Hablaremos de un
militar que en una guerra civil –una de tantas a las que los políticos nos han
empujado- optó por el candidato perdedor y, por tanto, por el “malo”. Supongo
que es una consecuencia de la política sobre sentimientos y no sobre
necesidades. ¡Venga! No nos desviemos. El protagonista del día nació en
Sopeñano (Valle de Mena, Las Merindades) el treinta de marzo de 1787, un año
antes de la muerte del rey Carlos III. Fue bautizado con el nombre de Francisco
Vivanco y Barbaza-Acuña. Ingresó en el Ejército como sargento voluntario –otras
fuentes dicen que como cadete- el 25 de mayo de 1808 en el regimiento de
Infantería de Auria de Valencia que estaba al mando de Vicente González Moreno
para luchar contra la invasión francesa.
Al principio
anduvo mucho porque su regimiento marchó a Cataluña pero en Tortosa recularon y
terminaron en Bonache de Alarcón donde supieron de la victoria de Bailén. Entonces
enfilaron camino de Zaragoza para romper el primer sitio de la ciudad pero los
franceses se retiraron antes de su llegada. Los españoles tenían deseos de
sangre y caminaron tras ellos alcanzándolos entre Tudela y Alfaro el 20 de agosto
de 1808. Pero como los franceses se reforzaron el regimiento de Auria desanduvo
el camino hacia la capital aragonesa. Acto inútil.
Su unidad fue
destacada en Tudela para enfrentarse al refuerzo de 90.000 soldados franceses
que había llegado. Estando el Regimiento en Egea de los Caballeros salió
Vivanco con una comisión para Zaragoza de cuyas resultas ascendió a Teniente
del Batallón ligero de voluntarios de Jaca el primero de Enero de 1809. Se encargó
de llevar a Zaragoza dos piezas de artillería desde Jaca lo que le permitió
participar en la acción de la villa de Leciñena el 18 de enero. Junto a otros
dieciséis hombres se ofreció voluntario para retrasar el avance francés siendo
el único superviviente del grupo. En Jaca le habían dado por muerto pero al
verle aparecer el Coronel organizó una comida a todos los Oficiales del
Batallón como celebración.
No permaneció
mucho tiempo allí porque tras el enfrentamiento del Monte Oruel el 24 de
febrero de 1809 sintió que los patriotas se rendirían y, por ello, escapa de
sus líneas el 26 de febrero hacia Cataluña. En su biografía cuentan la anécdota
de que, llegando empapado, se le quemó la ropa al secarla y tardó unos cuatro
días en poder partir hacia Tortosa. En esta población se presentó ante el mayor
General de la División de Aragón, Manuel Obispo, quien el 5 de marzo lo destinó,
como Teniente, a la quinta Compañía del primer Batallón de voluntarios de
Zaragoza. Esta unidad luchó en la acción de Valdealgorfa en 18 de abril de 1809
y en las de Valjunquera, Torre del Compte (Teruel), Beceite y Alcañiz. El 23 de
mayo obtuvo una cruz de distinción.
Los combates
siguieron por Aragón y, Francisco, tras la derrota de Belchite escapó a uña de
caballo llegando a las once de la noche a la ciudad de Alcañiz. ¡De donde tuvo
que huir al día siguiente! Los siguientes meses fueron de hambre, miseria y
acciones de guerrilla junto a combates regulares. El Conde de La Bisbal,
Enrique José O´Donnell, a principios de 1810, dispuso que la División pasara a
operar al interior de Cataluña y en los campos de la ciudad de Lérida donde fue
herido Francisco Vivanco. Por ello lo ascendieron a Capitán de Infantería. Y
cayó prisionero.
Junto a otros
prisioneros empezaron el recorrido hacia Francia pudiendo escaparse el 10 de
Mayo de 1810 en la villa de Alcubierre (Huesca) y, tras avanzar por Aragón y
ser ayudados por paisanos de zonas patrióticas y zonas de control francés como
el pueblo de Escatrón donde le dejaron –a él y a los dos soldados que le
acompañaban- una mula y un criado con todo lo necesario para alimentarse en el
camino. Despacharon al criado a las dos horas de salir. El día 17 de mayo de
1810 se incorpora a la división de Palafox que le destina a la toma del
castillo de Alcañiz, que sale mal, y Vivanco se refugia en Teruel. Finalmente,
tras pasar por Valencia, se incorpora al Batallón primero de Voluntarios de
Zaragoza, que estaba en Tarragona.
De la sartén a
las brasas, diríamos, porque participó del sitio de Tarragona de 1811 donde
estuvo destacado en el fuerte exterior de San Carlos. Fue herido de bala de
fusil en la cabeza y su hagiógrafo cuenta esta historia de rencillas: “Pasó al Hospital de sangre que se hallaba
en la Marina, para que el cirujano que se había negado acudir al recado que en
el acto que fue herido le mandaron diciéndole pasase al mismo fuerte a hacerle
la primera cura; por lo que al entrar Vivanco en dicho Hospital, le dijo al
expresado cirujano: “Ahora para enmendar la plana puede usted ponerme alguna
cosa que me perjudique”. Efectivamente, así lo hizo en aquélla primera cura, y
desconfiando de su mala fe, se dirigió al Hospital de sangre de la plaza, y
presentándose al cirujano mayor llamado López, le hizo una explicación de lo
que le había ocurrido con el otro. Le levantó la cura del primero, y enterándose
de lo que le había aplicado, le dijo: “Si no se le hubiera quitado a usted lo
que le había aplicado el otro cirujano, no hubiera sido extraño que a las
cuarenta y ocho horas hubiese usted ido a la Eternidad”.
Pasó al Hospital
de Patriarca y, viendo la debilidad de las defensas, Vivanco se reunió con su
Batallón en el fuerte de la Cruz. Cuando parecía todo perdido logró armar un
contraataque con unos mil hombres acosando a una Compañía de Cazadores franceses.
Y… ¡Vivanco, y el general Juan Courten, se rindieron! No llegaron a ser
fusilados, eso sí. Pero no se quitaron el miedo a serlo hasta que empezaron a
andar hacia Reus. A su llegada les amontonaron en la puerta del convento de San
Francisco. No será hasta el tercer día que les dieron “los mendrugos de pan que quedan en los almacenes de provisiones para
los ratones y la basura de las sardinas, y aún todo en pequeña cantidad, de
cuyas resultas se atracaron de agua”. Nada extraño en esa guerra donde el
trato a los prisioneros era terrible.
La siguiente noche
fue en la iglesia de Cambrils. A la mañana anduvieron hacia el Perelló. Aquí
tenemos otra muestra escrita de la fortaleza y honor de nuestro héroe cuando
varios Oficiales se quedaron retrasados. Uno de ellos era Lapuerta, un Teniente
de su Batallón de Zaragoza, a quien un dragón francés decidió matar por no
mantener el ritmo. Vivanco amonestó al gabacho por faltar a todas las leyes
divinas y humanas y le salvaron la vida al cargar, entre varios, con Lapuerta
hasta acabar la jornada del Perelló.
El 21 de julio de
1811 llegaron a Tortosa y fueron recluidos, mandos y tropa, en uno de los
calabozos del castillo grande que llevaba unos dieciséis años sin uso y que
estaba lleno de porquería y ratas. Los oficiales se quejaron pidiendo que se
tuviera “la consideración correspondiente
a su clase”. Consiguieron que, acompañados de centinelas, pudiesen bajar cada
dos horas a la ciudad cuatro o seis todos los días. Vivanco salió al paseo a
los dos o tres días de haber llegado. Tuvo la suerte de hallar una familia conocida
con la que pudo concertar su fuga. Esa misma tarde, con la excusa de recoger
una camisa que le regalaba una señora, consiguió volver a salir. Todo se
desarrolló en la plaza de Tortosa cuando su “centinela
enemigo iba alejándose del punto en que se hallaba, Vivanco lo iba ejecutando
al mismo tiempo con paso atrás sin quitar la vista de aquél, y en el momento
que pudo conseguir llegar a la primera esquina, dio la vuelta, tomando por otra
calle por la que salió a la plaza, y después de varias vueltas, logró llegar a
la puerta de la casa de la señora con quien había hablado por la mañana, y
encontrándola abierta, se entró en ella, y un cuarto bajo desde donde avisó, y
al momento bajó la misma, y en el acto le cortó con unas tijeras las patillas,
luego vino su marido y lo afeitó”. Esa noche lo trasladaron a una casa
segura propiedad de un tío en la que estaban alojados dos oficiales franceses
con los que Vivanco cenó. Digamos que esto redondeaba la frialdad y valor de
nuestro protagonista.
Francisco
marcharía de la ciudad vestido de estudiante en compañía del dueño de la casa y
otro vecino, con la excusa de ir a cazar. Los tres avanzaron con un borrico,
atravesaron el puente de salida sin problema e, incluso, cruzaron un Regimiento
de Coraceros acampado en medio del camino. Nadie les preguntó nada. Lo que hace
pensar –independientemente de lo que diga el relato de las aventuras de
Vivanco- que no había mucho seguimiento de los fugados o que los controles de
la población civil eran mínimos. Lo que lleva a la segunda derivada de pensar
que si se fugó cuatro veces este muchacho no fue solo por su bizarría.
Vivanco hizo
noche en la zona límite con Aragón, en una fábrica de papel, y al día siguiente
salió, con un guía, en dirección a lo más elevado del puerto de Tortosa para
entrar en Aragón. Era el único camino libre de franceses. Fue un viaje penoso
que permite al autor de la biografía agigantar la figura del futuro carlista e
insistir en que estaba protegido por la divinidad al sobrevivir a una serie de graves contusiones. Bien entrada la noche, llegaron a una masía cuyo casero conocía el
guía. Le dijo a Vivanco: “Esta noche no
duerme usted en cama, porque se quedaría tullido; le pondré a usted en un pajar
y de este modo lo evitaremos y se quedará usted bueno” ¿Durmió sobre paja?
No, colgado por debajo de los brazos.
De allí partió
para Beceite (Teruel) donde se presentó al Coronel Ignacio Nicolau, puesto por
los franceses, y -Vivanco- le dijo: “Sé
las órdenes que usted tiene con respecto a los fugados del Ejército español y
por lo mismo me voy a la fábrica de papel de mis patrones Barranco, de donde no
saldré en unos cuantos días, y luego que me reponga un poco, seguiré mi derrota
adonde Dios me ayude”. ¡Una muestra más de hombría! Nicolau le contestó: “Vaya usted sin cuidado que nadie le
molestará a usted”. No duden que es mentira porque este párrafo permite
mostrar la villanía y falta de palabra de los afrancesados. A los tres días, y
a las tres de la mañana, un enviado de un sacerdote le chivaba que venían a
apresarle por brigante y a fusilarlo. Sin tiempo para vestirse para el frío
saltó a la nieve y malvivió hasta llegar a Ateca, a tres leguas de Calatayud
(Zaragoza).
Allí se unió a
la primera División española, mandada por el General Alejandro Basecoux, y como
se hallaba en ella el tercer Batallón de su Regimiento, fue destinado en su
misma clase a una de sus Compañías. Este Regimiento se movió por las provincias
de Madrid, Mancha, Murcia y Valencia, hasta el 12 de Julio de 1812, que se
halló en la acción de Caracuel (Ciudad Real), en la que Vivanco se distinguió
con la segunda mitad de su Compañía de Granaderos, segundo de Badajoz,
desalojando a los enemigos que se hallaban guarecidos en los pajares y
castillo. Continuó las operaciones con su mismo Regimiento, y, en 1813, se puso
a las órdenes del General Pedro Sarsdfiel, que mandaba la vanguardia del
Ejército inglés en Cataluña, compuesta de seis mil infantes y quinientos
caballos, todos españoles, con la que se halló en la acción de 6 de Enero de
1814, en el puente de Molins de Rey y en la de 23 de Febrero del mismo año en
los campos de Barcelona. Por cierto, Vivanco era capitán desde 1813.
Tras liberar
Barcelona las tropas del General Sarsdfiel avanzaron hacia la frontera de los
Pirineos. Francisco Vivanco también se halló en la entrada a Francia el 23 de agosto
del año de 1815, internándose hasta la villa de Pradés. Continuó en Francia hasta
que se les ordenó para que retrocediera al Pirineo, y a los pocos días pasó
a la ciudad de Vich, en donde permaneció hasta que recibió orden de ir de
guarnición a Barcelona, en cuya ciudad permaneció hasta últimos de 1816, cuando
salió con su Regimiento para Sevilla, desde cuyo punto fue Vivanco,
con varios otros oficiales, en enero de 1817 destinado al Regimiento Infantería
de Irlanda, en el que estuvo hasta su extinción, que se verificó en Málaga a
mediados de 1818.
Vivanco, con el primer
Batallón a que correspondía, tuvo entrada en el Regimiento del Rey, primero de
línea, en la ciudad de Jaén, desde donde pasó a la de Almería. En este destino
debió tener algún problema que no detalla el biógrafo que derivó en que lo
destinaran al Ejército de Ultramar que se hallaba en Cádiz en mayo de 1819. Se
le adscribió al Batallón ligero, segundo de Cataluña, que mandaba el primer
Comandante Francisco Fernández Espadas, el que de acuerdo con el Subinspector
Brigadier Gaspar Blanco, le dio la Compañía de Cazadores. No estuvo a gusto y
tuvo un trato frío con todos los Oficiales, excepto el primer Comandante y el
Capitán más antiguo llamado Ignacio Castellá, que luego pasó a La Habana.
Escudo de Francisco Vivanco
Espadas perdió
el mando a principios de junio, según contaba Vivanco, porque Enrique José
O'Donnell y Anhetan, Conde de La Bisbal, supo que Espadas no le apoyaría en proclamarse
primer Cónsul. El Conde dio la orden para que todo el Ejército expedicionario
concurriese al Palmar del Puerto de Santa María el día 7 de Julio de 1819,
excepto el Batallón de Vivanco, que se le mandó permaneciera en la población de
la Isla de León, o San Fernando. De toda aquella tropa sólo había dos oficiales
fieles al absolutismo de Fernando VII: Vivanco e Ignacio Castellá.
Enrique José O´Donnell
Vivanco contaba
que varias veces trataron de asesinarlo y destacaba la fecha del 4 de Enero de
1820, hallándose acantonado su Batallón en la villa de Trebujena. Hacía tres
días de la proclamación de Riego en Cabezas de San Juan y era común hablar de la
desgraciada muerte que le iban a dar a Vivanco. Este reaccionó “presentándose en la Plaza a la cabeza de
sus Cazadores, cuya fuerza era de ciento cincuenta y quizás la mejor Compañía
de todo el Ejército, y después de haberla pasado revista, mandó trajeran del
almacén varios pares de zapatos que repartió acto continuo”. Diría yo que
tropa sobornada y controlada. La descripción que da el relato sobre los hechos
militares de Francisco Vivanco roza el histrionismo: “Después de haber hecho algunas reflexiones (Vivanco), se fue a despedir del señor Corregidor, y
tanto éste como su señora se le pusieron de rodillas, y llorando amargamente le
suplicaron por Dios y por la Virgen se dejase conducir por los demás, pues que
de lo contrario, era ya público lo iban a asesinar, pues era el único obstáculo
que tenían en todo el Batallón para llevar a efecto el meditado y acordado plan;
a cuya súplica contestó Vivanco lleno de fe: “Señores, yo, porque se presenten
poderosos obstáculos, no he de variar de dirección, pues que si muero en la demanda
no hago sino llenar el hueco de mis deberes, por lo que espero tendrán la
bondad de encomendarme a Dios para que me dé acierto y fuerzas”; con lo que se
marchó Vivanco a casa del Sr. Cura, Patrón del Capellán del Batallón, llamado
Rute (más perverso que todos los demás juntos), y a la de don N. Villagrán y
todos le hicieron la misma súplica; contestación dada la misma, poco más o
menos”. Resumiendo: Marchó a Lebrija con sus tropas y las entregó al Jefe
de Estado Mayor, General Francisco Ferras, en la villa de Utrera, mil
doscientos hombres “que el Averno había
destinado para hacer la guerra a su Soberano”.
Rafael de Riego
La unidad de
Vivanco participó en el sitio de la Isla del León, donde estaban Riego y
Quiroga, ocupando el puente Suazo el uno de febrero de 1920. Este soldado
contaba que el día 9 recibieron orden y contraorden de jurar la constitución y
que algún mando intentó pasar su unidad al lado de Riego pero que se le
amotinaron los hombres. También quisieron hacer lo mismo con el Batallón de
Vivanco, que no tuvo efecto por la fidelidad de la tropa del Rey. Al romper el
día diez oyó Vivanco, por las calles de Chiclana música de guitarra y otros
instrumentos, tocada por la tropa, y habiendo salido a la calle oyó que decían
viva el Rey absoluto y mueran los de las cintas verdes. (Se advierte que el día
anterior, a resultas de la proclamación de la Constitución, se llenaron de
moños verdes los oficiales de todas clases comprometidos con Riego). También vio que la mayor parte de la División hacia el camino de la Isla de
León con Artillería. Vivanco reunió unos cien hombres que pudo juntar y se
presentó a Aimerich. Fue enviado a ocupar la venta del Álamo, próxima a la Cortadura
del Camino Real de la Isla, donde se pusieron dos piezas de Artillería.
El General también
se presentó en dicha venta, e informado de la proximidad de dos parlamentarios
respaldados por una columna enemiga, ordenó dispararles. Antes de retirarse
ordenó a Vivanco que permaneciera esperando y luego que tuviera noticias de
hallarse bien cubiertos todos los puestos de la línea, se retirase a Chiclana a
darle novedades y comer con él.
Finalmente llegó
la noticia de la jura de la Constitución por Fernando VII (10 de marzo de 1820)
y Aimerich reunió a sus oficiales y les informó. Vivanco le respondió: “Pues mi General, estoy seguro que si el Rey
en persona no pasa al campamento y al frente del Ejército le manifiesta que esa
es su Soberana voluntad, no lo cree, pues sólo se oye en todo él la única voz
de viva el Rey absoluto, y para que usted se llegue perfectamente a entender
cuál es su estado, hace tres días que mi Batallón se ha empeñado en proclamarme
Coronel, como lo ha hecho, cuyo empeño es transcendental, hasta concluir con el
resto de todos los Jefes y Oficiales por traidores a su Soberano, pero sin
embargo, yo tengo la suficiente influencia y carácter para contenerlo en la más
rigurosa disciplina y subordinación, como lo he hecho en los tres días
anteriores. Quizás habrá en cada uno de los Cuerpos algún Jefe u Oficial que
reúna iguales circunstancias, y en este caso, sería más fácil que usted consiguiese
lo que mejor le pareciera”. Y prosigue Vivanco contándonos que incitó a su
superior a marchar a la Corte, con sus tropas, para verificar las palabras de
Fernando VII. Evidentemente Aimerich no le hizo caso y dispuso las cosas para
reconducir la situación. En la subsiguiente reorganización el Batallón de
Vivanco pasaría al Campo de Gibraltar. Cuando iban a salir hacia Medina Sidonia
-14 de marzo de 1820- recibió Vivanco la orden de llevar un oficio al Puerto de
Santa María para entregarlo a un General de Estado Mayor quien le entregó otro
para el Subinspector General, que estaba en Sevilla, quien después de haberlo
leído, le dijo: “Yo no entiendo esto”.
A lo que contestó Vivanco: “Ni yo tampoco,
mi General, siempre será porque soy hombre de bien”. Entendiendo como este
tipo de hombre a lo más reaccionario del momento. Le tuvieron unos veinte días
en Sevilla antes de reincorporarse a su Batallón, que se hallaba en la ciudad
de Algeciras. Vivanco era un militar molesto lo que se reflejaba en las pocas
amistades y afinidades que tenía entre la oficialidad. Por ello obtuvo una
especie de pase a disposición del General en Jefe, Juan O´Donojú. Todo lo dicho
lo destinó el 8 de mayo de 1820 al Depósito de Ultramar, establecido en Écija.
Una especie de destierro.
En 3 de diciembre
de 1820 lo apresaron e incomunicaron en la villa de Cabra (Córdoba) por su
constante adhesión a los derechos absolutos del Soberano. El primero de marzo de
1821 se le recluyó en su alojamiento, y el catorce del mismo se le amplió al pueblo.
El 27 de octubre de 1821 lo trasladaron a la ciudad de Bujalance con las mismas
restricciones. Relata que el 3 de Noviembre trataron de asesinarlo dieciséis
hombres entre Jefes, oficiales y Nacionales entre diez y once de la noche. Sus
palabras sobre el tema resultan significativas de su carácter: “tuvieron que tomar parte para que no lo
efectuasen, el Comandante de Armas y Corregidor; mas yo creo firmemente que más
contuvo a los asesinos la parte del pueblo que se puso en mi favor”.
Entendamos que
todo este texto relatado por Francisco Vivanco con retoques para su publicación
está impregnado de cierto grado de soberbia y predestinación con trazas de ser
Vivanco un protegido celestial. En Bujalace, el 28 de noviembre de 1821 le abre
la Capitanía General de Andalucía dos causas por desafecto al sistema
constitucional que le degradó. El 4 de Enero de 1822 –Vivanco dice 1823 y
también la enciclopedia ESPASA pero, como veremos, esta fecha es ilógica-, pasó
a Castro del Rio (Córdoba). Tiempo después se decidieron ir a buscarlo y
llevarlo a Sevilla bajo la vigilancia del Sargento mayor de la Real Brigada de
Carabineros, Juan Espinosa de los Monteros. En Sevilla se pensaba fusilar a
Vivanco. Pero el menés se alió con los carabineros y prohombres de Castro del
Río y organizan un pronunciamiento contra el gobierno. Vivanco ordenó que un oficial
llamado Ríos saliese en la madrugada del día 26 de junio para la ciudad de
Córdoba con el objeto de manifestar a un tal Cuéllar que se había verificado en
Castro del Río el pronunciamiento y levantase en armas al regimiento de la
ciudad.
Y aquí debemos
hacer un grave inciso. No es algo extraño en los relatos históricos de primera
mano fruto de recuerdos o a causa de errores en las transcripciones. Me
explico: las fechas que tenemos en las memorias de Francisco Vivanco no pueden
ser correctas, al menos en el año. Es imposible que la fecha sea 1823 porque
los cien mil hijos de San Luis entran en España en abril de 1923. Por otro
lado, autores como Ubaldo Martínez-Falero del Pozo lo confinan en Cabra en el
momento del levantamiento.
Volvemos. El
Subteniente Cuéllar había reunido el Regimiento provincial en su cuartel y,
sabiendo que la oficialidad no le secundaba, soliviantó a la tropa y salieron a
la calle. Tenían el problema de los Nacionales cuyo cuartel estaba frente al
del ejército. Los venció. Igual que a los Nacionales de la puerta de Sevilla,
por la que salieron esa noche para reunirse con Vivanco por la mañana. Eran
aclamados por la masa del pueblo tanto porque los liberales del lugar habían
escapado como porque siempre se aclama al que tiene las armas. Y las usa.
Vivanco organizó una Junta de entre los oficiales que tenían ambas unidades. Se
le dio mucha importancia al pronunciamiento de Castro del Río, pues fue la
ocasión inicial para los sucesos anticonstitucionales en Madrid pocos días
después.
Francisco Vivanco como Coronel en La Habana
El primer
Regimiento de Infantería “Constitución”, creado por Riego, partió de Lucena
hacia Córdoba en cuanto tuvo noticias del pronunciamiento. Informado Vivanco
avanzó contra ellos que tuvieron que refugiarse en Montilla. Esta población
estaba defendida por un pequeño castillo y cercada con una pared capaz de
contener a las armas de Infantería y Caballería. Vivanco debía decidir si
retirarse o tomar la población. Atacará. Lo hizo por la puerta del Arco de la
Alameda. Tras varios sangrientos avances y contraataques los constitucionales
se atrincheraron en el castillete y la iglesia mayor quedando los realistas dueños
del resto de la ciudad. Y se retiraron. ¿por qué? Pues Vivanco dice que por que
se quedaron sin municiones. Eso sí, deja una muestra de ingenio y valentía al
ser el último en retirarse gritando: “a
ver, esa Compañía de Cazadores, por aquí; esa Compañía de Granaderos, por allí”.
Retornaron
tranquilamente a Castro del Río y tras descansar salieron para Bujalance donde
llegaron el 4 de julio de 1822, y luego con dirección a Montoro, proclamando en
todos los puntos al Rey como absoluto. El día 7 de julio de 1822 estaba la
División Real en la villa de Adamuz donde fue sorprendida al alba. Aquí vuelve
Vivanco a mostrarse como un “miles gloriosus” al ordenar evacuar a su
caballería e infantería y contarnos que se quedó atrás con ocho carabineros para
recoger a quienes quedasen descolgados. En fin. Dicho esto, Vivanco fue el
primero que rompió el cerco. Arguye que ese portento ha de “atribuirse a un auxilio particular de la Divina Providencia” pero
atrás se quedó toda la infantería. Con unos ochenta hombres y todos los
caballos escapa el menés.
A partir de este
momento surgirán discrepancias entre los realistas sobre todo al recibir una carta
del General de la División gubernamental con garantías para su rendición. El
único que se opone a pactar es Vivanco. Será una constante en su vida esa
inflexibilidad. Y, por ello, tras el acuerdo de los demás absolutistas con las
fuerzas del gobierno, estuvo primero recluido en una habitación y, una vez que
el pueblo estuvo controlado por los constitucionales, le retiraron los
carceleros. Vivanco era ya ducho en fugas y sobornó a un lugareño para que le
buscase un lugar por donde escapar y un caballo. El sitio para fugarse estaba en
un muro de un metro y medio de alto en una callejuela. Saltó el caballo con
Vivanco y el guía seguidos enseguida de una patrulla constitucional. Escaparon.
El día 21 de julio
de 1822, ya solo, llegaba a la ciudad de Lucena y permaneció oculto unos días,
hasta que concertó con un contrabandista para que le acompañara a la plaza de
Gibraltar donde entró el 2 de agosto de 1822. El 21 de agosto salió de allí
para Marsella. Pero en Algeciras estaban al corriente de su salida y partió en
su persecución un bergantín. No le pillaron. Vivanco llevaba una carta de
recomendación dada por un capuchino, para un rico comerciante español llamado
José Guerrero: “Ahí pasa el Capitán
Vivanco a incorporarse en los Ejércitos Realistas de Cataluña o Navarra, a
quien tratará usted como si fuese a mi propia persona”. Pero ese José
Guerrero no le ayudo. Por ello, Vivanco pidió ayuda a… ¡las autoridades
francesas! Concretamente al Capitán General Ange Hyacinthe Maxence de Damas de
Cormaillon, el Barón de Damas. Le dieron dinero y ayuda para llegar a la
frontera española en Cataluña.
Barón de Damas
Retomamos las
andanzas de Vivanco presentándose ante la Regencia en Seo de Urgel el 4 de noviembre
de 1822. Para el día 9 de noviembre era Comandante de Batallón y después nombrado
Gobernador de Urgel. El veintinueve defendió la posición frente a las tropas de
Mina y con el refuerzo a retaguardia de 5.000 franceses. Nuestro “héroe sin
abuela” relató que el Coronel del Regimiento francés Infantería núm. 26 se acercó “a Vivanco y le dijo, agarrándolo del brazo
izquierdo: “Señor Comandante. venga usted conmigo, que no es justo que un Jefe
tan decidido y valiente como usted, perezca miserablemente, después de haber
sido el asombro de los enemigos del Rey y de toda esta División”, conduciéndolo
a presencia del General, que lo recibió con un particular agasajo, y luego le
dio un pasaporte amplio para que pudiera viajar por donde mejor le acomodase
por todos los puntos del Reino de Francia, distinguiéndole de todos los demás en
dejarle sus mismas armas, siendo el único, pues a nadie se le había permitido
semejante privilegio”. Casi nada.
Mucho agasajo
pero fue trasladado al frente de Navarra bajo las órdenes de Carlos Manuel O’Donnell
y Anhetan, a quien se presentó en la villa de Lumbier a últimos de Diciembre de
1822. Realizó diversas comisiones entre la que se incluye el fiasco de la
investigación al Brigadier Santos Ladrón. Cuando el General Conde de España tomó
el mando de la División de Navarra, Vivanco formó parte del estado mayor de
O´Donnell. El 7 de abril de 1823 entrará en ejército francés en España y O'Donnell
ocupó la vanguardia y habiendo llegado a la ciudad de Burgos, allí descanso
algunos días, y envió fuerzas para tomar Valladolid, con la que fue Vivanco,
llegando hacia el 24 de enero de 1823. Fue atacado en Palacios de Goda (Ávila)
y luego comisionado para varios puntos de Castilla la Vieja en busca de las
partidas sueltas de todas armas… El 2 de Junio de 1823 salió para Ávila para
organizar corporaciones municipales realistas y para encarcelar opositores. Tuvo
la ayuda de los que serían las unidades de Voluntarios realistas de la Década
Ominosa. Días después llega el General francés Margarit a la ciudad de Ávila. Vivanco
se presentó en su alojamiento, y fue preguntado por los presos. Dijo que estaban
presos por “traidores a su Dios y a su
Rey”. El francés los liberó. Y Vivanco en sus memorias se desquita diciendo
que los liberó porque había sido Margarit sobornado.
Duque de Angulema
Por orden del
Capitán General de Castilla la Vieja salió para Valladolid el 25 de octubre y sus
memorias indican que permaneció hasta el 7 de noviembre sin destino, al
parecer, por sus posturas extremistas. Pidió pasaporte para Madrid, adonde
llegó el 12 de noviembre de 1823, poniéndose a disposición del Capitán General,
José María de Carvajal y en 9 de abril de 1824 fue destinado al Batallón ligero
de La Rioja. El 20 de agosto se le nombra primer Jefe del Batallón ligero de la
Unión, con destino en la isla de Cuba, para donde se embarcó en el puerto de El
Ferrol con mil y un hombres el día 5 de diciembre de 1824, y desembarcó en La
Habana el 16 de febrero de 1825. Vivanco fue nombrado comandante interino del
Castillo de Nuestra Señora de África, conocido como el del Príncipe, el 9 de
abril de 1825.
Hasta el 9 de diciembre
estuvo organizando su batallón. Por supuesto cayó enfermo del vómito negro y el
segundo año enfermó de calenturas inflamatorias de las que malamente se
recuperó durante el ejercicio. El tercer año le molestó una irritación a la
vista, que lo tuvo ciego lo menos tres meses. Aquí el texto vuelve a la carga
con la manía de que querían asesinar a Vivanco porque era recto, leal al rey y
muy religioso.
Castillo del Príncipe de La Habana
El 28 marzo de
1828 retornó a la Península para recuperar su salud en Valladolid y Madrid
hasta que, en noviembre de 1830, fue nombrado ayudante del subinspector de la VI
Brigada de Voluntarios Realistas de Castilla la Vieja en Palencia.
Bibliografía:
Periódico
“Diario de Burgos”.
Real Academia de
la Historia.
“Memorias de la
vida militar del Mariscal de Campo Francisco Vivanco y Barbaza-Acuña”. Edición
de José María González de Echávarri y Vivanco.
“La crónica de
Córdoba y sus pueblos”. Asociación Provincial Cordobesa de Cronistas Oficiales.
“Atlas de
historia de España”. Fernando García de Cortázar.
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