Cuando supe que María del Carmen Arribas Magro había
terminado el sexto volumen de su colección sobre Las Merindades me faltó tiempo
para contactar con ella y solicitarle que diese a conocerlo en esta bitácora. Finalmente
se ha logrado. Creo que esta doctora en historia medieval no necesita más
presentación por lo cual les dejo con ella.
El
pasado mes de abril llegó a las librerías de las Merindades y de Burgos la
historia de los valles de Manzanedo y Mena desde la Protohistoria hasta finales
del siglo XVI. El sexto volumen de la colección Historia de Las Merindades
contiene la investigación en profundidad de los Valles de Manzanedo y de Mena.
Ambos fueron valles de realengo, que sufrieron la presión de los Velasco por el
dominio de sus jurisdicciones.
El
Valle de Manzanedo contiene un importante poblamiento altomedieval plasmado en
los eremitorios. El dominio del monasterio de Rioseco, a partir de finales del
siglo XII, cambiará el poblamiento en Manzanedo, organizándolo en función de
los usos y normas del Cister. Este monasterio tuvo un azarosa vida antes de
llegar al Valle de Manzanedo, pues antes estuvo instalado en Quintanajuar y en
San Cipriano de Montes de Oca, hasta el rey Alfonso VIII les prometió diversas
propiedades en el Alfoz de Cigüenza si se instalaban en la zona; de tal modo
que los monjes cistercienses aprovecharon una donación que les habían hecho
para tener su primer asentamiento en los Parrales, un poco más arriba de donde
se sitúan las actuales ruinas.
Los monjes
negros de San Benito, cluniacenses incluidos, habían logrado formar grandes dominios
territoriales muy similar estructuralmente al de los señoríos laicos, tenía,
por lo general, una configuración poco homogénea: no eran grandes conjuntos de
bienes, sino una especie de mosaico de unidades territoriales, cuya gestión
administrativa tenía que afrontar siempre los inconvenientes derivados de la
dispersión, de las distancias e incluso de la especialización productiva de
cada una sus partes. El Císter, por el contrario, prefirió, siempre que le fue
posible, organizar sus cenobios a partir de dominios más compactos y
centralizados, en los que resultaba más fácil la «explotación directa» de la
comunidad monástica desde el cercano monasterio. Las dificultades para la
autosuficiencia fueron compensadas gracias a la creación de las famosas
«granjas» o unidades de explotación, muy bien administradas desde la casa
central y que en ningún caso propiciaban la dispersión de la institución
cenobítica, por la estrecha relación que deberían tener con ella quienes
pasaran algún tiempo en dichas unidades de explotación.
Rioseco fue una
de las primeras fundaciones cistercienses en los reinos peninsulares. La
finalidad de renovación religiosa y exacto cumplimiento de la regla
benedictina, no parece que fuera del todo conseguida. La tan criticada práctica
de acumulación de riquezas por los cluniacenses (por ejemplo, en el cercano
monasterio de Oña) sería reproducida por Rioseco casi al pie de la letra. Su
primer siglo de vida fue una acelerada acumulación de propiedades. Después,
vendría una reordenación de su patrimonio sin dejar de llevar a cabo una
continuada inversión en tierras, fincas, molinos, etc. incluso durante todo el
siglo XV. Después de la reforma del siglo XVI, su vida económica se centraría
en el aprovechamiento del patrimonio acumulado en los siglos medievales.
En Castilla el
número de granjas de los monasterios cistercienses oscila entre tres y siete, e
incluso alguno de los monasterios no tiene más que una. En 1189 el entonces monasterio
de San Cipriano de Montes de Oca tenía ya las granjas en Villamezquina, Cendrera, Monte Espinoso, Quintanajuar, Cuevasante,
Ocina y la alberguería de Cernégula y la de Santa María de Hoz de Arreba,
monasterio donado por Alfonso VII en 1139.
El monasterio de
Santa María de Rioseco contó dentro del Valle de Manzanedo con las granjas de Baylera
(hidráulica), Bellota (Villota), Casabal, Lechosa, Retuerto y Robredo fuera del
perímetro del coto redondo del monasterio; dentro del coto estaba situada,
además, la granja de San Cristóbal. En el resto de las actuales Merindades disponían
de San Esteban de la Tesla (Merindad de Cuesta Urria) y San Pedro de Celada (Alfoz
de Bricia), que también fueron granjas cistercienses a partir de la donación a
Rioseco. Fuente Humorera estaba comprendida en el monasterio, aunque en alguna
documentación tenía jurisdicción independiente del mismo y en otra aparece como
granja. La mayoría de las granjas existían antes de su donación y/o compra al
monasterio con la categoría de lugares como se demuestra en el libro del que
estamos hablando, incluso llegaron a mediados del siglo XIV con la categoría de
lugares (Villota, Retuerta).
Las
mujeres eremitas y enclaustradas de Las Merindades aparecen por primera vez en
el mundo rural en el Valle de Manzanedo a comienzos del siglo XIII, algo
inusual en el conocimiento de la religiosidad medieval que circunscribía estas
manifestaciones al mundo urbano.
El
Valle de Mena es la jurisdicción documentada mas tempranamente; en el año 800
aparece en el territorio del Valle de Mena altomedieval. Taranco tiene el honor
de ser la primera mención escrita en Las Merindades, a pesar de la
manipulación, el documento nos ofrece información sobre una realidad histórica
innegable: la jurisdicción de Mena se incluía en Castilla, a pesar del cambio
de vertiente de aguas. Esta obra propone la localización del célebre Área
Patriniani en Hoz de Mena, comparando la hagiografía de las iglesias
documentadas y la toponimia citada en el documento de fundación de Taranco.
La
obra reconstruye el linaje de los tenentes de Mena del siglo XI (Diego Sánchez
y Lope Sánchez) y de sus descendientes (XII-XIII) Lope Díaz de Mena, Lope
Sánchez de Mena, Sancha de Frías y doña Anderquina la donante de Vallejo a la
orden del Hospital de Jerusalén. La donación de Anderquina permitió el
establecimiento de una encomienda de los Hospitalarios, o Sanjuanistas, en
Vallejo desde la que se administraba sus bienes en el Norte de Burgos y parte
de la actual Cantabria.
Lope Díez de Mena y Lope Sánchez de Mena detentan
el poder jurisdiccional en el territorio de Mena desde finales del siglo XI
hasta mediados del siglo XII. Son los tenentes de Mena, la misma tenencia que
se documenta desde 1040. Algo que ya había sospechado Álvarez Borge, que los
considera parientes de los Haro. Esta tenencia era primordial en el reinado de
Alfonso VIII por varias razones, es el territorio más oriental de Castilla,
casi limítrofe con Navarra con la que está en guerra, por tanto es un punto
estratégico, pero no sólo por razón militar. El rey desarrolló una importante
reorganización tomando el comercio como base para el desarrollo económico y
político, de ahí los fueros dados a villas que se encontraban en los puertos
marítimos (Laredo, Castro Urdiales, Santander) y en los caminos del interior
(Medina y Frías) que comunicaban con Burgos. Este rey añade Guipúzcoa a la
corona de Castilla en el año 1200 para lograr comunicar con Europa por vía
terrestre. No olvidemos que estaba casado con Leonor, hija del rey de
Inglaterra y Leonor de Aquitania entre cuyas posesiones también se incluían
Normandía y Bretaña (Francia), lo que facilitaba las relaciones comerciales con
los países del Norte.
El desarrollo del comercio con Europa conllevaba la
necesidad de seguridad en los caminos. Mena era atravesada por dos caminos
principales, el que se sobreponía al antiguo camino romano y el que por el
puerto de Angulo, bajaba hasta Ayega para enlazar con Balmaseda y el camino a
Castro Urdiales, punto final de la calzada romana. Ello nos hace sospechar que
el castillo que enseñoreaba la tenencia de Mena tuvo que estar situado cercano
al cruce de caminos, lo que nos lleva a la zona de Bortedo, que por otro lado,
hemos visto como lugar de Lope Sánchez. En la zona de Bortedo se concentran
hasta cuatro topónimos defensivos, y sabemos que por allí pasaba la calzada
documentada por el miliario de Santecilla (conocido también como del Berrón).
Así pues, consideramos que el centro castellero de la tenencia de Mena estaría
situado en Bortedo en el monte Castil o en Castillejos. Mucho se ha escrito,
erróneamente, sobre Lope Sánchez de Bortedo; es un personaje que aparece en
1199 dando el fuero de Logroño a Balmaseda. A partir de este dato que aparece
en una confirmación se ha elucubrado sobre la adscripción del Valle de Mena a
las Encartaciones, y/o a Vizcaya por la mayoría de los autores que han tratado
la donación. Sin embargo, hay un autor, liberal del siglo XIX para más señas,
que incluso llegó a ser nombrado alcalde de honor de Balmaseda que argumenta y
sostiene justo lo contrario. Se trata de Martín de los Heros que escribió “Historia de Valmaseda”. En aquel entonces, siglo XII, Balmaseda formaba parte de la tenencia
de Mena.
Caminos cartografiados en 1774 en los valles de Mena, Tudela y Angulo, con indicación de miliarios romanos y topónimos Calzada y Calzadilla. Imagen propiedad de María del Carmen Arribas Magro. |
Con respecto a la inclusión del Valle de Mena en
las Encartaciones o en Vizcaya en la Plena Media, baste decir que los Haro
habían recibido del rey Alfonso VIII el señorío de Vizcaya en 1171 (1175 según
otros autores), y Durango en 1212. El mismo rey le confiscaría el señorío tras
el desnaturamiento de Diego López de Haro, enfadado con él por la dotación de
fueros que hizo a Miranda de Ebro. El rey en su testamento ordenó devolver al
de Haro las heredades. Balmaseda, junto con Orduña, no se incluiría en el
señorío de los Haro hasta el reinado de Fernando III que se lo concedió a Lope
Díaz de Haro (1214-1236). Así pues, ni Balmaseda, ni Orduña formaban parte del
señorío de Vizcaya en el reinado de Alfonso VIII.
Y como en las obras anteriores, tratamos la
evolución histórica de cada una de las jurisdicciones, sus centros de poder
(castros y castrillos) y los poblados y despoblados que existieron desde la
protohistoria hasta finales del siglo XVI: castros, monasterios,
eremitorios, poblados y despoblados, con una pequeña microhistoria por cada uno
de ellos. El lector podrá descubrir nuevos eremitorios y despoblados de los que
se ha perdido la memoria oral, el origen de los pueblos con varios barrios, en
definitiva, el hábitat de esta comarca Merindades.
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