Vamos a bordo del avión Douglas C-54 B-15-DO
(DC-4) con el nombre “Ruta de Colón” en su fuselaje. Tiene el número de
registro NC44567 y el número de serie 18386. Es una aeronave del año 1944 de un
modelo muy popular tanto en su versión militar como civil. Ha salido del
aeropuerto Lisboa-Portela Sacavém, donde ha hecho escala, a las 16:00 h (otras fuentes
indican 15:24 horas) y se dirige al de Barajas. Es de la compañía “Aerovías
Cubanas Internacionales” y está realizando la ruta La Habana-Madrid establecida
en noviembre de 1946. Es el 6 de febrero de 1947.
Sobrevolamos la localidad de Pedro Bernardo (Ávila)
en la sierra de Gredos con llegada prevista de llegada a Madrid a las seis de
la tarde. Los controladores portugueses han perdido contacto a 150 millas de su
aeropuerto. Solo saben que no está en Portugal. A las 21:30 horas se encuentran
los restos destrozados en el lugar conocido como El Risco -o El Risco del Fraile-
a 1.600 metros de altura, casi vertical y a unos seis kilómetros del pueblo de
Pedro Bernardo.
Todo parece indicar que el accidente se produjo
a las cinco de la tarde. El aparato estalló con grandes llamaradas al
estrellarse pereciendo todos los ocupantes. El personal de cabina quedó
carbonizado y los restos de muchos de los ocupantes están en un radio de unos
trescientos metros. Aparte de la tripulación venían ocho pasajeros. Citaremos a
“Diego Veitia (Beitia o Vietia) Esparza, de 28 años y Gloría Méndez Mena,
de 37, ambos cubanos y el terrateniente español Serafín Fernández, de 51”. Debemos
incluir entre el pasaje al perrito de la señora Gloria y a Rafael Álvarez
Rodríguez, vicepresidente de esta compañía aérea. Como siempre hubo quién se
libró del accidente como el también español, José Vallejo Álvarez –padre
mercedario- que abandonó el avión en Lisboa, su punto de destino.
El comandante del avión era el norteamericano Archibald Kyger, de veintisiete años y casado, con experiencia en la segunda guerra
mundial en el frente del pacífico. El otro piloto, capitán Lee R. Harlow, norteamericano,
también casado y de treinta y tres años. Fue condecorado por haber formado
parte del raid de Doolittle. Dada la situación, el ministro de Asuntos
Exteriores del momento, Martín Artajo, expresó el pésame oficial al encargado
de negocios de la embajada de EEUU en Madrid y la embajada española en Cuba
cursó otro pésame al gobierno cubano.
A las nueve y media de la noche de aquel frío seis
de febrero salieron para el lugar del accidente las autoridades y el personal
sanitario. Asumieron que fue producto de la falta de visibilidad en un entorno
con nubes bajas. Tengamos en cuenta que, en aquellos años, la navegación aérea
no contaba con los medios tecnológicos actuales. Eran fundamentales los radiofaros
y la comunicación permanente por radio.
Y ¿qué tiene que ver lo leído hasta ahora con
Las Merindades? Pues, si nos fijamos en lo leído: nada. Pero debemos corregir
una falta de ortografía como lo hace este breve del “Diario de Burgos”:
¿Ya se han dado cuenta de la relación? Bien.
Pero me permitirán continuar un poco más con el misterio. Mientras, volvamos al
accidente. La prensa destacó que los vecinos del pueblo de Pedro Bernardo –y
algunos pastores- cooperaron, bajo la lluvia, en el rescate de las víctimas con
sus caballerías a través de veredas casi intransitables. Actuaron antes que las
autoridades. Los restos del aparato fueron hallados cubiertos por la nieve. Se
calculó, en ese primer momento, que se tardaría varios días en desenterrarlos
completamente. También en recuperar, en lo posible, los más de 100 kg de correo
y la valija diplomática. Un
grupo de cuarenta hombres estuvieron trabajando ese viernes 8 de febrero para
extraer los restos de las víctimas del "Ruta de Colón". Tuvieron que
retirarse al llegar la noche quedando varios números de la Guardia Civil,
unidades al mando de Manuel González, custodiando los restos.
El gobernador civil, Luis Valero Bermejo, y el
comisario de Policía de Ávila intentaron varias veces llegar al Risco del
Fraile, pero no pudieron lograrlo debido a la fuerte ventisca. El domingo nueve
llegarían fuerzas de la aviación para proseguir los trabajos de rescate. No
solo llegaron estos especialistas al mando del capitán Francisco Laporta sino
que se añadieron los esquiadores del frente de juventudes. El tiempo era tan
malo que los equipos de rescate se relevaban cada media hora. De todas formas
los trabajos se suspendieron el día 10 de febrero a la espera de que mejorase
el tiempo y disminuyese la cantidad de nieve acumulada. Estaban a 22 grados
Celsius bajo cero. Las dificultades eran tantas que, incluso, los soldados del
ministerio de aviación abrieron un camino de doce kilómetros que debía ser
espalado cada pocas horas para permitir un acceso cómodo al lugar del
accidente.
Los restos del aeroplano tenían la siguiente
disposición: La parte posterior partida, y separada del resto, mientras que la delantera,
con el motor y toda la caringa de los tripulantes se encontraba empotrada
contra las peñas y estaba cubierta por la nieve. Las cuatro víctimas
recuperadas en un primer momento estaban en la cola del avión y por eso su
fácil identificación y retirada. Notas periodísticas indican que, además, a
Gloria la identifica el Marqués de la Conquista, seguramente Antonio Pérez de
Herrasti y Orellana, amigo de la familia.
Desde las cuatro de la tarde del día siete permanecían
once féretros forrados de metal preparados para largas distancias más allá de
Madrid, primer destino. Los cadáveres fueron trasladados lo antes posible aunque
que el estado del tiempo, las carreteras y los trámites judiciales y de
identificación condicionaron la deseada premura. Esa noche ya estaban
identificados los cuerpos del radiotelegrafista español –o cubano porque ambas
nacionalidades le dan- Primitivo González; la cubana, doña Gloria Gómez, (apellido
correcto, por fin) casada con un español; don Rafael Álvarez Rodríguez, cubano,
y don Serafín Fernández Galián. El resto de cadáveres no estaban en condiciones
de ser tan fácilmente identificables “porque
al lado del avión sólo queda un montón informe de restos humanos”. Los
identificados, cumpliendo lo dispuesto, partieron hacia Madrid. A Gloria Gómez
lo acompañó su viudo que se había presentado en el pueblo de Pedro Bernardo.
En Cuba la prensa destacó la tragedia con
titulares a toda plana y fotografías del avión. Recordemos que estamos en 1947
y las comunicaciones no tenían la inmediatez de hoy, por ello, las redacciones
de los periódicos de la Gran Antilla recibieron llamadas telefónicas en busca
de información. Fue una tragedia impactante, no por la cantidad de personas
fallecidas, sino –quizá- por el efecto que produjo, y produce, una catástrofe
aérea. Así numerosas autoridades expresaron su condolencia directamente, por
teléfono y con tarjetas dejadas en la embajada de Cuba. En palabras del Diario
de Burgos: “El ministro de Cuba terminó
expresando su reconocimiento en nombre de su Gobierno, al Gobierno español, por
todas las cortesías y gentilezas que, desde los primeros momentos, ha
manifestado el verdadero sentimiento que une a la Madre Patria con la isla de
Cuba”. Un acto religioso celebrado en el colegio de las Madres Mercedarias
de Madrid –recordemos al no pasajero mercedario- tuvo una enorme afluencia de
personas.
El representante de Cuba en España, el señor Pedro
Corpión Caula, informó que recibió una comunicación del presidente del Senado
de Cuba interesándose por las víctimas del accidente. También, como buen
diplomático, elogió las comunicaciones recibidas del gobierno de España. Ese
día y ese diplomático comentó que la capilla ardiente se instalaría en el
ministerio de Gobernación o en el ministerio de Asuntos Exteriores.
Ya desde el día siete, con las cosas más
asumidas, el ministerio de aire y la compañía aérea determinaron que fueron
causas exógenas y que los informes del servicio meteorológico nacional
autorizaban el vuelo. De hecho, un vuelo de la KLM que hizo la misma ruta llegó
con normalidad. Se argumentó que el veterano de guerra Kyger
(otros periódico lo llamaron Kinger) confundió el valle del Tiétar con el del Alberche
y por eso se estrelló. Pero en círculos habaneros lo atribuían a la niebla y a
posibles deficiencias en los aparatos a bordo del avión. Vale, una desgracia
típica de la aviación. Claro que… la tripulación de un vuelo de la TWA informó a
Barajas haber recibido un aviso de que el “Ruta de Colón” estaba en una
situación apurada y solicitaba instrucciones para un aterrizaje de emergencia.
No hubo posteriores contactos.
Expertos en aviación comentaron al periódico “El
Adelantado” que las posibles causas del accidente serían la falta de
visibilidad a unos mil metros de altura, no establecer los convenientes contactos
por radio y la pérdida de control de la nave quizá fruto de una avería. Pena de
Caja negra. La última comunicación fue la tarde del seis de febrero a las
cuatro y diez de la tarde. El avión estaba a 50 millas y pedía permiso para descender,
volaba en aquel momento a dos mil metros de altura. Barajas contestó que podría
iniciar descenso, pero que tuviera en cuenta la carta de ruta. Problema: no se
tenía claramente situado al aparato. Ya no se pudo contactar con el avión.
Para el once de febrero la comisión de
investigación, formada por un comandante de aviación, un piloto y un mecánico,
emitió su informe. No encontraron avería en los motores y el choque se produjo
en vuelo con lo cual fue “violentísimo”. También dedujeron que el aparato
llevaba una pequeña inclinación descendente con lo cual concluyeron que buscaba
un lugar donde aterrizar.
El avión volaba cincuenta kilómetros desviado de
la ruta establecida en el momento del choque a 1.400 metros de altura. Sobre
las quemaduras de los cadáveres declararon que no hubo incendio en la aeronave
y que el fuego fue a resultas de la explosión de los depósitos de combustible
tras el impacto. Los rostros de los cadáveres presentaban aspecto sereno por lo
cual deducen que no había previsión de accidente alguno.
La línea aérea CUINAlR Difundió una nota de
prensa donde anunciaba que en breve pondría en servicio para cubrir esa línea
un nuevo avión tipo Skymaster y que tanto la aeronave siniestrada como el
pasaje estaban asegurados. De hecho, a primera hora del viernes siete ya estaba
el representante de esa compañía en España, señor Almagro, en el lugar del
accidente para hacerse cargo de los cadáveres de la tripulación y de los
pasajeros. Y debió armarse de paciencia porque el mal tiempo y las dificultades
de acceso y extracción alargaron esta tarea.
¿Aclaramos ya la relación con Las Merindades?
Creo que ya toca. Bien. La señora Gloria Gómez era en realidad Gloria
Gómez-Mena Vivanco, hija de Alfonso Gómez-Mena y María Vivanco y hermana de las
desafortunadas Cristina y María Luisa. Gloria se casó en diciembre de 1932, en la
capilla familiar de La Habana, con el abogado José Luis Ruano Muñoz de la Sota
Pérez (21/03/1907). Él era hijo de Juan José Ruano de la Sota que fue diputado
por Santander, ministro y consejero de estado. Gloria y José Luis serían padres
de: María Cristina Gloria Ramona de la Santísima Trinidad, Juan José, María Isabel
y María de la Gloria de la Caridad Ruano y Gómez-Mena.
De los cuatro cadáveres que llegaron a Madrid
tres fueron dejados en el depósito de la Almudena y el de Gloria fue llevado a
su domicilio particular donde fue velado. Allí acudieron el ministro de
Justicia Fernández Cuesta, el ministro de Cuba en España, el marqués de Casa
Mena… Muestras del estatus que tenía la heredera del azúcar. De sus cuatro
hijos sólo uno pudo velarla al estar el resto en La Habana.
En Madrid, el día ocho de febrero de 1947, a las
cuatro de la tarde se celebró el entierro de esta señora. Un destacado funeral:
abría marcha el clero parroquial con Cruz alzada. La presidencia estaba formada
por el encargado de Negocios de Cuba; señor Corpina, por el esposo y el cuñado de
la difunta, José Luis y Alfonso; y por el coronel Armiho en representación del ministerio
del aire. No faltó el presidente de Cuinair, señor Ramírez Rosella, cónsul
general de Cuba en Madrid y otros familiares y amigos de Gloria. Asistieron
numerosos cubanos residentes en Madrid.
En el límite de la parroquia el clero rezó un
responso y la comitiva se trasladó en automóviles a la iglesia parroquial de la
Concepción en cuya cripta fue enterrada en el panteón familiar. Algún periódico
enterneció a sus lectores apuntando que Gloria descansaría junto a su hermana
Cristina fallecida en un accidente de tráfico el día de su boda. Durante muchos
años se publicaba una esquela recordando el aniversario de su fallecimiento.
Otros cadáveres no disfrutaron de esa premura y,
aunque los norteamericanos fueron reclamados por su embajada, hasta que no se
recuperaron todos no se procedió a realizar los correspondientes funerales. El
periódico “Imperio” publicaba que el día doce de febrero por la mañana se
celebraron honras fúnebres por las víctimas del accidente. El lunes diecisiete
de febrero, a las catorce horas, se recogían los cinco últimos cadáveres.
Por cierto, un breve sobre el único
superviviente en el cual no nos dicen nada de que sea un religioso. ¿Olvido o
falsedad?
Bibliografía:
Periódico “Imperio”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “El Adelantado”.
Periódico “La Hoja del Lunes”.
Periódico “El Cantábrico”.
Periódico “La Época”.
Periódico “La Nación”.
Periódico “El siglo futuro”.
Periódico “ABC”
Periódico “La vanguardia española”.
Un exhaustivo y bien documentado trabajo, y aunque he tardado en llegar a relacionarlo con las Merindades, al final lo he conseguido, gracias a como lo has hilvanado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Maestro Manuel.
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