Empezaremos esta entrada con una noticia
publicada en “El Español” –el del siglo XIX no el de Pedro J. Ramírez- donde
nos cuentan una sofisticada operación policial. Se publica el día 13 pero
recoge unos hechos del día ocho de abril de 1836. Vamos a ello:
“Según
comunicación oficial que hemos visto sabemos que noticioso el valiente y
decidido teniente de carabineros de Real Hacienda de esta provincia D.
Francisco de Bríones de que á las inmediaciones de Medina de Pomar, donde se hallaba
destacado, cruzaban algunos contrabandistas, y sobre todo sugetos sospechosos
que al parecer iban á aumentar las filas rebeldes, salió de aquel punto el 2
del corriente, acompañado de solos cuatro carabineros de a caballo. Después de haber
reconocido varios pueblos y encrucijadas llegó el 5 al pueblo de Villalta. Allí
advirtió que se introducía en la posada un sugeto montado en un caballo á pelo,
con un costal de paja sobre el lomo, y del diestro una mula ensillada.
Recayendo sobre él algunas sospechas trató aquel de acercarse, pero el
desconocido echó á correr y se ocultó con velocidad en la misma posada.
Pero al
fin fue preso y resultó llamarse Ambrosio López, vecino de esta ciudad de Burgos,
á quien se registró en lo más profundo del pajar de la posada en que se había
ocultado y se le halló con un pase expedido en el gobierno civil de esta
provincia.
Antigua posada de Villalta (Cortesía de "Tierras de Burgos") |
La
actividad y laudable previsión del patriota Bríones no se contentó con prender
á López, sino que mientras verificaba él en persona esta operación, colocó tan
oportunamente un centinela en el camino, que á breve rato le avisó pasaba gente
sospechosa. Amarró al prisionero, y echando á escape los cuatro transeúntes que
se habían divisado montados en sus corpulentas mulas, no le quedó duda de que eran
verdaderos delincuentes, pues picaron de espuelas á la primera intimación de
alto que se les hizo.
Solo
tres carabineros bastaron para alcanzar y prender a los fugitivos, que traídos
á la presencia del subteniente Briones, emprendió con ellos y con el mozo, ya
antes amarrado, su viaje para la villa de Poza. Al tiempo de poner el parte oportuno
al señor comandante general de esta provincia, dice el bizarro Bríones que solo
podía manifestar en aquel momento que uno de los aprehendido; le había
declarado confidencialmente que pertenecía al estado eclesiástico y era amigo
del ex-obispo de León; y que si gustaba seguirle á la facción le ofrecía tres
galones en las filas de D. Carlos, una canongía para un hijo que tiene clérigo,
á escoger, y la felicidad para el resto de la familia.
El
parte le expidió en Poza con fecha del 7 en el momento de su arribo; y
disponiéndose para hacer un escrupuloso registro de las maletas y demás prendas
de los fugitivos, que sin duda deben ser gente notable, pues el punto de
Villalta ni ofrecía comodidad, ni la menor seguridad, teniendo presente la
escasa fuerza de cinco hombres incluso él, con que podían contar en un lance
para conservar otros cinco hombres también de a caballo.
La
Guardia Nacional de Poza se ofreció al momento á custodiar los presos y prestar
á los carabineros cuantos auxilios necesitasen”.
Camino de Burgos desde la posada de Villalta (Google) |
Este artículo nos deja numerosas dudas
originadas por conceptos ya olvidados por el paso del tiempo. Tenemos claro,
eso sí, que esto fue una afortunada operación policial en la que miembros de
una unidad (¿Militar? ¿Civil?) de policía realizando una ronda por pueblos
detenía a una persona que portaba, en sus animales, un saco de forraje y un
pasaporte, legal al parecer, expedido por el Gobierno Civil de Burgos. Vamos,
lo que entenderíamos razones de peso para detener a alguien. ¿Dónde iba? ¿Por qué
una mula ensillada, montar a pelo un caballo y forraje? No solo eso sino que, en sus celada, cayeron otros cuatro transeúntes
con aire sospechoso. Finalmente nos aparece la Guardia Nacional de Poza de la
Sal.
Iremos por partes.
¿Quiénes eran los carabineros de Real Hacienda? Eran
un cuerpo de recaudadores que procedía de la evolución –o mejora- del cuerpo de
Carabineros de Costas y Fronteras, encargados de velar por el Resguardo de
Rentas arancelarias y persecución de los defraudadores, vulgarmente llamados
contrabandistas. Y, entendamos que, en una zona cercana al frente de guerra con
un aumento de población (y de sus necesidades) esta alternativa comercial
ganaba enteros. Los carabineros estuvieron siempre mal equipados y fueron,
generalmente, poco eficientes. Durante la primera carlistada (1833-1840) la
casi totalidad del Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras se transformó en
tropas regulares con sus mandos propios. Ante ello, los capitanes generales de
los distritos organizaron Compañías Francas mandadas por oficiales y clases
licenciados del Ejército para perseguir el fraude en sus demarcaciones. Causas
múltiples, intrigas políticas, situación del país, inmoralidades de los
funcionarios de la Hacienda y defectuosa recluta dada a una Institución militar
que exigía desde el principio un personal con ciertas condiciones especiales,
hicieron que las vacantes producidas fuesen cubiertas a la buena de Dios.
Pasaron a denominarse Carabineros de la Real
Hacienda, que aunque tenían la misma organización que sus antecesores dependían
en todo y para todo de la Dirección General de Rentas Estancadas. ¿Posibles
causas de este cambio? Pues, el empleo de las unidades de carabineros en la
guerra civil y la ausencia de mandos que se encuentran, mayoritariamente, en el
frente. Se consiguió que cualquier autoridad administrativa por modesta que fuera
pudiera tomar providencias contra los Carabineros de la Real Hacienda. La
mayoría de los oficiales y jefes pidieron inmediatamente su reintegro en el
Ejército -caso del futuro general Serrano-, continuando tan sólo aquellos de escaso
ánimo y apocado espíritu. Puede aseverarse que el Real Cuerpo de Carabineros de
Costas y Fronteras que creara Rodil en 1829, desapareció en 1833, al
sustituirle el de Carabineros de la Real Hacienda, organismo de raíz civil.
La guerra, que siempre tiene un puntito de “sálvese
quien pueda”, favoreció la impunidad de alcaldes, jefes políticos y recaudadores
que, de rebote, empujó a jefes y carabineros hacia el mismo lado. En cuanto aprehendían
algo surgían los problemas porque no era extraño que en el valor de las
mercancías despertase pequeñas codicias. Este cuerpo será sustituido por el Cuerpo
de Carabineros del Reino, organizado definitivamente por Real Decreto de 6 de
agosto de 1842.
Sobre nuestro valiente carabinero Francisco
Briones sabemos que en 1832 estaba destinado en la provincia de Burgos con el
rango de Cabo y que (¡Gracias ausencia de Ley de protección de datos!) ocupaba
un destino con un sueldo asignado de 4.775 reales y cobraba 2.387 reales.
Monumento al cuerpo de Carabineros. |
Vale. Ya conocemos a una parte pero me quedo con
la duda de porqué, si Ambrosio López tenía un pase del Gobierno Civil de Burgos
se le detiene. Y, ¿Qué cosas estaba contrabandeando? ¿Paja? ¿Información? ¿Material de
guerra? ¿Era un carlista o no? Todavía es pronto para decidirnos pero… alguien
que viaja en esas circunstancias bien podría ser que iba de avanzada legal de otro
alguien que necesitaba ocultarse.
Y viendo cómo eran los Carabineros, ¿Era seguro
dejar a Ambrosio en manos de la Guardia Nacional? Difícil respuesta sin saber
qué era este otro cuerpo armado. La milicia nacional –no me he equivocado de
nombre- era el reverso de los Voluntarios realistas y procedía de una idea de
las Cortes de Cádiz. Durante el Trienio, será el brazo armado del liberalismo. La
nueva milicia de 1834 estaba integrada por voluntarios. Estaba en poblaciones
de más de 700 vecinos a razón de una plaza por cada 100 y la formaban “sujetos de notoria honradez, probidad y
adhesión a la Reina nuestra Señora Doña Isabel II, y que por su arraigo y
cualidades morales, puedan mirar la tranquilidad como un interés personal”.
La oficialidad estaría controlada por el
gobierno y era un cuerpo civil cuyos miembros no percibían ningún tipo de
haberes y habrían de costearse el vestuario y equipo, lo que sin duda
contribuía a excluir del mismo a las clases populares. A pesar de todas las
precauciones la Milicia fue un factor de desorden donde solo se alistaron los
más politizados y bullangeros.
El nuevo reglamento de 1835 remarcaba el
carácter civil de la milicia pero bajo mandos militares. Incluso podían entrar partidarios
del pretendiente porque solo estaban excluidos los que “hayan tomado las armas contra los derechos de la REINA nuestra Señora,
aunque se hallen indultados”.
Cortesía de "Tierras de Burgos" |
Pese a todas las precauciones, la milicia se
confirmó como el brazo armado del progresismo, y su actuación fue decisiva para
el triunfo del movimiento juntista que en el verano de 1835 lleva a Mendizabal
al poder. Una de las labores de su ministerio va a ser precisamente la
reorganización de la “guardia nacional”, nombre con el que será designada la
antigua milicia. Esta es la milicia que se encuentra Briones en Poza de la Sal.
Bien. Pero hasta ahora hemos estado hablando de
Carabineros y de Guardias Nacionales. Y de un pobre. Me dirán: ¿Y los obispos
del título?
Para ello tengo que presentarles este artículo
que acompañaba al anterior en “El Español”:
“Burgos
7 de abril. Reina en esta población grande impaciencia por saber el objeto de
la salida precipitada que ha hecho esta mañana tres horas antes de amanecer el
señor de Quinto, gobernador civil interino, acompañado de unos cuantos nacionales
de caballería, bastantes individuos de la compañía de artillería de la Guardia
Nacional, y algunos individuos del escuadrón de voluntarios de Burgos. Nada se
ha traslucido; pero todos convienen en que la expedición debe ser producida por
algún acontecimiento inquietante en la provincia, pues el pulso y madurez con
que el señor de Quinto se conduce en su vida pública no permite juzgar de otra
manera.
ÍDEM 8.
Ya estamos en disposición de dar razón circunstanciada y exacta del objeto y resultado
de la expedición militar que tenía á Ios burgaleses en la más viva expectación.
A las doce y media de la noche del 7 recibió por extraordinario el señor de
Quinto, un parte del señor Pérez Roldan, Gobernador civil de Palencia, en que
parece le decía con fecha del 6, que en la mañana de aquel día se había fugado
de su diócesis aquel obispo, ignorando el traje que llevaba, y los que le
acompañaban; pero le indicaba los motivos en que fundaba las sospechas de que
el fugitivo debía cruzar esta provincia de Burgos.
Púsose
en movimiento inmediatamente la actividad del señor de Quinto, y auxiliado del
no menos celoso y patriota el señor de Anteo, comandante general de la
provincia, no eran todavía las dos de la mañana cuando aquel se hallaba fuera
de la ciudad al frente de la fuerza mencionada, debiendo notarse la extraordinaria
celeridad con que, espontáneamente y por puro patriotismo se aprestaron los
nacionales de caballería y de la compañía de artillería, modelos verdaderos de
noble civismo.
No
obstante lo destemplado de la estación se plantaron en pocas horas en el pueblo
de Hormazas, donde había alguna sospecha de que el obispo errante debía haber
tocado. Pero el señor de Quinto creyó que sin datos seguros y positivos, de los
cuales carecía, no le permitía ni su justificación, ni su legalidad atropellar
la seguridad personal de ninguno de aquella población, y todos sus vecinos
fueron respetados.
Se trasladó la pequeña columna á Villadiego, y la Guardia Nacional se puso inmediatamente sobre las armas, así como algunos de caballería del escuadrón franco de Palencia que allí se hallaban de guarnición. En breve rato cubrieron todas las avenidas de Villadiego vigilantes centinelas, y el señor de Quinto expidió desde allí en todas direcciones las oportunas órdenes para que se retuviese á todo transeúnte que según las instrucciones que acompañaba inspirase el menor recelo, así como se pusiese singular esmero en no vejar al que marchase con su pasaporte en regla y sin motivo para sospechar de su persona.
Así
dispuesto el plan de batida que oportunamente había concebido la autoridad
civil de la provincia, regresó esta á Ia capital á tomar nuevas luces, acompañada
de cuatro nacionales de caballería; y sin descansar más que muy cortas horas, volvió
á emprender su expedición entre las tinieblas de una noche oscura y
frigídísima, porque le manifestó un arriero que en Villalta habían detenido los
carabineros á varías personas sospechosas”.
¡Vaya cómo corrían las noticias! Y, encima, ¡Por
boca de arriero! ¿Serían clérigos los cuatros “delincuentes” que detuvo Bríones?
Por su reacción ante la detención casi diría que sí. Porque era normal la fuga
de sacerdotes y obispos hacia el campo carlista. Diría que incluso podría ser el
obispo de Palencia o cualquier otro prelado. En esta misma bitácora se habló de
la fuga del obispo de Mondoñedo Francisco López Borricón.
El Eco del Comercio (13/04/1836) |
Ese mismo ejemplar de “El Español” nos informaba
–cual Fake news moderna- la detención del obispo de Orense entre Villalta y
Posadas. Lo curioso es que en la columna siguiente se preguntaban por la
identidad de los capturados en Villalta. ¡Si hasta coincidía el número de
individuos y las fechas! ¡¿Pero cuantos obispos creían que pasaban por la zona
fugados?!
“Acaba
de saberse que entre Víllalta y Posadas ha sido arrestado por unos carabineros
el obispo de Orense, que con otras 2 personas y 2 criados se dirigía á la
facción: si es cierto no cabe duda que ha sido una captura feliz, porque sus papeles
podrán aclarar muchas cosas”.
En su edición del 16 de abril de 1836 corrigió
ese despiste.
El obispo detenido era Carlos José Laborda y
Clau, conde de Pernia, (1783-1853).
Estudió
teología en Lérida y se doctoró en la Universidad de Huesca. Fue racionero de
Pertusa y cura de su pueblo natal (Barbuñales); canónigo de la colegiata de
Tamarite y arcipreste de Tarazona. Durante el Trienio Liberal estuvo exiliado
en Francia. A su vuelta fue arcipreste de Zaragoza y presidente del Hospital
General. En 1831 obtuvo el obispado de Palencia.
El Nacional (14/04/1836) |
Principalmente se le recordaba por la epidemia
de cólera de 1834 que cercenó la décima parte de su feligresía. Sufrió el anticlericalismo
de la época y, quizá, esto le ayudó a tomar cierta decisión: cuando el
gobernador civil de Palencia solicitó el censo de los edificios que debían ser
desocupados y del clero que debía ser exclaustrado, Laborda abandonó su
diócesis. ¿Ya no aguantaba más? ¿Valentía para optar por el carlismo?
¿Simplemente exiliarse?
Emprendió la fuga disfrazado de comerciante, con
un pasaporte falso y cerca de cuarenta mil reales en oro, pero como ya sabemos
fue casualmente pillado en Villalta (Las Merindades de Burgos) por Francisco
Briónes y sus carabineros. Culpable de desobediencia al gobierno y de fuga de
su puesto fue condenado a destierro en Ibiza durante el tiempo que durase la
guerra. Pero como no hay mal –ni bien- que cien años dure regresó a su diócesis
en 1844.
El eco del comercio (15/04/1836) |
Bibliografía:
Periódico “El Español”.
“Estado de los empleados que componen la Real
Hacienda de España” (1932)
“Recuerdos de la guerra carlista (1837-1 839)” Príncipe
Félix , Lichnowsky.
“La Primera Guerra Carlista”. Tesis doctoral de Alfonso
Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera.
Periódico “El eco del Comercio”.
Periódico “La Revista Española”.
Blog “Tierras de Burgos”.
Excelente post. Sobre todo la manera tan amena de contarlo. Ssludos.
ResponderEliminar