Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 19 de febrero de 2023

¡Será por no comer! o la historia de la histérica Amalia. (y 2)

 
Dejábamos a Amalia tumbada en su cama y a su médico de cabecera intentando convencer a la Academia de Medicina para que se interesase en el caso. Por ello, desde finales del año 1924 hasta mediados de 1925, el trasiego de misivas entre el Doctor Manuel Gutiérrez y la Real Academia Nacional de la Medicina fue continuo. El Dr. Criado y Aguilar, Secretario de la Real Academia de la Medicina, presenta ante al Comité de la misma, un elaborado estudio de cincuenta y dos páginas a doble cara en las que expone al Comité Médico de la R.A.N.M. con multitud de detalles médicos, el caso de Amalia así como sus impresiones al respecto: "(...) hay que substraerse de la aureola sobrenatural de que la imaginación más impresionable, perspicaz y ágil que la reflexión razonadora, se ve incitada a revestir la historia de esta desgraciada enferma, pues nuestra fantasía, antes de que nuestra razón actúe, ya se ha percatado de que los hechos en cuestión, no encajan en el marco de la realidad cotidiana, sino, que eluden el cumplimiento del código biológico."

"Pueblo Cántabro" (09/11/1924)
 
El Doctor Criado y Aguilar buscaba tanto conocer la causa del mal de Amalia, y solucionarlo, como descubrir el motivo de su supervivencia. En su informe presentó un estudio referente a las necesidades nutritivas de un cuerpo adulto que es alimentado únicamente a base de leche, emplea ejemplos de supervivencia sin alimentación que se dan en el reino animal como pueden ser el de los osos polares y su periodo de hibernación, o cuenta la existencia de un libro del año 1852 en que otro médico recoge un caso "similar", aunque como el propio académico reconoce, las diferencias entre Amalia y la otra enferma son evidentes: "la enferma de su historia, sesenta y cinco años de edad, era ciega, tenía la cabeza inclinada sobre el pecho, las rodillas casi tocando con el rostro, las pantorrillas como pegadas a la parte posterior de los muslos y la parte anterior de estos al vientre, sus manos, la una se hallaba recostada sobre el pecho y la otra bajo sus inmóviles rodillas, permanecía en un estado de adormecimiento tal, que muchas veces no respondía aunque se la llamase y parecía como aletargada".

"El pueblo cántabro" (03/12/1924)
 

Con todo ello, el Doctor Criado concluye: “(…) Jamás se habrá presentado a esta Real Academia un problema científico tan digno por sus inmensas dificultades. Semejante tarea invita a todos los Sres. Académicos a su prestación intelectual en busca de la necesaria interpretación. (…)¿Cómo sostiene esta enferma, sin alimentarse y sin beber, su calorificación tan intransigente y apremiante que es "conditio sine quanon" de la conservación de la vida, el funcionalismo de todos sus órganos, el ejercicio de su inteligencia, de sus sentidos y de su afectividad, la integridad en la fundamental de sus innumerables regiones de elementos celulares y para mayor misterio, ¿cómo conserva una regular apariencia en su hábito exterior bajo el punto de vista de la nutrición del color y expresión de su fisionomía y energía de la voz?”

"Pueblo Cántabro" (18/12/1924)
 
Este médico explicaba la operación quirúrgica que proponía como remedio: la conocida gastrectomía que hoy en día reciben enfermos de cáncer u otras patologías de ese órgano. El Dr. José Codina y Castellví tras alabar el trabajo del Dr. Criado y Aguilar sospechaba que Amalia era un engaño. Pero el dos de marzo de 1925, la Real Academia en Junta, aprobó que las autoridades sanitarias de la región dictaminarán sobre la posibilidad de trasladar a la enferma a Madrid, para examinarla. El médico Manuel Gutiérrez dijo que no creía posible el viaje a la villa y Corte. Visitó a Amalia Baranda el Inspector Provincial de Sanidad de Burgos, junto al subdelegado de Medicina del distrito correspondiente al pueblo de Espinosa de los Monteros, determinando que podía viajar a Madrid y que la familia estaba de acuerdo siempre y cuando viajase el doctor Gutiérrez. Pero no visitó Madrid.

"Diario de la Marina" 
(05/02/1925)
 
A todos los médicos sorprendía la resistencia a la muerte por inanición y deshidratación de Amalia. Mostraba los ya comentados síntomas habituales de falta de líquidos: sed intensa; la mucosa de la boca seca y pegajosa -que trataban de ser paliados mediante colutorios (enjuagues) que escupía al dolerle su ingesta-; hundimiento de los ojos; la falta de elasticidad en la piel confirmada por fotos y la dificultad en inyectar el Phosphorrenal; y disminución de lágrimas y de orina.

"Diario de Palencia" (14/05/1925)
 
Todos los médicos conocían las señales de dejar de comer que empiezan con la quema de la glucosa almacenada en el hígado y músculos (glucógeno). Este almacén se agota a las doce horas y empezamos a producir nueva glucosa a partir de aminoácidos y ácidos grasos extraídos del músculo y tejido graso subcutáneo. Pasados unos diez días, el metabolismo va adaptándose para conservar las proteínas y van disminuyendo las necesidades basales, así como va cambiando el sustrato energético, que pasa de ser exclusivamente la glucosa a los cuerpos cetónicos (cetosis), producto éstos del catabolismo de las grasas. Pero entre los veinte a cuarenta días, si persiste el ayuno, se agotarán las reservas del tejido adiposo y comenzará la utilización de las proteínas, primero del músculo esquelético y después también del visceral. Podría decirse que el cuerpo se consume a sí mismo para transformar estas proteínas en sustancias que puedan aportar energía (glucosa). La desnutrición afecta entonces a los órganos (hígado, corazón, riñón...), deteriorando su función, así como una caída de las defensas. La muerte puede producirse por alteraciones cardiocirculatorias, hidroelectrolíticas, intoxicación por acumulación de sustancias tóxicas y lo más frecuente por infecciones. En Amalia los doctores encontraron en sangre y orina cifras elevadas de urea, nitrógeno, lactato y cetonas, productos derivados del catabolismo que hemos visto muscular y graso y que pueden ser muy tóxicas (incluso mortales) cuando se acumulan en el organismo. Quedaría la nutrición parenteral (intravenosa), con mayor mortalidad por infecciones, que es una vía de alimentación que se puede mantener a largo plazo. Que no tuvo Amalia. Y la susodicha vía rectal parece que había sido abandonada tiempo ha.

"Pueblo Cántabro" (23/01/1925)
 
¿Y el insomnio o sueño ligero e intermitente? Porque la falta de sueño produce falta de concentración, somnolencia, torpeza, malhumor, estrés, ansiedad, pérdida de memoria a corto plazo y de recuerdos, lentitud en el habla, problemas de comprensión... A partir del tercer día sin dormir pueden provocar la manifestación de locura temporal y alucinaciones. Fisiológicamente tenemos disminución en la temperatura corporal basal, arritmias o provocar altos niveles de azúcar en la sangre. Pero Amalia no parecía tener estos efectos. ¿Seguro que era insomne? El doctor Gutiérrez reconoció que tal hecho no pudo ser probado más que en los quince días que duró el seguimiento continuado.

"El Pueblo Cántabro" (02/03/1926)
 
Todos estos factores resultaban sorprendentes para la sociedad de principios del siglo XX y convertía a Amalia en un fenómeno mediático que hoy hubiera salido en el “Sálvame” si no fuese por su introversión y ánimo reflexivo. El pueblo llano asumía que Amalia sobrevivía por su fervor religioso. ¡Un milagro! La ciencia, confundida. ¿Amalia? Con un pie en cada lado, pero rezando mucho. Y su fe le permite soportar su enfermedad y le fortalece. Algo así como un placebo. No debemos olvidar que era un tema de cariz humano en plena dictadura de Primo de Rivera que se libraría de la censura y que llenaba páginas en la prensa.

"El Pueblo Cántabro" (08/01/1925)
 
Pero volvamos a eso del morbo popular. La vivienda de la enferma se convirtió en lugar de peregrinaje religioso, científico y periodístico. Su médico de cabecera limitó las visitas para evitar deteriorar el estado de salud de Amalia. Se llegó a verla como una Santa en vida e, incluso, cortaban pequeños trozos de la sábana de la cama cual reliquia. Y, a pesar de todas estas molestias, los Baranda abrían la puerta a todos sin reclamarles dinero, aunque algunos visitantes dejaban algún alimento que aceptaban la señora Agustina y su marido Pedro. Así lo reflejaba el periodista Antonio de Llanos el 21 de mayo de 1925, en un artículo en “El Heraldo de Madrid”. Los padres de Amalia llegaron a vender los aperos de labranza para afrontar los gastos de médicos, pruebas y hospitales. El médico tampoco obtuvo recompensa alguna e, incluso, desembolsó dinero de sus propios ahorros para costear tratamientos hospitalarios de Amalia. De regalo, fruto del caso de Amalia, sufrió el descrédito de diferentes compañeros de profesión.

 
En 1926, más concretamente en febrero, empezará la aventura zaragozana cuando los facultativos de la Clínica de Zaragoza mostraron interés por el caso de Amalia. Los doctores Manuel Gutiérrez y Sebastián Pinedo, tras hablar con la familia y la propia Amalia, vieron en ello la posibilidad de obtener un nuevo diagnóstico. Manuel Gutiérrez advirtió que los médicos zaragozanos eran escépticos sobre la realidad del caso de Amalia. El 16 de febrero un coche de alquiler conducido por el Doctor Manuel, al que acompañaba Ciriaco Villaluenga párroco de Montecillo, llevó a la joven Amalia Baranda hasta Zaragoza.

"La voz de Menorca" (04/03/1926)
 
Ingresó el día 18 de febrero, en el área de ginecología del Hospital Universitario y Ciriaco retornó a Montecillo. Manuel Gutiérrez se quedó un par de días más, supervisando la adaptación de Amalia, luego marchó a Barcelona. La enferma quedó en manos del doctor Echeverría Martínez que se encargaría del aparato circulatorio; el prestigioso doctor Pi y Suñer lo haría del aparato digestivo; mientras que el Doctor Vallejo Nájera sería el responsable del sistema nervioso. El segundo día de ingreso ingirió una papilla para realizar una radiografía. Tras un ataque de nauseas y arcadas la vomitó. Los allí presentes comprobaron que entre los restos no había rastros de jugos gástricos, solo papilla. A la semana los resabiados y prestigiosos médicos maños reconocían su desconcierto. En los dieciséis días de ingreso, a Amalia se la sometió a dos laparotomías más. Con tantas operaciones su vientre estaría cuajado de cicatrices.

"Diario de Burgos" 
(08/03/1926)
 
El diario "El Sol", el uno de marzo de 1926, publicaba: “El médico Don Ricardo Horno, que está al cuidado de la enferma Amalia Baranda Ruiz, que lleva sin comer ni beber varios años, ha facilitado sobre tan extraño caso el siguiente diagnóstico: El caso de Amalia Baranda Ruiz, hospitalizada en la clínica a mi cargo de esta Facultad de Medicina, es realmente interesante, más no en el sentido que el vulgo pretende. Trátese de una histérica que probablemente sufrió un proceso ulceroso de estómago que fue la causa inicial de su causa alimenticia, intolerancia que en la actualidad es completa, encontrándose en un estado de ayuno absoluto, al menos desde que está bajo mi observación. Lo más interesante del caso es que, ante un ayuno total, persistente durante un largo tiempo, según se dice de cinco años, con un número escasísimo de calorías (800), con una cantidad reducidísima de nitrógeno (dos gramos), y con un peso de 33 kilos, habiendo perdido 45 de su peso, la vida se sostiene. ¿Puede el histerismo llegar hasta aquí? Este es un problema planteado que hay que resolverlo con mucho estudio y mucho tiempo”.

"Mundo Gráfico" (10/03/1926)
 
Les desconcertaron estos indicadores, nitrógeno y orina, que eran normales en una persona que ayunase largo tiempo y desmontaba la teoría del fraude. Por no contar con el análisis de sangre que mostraba valores de acetona tan elevados, que, en un organismo más robusto, serían obligadamente letales. Comprobaron que cada milímetro cúbico de esa sangre, tenía un aumento de entre medio a un millón de glóbulos rojos más de lo normal. A mí me sorprende que indicase que ingería 800 calorías al día. Quizá sea una errata. Tras las dos laparotomías declararon que "la rara disposición en que se hallaba colocado el estómago, en su parte inferior pegado a la masa intestinal y por la parte delantera a la caja torácica, lo convertían en un órgano incapaz de desarrollar las funciones propias de él". Era inservible.

"El Pueblo Cántabro" (26/02/1926)
 
El día 6 de marzo Amalia recibió el alta. En casa su estado se agravó acentuándose un desequilibrio del metabolismo celular y la inyección de Phosphorrenal que era la única vía receptora, la hipodérmica, también la rechazó durante un tiempo.

"La Región" (07/03/1926)
 
A modo anecdótico, comentar que el doctor encargado del estudio del aparato digestivo era profesor de Medicina en la Universidad de Valladolid, el cual quedó tan impresionado por el estado del estómago de Amalia que lo empleó como ejemplo en sus clases, por ello, muchos de los estudiantes al acabar el curso fueron visitantes de Amalia en Montecillo. En varios de los periódicos se indicaba que Amalia comulgaba de forma diaria, siendo eso, la Sagrada Forma, lo único que su cuerpo admitía. ¡Milagro! O que esos mínimos nutrientes se deshacían en la boca.

"Nuevo Mundo" (25/11/1927)
 
Pasaban los años y la medicina, frustrada, se desenganchaba de una Amalia desencantada. Las visitas cada vez eran más escasas, lo cual por un lado era un alivio. Para la prensa el caso no vendía… En el verano de 1935 acudieron a Montecillo los doctores Bermejillo, Laburu y Vallejo Nájera, este era el de Zaragoza. Querían investigarla durante un par de días. Amalia respondió: “Adelante, pero no me hagan sufrir más, por favor”. Los médicos no concluyeron nada, pero propusieron su traslado a Madrid. Ella dijo no.


 
"Estampa" (09/10/1928)

En ese mismo año 1935, a la Clínica Universitaria de Zaragoza llegaba un telegrama dirigido al Dr. Pi y Suñer: Amalia Baranda Ruiz de 39 años, había fallecido. Manuel Gutiérrez recibió otro de Pi y Suñer pidiendo el cuerpo para estudiarlo. Ella seguía viva y con buena memoria pues cuentan que recordaba a todos sus visitantes. Y a los que, como ocurría con los monstruos de feria, querían su cadáver.



"Estampa" (23/12/1933)
 
Iniciado 1936, Amalia, empeoraba: Pasaba el día con los ojos cerrados, abriéndolos únicamente ante los azotes de dolor que, cada vez con mayor fuerza, la golpeaban. Aun así, estaba consciente y respondía con cordura, pero con voz muy débil. Sus cuidadores descubrieron un hematoma en el brazo izquierdo. Varios doctores examinaron a la paciente y, si bien eran conocedores del estado casi terminal de Amalia, insistieron de nuevo sobre la posibilidad de su traslado a Madrid. En esa ocasión, Amalia aceptó la propuesta, aunque el viaje debía demorarse un poco. No pudo ser al estallar la guerra de 1936 a 1939.


"Caras y caretas" (24/02/1934) 
Revista de Buenos Aires.


Montecillo quedó en la línea del frente por lo cual el doctor Gutiérrez propuso a la familia de Amalia trasladarla a su domicilio en Espinosa de los Monteros. Estaría más segura y mejor cuidada. Y con el inyectable diario. El siete de agosto, Amalia era trasladada hasta Espinosa de los Monteros. El viaje fue terrible para ella y, a su vez, para quienes la acompañaban por una zona abierta a los disparos republicanos. Manuel Gutiérrez buscó aislarla para su descanso, pero ante las muchas peticiones, permitió las visitas a Amalia.

Domicilio del doctor Gutiérrez 
en Espinosa de los Monteros
 
Desde el año 1926 Amalia era miembro de la Asociación Religiosa María del Sagrario del centro Diocesano de Burgos, motivo por el que podía tener un altar en su propia habitación, escuchar allí misa y recibir la hostia consagrada. Dicho retablo, lo tenemos en la sacristía de la iglesia de San Esteban, en Montecillo de Montija. Habrá aquí un gran momento de mezquindad sacerdotal puesto que el párroco de Espinosa de los Monteros removió cielo y tierra para librarse de ese servicio a mediados de agosto. Envió una carta al obispado y en su respuesta, seis días después, le permitían reclamar el documento donde venían recogidos los privilegios de Amalia. No apareció y la enferma dejó recibir la comunión diaria. La recibirá solo jueves y los domingos a primera hora de la mañana.

"La Región" (10/12/1924)
 
A finales de agosto los ojos de Amalia habían comenzado a hundirse, los parpados y labios estaban cianóticos, la respiración pesada, desorientación… La enferma sabía que llegaba su fin y empezó a organizarlo: Pidió a María, la hija del médico, que estuviese siempre cerca de ella y a Carmen Astarloa, esposa del doctor Gutiérrez, que preparara su mortaja.
 
El domingo, 20 de septiembre, Amalia había perdido el habla. El lunes, a las diez y media de la mañana, se la aplica el Sacramento de la Extremaunción. A la una y media del veintiuno de septiembre de 1936, expiraba. Bueno, “Cuarto Milenio” dijo que murió en diciembre. En su partida de defunción figura como causa de la muerte “Uremia cerebral”. La acumulación de productos tóxicos en la sangre, incluida la urea. El riñón no filtraba ya los tóxicos.

Cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
 
Pero la aventura de Amalia no se agotó con su muerte. Vestida como deseaba fue velada hasta la tarde del 22 de septiembre en el comedor de la casa de la familia Gutiérrez-Astarloa. Ese día, a las once de la mañana, el juez firmó el acta de defunción, firma que fue acompañada por la de diferentes testigos entre los que se encontraba un hermano de Amalia, Dionisio Baranda. A las cuatro y media el cabo del puesto de la Guardia Civil de Oña, Diez Alonso, el guardia del puesto de Quincoces, Olegario Villanueva, el sastre Dionisio Marañón, Joaquín Santana, abogado y algunos familiares de Amalia cargaron con la caja. Del ataúd pendían cuatro cintas blancas, de cuyos extremos iban cogidas las hijas del doctor Gutiérrez, María y Mercedes y otras dos jóvenes, vecinas de Noceco.

"La Región" (11/12/1924)
 
En el camposanto se abrió el féretro para que la multitud lo viese y crease reliquias por contacto. De esta labor se encargó un capellán voluntario en las milicias nacionales llamado Pelayo Cantón Armendía. Según el documento se trató de un enterramiento de quinta clase, es decir, el enterramiento más humilde que se podía realizar. Más tarde, dicen, se exhumaron los huesos de Amalia y fueron colocados en el panteón de la familia de la esposa del doctor Gutiérrez, los Astarloa. Seguro, pero no figura en los documentos diocesanos.
 
 
 
 
 
Bibliografía:
 
“La pregunta número siete”. Juan José López Núñez.
“Misterios y enigmas del norte de Burgos”. Fran Renedo Carrandi.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “El Cantábrico”.
Periódico “El Progreso”.
Periódico “La Tierra”.
Periódico “El Adelantado”.
Periódico “La Cruz. Diario católico de Tarragona”.
Periódico “La Región”.
Periódico “Diario de la Marina”.
Periódico “El Pueblo Cántabro”.
Periódico “El Luchador”.
Periódico “La Atalaya”.
Periódico “La Prensa”.
Periódico “El Debate”.
Periódico “La Voz de Menorca”.
Periódico “El Pueblo”.
Periódico “El diario palentino”.
Periódico “El día de Palencia”.
Periódico “El Orzán”.
Periódico “Correo de la Mañana”.
Revista “Mundo Gráfico”.
Periódico “El siglo futuro”.
Periódico “La Libertad”.
Periódico “El Heraldo de Madrid”.
Periódico “el Liberal”.
Periódico “El siglo futuro”.
Revista “Caras y caretas”.
Revista “Estampa”.
Revista “Nuevo Mundo”.
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
Blog “Tierras de Burgos”. 
Web “Te interesa saber”. 
Programa “Cuarto Milenio”
Podcast “el prisma de la razón”.
"Vida de Amalia Baranda". Domiciano Sáez Estefanía.
 

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