Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 6 de noviembre de 2022

Un menés Patriota y Persa.

  
Hablaremos de un militar que en una guerra civil –una de tantas a las que los políticos nos han empujado- optó por el candidato perdedor y, por tanto, por el “malo”. Supongo que es una consecuencia de la política sobre sentimientos y no sobre necesidades. ¡Venga! No nos desviemos. El protagonista del día nació en Sopeñano (Valle de Mena, Las Merindades) el treinta de marzo de 1787, un año antes de la muerte del rey Carlos III. Fue bautizado con el nombre de Francisco Vivanco y Barbaza-Acuña. Ingresó en el Ejército como sargento voluntario –otras fuentes dicen que como cadete- el 25 de mayo de 1808 en el regimiento de Infantería de Auria de Valencia que estaba al mando de Vicente González Moreno para luchar contra la invasión francesa.
 
Al principio anduvo mucho porque su regimiento marchó a Cataluña pero en Tortosa recularon y terminaron en Bonache de Alarcón donde supieron de la victoria de Bailén. Entonces enfilaron camino de Zaragoza para romper el primer sitio de la ciudad pero los franceses se retiraron antes de su llegada. Los españoles tenían deseos de sangre y caminaron tras ellos alcanzándolos entre Tudela y Alfaro el 20 de agosto de 1808. Pero como los franceses se reforzaron el regimiento de Auria desanduvo el camino hacia la capital aragonesa. Acto inútil.

 
Su unidad fue destacada en Tudela para enfrentarse al refuerzo de 90.000 soldados franceses que había llegado. Estando el Regimiento en Egea de los Caballeros salió Vivanco con una comisión para Zaragoza de cuyas resultas ascendió a Teniente del Batallón ligero de voluntarios de Jaca el primero de Enero de 1809. Se encargó de llevar a Zaragoza dos piezas de artillería desde Jaca lo que le permitió participar en la acción de la villa de Leciñena el 18 de enero. Junto a otros dieciséis hombres se ofreció voluntario para retrasar el avance francés siendo el único superviviente del grupo. En Jaca le habían dado por muerto pero al verle aparecer el Coronel organizó una comida a todos los Oficiales del Batallón como celebración.

 
No permaneció mucho tiempo allí porque tras el enfrentamiento del Monte Oruel el 24 de febrero de 1809 sintió que los patriotas se rendirían y, por ello, escapa de sus líneas el 26 de febrero hacia Cataluña. En su biografía cuentan la anécdota de que, llegando empapado, se le quemó la ropa al secarla y tardó unos cuatro días en poder partir hacia Tortosa. En esta población se presentó ante el mayor General de la División de Aragón, Manuel Obispo, quien el 5 de marzo lo destinó, como Teniente, a la quinta Compañía del primer Batallón de voluntarios de Zaragoza. Esta unidad luchó en la acción de Valdealgorfa en 18 de abril de 1809 y en las de Valjunquera, Torre del Compte (Teruel), Beceite y Alcañiz. El 23 de mayo obtuvo una cruz de distinción.


Los combates siguieron por Aragón y, Francisco, tras la derrota de Belchite escapó a uña de caballo llegando a las once de la noche a la ciudad de Alcañiz. ¡De donde tuvo que huir al día siguiente! Los siguientes meses fueron de hambre, miseria y acciones de guerrilla junto a combates regulares. El Conde de La Bisbal, Enrique José O´Donnell, a principios de 1810, dispuso que la División pasara a operar al interior de Cataluña y en los campos de la ciudad de Lérida donde fue herido Francisco Vivanco. Por ello lo ascendieron a Capitán de Infantería. Y cayó prisionero.
 
Junto a otros prisioneros empezaron el recorrido hacia Francia pudiendo escaparse el 10 de Mayo de 1810 en la villa de Alcubierre (Huesca) y, tras avanzar por Aragón y ser ayudados por paisanos de zonas patrióticas y zonas de control francés como el pueblo de Escatrón donde le dejaron –a él y a los dos soldados que le acompañaban- una mula y un criado con todo lo necesario para alimentarse en el camino. Despacharon al criado a las dos horas de salir. El día 17 de mayo de 1810 se incorpora a la división de Palafox que le destina a la toma del castillo de Alcañiz, que sale mal, y Vivanco se refugia en Teruel. Finalmente, tras pasar por Valencia, se incorpora al Batallón primero de Voluntarios de Zaragoza, que estaba en Tarragona.

 
De la sartén a las brasas, diríamos, porque participó del sitio de Tarragona de 1811 donde estuvo destacado en el fuerte exterior de San Carlos. Fue herido de bala de fusil en la cabeza y su hagiógrafo cuenta esta historia de rencillas: “Pasó al Hospital de sangre que se hallaba en la Marina, para que el cirujano que se había negado acudir al recado que en el acto que fue herido le mandaron diciéndole pasase al mismo fuerte a hacerle la primera cura; por lo que al entrar Vivanco en dicho Hospital, le dijo al expresado cirujano: “Ahora para enmendar la plana puede usted ponerme alguna cosa que me perjudique”. Efectivamente, así lo hizo en aquélla primera cura, y desconfiando de su mala fe, se dirigió al Hospital de sangre de la plaza, y presentándose al cirujano mayor llamado López, le hizo una explicación de lo que le había ocurrido con el otro. Le levantó la cura del primero, y enterándose de lo que le había aplicado, le dijo: “Si no se le hubiera quitado a usted lo que le había aplicado el otro cirujano, no hubiera sido extraño que a las cuarenta y ocho horas hubiese usted ido a la Eternidad”.
 
Pasó al Hospital de Patriarca y, viendo la debilidad de las defensas, Vivanco se reunió con su Batallón en el fuerte de la Cruz. Cuando parecía todo perdido logró armar un contraataque con unos mil hombres acosando a una Compañía de Cazadores franceses. Y… ¡Vivanco, y el general Juan Courten, se rindieron! No llegaron a ser fusilados, eso sí. Pero no se quitaron el miedo a serlo hasta que empezaron a andar hacia Reus. A su llegada les amontonaron en la puerta del convento de San Francisco. No será hasta el tercer día que les dieron “los mendrugos de pan que quedan en los almacenes de provisiones para los ratones y la basura de las sardinas, y aún todo en pequeña cantidad, de cuyas resultas se atracaron de agua”. Nada extraño en esa guerra donde el trato a los prisioneros era terrible.

 
La siguiente noche fue en la iglesia de Cambrils. A la mañana anduvieron hacia el Perelló. Aquí tenemos otra muestra escrita de la fortaleza y honor de nuestro héroe cuando varios Oficiales se quedaron retrasados. Uno de ellos era Lapuerta, un Teniente de su Batallón de Zaragoza, a quien un dragón francés decidió matar por no mantener el ritmo. Vivanco amonestó al gabacho por faltar a todas las leyes divinas y humanas y le salvaron la vida al cargar, entre varios, con Lapuerta hasta acabar la jornada del Perelló.
 
El 21 de julio de 1811 llegaron a Tortosa y fueron recluidos, mandos y tropa, en uno de los calabozos del castillo grande que llevaba unos dieciséis años sin uso y que estaba lleno de porquería y ratas. Los oficiales se quejaron pidiendo que se tuviera “la consideración correspondiente a su clase”. Consiguieron que, acompañados de centinelas, pudiesen bajar cada dos horas a la ciudad cuatro o seis todos los días. Vivanco salió al paseo a los dos o tres días de haber llegado. Tuvo la suerte de hallar una familia conocida con la que pudo concertar su fuga. Esa misma tarde, con la excusa de recoger una camisa que le regalaba una señora, consiguió volver a salir. Todo se desarrolló en la plaza de Tortosa cuando su “centinela enemigo iba alejándose del punto en que se hallaba, Vivanco lo iba ejecutando al mismo tiempo con paso atrás sin quitar la vista de aquél, y en el momento que pudo conseguir llegar a la primera esquina, dio la vuelta, tomando por otra calle por la que salió a la plaza, y después de varias vueltas, logró llegar a la puerta de la casa de la señora con quien había hablado por la mañana, y encontrándola abierta, se entró en ella, y un cuarto bajo desde donde avisó, y al momento bajó la misma, y en el acto le cortó con unas tijeras las patillas, luego vino su marido y lo afeitó”. Esa noche lo trasladaron a una casa segura propiedad de un tío en la que estaban alojados dos oficiales franceses con los que Vivanco cenó. Digamos que esto redondeaba la frialdad y valor de nuestro protagonista.

 
Francisco marcharía de la ciudad vestido de estudiante en compañía del dueño de la casa y otro vecino, con la excusa de ir a cazar. Los tres avanzaron con un borrico, atravesaron el puente de salida sin problema e, incluso, cruzaron un Regimiento de Coraceros acampado en medio del camino. Nadie les preguntó nada. Lo que hace pensar –independientemente de lo que diga el relato de las aventuras de Vivanco- que no había mucho seguimiento de los fugados o que los controles de la población civil eran mínimos. Lo que lleva a la segunda derivada de pensar que si se fugó cuatro veces este muchacho no fue solo por su bizarría.
 
Vivanco hizo noche en la zona límite con Aragón, en una fábrica de papel, y al día siguiente salió, con un guía, en dirección a lo más elevado del puerto de Tortosa para entrar en Aragón. Era el único camino libre de franceses. Fue un viaje penoso que permite al autor de la biografía agigantar la figura del futuro carlista e insistir en que estaba protegido por la divinidad al sobrevivir a una serie de graves contusiones. Bien entrada la noche, llegaron a una masía cuyo casero conocía el guía. Le dijo a Vivanco: “Esta noche no duerme usted en cama, porque se quedaría tullido; le pondré a usted en un pajar y de este modo lo evitaremos y se quedará usted bueno” ¿Durmió sobre paja? No, colgado por debajo de los brazos.

 
De allí partió para Beceite (Teruel) donde se presentó al Coronel Ignacio Nicolau, puesto por los franceses, y -Vivanco- le dijo: “Sé las órdenes que usted tiene con respecto a los fugados del Ejército español y por lo mismo me voy a la fábrica de papel de mis patrones Barranco, de donde no saldré en unos cuantos días, y luego que me reponga un poco, seguiré mi derrota adonde Dios me ayude”. ¡Una muestra más de hombría! Nicolau le contestó: “Vaya usted sin cuidado que nadie le molestará a usted”. No duden que es mentira porque este párrafo permite mostrar la villanía y falta de palabra de los afrancesados. A los tres días, y a las tres de la mañana, un enviado de un sacerdote le chivaba que venían a apresarle por brigante y a fusilarlo. Sin tiempo para vestirse para el frío saltó a la nieve y malvivió hasta llegar a Ateca, a tres leguas de Calatayud (Zaragoza).
 
Allí se unió a la primera División española, mandada por el General Alejandro Basecoux, y como se hallaba en ella el tercer Batallón de su Regimiento, fue destinado en su misma clase a una de sus Compañías. Este Regimiento se movió por las provincias de Madrid, Mancha, Murcia y Valencia, hasta el 12 de Julio de 1812, que se halló en la acción de Caracuel (Ciudad Real), en la que Vivanco se distinguió con la segunda mitad de su Compañía de Granaderos, segundo de Badajoz, desalojando a los enemigos que se hallaban guarecidos en los pajares y castillo. Continuó las operaciones con su mismo Regimiento, y, en 1813, se puso a las órdenes del General Pedro Sarsdfiel, que mandaba la vanguardia del Ejército inglés en Cataluña, compuesta de seis mil infantes y quinientos caballos, todos españoles, con la que se halló en la acción de 6 de Enero de 1814, en el puente de Molins de Rey y en la de 23 de Febrero del mismo año en los campos de Barcelona. Por cierto, Vivanco era capitán desde 1813.

 
Tras liberar Barcelona las tropas del General Sarsdfiel avanzaron hacia la frontera de los Pirineos. Francisco Vivanco también se halló en la entrada a Francia el 23 de agosto del año de 1815, internándose hasta la villa de Pradés. Continuó en Francia hasta que se les ordenó para que retrocediera al Pirineo, y a los pocos días pasó a la ciudad de Vich, en donde permaneció hasta que recibió orden de ir de guarnición a Barcelona, en cuya ciudad permaneció hasta últimos de 1816, cuando salió con su Regimiento para Sevilla, desde cuyo punto fue Vivanco, con varios otros oficiales, en enero de 1817 destinado al Regimiento Infantería de Irlanda, en el que estuvo hasta su extinción, que se verificó en Málaga a mediados de 1818.
 
Vivanco, con el primer Batallón a que correspondía, tuvo entrada en el Regimiento del Rey, primero de línea, en la ciudad de Jaén, desde donde pasó a la de Almería. En este destino debió tener algún problema que no detalla el biógrafo que derivó en que lo destinaran al Ejército de Ultramar que se hallaba en Cádiz en mayo de 1819. Se le adscribió al Batallón ligero, segundo de Cataluña, que mandaba el primer Comandante Francisco Fernández Espadas, el que de acuerdo con el Subinspector Brigadier Gaspar Blanco, le dio la Compañía de Cazadores. No estuvo a gusto y tuvo un trato frío con todos los Oficiales, excepto el primer Comandante y el Capitán más antiguo llamado Ignacio Castellá, que luego pasó a La Habana.

Escudo de Francisco Vivanco
 
Espadas perdió el mando a principios de junio, según contaba Vivanco, porque Enrique José O'Donnell y Anhetan, Conde de La Bisbal, supo que Espadas no le apoyaría en proclamarse primer Cónsul. El Conde dio la orden para que todo el Ejército expedicionario concurriese al Palmar del Puerto de Santa María el día 7 de Julio de 1819, excepto el Batallón de Vivanco, que se le mandó permaneciera en la población de la Isla de León, o San Fernando. De toda aquella tropa sólo había dos oficiales fieles al absolutismo de Fernando VII: Vivanco e Ignacio Castellá.

Enrique José O´Donnell
 
Vivanco contaba que varias veces trataron de asesinarlo y destacaba la fecha del 4 de Enero de 1820, hallándose acantonado su Batallón en la villa de Trebujena. Hacía tres días de la proclamación de Riego en Cabezas de San Juan y era común hablar de la desgraciada muerte que le iban a dar a Vivanco. Este reaccionó “presentándose en la Plaza a la cabeza de sus Cazadores, cuya fuerza era de ciento cincuenta y quizás la mejor Compañía de todo el Ejército, y después de haberla pasado revista, mandó trajeran del almacén varios pares de zapatos que repartió acto continuo”. Diría yo que tropa sobornada y controlada. La descripción que da el relato sobre los hechos militares de Francisco Vivanco roza el histrionismo: “Después de haber hecho algunas reflexiones (Vivanco), se fue a despedir del señor Corregidor, y tanto éste como su señora se le pusieron de rodillas, y llorando amargamente le suplicaron por Dios y por la Virgen se dejase conducir por los demás, pues que de lo contrario, era ya público lo iban a asesinar, pues era el único obstáculo que tenían en todo el Batallón para llevar a efecto el meditado y acordado plan; a cuya súplica contestó Vivanco lleno de fe: “Señores, yo, porque se presenten poderosos obstáculos, no he de variar de dirección, pues que si muero en la demanda no hago sino llenar el hueco de mis deberes, por lo que espero tendrán la bondad de encomendarme a Dios para que me dé acierto y fuerzas”; con lo que se marchó Vivanco a casa del Sr. Cura, Patrón del Capellán del Batallón, llamado Rute (más perverso que todos los demás juntos), y a la de don N. Villagrán y todos le hicieron la misma súplica; contestación dada la misma, poco más o menos”. Resumiendo: Marchó a Lebrija con sus tropas y las entregó al Jefe de Estado Mayor, General Francisco Ferras, en la villa de Utrera, mil doscientos hombres “que el Averno había destinado para hacer la guerra a su Soberano”.

Rafael de Riego
 
La unidad de Vivanco participó en el sitio de la Isla del León, donde estaban Riego y Quiroga, ocupando el puente Suazo el uno de febrero de 1920. Este soldado contaba que el día 9 recibieron orden y contraorden de jurar la constitución y que algún mando intentó pasar su unidad al lado de Riego pero que se le amotinaron los hombres. También quisieron hacer lo mismo con el Batallón de Vivanco, que no tuvo efecto por la fidelidad de la tropa del Rey. Al romper el día diez oyó Vivanco, por las calles de Chiclana música de guitarra y otros instrumentos, tocada por la tropa, y habiendo salido a la calle oyó que decían viva el Rey absoluto y mueran los de las cintas verdes. (Se advierte que el día anterior, a resultas de la proclamación de la Constitución, se llenaron de moños verdes los oficiales de todas clases comprometidos con Riego). También vio que la mayor parte de la División hacia el camino de la Isla de León con Artillería. Vivanco reunió unos cien hombres que pudo juntar y se presentó a Aimerich. Fue enviado a ocupar la venta del Álamo, próxima a la Cortadura del Camino Real de la Isla, donde se pusieron dos piezas de Artillería.

 
El General también se presentó en dicha venta, e informado de la proximidad de dos parlamentarios respaldados por una columna enemiga, ordenó dispararles. Antes de retirarse ordenó a Vivanco que permaneciera esperando y luego que tuviera noticias de hallarse bien cubiertos todos los puestos de la línea, se retirase a Chiclana a darle novedades y comer con él.
 
Finalmente llegó la noticia de la jura de la Constitución por Fernando VII (10 de marzo de 1820) y Aimerich reunió a sus oficiales y les informó. Vivanco le respondió: “Pues mi General, estoy seguro que si el Rey en persona no pasa al campamento y al frente del Ejército le manifiesta que esa es su Soberana voluntad, no lo cree, pues sólo se oye en todo él la única voz de viva el Rey absoluto, y para que usted se llegue perfectamente a entender cuál es su estado, hace tres días que mi Batallón se ha empeñado en proclamarme Coronel, como lo ha hecho, cuyo empeño es transcendental, hasta concluir con el resto de todos los Jefes y Oficiales por traidores a su Soberano, pero sin embargo, yo tengo la suficiente influencia y carácter para contenerlo en la más rigurosa disciplina y subordinación, como lo he hecho en los tres días anteriores. Quizás habrá en cada uno de los Cuerpos algún Jefe u Oficial que reúna iguales circunstancias, y en este caso, sería más fácil que usted consiguiese lo que mejor le pareciera”. Y prosigue Vivanco contándonos que incitó a su superior a marchar a la Corte, con sus tropas, para verificar las palabras de Fernando VII. Evidentemente Aimerich no le hizo caso y dispuso las cosas para reconducir la situación. En la subsiguiente reorganización el Batallón de Vivanco pasaría al Campo de Gibraltar. Cuando iban a salir hacia Medina Sidonia -14 de marzo de 1820- recibió Vivanco la orden de llevar un oficio al Puerto de Santa María para entregarlo a un General de Estado Mayor quien le entregó otro para el Subinspector General, que estaba en Sevilla, quien después de haberlo leído, le dijo: “Yo no entiendo esto”. A lo que contestó Vivanco: “Ni yo tampoco, mi General, siempre será porque soy hombre de bien”. Entendiendo como este tipo de hombre a lo más reaccionario del momento. Le tuvieron unos veinte días en Sevilla antes de reincorporarse a su Batallón, que se hallaba en la ciudad de Algeciras. Vivanco era un militar molesto lo que se reflejaba en las pocas amistades y afinidades que tenía entre la oficialidad. Por ello obtuvo una especie de pase a disposición del General en Jefe, Juan O´Donojú. Todo lo dicho lo destinó el 8 de mayo de 1820 al Depósito de Ultramar, establecido en Écija. Una especie de destierro.


En 3 de diciembre de 1820 lo apresaron e incomunicaron en la villa de Cabra (Córdoba) por su constante adhesión a los derechos absolutos del Soberano. El primero de marzo de 1821 se le recluyó en su alojamiento, y el catorce del mismo se le amplió al pueblo. El 27 de octubre de 1821 lo trasladaron a la ciudad de Bujalance con las mismas restricciones. Relata que el 3 de Noviembre trataron de asesinarlo dieciséis hombres entre Jefes, oficiales y Nacionales entre diez y once de la noche. Sus palabras sobre el tema resultan significativas de su carácter: “tuvieron que tomar parte para que no lo efectuasen, el Comandante de Armas y Corregidor; mas yo creo firmemente que más contuvo a los asesinos la parte del pueblo que se puso en mi favor”.
 
Entendamos que todo este texto relatado por Francisco Vivanco con retoques para su publicación está impregnado de cierto grado de soberbia y predestinación con trazas de ser Vivanco un protegido celestial. En Bujalace, el 28 de noviembre de 1821 le abre la Capitanía General de Andalucía dos causas por desafecto al sistema constitucional que le degradó. El 4 de Enero de 1822 –Vivanco dice 1823 y también la enciclopedia ESPASA pero, como veremos, esta fecha es ilógica-, pasó a Castro del Rio (Córdoba). Tiempo después se decidieron ir a buscarlo y llevarlo a Sevilla bajo la vigilancia del Sargento mayor de la Real Brigada de Carabineros, Juan Espinosa de los Monteros. En Sevilla se pensaba fusilar a Vivanco. Pero el menés se alió con los carabineros y prohombres de Castro del Río y organizan un pronunciamiento contra el gobierno. Vivanco ordenó que un oficial llamado Ríos saliese en la madrugada del día 26 de junio para la ciudad de Córdoba con el objeto de manifestar a un tal Cuéllar que se había verificado en Castro del Río el pronunciamiento y levantase en armas al regimiento de la ciudad.

 
Y aquí debemos hacer un grave inciso. No es algo extraño en los relatos históricos de primera mano fruto de recuerdos o a causa de errores en las transcripciones. Me explico: las fechas que tenemos en las memorias de Francisco Vivanco no pueden ser correctas, al menos en el año. Es imposible que la fecha sea 1823 porque los cien mil hijos de San Luis entran en España en abril de 1923. Por otro lado, autores como Ubaldo Martínez-Falero del Pozo lo confinan en Cabra en el momento del levantamiento.
 
Volvemos. El Subteniente Cuéllar había reunido el Regimiento provincial en su cuartel y, sabiendo que la oficialidad no le secundaba, soliviantó a la tropa y salieron a la calle. Tenían el problema de los Nacionales cuyo cuartel estaba frente al del ejército. Los venció. Igual que a los Nacionales de la puerta de Sevilla, por la que salieron esa noche para reunirse con Vivanco por la mañana. Eran aclamados por la masa del pueblo tanto porque los liberales del lugar habían escapado como porque siempre se aclama al que tiene las armas. Y las usa. Vivanco organizó una Junta de entre los oficiales que tenían ambas unidades. Se le dio mucha importancia al pronunciamiento de Castro del Río, pues fue la ocasión inicial para los sucesos anticonstitucionales en Madrid pocos días después.

Francisco Vivanco como Coronel en La Habana
 
El primer Regimiento de Infantería “Constitución”, creado por Riego, partió de Lucena hacia Córdoba en cuanto tuvo noticias del pronunciamiento. Informado Vivanco avanzó contra ellos que tuvieron que refugiarse en Montilla. Esta población estaba defendida por un pequeño castillo y cercada con una pared capaz de contener a las armas de Infantería y Caballería. Vivanco debía decidir si retirarse o tomar la población. Atacará. Lo hizo por la puerta del Arco de la Alameda. Tras varios sangrientos avances y contraataques los constitucionales se atrincheraron en el castillete y la iglesia mayor quedando los realistas dueños del resto de la ciudad. Y se retiraron. ¿por qué? Pues Vivanco dice que por que se quedaron sin municiones. Eso sí, deja una muestra de ingenio y valentía al ser el último en retirarse gritando: “a ver, esa Compañía de Cazadores, por aquí; esa Compañía de Granaderos, por allí”.
 
Retornaron tranquilamente a Castro del Río y tras descansar salieron para Bujalance donde llegaron el 4 de julio de 1822, y luego con dirección a Montoro, proclamando en todos los puntos al Rey como absoluto. El día 7 de julio de 1822 estaba la División Real en la villa de Adamuz donde fue sorprendida al alba. Aquí vuelve Vivanco a mostrarse como un “miles gloriosus” al ordenar evacuar a su caballería e infantería y contarnos que se quedó atrás con ocho carabineros para recoger a quienes quedasen descolgados. En fin. Dicho esto, Vivanco fue el primero que rompió el cerco. Arguye que ese portento ha de “atribuirse a un auxilio particular de la Divina Providencia” pero atrás se quedó toda la infantería. Con unos ochenta hombres y todos los caballos escapa el menés.

 
A partir de este momento surgirán discrepancias entre los realistas sobre todo al recibir una carta del General de la División gubernamental con garantías para su rendición. El único que se opone a pactar es Vivanco. Será una constante en su vida esa inflexibilidad. Y, por ello, tras el acuerdo de los demás absolutistas con las fuerzas del gobierno, estuvo primero recluido en una habitación y, una vez que el pueblo estuvo controlado por los constitucionales, le retiraron los carceleros. Vivanco era ya ducho en fugas y sobornó a un lugareño para que le buscase un lugar por donde escapar y un caballo. El sitio para fugarse estaba en un muro de un metro y medio de alto en una callejuela. Saltó el caballo con Vivanco y el guía seguidos enseguida de una patrulla constitucional. Escaparon.
 
El día 21 de julio de 1822, ya solo, llegaba a la ciudad de Lucena y permaneció oculto unos días, hasta que concertó con un contrabandista para que le acompañara a la plaza de Gibraltar donde entró el 2 de agosto de 1822. El 21 de agosto salió de allí para Marsella. Pero en Algeciras estaban al corriente de su salida y partió en su persecución un bergantín. No le pillaron. Vivanco llevaba una carta de recomendación dada por un capuchino, para un rico comerciante español llamado José Guerrero: “Ahí pasa el Capitán Vivanco a incorporarse en los Ejércitos Realistas de Cataluña o Navarra, a quien tratará usted como si fuese a mi propia persona”. Pero ese José Guerrero no le ayudo. Por ello, Vivanco pidió ayuda a… ¡las autoridades francesas! Concretamente al Capitán General Ange Hyacinthe Maxence de Damas de Cormaillon, el Barón de Damas. Le dieron dinero y ayuda para llegar a la frontera española en Cataluña.

Barón de Damas
 
Retomamos las andanzas de Vivanco presentándose ante la Regencia en Seo de Urgel el 4 de noviembre de 1822. Para el día 9 de noviembre era Comandante de Batallón y después nombrado Gobernador de Urgel. El veintinueve defendió la posición frente a las tropas de Mina y con el refuerzo a retaguardia de 5.000 franceses. Nuestro “héroe sin abuela” relató que el Coronel del Regimiento francés Infantería núm. 26 se acercó “a Vivanco y le dijo, agarrándolo del brazo izquierdo: “Señor Comandante. venga usted conmigo, que no es justo que un Jefe tan decidido y valiente como usted, perezca miserablemente, después de haber sido el asombro de los enemigos del Rey y de toda esta División”, conduciéndolo a presencia del General, que lo recibió con un particular agasajo, y luego le dio un pasaporte amplio para que pudiera viajar por donde mejor le acomodase por todos los puntos del Reino de Francia, distinguiéndole de todos los demás en dejarle sus mismas armas, siendo el único, pues a nadie se le había permitido semejante privilegio”. Casi nada.

 
Mucho agasajo pero fue trasladado al frente de Navarra bajo las órdenes de Carlos Manuel O’Donnell y Anhetan, a quien se presentó en la villa de Lumbier a últimos de Diciembre de 1822. Realizó diversas comisiones entre la que se incluye el fiasco de la investigación al Brigadier Santos Ladrón. Cuando el General Conde de España tomó el mando de la División de Navarra, Vivanco formó parte del estado mayor de O´Donnell. El 7 de abril de 1823 entrará en ejército francés en España y O'Donnell ocupó la vanguardia y habiendo llegado a la ciudad de Burgos, allí descanso algunos días, y envió fuerzas para tomar Valladolid, con la que fue Vivanco, llegando hacia el 24 de enero de 1823. Fue atacado en Palacios de Goda (Ávila) y luego comisionado para varios puntos de Castilla la Vieja en busca de las partidas sueltas de todas armas… El 2 de Junio de 1823 salió para Ávila para organizar corporaciones municipales realistas y para encarcelar opositores. Tuvo la ayuda de los que serían las unidades de Voluntarios realistas de la Década Ominosa. Días después llega el General francés Margarit a la ciudad de Ávila. Vivanco se presentó en su alojamiento, y fue preguntado por los presos. Dijo que estaban presos por “traidores a su Dios y a su Rey”. El francés los liberó. Y Vivanco en sus memorias se desquita diciendo que los liberó porque había sido Margarit sobornado.

Duque de Angulema
 
Por orden del Capitán General de Castilla la Vieja salió para Valladolid el 25 de octubre y sus memorias indican que permaneció hasta el 7 de noviembre sin destino, al parecer, por sus posturas extremistas. Pidió pasaporte para Madrid, adonde llegó el 12 de noviembre de 1823, poniéndose a disposición del Capitán General, José María de Carvajal y en 9 de abril de 1824 fue destinado al Batallón ligero de La Rioja. El 20 de agosto se le nombra primer Jefe del Batallón ligero de la Unión, con destino en la isla de Cuba, para donde se embarcó en el puerto de El Ferrol con mil y un hombres el día 5 de diciembre de 1824, y desembarcó en La Habana el 16 de febrero de 1825. Vivanco fue nombrado comandante interino del Castillo de Nuestra Señora de África, conocido como el del Príncipe, el 9 de abril de 1825.
 
Hasta el 9 de diciembre estuvo organizando su batallón. Por supuesto cayó enfermo del vómito negro y el segundo año enfermó de calenturas inflamatorias de las que malamente se recuperó durante el ejercicio. El tercer año le molestó una irritación a la vista, que lo tuvo ciego lo menos tres meses. Aquí el texto vuelve a la carga con la manía de que querían asesinar a Vivanco porque era recto, leal al rey y muy religioso.

Castillo del Príncipe de La Habana
 
El 28 marzo de 1828 retornó a la Península para recuperar su salud en Valladolid y Madrid hasta que, en noviembre de 1830, fue nombrado ayudante del subinspector de la VI Brigada de Voluntarios Realistas de Castilla la Vieja en Palencia.


 
Bibliografía:
 
Periódico “Diario de Burgos”.
Real Academia de la Historia.
“Memorias de la vida militar del Mariscal de Campo Francisco Vivanco y Barbaza-Acuña”. Edición de José María González de Echávarri y Vivanco.
“La crónica de Córdoba y sus pueblos”. Asociación Provincial Cordobesa de Cronistas Oficiales.
“Atlas de historia de España”. Fernando García de Cortázar.

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