Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 30 de junio de 2019

El Valle de Manzanedo. El Valle de Mena. Un libro de María del Carmen Arribas Magro.


Cuando supe que María del Carmen Arribas Magro había terminado el sexto volumen de su colección sobre Las Merindades me faltó tiempo para contactar con ella y solicitarle que diese a conocerlo en esta bitácora. Finalmente se ha logrado. Creo que esta doctora en historia medieval no necesita más presentación por lo cual les dejo con ella.


El pasado mes de abril llegó a las librerías de las Merindades y de Burgos la historia de los valles de Manzanedo y Mena desde la Protohistoria hasta finales del siglo XVI. El sexto volumen de la colección Historia de Las Merindades contiene la investigación en profundidad de los Valles de Manzanedo y de Mena. Ambos fueron valles de realengo, que sufrieron la presión de los Velasco por el dominio de sus jurisdicciones.

El Valle de Manzanedo contiene un importante poblamiento altomedieval plasmado en los eremitorios. El dominio del monasterio de Rioseco, a partir de finales del siglo XII, cambiará el poblamiento en Manzanedo, organizándolo en función de los usos y normas del Cister. Este monasterio tuvo un azarosa vida antes de llegar al Valle de Manzanedo, pues antes estuvo instalado en Quintanajuar y en San Cipriano de Montes de Oca, hasta el rey Alfonso VIII les prometió diversas propiedades en el Alfoz de Cigüenza si se instalaban en la zona; de tal modo que los monjes cistercienses aprovecharon una donación que les habían hecho para tener su primer asentamiento en los Parrales, un poco más arriba de donde se sitúan las actuales ruinas.

Los monjes negros de San Benito, cluniacenses incluidos, habían logrado formar grandes dominios territoriales muy similar estructuralmente al de los señoríos laicos, tenía, por lo general, una configuración poco homogénea: no eran grandes conjuntos de bienes, sino una especie de mosaico de unidades territoriales, cuya gestión administrativa tenía que afrontar siempre los inconvenientes derivados de la dispersión, de las distancias e incluso de la especialización productiva de cada una sus partes. El Císter, por el contrario, prefirió, siempre que le fue posible, organizar sus cenobios a partir de dominios más compactos y centralizados, en los que resultaba más fácil la «explotación directa» de la comunidad monástica desde el cercano monasterio. Las dificultades para la autosuficiencia fueron compensadas gracias a la creación de las famosas «granjas» o unidades de explotación, muy bien administradas desde la casa central y que en ningún caso propiciaban la dispersión de la institución cenobítica, por la estrecha relación que deberían tener con ella quienes pasaran algún tiempo en dichas unidades de explotación.

Rioseco fue una de las primeras fundaciones cistercienses en los reinos peninsulares. La finalidad de renovación religiosa y exacto cumplimiento de la regla benedictina, no parece que fuera del todo conseguida. La tan criticada práctica de acumulación de riquezas por los cluniacenses (por ejemplo, en el cercano monasterio de Oña) sería reproducida por Rioseco casi al pie de la letra. Su primer siglo de vida fue una acelerada acumulación de propiedades. Después, vendría una reordenación de su patrimonio sin dejar de llevar a cabo una continuada inversión en tierras, fincas, molinos, etc. incluso durante todo el siglo XV. Después de la reforma del siglo XVI, su vida económica se centraría en el aprovechamiento del patrimonio acumulado en los siglos medievales.

En Castilla el número de granjas de los monasterios cistercienses oscila entre tres y siete, e incluso alguno de los monasterios no tiene más que una. En 1189 el entonces monasterio de San Cipriano de Montes de Oca tenía ya las granjas en Villamezquina, Cendrera, Monte Espinoso, Quintanajuar, Cuevasante, Ocina y la alberguería de Cernégula y la de Santa María de Hoz de Arreba, monasterio donado por Alfonso VII en 1139.

El monasterio de Santa María de Rioseco contó dentro del Valle de Manzanedo con las granjas de Baylera (hidráulica), Bellota (Villota), Casabal, Lechosa, Retuerto y Robredo fuera del perímetro del coto redondo del monasterio; dentro del coto estaba situada, además, la granja de San Cristóbal. En el resto de las actuales Merindades disponían de San Esteban de la Tesla (Merindad de Cuesta Urria) y San Pedro de Celada (Alfoz de Bricia), que también fueron granjas cistercienses a partir de la donación a Rioseco. Fuente Humorera estaba comprendida en el monasterio, aunque en alguna documentación tenía jurisdicción independiente del mismo y en otra aparece como granja. La mayoría de las granjas existían antes de su donación y/o compra al monasterio con la categoría de lugares como se demuestra en el libro del que estamos hablando, incluso llegaron a mediados del siglo XIV con la categoría de lugares (Villota, Retuerta).

Las mujeres eremitas y enclaustradas de Las Merindades aparecen por primera vez en el mundo rural en el Valle de Manzanedo a comienzos del siglo XIII, algo inusual en el conocimiento de la religiosidad medieval que circunscribía estas manifestaciones al mundo urbano.



El Valle de Mena es la jurisdicción documentada mas tempranamente; en el año 800 aparece en el territorio del Valle de Mena altomedieval. Taranco tiene el honor de ser la primera mención escrita en Las Merindades, a pesar de la manipulación, el documento nos ofrece información sobre una realidad histórica innegable: la jurisdicción de Mena se incluía en Castilla, a pesar del cambio de vertiente de aguas. Esta obra propone la localización del célebre Área Patriniani en Hoz de Mena, comparando la hagiografía de las iglesias documentadas y la toponimia citada en el documento de fundación de Taranco.

La obra reconstruye el linaje de los tenentes de Mena del siglo XI (Diego Sánchez y Lope Sánchez) y de sus descendientes (XII-XIII) Lope Díaz de Mena, Lope Sánchez de Mena, Sancha de Frías y doña Anderquina la donante de Vallejo a la orden del Hospital de Jerusalén. La donación de Anderquina permitió el establecimiento de una encomienda de los Hospitalarios, o Sanjuanistas, en Vallejo desde la que se administraba sus bienes en el Norte de Burgos y parte de la actual Cantabria.

Lope Díez de Mena y Lope Sánchez de Mena detentan el poder jurisdiccional en el territorio de Mena desde finales del siglo XI hasta mediados del siglo XII. Son los tenentes de Mena, la misma tenencia que se documenta desde 1040. Algo que ya había sospechado Álvarez Borge, que los considera parientes de los Haro. Esta tenencia era primordial en el reinado de Alfonso VIII por varias razones, es el territorio más oriental de Castilla, casi limítrofe con Navarra con la que está en guerra, por tanto es un punto estratégico, pero no sólo por razón militar. El rey desarrolló una importante reorganización tomando el comercio como base para el desarrollo económico y político, de ahí los fueros dados a villas que se encontraban en los puertos marítimos (Laredo, Castro Urdiales, Santander) y en los caminos del interior (Medina y Frías) que comunicaban con Burgos. Este rey añade Guipúzcoa a la corona de Castilla en el año 1200 para lograr comunicar con Europa por vía terrestre. No olvidemos que estaba casado con Leonor, hija del rey de Inglaterra y Leonor de Aquitania entre cuyas posesiones también se incluían Normandía y Bretaña (Francia), lo que facilitaba las relaciones comerciales con los países del Norte.

El desarrollo del comercio con Europa conllevaba la necesidad de seguridad en los caminos. Mena era atravesada por dos caminos principales, el que se sobreponía al antiguo camino romano y el que por el puerto de Angulo, bajaba hasta Ayega para enlazar con Balmaseda y el camino a Castro Urdiales, punto final de la calzada romana. Ello nos hace sospechar que el castillo que enseñoreaba la tenencia de Mena tuvo que estar situado cercano al cruce de caminos, lo que nos lleva a la zona de Bortedo, que por otro lado, hemos visto como lugar de Lope Sánchez. En la zona de Bortedo se concentran hasta cuatro topónimos defensivos, y sabemos que por allí pasaba la calzada documentada por el miliario de Santecilla (conocido también como del Berrón). Así pues, consideramos que el centro castellero de la tenencia de Mena estaría situado en Bortedo en el monte Castil o en Castillejos. Mucho se ha escrito, erróneamente, sobre Lope Sánchez de Bortedo; es un personaje que aparece en 1199 dando el fuero de Logroño a Balmaseda. A partir de este dato que aparece en una confirmación se ha elucubrado sobre la adscripción del Valle de Mena a las Encartaciones, y/o a Vizcaya por la mayoría de los autores que han tratado la donación. Sin embargo, hay un autor, liberal del siglo XIX para más señas, que incluso llegó a ser nombrado alcalde de honor de Balmaseda que argumenta y sostiene justo lo contrario. Se trata de Martín de los Heros que escribió “Historia de Valmaseda”. En aquel entonces, siglo XII, Balmaseda formaba parte de la tenencia de Mena.

Caminos cartografiados en 1774 en los valles de Mena,
Tudela y Angulo, con indicación de miliarios romanos
y topónimos Calzada y Calzadilla. Imagen propiedad de María
del Carmen Arribas Magro.

Con respecto a la inclusión del Valle de Mena en las Encartaciones o en Vizcaya en la Plena Media, baste decir que los Haro habían recibido del rey Alfonso VIII el señorío de Vizcaya en 1171 (1175 según otros autores), y Durango en 1212. El mismo rey le confiscaría el señorío tras el desnaturamiento de Diego López de Haro, enfadado con él por la dotación de fueros que hizo a Miranda de Ebro. El rey en su testamento ordenó devolver al de Haro las heredades. Balmaseda, junto con Orduña, no se incluiría en el señorío de los Haro hasta el reinado de Fernando III que se lo concedió a Lope Díaz de Haro (1214-1236). Así pues, ni Balmaseda, ni Orduña formaban parte del señorío de Vizcaya en el reinado de Alfonso VIII.

Y como en las obras anteriores, tratamos la evolución histórica de cada una de las jurisdicciones, sus centros de poder (castros y castrillos) y los poblados y despoblados que existieron desde la protohistoria hasta finales del siglo XVI: castros, monasterios, eremitorios, poblados y despoblados, con una pequeña microhistoria por cada uno de ellos. El lector podrá descubrir nuevos eremitorios y despoblados de los que se ha perdido la memoria oral, el origen de los pueblos con varios barrios, en definitiva, el hábitat de esta comarca Merindades.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, tenga usted buena educación. Los comentarios irrespetuosos o insultantes serán eliminados.