Vamos a recorrer
los primeros tramos del Ebro en Las Merindades visitando los molinos –o sus
restos, o su rastro- que salpicaron la zona. Empezaremos por el pueblo de
Bascones de Zamanzas del que sabemos que, a mediados del siglo XVIII, no tenía
molinos. Y no los hubo después. Una pena. Pero eso no ocurría en el vecino
pueblo de Gallejones donde el catastro de la Ensenada nos deja claro que había
un molino harinero sobre el arroyo que venía de ¡Bascones! Era propiedad de
Francisco de Valdivielso. Por cierto, ¿Sería el arroyo Zouble? Era de una rueda
y lo gestionaba él directamente los cuatro meses al año que lo trabajaba. Para
el año del diccionario de Madoz ya no hay constancia del mismo. Más pena.
Pasemos al
pueblo ya visitado por esta bitácora de Villanueva-Rampalay que tenía un molino
en el arroyo que llegaba de Gallejones y que era, quizá, el arroyo de la
Quintana. Era propiedad de Miguel Díez que lo explotaba durante tres meses.
Miñano, en su diccionario (1826), nos dice que Villanueva “de Rampalaez”
producía “semillas y frutas aunque con
escasez”. Ni rastro de que hubiese un molino. Y Madoz tampoco nos lo dice.
¿Y en Robredo de
Zamanzas? ¿Nos encontraremos un molino en Robredo? Porque hasta ahora no hemos
encontrado más que rastros en la tinta… En este pueblo ni eso. Al menos en el
catastro del marqués de la Ensenada. Pues… ni en el de Miñano ni en el de
Madoz. Inciso: esto está alcanzando unas cotas bastante decepcionantes.
Pasemos a mirar
si en el pueblo de Tubilleja hay algo. Fíjense que nos salimos del valle de
Zamanzas -que no de Las Merindades- para ver si arañamos algo interesante.
¡Bingo! Hubo un molino de tres ruedas sobre el Ebro en 1752 propiedad de
Jacinto Díaz de Tudanca que podía moler durante todo el año. No contentos con
lo que nos relata hasta ahora el catastro de Zenón de Somodevilla y Bengoechea
tenemos un segundo molino de una rueda que muele un mes al año. Tomaba la
fuerza de la fuente de la Torrecilla y era propiedad de Valentín Ruiz. Cuando
Madoz publicó su diccionario, unos cien años después, tenemos la referencia de
que hay varios molinos.
El molino del
Ebro se sitúa en la orilla derecha del río en el lugar denominado “Las Eras”. Junto
a la carretera, pasando el casco de Tubilleja, en el camino de Tudanca, como a
cincuenta metros de distancia. El agua se captaba directamente del Ebro. La
salida era a través de tres arcos de medio punto. El caudal de agua para el
trabajo sufría variaciones debido a las crecidas. El edificio es rectangular
con un espacio añadido auxiliar, donde se abre la entrada. Hay tres vanos en
una de las paredes y dos en la parte posterior. Para fortalecer los muros, en
relación con la potencia del río, se levantaron dos contrafuertes. La
maquinaria, que contaba con tres piedras, está desmontada y parada. Era un
molino muy utilizado por los pueblos de Los Altos.
Nos acercamos a Barrio
La Cuesta donde Madoz nos da a conocer el molino del Canto. Le pueden ver
todavía. Está situado en la margen izquierda del Ebro, a la misma altura del de
Tubilleja, pero lejos del centro de Barro La Cuesta, un par de kilómetros,
porque el Ebro lo está. Lógico. A él se llega por un camino que sale desde la
carretera que conduce a Gallejones.
Es de
mampostería con una planta rectangular irregular, dos pisos y cubierta a dos
aguas. Su estructura cuenta con unos pequeños vanos. Hay dos entradas, una para
la sala de molienda, que mantiene dos piedras y las tolvas, más un pequeño
espacio añadido. De ahí, parte la escalera que sube a la planta superior donde
se encontraba la limpia. A la muela del ganado, que se ubicaba en otra zona, se
entraba por otra puerta. El agua pasaba aprovechando la presa del lugar. Tiene
rejas en las entradas hacia el rodete, para que no entre porquería del río. El
edificio está reforzado con dos contrafuertes para compensar la fuerza de la
corriente. Hay tres arcos por donde el agua vuelve al cauce. El edificio aparte
que era empleado como vivienda de los molineros. Un defecto del molino,
vinculado a su toma directa desde el Ebro, era que cuando había crecidas no se
podía moler porque el agua tapaba las piedras. Para que se hagan una idea: en
el 2001 el agua llegó a un metro por encima de la puerta de entrada. Cuentan
que en un tiempo perteneció a unos señores de Gallejones que lo vendieron a
principios del siglo XXI. En aquel momento el tejado estaba hundido y la
maquinaria inundada. En el 2002 María Jesús Temiño lo vio funcionar con dos
muelas francesas. La gran potencia d este molino atraía clientes de todo el
valle de Zamanzas. Un efecto similar al de tubillejas.
y, a la izquierda, el de Tubilleja.
(Cortesía del Blog Ebro)
En Tudanca, en
1752, se tenía un molino de tres ruedas sobre el Ebro propiedad de tres socios
que eran Alonso Ruiz, Alonso Rodríguez y José Rodríguez. Había otro modelo que
molía todo el año en el que participaba el citado Alonso Ruiz.
Dejamos a un
lado Vallejo de Manzanedo y nos acercamos a Cidad de Ebro que el Catastro de
1752 dijo que tenía dos molinos sobre el Ebro. Uno era llamado “de la Hazeña”
que gestionaba Pedro López Gallo y el otro el llamado “del Rivero” que dirigía
Matías Martínez.
Los viejos del
lugar comentaron a María Jesús Temiño sobre un molino que recordaban constaba
de tres piedras, una blanca y dos negras. Si lo van a ver encontrarán sus
ruinas formadas por las paredes y los arcos de la parte inferior. Para llegar a
él deben ir por un camino a la derecha de la carretera que conduce a Cidad. A
la izquierda de la corriente, una presa regula el cauce del Ebro, que después
se distribuye mediante varias compuertas. Molía tanto en invierno como en
verano, lo mismo de noche que de día. Tenía agua abundante, incluso pasaba
hacia las orillas. Era un molino maquilero que funcionaba con el sistema de
pago tradicional, correspondiente a un kilo o dos, denominado maquila.
Ahora nos
desviaremos un poco del cauce de un gran río español para ver lo que tiene San
Miguel de Cornezuelo. Este pueblo tenía en 1752 un molino sobre el río Trifón.
Molía la mitad del año y era propiedad, a partes iguales, de Tomás de Rosales,
Lucas González y, el tercio restante, de Dionisio y Pedro de Rosales. Hoy en
día podemos ver el molino construido a un kilómetro del centro del pueblo. Está
en el lugar llamado "Loleo", por un antiguo molino de linaza. Una
presa, como a 100 metros y una compuerta a 50 metros, regulaban el agua que,
luego, se recogía en un estanque. Funcionaba con poca agua y mucha presión. En
invierno sobraba, porque había crecidas, en cambio los veranos obligaban a las
"represadas". En el estío se limpiaba el cauce y se revisaba la
presa.
El edificio es rectangular,
de un solo piso, en mampostería de piedra. Hay dos ventanas que dan al cauce.
En el dintel de la casa existe una inscripción pintada en azul: 1883 Luis Gómez.
¿La fecha de una reconstrucción? ¿La fecha de su construcción? Esto último
implicaría que el molino conocido en la época del catastro de la Ensenada
estuvo en otro lugar y que ya no existía a finales del siglo XIX. Interiormente,
mantiene una habitación sin tabicar con el suelo de madera y el techo de vigas
vistas. La maquinaria lleva muchos años parada.
Este molino,
todavía a mediados del siglo XX, funcionaba todo el año. Cierto que, más en
invierno ya que estaba todo el ganado en casa y se necesitaba más harina. Los
clientes procedían de los pueblos del entorno, no solo del valle de Manzanedo.
En Cueva de
Manzanedo hubo, para solad del encuestador del catastro de la Ensenada, un
molino de una sola rueda que molía “la
tercera parte del año” y que debía ubicarse sobre el río Landravejos –si
entiendo bien la letra del escribano- aunque bien podría estar en el Trifón.
Sebastián Miñano subraya también la existencia de un pequeño molino harinero
que trabaja con las aguas de “un pequeño
río”. A mediados de ese siglo XIX continuaba en activo. Hoy, si nos
acercamos al lugar denominado "Sotillo", a quinientos metros del
centro de la población, veremos las ruinas de un molino. Se aprecian las
paredes, pero no la estructura que conformaba la corriente de agua.
Avanzando por el
curso del Ebro llegamos a la central eléctrica que está a la altura de
Manzanedo. Debió ser antes el molino llamado “Bocarredo” que cubría las
necesidades de los residentes cerca de Manzanedo. En 1752 esta población tenía
cuatro molinos harineros: Uno sobre el Ebro con tres ruedas que molía todo el
año y el concejo lo tenía arrendado a Felipe Fernández –quizá en dicho “Bocarredo”-;
otro sobre el arroyo de Valdequintana que es de una rueda y muele un mes al año
y que, como el anterior, pertenecía al concejo que se lo alquilaba a José
Fernández; Un tercero sobre el arroyo de “Santillán (¿?)” que era propiedad de
Francisco Sánchez y que lo empleaba para el consumo de su casa; y un último
molino de una piedra que estaba en otro arroyo no identificado. El Miñano no es
tan concreto y dice que “pasa por medio
del pueblo un arroyo, sobre el que hay algunos molinos harineros que solo
muelen dos meses del año”. Madoz es más genérico y sí deja constancia de la
existencia de molinos pero los coloca en el Ebro.
Cerca del pueblo
de remolino estaba el molino de Congosto – al menos eso dicen algunos- que tuvo
central de luz y perteneció al Monasterio de Rioseco.
Terminamos este
paseo en Incinillas donde también había ingenios hidráulicos. Estaba el molino
del monasterio de Rioseco que, nos dice el catastro de 1752, estaba pegado al
caserío, molía dos meses al año y recibía la fuerza del agua procedente de
Villalaín.
Bibliografía:
“Amo a mi pueblo”.
Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Diccionario
geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar”.
Pascual Madoz.
“Diccionario
geográfico-estadístico de España y Portugal (1826-1828)”. Sebastián Miñano y
Bedoya.
Catastro del Marqués
de la Ensenada.
“Los molinos en
Las Merindades de Burgos”. María Jesús Temiño.
“Diccionario
geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, marítimo y
eclesiástico de España y sus posesiones de ultramar”. Bajo la dirección de Pablo
Riera y Sans.
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