Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 16 de febrero de 2025

El perdonador de Belgas.

  
¿Qué o quién es este “perdonador de belgas” del encabezamiento? Estamos hablando de un soldado nacido en Quintanilla Sopeña, en Montija (Las Merindades- Burgos) que despuntó en las guerras mejicanas. ¿Y los belgas, entonces? Luego saldrán. El nacimiento de este soldado fue el 10 de septiembre de 1826. Era hijo de Leonardo de Régules y María Rita Cano y se llamaba Nicolás. A los quince años (1837) fue enviado por sus padres a la Escuela de Caballería de Segovia. Allí aprenderá el uso de las armas y las estrategias para el manejo de la tropa en la batalla. Según algún hagiógrafo -E. M. de los Ríos-, combatió contra los carlistas logrando ascender hasta ser capitán de escuadrón y formó parte del Estado Mayor del General Espartero. Lo que nos hace creer que el muchacho fue un portento precoz porque Espartero fue líder en la primera guerra carlista (1833-1840) y eso significa que Nicolás participó en esa guerra siendo un niño. No me lo imagino con el grado de capitán.

 
Nicolás Régules se trasladará a la provincia de Cuba, tal vez por no ser partidario de los que detentaban el gobierno en España. Al fin y al cabo, según el señor de los Ríos, debió estar con Espartero en la carlistada. De La Habana pasó a los Estados Unidos y luego a México donde llegó en 1846. Con veinte años.
 
Al poco estalló la guerra con Estados Unidos (1846-1848) donde México perdió más de la mitad de su territorio. Fue la oportunidad que necesitaba Nicolás. Prestó servicio en el ejército mexicano tras que le confirmaran su grado de Capitán traído del ejército isabelino. Lo que es seguro es que tuvo este grado en el ejército mexicano. Participó en las batallas de la Angostura, Padierna, Molino del Rey y Chapultepec. Tras la derrota siguió sirviendo en el ejército de México, hasta que subió al poder el General Santa-Anna en su último mandato (1853-1855). Por ponernos en situación: Se erigió como dictador vitalicio con el tratamiento de Alteza Serenísima en 1853, pero fue derrocado dos años más tarde.

 
Cuando se produjo el levantamiento de Ayutla (1 de marzo de 1854) contra los modos dictatoriales del presidente Santa-Anna, Régules marchó a Michoacán para incorporarse a las fuerzas del General Epitacio Huerta después de lo cual fue ascendido a comandante de escuadrón. Su jefe decidió apoderarse de la plaza después de un ataque que duró una noche y parte de un día. Huerta se retiró. La población estaba defendida por el comandante santa-anista Ohoa y el encargo de cubrir la retirada de Huerta lo recibió Régules con 15 jinetes. Los soldados de Santa-Anna, de la guarnición de Uruápam, estaban fortificados en la casa de altos de Luis Coria y, viendo la retirada de sus enemigos, abrieron sus puertas y se relajaron. Viendo esto el burgalés se lanzó contra la puerta abierta, penetraron en la casa y subieron las escaleras a caballo combatiendo así dentro del inmueble. Envió aviso al General Huerta y éste retrocedió y tomó la plaza.
 
En 1858 cuando tenía 32 años de edad se casó con María de la Soledad Solórzano Ayala (1844-1884) en Ciudad de México. Fueron padres de:
 
  • Juana de Regules Solórzano (1859). Casada el 24 de septiembre de 1884, en Ciudad de México, con Melquiades Mazón de Régules.
  • José Fidel de Regules Solórzano (1862).
  • Teresa de Regules Solórzano (1863). Casada el 24 de septiembre de 1884, en Ciudad de México, con José Celada Romilla.
  • Concepción de Regules Solórzano (1866).
  • Nicolás de Regules Solórzano (1868).
  • María de la Soledad de Regules Solórzano (1870).
  • Leonardo de Regules Solórzano (1872). Casado con María González de la Cavala.
  • María de la Paz de Regules Solórzano (1874).
 
La Guerra de Reforma -guerra de los Tres Años- fue del año de 1858 al 10 de enero de 1861. México estaba dividido en dos grandes Partidos: Liberales y Conservadores que luchaban por sus ideales. Durante esa guerra, en la Batalla de Silao (10 de agosto de 1860) tuvo una intervención decisiva a las órdenes del General Jesús González Ortega, quien le otorgó el grado de General de Brigada por méritos de guerra y participó en la batalla de Calpulalpan.

 
El 25 de diciembre de 1860, el general González Ortega, junto con los generales Ignacio Zaragoza, Leandra Valle, Nicolás Regules y Francisco Alatorre, al mando de 20.000 hombres, toman Ciudad de México, para hacer posible el retorno de los legítimos poderes a la Ciudad. Benito Juárez, presidente Interino, anunció al pueblo mexicano el restablecimiento de su gobierno y el inicio del camino de la legalidad constitucional al país.
 
Nicolás era un hombre de ideas liberales que siguió sirviendo al Gobierno constitucional mexicano hasta el desembarco de las tropas francesas, españolas e inglesas para el cobro de deudas. El 7 de diciembre de 1861, arribó a Veracruz una escuadra española, a la que se unieron los barcos ingleses y franceses el 7 de enero de 1862. Al desembarcar tropas de España, país natal de Nicolás Régules Cano, pidió la baja del ejército mejicano. Juárez se lo concedió. Cuando Prim, en 1862, retiró de la aventura mexicana a las tropas españolas Régules se reincorporó.
 
Estando Régules en Puebla, en 1863, al mando de la tercera Brigada hicieron una salida el 14 de mayo para traer harina de un depósito que estaba junto a la línea enemiga y lo consiguieron. Se opuso osadamente a la rendición de Puebla ante los soldados imperiales y, posiblemente, escapó antes de caer prisionero ya que no aparece en las listas de jefes y oficiales que tomaron los franceses.

Maximiliano I de México.
 
Peleó en el Estado de Michoacán. Uno de sus mayores hechos de armas fue el 11 de abril de 1865 en Tacámbaro (Michoacán). Cuatro días antes, una legión belga al mando del mayor Tydgat tomaron el lugar y supieron que los familiares de Nicolás Régules no habían podido salir del pueblo.
 
Allí llegó Régules que decidió asaltar la población. Según el poeta Juan de Dios Peza, se presentó ante los asaltantes un hombre advirtiendo que, en una trinchera situada a la entrada de la ciudad y que se veía desde donde estaba el jefe republicano, habían colocado los belgas a la esposa e hijos del General Régules. Un clásico de “escudos humanos”. La situación guarda un sospechoso paralelismo con Guzmán “el Bueno” o el general Moscardó. Y, también, la respuesta de Régules: “¡Fuego! ¡Primero es la Patria!”.
 
Otra versión más truculenta dijo que, mientras se acercaban las tropas mejicanas, la esposa de Régules gritaba: “¡Nicolás, no vaciles! ¡    Tira!” Al final ni ella ni los hijos que tenían en esas fechas resultaron heridos. Los imperialistas se replegaron al convento desacralizado de San Francisco de Tacámbaro. Fue entonces que Régules mandó el grupo de parlamentarios que fue recibido a tiros por los belgas matado al coronel Morales. El combate generó un incendio en el monasterio. Cuando se desplomó el techo de la iglesia y los imperialistas se refugiaron en la sacristía, que ya comenzaba a arder también, el general Régules entró a caballo envuelto en un sarape para protegerse del fuego, e hizo que los belgas se rindieran.

El perdón de los belgas.
 
Todos esperaban que Régules se vengara, pero los entregó como prisioneros al general Vicente Riva Palacio, quien semanas después los canjeará por republicanos en poder de los franceses. Por esta acción, el presidente Benito Juárez ascendió a Nicolás Régules a general de División. Los belgas seguirán luchando al lado de los franceses hasta 1867, fecha final de la aventura de Napoleón III. Menos de la mitad de ellos regresarán a su país.
 
El 19 de junio de 1865 el general en jefe Arteaga fracasaba en la conquista de la plaza de Uruápam y pensaba en retirarse cuando Régules pidió realizar un último intento. “¿Y con qué me responde usted si no toma Uruápam?”. Preguntó Arteaga. “Con nada”- contestó Régules -“porque habré muerto”. Régules lanzó a las 10:00 h sus tropas en varias columnas. Una de ellas debía tomas la parroquia donde se fortificaban los “reaccionarios”. Iba al mando del teniente coronel Montenegro. Tenía las órdenes de avanzar y no disparar su cañón hasta estar muy cerca de la puerta y, una vez disparado, entrar rápidamente por el hueco. Así fue.

 
El 3 de octubre de 1865, el emperador Maximiliano expidió una ley por la que declaraba que todos los ligados a bandas o reuniones armadas, después de ser juzgados por Cortes Marciales, serían pasados por las armas si se les encontraba culpables y que la condena debía ser aplicada a las veinticuatro horas de ser dictada. Al poco, en Santa Ana Amatlán los mejicanos sufrieron una derrota en la que fueron fusilados, en aplicación del decreto anterior, varios mandos republicanos quedando la dirección del ejército del Centro en manos del General Nicolás de Régules. Guerreó por su cuenta hasta que se incorporó al ejército de Occidente que mandaba el General Ramón Corona. Después del asalto y toma de Zamora, concurrieron al sitio de Querétaro, llamándose ya División de Michoacán. Este año Nicolás Régules es ascendido a General de División.
 
Corre la anécdota de que, en el ataque a la plaza de Zamora, el 4 de si febrero de 1867, mientras recorría Régules y su estado mayor la línea para reconocer las fortificaciones enemigas se les disparó con un cañón. Un coronel que vio venir la bala se cubrió con su caballo. Viéndolo Régules le dijo que “coronel, si se le cayó el pañuelo aquí traigo otro”.
 
Después del triunfo de la República Benito Juárez, presidente de la misma (21 de enero de 1858-18 de julio de 1872), licenció la mayor parte de los soldados voluntarios, y mercenarios, que habían combatido por la independencia de México. Tras ello, reorganizó el ejército formando cinco divisiones: la del Norte, al mando del General Escobedo con su cuartel general en San Luis Potosí; lado Occidente, al mando del General Corona con su cuartel general en Guadalajara; la de Oriente, al mando del General Porfirio Díaz con su cuartel general en Tehuacán; la del Sur, al mando del General Juan Álvarez, y la del Centro con su cuartel general en México, al mando del General Nicolás de Régules.

 
En 1871 se presentaron como candidatos a la presidencia de la república Sebastián Lerdo de Tejada y el general Porfirio Díaz como opositores a Benito Juárez que fue reelegido. Lerdo se incorporó al gobierno como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Porfirio Díaz dio un golpe de estado. El 18 de julio de 1872 murió Benito Juárez y Lerdo asumió la presidencia en forma interina. En las elecciones extraordinarias de 1872, Lerdo derrota a Díaz y obtuvo la presidencia en el periodo de 1872 a 1876. Buscó su reelección contraviniendo la constitución. Durante las elecciones, Lerdo de Tejada fue apoyado por el Poder Legislativo el cual declaró válido el resultado a favor de Lerdo y, por lo tanto, ganador de los comicios presidenciales de 1876. Sin embargo, el Poder Judicial encabezado por José María Iglesias declaró que las elecciones habían sido fraudulentas.
 
El 15 de enero, Porfirio Díaz aprovechó la situación para levantarse en armas mediante el Plan de Tuxtepec (10/01/1876). La rebelión triunfó en la Batalla de Tecoac (16/11/1876). Lerdo se vio en la necesidad de renunciar y abandonó el país en enero de 1877. El liberal hijo de Las Merindades rescató a este presidente de las manos de los porfiristas y lo embarcó hacia los EEUU.

 
Nicolás Régules fue gobernador del estado de Michoacán (1866) y, también, vicepresidente de la Suprema Corte de Justicia Militar durante la Presidencia del General Manuel González (1880-1884). Se retiró del servicio activo en 1882.
 
El día 9 de enero de 1895 murió Régules a los sesenta y nueve años de edad en Ciudad de México. Cuando la Secretaría de Guerra supo su muerte dispuso que una compañía del decimosexto Batallón diera guardia de honor al cadáver. Se formó una División de honores que lo acompañaron hasta el panteón del Tepeyac en la villa de Guadalupe.

Quintanilla-Sopeña (Las Merindades)
 
En su entierro hubo representantes del Congreso Federal, de la Suprema Corte de Justicia Militar, del Gobierno de Michoacán y de todos los cuerpos que estaban de guarnición en México. En el panteón hicieron uso de la palabra José Portillo, coronel Arcadio R. Zepeda, Manuel Gutiérrez Zamora y Emeterio de la Gaiza. De ellos salieron palabras de este estilo:
 
“Que sepa España y con ella el mundo entero que si luchamos contra el español cuando quiso doblegar una cerviz tan altiva y sana que no sabe aún inclinarse, en cambio tenemos un recuerdo cariñoso en la figura de Prim; y que el pueblo mexicano los reconoce como a sus hijos, los proclama como a sus héroes y el pabellón nacional los cubre hasta en su tumba, cuando se llaman Régules”.
 
“Tu valor y tu patriotismo nos admiran, porque lo narraría orgullosa en páginas de oro la historia de Grecia, porque recuerda al espartano, cuando sereno, sin dudas ni vacilaciones, con el corazón nacido para el heroísmo, sacrificaba a la familia por la patria”.
 
“Tu honradez nos admira porque en la adversidad, en el choque de los intereses contrarios, en la infatigable lucha por la existencia; entre las debilidades del mando, las clases cobardes desfallecen; tú cruzaste como el plumaje del poeta, sin mancharte. Tu virtud nos admira, porque ofreciste tu vida en el altar de la Patria, sin interés, sin pretensión, -tu grandeza no te embriagó- y concluida la lucha volviste al hogar sin ambiciones. Tu historia nos admira, porque en España como en México, en todas partes, si encontrabas la causa justa, la causa santa, eras su partidario, su defensor; tu alma era de la humanidad, estaba enamorada de la idea”.


“La Nación ha perdido un hijo adoptivo quién amaba como si hubiera sido concebido en sus entrañas, y a la que él consagro su amor, su vida y su sangre como si fuere su propia patria. El General Régules tenía el valor de Bayardo, el Caballero sin miedo y sin tacha, y las heroicidades de Guzmán el Bueno”.
 
“Siempre estuvo del lado del derecho y del honor, su espada la esgrimió siempre en defensa de la justicia, y su vida fue consagrada a la verdad de los principios liberales que defendió sin vacilar hasta su muerte”.
 
En 1909 se nombró un municipio del estado de Michoacán como “Cojumatlán de Régules”, en honor del general y en la conmemoración de su nacimiento se entregan medallas. Hay también centros escolares con su nombre. El aniversario de su nacimiento se celebra todos los años el día 10 de septiembre en Tacámbaro, Michoacán, donde asiste la familia de Régules para honrarlo junto con las autoridades civiles y el pueblo entero.

 
En su pueblo natal hay una fuente construida en 1869 en la que se puede leer lo siguiente: “Construida a expensas de D. Nicolás y D, Feliciano de Regules. Naturales de este pueblo e hijos de D. Leonardo Regides y María Cano, Año 1869”.
 
 
 
 
Bibliografía:
 
“Liberales ilustres mexicanos de la reforma y la intervención”. Miguel Ángel Porrúa.
Periódico “La Razón de México”.
Geneanet.org
Web “Memoria política de México.
Periódico “5W Redactor”.
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
Instituto Mexicano de la radio.
“Voluntarios extranjeros en los ejércitos liberales mexicanos, 1854-1867”. Lawrence Douglas Taylor Hanson.
 
 

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