Marchemos
a marzo de 1980 cuando se hicieron unas obras de cimentación en una finca de
Puentedey, situada en la zona de La Cueva, propiedad de Esteban del Valle. La
Cueva está situada al pie de la formación caliza de la Peña de Ladrero, en la
base de la pendiente que está formada por elementos fruto de la erosión de la
loma y su sedimentación. Pasando el pueblo camino de Santelices por la nueva vía verde.
En
la excavación fueron encontradas unas curiosas piezas metálicas. Se hallaron a
una profundidad de entre 1`60 metros y 1`70 metros. La posible causa de
encontrarlos a esa profundidad sería esa acumulación de sedimentos puesto que lo
normal es encontrar estos restos históricos en capas superficiales. Estos
objetos de hierro llamaron la atención de los albañiles que los entregaron al
propietario del terreno. Al extraerlas fueron descontextualizadas y se
desconoce si hubo otros materiales que pasaron desapercibidos. Los trabajadores
hablaron de “unas piedras grandes” pero los arqueólogos no pudieron comprobarlo
al llegar al lugar con la obra terminada. Esas piedras grandes podrán ser
partes de una tumba cercana a una posible ermita en el lugar o restos de esa
desconocida ermita. Pero no hay ni pruebas ni era tradición medieval enterrar
con ajuares del estilo.
Al
parecer lo que se encontró, dedujeron, eran cosas para la caza. Se apoyaban en
que el cuchillo -una de las cuatro piezas- era uno diseñado para funciones venatorias y domésticas. En la antigüedad
la actividad cinegética, salvo para las élites, no era un “deporte”. E, incluso
esto, es discutible. Lo digo para ir poniéndonos en situación porque la caza
era uno de los medios básicos que el hombre ha tenido para proveerse de
alimento. Otros medios eran la recolección silvestre, la agricultura y la cría
de ganado. Y, cuando cazaban, no buscaban esquilmar una zona y aplicar el
refrán de “todo lo que corre, nada o vuela… a la cazuela” sino que tenían unos
objetivos precisos. La caza no era, para la mayoría, la fuente principal de
alimentos e, incluso, podríamos hablar de tres formas de cazar en función de la
necesidad: la caza defensiva, la caza ofensiva y la caza lúdica.
Ejemplo actual de cuchillo de acero para cortar carne.
Dicho
así no resulta muy claro a qué nos referimos, pero si les explico que los campesinos
y ganaderos se defendían de osos, lobos, zorros y jabalíes matándolos
-recordemos las loberas- porque atacaban sembrados, ganados y colmenas. La caza
ofensiva, deberíamos llamarla caza alimenticia porque su objetivo era conseguir
proteínas, se orientaba a la caza de liebres, conejos y algunas aves, sobre
todo perdices. Es decir, caza menor. La caza, toda caza, también les
proporcionaba pieles que utilizaban para su vestimenta y materiales para equipamiento
doméstico. Incluso podemos encontrarnos con cazadores profesionalizados tanto
alimañeros como de consumo.
Y,
por último, la caza deportiva, por diversión, por ocio. Por mentira. No existía
en el medievo el ocio por el ocio porque no existía el tiempo libre de esta era
postindustrial. ¿Entonces? Definiríamos como “caza deportiva” a la caza que,
además, producía placer, ejercicio físico o formación con las armas a los
participantes. También le servía al señor para una labor de policía y conocer
mejor sus tierras y sus gentes. Era una actividad asociada a la caza mayor, a
osos, ciervos, jabalíes…
Por
supuesto, la gente que salía a cazar llevaría un morral con yesca, pedernal,
aguja, hilo, antídotos contra el veneno de las víboras, provisiones y una calabacita
ceñida a la cintura. Y, esencialmente, dos armas: una lanza, de hierro corto y
vara de madera de unos siete u ocho palmos de largo (como un Rejón) y un puñal o cuchillo recio,
apto para apuñalar y desollar a la presa.
Dicho
lo anterior, lo que se encontró en esa cimentación fue: un cuchillo, una punta
de dardo, un rejón y otro trozo de hierro de difícil identificación.
El
cuchillo es de hierro con una hoja ancha de sección triangular y espigón de enmangue
de sección octogonal. La hoja solo estuvo afilada en la parte delantera. Su
longitud era de 115 milímetros con un ancho de 3 centímetros, el espesor fue de
4 milímetros, y, en la parte no afilada, 0`7 milímetros. El espigón tiene una
longitud de 7`2 centímetros con una sección de 9`5 por 8 milímetros. El posible
mango pudo ser de hueso o de madera del tamaño del espigón de enmangue, al
menos. No se aprecia en la foto perforaciones para ajustar el mango.
Componentes de un cuchillo medieval.
Al
ser una herramienta de hoja ancha con filo en la parte delantera podemos verla como
un cuchillo de caza o para desollar y despiezar caza o reses sacrificadas. Hoy
hay, todavía, cuchillos similares. ¡Será cierto eso de que los buenos diseños
perduran! Podemos ver representaciones de cuchillos parecidos en esculturas románicas
como las presentes en unos capiteles de las iglesias cántabras de Bareyo y
Silió.
La
segunda pieza es una Punta de dardo de hierro, apreciándose el cierre del
enmangue tubular soldado. Tiene forma de hoja de laurel y sección romboidal. La
longitud de la hoja es de 10 centímetros con un ancho máximo de unos dos
centímetros y un espesor de 4`5 milímetros. El enmangue de forma tubular tiene 12
milímetros de diámetro y la soldadura tiene una longitud de 4`5 centímetros. En
este enmangue hay restos del astil de madera. En el catálogo del London Museum hay
una punta de lanza con la misma forma pero de tamaño doble y, en los dardos,
dos formas muy similares. Este estilo de puntas de dardo está documentado tanto
en escenas de caza como de guerra.
La
tercera pieza podría ser un Rejón. A los aficionados a la tauromaquia les
sonarán palabras como “rejoneo”, “rejoneadores” y demás. Pero, a su vez, podría
ser una parte de un arma arrojadiza, aunque al ser de forma asimétrica sería
prácticamente inútil como arma arrojadiza. Por ello, centrémonos en la idea del
rejón. Pensamos que sería utilizado por peones tanto en guerra como en la caza,
montada la punta de hierro sobre un astil. Vemos armas muy similares en manos
del defensor de un castillo representado en un fresco del palacio de Berenguer
de Aguilar, conservado en el Museo de Arte Moderno de Cataluña o en los hombres
que alancean un jabalí en una miniatura del Libro de Horas de Adelaida de
Saboya, que se guarda en el Museo Condé en Chantilly, de principios del siglo XV.
Y, algo similar a un rejón sería lo que vemos en los mosaicos de caza romanos.
Ese posible rejón era un objeto robusto con tres partes bien diferenciadas: una
punta de filo curvo que se unía al espigón con un doble bisel curvo por la hoja
y recto en el dorso. Presenta éste una sección cuadrada, dando paso a
un enmangue tubular abierto con ojo para remache. Además, existió una ligera
curvatura hacia la zona ventral. La longitud total es de 23`1 centímetros. La
punta: largo 35 milímetros, ancho máximo 18 milímetros, espesor 5`5 milímetros.
Cuerpo: largo 11 centímetros, ancho máximo 9 milímetros, espesor 8 milímetros.
Enmangue tubular abierto: largo 89 milímetros, ancho base 19 milímetros,
espesor 18 milímetros. Ojo del remache de 5 milímetros de diámetro.
Por
último, hallaron un objeto de hierro de difícil identificación que pudo ser una
Gubia o una lanza. Su sección, tanto como el hallarse doblado, de un modo
aparentemente casual, por su extremo, crean cierta incertidumbre alrededor del
mismo. Como forma en disminución de la hoja se podría comparar con una punta de
dardo conservada en el London Museum, y su sección con un dorso apuntado nos
encauzaría hacia un instrumento de carpintería: el formón. La longitud total de
la pieza es de 164 milímetros. La hoja es de sección pentagonal recta de
espesor máximo 5`5 milímetros, disminuyendo ligeramente hacia la punta y
aplanándose. El largo es de 194 milímetros, y el ancho en la punta de 1`6 centímetros
por 1`3 centímetros, en la base. El espigón para enmangue tiene una longitud de
6`9 centímetros y la sección es circular con un diámetro medio de 5`5 centímetros.
Se halla desplazado del eje de la pieza accidentalmente y como las anteriores
es de hierro.
El
estado de conservación de las piezas era aceptable, permaneciendo un gran
núcleo de hierro en las cuatro piezas. Se hallaban cubiertas de óxido con
incrustaciones silíceas y capas de carbonatos.
Gracias
a que este tipo de cuchillo es representado con frecuencia en la escultura
románica de los siglos XII al XIII, con pervivencias posteriores, lo podemos
situar en este periodo de tiempo. Armas similares al rejón aparecen
representadas desde el siglo XIII hasta principios del siglo XV. Por ello, los
investigadores, situaron estos objetos a finales del siglo XIII o principios
del XIV. Aunque este tipo de armas, por el alto precio del hierro y la pobreza de
la zona, se reutilizaban durante mucho tiempo.
Deben
estar en el Museo Arqueológico de Burgos en calidad de depósito.
Bibliografía:
“Hallazgo
de útiles venatorios de época medieval en Puentedey (Burgos)”. José Ángel Churruca
García - Luis G. Valdés.
“Los
libros de caza medievales y su interés para la historia natural”. José Manuel
Fradejas Rueda.
“Caza
y cazadores en la Castilla bajomedieval”. José Luis del Pino.
“Puentedey.
Historias de los días de antaño”. Miguel Ángel Alonso Saiz.
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