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domingo, 19 de octubre de 2025

Cazadores descuidados en Puentedey.

 
 
Marchemos a marzo de 1980 cuando se hicieron unas obras de cimentación en una finca de Puentedey, situada en la zona de La Cueva, propiedad de Esteban del Valle. La Cueva está situada al pie de la formación caliza de la Peña de Ladrero, en la base de la pendiente que está formada por elementos fruto de la erosión de la loma y su sedimentación. Pasando el pueblo camino de Santelices por la nueva vía verde.

 
En la excavación fueron encontradas unas curiosas piezas metálicas. Se hallaron a una profundidad de entre 1`60 metros y 1`70 metros. La posible causa de encontrarlos a esa profundidad sería esa acumulación de sedimentos puesto que lo normal es encontrar estos restos históricos en capas superficiales. Estos objetos de hierro llamaron la atención de los albañiles que los entregaron al propietario del terreno. Al extraerlas fueron descontextualizadas y se desconoce si hubo otros materiales que pasaron desapercibidos. Los trabajadores hablaron de “unas piedras grandes” pero los arqueólogos no pudieron comprobarlo al llegar al lugar con la obra terminada. Esas piedras grandes podrán ser partes de una tumba cercana a una posible ermita en el lugar o restos de esa desconocida ermita. Pero no hay ni pruebas ni era tradición medieval enterrar con ajuares del estilo.
 
Al parecer lo que se encontró, dedujeron, eran cosas para la caza. Se apoyaban en que el cuchillo -una de las cuatro piezas- era uno diseñado para funciones venatorias y domésticas. En la antigüedad la actividad cinegética, salvo para las élites, no era un “deporte”. E, incluso esto, es discutible. Lo digo para ir poniéndonos en situación porque la caza era uno de los medios básicos que el hombre ha tenido para proveerse de alimento. Otros medios eran la recolección silvestre, la agricultura y la cría de ganado. Y, cuando cazaban, no buscaban esquilmar una zona y aplicar el refrán de “todo lo que corre, nada o vuela… a la cazuela” sino que tenían unos objetivos precisos. La caza no era, para la mayoría, la fuente principal de alimentos e, incluso, podríamos hablar de tres formas de cazar en función de la necesidad: la caza defensiva, la caza ofensiva y la caza lúdica.

Ejemplo actual de cuchillo de acero para cortar carne.
 
Dicho así no resulta muy claro a qué nos referimos, pero si les explico que los campesinos y ganaderos se defendían de osos, lobos, zorros y jabalíes matándolos -recordemos las loberas- porque atacaban sembrados, ganados y colmenas. La caza ofensiva, deberíamos llamarla caza alimenticia porque su objetivo era conseguir proteínas, se orientaba a la caza de liebres, conejos y algunas aves, sobre todo perdices. Es decir, caza menor. La caza, toda caza, también les proporcionaba pieles que utilizaban para su vestimenta y materiales para equipamiento doméstico. Incluso podemos encontrarnos con cazadores profesionalizados tanto alimañeros como de consumo.
 
Y, por último, la caza deportiva, por diversión, por ocio. Por mentira. No existía en el medievo el ocio por el ocio porque no existía el tiempo libre de esta era postindustrial. ¿Entonces? Definiríamos como “caza deportiva” a la caza que, además, producía placer, ejercicio físico o formación con las armas a los participantes. También le servía al señor para una labor de policía y conocer mejor sus tierras y sus gentes. Era una actividad asociada a la caza mayor, a osos, ciervos, jabalíes…
 
Por supuesto, la gente que salía a cazar llevaría un morral con yesca, pedernal, aguja, hilo, antídotos contra el veneno de las víboras, provisiones y una calabacita ceñida a la cintura. Y, esencialmente, dos armas: una lanza, de hierro corto y vara de madera de unos siete u ocho palmos de largo (como un Rejón) y un puñal o cuchillo recio, apto para apuñalar y desollar a la presa.
 
Dicho lo anterior, lo que se encontró en esa cimentación fue: un cuchillo, una punta de dardo, un rejón y otro trozo de hierro de difícil identificación.

 
El cuchillo es de hierro con una hoja ancha de sección triangular y espigón de enmangue de sección octogonal. La hoja solo estuvo afilada en la parte delantera. Su longitud era de 115 milímetros con un ancho de 3 centímetros, el espesor fue de 4 milímetros, y, en la parte no afilada, 0`7 milímetros. El espigón tiene una longitud de 7`2 centímetros con una sección de 9`5 por 8 milímetros. El posible mango pudo ser de hueso o de madera del tamaño del espigón de enmangue, al menos. No se aprecia en la foto perforaciones para ajustar el mango.

Componentes de un cuchillo medieval.
 
Al ser una herramienta de hoja ancha con filo en la parte delantera podemos verla como un cuchillo de caza o para desollar y despiezar caza o reses sacrificadas. Hoy hay, todavía, cuchillos similares. ¡Será cierto eso de que los buenos diseños perduran! Podemos ver representaciones de cuchillos parecidos en esculturas románicas como las presentes en unos capiteles de las iglesias cántabras de Bareyo y Silió.

 
La segunda pieza es una Punta de dardo de hierro, apreciándose el cierre del enmangue tubular soldado. Tiene forma de hoja de laurel y sección romboidal. La longitud de la hoja es de 10 centímetros con un ancho máximo de unos dos centímetros y un espesor de 4`5 milímetros. El enmangue de forma tubular tiene 12 milímetros de diámetro y la soldadura tiene una longitud de 4`5 centímetros. En este enmangue hay restos del astil de madera. En el catálogo del London Museum hay una punta de lanza con la misma forma pero de tamaño doble y, en los dardos, dos formas muy similares. Este estilo de puntas de dardo está documentado tanto en escenas de caza como de guerra.

 
La tercera pieza podría ser un Rejón. A los aficionados a la tauromaquia les sonarán palabras como “rejoneo”, “rejoneadores” y demás. Pero, a su vez, podría ser una parte de un arma arrojadiza, aunque al ser de forma asimétrica sería prácticamente inútil como arma arrojadiza. Por ello, centrémonos en la idea del rejón. Pensamos que sería utilizado por peones tanto en guerra como en la caza, montada la punta de hierro sobre un astil. Vemos armas muy similares en manos del defensor de un castillo representado en un fresco del palacio de Berenguer de Aguilar, conservado en el Museo de Arte Moderno de Cataluña o en los hombres que alancean un jabalí en una miniatura del Libro de Horas de Adelaida de Saboya, que se guarda en el Museo Condé en Chantilly, de principios del siglo XV. Y, algo similar a un rejón sería lo que vemos en los mosaicos de caza romanos.

 
Ese posible rejón era un objeto robusto con tres partes bien diferenciadas: una punta de filo curvo que se unía al espigón con un doble bisel curvo por la hoja y recto en el dorso. Presenta éste una sección cuadrada, dando paso a un enmangue tubular abierto con ojo para remache. Además, existió una ligera curvatura hacia la zona ventral. La longitud total es de 23`1 centímetros. La punta: largo 35 milímetros, ancho máximo 18 milímetros, espesor 5`5 milímetros. Cuerpo: largo 11 centímetros, ancho máximo 9 milímetros, espesor 8 milímetros. Enmangue tubular abierto: largo 89 milímetros, ancho base 19 milímetros, espesor 18 milímetros. Ojo del remache de 5 milímetros de diámetro.

 
Por último, hallaron un objeto de hierro de difícil identificación que pudo ser una Gubia o una lanza. Su sección, tanto como el hallarse doblado, de un modo aparentemente casual, por su extremo, crean cierta incertidumbre alrededor del mismo. Como forma en disminución de la hoja se podría comparar con una punta de dardo conservada en el London Museum, y su sección con un dorso apuntado nos encauzaría hacia un instrumento de carpintería: el formón. La longitud total de la pieza es de 164 milímetros. La hoja es de sección pentagonal recta de espesor máximo 5`5 milímetros, disminuyendo ligeramente hacia la punta y aplanándose. El largo es de 194 milímetros, y el ancho en la punta de 1`6 centímetros por 1`3 centímetros, en la base. El espigón para enmangue tiene una longitud de 6`9 centímetros y la sección es circular con un diámetro medio de 5`5 centímetros. Se halla desplazado del eje de la pieza accidentalmente y como las anteriores es de hierro.
 
El estado de conservación de las piezas era aceptable, permaneciendo un gran núcleo de hierro en las cuatro piezas. Se hallaban cubiertas de óxido con incrustaciones silíceas y capas de carbonatos.
 
Gracias a que este tipo de cuchillo es representado con frecuencia en la escultura románica de los siglos XII al XIII, con pervivencias posteriores, lo podemos situar en este periodo de tiempo. Armas similares al rejón aparecen representadas desde el siglo XIII hasta principios del siglo XV. Por ello, los investigadores, situaron estos objetos a finales del siglo XIII o principios del XIV. Aunque este tipo de armas, por el alto precio del hierro y la pobreza de la zona, se reutilizaban durante mucho tiempo.
 
Deben estar en el Museo Arqueológico de Burgos en calidad de depósito.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Hallazgo de útiles venatorios de época medieval en Puentedey (Burgos)”. José Ángel Churruca García - Luis G. Valdés.
“Los libros de caza medievales y su interés para la historia natural”. José Manuel Fradejas Rueda.
“Caza y cazadores en la Castilla bajomedieval”. José Luis del Pino.
“Puentedey. Historias de los días de antaño”. Miguel Ángel Alonso Saiz.
 
 
 
 

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