Cuando hablamos de historia es un lugar común
decir que los hechos históricos están sujetos a interpretación. Personalmente
opino que los hechos no pueden estar al albur de la interpretación sino que lo
que se podrá interpretar, o primar, son unas causas de ese hecho frente a otras
o, incluso, crear y rechazar factores y consecuencias de un dato histórico.
Otro elemento asociado al anterior es el momento
en que se produce esa interpretación de los factores que resulta, generalmente,
clarificador del momento en que se publica el análisis más que del hecho
histórico a estudiar. Cualquiera que analice los manuales de historia que se
han venido estudiando en las escuelas españolas lo puede entender muy bien.
Incluso en función de lo que no se dice o de lo que ya no se dice podemos ver
las tendencias ideológicas preponderantes en cada momento. Por citar nuestro
ejemplo: Uno de los aliados del general Franco fueron los carlistas que habían
sido quienes incendiaron Villarcayo por lo cual no era “políticamente correcto”
celebrar la resistencia a esos asaltantes.
Un caso paradigmático en este sentido es la evolución de la
visión de la ciudad de Numancia a lo largo de nuestra historia como aglutinador
–o no- del sentimiento Nacional español. Una Numancia resistente como muestra
de la antigüedad de la corona española de Carlos V; revalorizada dándole a un
regimiento su nombre; como resaltador de la raza vascongada según
Erro; mito de la Guerra de la Independencia; Orgullo de la provincia de Soria;
espejo regeneracionista; muralla del socialismo ante el fascismo en la guerra de 1936-1939…
Es por esto que haremos un recorrido nada
exhaustivo, nada significativo, sobre algunas de las visiones en prensa del combate e incendio de Villarcayo de 1824.
La primera de ellas es la noticia publicada en
el periódico “Crónica de Las Merindades” de Octubre de 2018 donde se resalta la
necesidad de explicar los orígenes de la primera carlistada y el incendio de
Villarcayo de 1834 y se hablaba de otras pérdidas ajenas a aquel suceso. Me
resulta una visión turística y festiva. Nada de reivindicación política o
étnica.
Daremos un ligero saltito colocándonos en el once
de marzo de 1984 cuando José María Codón nos contaba un capítulo de su
biografía del cura Merino en el “Diario de Burgos” dominical donde, recorriendo
una serie de líderes carlistas, nos mete de rondón el incendio de Villarcayo y
la Audiencia Territorial de Burgos con la excusa de un Zumalacárregui. Aunque
él mismo dice en otro artículo anterior en el tiempo que dicha audiencia se
constituyó el 26 de enero de 1834 y no coincidiendo con el asalto a la capital
de Las Merindades.
Detalle del artículo. |
Con otro bote bajamos hasta el 20 de septiembre
de 1979 cuando el “Diario de Burgos” cedía otra vez tribuna a José María Codón
para hablar, escribir, sobre la fundación del colegio de abogados de Burgos
porque para eso él era uno de ellos. El dato era que este colegio había sido
fundado el 18 de septiembre de 1834. El autor del artículo “Infausto
aniversario del colegio de abogados de Burgos” se dolía de las transformaciones
en la planta judicial y, durante su alegato, peroraba sobre los jueces
mitológicos de Castilla y sobre las llamas y cenizas de ese día de 1834 en
Villarcayo. Parece que, a esas alturas con la tierna democracia española, la
lucha entre liberales y carlistas del siglo XIX era una cansina referencia en
un aparente abogado de provincias.
Otro saltito a 1967 cuando se recurre, otra vez,
a este caballero para hablar sobre la audiencia territorial de Burgos (una
estructura judicial anterior a los actuales Tribunales Superiores de Justicia
de las Comunidades Autónomas) y deja caer, como si nada, el incendio de
Villarcayo junto a la creación del colegio de abogados de Burgos. Ya me dirán: “¡¿Qué
obsesión tiene este hombre con el incendio de Villarcayo?!” Y yo les respondo:
¡Y tanto! Pero debemos entender que había nacido en Villarcayo el año de 1913,
setenta y nueve años después del combate. Comprensible, por ello, que
permaneciese fresco en la mente de sus mayores y en la tradición oral. Tenemos
esto claro gracias a la noticia que nos contaba el diario “El Papa-moscas”: el
último luchador en ese combate del año 1834 había fallecido en 1898. Félix
Martínez tenía 89 años y, si no nos equivocamos en las cuentas, 25 años cuando
tomó las armas para la defensa de la Villa. Paréceme que aquello sí era un
compromiso político son nada bueno que sacar. Ni carguito, ni subsecretaría, ni
nada.
En fin, sigamos nuestro paseo a salto de yenka por
el tiempo pasado y la relevancia que se le daba al incendio de Villarcayo (al
de 1834) con una noticia del “Diario de Burgos” de 1824 que no estaba firmado
por nuestro ya afamado señor Codón y en el que se resalta el “viril patriotismo”
y el amor a la Patria Chica. De hecho, lo compara con Numancia. ¡Como para
publicar algo así hoy! Nos dice, además, que dicha celebración se celebraba
todos los años como exaltación del valor de Villarcayo.
La referencia más antigua de este evento lo
recogemos en 1895 donde se resalta la importancia del “Círculo Recreativo
Villarcayense” y, en un estilo alambicado nos relata los eventos que se
hicieron para recordar el asalto. Por cierto, participaba el citado Félix
Martínez y el ayuntamiento en pleno. Dejaba caer el reportero que en los
discursos se deseó la paz en la provincia de Cuba.
En estos artículos se evidencia orgullo por la
hazaña y, en el caso de las noticias sobre la fiesta, respeto y consideración
por un sacrificio en defensa de la constitución y un régimen liberal.
Bibliografía:
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “El Papa-moscas”.
“El pasado y la identidad española, el caso de Numancia”.
José Ignacio de la Torre Echavarría.
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