Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 12 de febrero de 2023

¡Será por no comer! o la historia de la histérica Amalia. (1)

 
 
Esta es una historia que se puede leer en la prensa española de los años veinte y treinta del pasado siglo. Por ello, dividimos este caso en dos partes para no recargar mucho la lectura de los numerosos artículos periodísticos con los que ilustraremos la vida de Amalia. La protagonista de esta aventura nació el tres de septiembre de 1896 -bautizada el cuatro- en Quintana de los Prados. Era hija de Agustina Ruiz López, nacida en Quintana del Rojo, y de Pedro Baranda Martínez, nacido en Quintana de los Prados en 1856. Los otros hijos eran Bernardo, Felisa, Nazario y Dionisio.

"El Progreso" (15/11/1924)
 
Domiciano Sáez Estefanía escribió un libro en 1953, "Un caso interesante. Vida de Amalia Baranda", donde afirmaba que el nombre de la niña fue Milagros Amalia. Pero en el Registro Civil figura como "Amalia Baranda Ruiz" mientras que en el libro parroquial de bautismo consta como "Amalia María Baranda Ruiz". ¿María? Quizá; pero no “Milagros” que sería fruto de un deseo de Domiciano de dar un mayor énfasis religioso a la tragedia de Amalia.

Periódico "La Cruz" (13/11/1924)
 
La infancia de Amalia estará marcada por el ambiente religioso, no olvidemos que su tío abuelo materno, Bernardo López, era párroco de Quintana de los Prados y, después, de Montecillo. Amalia fue costurera en su juventud. Y… cuidaba de su tío abuelo, el Padre Bernardo, ayudándolo en las labores eclesiales diarias y profesando por ello, casi sin darse cuenta, una fuerte religiosidad. A los siete años Amalia sufrió una ascitis. Mediante una paracentesis se le drenó casi cuatro litros de líquido. Debemos saber que la ascitis es infrecuente en niños porque las causas más comunes son las enfermedades cardiacas, renales o hepáticas. Incluso pudo tener razones genéticas.

 
Otra peculiaridad en lo referente a su salud, es el hecho de que Amalia no menstruara hasta los diecinueve años y que, en los siguientes tres años, hasta que cayó enferma, tan solo en dos ocasiones le vino el periodo. ¿Irregularidad causada por problemas en sus genitales o en su hipotálamo e hipófisis que alteraban el flujo de hormonas? ¿estrés? ¿Desnutrición?
 
En el año 1909, Bernardo fue trasladado al pueblo de Montecillo de Montija. Un lugar más tranquilo para un sacerdote delicado de salud. Detrás fue la familia de su sobrina. Al fin y al cabo, había sido criada por él. El ambiente religioso en que vivía la joven devino en el deseo de profesar en un convento. A lo que se negaron sus padres. Así lo relató Manuel Gutiérrez Pérez, su médico de cabecera: "Amalia Baranda, ya mujer, trató de profesar como religiosa, pero se opuso la familia, la cual la propuso que contrajera matrimonio".

"El Pueblo Cántabro" (18/12/1924)
 
Y llegamos a la noche entre el 16 y el 17 de marzo de 1918 cuando al dirigirse a su habitación, Amalia sintió un mareo. Llevaba unos quince días en los que, tras las comidas, sentía una molesta acidez de esófago a la que no había dado mayor importancia. Acostada, se sintió débil y con convulsiones.
 
Manuel Gutiérrez Pérez se licenció en Medicina y Cirugía en el año 1911 y trabajaba en Espinosa de los Monteros de donde acudió a montecillo a visitar a Amalia: "(...) Me presento a la cabecera de la enferma a la hora aproximadamente de haber ocurrido este accidente, encontrándola en decúbito supino, resolución muscular completa, pérdida de conocimiento, intensa inyección conjuntival, dilatación pupilar, nula reacción a la luz, desviación de los globos oculares hacia arriba. De vez en cuando lanza algunos gritos, pronuncia con voz velada palabras incoherentes, se lleva la mano al cuello y a la cabeza. Manifiestan los que han estado presentes que la han tenido que sujetar para que no se golpeara, y que hacía grandes esfuerzos con los brazos, moviéndolos en todas las direcciones. Asimismo, hacen observar a las preguntas que les hago que había bebido un vaso de agua fría a las dos o tres horas de haber cenado”. En médico anotó que la casa estaba limpia y la enferma estaba bien alimentada, no abusaba del vino y la familia no tenía antecedentes patológicos dignos de mención. ¿Y las convulsiones? Podrían proceder de una epilepsia, de deshidratación...

 
Ataques idénticos se repitieron en las siguientes jornadas, a veces, varios en un mismo día. El día 25 de marzo de 1918, sufre una hematemesis (sangre en el vómito). Manuel Gutiérrez anotaba que Amalia "se queja de intenso dolor de estómago, se timpaniza el vientre, sobre todo a nivel de epigastrio, la lengua se pone saburrosa, el olor del aliento es fétido, dolor intenso de cabeza, deposiciones fétidas, elevación térmica que oscila entre los 37`5 grados y 39 grados, se manifiesta una intolerancia gástrica para toda clase de líquidos”. Estos síntomas se alargan durante un mes. Mientras, Amalia sobrevive de leche. ¡Gracias a dios parece no ser intolerante a lactosa! Y, entonces, ¿por qué vomita? Hoy diríamos que podría ser una ulcera gástrica, una gastritis erosiva o un tumor de estómago. Aunque, sumados todos los síntomas podríamos pensar en una deshidratación o algún problema metabólico debido a la desnutrición por no comer.

"La Región" (24/11/1924)
 
Mediado abril parece que se recupera, pero en mayo “(...) se aprecia una tumoración como del tamaño de una naranja, al nivel de curvatura mayor, que por palpación exaspera el dolor que se irradia a dorso y omóplato izquierdo ". Era el momento en que un humilde médico rural pidiese ayuda a otros doctores que, ante la inefectividad de sus propuestas, hundieron a Amalia en un desánimo mayúsculo. Claro que las terapias de la época eran la “repanocha”. Así el doctor Gutiérrez pensó que todo era fruto de una "fuerte sugestión nerviosa" que debía ser tratada con una "impresión mayor". Tras tratar a Amalia y a su familia de malas maneras, el médico no obtuvo resultados positivos. Vamos, Amalia empeoró. Lleva meses bebiendo solo leche y, ahora, la vomita. Diversos médicos informan a la familia que Amalia morirá en breve dado el escaso aporte de calorías frente al consumo de un cuerpo. Incluso uno de bajísimo consumo al estar encamado y arropado.

 
Los diversos facultativos estaban empezando a sospechar que Amalia, y su familia, eran unos farsantes sacacuartos. Pero cada vez estaba peor… e, ilógicamente, viva. Para investigar su enfermedad y su supervivencia viajó a Bilbao ingresando en la Clínica del Dr. Cesáreo Díaz, en el Hospital de Bilbao: "Ingresa el diez y seis de junio del año mil novecientos diez y nueve. Enferma desde hace catorce meses, con dolores en el centro del epigastrio y dorso que se exacerban con la comida y casi se hacen continuos. Ha perdido doce kilos de peso. Aspecto bueno, punto doloroso alto en el epigastrio, estómago vacío en ayunas, con el agua del lavado intestinal sale agua teñida de amarillo. Tiene contractura de los músculos rectos. Prueba del hilo EIN-HORM negativa. Esto es hacer tragar al paciente un trozo de madera atada a un hilo y ver si sale empapada de sangre. Reacción de MEYER en heces positiva. Examen de Rayos X: Estómago dilatado, en fondo sobrepasa cuatro traveses de dedo la línea umbilical, violentas contracciones en antro pilórico que no cesan durante veinte minutos que se la observa, sin pasar la papilla a duodeno. El día 16 y 17 del mismo junio se la pone bolsa de hielo que no tolera. Se queja de intensos dolores, y se calman con una inyección de morfina que produce una intoxicación tan acentuada que se le administra el Sacramento de la Extremaunción.
 
El día veinte le cuesta mucho tomar la leche, dolor continuo, vómitos, estreñimiento, punto dorsal izquierdo, contractura de recto, buen color. Día veinticinco: Laparotomía con anestésica clorofórmica. Se encuentra una perigastritis con adherencias tan extensas que no se puede hacer nada, suturando de nuevo el vientre. Continúa lo mismo el resto del mes y el de Julio quejándose de intensos dolores, no mejorando nada con el tratamiento tónico, alcalino, tratamientos de sol etc., saliendo el treinta y uno del mes de Julio de alta en el mismo estado que ingresó".

Periódico "La Atalaya" (02/12/1924)
 
Amalia permaneció ingresada en el hospital de Bilbao cuarenta y seis días. En ese tiempo se le practicaron diferentes pruebas mediante las cuales, se pudo concluir que Amalia padecía una “perigastritis adhesiva” de tal grado que nada se podía hacer. Hoy no hay casos de esta dolencia porque era fruto de diagnosis y tratamientos tardíos de úlceras gástricas, tumores, traumatismos abdominales... La úlcera gástrica, es una "herida" en la capa estomacal en contacto con los alimentos y que produce el ácido del estómago. Un exceso en la producción de dichos ácidos produciría la úlcera. El paciente tiene unos síntomas que consisten en dolor, vómitos de sangre, o excreciones negras. Si no se diagnostica tempranamente, la úlcera evoluciona afectando al resto de capas del estómago llegando a perforarlo. En su avance, los síntomas empeoran progresivamente, la zona se inflama y toca el peritoneo que envuelve al estómago produciendo intensísimos dolores, contractura en los músculos del abdomen, intolerancia alimenticia y deterioro del estado general del enfermo. Al parecer, los síntomas de Amalia. En el avance de la enfermedad el peritoneo se "pega" a las zonas del estómago inflamadas, intentando hacer como una especie de "parche" para el estómago inflamado y posiblemente perforado, y eso son las adherencias. Si se producen muchas, con el paso del tiempo las adherencias van tirando de las paredes del estómago, recubriéndolo y haciéndolo cada vez más rígido y con menos capacidad para moverse, movilidad que es fundamental para la digestión de los alimentos, el estómago se convierte en una estructura rígida formándose la mencionada perigastritis adhesiva. Y, por supuesto, la dificultad para respirar derivada.

Periódico "El Adelantado" 
(15/11/1924)
 
De regreso a Montecillo los dolores siguen aumentando. El Doctor Manuel Gutiérrez cuenta el caso a otro médico de Madrid que recomienda la Clínica del Dr. Olivares. Amalia es ingresada allí en febrero de 1920. Realizarán numerosa pruebas -generalmente invasivas como una nueva laparotomía (abrirla en canal)- donde ven que las paredes internas del estómago están adheridas dejando el órgano inservible. Vieron, desgraciadamente, que la parte exterior delantera se unía al tórax dificultando las aspiraciones profundas y los movimientos. Dos meses después es dada de alta.

 
En los comienzos del año 1921, Manuel Gutiérrez, le pide a Amalia que durante dos días deje de tomar toda clase de líquido para ver si, después, puede comenzar a soportar la alimentación. Fracaso. Amalia decidirá dejarse morir. Tras tres años de dolores ha tirado la toalla y sólo tendrá el aporte energético diario de una inyección del reconstituyente Phosphorrenal Robert, en ampollas de uno o dos centímetros cúbicos. El Phosphorrenal era un medicamento elaborado por el ingeniero químico y farmacéutico José Robert y Soler, en los laboratorios que en Barcelona llevaban su nombre. Se proporcionaba como reconstituyente en caso de convalecencia, desnutrición, pérdida de fuerza, crecimiento, estados pretuberculosos, etc... Podía presentarse en formato inyectable, granuloso o elixir. Pero, parodiando un viejo anuncio de televisión, no sustituye a una comida al tener una kilocaloría y media por vial.

 
Pero el médico y los familiares siguieron haciéndole trampas a Amalia para que no muriese y buscaron nutrirla mediante enemas alimenticios dos veces al día: por quinientos gramos de leche, una yema de huevo y peptona en cantidad suficiente. La pena es que como vía de acceso nutricional es deficiente y hoy se emplea la alimentación enteral (oral o por sonda) y la intravenosa. Eso sí, con esta forma de nutrirse el paciente no se deshidrataría porque el colon puede aumentar su capacidad de absorción hidroelectrolítica hasta varios litros al día. Y con el periodo de adaptación suficiente, un paciente encamado en reposo podría acercarse a cubrir sus necesidades calóricas basales, pero con el tiempo aparecerían déficits nutricionales importantes por no absorción de vitaminas y minerales, de aminoácidos esenciales que el organismo no puede sintetizar si no los ingiere o ácidos grasos esenciales. El televisivo Miguel Ángel Almodóvar -investigador del CIEMAT-CSIC-, en el programa de Iker Jiménez, “Cuarto Milenio”, se sorprendía de la viveza de la mirada de Amalia porque si un ojo no está hidratado, este, pierde la visión. Asumía en este coloquio que la supervivencia de la muchacha era fruto de los nutrientes aportados por vía rectal. Viable dado su bajísimo gasto metabólico. ¿Prueba a su favor? El rápido fallecimiento al sacarla de su ambiente. No me explica cómo no ocurrió lo mismo cuando fue trasladada a los diferentes hospitales y aquellos médicos no se percataron del truco.

"Pueblo Cántabro" (23/10/1924)
 
Todo estaba tan mal que un hombre de ciencia como Manuel Gutiérrez propuso llevar a Amalia al Cristo de Límpias, cuyo milagro se había producido poco tiempo antes, con la finalidad de mejorarla con cierto efecto placebo. Evidentemente no se consiguió nada. Amalia volvió a su cuarto, a su rutina de comunión diaria, a sus estampas de santos y su altarcito, a sus oraciones sola o en compañía…


 
Habían pasado unas pocas semanas de su visita a Limpias cuando su estado de salud acentuó su deterioro. Empezó con pesadez de cabeza que prácticamente la impedía abrir los ojos. El doctor Gutiérrez redactó: "(...) gran inyección conjuntival, dilatación papilar, reacción perezosa de ésta a la luz, pulso hipertenso en radial y temporales". ¿Solución? Aplicar sanguijuelas cada ocho, quince o más días, durante unos meses. Al momento le aliviaba, pero la cantidad de sangre perdida debilitaba a la enferma. Estos animales se empleaban en el tratamiento de úlceras y procesos inflamatorios, aunque se extendía en los más diversos cuadros clínicos. Su fundamento eran las propiedades anestésicas, vasodilatadoras y anticoagulantes, que posee la saliva del parásito.

"El Liberal" 
(20/11/1924)
 
Nada iba bien. El doctor Gutiérrez animó a Amalia a ingresar en el Hospital de Burgos en septiembre de 1921, quedando allí en manos del especialista médico Mariano Lostao. Tras realizar sobre Amalia Baranda diferentes pruebas y estudiar su historial el doctor impuso a la paciente un régimen alimenticio de café con leche. Alrededor de veinte fueron los días que pudo seguir el tratamiento. Se lo quitaron porque empeoraba la enferma. En días sucesivos se repitieron pruebas, todas ellas con idéntico resultado. Cuentan que, en esas fechas, también la sometió a sesiones de hipnotismo sin éxito. No es tan tonto porque, seguramente, buscaban conocerían aspectos más profundos de la cognición o pensamiento de nuestra paciente y transformarlas favorablemente. Otrosí, la hipnosis puede llegar a actuar como un potente analgésico. En su regreso a Montecillo, dada la nevada que se encontraron, Amalia tuvo que andar los quinientos metros que separaban la carretera principal de la casa la familia Baranda.



A mediados del año 1923, la familia de Amalia conoce la existencia de un médico naturista prodigioso. ¿Qué se podía perder si Amalia tenía terribles dolores estomacales diarios, irradiando hasta el omoplato? Lo visitaron y obtuvo un plan basado en una dieta que duraría entre veinte y veinticinco días. Comería un puré de almendras y unos cereales tostados que masticaría y escupiría. (¡Tela!) En la primera toma los vómitos, acompañados siempre por intensos dolores se hicieron presentes. A los veinte días -casi cumplido el plazo- los dolorosos trastornos de la alimentación, obligaron a suspender el tratamiento.

"Cantábrico" (14/12/1924)
 
Un síntoma del que no hemos hablado es la sequedad de boca que intentaban compensar mediante colutorios de agua, azúcar y zumo de limón un par de veces al día. Pero con cuidado de no tragar nada de ello porque “se ponía malísima hasta que vomitaba todo”. Pero no piensen que la suma de colutorios y Phosphorrenal eran suficientes para mantener con vida a Amalia. Y, aun así, seguía viva. ¡Hombre! Quizá siguiesen con la alimentación rectal pero no parece que fuesen constantes en esa vía.

"Diario de Burgos" 
(21/11/1924)
 
Terminando octubre de 1924 pareció presentarse el fin. Los dolores de estómago de Amalia se agudizaron tanto que sus hermanos buscaron al médico. Este vio a Amalia convulsionando y golpeándose de manera dramática. Cuando trató de sujetarle los brazos encontró "gran fuerza muscular totalmente inusual en una enferma encamada”. La muchacha suplicaba que le abriesen el estómago, aunque muriera por ello, asegurando que no recaería ninguna responsabilidad en el médico que lo hiciera. Pedía una inyección de morfina, consciente de las reacciones que le produjo cuando se la aplicaron en la Clínica de Bilbao o cuando el propio Dr. Gutiérrez, la suministró algo de morfina o de opiáceos. Le fue aplicado varios supositorios de medio centigramo de morfina cada uno. Tres en veinticuatro horas, calmándole un poco los dolores y no ocasionando intoxicación aparente.

"La Prensa" (25/11/1924)
 
Manuel Gutiérrez Pérez firmaba el cuatro de noviembre de 1924 un informe para la Academia Nacional de Medicina en cuya última página se leían estas conclusiones:
 
"(...) Primera: La enferma Amalia Baranda padece histerismo somático, modalidad mono sintomática.
 
Segunda: Que la enferma padecía desde un principio una úlcera latente de estómago seguida de perforación, a los ocho o diez días de caer en el lecho, produciendo una perigastritis con extensas adherencias a los órganos inmediatos y un foco de peritonitis localizada en la región epigástrica.
 
Como tratamiento tuvo en los primeros momentos, creyendo que se trataba de una indigestión que hizo explotar un ataque histérico con intensa congestión cerebral, emisiones sanguíneas, revulsivos en las extremidades inferiores, bolsa de hielo a la cabeza, purgas, dieta hídrica y bromuros. A los ocho días, cuando tuvo la primera hematemesis, dieta absoluta durante las primeras cuarenta y ocho horas, trozos de hielo para calmar la sed y bolsa de hielo en el epigastrio. Después alimentación con leche helada durante ocho o diez días, alcalinos, desinfectantes intestinales, antiespasmódicos diversos y opiáceos. Esta es escuetamente la historia y tratamiento de la enfermedad que aqueja a Amalia Baranda”.

"Diario de Burgos"
(11/12/1924)
 
Pero no lo envió. ¡¿Cómo?! Manuel seguía temiendo una trampa y necesitaba estar seguro antes de plantearlo ante la Academia. Para ello diseñó un plan junto al doctor Sebastián Pinedo, llegado recientemente a la comarca; el periodista Antonio Llanos; Joaquín Pérez Sánchez -que no formará parte del equipo- y Bibiano de Porras, abogados; y Tomás de Echave, farmacéutico. Antonio de Llanos habló del mismo en el ejemplar del diecinueve de marzo de 1925 de "El Heraldo de Madrid". Iniciarían una observación ininterrumpida (de ocho a quince días) y suficientemente prolongada para descartar que la alimentasen a espaldas de todos. Y el sistema que empleaban, claro, puesto que el aparato digestivo de Amalia estaba totalmente inservible. Se agregaron al proyecto los doctores Hermenegildo Caballero, Ramón Rueda y Antonio García, de Villasante y Villalázara. Y el fotógrafo Manuel Antón. Las guardias de seis horas se harían en parejas y en ellas siempre un galeno. Y no avisarían a la familia. Me da que ya no estaban aplicando eso de la alimentación rectal que tanto preocupaba a Miguel Ángel Almodóvar.

"Heraldo de Madrid" (19/03/1925)
 
Vieron, en esos catorce días, que le surgían hematomas donde se le inyectaban los viales; que tenía un sueño ligero y apesadumbrado; y que, cuando le daba algún golpe de tos o tenía hipo, se exacerbaban los dolores del estómago y vientre entre otros síntomas ya habituales en ella. Certificaron que Amalia no había ingerido alimento alguno ni solido ni líquido, ni tampoco defecó. Las cantidades orinadas fueron ridículas, pero se analizaron en Bilbao.

"Diario de la marina" 
(04/12/1924) 
Un periódico de Cuba
 
Tras esta prueba realizaron una exploración a Amalia: “Posición decúbito supino. Buen aparente estado de nutrición. Lengua saburrosa en el centro de color pardo obscuro. Dentadura superior falta por completo, de la inferior conserva los incisivos, canino, y primer molar derechos, y de las demás piezas dentarias solo existen restos. por palpación en región epigástrica se aprecia un plastrón que indica haber existido una peritonitis en esta región. De aparato respiratorio y circulatorio no existe nada digno de mención. Aparato urinario: verifica micciones cada cinco o más días y en cantidad muy pequeña. Sistema nervioso: reflejo corneal positivo. Reflejo faríngeo negativo. Reflejo de Bavinski negativo en pie derecho y disminuido en el izquierdo. Sensibilidad: al calor muy disminuida. Al frio aumentada. Al dolor igualmente disminuida. El sentido del olfato y del oído extraordinariamente aumentado. El del gusto pervertido y el de la vista normal. Creemos haber hecho la observación padeciendo la enferma una infección intensa de carácter gripal”.

"La Atalaya" (06/12/1924)
 
¿Por qué Amalia no tenía dientes? Fruto de su deterioro se los extrajeron y junto al estado de desnutrición y deshidratación del cuerpo de Amalia, hizo que los huecos en las encías jamás cicatrizaran completamente y la carne de las encías fue desapareciendo. Todo ello, facilitó que el nervio quedara cada vez más expuesto al exterior con los terribles dolores que por ello sufría Amalia ante el menor cambio de temperatura.

 

Retomaremos la vida de Amalia Baranda la próxima semana.
 
 
Bibliografía:
 
 
“La pregunta número siete”. Juan José López Núñez.
“Misterios y enigmas del norte de Burgos”. Fran Renedo Carrandi.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “El Cantábrico”.
Periódico “El Progreso”.
Periódico “La Tierra”.
Periódico “El Adelantado”.
Periódico “La Cruz. Diario católico de Tarragona”.
Periódico “La Región”.
Periódico “Diario de la Marina”.
Periódico “El Pueblo Cántabro”.
Periódico “El Luchador”.
Periódico “La Atalaya”.
Periódico “La Prensa”.
Periódico “El Debate”.
Periódico “La Voz de Menorca”.
Periódico “El Pueblo”.
Periódico “El diario palentino”.
Periódico “El día de Palencia”.
Periódico “El Orzán”.
Periódico “Correo de la Mañana”.
Revista “Mundo Gráfico”.
Periódico “El siglo futuro”.
Periódico “La Libertad”.
Periódico “El Heraldo de Madrid”.
Periódico “el Liberal”.
Periódico “El siglo futuro”.
Revista “Caras y caretas”.
Revista “Estampa”.
Revista “Nuevo Mundo”.
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
Blog “Tierras de Burgos”.  
Web “Te interesa saber”.
Programa “Cuarto Milenio”
Podcast “el prisma de la razón”.
"Vida de Amalia Baranda". Domiciano Sáez Estefanía.
 

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