“¡Qué solos se quedan los muertos!”
La Rima LXXIII de
Gustavo Adolfo Bécquer define muy bien esa sensación helada que sentimos no
sólo ante la muerte, sino ante los muertos. Mirar una tumba, las cenizas del que
fue y no retornará… de nosotros. Pero ¿qué sensación nos produce un pueblo
muerto? Sólo, perdido, ahogadas sus llamadas por la maleza… Ael, convertido en
granja de propiedad particular desde 1998, porque desde 1986 está despoblado…
No es extraño su abandono porque sus posibilidades agrícolas eran muy pequeñas, dado lo
dificultoso de un terreno más apropiado para la ganadería. Ael está a cinco
kilómetros hacia el norte de Nofuentes. Si lo encuentran lo tendrán en la falda
oriental de un valle rodeado de elevados cerros y al borde del portillo de “Cuesta
de la Llana”. Realmente no abulta mucho el pueblo, la lectura de esta entrada
puede durar más que el recorrido por las calles –es un decir- de Ael. Triste.
Destacable en este pueblito son el ábside cuadrangular de tradición mozárabe y la
lápida con caracteres visigóticos que se encontraba embutida sobre una diminuta
ventana. Esta lápida, trasladada a Burgos, ayuda a comprender el origen de Ael.
Su inscripción, con cruz potenzada incluida, nos traslada a los primeros
tiempos de la repoblación alto-medieval. Para Elías Rubio Marcos, el nombre de “Ael, con claras resonancias mozárabes,
señala a algún grupo venido del sur peninsular como protagonista de la primera
ocupación seria habida en este lugar”. Pero en el entorno ya hubo
poblaciones –un castro- y Ael se sitúa a unos 300 m del vértice del cerro. El
término tiene los despoblados de Santa Isabel y San Martín.
Ael se documenta
en el “Becerro de Behetrías” (1350) como un lugar de señorío de Fernán Pérez de
Ayala. Todo el lugar. Indicaba que se le pagaba monedas y servicios al rey cuando
los diese la tierra y al “señor sus
infurciones y de cada solar pan y dineros según se avienen con el señor”. Claro
que hay cierta disputa académica sobre si esta referencia del Becerro se
refiere a Ael. Inocencio Cadiñanos afirma que Ael es la inscripción “Hayl” en
contra de la opinión de Martínez Diez que lo hace con “Baillo”. María del
Carmen Arribas se postula a favor de Cadiñanos dado que parece clara la similitud
fonética y porque existe información de que Fernán Pérez de Ayala tenía el
señorío de varios lugares, entre otros de Ael. Consta escrito, en la forma
actualmente reconocida, por primera vez el 25 de mayo de 1433 en el catálogo
del Convento de Santa Clara de Medina de Pomar.
Las propiedades
de Fernán Pérez debieron acabar en manos de los Velasco que donaron algunas al
monasterio de Santa Clara de Medina, puesto que veremos a ambos cobrar censo
que llevaban en arriendo el concejo de Ael. En 1590 Ael tenía 10 vecinos y
ningún clérigo.
Cuando el
Catastro del Marqués de la Ensenada (1752) se desplazó hasta el pueblo el subdelegado
Nicolás Fernández de la Peña. Allí se juntó con el cura beneficiado –poco-
Nicolás Vélez Frías, con José Ortiz de Sodupe, que actuaba como regidor, con Tomás
Ortiz de Sodupe y con José Sainz Pérez de Villapanillo. El texto lo califica de
lugar de realengo aunque también dice que pertenecía al Duque de Frías. Y, nos
dice, que solo tiene tres vecinos que pagaba 39 fanegas de trigo y cebada,
mitad y mitad. De ellas 36 al Velasco y tres al convento de Santa Clara de Medina
de Pomar. Todo sacado de unas tierras de Secano con mitad en barbecho. Tenían
Nogales, manzanos y olmos.
Carecían de
molinos, minas o salinas. Había veinte colmenas de las cuales dieciocho eran
propiedad de José Ortiz y las otras dos se las repartían entre el cura
beneficiado y Tomás. Había seis bueyes de labranza de los cuales dos eran
propiedad de Domingo Ortega que era el cura beneficiado de Pantaleón de Losa y
los tenía en renta Esteban López de Renedo, el tercer y último vecino del
pueblo que figuraba como pobre de solemnidad. Fuese lo que fuese eso en esos
años. Por lo dicho en el párrafo, digo. Añadamos "dos muletos de recría y venta", dos caballos de labranza,
un potro de recría y venta, cuarenta y dos cabezas de ganado lanar y un cerdo
para el consumo. La población solo tenía tres casas además de la iglesia. Por
cierto, el cura no vivía en el lugar. Aunque se beneficiaba de ella.
Transitando la
tercera década del siglo XIX nos cuenta el diccionario de Sebastián Miñano y
Bedoya que Ael tenía ya seis vecinos, que reflejaba 36 habitantes, y que su
parroquia estaba unida a la de Villarán. El “Madoz” (1845-1850) es un poco más
concreto, sin llegar al nivel del catastro de la Ensenada:
“AEL: v. en la prov., aud. terr., c. g. ,
dióc. y adm. de rent. de Burgos (13 leg,), part. jud. De Villarcayo (3), ayunt.
de Nofuentes y merindad de Cuesta Urria. Sit. al E. en la falda de una colina
de poca elevación, bien ventilada y de clima saludable, si bien ninguno do sus
hab. llega á 80 años de edad. Se compone de 10 casas de 20 á 25 pies de altura,
la mayor parte de 2 pisos, y de una iglesia sin uso por lo que los vecinos van
á oir misa á la de Villarán y otros pueblos. Confina el término por N. con los
de Yerro y Críales, por E. con el de las Quintanillas, por S. con los de Villarán
y Villapanillo, y por O. con el de S. Martin, extendiéndose 1/4 de legua por
cada uno de los cuatro puntos cardinales. El Terreno es montuoso, débil y de
secano, á excepción de algunos vallecitos, destinados á la siembra de granos,
en que es fuerte; se divide en primera, segunda y tercera suertes, cultivándose
8 fan. de la primera, 15 de la segunda y 30 de la tercera; todo este terreno es
de dominio particular, cuyas 3/4 partes pertenecen al Sr. duque de Frías, á
quien pagan la renta los vecinos; tiene algo de monte, muchos arbustos y buenos
pastos; por el O. y á poca distancia de la población corre un arroyo perenne de
buenas aguas, de las cuales y de las de una fuente natural se surten los vecinos
para sus usos y para el de los ganados; los caminos son de servidumbre. Prod.:
trigo, cebada, centeno y legumbres; ganado lanar, vacuno, cabrío y alguna caza.
El comercio consiste en la exportación de lana y parte de los ganados. Población
5 vecinos y 16 almas; cap. prod. con Villanueva y las Quintanillas 283,710 rs.,
imp. 28,040”.
Si nos fijamos,
el número de habitantes de la población se ha reducido en treinta años desde
los 36 habitantes a los 16 habitantes. Es un gran bajón incluso para las cifras
algo disminuidas que se remitieron para el diccionario de Pascual Madoz. Lo que
me sorprende es el alto número de casa del lugar –diez- que en el siglo y medio
siguiente se reducirán a... nada. ¿Podrían ser datos equivocados? Miremos en otro
diccionario de 1881, el Riera-Sans:
“AEL. — V. agreg. al ayunt. Merindad de
Cuesta-Urría, de donde dista 6 kilómetros, y cuya casa consistorial se
encuentra en Nofuentes. Cuenta 94 hab. y 19 edif. Organización
Judicial.--Depende del part. jud. de Villarcayo, distante 15 kilómetros, y aud.
territorial de Burgos, de donde dista 68 km. Organización civil.—Corresponde al
gobierno civil de Burgos. Organización militar.—Pertenece á la c. g. de Burgos
y gobierno militar de la prov. Organización económica.—Está sujeta á la admón.
de la prov. y contribuye con su ayuntamiento. Organización
eclesiástica.—Depende de la diócesis de Burgos. Servicio público. —Recibe la
correspondencia por la admón. subalterna de Villarcayo. Obras públicas y medios
de comunicación.—Los caminos son de herradura. Población.—Las casas de que se
compone son en lo general de mala construcción y de un solo piso. Situación
geográfica y topográfica.—Está situada al E. en la falda de una colina de poca
elevación, bien ventilada y de clima saludable, si bien se observa que ninguno de
sus habitantes llega a ochenta años de edad. Confina por el N. con el término
de Hierro y Críales; por el E. con el de Quintanillas; por el S. con los de
Villarán y Villapanillo, y por el O. con el de San Martin, extendiéndose como
unos dos kilómetros por cada uno de los cuatro puntos cardinales; el terreno es
montuoso, á excepción de algunos valles destinados á la siembra de granos, cuya
mayor parte son de la propiedad del duque de Frías, Por el O. y á poca distancia
de la población, corre un arroyo perenne de buenas aguas, de las cuales y de
una fuente natural, se surten los vecinos para sí y sus ganados”.
Volvamos a las
cifras de los pobladores de Ael, verán que hacia 1881 la cifra de residentes se
dispara hasta los 94 y hay 19 edificios. Personalmente creo que es mucho
incremento de la población para unos treinta años. Podríamos suponer que son
cifras mal registradas. Tal vez. Las casas, además, pierden un piso porque le
Madoz las describe mayoritariamente de dos pisos. Para 1894 había 19 habitantes
en un listado y 58 en otro. En fin. No las crean mucho. Sobre todo las cifras más
altas. Quédense con el registro de que los caminos siempre fueron mulateros.
Un dato curioso
más, sobre todo si pensamos que el templo estaba agregado a Villarán, es que el
sacerdote del lugar fue Pedro Martínez desde, al menos, 1898 hasta 1911. La
misa la daba, cuando la daba, en su iglesia de Santiago, de pequeñas proporciones. En algunos
lugares se dice que estaba dedicada a Santa Isabel. Era de una nave rectangular,
muy reformada, con un ábside cuadrado románico más bajo, con probables
connotaciones mozárabes y canes toscos en los aleros, una portada románica
sencilla de arco apuntado, impostas y decoración geométrica y unas pequeñas cabezas
en los salmeres y en la clave. Y una mala espadaña, retocada con ladrillo y sin
remates, con dos huecos y sin campanas. La pila era de estilo indefinido.
Sus libros
parroquiales, unidos a los de Villarán, dan comienzo en el año 1612. Pero en Ael
se ha conservado en el hastial del ábside de su iglesia una piedra con una
inscripción sobre el culto de la Santa Cruz, de clara influencia asturiana
visigótica, que se remonta a la Alta Edad Madia, siglos IX al X: “Hoc signo tuetur pius. Hoc signo vincitur
inimicus”. Esta unión con Villarán también se produjo con sus escolares que
se desplazaban desde Ael para ir a la escuela.
En torno a 1950
vivían en Ael seis vecinos, a saber: José Ordoño, Anastasio Mardones, Ricardo
López, Paulino López, José Presa y Emilio Presa. Cada uno de ellos vivía con la
misma precariedad de siempre, aunque habían dejado ya de iluminarse con los
candiles; en 1948 la empresa Aduriz, de Medina de Pomar, suministró luz
eléctrica a este pueblo y sus vecinos pudieron instalar con esta energía su
propio molino, dejando así de ir a moler a Nofuentes, como era habitual.
Julio Presa, su
último vecino oficial, se bajó a residir a Nofuentes acompañado de sus dos
hermanas, con las que vivía, hacia 1998. Como algo anecdótico y paradójico,
merece consignarse que la carretera actual hasta las ruinas de este pueblo fuera
hecha cuando ya no quedaba nadie en él y solo existía una casa en pie.
El tres de julio
de 1998 el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número uno, de
Villarcayo, tramitaba procedimiento judicial por el cual se sacaban los bienes
de Ael a subasta.
La última
persona enterrada en el pequeñísimo cementerio de este pueblo fue una vecina de
Las Quintanillas que subió el día de la fiesta y murió allí en el transcurso de
la misma. La fiesta mayor de Ael era el 21 de septiembre (San Mateo). Aquel día
acudían a la pequeña villa gentes de todos los pueblos de alrededor a bailar en
una era situada encima de la iglesia. Para este día grande era tradicional en
todas las casas sacrificar una oveja machorra, de la cual se daba cuenta tras
los tradicionales platos de sopa de fideos y garbanzos.
Singular fue una
fiesta celebrada en Ael en 1992, cuando se encontraba ya totalmente deshabitado
y con la presencia de más de 300 personas, se homenajeó a Julio Presa, también
presente. De esta forma se explica contemplar en la única casa que queda en pie
una placa con esta leyenda: “Avenida de Julio Presa”. La broma parece un tanto
insólita, si se tiene en cuenta que en vida de Ael ninguna calle tuvo nombre.
Bibliografía:
“Amo a mi
pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Las Merindades
de Burgos: un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la
Edad Media”. María del Carmen Arribas Magro.
“Diccionario
geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar
(1845-1850)”. Pascual Madoz.
“Diccionario
geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar,
marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de ultramar publicado bajo
la dirección de Pablo Riera y Sans”.
“Diccionario
geográfico-estadístico de España y Portugal” (1826-1828). Sebastián Miñano y
Bedoya.
Estadística del
arzobispado de Burgos. 1872.
Censo de
población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo
XVI.
“Anuario del comercio,
de la industria, de la magistratura y de la administración”.
“Indicador
general de la industria y el comercio de Burgos”. Marciano Velasco.
“Las Siete
Merindades de Castilla Vieja. Valdivielso, Losa y Cuesta Urría.” María del
Carmen Arribas Magro.
“Burgos. Los
pueblos del silencio”. Elías Rubio Marcos.
Becerro de
Behetrías.
Las fotografías no identificadas en esta entrada son cortesía de Pasiegos y Merindades.com
Cada vez que visito o sé algo de un pueblo desaparecido de nuestras Merindades, como de Ael, Otedo, Hornillalaparte, el monasterio de Rioseco o la mítica Villalta allende la Mazorra, me da una sensación extraña, como de entre pena, nostalgia y respeto por saber que allí hubo gente ya olvidada que vivió, sufrió, amó, rió y trabajó en aquellos lugares que hoy son pasto del Olvido, el Tiempo y la Naturaleza.
ResponderEliminarAdemás, es contradictorio en una época de gentes sin casa y casas sin gente.
Si Las Merindades tuvieran trabajo, industria, comunicaciones buenas y desarrollo, serían estupendas para vivirlas y vivir en ellas. Potencial hay...
Un cordial saludo desde la Castilla sur y que siga el blog :)
No hubiera podido decirlo mejor que usted.
Eliminarun saludo.