En contra de lo que podría parecer no hablaremos
de la política española contemporánea sino de una enfermedad zoonótica viral
(de animales pero transmisible al hombre) que no es el Covid 19 sino de un conocido
Rhabdoviridae del género Lyssavirus: la Rabia. Un virus con una mortalidad
absoluta. Es decir, que muere casi el cien por cien, si no se trata. El último
muerto en España se produjo en el Hospital de Cruces de Baracaldo (Vizcaya) el
13 de diciembre de 2019.
Se encuentra en la saliva y en las secreciones
de los animales infectados y se inocula al humano cuando es mordido atacado por
aquellos y resulta herido. Además el virus puede ser transfundido también
cuando un individuo con algún corte en la piel (vía de entrada del virus) tiene
contacto con las secreciones salivales de un animal infectado.
"El Clamor público" (19/06/1863) |
¿Vamos conociendo la enfermedad? Pues ahora les
comento porqué la traemos a esta bitácora. Para ello debemos leer la noticia
que publicaba “La correspondencia de España” el veinticinco de mayo de 1863:
“Una
carta de Orduña de 20 de mayo nos dice: “Ninguna cosa que merezca mencionarse ocurre
por acá, como no sea el haber aparecido ayer un gran perro procedente, según se
dice, de la parte de Izarra, y atacado de hidrofobia: mordió en la cabeza a un
niño de unos 10 años, natural de Medina de Pomar, que se mantenía aquí de
limosna desde hace algún tiempo.
Inmediatamente
se cauterizó la herida, y se aplicaron al niño los remedios y cuidados que se
juzgaron conducentes, y, hoy, con persona de confianza y á caballo, ha sido
dirigido a Medina, para que el alcalde de aquella villa lo entregue a sus
parientes. El perro fué perseguido desde el momento en la dirección de Saracho
que había tomado, poro no habiéndole podido dar alcance se ha dejado hoy ver en
el pueblo de Délica, donde se dice que ha mordido a una mujer.
Los guardas
de campo de esta ciudad, que han salido de orden del señor alcalde a recorrer
el terreno, han conseguido verle, y persiguiéndole, se ha dirigido, acosado por
cuantos han observado su marcha, hacia esta población, y en sus afueras, en las
eras llamadas de San Francisco, ha intentado arrojarse sobra un labrador llamado
Ramón de Aguinaro, habitante en un caserío situado allí mismo, quien ha
esperado al animal con serenidad y lo ha tendido muerto á sus pies, al golpe
del zarcillo que traía y le había servido para escardar el trigo que tenía sembrado
en su heredad”.
Vemos cómo la población se organizaba
persiguiendo al animal enfermo que podía matar a través de sus mordiscos. Y
cómo se resalta la identidad del héroe. Hoy no podemos llegar a entender que
esa mascota juguetona que tenemos en casa y que chupetea a nuestros hijos
pudiese ser un vector de muerte. Entiéndanme, no existían las vacunas –tan
denostadas por algunos grupos cuasicospiranoicos- que les protegen y… nos
protegen.
Piensen que la península ibérica, y todo el
orbe, ha sufrido, y temido, los efectos de la Rabia. Y se estudiaba cómo salvar
a los enfermos desde la antigüedad lejana. Tal vez se deba a su cuadro clínico -tan
impresionante- o a que se ve la relación causa efecto pero, esta enfermedad, ha
sido ampliamente descrita por la literatura médica desde Babilonia y Asiria.
"El diario de Menorca" (17/07/1863) |
Por no irnos muy atrás, Aurelio Cornelio Celso,
en el siglo I a.C., escribió “De Medicina” y utilizó el término virus (como
sinónimo de veneno) para describir el agente que producía la Rabia, confirmando
creencias anteriores de que la saliva del perro rabioso era fundamental para el
contagio. Cierto. Celso utilizó por primera vez el término “hidrofobia” para
referirse al rechazo del agua en los enfermos, y describió el uso de la
cauterización y las sangrías para el tratamiento de las mordeduras y sangrías.
Sobre el origen de la enfermedad los romanos
desarrollaron alguna que otra divertida teoría: su causante era la estrella
Sirio o estrella del perro (canis) y los días de canícula -dies canicularis o
días de perros- los cánidos eran más susceptibles a la Rabia.
Lucio Junio Moderato Columela recomendaba el ajo
molido en la mordedura del perro rabioso. Otros “remedios” apuntados eran:
agentes cáusticos, el fuego, beber vino (considerado un antiveneno), enemas,
escarificaciones y la inmersión del paciente en un baño caliente. Supongo que
no les importaba este ensañamiento. Pensarían que, total, se iba a morir.
Galeno (130-201 d.C.) recomendaba la amputación
quirúrgica de las zonas heridas para evitar el desarrollo de la enfermedad. Cayo
Plinio Segundo (Plinio el Viejo) recomendaba prevenir la Rabia en el perro
dándole leche de una nodriza que estuviese amamantando a un niño y recomendaba
tratar las mordeduras de los perros rabiosos aplicando en la herida cenizas de
una cabeza de perro, o también beber esas cenizas. ¿Más? Se creía que la Rabia
estaba causada por un pequeño gusano instalado en la base de la lengua de los
animales infestados. Grattio Falistco (siglo I d.C.) mantenía que extrayendo el
gusano se curaba el perro, además de que tal gusano poseía poderes curativos
mágicos en la prevención de la Rabia cuando era inyectado en la persona
mordida, aunque solo después de haber dado tres vueltas alrededor de un fuego. ¿Seguimos
con los remedios preventivos “caseros”? Pues comer el cerebro de una gallina joven.
San Isidoro, arzobispo de Sevilla (560 a 636 d.C.)
en sus “Etimologías” sostenía que el contacto con la saliva de un perro rabioso
era la causa del contagio de la enfermedad y definía la Rabia o hidrofobia como
“…el miedo al agua, produciéndose por la
mordedura de un perro rabioso o por su baba, caída en la tierra y tocada por un
hombre o un animal, que son invadidos por la locura y arrastrados a la Rabia”.
"La correspondencia de España" (02/02/1863) |
No andaba descaminado, la pena es que el cristianismo
luchó contra la Rabia delegando esa tarea en San Huberto y Santa Quiteria, que
calmaba a los perros. San Huberto (637-727 d.C.) es, también, patrono de
cazadores, matemáticos y ópticos. Como protección del Santo se utilizaba un
anillo de hierro insertado en la pared de la casa. En el medioevo, también,
proliferaron las recetas de ajo y emplastos vegetales contra la Rabia sin
olvidar el fuego cauterizador.
Los médicos árabes Rhazes (siglo IX) y Avicena
(siglo XI) sugerían que la Rabia podía deberse a cambios en la temperatura del
ambiente. Maimónides (siglo XII) escribió un “Tratado sobre los venenos y sus
antídotos” donde se ocupa de la Rabia proponiendo tratamientos anteriores a su
desarrollo clínico, con referencias al largo periodo de incubación,
recomendando que la herida permaneciese abierta, sin coser, durante al menos 40
días (lo cual es cierto porque el virus es anaeróbico y cerrando la herida se
favorece su multiplicación). Informaba también que una vez que comenzaban los
síntomas, la muerte era inevitable.
En el siglo XIII, el médico Arnau de Vilanova
(1238-1311) escribió “Regimen Sanitatis ad regum Aragonum, Medicinalium
introductionum speculum” donde planteaba que era el consumo de cadáveres de
animales muertos de Rabia la causa del contagio de los perros. No es imposible
porque hay rastro del virus en las vísceras y tejidos musculares de los
infectados.
"La Iberia" (21/05/1863) |
En la Edad Media, las epidemias de Rabia fueron
comunes en muchos reinos europeos. Y, por supuesto, los de España. Casi todos
los casos registrados procedían del perro y, en menor medida, del lobo y el
zorro. Como hemos leído en el artículo de prensa, después de cada episodio, batían
con todo tipo de armas, incluyendo el uso de venenos, las zonas aledañas al
ataque. En un brote en Madrid se sacrificaron 900 perros en un día. Eran otros
tiempos. Y otras prioridades.
En 1786, por un edicto de la Real Junta de
Sanidad, de 23 de noviembre, se dictaron en España medidas “para evitar la transmisión de la Rabia, controlar, proteger perros y
gatos, estableciendo sanciones contra sus dueños, en caso de incumplimiento”. En
la misma publicación se ordenaba “el
sacrificio inmediato de cualquier perro hallado en la calle, sin propietario”.
Se obligaba a los dueños a llevar los animales provistos de un collar de
hierro, latón, cuero u otro material y en ningún caso a dejarles abandonados.
La Orden fue ratificada en 1793, por Acuerdo real de Carlos IV, de 13 de
septiembre. Está claro que se primaba la teoría de transmisión desde un animal
enfermo frente a la -divulgada en aquellos momentos- teoría miasmática y sus
emanaciones de suciedad y aguas corrompidas. También es cierto que en Francia, a finales del
siglo XVIII, se promulgaban leyes para que no se asesinase a las personas
atacadas de Rabia, hidrofobia o cualquier otra enfermedad que provoque accesos,
convulsiones o locura furiosa.
"El clamor público" (26/05/1863) |
El 28 de noviembre de 1855 se promulgó la
primera Ley de Sanidad, en la que se estableció que en el Consejo Nacional de
Sanidad figurase un Vocal Veterinario, así como en todas las Juntas
Provinciales de capitales de provincias y poblaciones de más de cien mil
habitantes. En la Gaceta de Madrid y bajo la forma de Real Orden, de 17 de
julio (publicada el 13 de agosto) de 1863, se publicó una Instrucción
Preventiva sobre la Rabia. En ella se dan instrucciones precisas en relación
con las heridas, “comprimiendo en todas
las direcciones para forzar el sangrado y que la saliva no pueda penetrar, la
aplicación de una ligadura por encima de la herida, limpieza con lejía, con
agua y jabón, con agua de cal, con sal o con cualquier liquido astringente, con
agua pura e incluso con orina”. Se indica también “la conveniencia de la cauterización con un hierro al rojo”. La
disposición establecía que se recurriera rápidamente “al auxilio del médico, cirujano o, a falta de aquellos, al
veterinario... sin tener en cuenta las supercherías de los saludadores...” Este
último era, según la R.A.E. un embaucador que se dedica a curar o precaver la
rabia u otros males, con el aliento, la saliva y ciertas deprecaciones y
fórmulas.
Con el descubrimiento microbiano ocurrido en la
mitad del siglo XIX, fue posible dar el gran brinco en el tratamiento contra la
Rabia gracias a la vacuna de Pasteur de 1885, logrando la tan esperada
posibilidad de tratar a las personas agredidas por animales supuestamente
rabiosos, que era uno de los importantes problemas de salud pública de la
época. El tratamiento de Pasteur tenía una mortalidad de menos del dos por
ciento.
"La correspondencia de España" (06/05/1863) |
Pero para nuestro muchacho no llegaron a tiempo
todos esos avances. Parecería que los de Orduña lo devolvieron a morir a Medina
de Pomar. Nos imaginamos ese viaje en caballo, esa repulsa del jinete por si le
infectaba, ese saber que las posibilidades de sobrevivir eran nulas…
La Rabia tiene un periodo de incubación variable
que abarca el tiempo que necesita para que el virus alcance el sistema nervioso
central (SNC) y comienzan los primeros síntomas. Depende de la distancia entre
el punto de infección y el SNC, la densidad de terminaciones nerviosas en el
punto de inoculación y la dosis de exposición y cepa del virus implicada. La
media es de uno a dos meses pero para un niño mordido en la cabeza seguramente
sería inferior. Muy inferior.
El periodo prodrómico, el de los síntomas
iniciales, se prolonga hasta que el virus se fija en las neuronas cerebrales.
Durante su migración por el sistema nervioso periférico el virus evade el
sistema inmune y se replica en los ganglios espinales iniciándose la activación
del sistema inmune y la producción de anticuerpos, que llegan demasiado tarde
para neutralizar el virus, que avanza y se fija en el cerebro, donde se replica
y escapa de las defensas adquiridas. Estos primeros síntomas son inespecíficos,
con fiebre, dolor muscular, agitación, ansiedad, vómitos y dolor en la
extremidad mordida. Este periodo, en el caso del hombre, suele ser corto, de 2
a 4 días.
La crisis fundamental constituye el periodo
neurológico agudo, que tiene lugar rápidamente (en cuestión de horas), con
replicación del virus a nivel del tálamo, ganglios basales y médula espinal. Comienza
a producirse después la inflamación cerebral (encefalitis) y el enfermo fluctúa
entre la consciencia y la confusión. También se inician alteraciones en el
comportamiento, que derivan a cambios agresivos, con episodios violentos, con
convulsiones y ataques (Rabia furiosa). En el hombre se describen alucinaciones,
elevada sensibilidad a la luz, a los sonidos y a los olores. Son visibles los espasmos
respiratorios. Dándole un toque morboso, padecerá de parálisis de las cuerdas
vocales, fiebre alta, excesiva salivación y dificultada al tragar. Es la
combinación de estas dos últimas características lo que produce los espumarajos
asociados a la Rabia. A estas alturas a nuestro niño medinés le quedarán un
máximo de diez terribles días de vida.
La afectación del núcleo amigdalino genera
priapismo y eyaculación espontánea. Gracias a Dios, comienzan a disminuir los
espasmos respiratorios que dan paso a episodios de parálisis, arritmias y
colapso de los órganos principales, como consecuencia de la encefalitis. Las
pupilas no responden a la luz y al final se produce la muerte por fallo
respiratorio y multisistémico.
Pero podríamos encontrarnos con que este niño
hubiese sido uno de los escasísimos casos de supervivencia –no, olvídense, está
muerto, muerto-. Además, de sobrevivir hubiera quedado con importantes secuelas
cerebrales. Si son almas que añoran los finales felices pueden creer en el
remedio que publicaba el periódico “Diario de Córdoba” del veinte de mayo de
1863 que decía: “Por lo que pueda valer, transcribimos
el siguiente medio para curar, usándole a tiempo, la hidrofobia. Este remedio
es la aplicación sobre la mordedura, en contacto con la sangre, de un trozo
tostado de cuerno de ciervo o de cualquier animal”.
"La Correspondencia española" (21/05/1863) |
Hoy la Rabia sigue siendo un problema en todo el
mundo. Aunque es cierto que en los Estados Unidos, Canadá y Europa occidental,
la Rabia de perros y zorros es un problema controlado. Problema aparte es la Rabia
transmitida por murciélagos que está aumentando, principalmente, en Francia,
Alemania y Holanda. En el
caso de los murciélagos, como resultado de estudios experimentales, se ha determinado
la presencia de virus de la Rabia en la saliva casi en una cuarta parte de los
casos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS)
informa que cada año mueren entre 55.000 y 60.000 personas por la Rabia. Otros
informes llegan hasta 100.000. Solo en la India, la Rabia se cobra al año entre
25.000 y 30.000 vidas. Más de la mitad son niños.
Bibliografía:
“Tratamiento contra la Rabia humana: un poco de
su historia”. María Cristina Schneider y Carlos Santos-Burgoa.
“Medicina y veterinaria: el impacto Social de la
hidrofobia rábica y los ataques de perros en las palmas de Gran Canaria (1872-1908)”.
Juan Francisco Martín del Castillo.
“Rabia. Riesgos y control. Análisis de la
situación en España”. Dr. Elías Fernando Rodríguez Ferri.
Periódico “La Correspondencia de España”.
Periódico “La Esperanza”.
Periódico “Diario de Córdoba”.
Periódico “El pueblo de Ceuta.es”.
Esta entrada está dedicada a todos los
fallecidos por Coronavirus (el Covid 19) que se han producido durante la pandemia en
España. Sirva como pequeño y voluntarioso abrazo a todos aquellos que han –hemos-
perdido a alguien frente a la enfermedad.
En una de esas tardes en las que aún podíamos sentarnos y hablar largo y tendido conocí, de primera mano, la historia de un niño que cogió la rabia y al que su propio padre tuvo que, en lugar de dejarle morir, darle a beber veneno. No consigo olvidarlo, parece como si el dolor flotase en todas las acciones, prudentes o no, que tenemos que tomar en algún momento de nuestra vida. Gracias por esta entrada, como siempre, muy interesante. Saludos.
ResponderEliminarTerrible historia, gracias.
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