Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 14 de abril de 2019

Estación de Tránsito



Hoy recurrimos al título de una novela de Clifford D. Simak para titular la entrada referida, un poco, a la hostelería para transeúntes en Cabañas de Virtus. Este es un pueblo que, aún vivo, parece no estarlo.

Englobado en la jurisdicción de Valdebezana y perteneciente a la tenencia de Arreba durante el breve dominio navarro que terminó tras la batalla de Atapuerca, la evolución de esta población ha estado asociada al movimiento de personas y bienes. Pendiente de ulteriores investigaciones podría haber pasado por este lugar la calzada que, saliendo de Castro-Urdiales (Flaviobriga) y pasando por la Merindad de Montija, atravesaría el sur de Espinosa de los Monteros, Barcenillas de Cerezo, Quintanilla del Rebollar, Quisicedo, Quintanilla-Sotoscueva, Vallejo, Entrambosríos, Pedrosa, y por Cabañas de Virtus llegaría a Retortillo (Juliobriga).


Posteriormente sería elemento clave entre los caminos carreteros y muleros entre Burgos y Santander. Pensemos que la ciudad de Burgos debía gran parte del potente desarrollo comercial y económico que adquirió en los siglos XV y XVI, a la relación que estableció con los puertos cantábricos. Por ellos salían las exportaciones de Castilla. Por su parte, la ciudad de Santander y su puerto buscaban clientes exportadores en el interior castellano. La relación se canalizaba por varios caminos utilizados con distinta intensidad según los diferentes momentos.

Dos grandes vías, la del Besaya y la de El Escudo, canalizaron todas las variantes. Evidentemente Cabañas de Virtus era importante en el camino por El Escudo. Pero tengamos en cuenta que en esos siglos no existía el pantano del Ebro por lo cual los desaparecidos pueblos de la llanura de la Virga, y sus caminos, permitían otras opciones.


Había dos caminos que tocaban Cabañas de Virtus:

El camino de herradura que seguía el camino de Laredo hasta Villalta y por Porquera del Butrón y Quintanilla-Colina, cruzaba el Ebro por el puente de Villanueva-Rampalay. Después por Gallejones y Población de Arreba, o por Ailanes y Arreba, seguía por Munilla, Bezana y Cilleruelo de Bezana y Cabañas de Virtus para llegar al puerto de El Escudo. O variar tomando, tras cruzar el puente, camino hacia Arreba, Hoz de Arreba, Soncillo, y de aquí por Quintanaentello hasta Cabañas de Virtus.

La otra opción era llegarse desde el páramo de Masa e Incinillas y por Cubillos del Rojo, Soncillo, Quintanaentello y Cabañas de Virtus hasta el pie del puerto. Fue escasamente utilizado hasta el siglo XVIII para ir a Santander. Lo apadrinarán los viticultores riojanos como camino real carretero para dar salida a sus productos por el puerto de Santander para América. Es el que Francisco Javier Cabanes recoge en 1830.


De hecho, el catastro de Ensenada nos habla de una taberna en Virtus arrendada a Juan López Borricón pero es mucho presumir que estuviese en el barrio de Cabañas de Virtus donde, quizá, todavía no hubiese suficiente población fija e itinerante interesada en sus servicios dada la conocida existencia de la “Venta Nueva” del alto del puerto del Escudo y citada por Madoz. Por esos años se publicaba la “Nueva guía del viajero en España y Portugal” de E. Valverde que nos decía que Cabañas de Virtus era un grupo de casas sin importancia.


Y, ¿por qué Cabañas de Virtus podía tener interés en este trajín de enseres? Pues, porque en esa zona se cruzaban varios caminos - el camino de Reinosa a Medina de Pomar con el de Incinillas y Peñahorada- y era una zona ganadera con pastos para las bestias antes de acometer el puerto de montaña. Tengamos en cuenta que, hasta hace muy poco, una pendiente era un problema mayor que un río tanto por la fuerza de tracción –los animales de tiro- como por el vehículo o el camino.

Gran parte de los caminos a la costa, en los siglos XV y XVI, eran irregulares, estrechos, con grandes pendientes y con unos firmes que no facilitaban el tráfico rodado. Por ello las recuas de mulas siempre fueron preferibles y llegaron a ser casi insustituibles a pesar de su peor relación animal-carga transportada. Por cada carreta se podían llevar tres bueyes, dos para el tiro y un tercero de reserva y refresco para la remuda, así como apoyo para los pasos más complicados. Porque, dada la orografía del norte, eran mejor los bueyes que los mulos. Más fuertes. Para la misma potencia se debían emplear más mulas.


El movimiento de mercancías mediante carros y carretas deshacía caminos y dañaba puentes y, sus animales, consumían más cantidad de pastos y montes y muchas veces los sembrados, viñas y dehesas. Y recurrir a ellos creaba problemas con las gentes del lugar. Seguro que los criadores de ganado de Cabañas de Virtus no estarían agradecidos con este “compartir”. También los carreteros consumían la madera para las reparaciones de los ejes, estacas, cambas y demás piezas de vehículos que se deterioraban en el trayecto, además de la leña para el fuego en el descanso, algo que creó permanentes conflictos con los lugareños.

En 1497 los concejos, justicias, regidores y oficiales de Valdeporres, Valdebezana, merindad de Sotoscueva, Sonsierra, Valdebodres y merindad de Castilla Vieja, dijeron que sus vecinos marchaban con sus carros, bueyes y bestias a la tierra de Campos y otras partes para traer pan, vino y otros mantenimientos para su provisión, y que sus bestias habían pacido en cualquier prado baldío del recorrido sin pagar. Evidentemente estaban reclamando que se siguiese así.


Nos consta la existencia de transportistas de vinos en Virtus –aunque no específicamente de Cabañas de Virtus- hacia 1752. Nada raro porque la procedencia de casi todos los arrieros de Las Merindades se sitúan en un pasillo de 30 km de anchura a ambos lados del camino de Burgos a Laredo y se corresponden con lugares en los que la agricultura no era especialmente productiva, lo que obligaba a sus vecinos a buscar medios complementarios de subsistencia.

Cuando el camino era muy transitado surgían establecimientos para la atención de los viajeros, a pie y montados, y de los profesionales que transitaban por ellos. Eran las ventas, los mesones, las posadas, las alberguerías… y los conventos e iglesias. Las ventas podían ser propiedad del ventero o de villas, señores o monasterios que las arrendaban. En muchos casos, eran una importante fuente de ingresos además de ser expendedor de los excedentes del propietario y, a veces, eran proveedores de alimentos perecederos o difíciles de conseguir como el pescado. Los centros religiosos lo tenían como parte de su sistema asistencial para peregrinos.

Diario de Burgos (13/07/1906)

Entrado el siglo XIX con la reducción de las peregrinaciones, la desamortización de los bienes eclesiásticos -con sus conventos y hospitales- y el progreso de los medios de transporte como las líneas regulares de diligencias y galeras hizo que los desplazamientos a pie prácticamente desaparecieron. Pensemos que una galera hacía unas 5 o 6 leguas diarias (40 km aprox) y una diligencia unas 20 leguas diarias.

Quizá por eso en 1894 teníamos tres expendedores de vinos y licores en Cabañas de Virtus que atendían a los nombres de Juan Gutiérrez Sigler, Enrique Peña Díaz y Pedro San Miguel. Con la llegada del ferrocarril al lugar todo se transforma. De repente, el correo se recibe y distribuye desde allí y se instalan enlaces con el balneario de Corconte y el de Valdelateja.


El pueblo de Virtus ya en 1905, para 272 habitantes, disponía de nueve tabernas propiedad de: Francisco Díaz, Joaquín Fernández, Pedro Fernández, Toribio Lasheras, Enrique Peña, Francisco Peña, Ildefonso Peña, Francisco San Miguel y Pedro San Miguel. Vemos que varias de ellas –quizá la mayoría- estaban localizadas cerca de la estación de tren y de la carretera de Santander a Burgos. Y, al menos, en 1908 seguían y la guerra y el pantano no desinflaron la situación. Cabañas de Virtus fue la estación de salida de población hacia las grandes ciudades del norte y de movimiento de mercancías.


En 1975 era conocidos por todos el zoológico que tenía el restaurante “La Cabaña” donde se producía un descanso en los autobuses y cruce de pasajeros. Incluso pedía en la prensa diaria un encargado para su casa de fieras. Tengo el personal recuerdo de tomarme un “Kas” con pajita mirando un triste oso en la parte trasera del edificio.

En julio de 1979 la fonda “San Cristóbal” de Cabañas de Virtus cambió de manos pasando de las de Néctor García Fernández a las de María Martínez Gutiérrez.


Las mejoras en vehículos, su popularización y la creación de nuevas y mejores carreteras ha dejado Cabañas de Virtus en una sombra de lo que llegó a ser.

Historias pasadas de lento trajín…


Bibliografía:

“Becerro de Behetrías”.
“Caminos burgaleses: los caminos del norte (siglos XV y XVI)” por Salvador Domingo Mena.
“Nueva guía del viajero en España y Portugal” de E. Valverde.
“Los transportes interiores en el siglo XVIII y el los primeros años del siglo XIX”. Por José I. Uriol.
Periódico “Diario de Burgos”.
“Anuario del comercio de la industria de la magistratura y de la administración de España y sus colonias cuba, puerto-rico y filipinas. Estados hispano-americanos y Portugal”.
“Anuario Riera”
“Indicador general de la industria y el comercio de Burgos (1894)”.
Catastro del Marqués de la Ensenada.
Arija.org


1 comentario:

  1. Interesante lectura. Supongo que, de aquella época, era la Venta Tetuán, situada entre Medina de Pomar y Moneo a pié de carretera. Aún sigue en pié el edificio. No llegué a conocerla en funcionamiento, por cosas de la edad, pero sí la refería mi difunto abuelo y, de él, conservo el hermoso recuerdo.
    Saludos cordiales.

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