Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 14 de septiembre de 2025

Enrique II, el fratricida, o el primer Trastámara que llamaron “el de las mercedes” (el de las cesiones).

  
Hay dos formas de alcanzar el poder: la socialmente aceptada y la que obligas a la sociedad a aceptar. Muchos en Castilla sabían que la acumulación de poder de Pedro y su camarilla era peligrosa. Eso lo sabían aquellos castellanos y lo sabemos estos castellanos.
 
El bastardo Enrique nació en Sevilla el 13 de enero de 1333 y -cómo era el conde de Trastámara- su dinastía se nombró Trastámara. Era el tercer hijo natural —tras Pedro y Sancho— de Alfonso XI y de su amante Leonor de Guzmán. Pedro López de Ayala decía que “fue pequeño de cuerpo, pero bien fecho, é blanco é rubio, é de buen seso é de grande esfuerzo, é franco, é virtuoso, é muy buen rescebidor é honrador de las gentes”. Su padre le concedió, en el año 1335, los señoríos de Cabrera y de Ribera, situados en el norte de León. En su niñez, Enrique fue prohijado por el magnate Rodrigo Álvarez de las Asturias. En ese mismo año Enrique recibió el solar de Noreña y las pueblas de Chillón, Allende y Gijón, todas en Asturias. En 1338 se le otorgó el infantazgo del valle del Torío. En 1345, Rodrigo Álvarez de las Asturias otorga a Enrique el título de conde de Trastámara así como de Lemos y de Sarriá.

 
En plena adolescencia contrajo matrimonio (1350) con Juana Manuel, hija del famoso infante y escritor Juan Manuel, que le dio a su sucesor Juan I; a la infanta Leonor, esposa de Carlos III de Navarra; y a la infanta Juana, que falleció prematuramente. Enrique II tuvo numerosos hijos naturales que enlazaron con los principales linajes castellanos de la época. Incluso uno de sus bastardos, Alfonso Enríquez, fue el tronco del linaje de los Enríquez y de los Noreña.
 
Enrique de Trastámara confabuló desde joven contra su hermanastro Pedro I, rey de Castilla. Consiguió afianzarse, definitivamente, en el trono en marzo del año 1369 en la localidad manchega de Montiel cuando asesinó a Pedro I. López de Ayala lo contó así: “firiólo con una daga por la cara; é dicen que amos á dos, el Rey Don Pedro é el Rey Don Enrique, cayeron en tierra, é el Rey Don Enrique le firió estando en tierras de otras feridas. E allí morió el Rey Don Pedro á veinte é tres de marzo deste dicho año; é fue luego fecho grand ruido por el Real diciendo que se era ido el Rey Don Pedro del castillo de Montiel, é luego otra vez en como era muerto”.
 
Enrique II debía justificar el magnicidio y, para ello, puso en marcha su propia “máquina del fango” como si fuese un gobernante del siglo XXI -nada nuevo bajo el sol-. El ejemplo más extremo fue decir que Pedro I no era hijo de Alfonso XI y de María de Portugal sino de un judío llamado Pero Gil, de donde deriva el término de “emperogilados” con que se denominará a los partidarios de Pedro. El argumento se difundió, por el país, con más ramificaciones diciendo que, cuando en el año 1334 dio a luz la reina María de Portugal otra niña, se decidió cambiarla por un niño. Mentir a favor del gobernante siempre es premiado… y es más seguro. Por si fuera poco, se buscó dar más paladas de tierra a la memoria del muerto divulgándose la falta de legitimidad de ejercicio de Pedro I. Esto podía leerse en un documento de la cancillería trastamarista del año 1366: “Ca aquel malo destruydor de los regnos e de nos por los sus pecados malos que el fizo con derecho perdió los regnos”. Pedro es un tirano que actúa contra la Iglesia y apoya a musulmanes y judíos. Que quede claro a todo el mundo.

 
Quizá hacía esto Enrique para mostrar que los judíos apoyaban a Pedro I; para convertirlos en chivo expiatorio de los daños que producía la guerra civil; o para ganar adeptos a su causa entre los perjudicados por los hebreos. En la primavera del año 1366 el Trastámara tomó duras medidas económicas contra las juderías de Burgos y de Toledo. Paralelamente, sus tropas cometieron numerosas tropelías contra los hebreos de las tierras burgalesas y palentinas. Demostrando que había sido una actitud populista y táctica, Enrique II cambió de opinión y designó a un hebreo, Yuçaf Pichon, almojarife mayor de su hacienda a pesar de que los judíos habían procurado una importante hueste a Pedro en la batalla de Montiel. Pero, cómo los políticos demagogos de la España del siglo XXI, la acción emprendida por el pretendiente Enrique cogió velocidad en las clases populares. Los procuradores del tercer estado en las Cortes de Toro, en el otoño del año 1371, pidieron que los judíos, entre otras cosas, “biviesen señalados e apartados de los cristianos [...] e que troxesen señales [...] e que non oviesen ofiçios ningunos [...] nin fuesen arrendadores de las nuestras rentas [...] nin troxiesen tan buenos paños [...] nin cabalgasen en mulas [...] et que pues ellos avían de bevir por dar fe e testimonio de la muerte de nuestro señor Jesu Cristo [que vivan como en otros reinos en que hay judíos] [...] e que ningunos [...] oviesen nombres de cristianos”.

Enrique II de Castilla.
 
Enrique II ya era rey de Castilla y León, aunque aún subsistían focos partidarios del rey Pedro I, como los de Carmona y Zamora, así como algunas zonas de Galicia. También Ciudad Rodrigo y Valencia de Alcántara. El primer éxito militar de Enrique II, después de los sucesos de Montiel, fue la entrada en Toledo a finales de mayo de 1369. El nuevo rey solo exigió que se le reconociera como tal. Paralelamente se puso en marcha una coalición anticastellana por parte de los restantes reinos hispánicos, a cuyo frente se situó el rey de Aragón Pedro IV, molesto porque Enrique II no le entregó el reino de Murcia. Enrique II, no obstante, se centró en acabar con los últimos fieles a Pedro I.
 
Pero lo gordo le vino al rey por el oeste. Fernando I de Portugal, de 24 años, había subido al trono pocos años atrás e intentó sacar tajada del caos castellano. Fernando era descendiente directo del rey Sancho IV de Castilla y muerto Pedro, al que Portugal había reconocido siempre como rey legítimo, reivindicó el trono. En la primavera de 1370 invadió Galicia, tomó La Coruña y recibió el respaldo de aquellas villas hostiles al Trastámara. Lo que hizo Fernando de Portugal fue una temeridad, factor que apuntaló su sobrenombre de “el Inconsciente”. Castilla acababa de terminar una guerra y sus experimentadas huestes estaban en armas. Enrique llegó a tierras gallegas, cruzó a Portugal, tomó Braga, sitió Guimaraes y volvió a Galicia asolándolo todo a su paso. Mientras tanto su esposa, la reina Juana Manuel, dirigía personalmente el cerco de Zamora. En los inicios de 1371 cayó Zamora, y en el mes de mayo se rindió Carmona. Siendo ejecutados los dos cabecillas de los rebeldes, Martín López de Córdoba y Mateos Fernández de Cáceres. Los últimos paladines de Pedro el Cruel, los caballeros Fernando de Castro y Men Rodríguez de Sanabria, fueron derrotados en el Puerto de los Bueyes, cerca de Lugo, en marzo de 1371. Castro y Rodríguez huyeron a Portugal.

 
Ese año 1371, Enrique II rompió la alianza formada entre los otros núcleos hispánicos, al firmar con Portugal la Paz de Santarém. En 1375, firmaba con Pedro IV de Aragón la Paz de Almazán. El Monarca aragonés no sólo devolvió a Castilla la plaza de Molina, sino que renunció a sus aspiraciones sobre el Reino de Murcia, al tiempo que acordaba que su hija Leonor casase con el príncipe Juan, heredero del Trono castellano. Y, en 1379, se firmó con Navarra la Paz de Santo Domingo de la Calzada.
 
Enrique II mantuvo una alianza con Francia desde el Tratado de Toledo (1368). Castilla estaba interesada en ella para enfrentarse a Inglaterra por razones económicas: los barcos de los puertos cantábricos competían con la marina inglesa en el Atlántico y la lana de la Mesta rivalizaba en los mercados europeos con la lana inglesa. Para ello, Enrique cedió al rey francés una veintena de barcos entre galeras y naos, al mando del almirante genovés Ambrosio Bocanegra, secundado por los capitanes Fernán Ruiz Cabeza de Vaca, Fernando de Peón y Ruy Díaz de Rojas. Llegándose a la victoria de La Rochela (1372). Cuando el conde de Pembroke, dirigente de la flota inglesa, se acercó con sus naves a La Rochela “las doce galeras de Castilla pelearon con él e le desbarataron e prendiéronle a él e a todos los caballeros e omes de armas que con él venían, e tomaron todos los tesoros e navíos que traían”, según Pedro López de Ayala. El 21 de junio los barcos castellanos avistaron a los ingleses. Hubo un cruce de fuego sin consecuencias. Bocanegra decidió retirarse de la bahía. Los ingleses asumieron la cobardía castellana sin darse cuenta que las naos inglesas eran más pesadas y de mayor calado que las galeras castellanas. Así, en la bajamar sólo los castellanos pudieron moverse e imponerse a pesar de su inferioridad numérica. El jefe inglés, Pembroke, no había previsto ese detalle elemental. Fue una escabechina: las lombardas castellanas destrozaron a los inmóviles buques enemigos, que en ese preciso instante descubrieron su trágico error. Todos los barcos ingleses fueron quemados, hundidos o apresados. Pembroke cayó preso junto a medio millar de caballeros y 8.000 soldados.

 
Enrique II pagaba con esta victoria su deuda con el rey de Francia. Ambrosio Bocanegra tuvo un gesto poco frecuente en aquel tiempo: perdonó la vida a los cautivos. Al conde de Pembroke y a setenta de sus caballeros los envió a Burgos, donde el rey esperaba noticias. Acabaron en manos de Bertrand Duguesclin, condestable de Francia, que cobraría el rescate. ¡Otra deuda pagada! La Rochela abrió a los franceses la puerta de La Guyena, donde la posición inglesa se hizo ya insostenible. En 1375 Eduardo III de Inglaterra tenía que firmar el tratado de Brujas por el que renunciaba a casi todas sus posesiones francesas. Mantendría los solares de Calais, Burdeos y Bayona. Castilla demostraba su superioridad naval en el Atlántico y conseguía que los puertos cantábricos florecieran con el comercio de lanas hacia Flandes, hasta el punto de que los mercaderes castellanos instalaron un consulado en Brujas.
 
A Enrique de Trastámara le quedaba un problema por resolver: Juan de Gante, duque de Lancaster, cuarto hijo varón del rey Eduardo III de Inglaterra. Este hombre aspiraba al trono castellano, porque en 1371 había desposado a Constanza de Castilla, hija de Pedro I “el Cruel” y María de Padilla. En 1373 el inglés se dejó caer por Portugal. Al fin y al cabo, Enrique ya era un declarado enemigo de Inglaterra, y más después de la batalla de La Rochela. A las huestes del duque de Lancaster se las verá junto a las del portugués Fernando en su segundo ataque contra Castilla, ya entrado el año 1373. Pero esta tentativa tuvo tan mal fin como la primera.

 
Enrique vio que una alianza entre Portugal e Inglaterra era mala cosa. En los años anteriores, los ingleses, aún fuertes en sus posiciones del sur de Francia, habían podido entrar en Castilla sin mayor obstáculo. A su favor tenían la amistad del rey de Navarra, que les brindaba un estupendo pasillo para pasar tropas desde Francia a La Rioja. ¡Había que neutralizar Navarra! Enrique II concertó el matrimonio de su hija Leonor con el heredero de la corona navarra, llamado Carlos como su padre. El matrimonio se verificó en 1375. Y eso dejó a los ingleses sin pasillo navarro hacia Castilla. Ya ha quedado dicho, sin embargo, que al rey Carlos de Navarra le llamaban “el Malo” por intrigante. El rey de Francia advirtió a Enrique de que Carlos trataría de invadir la ciudad de Logroño. ¿Era cierto? No lo sabremos nunca. El hecho es que Enrique II de Castilla atacó Navarra. Y ganó, porque en aquel momento no había quien detuviera a los castellanos. Carlos “el Malo” tuvo que ceder una buena colección de plazas para obtener la paz de Briones (1379) que consagraba la hegemonía castellana y obligaba formalmente a Navarra a cerrar su espacio a cualquier enemigo de Castilla.
 
En política interior Enrique II necesitó ser generoso con los nobles que le habían ayudado a conquistar el trono. De ahí el apelativo de “el de las Mercedes” que lo que nos muestra es la debilidad del rey. Casi podemos hacer odiosas comparaciones con la España del siglo XXI: cuanto más débil es el gobierno más transferencias hay hacia las oligarquías autonómicas. En ambos casos las concesiones permitieron a la alta nobleza -de entonces y de hoy- hacer frente a sus dificultades. Y, a su vez, las cesiones supusieron merma del patrimonio regio. Enrique II otorgaba, a sus partidarios, señoríos en los que los beneficiarios percibían rentas y ostentaban derechos jurisdiccionales.

 
El rey reformó las estructuras del estado de la Corona de Castilla. En las cortes de Toro de 1369 se aprobó un ordenamiento de la Cancillería que regulaban las tasas que debían de abonarse en el futuro por la expedición de los documentos. Al final de su reinado creó una Casa de Cuentas para controlar la Hacienda y favoreció el Honrado Concejo de la Mesta entre otras reformas. En el año 1371, quedó establecida la Audiencia -el Tribunal Superior del Reino- que estaba constituida por siete oidores, los cuales se reunirían tres días a la semana. Fortaleció, dentro del Consejo Real, a expertos jurídicos que mostraban el deseo de Enrique de profesionalizar la administración regia.
 
Pragmáticamente, estabilizada la situación tras la guerra civil, se acercaron los nobles y los grupos dirigentes de villas y ciudades, unidos por el común interés en la explotación ganadera. Adelantaremos que a finales de siglo Castilla tenía una densa red de señoríos nobiliarios, lo cual significa que la alta nobleza compensaba las pérdidas infligidas en la renta feudal por la crisis a base de apoderarse de las rentas de la monarquía y el campesinado. Los sucesivos reyes de la dinastía Trastámara pudieron sostener esta sangría porque ellos desplazaron hacia abajo la factura de la crisis: lo que perdieron con concesiones a los grandes lo compensaron, merced al apoyo que éstos les dieron, incrementando el tributo de la alcabala, el servicio y el montazgo y obtener de las Cortes la concesión de subsidios extraordinarios.

 
Enrique colocó a sus fieles en los puestos cercanos. Nada que discutir en la tierra donde el presidente del gobierno ha llegado a tener 1.000 asesores puestos a dedo. Esta situación llevó a la desaparición de linajes viejos como los Lara, Haro y Castro; la supervivencia de otros como los Manuel, Cerda, Girón, Guzmán, Mendoza y Manrique; y la aparición de nuevas familias aristocráticas como los Velasco, Álvarez de Toledo, Ayala, Sarmiento, Pacheco y Pimentel. Estos nuevos magnates recibieron inmensas donaciones: villas, tierras, rentas y jurisdicciones a expensas del patrimonio regio, lo cual coincide con el eclipse del antiguo sistema de las behetrías que era un feudalismo socialmente mitigado. Por ejemplo, el arzobispo de Toledo, Gómez Manrique, fue el canciller mayor del Rey; Pedro Fernández de Velasco el mayordomo mayor; Juan Núñez de Villazán el encargado de la justicia mayor de la casa del Rey; y Fernán Sánchez de Tovar el guarda mayor. Destacamos que a los Velasco se les concedió las villas de Briviesca y Medina de Pomar. El rey procuró frenar el daño a la hacienda regia estableciendo normas restrictivas en la sucesión de los mayorazgos. Difícil equilibrio porque las ciudades de mayor empuje económico, que estaban en la meseta y en el valle del Guadalquivir, se manifestaron a favor de la causa de Enrique II.
 
La muestra de la necesidad de apoyos de Enrique II fue la frecuente convocatoria de Cortes. Pedro I sólo las reunió en una ocasión. O no necesitaba su apoyo, o no aguantaba las opiniones diferentes. En eso los “pedros” de la política de hoy son iguales. Las principales sesiones de Cortes del reinado de Enrique II fueron las de Toro de los años 1369, donde se aprobó un ordenamiento de precios y de salarios, y 1371. Posteriormente Burgos fue sede de las Cortes reunidas en los años 1373, 1374 y 1377. Así las cosas, puede afirmarse que en tiempos de Enrique II se dieron importantes pasos en orden al establecimiento en la Corona de Castilla del denominado “estado moderno”.

Sepulcro de Enrique II
 
Enrique II murió, según todos los indicios, el 29 de mayo del año 1379, en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja). Tenía cuarenta y seis años y acababa de firmar la paz con Navarra. Dice la tradición que Enrique murió envenenado al calzarse unos borceguíes que le había enviado el rey moro de Granada. Probablemente, la dolencia que hinchó sus pies hasta la muerte fue la gota. La última voluntad de Enrique fue que a su muerte no quedara en Castilla ningún cristiano en cautividad. Eso era tanto como cerrar todas las heridas de los años anteriores. Su defunción, de acuerdo con Pedro López de Ayala, fue “muy plañida de todos los suyos”. Su cuerpo fue trasladado a Burgos, si bien finalmente fue enterrado en una capilla de la catedral de Toledo. El cronista aragonés Jerónimo Zurita dijo de Enrique II de Castilla lo siguiente: “Fue uno de los más señalados príncipes que hubo antes y después, pues por su valor y gran constancia y prudencia conquistó aquel reino; y lo que fue de tener en más, los ánimos y voluntades de sus súbditos, que le amaron y sirvieron como si lo hubiera heredado por legítima sucesión”.
 
Llegaba ahora al trono su hijo mayor, Juan. Pero Castilla ya era otra muy distinta a la que el primer Trastámara recibió.
 
 
 
Bibliografía:
 
“¡Santiago y cierra, España!” José Javier Esparza.
“Historia de castilla de Atapuerca a Fuensaldaña”. Juan José García González y otros autores.
“Atlas de Historia de España”. Fernando García de Cortázar.
“Historia de España. La crisis del siglo XIV. El declive de la civilización medieval y el triunfo de los Trastámara”. Salvat.
www.reyesmedievales.esy.es
 
 

domingo, 7 de septiembre de 2025

Tren Blindado en el frente de Las Merindades.

 
 
¡¿Un tren blindado?! Sí. Pero, ¿eso no salía en una película de James Bond? Y sí, salía uno en “Goldeneye”. Uno soviético. Que eran muy amigos de esta arma. Y los alemanes, también.
 
Y los españoles. Por lo menos hasta 1939. Los trenes blindados se empezaron a emplear en la provincia de Cuba contra los insurrectos, en el malhadado protectorado de Marruecos y en el golpe socialista de Asturias de 1934. en este las columnas izquierdistas que marcharon sobre Oviedo lo hicieron acompañadas de una locomotora del Ferrocarril Vasco-Asturiano y dos vagones improvisadamente blindados donde practicaron aspilleras para disparar los rifles. Pero fue en la guerra de 1936-1939 cuando se emplearon de forma habitual, tanto como arma principal o como arma de apoyo.
 
¿Por qué se volcaron en ello los republicanos? Antes de la guerra el personal ferroviario era ugetista o católico conservador con menor presencia anarquista. El golpe de estado fracasado y la subsiguiente guerra civil fue una desgracia para los ferroviarios de izquierdas que quedaron en zona rebelde. Los ferroviarios de la zona gubernamental, mayoritariamente de la UGT organizaron las Milicias Ferroviarias de las que surgirían los trenes blindados. La zona nacional se desentendió del ferrocarril más allá de usarlo como medio de transporte o de algún tren capturado.

 
Con el golpe militar y los sucesos que acontecieron, los trabajadores ferroviarios de las principales empresas que quedaron en zona gubernamental se organizaron para controlar las estaciones, el material, los nodos ferroviarios y las comunicaciones telefónicas y el sistema de señales propios del ferrocarril. En los depósitos ferroviarios se comenzó a proteger locomotoras y vagones con planchas de metal reutilizado. Los rebeldes no blindaron trenes, aunque alguno si protegieron, o dotaron de vagones antiaéreos, como en el caso de transporte de Estados Mayores.
 
Los trenes blindados republicanos fueron evolucionando y compuestos de manera estándar: vagón artillero, locomotora y tender blindados, y vagón ametrallador. El vagón artillero iba en un extremo -pues los trenes blindados se movían indistintamente para adelante y para atrás- y con piezas navales de 37 mm. o 57 mm. o con piezas de acompañamiento de infantería de 70 milímetros. En el otro extremo el vagón ametrallador, para el que se escogieron vagones de carga pesada. El tender se adecuaba para sus labores de carbonear y se le añadía una estancia para el jefe de tren y los maquinistas.
 
Pero los trenes blindados no fueron un arma fundamental en ningún combate. Apoyaban con su fuego siempre y cuando el combate estuviese cerca de vías férreas. Su empleo fue variando: de fuerza de ruptura del frente a labores de suministro y vigilancia de frentes consolidados. Entendámoslo, las nuevas formas de lucha, la aviación que les descubría y atacaba y la mejor artillería eliminaba sus ventajas.
 
Se han llegado a clasificar los trenes blindados en: tren de asalto para ataques de infantería; tren ofensivo para acciones a media distancia; tren defensivo para proteger accesos a poblaciones con línea ferroviaria; y tren fantasma, rápido, con la máquina al final del convoy y con grupos de asalto de infantería.

 
Durante todo 1936 los trenes blindados dependieron -cuando dependieron- del comité de empresa o sindicato dominante en su sector, pero no fue hasta la orden de creación del Ejército Popular de la República cuando estas unidades empezaron a tomar forma. Serán las brigadas ferroviarias dentro del Cuerpo de Ingenieros. ¡Incluso hubo una canción bélica llamada “el tren Blindado”!
 
Y, por entrar en materia, ¿hubo trenes blindados en Las Merindades? Parece que sí. Una de las hazañas más recordadas de los derechistas meneses evadidos a la zona de Relloso fue bloquear la vía de La Robla para impedir que subiera por ella, hacia Bercedo, un tren que había sido blindado por los republicanos en los talleres de Valmaseda. Esta arma pretendía romper el frente hacia la cuña de Espinosa de los Monteros, emulando los logros de los trenes soviéticos.
 
Pero el tiempo de los trenes blindados se estaba terminando y aquel tren blindado en los talleres de "La Robla" de Valmaseda resultó un fracaso pues no pudo llegar hasta El Cabrio. Cómo dijo un entrevistado a Fernando Obregón: “Los de La Peña bajaban hasta la vía (del ferrocarril de La Robla), cortaron la vía para que no pasara el tren blindado, los de La Peña eran valientes, bloquearon el tren en un túnel, se oían los gritos de los que estaban (en el tren), que no podían salir pensaban que iban a llegar a Bercedo o a Espinosa, silbaban las balas...”

 
¿Qué túnel? No lo sabemos por el testimonio. Podemos conjeturar que fuese el túnel junto a la antigua estación de la Silla, tras la iglesia de Cantonad. Lo digo porque es de fácil acceso desde La Peña. Pero es solo una suposición. ¿Y el tren blindado? ¿Siguió en Las Merindades o fue retirado para proteger la ruta Bilbao? Todavía no lo sabemos.
 
 
 
Bibliografía:
 
www.infoaguilas.es
www.hispanismo.org
“Los trenes blindados en la guerra civil española”. Jacinto M. Arévalo Molina (capitán de ingenieros).
Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores.
"República, guerra civil y posguerra en el Valle de Mena (1931-1955)". Fernando Obregón Goyarrola.
Google. 
 
 

domingo, 31 de agosto de 2025

"Obras en el puente de Arenas y calzada de los Hocinos" por Ricardo San Martín Vadillo.

  

Como recordarán nuestros lectores, el año pasado, con fecha 8 de septiembre de 2024, Ricardo publicó el artículo Papeles y puentes en Las Merindades(I)”, quedando por estudiar un documento (signatura 1987, Fondo Corregimiento) de los años 1626-1636. A ello vamos, pero ya a través de la prosa de Ricardo:
 
He localizado también, sobre el Puente de Arenas y calzada de los Hocinos, una serie de documentos con signatura 2019 del Fondo del Corregimiento. Un extenso legajo de más de 145 folios, más otras catorce cuartillas de doble tamaño (como un A-5, que son recibos de recepción de pagos de cupo de la calzada y puente). Lleva por título: “Repartimiento para obras [y] reparos [del] Puente de Arenas sobre el Ebro y calzadas y requerimientos [de] pago”.

 
Muchos de los pliegos están fechados en Villarcayo y van de 1720 a 1723. Este legajo puede catalogarse como en buen estado de conservación, cosidos todos los folios con bramante. Aunque la calidad de la tinta en algunos de estos es mala, desvaída, lo cual dificulta la lectura y comprensión del contenido, la mayor parte de los folios contienen desgloses de gastos por obras y otros describen la necesidad o los requisitos de las obras.
 
Arranca con el dinero que se ha de pagar a los diferentes maestros que intervinieron en las obras: 299.200 maravedís. Para los derechos del juez ejecutor: 30.000 mrs., para pagar cinco reales provisiones: 20.000 mrs., los pregones que se leyeron en diversos lugares: 5.000 mrs.; para traer de Burgos, Valladolid y Palencia ciertos certificados: 3.602 mrs.; pago al veedor de las obras durante 400 días: 163.200 mrs.; al corregidor, el licenciado don Juan Gómez Suárez: 7.200 mrs. En uno de los folios se estima en “cinco cuentos”, es decir, cinco millones: 5.331.589 mrs. el dinero que se gastará hasta el final de las obras.
 
Es interesante ver la población en ciertos pueblos y lo que les toca pagar:
 
  • Bocos (por tres vecinos, 1.800 mrs.).
  • Aforados de Cuesta Urría (por seis vecinos, 3.600 mrs.)
  • Valle de Tobalina (por 125 vecinos, 75.000 mrs.).
  • Frías (por 48 vecinos, 29.100 mrs.).
  • Medina de Pomar (por 59 vecinos, 35.400 mrs.).
  • Santa Gadea, Bozoó o Vozo (por ocho vecinos y ¿medio?, 5.100 mrs.).
  • Miranda (por 96 vecinos, 34.600 mrs.).
  • La Puente del valle de Valdivielso (“a el Conzejo del lugar de la Puentte del valle de Valdiuielsso, donde esttá sitta la de esta obra por la mittad de doze vezinos”, 3.600 mrs.).
  • Villarías (por dos vecinos y medio, 1.500 mrs.)
  • Santo Domingo de la Calzada (por 318 vecinos, 190.800 mrs.).
  • Laredo (por 276 vecinos, 159.600 mrs.).
  • San Vicente de la Barquera (por 38 vecinos, 24.054 mrs.)
 
Se mencionan otras localidades que no detallo en su totalidad por no hacer este artículo excesivamente largo: Gumiño (?), Puebla de Arganzón, Treviño, Casalarreina, Trigo, Cuzcurrita, Pancorbo, Moriana, Losa, Bureba, Bujedo, Valverde, Montañana, Portillo, Orón, Revilla del Campo, Berberana, San Zadornil, Villalba de Losa, Mecerreyes o Covarrubias. He contado aproximadamente 400 ciudades y villas comprendidas en un radio de 20 leguas (unos 112 km) a la redonda del puente de Puente Arenas que debían contribuir en proporción al número de vecinos.

 
En otra parte del legajo tenemos que fueron 8.894 vecinos a los que les tocó contribuir al pago de las obras en el puente y calzada. Dice el documento: “Todas lass dichas parttidas ymporttan los dichos zinco quenttos ttreszienttos y treyntta y seis mill y quattrozienttos y onze maravedís” (5.336.411mrs.) Lo firman Tomás Ruiz de Salazar, Francisco Rodríguez Galaz (escribano de su majestad) y Jacinto Saravia de Rueda. Fue depositario Juan Gómez de las Bárcenas con fecha de 28 de marzo (?) de 1720.
 
Viene luego una carta real de don Felipe V, dirigida al corregidor de las Siete Merindades de Castilla Vieja, don Vasco de la Parada y Castillo, que había sido nombrado en 1718 (seguía activo en 1724; entre 1748 y 1754 fue oidor de la Chancillería de Valladolid). En ella se procede a hacer el repartimiento de lo que toca pagar a cada ciudad y villa “para la obra y reparos del puente mayor que se nombra de Arenas, que está sobre el río Hebro, en el lugar de la Puente Merindad de Valdibieso, caminos, calzada y pontinos de los Ozinos, cuesta de el Almiñé y Vega que se nombra de Villarcayo, que está rematado en // Antonio de el Castillo, maestro de cantería, vecino del lugar de Secadura, Junta de Voto, en onze mill y quatrocientos ducados de vellón [...] mandados repartir de prometidos a Domingo Carrera y Antonio Palacios, entre la ziudades, villas y lugares de veinte leguas en contorno...”
 
Sigue el documento asignando a cada uno de los lugares arriba nombrados las cantidades que se repartieron y que deberán cobrar de esos aproximadamente 400 lugares, se especifican las condiciones para el cobro, se hace referencia a los que hicieron la traza de la obra: Alejo de Bárcena y Carlos de las Pozas, maestros canteros (se les pagaron 4.800 mrs.), por una segunda tasación tras haberse producido nuevos daños en el puente, a Domingo y Pedro González, 4.800 mrs., por el pago de las reales provisiones. Además del salario del escribano, al corregidor “por sus firmas y decretos”, despachos enviados a Frías, Poza, Medina, Santo Domingo, Santander, Reinosa y Villarcayo, 11.900 mrs., pago a ”veredetos”, requisitorias, comisiones (varias), al veedor, contador, abogado defensor, depositario... En definitiva, hechas las cuentas, “toca [pagar] a cada vezino, 633 mrs.” Todo ello dado en Madrid, con fecha de 2 de octubre de 1720, firmado por el escribano de Cámara del rey don Miguel Rubín de Noriega y lacado con el sello real, que tras los siglos se ha desprendido, pero se conserva dentro de este documento redactado con letra primorosa y fácil de leer.

 
Otro documento del legajo relata que el maestro cantero, en Renedo, a 29 de octubre de 1720, concretaba lo que tocaría pagar a cada uno de los 8.894 vecinos de los pueblos implicados en el repartimiento de gastos. Hay otra similar, también datada en Renedo, a 24 de noviembre de 1720, por la cual los maestros canteros, Antonio del Castillo y Santiago de la Sierra, “a cuyo cargo está la referida obra”, declaran los días que han trabajado en el puente y calzada de los Hocinos. Pasado el tiempo, como ocurre en muchas obras públicas, se acuerdan mejoras: en este caso el maestro Antonio del Castillo cobró por algunas de ellas 7.000 reales, pues se habían producido daños posiblemente causados por las crecidas del río Ebro. Surgió también, lo dicen los documentos, oposición por parte del lugar de Arenas al trazado del camino desde el pueblo a la ermita de Nuestra Señora de la Visitación y no por el camino viejo, de ello resultó un incremento del coste por valor de 15.400 reales. Surgieron dificultades para pagar a los maestros canteros porque el depositario no tenía fondos suficientes pues varios de los lugares comprendidos en el repartimiento no habían contribuido, aunque se procedió judicialmente contra ellos. Todo lo cual entorpeció y retrasó la finalización de la obra. El documento especifica cada uno de los lugares que se había negado al pago de su parte y la resolución judicial de cada caso en múltiples folios. En la mayoría de los casos el auto resolutorio desestima las razones aducidas por esas villas que se negaban a contribuir a la obra de Puente Arenas. Después de examinar cada uno de los 145 folios del legajo echo en falta un documento -debió existir, por supuesto- que recoja la certificación de la conclusión de las obras, en qué fecha y en qué condiciones quedó el puente tras las obras realizadas.
 
Me quedo con la sensación positiva del minucioso control de ingresos y gastos habidos y de los mecanismos de seguimiento de las obras: burocracia, papeleo, sí, pero control de todo el proceso de restauración del puente y calzada de los Hocinos por parte de la administración central.

 
Por lo que se refiere a las 14 cuartillas en un tamaño similar a A5 (14`8 x 21 cm), obtenemos la siguiente información: fueron receptores de esos cupos los jueces, procuradores generales, regidores y alcaldes ordinarios de varias villas: Burón, Campo Redondo, Ribera de Río Pisuerga, Pedrosa, Aguilar, Valle de Valderredible (contribuyó con 68.400 maravedís), alfoz de Santa Gadea, valle de Valdebezana, Becerril del Campo, Reinosa, Nogales, Herrera, Ventosa, Naveros, San Llorente de la Vega, Abia de las Torres, Santa Cruz del Monte, Espinosa de Villagonzalo, Villalquite, Mirariel (?), Villanuño, Castrillo de Villavega, Bárcena, Villaherreros, Sarracín, Itero, los 38 lugares de Cervera, Olmos de Santa Eufemia, Salinas de Rio Pisuerga, etc.
 
Los receptores de “los cupos” que le toca pagar como repartimiento a cada ciudad o villa fueron los alcaldes y regidores de esos lugares: Alonso Crespo, Lorenzo de la Puerta, Gregorio de Villanueva, Antonio de Terán (?), Juan Santos, Miguel Serrano, Juan de Mediavilla, Juan de las Cuevas, Pedro de la Madrid, Carlos de Castillo Salazar, Manuel Sainz de Villegas, Manuel Martínez, Juan de Mediavilla, Juan Antonio Palacios, Miguel Álvarez, Marcos de Manzanedo, Pedro Cuende, Pedro León, Santos García, Tomás de Almanza, Juan de las Heras, Pedro Abad Vélez, Isidoro Caro, Lucas Rodríguez, Matías Pérez, Matías Fernández Gómez, Manuel del Campo, Matías Merino, Fueron pagadores Lorenzo López Salazar y Pedro Gómez de Célis.
 
De esos mismos reparos de 1720 a 1723 trata el legajo con signatura 2.022 (Fondo Corregimiento) “Comisión contra la ciudad de Nájera y otras para que paguen los reparos del puente de Arenas”. Ante el corregidor de las Siete Merindades, don Fernando de Beas y Ortega, se presenta Joseph Antonio del Castillo, maestro de cantería, y declara que la obra del puente de Arenas “la qual tenía finalizada y acauada y declarada por maesttros y be[e]dor de puentes [...] de auer cumplido con las condiziones y posttura que auía hecho en la dicha obra, en la qual hizo mejora de siette mill reales, poco más o menos...”, y para apremiar que se le pague lo que se le debe, expone que ha tenido muchos gastos en viajes, fianzas, bajas, reparos, detención de obras, daños, oficiales y por la oposición judicial que presentó el ermitaño... El documento detalla los nombres de los lugares que presentaron alegaciones para no pagar su parte del repartimiento.

 
El eximirse del pago de los cupos de los repartimientos fue postura común en muchas ciudades y villas que entendían que, por la distancia del puente, no estaban afectados por esa obligación. Tal es el caso de lo contenido en el legajo (signatura 2.020, F. C.) del año 1721. Varios lugares: Frómista, Población de Campos, Palacios del Alcor, Bobadilla del Camino, Itero de la Vega, Olmos del Río, Aguilar de Campoo y otros, entienden que no se les puede aplicar el cupo del repartimiento por estar más lejos de las veinte leguas que engloban a quienes deben contribuir. Para determinar si procede o no el cobro de su participación se recurre al testimonio de acemileros y trajineros que recorren pueblos con sus mercancías. Así lo vemos también en los documentos de otra carpeta (sig. 2.016, Fondo Corregimiento) del año 1719. El “ministro”, Antonio de Pereda, encargado del cobro de un nuevo repartimiento para reparos en el puente de Valdivielso, recibe la declaración jurada de testigos: uno de ellos, Santiago Pereda, vecino de Gayangos, trajinero, declara cuál es la distancia en leguas entre diferentes pueblos que habitualmente recorre; con su testimonio y la suma de las leguas declaradas se decide si un lugar está dentro o no de las 20 leguas para contribuir a la obra del puente y calzada de los Hocinos.
 
Daré aquí una visión histórica retrospectiva de las obras en el puente de Arenas, la calzada de los Hocinos y subida del Almiñé. En mi libro Las Merindades: documentos para su historia, recojo lo contenido en el documento del Archivo General de Simancas fechado en Medina de Pomar el 28 de febrero de 1499, que detalla las obras que son necesarias hacer en ese puente de Arenas y en la calzada de los Hocinos: “Término del Almiñé, que es de Baldibielso, que se midieron desde la dicha puente de Valdibielso fasta el lugar del Almiñé doçientas brazas de calzada que se apreçiaron por el dicho Rui Sánches, a treinta e quatro maravedís braza, en que se monta seys mill e ochoçientos maravedís”.
 
En el mismo libro hay otro documento fechado en Valladolid, 5 de junio de 1501, que detalla los reparos que se deben hacer en el camino de Burgos a Laredo: “Desde el Cuerno fasta la Peña Palomera, que es en los Hoçinos, término de la Merindad de Valdiuieso, fasta juntar con el término de Castilla Vieja que lo fagan todo de calçadas do fuere menester y asimismo do fuere menester en los Hoçinos, en el dicho término, pared // fol. 6 de cal e canto, que la hagan, e quebrar e boluer algunas peñas, que sea bien fecho, a vista de canteros e del procurador del valle e del procurador de los mulateros: esto paguen los mesoneros las dos terçias partes con la venta en que biue Luxón, e los pueblos de Pesadas e El Almiñé e la Puente la otra terçia parte, e que se les den a los pueblos para ayuda quatro mill maravedís, los quales se les da de los maravedís de los mercaderes y de los mulateros”.


Esta zona, Puente de Arenas y del paso de los Hocinos u Ocinos, ya se cita en 1556 como “lugar peligroso por ser muy estrecho y por confinar con el río Ebro, muy caudaloso y furioso”. Ciertamente el Ebro y su caudal podía causar notables daños en cualquier puente y así consta que lo hizo en el puente de Arenas. Se dice en un informe de 1593: “El puente de Arenas, que está llevado, necesita hacerse de un arco y dos pilares; llevará todo 300 varas de piedra labrada, cada vara a 14 reales. De cimba, ahorrazón y otros materiales y cal 40 o 42 ducados”.
 
En 1597 eran necesarios reparos en el puente y en la calzada junto al río Ebro. Las obras se remataron, por medio de una provisión real, con el maestro cantero Juan de Naveda en 6.000 ducados que se repartieron entre las ciudades y villas de 12 leguas a la redonda. A lo largo de los siglos XVII y XVIII se llevaron a cabo nuevos reparos y se ensancharon algunos tramos a la vera del Ebro “a pólvora y pico” con objeto de que tuviese la suficiente amplitud para permitir el tránsito de carruajes, a la vez que se procuraba mayor seguridad al paso de viajeros porque en el desfiladero de los Hocinos murieron personas y animales al precipitarse al río por lo escabroso del paraje.
 
En 1623 el Consejo local solicitó de nuevo su reparo porque “tenía arruinado un pilar y deterioradas varias otras partes”. De nuevo el río Ebro imponía la fuerza de sus avenidas.
 
Y hete aquí que, tan sólo pasados tres años los maestros canteros Juan de la Sierra y Juan de Sedano hacen un reconocimiento del estado del puente y dictaminan que es necesario reconstruir dos arcos y un pilar. Las obras fueron rematadas en el famoso maestro cantería Juan de Naveda por un total de 3.000 ducados. El legajo tiene cerca de 400 folios con documentos entre los años 1625 y 1636 bajo el título “Remate y repartimiento del reparo y aderezo del puente de Valdivielso y de las calzadas y cuestas del Almiñé”. Comienza así el documento: “En la uilla de Villarcayo, a trece días del mes de abril de mil y seiscientos y veinte y seis años (1626), ante su merçed el liçençiado Miguel de Vrtaza Hernanico (?), rejidor y justicia destas Siete Merindades de Castilla Bieja, por el rey nuestro señor, y en presencia y por ante mí Alonso Yñiguez, secretario del rey nuestro señor […] parezió presente Bernabé de la Garza, regidor de la Puente de Valdibielso desta dicha Merindad, y dijo que sabe e dio notizia a su merced de cómo esta noche pasada, como a las nuebe o diez de la noche, se vndió la puente del dicho lugar, que llaman la Puente de Baldibielso, questá fundada sobre el río Ebro, vno de los ríos más cavdalosos de toda España, y la puente de más ynportanzia que ay en España (sic) para el serbizio de la Corte…” Las obras de su reparo se remataron en el maestro de cantería Pedro de Saravia, vecino de Navajeda, en cuatro mil ducados (4.000 ducs.) Los cerca de 400 folios siguientes detallan todos los avatares de esa larga serie de reparos (1626-1636), ¡diez años de obras!

 
Por un documento se manda que Juan de la Sierra, vecino de la Quintana, y Juan Ruiz de Sedano, vecino de la Puente (de Arenas), ambos maestros de cantería, vayan a ver la ruina del puente y dictaminen el riesgo que tiene el puente por los daños recibidos y hagan un presupuesto de su reparación. El 14 de abril de 1626, ambos maestros junto con un regidor vieron el puente: tiene dos arcos hundidos (eran de 100 pies de anchura y tenían 50 pies de altura), también estaban hundidos los colaterales de ellos. Dicen los maestros que “la dicha puente es antiquísima y conbiene que se torne a reedificar y hacer de nuevo lo ansí vndido y arruinado...” Calculan el precio de las obras entre siete u ocho mil ducados, poco más o menos. Añaden que están en peligro otros tres arcos “que an quedado enteros, vno a la vna parte y dos a la otra”, si se llegase a caer todo el puente su reedificación costaría más de 20.000 ducados. Declaran que los males vienen del gran caudal que lleva el río Ebro “y las abenidas del río muy ordinarias por ser tierra montañosa y que cae en ella muchas niebes y lluebe muy (...) continua”, además de que la altura del puente es una dificultad añadida.
 
Tratar del contenido de los 400 folios o más haría este trabajo excesivamente largo, baste decir que, con fecha de 14 de abril de 1626, ya figura como maestro de cantería y encargado de la obra de la calzada de los Hocinos, cuesta del Almiñé y puente de Arenas, Pedro Saravia que había presentado su plan de obras con un presupuesto de 4.000 ducados. El coste de las reparaciones se iba a repartir entre los pueblos de diez leguas a la redonda. La causa de las nuevas obras son la ruina de dos arcos del puente, daños causados por el Ebro a causa de que en tres de abril deste año se vndieron los dos harcos principales de la dicha puente, respeto de haber quedado tormenttada con las grandes habenidas del mes de febrero próximo passado, con qual caussa demás de la pérdida grande [¿da?] mucho rodeo a los mercaderes y pasaxeros...” En virtud de restablecer la facilidad de las comunicaciones entre la costa de Vizcaya y la meseta urge que comiencen las obras de reedificación de los arcos, fortalecimiento de la estructura del puente y mejora del firme de la calzada y paso de los Hocinos. Una provisión real del rey Felipe IV enfatiza lo muy útil que era ese puente para el comercio: “... era tan pasaxero que todo quanto pescado fresco y salado y mercaderías que venían de la villa de Viluao, Laredo, Castro de Vrdiales y los demás puertos çircunveçinos pasauan por allí para traerlo a esta nuestra Corte...” y otra posterior da cuenta de los destrozos que ha causado una gran crecida del Ebro: “... auía descalçado la dicha puente por los pilares que cayan debajo del agua y por ençima, de tal forma que si con breuedad no se acudía al rremedio, sería pusible venirsse al suelo...”; se concretaban otras obras necesarias: reparar uno de los arcos que estaba caído y el hecho de que un puente provisional de madera anterior se lo llevaban las avenidas con su fuerza.

 
Uno de los folios recoge un nutrido grupo de maestros canteros que se presentaron al auto y pregón de obras: Juan de Naveda (“maestro y bedor”), Pedro de Alvarado, Pedro Saravia, Pedro Solárzano, García de Agüero, Juan de la Padiza (?), Miguel de la Vega, Gregorio de la Vega, Domingo de Azas (?), Hernando de Agüero, Juan de la Puente Solar (?), Juan de Ruigómez, Francisco de la Sierra, Francisco de Roales (¿Rosales?), Juan del Cotero (¿Sotero?), Ambrosio Zorrilla, Melchor de la Puente, Pedro de la Tejera, Juan de la Tejera, Melchor de la Peña, Juan Sainz del Castillo, Gabriel de la Puente, Andrés de la Llosa, Bartolomé de la Sierra, Juan de Mazarredonda, Pedro Barón de Berrieza... “todos maestros de cantería y el dicho Padre Fray Sebastián y otros muchos ofiziales y gran número de gente” a los que se les leyeron las condiciones de la obra para su remate y presentaron sus posturas; quedó rematada la obra en 5.350 ducados, en Pedro Saravia (en otra parte del legajo se dice que las obras se llevaron a cabo por Pedro de Saravia y Felipe de Alvarado).
 
El hecho de estar presentes gran número de maestros canteros (cerca de treinta) nos aporta información de aquellos que se movían y trabajaban por Las Merindades, muchos de ellos provenientes de Trasmiera. El número de maestros canteros presentes es también prueba de la importancia y lo sustancioso de los remates en las obras del puente de Valdivielso, calzada de los Hocinos y cuesta del Almiñé.
 
En los documentos se dice que el puente de Arenas se había reparado hacía 24 años, es decir en 1602. Durante el tiempo que duraron las obras las crecidas del Ebro causaron graves daños y fueron precisos nuevos arreglos, no previstos anteriormente. Por lo contenido en los documentos veo que surgieron múltiples inconvenientes para los necesarios reparos. En otra parte descubro que Pedro de Solárzano, maestro de cantería, estuvo a cargo de las mismas “... en la dicha obra y reparo del pilar biexo y terraplanado y desbiar el agua para el dicho reparo...”, para todo ello solicita nueva provisión de fondos, en torno a diciembre de 1629.
 
Las obras y reparos tanto en el puente de Arenas, desfiladero de los Hocinos y cuesta del Almiñé, fueron constantes y se prolongaron a lo largo de los años, una muestra más es el pequeño legajo (signatura 1995, Fondo Corregimiento) de los años 1665 y 1666, títulado: “Repartimiento [y] reparos [del] puente [de] Arenas, los Hocinos y El Almiñé”. Son doce folios en buen estado de conservación. Comienza con una provisión del rey Carlos II, por ella Sebastián de Camargo, en nombre de Miguel Barón de Berrieza, maestro cantero, solicitaba se hiciesen efectivos los 58.850 reales que estaban en poder del depositario, fruto de los repartimientos para los reparos de 1657 hechos para el puente de Arenas y paso de los Hocinos y que aún no había cobrado (faltaban por cobrar 441.445 maravedís). Informa también de que han surgido nuevas obras que son preciso realizar. Va fechado en Madrid, 24 de diciembre de 1665.

 
En Villarcayo, el 30 de junio de 1666, ante el corregidor de las Siete Merindades, don Francisco Llano de Velasco, comparece Miguel Barón, maestro cantero, y presenta una provisión real; se procede a visitar las obras de los Hocinos y cuesta del Almiñé para levantar informe de su estado y ejecución. Por parte de dos maestros canteros (Francisco de la Lastra y Esteban -tachado Domingo- de Iturriaga); se certifica que las obras se han cumplido conforme a las condiciones estipuladas, pero especifican nuevas obras que se han de hacer: paredes en los Hocinos, desgastar peñas, un puente de un ojo con sus antepechos, la calzada por donde llaman “Peña Rubia”, donde falta de hacer otro puente; se hace presupuesto de esas obras añadidas.
 
Por ese puente de Valdivielso, transitó el noble y diplomático holandés Lodewijck Huygens el día 18 de noviembre de 1660. Pasan los viajeros el desfiladero de los Hocinos y cruzan el río Ebro por un puente de piedra, es la obra medieval que ahora se conoce como Puente Arenas. Dice la crónica de su viaje: “… un puente que llaman de Valdivielso de piedra de cantería muy antigua que se componía de diferentes oxos y servía de paso y camino real para todo el señorío de Vizcaya [...] y Castilla la Vieja y también se trajinaba por dicha puente los ganados de la Cabaña Real”.
 
Los arreglos y remodelaciones del puente de Arenas siguieron: el río Ebro dictaba su ley y causaba destrozos en el mismo. Pero en 1785 se había presentado un nuevo proyecto de puente para llegar a la planicie de Masa. Se trataba de la traza de un nuevo puente, con el tiempo conocido como puente del Aire, de un solo ojo, proyecto elaborado por los hermanos arquitectos de la Marina Francisco Solinis y Juan Andrés de Solinis, que se materializaría y permitiría un acceso a los altos de Dobro por la cuesta de la Mazorra.


Acabo aquí mi artículo sobre ese recio puente de Arenas, Puente-Arenas o Valdivielso, que de tal modo se le conoció; puente que ha servido para el paso de reyes y plebeyos sobre el Ebro, desde Laredo a Burgos y a la Corte madrileña. Por ese puente pasaron ilustres figuras como el emperador Carlos V en 1556, en su viaje al retiro de Yuste; la reina Ana de Austria, en 1570; William Surtees, en 1813, “Después de una larga marcha, llegamos al Ebro y paramos en la aldea de Puente Arrenas (sic)”; George Woodberry, en 1813, “aquí llegamos a Puente Arenas y pasamos el Ebro por un bonito puente”; Thomas Graham, en 1813; J.H. Cooke, en 1831, “Pasamos el río en Puente Arenas, donde vimos a varias fornidas mujeres de gruesas piernas […] Iban cargadas con mantequilla fresca”; el coronel Augusto Simon Frazer, en 1813; Richard Ford, en 1832: “En Villarcayo, la carretera de Burgos se bifurca, descendiendo y cruza el Ebro en Puente de Arenas...” ; Francisco de Paula Mellado, en 1842; o Emilio Valverde, en 1886: “Dos kilómetros después se salva el río Ebro por el puente de Arenas...”. Para conocer estas historias recomiendo la lectura de mi libro Viajeros por las Merindades (2021).



 
Bibliografía:
 
Álvarez Llopis, E. 2018: "Un itinerario histórico: el camino Laredo-Burgos en la Edad Media" en Caminería Histórica. Actas del VIII Congreso Internacional, Madrid, Minist. de Fomento, CEDEX-CEHOPU, 2008, pp. 1-18
Cadiñanos Bardeci, I. 2002: “Los puentes del norte de la provincia de Burgos durante la Edad Moderna (II)”, Boletín de la Institución Fernán González, nº 224, pp. 59-90
Cámara, C. et al. 1998: “Juan de Naveda, en torno a su actividad en Burgos (1607-1631) y el ejercicio de la profesión”. BIFG, nº 216, (1998/1), pp. 43-59
Domingo Mena, D. 2015: Caminos de Burgos: Los caminos del norte (siglos XV y XVI). Burgos: Universidad de Burgos. Tesis Doctoral.
García Huidobro Valdivielso, 15 de junio de 2017: “Reparo del puente de Puente Arenas y del paso de los Hocinos a finales del siglo XVI”, en https://huidobrovaldivielso.blogspot.com/2017/06/reparo-del-puente-de-puente-arenas-y.html
Losada Varea, C. 2007: La Arquitectura en el otoño del Renacimiento. Juan de Naveda (1590-1638). Universidad de Cantabria, 368 págs.
Losada Varea, C. 2018: “Un claustro clasicista para un monasterio medieval: Juan de Naveda del Cerro en Rioseco (1598-1601)”, en II Jornadas del Monasterio de Rioseco: el monasterio a través del tiempo. Diputación de Burgos, pp. 191-219
San Martín Vadillo, R. 2021: Viajeros por las Merindades. Autoedición, 409 páginas. Ver páginas 94, 102, 118, 121, 122, 123, 125, 126, 141, 147, 148, 174, 227, 408.
San Martín Vadillo, R. 2022: Las Merindades: documentos para su historia. Autoedición, 392 páginas. Ver páginas 270, 271, 277, 278, 319 (Puente de Valdivielso).

 
Anexos:

Para finalizar, he elaborado un cuadro con los maestros canteros que, a lo largo de la historia, trabajaron en el Puente de Arenas y calzada de los Hocinos:
 

Maestro cantero

Año

Detalles de sus trabajos

Pedro de Saravia

 

1571

 

Fijó las condiciones para el reparo del pilar principal del puente, junto con Pedro del Valle. También trabajó en la obra de la iglesia de Torresandino, en 1593

Pedro del Valle

1571

Junto con el anterior intervino en la redacción de condiciones y reparo del pilar principal del puente de Arenas

Lope de Redondo o Arredondo, Juan de Ortega Castañeda y Matías de Castañeda

1582

Establecieron 12 condiciones para las obras del puente. Reparación de una cepa y adición de cuatro arcos

Juan de Naveda

1597-1598

 

Por real provisión (mayo 1598) se le rematan las obras en el puente de Arenas en 6.000 ducs., Trabajó con otros maestros de Trasmiera. Se reconstruyeron arcos, se reforzaron tajamares, etc.

También obras en el puente de Aranda (1572), Puente nuevo de Lerma (1573-1579), Monasterio de Rioseco (1597), Puente de Astudillo y el de Palenzuela. Obras en Villanueva de Ladrero, Bisjueces y Valluércanos.

Pedro del Río

1597-1598

Natural de Liérganes. Trabajó en el puente junto con Juan de Naveda. También intervino en el puente de Quintanilla de Pienza (Arch. Munic. Villarcayo, sign. 248

Matías de Castañeda, Juan del Valle, Juan y Gonzalo de Sisniega, Juan de Zorlado

25/08/1597

Peritos revisores de trazas y condiciones de las obras en puente de Arenas. AHPC, Protocolos, Legajos 1096, 1100, 1103, 1104. El mismo Juan de Zorlado intervino en las iglesias de San Pedro de Tejada y San Martín de Don

Juan de (la) Riva

1597

Intervención en el puente de Valdivielso o de Arenas como perito de trazas y condiciones de la obra. AHPC, legajo 1096, fols. 256, 259, 315-318

Francisco y Juan de la Sierra

1597

Intervención en el puente de Valdivielso o de Arenas: inspección, tanteo y condiciones

Juan del Río Alvarado

1597-1598

Trabajó en el puente junto con Juan de Naveda

Diego y Juan de Sisniega

Bartolomé de Hermosa

Rodrigo de la Puente

 

1596-1597

Intervención en las obras de reparación del puente de Arenas y calzada de los Hocinos, el primero como responsable de las obras en 1597. Juan del Río Alvarado, Rodrigo de la Puente y Juan de Sisniega intervinieron en las obras de la calzada  de los Hocinos. Asimismo, Pedro de la Maza, ayudante de Diego de Sisniega.

Simón de la Llosa

1598

Natural de San Pantaleón de Aras, en Trasmiera. Puente de Valdivielso, junto con Juan de Naveda. También obras en el puente de Trespaderne, puente de Buniel (paso de Burgos al norte de la provincia), iglesia de Torresandino, puente de Buniel (1582)

Juan de Alvear

1598

En nombre del Concejo de Arenas solicita al rey la reparación del puente y la calzada de los Hocinos. Se dice en su informe que el pueblo de Arenas “es muy pobre”; tiene 38 vecinos

Juan y García de Sisniega

1601

Tras la muerte de Juan de Naveda prosiguieron las obras en el puente de Arenas

Sebastián de Alvear

1606

Otro maestro cantero de Trasmiera, de la Junta de Voto. Interviene en las obras de reparo del puente de Arenas; sus herederos debieron pagar la quiebra

Francisco de la Sierra

 

1626

Se ofreció a realizar los reparos del puente de Arenas por 4.500 ducs.

Pedro de Saravia

Juan de la Sierra

Juan Ruiz de Sedano

1626

En él se remató la obra de reparar el puente por 4.000 ducs. También trabajó en la iglesia de Santa María, de Miranda de Ebro y en la de San Pedro de Tejada. Vieron el puente y dieron su dictamen y tasación los otros dos maestros canteros, tiene dos arcos hundidos

Pedro de Solárzano

1629

Interviene en las obras del puente de Valdivielso; solicita la entrega de más dinero para las obras. Sign. 1987, F. Correg.

Pedro Barón de Berrieza

 

Miguel Barón o Varón

 

1651

 

1653

Remata con su sobrino, Miguel Barón, y su hijo, Gregorio, las obras de la calzada de los Hocinos en 5.350 ducs

Tras las obras anteriores se hizo preciso ensanchar el puente de Arenas para facilitar el paso de carros. Otras fuentes señalan su intervención en el puentes de Arenas en 1644

Alejo Gutiérrez de Bárcena

 

1696

El informe de las obras del puente menciona que se trataba de un puente de cinco ojos y cuatro pilares

Carlos de las Pozas

 

1696

Colaboró con el anterior en el ensanche de las obras del puente de Arenas o Valdivielso

Pedro y Domingo Gutiérrez

 

1716

Ambos hermanos llevaron a cabo obras de reparación del puente de Arenas

Antonio del  Castillo

Santiago de la Sierra

Alejo de Bárcena y Carlos de las Pozas

1720-1723

El primero procedía de Secadura. Se les remató la realización de las obras en el Puente de Arenas en precio de 11.400 ducs., hubo que hacer nuevas obras: 7.000 reales. A los maestros canteros Domingo y Pedro González 4.800 mrs.

Juan Francisco de Murga

Pedro Mateo de Gallarda

1852

Ambos realizaron obras por valor de 40.000 reales en el puente para reformar y mejorar su estructura

Francisco Solinis y Juan Andrés de Solinis. Proyecto para un nuevo puente (puente del Aire)

1785

 

Plano numero 12 para un nuevo puente del Aire sobre el Ebro. Registro BVMDefensa id. 66237