de septiembre de 2023

Regia escapada.

 
 
Hace un tiempo hablamos sobre una columna que había a la salida de Medina de Pomar hacia La Cerca que, entre otras razones para su existencia, me dijeron que era el punto hasta el que había llegado Carlos María Isidro –Carlos V-. Algo así como un marcador de nivel: “Hasta aquí llegó la marea carlista”. Les diría que es cierto, pero no lo es. Carlos llegó mucho más lejos.

 
El rey carlista se pegó un paseo por el norte de España saliendo de los territorios forales bajo su control, yendo hacia el Principado de Cataluña, reino de Valencia, cercanías de la capital liberal -Madrid- y cabalgada de nuevo hacia el norte. Esta última parte con mucha prisa. Ese periplo es conocido como la Expedición Real.
 
Pero, ¿cómo se le ocurrió avanzar hasta la capital del enemigo para tomar el trono? ¿Tan ensoberbecidos estaban que creían que saldría bien? Quizá sí. Ya saben eso de que la fortuna sonríe a los audaces. Pero la audacia no era la única razón. Era un proyecto más político que militar, surgido de las conversaciones entre la regente María Cristina y su cuñado, con la mediación de Fernando II, Rey de las dos Sicilias, hermano de María Cristina y sobrino de Carlos. La regente seguía con el miedo en el cuerpo tras la revolución de La Granja y a su camarilla les pareció genial la idea de reconocer los derechos de Carlos, el exilio de María Cristina, el matrimonio de los primogénitos de ambos, una amnistía para los liberales o autorización para dejar el país a los que lo solicitaran de entre estos. Traducido: rendirse ante Carlos, salvar su cabeza, el ser reina (consorte, en este caso) para Isabelita y dejar en la estacada a los liberales (con los que no comulgaba) que la estaban manteniendo en el poder. El clásico traicionar a los leales que tanto se estila en esta piel de toro.

 
No se cerró nada en firme, pero quedó el runrún de que la reina se había comprometido a acogerse al ejército carlista si este se aproximaba a Madrid. Otra razón para que saliese el rey con un ejército era el cansancio y agotamiento económico del norte carlista por la guerra. Tercera: las tensiones entre facciones que una expedición podría calmar… Amén de que existía en la corte carlista la opinión de que a su paso por las tierras de la usurpadora Isabel II se producirían levantamientos masivos en favor de Carlos V, como algunos habían prometido.
 
La expedición se organizó, con carencias, en algunos casos importantes, y con exceso de cortesanos y funcionarios porque cargaban con la administración del reino carlista. Lógico si tu destino es instalarte el en Palacio Real de Madrid. Salieron a mediados de mayo camino de Aragón. ¿Porqué no enfiló directamente hacia la Villa y Corte? Se ha pensado que para dar tiempo a que el acuerdo con María Cristina fructificase. Por si acaso, las tropas del pretendiente llevaban instrucciones de como tratar a la regente y a sus hijas de sangre real. Evidentemente obviamos todo el periplo que no tiene relación con esta bitácora y nos fijamos desde la retirada por la meseta castellana hacia Vizcaya.

 
Encontramos la Expedición Real el día 29 de septiembre de 1837 instalada en Covarrubias y en Silos. Y acosados por Espartero. Tras descansar y reponer el calzado, destrozado por varios días de marcha en caminos embarrados por una lluvia constante, el 3 de octubre avanzan hasta Retuerta. Espartero hasta Covarrubias y su vanguardia a Retuerta que expulsa a los carlistas de vuelta a Silos. El día cinco de octubre atacarán a los liberales. Los carlistas perderán ante los refuerzos enviados por Espartero y se escurren de vuelta a Silos. Solo pueden acogerse a las provincias forales. Y rápido.
 
El día nueve, en Castroceniza, se dividen las dos columnas, con un criterio claramente político. Carlos, con Vicente González Moreno -el verdugo de Málaga-, la corte y el séquito, retendrá los batallones castellanos y sus fieles alaveses, junto a la mayoría de los escuadrones, que son confiados al joven brigadier Fernando Cabañas, hijo del ministro carlista de la Guerra. El infante Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza, con Juan Antonio de Zaratiegui y Celigüeta como jefe de Estado Mayor, mandará sus batallones favoritos: navarros, vizcaínos y guipuzcoanos, junto con el indisciplinado cuarto escuadrón de Navarra. Hubo otras unidades que se repartieron entre ambos cuerpos de ejército.

Vicente González Moreno
 
Carlos V, “His Rural Majesty” como lo definió el embajador inglés, marcha a Huerta del Rey, llegando el 11 de octubre y sale el trece. La situación se iba haciendo critica. La caballería que quedó cubriendo la retirada fue eliminada. Los liberales se dividirán para perseguir las dos columnas carlistas. El conde de Luchana, o Príncipe de Viana -Baldomero Espartero- persigue a Carlos y el general Manuel Lorenzo, al infante Sebastián. Con Carlos hay unos 5.500 hombres de todas armas y, frente a él estaba Baldomero con doble número de fuerzas. Carlos María Isidro y su columna marcharán hacia Briviesca para buscar cruzar el Ebro.

Infante don Sebastián
 
Los carlistas iban a poner en práctica el plan de fuga propuesto por Vicente Glez. Moreno. El primer día se debía evitar la persecución de Espartero con una marcha de flanco; el segundo la de Lorenzo, volviendo a la derecha y el tercero había que aproximarse al Ebro, entre Burgos y Briviesca, para vadearlo en la zona de Cillaperlata y Cubillo de Ebro. Carlos pernoctó el 21 en Pineda de la Sierra, por Villasur de Herreros atravesó la Brújula y pasó la noche -asustado por no decir acoj…- en Fresno de Rodilla. La siguiente noche, tras dar muchas vueltas la intentó pasar en Barrios de Bureba (la noche del 23 al 24 de octubre). Pero a las 21:00 h se enteran de que los isabelinos dominan los pasos de la Horadada y los puentes de Trespaderne y Mijangos. ¡Vuelta al camino! Salen, a la una de la madrugada del 24 de octubre de 1837, a través de malos caminos hacia Herrera de Valdivielso y bajan a Condado. Logran vadear el Ebro por los pontones de la Población de Valdivielso y, con hambre, sueño y cansancio continúan hasta Arroyo y Quecedo. Comprenden que deben atravesar el cañón de los Hocinos. Es su única opción.
 
Según uno de los presentes en la columna carlista: “Luego que pasamos el Ebro por una palanca de tablas, S. M. se dirigió a Arroyo, donde oyó misa y comió, y cuando se disponía a descansar, llegaron los avisos de que Lorenzo estaba en Oña; tomamos la orilla del Ebro, y al llegar a Cecedo (Quecedo de Valdivielso) nos dicen que fuerzas de Villarcayo nos habían tomado el Boquete de Hocinos. Nuestra situación venía a ser un poco apurada. Hicimos alto en Puente-Arenas, mientras que Sopelana (Prudencio Sopelana Lecanda, el mariscal de campo que asaltó Villarcayo en 1834), con algunas compañías, fue a reconocer dicho Boquete, y se apoderó de él despejando todo aquel terreno y pasó el rey sin obstáculo. Volvimos a entrar en el camino real, se hicieron algunas aprehensiones y nos anocheció antes de Villarcayo. La guarnición de esta villa hizo una salida apoyada con caballería; pero luego que acudió la nuestra a las órdenes de Balmaseda se les encerró a unos dentro de puertas, mientras huyeron los otros por aquellos cerros”.

 
Las fuerzas a las que se enfrentaron los carlistas fueron dos compañías del provisional de Logroño que tenían como misión observar el camino real a media legua de Villarcayo. Al ser atacadas perdieron terreno a toda prisa. Ante esta situación los carlistas atacaron con más decisión por su derecha y sobre el camino real, acometiendo a una compañía de granaderos de Borbón, que el comandante de armas de Villarcayo había mandado en protección de aquellas dos compañías, y fue envuelta por la caballería carlista, perdiendo unos treinta hombres, y salvándose el resto gracias a la llegada de una avanzada enviada en descubierta por el general Manuel Lorenzo.
 
Prosigamos con el relato: “Ya de noche paró el rey en Encinillas, en el mismo camino real. Estaba tan fatigado y falto de sueño que quiso pernoctar en este pueblo, pero se le convenció de lo expuesto que era en aquella posición. Volvió a montar a caballo, flanqueamos a Villarcayo y a Medina de Pomar, pasamos el Nela por un puente, atravesamos los pueblos de Visjueces y Torme, nos perdimos con la oscuridad, y estropeados por la fatiga y muertos de sueño, llegamos a las doce de la noche a Gayangos, en donde S. M. no quiso pasar adelante”. Era las doce de la noche del veinticuatro, naciendo ya el 25 de octubre de 1837. Parece decirnos que de Incinillas subieron a Bisjueces para sortear Villarcayo por el lado de Medina de Pomar.

Gayangos
 
Dejando algunos a los rezagados, Carlos parte de Gayangos el día 25 de octubre y pasa por Baranda, Villasante, Bercedo, Irús, Lezana, Medianas de Mena, Ventades y Artieta llegando el 26 de octubre de 1837 a Arceniega (Álava), pleno territorio carlista.
 
¿Qué les puedo decir de esta aventura? Pues que… ¡poco les pasó! Era un ejército que se vio obligado a saquear el territorio que buscaban volcar a su favor. Comarcas que ni remotamente podían alimentar a 10.000 soldados y miles de caballerías. Ejército lleno de centros de poder -Carlos, el infante Sebastián, Moreno, la corte, el gobierno- que perjudicaron la conducción de una operación extraordinariamente compleja. Por no olvidarnos de unas negociaciones con María Cristina que influían en las decisiones militares y que, al final, no llegaron a nada.

 
Para dulcificar el desastre político -interno y frente a los liberales- y de moral Carlos anunció que, desde el 10 de octubre, se ponía a la cabeza del ejército y publicó una generosísima relación de ascensos no nominativos, sino en relación con el empleo -por ejemplo, a dos capitanes por batallón-, concedió el real diario vitalicio a los soldados y decretó que se abonara triplicado tiempo de servicio por la expedición. Solo al cuerpo de ejército expedicionario. Para mayor desesperación de las provincias vascas retornaba a ellas Carlos V que había dado a entender que marchaba para coronarse en Madrid.
 
Y, por terminar, Carlos María Isidro no se paró en ningún sitio frente a Medina de Pomar.
 
 
 
 
Bibliografía:
 
“El ejército carlista del norte (1833-1839)”. Julio Albi de la Cuesta.
“Viajeros por Las Merindades”. Ricardo San Martín Vadillo.
“Historia de la Guerra Civil”. Antonio Pirala.
Revista “Desperta Ferro. Historia Moderna, núm. 58”.
“Recuerdos de la guerra carlista (1837-1839)”. Félix María Vincenz Andreas, príncipe de Lichnowsky y conde de Werdenberg.

  


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