Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 26 de octubre de 2025

Cuando se desconfiaba de los políticos municipales.

 
 
“VILLARCAYO 25 (11 m.). -El sábado último tomó posesión del cargo el delegado gubernativo de este partido judicial D. Antonio Calderón y López Vago, capitán de Infantería. El acto se verificó en el salón de sesiones de la Casa-Ayuntamiento. El alcalde presentó al delegado en un discurso patriótico, que terminó con vítores al Directorio y al Rey. (Febus.)”.
 
Este pequeño párrafo del periódico “El Sol” del 23 de diciembre de 1923 nos sirve de pie para hablar de una peculiaridad de la dictadura de Primo de Rivera. Y no es la censura y el arte de fabular al escribir. El gobierno del dictador buscaba modernizar España y, para ello, era necesario purgar el país de estructuras -formales e informales- que entorpecían ese cambio. Pero en lugar de cambiar a todos los cargos públicos municipales procedió a crear la figura de los Delegados Gubernativos en los partidos judiciales, ejecutores de las medidas de saneamiento dictadas para regenerar la nación:
 
“Por cada cabeza de partido judicial, y como delegados de los gobernadores civiles de las provincias, se designará un jefe o capitán del Ejército, que informará a aquéllos de las deficiencias funcionales de los Ayuntamientos que constituyan el partido judicial correspondiente, proponiendo los remedios adecuados e impulsando en los pueblos las corrientes de la nueva vida ciudadana”. (R.D. 20/10/1923)

Villarcayo 

Por tanto, los delegados eran el puente que enlazaría con la nueva ley municipal. Debían supervisar y orientar las funciones de los concejos. La pena es que solían desconocer todo sobre la zona a la que eran destinados, lo que mermaba desde el principio su posible eficacia. Dadas sus difusas funciones los Delegados Gubernativos ejercían el poder real en los municipios. Es por eso que, cuando Eliseo Cuadrado quiso dimitir, en 1925, como concejal de Villarcayo necesitó la autorización del Delegado Gubernativo según el artículo 89 del estatuto municipal.
 
Estos funcionarios eran el arma contra el caciquismo. Para ello, recurrían a “personas independientes” mientras eludían los movimientos de aproximación por parte de las estructuras caciquiles. Uno de estos movimientos era dando coba al delegado como, por ejemplo, publicando una nota de prensa por su cumpleaños:

Diario de Burgos
10/12/1924
  
Su nombramiento era por un año para evitar corruptelas del militar delegado. En este tiempo figuraban como disponibles cobrando la diferencia hasta su sueldo en activo, así como las indemnizaciones que originasen sus viajes oficiales, que se pagaban por el partido judicial a prorrateo entre los municipios. ¡Otra razón para “alegrar” a los dirigentes lugareños! Eso sí, el viaje de incorporación a sus puestos era por cuenta del Estado. A su vez el pueblo cabeza de partido judicial -en nuestro caso Villarcayo- estaba obligado a proporcionarles casa, vivienda, oficina o, en su defecto, una gratificación mensual de 75, 100 ó 150 pesetas según el empleo del delegado. En concepto de gastos de material y personal de oficina y franqueo, percibian cien pesetas mensuales, también a prorratear entre los pueblos del partido judicial.

Diario de Burgos
 
El plazo máximo de permanencia hizo que varios militares pasasen por Villarcayo como el capitán Antonio Calderón López-Bago (diciembre 1923 a abril 1924), Gerardo Diez de la Lastra y Peralta (abril 1924 a enero 1925) o Emilio Rodríguez Tarduchy que, residiendo en Briviesca, atendía ese partido y el de Villarcayo desde marzo de 1925.
 
El capitán Antonio Calderón, miembro de la logia masónica “Hijos de la africana”, falleció en 1926 en el protectorado de Marruecos. Gerardo Diez de la Lastra, en 1936, estaba destinado en el Regimiento América 23 de Guarnición en Pamplona.

El Teniente Coronel Gerardo Diez de la Lastra 
en Amorebieta.
 
El señor Tarduchy (1879-1964) fue el más conocido de los Delegados Gubernativos que estuvieron en Villarcayo. Era un militar sevillano, comandante de Infantería, que se le nombró delegado gubernativo en los partidos citados. Por Orden Circular de 23 de mayo de 1931 fue declarado indeseable por el entonces ministro de la Guerra y el 6 de julio del mismo año se le concedió el retiro causando baja en el Ejército.
 
En 1932 tomó parte en los trabajos de preparación de la sublevación del 10 de agosto, cumpliendo los cometidos que le ordenara el general Luis Orgaz. En 1933 publicó, con el periodista César González Ruano, una biografía del general Sanjurjo. Fue uno de los hombres que gozó de la confianza, el respeto y la simpatía personal de José Antonio Primo de Rivera.

Emilio Rodríguez Tarduchy
 
Constituida Falange Española, fue designado jefe de Asistencia Social y se le incluyó entre los miembros fundadores de la primera Junta Política, asistiendo a los trabajos del primer Consejo Nacional de FE de las Juntas de ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS). Como periodista, con carné número 19 de la Asociación de la Prensa de Madrid, fue director de “La Correspondencia Militar”, y subdirector y crítico militar del diario carlista “El Siglo Futuro”. Fundó, a finales de 1933, junto con Bartolomé Barba Hernández, capitán del Cuerpo de Estado Mayor, la Unión Militar Española (UME), formando siempre parte de la Junta Directiva; encargándose mayoritariamente de la misión de unir a los militares retirados por la Ley Azaña y consolidar una red de apoyo que recibió el nombre de “sección Tarduchy”. Tras el triunfo del Frente Popular, Emilio se volcó en la conspiración que dio lugar al levantamiento militar. Era vicepresidente de la Junta Central que la UME había constituido en Madrid para ello.
 
Pasó la Guerra Civil dentro de la Embajada de Chile, en Madrid, donde se refugió el 10 de octubre de 1936, con su esposa e hijos, tres de los cuales, aún menores de edad, fueron asesinados cuando, engañados, salieron de la protección diplomática para dirigirse a su domicilio para retirar algunas pertenencias de su madre. Salió de la Embajada de Chile el 3 de marzo de 1939 para ponerse al frente de los Tercios de Requetés que clandestinamente se estaban organizando en Madrid y con los cuales actuó los días 28 y 29 de dicho mes de marzo.
 
Acabada la guerra, por Orden comunicada el 6 de junio de 1939 el ministro de Defensa Nacional le nombró jefe de su Secretaría Política. Por Orden de 18 de agosto de 1939 se le reintegró a la situación de actividad; ascendió al empleo de coronel con la antigüedad de 28 de marzo de 1939. Se le concedieron tres Medallas de Sufrimiento por la Patria con carácter honorífico, por Orden de 21 de septiembre de 1939, por fallecimiento de sus tres hijos. Recibió el nombramiento de director de la Red Nacional de Radiodifusión. Por Orden de 17 de enero de 1941 fue designado para ocupar la vacante de presidente de la Junta del Patronato de Huérfanos de Militares. En 1942 pasó a ocupar la Delegación Provincial de Madrid de Información e Investigación, un organismo de los servicios de Inteligencia del Estado. En 1943 era inspector de los Servicios Provinciales de Propaganda. Procurador en Cortes en calidad de consejero nacional, en 1952 fue nombrado vocal de la Comisión de Defensa Nacional y vocal de la Comisión de Educación Nacional.

El Castellano (24/11/1924)
 
Descrito algo de la vida de los Delegados conocidos en Las Merindades diremos que su actuación, aunque formalmente igual en todo el territorio nacional, fue más intensa y directa en los municipios rurales. En los grandes municipios, en donde se producen relaciones más institucionalizadas, se guardaban más las formas con escritos a los alcaldes recordando la misión de los delegados gubernativos y menos agresividad en las intervenciones que generaban expedientes o depuraciones de funcionarios.
 
Los Estatutos Municipal de 1924 y Provincial de 1925, influyeron en los regímenes posteriores, hasta el punto de que la República dejó en vigor gran parte del Estatuto Municipal, sobre todo en materia de Hacienda y funcionarios públicos. Es de destacar la importancia que los cuerpos de secretarios e interventores tuvieron en el funcionamiento de las Corporaciones Locales y en su posterior desarrollo.

Diario de Burgos.
26/11/1924
 
La actuación, en general, de los delegados estuvo vigilada y dirigida por los gobernadores. A partir de mayo de 1924 se centraron en la formación de somatenes y núcleos del naciente partido, la Unión Patriótica, con lo que adquirió mayor peso su función de selectores del personal político. Desde estos momentos las tareas de fiscalización irían perdiendo importancia y empuje. Prestarían mayor atención a sancionar los comportamientos públicos o a organizar fiestas patrióticas de todo tipo. Quienes habían de jugar un papel esencial en la regeneración del país se estaban convirtiendo en censores de la moral pública. Para finales de 1924 se encargaban, además, de vigilancia de la confección del censo electoral, fomento de la creación de pósitos, inspección de la enseñanza primaria, ejercicio de la censura de prensa...

Diario de Burgos.
24/11/1924
 
Los Delegados Gubernativos fueron criticados por las autoridades locales por su coste y el abuso de sus competencias. En algunos casos crearon un nuevo caciquismo. Visto esto, el Directorio redujo sus funciones y su número, pasando en enero de 1925 de 426 a 138, y se les puso bajo las órdenes estrictas de los gobernadores civiles (en 1927 quedaron reducidos a 72, trabajando como asesores de los gobernadores civiles).
 
 
 
Bibliografía:
 
Periódico “El Sol”.
“Los delegados gubernativos militares (de la provincia de Alicante) durante la dictadura de Primo de Rivera”. Juan Francisco Pérez Ortiz.
“La administración local en la dictadura de Primo de Rivera”. José Antonio Gómez Pedreira.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “El Castellano”.
Periódico “El Adelantado”.
Real Academia de la Historia.
Portal digital de la cultura navarra.
“Orígenes ideológicos de los talleres masónicos contemporáneos en Melilla: Militares y Masonería (1893-1927)”. Vicente Moga Romero y Adoración Perpén Rueda.
“El Cuerpo de Oficiales en la Guerra de España de Carlos Engel”.
 

domingo, 19 de octubre de 2025

Cazadores descuidados en Puentedey.

 
 
Marchemos a marzo de 1980 cuando se hicieron unas obras de cimentación en una finca de Puentedey, situada en la zona de La Cueva, propiedad de Esteban del Valle. La Cueva está situada al pie de la formación caliza de la Peña de Ladrero, en la base de la pendiente que está formada por elementos fruto de la erosión de la loma y su sedimentación. Pasando el pueblo camino de Santelices por la nueva vía verde.

 
En la excavación fueron encontradas unas curiosas piezas metálicas. Se hallaron a una profundidad de entre 1`60 metros y 1`70 metros. La posible causa de encontrarlos a esa profundidad sería esa acumulación de sedimentos puesto que lo normal es encontrar estos restos históricos en capas superficiales. Estos objetos de hierro llamaron la atención de los albañiles que los entregaron al propietario del terreno. Al extraerlas fueron descontextualizadas y se desconoce si hubo otros materiales que pasaron desapercibidos. Los trabajadores hablaron de “unas piedras grandes” pero los arqueólogos no pudieron comprobarlo al llegar al lugar con la obra terminada. Esas piedras grandes podrán ser partes de una tumba cercana a una posible ermita en el lugar o restos de esa desconocida ermita. Pero no hay ni pruebas ni era tradición medieval enterrar con ajuares del estilo.
 
Al parecer lo que se encontró, dedujeron, eran cosas para la caza. Se apoyaban en que el cuchillo -una de las cuatro piezas- era uno diseñado para funciones venatorias y domésticas. En la antigüedad la actividad cinegética, salvo para las élites, no era un “deporte”. E, incluso esto, es discutible. Lo digo para ir poniéndonos en situación porque la caza era uno de los medios básicos que el hombre ha tenido para proveerse de alimento. Otros medios eran la recolección silvestre, la agricultura y la cría de ganado. Y, cuando cazaban, no buscaban esquilmar una zona y aplicar el refrán de “todo lo que corre, nada o vuela… a la cazuela” sino que tenían unos objetivos precisos. La caza no era, para la mayoría, la fuente principal de alimentos e, incluso, podríamos hablar de tres formas de cazar en función de la necesidad: la caza defensiva, la caza ofensiva y la caza lúdica.

Ejemplo actual de cuchillo de acero para cortar carne.
 
Dicho así no resulta muy claro a qué nos referimos, pero si les explico que los campesinos y ganaderos se defendían de osos, lobos, zorros y jabalíes matándolos -recordemos las loberas- porque atacaban sembrados, ganados y colmenas. La caza ofensiva, deberíamos llamarla caza alimenticia porque su objetivo era conseguir proteínas, se orientaba a la caza de liebres, conejos y algunas aves, sobre todo perdices. Es decir, caza menor. La caza, toda caza, también les proporcionaba pieles que utilizaban para su vestimenta y materiales para equipamiento doméstico. Incluso podemos encontrarnos con cazadores profesionalizados tanto alimañeros como de consumo.
 
Y, por último, la caza deportiva, por diversión, por ocio. Por mentira. No existía en el medievo el ocio por el ocio porque no existía el tiempo libre de esta era postindustrial. ¿Entonces? Definiríamos como “caza deportiva” a la caza que, además, producía placer, ejercicio físico o formación con las armas a los participantes. También le servía al señor para una labor de policía y conocer mejor sus tierras y sus gentes. Era una actividad asociada a la caza mayor, a osos, ciervos, jabalíes…
 
Por supuesto, la gente que salía a cazar llevaría un morral con yesca, pedernal, aguja, hilo, antídotos contra el veneno de las víboras, provisiones y una calabacita ceñida a la cintura. Y, esencialmente, dos armas: una lanza, de hierro corto y vara de madera de unos siete u ocho palmos de largo (como un Rejón) y un puñal o cuchillo recio, apto para apuñalar y desollar a la presa.
 
Dicho lo anterior, lo que se encontró en esa cimentación fue: un cuchillo, una punta de dardo, un rejón y otro trozo de hierro de difícil identificación.

 
El cuchillo es de hierro con una hoja ancha de sección triangular y espigón de enmangue de sección octogonal. La hoja solo estuvo afilada en la parte delantera. Su longitud era de 115 milímetros con un ancho de 3 centímetros, el espesor fue de 4 milímetros, y, en la parte no afilada, 0`7 milímetros. El espigón tiene una longitud de 7`2 centímetros con una sección de 9`5 por 8 milímetros. El posible mango pudo ser de hueso o de madera del tamaño del espigón de enmangue, al menos. No se aprecia en la foto perforaciones para ajustar el mango.

Componentes de un cuchillo medieval.
 
Al ser una herramienta de hoja ancha con filo en la parte delantera podemos verla como un cuchillo de caza o para desollar y despiezar caza o reses sacrificadas. Hoy hay, todavía, cuchillos similares. ¡Será cierto eso de que los buenos diseños perduran! Podemos ver representaciones de cuchillos parecidos en esculturas románicas como las presentes en unos capiteles de las iglesias cántabras de Bareyo y Silió.

 
La segunda pieza es una Punta de dardo de hierro, apreciándose el cierre del enmangue tubular soldado. Tiene forma de hoja de laurel y sección romboidal. La longitud de la hoja es de 10 centímetros con un ancho máximo de unos dos centímetros y un espesor de 4`5 milímetros. El enmangue de forma tubular tiene 12 milímetros de diámetro y la soldadura tiene una longitud de 4`5 centímetros. En este enmangue hay restos del astil de madera. En el catálogo del London Museum hay una punta de lanza con la misma forma pero de tamaño doble y, en los dardos, dos formas muy similares. Este estilo de puntas de dardo está documentado tanto en escenas de caza como de guerra.

 
La tercera pieza podría ser un Rejón. A los aficionados a la tauromaquia les sonarán palabras como “rejoneo”, “rejoneadores” y demás. Pero, a su vez, podría ser una parte de un arma arrojadiza, aunque al ser de forma asimétrica sería prácticamente inútil como arma arrojadiza. Por ello, centrémonos en la idea del rejón. Pensamos que sería utilizado por peones tanto en guerra como en la caza, montada la punta de hierro sobre un astil. Vemos armas muy similares en manos del defensor de un castillo representado en un fresco del palacio de Berenguer de Aguilar, conservado en el Museo de Arte Moderno de Cataluña o en los hombres que alancean un jabalí en una miniatura del Libro de Horas de Adelaida de Saboya, que se guarda en el Museo Condé en Chantilly, de principios del siglo XV. Y, algo similar a un rejón sería lo que vemos en los mosaicos de caza romanos.

 
Ese posible rejón era un objeto robusto con tres partes bien diferenciadas: una punta de filo curvo que se unía al espigón con un doble bisel curvo por la hoja y recto en el dorso. Presenta éste una sección cuadrada, dando paso a un enmangue tubular abierto con ojo para remache. Además, existió una ligera curvatura hacia la zona ventral. La longitud total es de 23`1 centímetros. La punta: largo 35 milímetros, ancho máximo 18 milímetros, espesor 5`5 milímetros. Cuerpo: largo 11 centímetros, ancho máximo 9 milímetros, espesor 8 milímetros. Enmangue tubular abierto: largo 89 milímetros, ancho base 19 milímetros, espesor 18 milímetros. Ojo del remache de 5 milímetros de diámetro.

 
Por último, hallaron un objeto de hierro de difícil identificación que pudo ser una Gubia o una lanza. Su sección, tanto como el hallarse doblado, de un modo aparentemente casual, por su extremo, crean cierta incertidumbre alrededor del mismo. Como forma en disminución de la hoja se podría comparar con una punta de dardo conservada en el London Museum, y su sección con un dorso apuntado nos encauzaría hacia un instrumento de carpintería: el formón. La longitud total de la pieza es de 164 milímetros. La hoja es de sección pentagonal recta de espesor máximo 5`5 milímetros, disminuyendo ligeramente hacia la punta y aplanándose. El largo es de 194 milímetros, y el ancho en la punta de 1`6 centímetros por 1`3 centímetros, en la base. El espigón para enmangue tiene una longitud de 6`9 centímetros y la sección es circular con un diámetro medio de 5`5 centímetros. Se halla desplazado del eje de la pieza accidentalmente y como las anteriores es de hierro.
 
El estado de conservación de las piezas era aceptable, permaneciendo un gran núcleo de hierro en las cuatro piezas. Se hallaban cubiertas de óxido con incrustaciones silíceas y capas de carbonatos.
 
Gracias a que este tipo de cuchillo es representado con frecuencia en la escultura románica de los siglos XII al XIII, con pervivencias posteriores, lo podemos situar en este periodo de tiempo. Armas similares al rejón aparecen representadas desde el siglo XIII hasta principios del siglo XV. Por ello, los investigadores, situaron estos objetos a finales del siglo XIII o principios del XIV. Aunque este tipo de armas, por el alto precio del hierro y la pobreza de la zona, se reutilizaban durante mucho tiempo.
 
Deben estar en el Museo Arqueológico de Burgos en calidad de depósito.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Hallazgo de útiles venatorios de época medieval en Puentedey (Burgos)”. José Ángel Churruca García - Luis G. Valdés.
“Los libros de caza medievales y su interés para la historia natural”. José Manuel Fradejas Rueda.
“Caza y cazadores en la Castilla bajomedieval”. José Luis del Pino.
“Puentedey. Historias de los días de antaño”. Miguel Ángel Alonso Saiz.
 
 
 
 

domingo, 12 de octubre de 2025

Por una oveja y un carnero.

 
 
Nos vamos a acercar al lejano año de 1666 para recordar una trifulca montada entre los vecinos -algunos vecinos- de dos pueblos colindantes. “¡Pues vaya cosa!” me dirán “si todos los vecinos tienen roces”. Cierto. Este ocurrió entre residentes en La Aldea y en Barruelo. Una disputa por el uso de un lugar llamado Pragovino, en Barruelo. Lugar que hoy no figura en los mapas con ese nombre por lo cual solo podemos conjeturar su ubicación. ¿Es Los Huertos, Santimia, Los Pozos, El Prado…? Podemos llegar a deducir que Pragovino sería algo así como prado ovino tanto por su nombre como porque para esto se empleaba. ¿Quizá con esto podríamos decantarnos por El Prado, aunque esté alejado de La Aldea? ¿O quizá por esa distancia es el correcto?

 
El pleito fue rescatado por Jesús Moya en un legajo del archivo de Villarcayo mal conservado. El principal problema de estos documentos legales, vistos con nuestros ojos, es que eran piezas de estilo farragoso y, a menudo, anárquico. Había unas líneas generales -muy generales o muy laxas- basadas en la costumbre y en las llamadas Leyes de Estilo. Y luego están los ratones y el “reciclaje”. Lo más seguro es que nuestro legajo fuese un pleito de los llamados “Juicios ordinarios de primera instancia iniciados a pedimento de parte”. En estos casos el sumario comenzaba con la denuncia por la que el escribano del juzgado da fe de cómo en determinada fecha y lugar se presentó el demandante o su procurador y cursó la denuncia. Lo digo por las circunstancias privadas de la bronca interpueblos.
 
El asunto era que los de La Aldea, reconociendo que el Pragovino era de Barruelo, pretendían tener el derecho inmemorial para meter sus ovejas y apriscarlas allí en pie de igualdad con los de Barruelo. Esto generó esos enfrentamientos que llevaron a la cárcel de Medina de Pomar -Jurisdicción del duque de Frías- a tres vecinos de Barruelo: Sebastián Ruiz y Juan de Pereda Velasco, que eran los regidores, y a José Fernández. Los regidores presentaron un escrito solicitando algo así como un Habeas Corpus ante el juez para que decretase su libertad o procesamiento:
 
“Sebastián Ruiz y Juan de Pereda Velasco, vecinos y regidores del lugar de Barruelo, presos en la cárcel pública de esta Villa cuatro días ha, sin saber la causa por qué; siendo tiempo de agosto y labradores del campo. Decimos que, aunque tenemos pedido se nos tomen nuestras confesiones, haga culpa y cargo, y dé traslado de lo actuado contra nosotros, no se ha hecho, ni producido sobre ello, de [lo] que se nos siguen grandes daños. Por lo cual, sin ser justo renunciar el derecho de la injusta incarcelación, a V. Merced suplicamos se sirva de hacer según pretendemos por ahora, pues es justicia que pedimos, costas pagadas; de lo contrario tácita o expresamente (...) lo que convenga contra quien haya lugar, y apelamos ante el Rey Nuestro Señor, y ante quien con derecho podemos y debemos”. Cuando le llegó la solicitud al alcalde ordinario de la villa de Medina de Pomar y su jurisdicción, Antonio Galán, ordenó que se les tomase la declaración que solicitaban. Era el 6 de septiembre de 1666.

 
En sus confesiones, declaraciones, tomadas inmediatamente, reconocieron “haberse tomado razón contra una sentencia fallada dos años atrás” que dictaminaba sobre las lindes a favor de La Aldea (1664). No sabemos qué ventolera les daría a los regidores de Barruelo para ir al aprisco -el cercado del ganado- de La Aldea y le prendieron al pastor una oveja y un carnero. Por supuesto, en la acción se incluyeron amenazas al pobre diablo para que se largase de este lugar.
 
El tercer vecino de Barruelo, José Fernández, estaba prendido por la justicia del señor de Medina de Pomar y prestó declaración ese día también -¡para que luego digan que la justicia no es rápida!- a pesar de estar sujeto al poder del señor feudal: “Preguntado si sabe, y es verdad, que el término que se dice de Pragovino, que lo es del dicho lugar de Barruelo, ha sido y es alcance del lugar de La Aldea, y que como tal le han tenido por suyo el concejo v vecinos del lugar de La Aldea para apastar libremente sus ganados mayores y menores (...) desde el día de Ntra. Sra. de Agosto (o antes, si los vecinos (...) de Barruelo metieren sus ganados (...) porque en este caso (...) siempre son iguales ambos derechos), hasta la sementera (época de siembra); y en esta posesión han estado y están el dicho concejo y vecinos (...) quieta y pacíficamente; además de tenerlo vencido en contradictorio juicio por sentencias y autos de jueces árbitros y de la justicia ordinaria de esta Villa, que le han sido y son notorios al concejo y vecinos (...) de Barruelo, y a este confesante como vecino de él (...) diga lo que sabe. Dijo que niega lo que esta pregunta refiere, y en cuanto a las sentadas y autos, no los ha visto, ni de ellos tiene noticia, y esto responde.

 
Preguntado si en los días que se contaron 28 y 29 de agosto de este presente año de 1666 este confesante, en compañía de Juan de Pereda Velasco, vecino y regidor del dicho lugar de Barruelo, y de Sebastián Ruiz, así mismo vecino de él, y otras personas juntamente con ellos, contraviniendo a la dicha sentencia y autos, y al derecho y posesión que ha tenido y tiene La Aldea, con ánimo de perturbársela a fin de mover pleitos y disensiones entre ambos concejos, de su autoridad se fueron al dicho término de Pragovino, y estando en él el hato y vez del ganado menudo del dicho lugar de La Aldea con Andrés Martínez, su guarda y pastor que lo apacentaba, le prendaron y sacaron del dicho hato y vez un carnero y una oveja, diciendo que no podía allí apacentar el ganado, por no ser alcance del dicho lugar de La Aldea; y se llevaron consigo al dicho lugar de Barruelo el dicho carnero y oveja, sin lo haber querido volver. Y después acá han hecho otras prendarias en el dicho ganado, llevándose otras cabezas del dicho término, en que cometieron grave delito, por no haber tenido para ello causa ni razón alguna; Diga lo que sabe. Dijo que a los fines del mes de agosto de este presente año este confesante, por mandado de Juan de Pereda Velasco, regidor del dicho lugar de Barruelo, y en su compañía, prendaron el hato y vez del lugar de La Aldea que estaba en el término de Pragovino con su pastor, y sacaron de él dos carneros (¿No eran una oveja y un carnero?) y se los llevaron a dicho lugar de Barruelo por prendarias, por no poder apastar dicho ganado en dicho término, donde nunca vio ni oyó fuese alcance ni propiedad de dicho lugar de La Aldea, antes bien, sabe que se han prendado los ganados de los vecinos de él entrando en dicho término, y han pagado las prendarias llanamente, y en esta posesión ha estado el dicho lugar de Barruelo, como lo protesta probar y verificar y esto confesar; y lo demás, niega (…)”
 
Paremos un poco esta máquina judicial y démonos cuenta que estos tres vecinos de Barruelo estaban en la cárcel. ¿Por qué? Por un lado, razones económicas que luego matizaremos y, es que, la necesidad imperiosa de cobrar cuanto antes las costas judiciales; y, por otro, la facilidad con que los procesados podían huir para refugiarse en cualquier lugar fuera de la jurisdicción del instructor. Esto obligaba a los jueces a dictar rápidamente autos de prisión para evitar fugas y autos de embargo contra los bienes de los acusados. Esta costumbre generaba tensiones durante la fase de instrucción del sumario y enormes volúmenes de documentación. Esto último nos permitía tener unas ratas bien nutridas.

 
Antonio Galán, juez ordinario de Medina de Pomar, mandó trasladar las declaraciones al regidor de La Aldea, Pedro de Cartes, y a su concejo para que dentro del plazo de un día alegasen. Y la saturación de tramites e intermediarios judiciales, a los que en España somos dados, se puso en marcha para este procedimiento criminal -al fin y al cabo, era un robo y lesiones-. Los representantes de los de Barruelo fueron Pedro García de Salinas y Juan Vicente Exquerro. Y, en la otra esquina, “Francisco Çorrilla, en nombre del Concejo y vecinos del lugar de La Aldea, en la causa criminal contra Juan de Pereda, Sebastián Ruiz y José Fernández, sobre haber perturbado en la posesión quieta y pacífica que dicha mi parte (...) tiene en término de Pragovino, y haber llevado y sacado de él ciertos carneros y ovejas (¡Cada vez son más ovinos!) pretendiendo maltratar al pastor. Digo que dichos acusados cometieron gravísimo delito porque, estando mi parte en dicha posesión de inmemorial tiempo a esta parte, de poder pastar en los dichos términos y majadear en ellos como los mismos vecinos de Barruelo, desde el tiempo que ellos entraron con sus ganados en él perturbaron a mi parte este derecho (...)”.
 
Este proceso, circunstancial alimento para ratones, contiene joyitas como la denuncia de Salinas a Zorrilla del Hoyo por negligencia y ánimo de molestar a sus representados -los de Barruelo-, presos durante su trabajo en el campo, por ser agricultores y “tener sus panes perdidos en las eras”. ¿La causa de esta denuncia? Pues que el procurador de La Aldea dilataba el proceso porque, aunque se le había dado un día para las alegaciones, llevaba sin entregarlas casi tres. Salinas presentó esta queja el día nueve a las nueve y media de la mañana demostrando una celeridad que parece que le faltaba a su contrincante. Claro que, veo un problema, porque Salinas exigía la puesta en prisión del procurador de los de La Aldea. Y no soy abogado, pero creo que esta técnica no aceleraría el proceso, sino que lo ralentizaría más aún. Pero eso: no soy letrado y no tengo esa destreza en las argucias procesales del siglo XVII. Además, ¿para qué narices querían los de La Aldea dilatar el proceso si eran las víctimas? Puedo maliciar que la causa sería fastidiar a los encarcelados el mayor tiempo posible. Con ello, Pedro de Cartes y su representante legal, Zorrilla, asumían que el castigo por el daño era, a su entender, inferior al que merecerían los encarcelados.

 
¡Y lo encarcelaron! Çorrilla del Oyo -Zorrilla del Hoyo- terminó bajo el mismo techo que los regidores de Barruelo y, esperamos, que no compartiendo la misma celda. Digo los regidores porque, como han leído con los de Barruelo, había clases y clases. Zorrilla, nervioso, elevó un escrito manifestando que se encontraba en la cárcel pública de Medina de Pomar “a pedimiento del concejo y vecinos del lugar de La Aldea digo, del lugar de Barruelo (...)” Lo dicho: estaba nervioso. Y cabreado con Pedro García de Salinas a quien culpaba de su situación: “El cual dicho pleito tengo entregado al Letrado de mis partes, el cual no me [lo] quiere entregar hasta que mis partes den el alegato que les toca. Por tanto, a V. Merced pido y suplico mande sacarme de la prisión en que estoy, y tomar (?) mandamiento por dicho alegato, pues soy preso en dicha prisión, y mandarme soltar de ella. Es justicia que pido por (...)”.
 
Gracias a Dios el alcalde ordinario no era como los jueces contemporáneos españoles que suelen cojear de varios pies incluido el alargamiento de plazos y en una semana dictó un auto o sentencia contra los de Barruelo.
 
“En la villa de Medina de Pomar, a trece días de septiembre de 1666 años, el Señor Antonio Galán, alcalde ordinario en esta merindad, con acuerdo del infrascrito asesor, habiendo visto estos autos y la culpa que de ellos resulta contra Juan de Pereda Velasco, regidor del lugar de Barruelo, y Sebastián Ruiz y José Fernández, así mismo vecinos de él, y otros consortes, sobre delito de contravención del uso costumbre y observancia, en ejecución de sentencias de jueces árbitros arbitradores pronunciadas y consentidas el año de 1580, y penas conminaciones y destierros en que han sido multados los perturbadores de dichas sentencias de jueces árbitros, por sentencias definitivas dadas en esta Audiencia y Juzgado los años de 1603 y 1604, por no hacer inacabables los pleitos: Dijo que mandaba, y mandó, que las prendas (Las ovejas y carneros robados, prendidos) que han tomado y llevado los susodichos a los vecinos del lugar de La Aldea, que es de esta jurisdicción, se vuelvan y restituyan primeramente y ante todas las cosas, como a despojados. Y para con mayor conocimiento proceder contra los dichos Juan de Pereda y demás consortes referidos, recibía y recibió este negocio y causa a prueba con término de nueve días comunes y con todos cargos de prueba pública y conclusión y citación para sentencia (...). Y, por ahora, paguen las costas y camino los presos y lo demás se reserva al fiscal y sentencia definitiva”.
 
Y, ya que estamos, informaremos de que, en los tribunales locales de primera instancia, la sentencia aparecía siempre o casi siempre en el sumario, dado que ésta se expedía como cualquier otro documento judicial, es decir, en el sumario se incluía el texto validado por el juez y corroborado por el escribano, y luego éste, tras su lectura pública en la Sala de Audiencias, procedía a comunicarla mediante notificación por escrito a las partes personadas en la causa. Hemos de suponer que llegó a coincidir con lo que aquí hemos leído.

 
Esta resolución provisional no gustó al pícaro letrado Salinas, ni a sus defendidos claro, y apelaron sobre la marcha. Y no solo apelaron, sino que no adelantaron pago alguno y, así, Zorrilla del Hoyo, con una letra menos descompuesta que la trazada mientras estuvo encarcelado, presenta un escrito protestando de que los contrarios no acataban la sentencia. La fecha del documento es el 13 de septiembre de 1666. La víspera, los de Barruelo, tanto los libres como los inculpados presos, habían otorgado carta de poder a su regidor Juan de Sedano, a Simón Alonso de Celada y a otras personas, incluido el cura beneficiado de Medina de Pomar Ruiz de Andino. No les sirvió de nada. Se siguió fallando a favor de La Aldea. Los peor parados fueron los tres encarcelados que debieron responder con sus personas y sus patrimonios para cubrir daños, perjuicios, costas del pleito y su ejecución. Con este fin se habían inventariado previamente todos sus bienes y embargado preventivamente cuando fueron detenidos. Con lo cual vemos que en el siglo XVII conocían lo que era un alzamiento de bienes y las medidas cautelares. ¡Y bien que hacían en preocuparse! Tengan en cuenta que los juicios eran sufragados básicamente con las costas y las penas de cámara que satisfacían los encausados. Desgraciadamente, el cobro de estas sanciones era inseguro, pues dependían de la solvencia de los procesados, y, además, sólo podían ser requeridas muy al final del procedimiento, cuando había sentencias o, cuando menos, acusaciones formales.
 
Se ha conservado el inventario de los bienes de dos de los tres detenidos. El otro engordó a una generación de ratones. Sabemos así que el alcalde de Barruelo consignó a Francisco Díaz Andino como custodio de los bienes de los embargados:
 
  • Sebastián Ruiz: Dos bueyes, el uno color rucio, de edad de 10 años, y el otro color hosco, estrello, de edad de 6 años; una pollina parda rucia, de edad de 8 a 9 años; cuatro ovejas y cuatro cabras; una lechona mediana; cinco fanegas de habas crudias; cuatro fanegas de cebada; doce fanegas de trigo; un bufete de nogal y tres escabeles de nogal; dos bancos largos; una caldera de cobre mediana, una sartén y un asador; dos sábanas y dos lenzuelos y dos mantas y dos almohadas; y en la era de abajo 40 haces de trigo de por trillar.
  • Juan de Pereda Velasco, vecino y regidor de Barruelo, tenía: dos bueyes, colores pardos, de edad de a 6 años; una pollina color pardo, de edad de 7 años; cuatro cabras y dos ovejas; seis fanegas de cebada; veinte fanegas de trigo; cinco fanegas de centeno; tres fanegas de trigo en la parva; una mesa y dos bancos viejos; dos escabeles de nogal y dos arcas; dos lenzuelos, dos sábanas y dos mantas; una caldera de cobre, una sartén, cuatro platos, y cuatro escudillas


 
A pesar de que no tenemos el del tercero podemos asumir que sus pertenencias serían, como mucho, parejas a las ya conocidas. Vemos que no se les embargó el inmueble ni la cama -quien tiene sábanas tiene cama, digo-. Y, es que, la legislación disponía de elementos inembargables como la cama o los aperos de labranza.
 
 
 
 
Bibliografía:
 
“Papeles viejos de Castilla Vieja. Crónicas de Ayer en el archivo de Villarcayo”. Jesús Moya.
Visor SigPac.
“Los tribunales castellanos en los siglos XVI y XVII: un acercamiento diplomático”. Pedro Luís Lorenzo Cadarso.
 

domingo, 5 de octubre de 2025

Busnela o Busnuela: más que un dolmen. O menos.

 
 
Busnela, Busnela, o Busnuela como aparece de en algunos textos, ¿De dónde procede este nombre? Dice María del Carmen Arribas Magro que los espacios denominados roza, bustum, bustellum, bus y gus significan lugares ganados al bosque por los agricultores (los lugareños limpiaban una zona del bosque para cultivar, pero, con el tiempo, se reconvertía en pastos). Las formas compuestas por los elementos bus o guz, proceden de la voz busto. Así pues, nada tiene de extraño que a veces se utilicen como sinónimos los busta/bus-branea. Por su parte Julián García Sainz de Baranda entendía que el término significaba “que va al río Nela o hacia el Nela”. Otras fuentes nos hablan de que bustum tiene el significado de lugar donde se quemaban los cadáveres, sepulcro, tumba. En nuestra toponimia ha dejado rastro en esta localidad de Busnela, situada en la ladera sur de los montes del Somo.

Busnela en 1946
 
Dicho esto, nos dirigimos a este rinconcito de la merindad de Valdeporres que descansa perdido entre los montes de La Virga, del mismo macizo que El Escudo, a una altura ya considerable. Para llegar deberemos circular por una estrecha carretera que parte de Santelices y pasa por Cidad de Valdeporres. El caserío da vista por el sur al gran castro de La Maza; limita por el norte con las branizas de los pasiegos de San Roque de Río Miera, por el este con los Montes de La Engaña y por el oeste con las tierras de Ahedo de las Pueblas y altos de Porto Seguro.
 
Hay rastros de que este lugar pudo estar habitado en la Alta Edad Media. Se encontraron dos sarcófagos -¿recuerdan eso de Bustum como lugar de tumbas?- y el trozo de un tercero. A falta de mejor interpretación debemos suponer que estuvieron en algún monasterio cercano que no se ha encontrado todavía. De los dos sarcófagos completos, uno es de bañera con la cabeza y hombros marcados y mide dos metros de largo; el otro es antropomorfo con cabecera rectangular de esquinas redondeadas y pies muy estrechos, mide 1`90 metros. Se han fechado en la Plena Edad Media, aunque podrían ser de la Alta Edad Media en base a la inscripción de la lápida conservada en el Museo de Burgos: “967”, la más antigua de Las Merindades después de Mijangos. Fue recogida en el Prado de la Brañía, en Busnela, en 1990 y llevada al Museo provincial de Burgos. Álvaro Castresana estudió el texto: “Ofrece el siervo de Dios Flaino. Este partió el día quinto de febrero en la era de 1005 (año 967)”. La lápida presenta un chaflán central que separa dos cartelas de 30 cm. La inscripción está tallada en escritura visigótica mayúscula; se localiza en el lado derecho en dirección cabeza a pies. Además, la parte superior de la cabecera, fuera del campo epigráfico, tiene una cruz latina y otra girada noventa grados a su derecha.

Lápida de Busnela.
 
El aprovechamiento eremítico del dolmen de Peña la Llana y otra cueva cercana, sin nombre, y a pocos metros del cruce de la carretera que lleva a Ahedo de las Pueblas, parecen manifestar la presenta de ermitaños en la zona de Busnela. Por si ayuda.
 
Busnela no aparece en el Becerro de Behetrías. En 1497 se la incluye con el resto de los lugares del Valle de Valdeporres en una demanda por el aprovechamiento de las zonas comunales en contra de lo recogido en las ordenanzas antiguas. No aparece en el apeo de los bienes diocesanos de 1515. El pleito que se produce en 1587 sobre ocupación de puestos, entre los lugares de Ahedo y Robredo por un lado y casi el resto del Valle y Merindad de Valdeporres no incluye en ninguna de las dos partes a Busnela. En 1591 Busnela tenía cinco vecinos, dos de los cuales eran hidalgos y tres eran pecheros. La referencia documental ha sido siempre a Las Pueblas, y dada su distancia a Ahedo de las Pueblas, en línea recta ésta incluso más cerca que Robredo de las Pueblas, nos inclinamos por pensar que Busnela formase parte de Las Pueblas. A principios del siglo XVII, Busnela tenía ocho vecinos.

Google diciembre 2009
 
Cuando Nicolás Fernández de la Peña se reunió con Domingo López, cura beneficiado de Cidad por no tenerlo Busnela, Manuel Ruiz y Pedro Ruiz para redactar el catastro del Marqués de la Ensenada nos dice que había ocho vecinos más dos viudas y un habitante. Ocupaban diez casas. Pagaban anualmente al rey “por servicio real ordinario y extraordinario treinta y cinco reales de vellón”, y se dedicaba a la labranza y a la ganadería, explotando prados segaderos que producían yerba anualmente. Esta hierba alimentaba a los bueyes de labranza, vacas de vientre, novillos y novillas de recría y venta que formaban la cabaña ganadera junto a ganado ovino, caprino y cerdos para el consumo de sus dueños. La abundancia de pastos era tal que se subarrendaban a ganaderos de otros pueblos cercanos. Eso conllevaba también que estos ganaderos participasen en la propiedad de algunas cabañas tipo pasiego que había en dichos prados. El sistema era similar al aplicado por los pasiegos cántabros y los burgaleses de Cuatro Ríos Pasiegos. Y así fue hasta que mediado el siglo XX se repobló la zona con pinos. Había 224 colmenas repartidas entre Bernardo de la Peña (36), Domingo García (72), esteban Pérez (18), Gregorio Martínez (12), Gregorio de la Peña (33), José Sainz (9), José de Azcona (27), Pedro Saiz (27) y manuela Muñoz (17). Disponían de Perales, manzanos, cerezos, ciruelos, olmos y ¡un nogal! Había un molino harinero de una rueda situado a un cuarto de legua del pueblo que era propiedad de Bernardo de la Peña. Obtenía sesenta reales de vellón.
 
Lo de los censos y catastros no surgió con el de la Ensenada sino, como hemos conocido, los hubo anteriores y, evidentemente, posteriores. En 1767 se hizo otro censo de población de Las Merindades donde nos dice que en Busnela había ocho vecinos, que no ocho personas. Recogemos lo que dice el diccionario Miñano (1825) sobre Busnela: “L. R. de España; provincia de Burgos, corregimiento de Villarcayo, merind. de Valdeporres. Reg. P., 10 vecinos, 37 habitantes, 1 parroquia. Su situación y productos se hallarán en el art. Villavés. Dista 16 leguas de la capital. Contribuye con la merindad”. Nos remite a otro pueblo para ver qué producían. Y allí nos fuimos. Dice: Villavés “y los de Leva, San Martin de las Ollas, San Martin de Porres, Santelices, Pedrosa, Cidad de Valdeporres, Dosante, Aedo de las Pueblas, Rozas, Busnela y Robledo están situados en un valle muy estrecho, regado por el rio Nela; es país muy montuoso, estéril y de los más fríos de España. Confina con las montañas de Pas. Prod. Trigo, cebada, centeno, morcajo, maíz, yeros, ricas habas y otras legumb.; abunda de leña como todos los demás pueblos nombrados”. No nos aclara lo que producía este pueblo. Una pena.

 
A mediados del siglo XIX se publicaba el diccionario de Pascual Madoz. En el epígrafe referido a este pueblo tenemos: “Busnela o Busnuela: L. en la prov., dióc, aud. terr. y e . g. de Burgos (10 1/2 leg.), part. jud. de Villarcayo (5 leguas); Ayunt. de la merind. de Valdeporres, cuyas reuniones se celebran en Pedrosa, con un regidor para su gobierno interior; sit. en una ladera al S. de la cord. que cruza de Asturias á las provincias Vascongadas; le combaten libremente lodos los vientos y disfruta de clima sano. Consta de 20 casas de 18 pies de altura con solo piso bajo, diseminadas, sin formar cuerpo de población; tiene una ermita dedicada á la Santa Cruz, en la que dice segunda misa el cura de Dosante; el cementerio poco capaz en paraje bien ventilado, y una fuente de ricas aguas. Confina con Rozas, Dosante y Ahedo de las Pueblas; entre E. y S. se encuentran algunas cabañas que los pasiegos abandonan en el invierno por la mucha nieve que cae; el terreno es en parte arcilloso y el resto cascajoso; dividido en suertes de primera, segunda y tercera calidad, con hermoso arbolado; le baña el río Nela en dirección de E. á O, al cual se le unen varios arroyos de poco caudal. No tiene otros caminos que los de servidumbre y la correspondencia se recibe de la cab. del part. Prod.: trigo, centeno, maíz, cebada y legumbres; ganado lanar, cabrío, caballar y mular; y caza de liebres, perdices, jabalíes, corzos, zorros, lobos y osos. Es la agricultura la única industria. Y el comercio se reduce á la exportación de ganados é importación de trigo, vino, aceite y efectos de vestir, población: 4 vecinos, 15 almas. contr. Con el ayunt”.
 
Aquí ya vemos que esta población, hace cerca de 200 años, cultivaba para autoconsumo y vendía ganado. Sus casas tenían una sola planta, aunque hoy encontramos entre las ruinas casas con piso superior. A mediados del siglo XIX cada casa tenía su propia hornera, al contrario que en el siglo XVIII, que había un solo horno para toda la comunidad. En esas horneras se hacía el pan con la harina elaborada en un molino de una rueda que estuvo situado a orillas del Nela.

Google diciembre 2009
 
Sabemos que en 1860 la iglesia de Busnela seguía siendo un templo anejo al de Dosante. Estaba catalogado como rural de segunda categoría y oficiaba las misas el cura beneficiado Vicente Ruiz de 54 años. Tenía a su cargo, entre las dos poblaciones, 197 almas. Este sacerdote seguía allí en 1863, año en que comienzan sus libros parroquiales. Busnela seguía siendo dependiente de la iglesia de Dosante en 1884. En 1885 encontramos un sacerdote exclusivo para Busnela que se llamaba Juan López y que, en 1911, continuaba cuidando las almas de los residentes. Residentes que, en 1894, eran 87 habitantes; en 1908, 78 de hecho; y en 1911 los habitantes de Busnela ascendían a 84 personas.
 
En 1881 Pablo Riera nos contaba en su diccionario que había 60 habitantes en Busnela en 19 edificios de los que 5 están inhabitados. Se subraya que viven de la agricultura. Referencia importante dado que Busnela es una tierra de transición entre pasiegos y campurrianos. A principios del siglo XX sus vecinos fabricaban cubas para venderlas o cambiarlas por vino en La Rioja y Aranda de Duero. Pasaban días enteros cortando robles en La Dehesa para hacer las tablas para las cubas.

 
Antes de la guerra civil de 1936-1939 contaron los ancianos del lugar a Elías Rubio Marcos que un vecino trajo un aparato de radio de Francia y que “la primera noche invitó a todos sus convecinos a su casa para oírla, y cuando más extasiados estaban, un niño desenchufó el cable de tierra y se paró, armándose una gresca de padre y muy señor mío”. Durante esa guerra civil Busnela estuvo en la línea del frente por lo que las mujeres y los niños fueron evacuados.
 
En 1950 Busnela tenía 42 habitantes -tanto de derecho como, de hecho- que vivían en diecisiete casas. Los últimos habitantes tradicionales parece que fueron de Busnela fueron los hermanos Idelio y Antonio López que se marcharon en 1987, después de haber vivido nueve años solos. El último enterrado en el pequeño cementerio de junto a la iglesia (1974) de Busnela fue Ricardo López. La última boda que se celebró fue la de Casilda López. No obstante, en la Guía diocesana del año 2000 figuran dos habitantes y María Jesús López Goitia comentaba en la bitácora de Montacedo, en 2010, que “yo soy de Busnela. Mi tio es el único censado allí, nuestra casa es la única que sigue en pie sin haber sido reformada (te mandaré una foto, tirada desde el aire) somos la única familia que se pasa los tres meses de verano en Busnela (…)”. Siempre que hablamos de las causas de la despoblación de los pequeños pueblos de Las Merindades apuntamos a el aislamiento y la falta de servicios (escuela, ocio, etc.) – a pesar de los esfuerzos de la maestra Amelia en los años 50 o 60 del siglo XX- pero también están el reclamo del trabajo en las grandes ciudades como Bilbao y -como está ocurriendo con las leyes de la UE sobre reforestación y abandono de explotaciones- la presión política plantadora de pinos que expulsó a la ganadería de la zona.

 
Lejos quedan aquellos tiempos en que, en España, se buscaba producir y alimentar a la población encontrándonos hoy que la actividad ganadera en estos montes burgaleses ha disminuido notablemente. Los pasiegos de San Pedro del Romeral y Resconorio son quienes han adquirido a los campurrianos, busnelanos y valdeporrinos la mayoría de sus prados y cabañas. Pero a inicios del siglo XIX los de Busnela subían el ganado en mayo a las cabañas y fincas de la cordillera divisoria y allí se dejaba hasta octubre. En el trascurso de ese tiempo había pequeñas temporadas en las que el ganadero se quedaba a dormir en las cabañas, y otras en las que bajaba a su pueblo para trabajar en las faenas agrícolas. Idelio López, el que fue vecino de Busnela, manifestó haber sido mecido de niño en un cuévano pasiego y haber subido a las cabañas con las vacas, el burro, cuévano, balde de ordeño, colador de la leche, cubiertos, sábanas y candil de petróleo, enseres todos necesarios para permanecer largos periodos en las cabañas. Documentamos así, unas formas de vida en Busnela que siempre se habían creído exclusivas de los pasiegos cántabros y de Cuatro Ríos.
 
Su iglesia, situada en el centro, es de una sola nave, de pequeñas proporciones y buena labra, con aleros moldurados y ábside rectangular. La portada es adintelada con grandes piedras, bajo pórtico abierto y la torre es una espadaña casi exenta del edificio, sin remates y con dos vanos para campanas vacíos. Tenía la advocación a la Santa Cruz, cuyo culto se generaliza en el siglo X, ligado a los reyes asturianos. Subrayamos que la fecha del culto es coincidente con la fecha del sepulcro de Busnela. Evidentemente, su fiesta mayor era la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre). Al ser la última fiesta del año en Valdeporres, era muy concurrida por gentes de toda la Merindad; los bailes tenían lugar en el juego de bolos, junto a la iglesia y a la sombra de un peral centenario, y eran animados, en lo que se recuerda, por la gaita y el tamboril de músicos de Hoz de Arreba. En lo gastronómico, la fiesta se conocía por el sacrificio de una oveja.
 
 
Bibliografía:
 
“Burgos. Los pueblos del silencio”. Elías rubio Marcos.
“Las siete merindades de Castilla Vieja. Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres y Montija”. María del Carmen Arribas Magro.
“Amo a mi Pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Los pasiegos de este lado”. María Yolanda Carballera Cotillas.
Blog “Tierras de Burgos”.  Regreso a los pueblos del silencio: Busnela.
“Diccionario Geográfico-estadístico de España y Portugal”. Sebastián Miñano.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1845-1850)”. Pascual Madoz.
“Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de ultramar”. Pablo Riera Sans.
“Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración”.
“Anuario Riera General y Exclusivo de España”.
“Indicador general de la industria y el comercio de Burgos”. Marciano Velasco.
“Estadística del arzobispado de Burgos”.
“Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI con varios apéndices para completar la del resto de la península en el Mismo siglo, y formar juicio comparativo con la del anterior y siguiente, según resulta de los libros y registros que se custodian en el Real Archivo de Simancas”.
“Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España formado por el Instituto Nacional de estadística con referencia al 31 de diciembre de 1950”.
“Las Merindades de Burgos: un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“Historia de las antiguas Merindades de Castilla”. Julián García Sainz de Baranda.
Catastro del Marqués de la Ensenada.
Blog “Tierras de Burgos”.
Fototeca digital de España.