Este hallazgo se encuentra en el Museo de Las
Merindades de Medina de Pomar (Burgos) y procede de Villaventín (Junta de
Traslaloma, Burgos). No sabemos a ciencia cierta qué es esa piedra porque está –como
se dice en el mundillo-descontextualizada al recuperarse en la esquina de una
casa. La pieza podría ser romana, o manierista. Lo romano lo tenemos claro pero
cuando hablamos de manierista nos referimos a una corriente artística donde se
rechazó el equilibrio y la armonía de la arquitectura clásica. La búsqueda del
ideal estético y armónico del Renacimiento pleno es sustituida por la
personalidad del artista. Evidentemente esta divergencia nos dejaría una pieza que
bien podría tener 2.000 años o solo unos 500 años. Por lo menos, está claro que
en ambas posibilidades la pieza formaría parte de algún tipo de instalación hidráulica.
Cuando la observen verán una piedra tallada con
fines ornamentales; un cubo escuadrado con alguna rotura; un bajorrelieve
realizado en piedra de toba. La altura de la pieza es de 60-61 cm, mientras que
su anchura es de 46-47 cm y su fondo de 29-30 centímetros. Estas medidas
tendrían como unidad de medida el pie romano (30 cm) lo que es un punto a favor
de esta hipótesis. De color amarillento pálido no parecen detectarse ni marcas
de cantería ni rasgos epigráficos; tampoco son claras las posibles huellas del
instrumental de talla.
Solo tenemos esculpida, y por completo, una de
las caras con un rostro -a elegir- de león antropomorfo o de persona aleonada, casi
centrado, captado en un arrebato de cólera que le deforma grotescamente y le
inyecta los ojos en furia. Irradia fuerza y vigor. Diríase que representa a una
fuerza de la naturaleza, tal vez un dios que adopta rasgos y comportamientos
propios de un león. Por la cara opuesta, la trasera, la pieza presenta un
vaciado casi total, con una oquedad cuadrada y fondo plano. La profundidad del
vaciado de la boca nos informa del grosor de la cara frontal: 10 centímetros.
Los ojos –donde parece haberse centrado los
esfuerzos del escultor- poseen unas pupilas redondas que diríamos desorbitadas
y son prominentes bajo las expresivas y pobladas cejas. La nariz, roma y
descentrada, asoma entre un espeso bigote y la abultada frente. Su gran boca
abierta parece lanzar un profundo e inquietante rugido. La cabellera cae
verticalmente unida al bigote y despegándose de la cara, así como la barba, que
fueron sencillamente trabajadas. Entenderíamos que el artista conocía su
trabajo y estaba suficientemente dotado de recursos. Incluso debía de trabajar
este tipo de elementos prácticos al reforzar la boca ante roturas mediante el
engrosamiento proporcionado por el bigote y el labio inferior.
Miremos esa cara trasera donde nos describen que,
en la base de la cubeta, existe un canalillo que discurre recto hasta alcanzar
el fondo donde se remata en una pequeña perforación circular y sobre ella, en
su vertical, se observa otra de idénticas características. Vale. Pero el asunto
es saber si la cara de león y esta canalización posterior fueron talladas a un
tiempo. ¡¿Anda que si el rebaje fuese muy posterior?! Supongamos que es coetáneo,
entonces serviría para ubicar el epistomium o llave. O supongamos que hubiese
sido retallado posteriormente para algún uso espurio. Recuerden la cabeza de
Medusa haciendo de basa en un aljibe de Constantinopla.
De entrada este sillar formaría parte de un
canal de agua o de una fuente porque el vaciado trasero, la huella del specus
(canal de un acueducto) y la perforación de la boca parecen indicar que por
allí pasaba agua. Pero si piensan que podría ser un vierteaguas, una gárgola,
olvídense porque ni por su forma ni por sus dimensiones lo sería. Además, la
pieza se complementaría con tuberías de plomo o cerámica. José Ángel Lecanda
Esteban y Alberto Monreal Jimeno asumen que, por su monumentalidad formó parte
de una pieza notable. ¿Una fuente ornamental?
Y… más: ¿se cuidaba tanto la apariencia de las
fuentes? Bueno, tenemos que comprender la importancia del agua para la
supervivencia de las culturas del Mediterráneo. Grecia y Roma consideraban
sagradas las fuentes y se les dedican altares votivos y otros monumentos. El
agradecimiento a los dioses por el milagro del agua se represente con la figura
o el rostro de una divinidad acuática. A veces, sin embargo, en la
materialización de estas obras parece subyacer la idea de que el agua es un
tesoro a defender, por lo que se las hace acompañar de advertencias en forma de
conjuros y anatemas o por animales disuasorios.
La primera deidad de la lista sería Neptuno/Poseidón
representado como un hombre maduro, barbado y de largos cabellos frecuentemente
desordenados, que puede mostrar un aspecto a veces brutal y terrible, como
corresponde a sus arrebatos de ira que desencadenan tempestades y caos. Quédense
con la descripción y compárenla con la de nuestra piedra.
Y ¿si es al revés? El rostro sea de un animal…
¡o de un ser híbrido! Ejemplos no faltan: en algunas de las pinturas de los
vasos cerámicos griegos de figuras negras aparecen fuentes públicas cuyas bocas
reproducen cabezas de animales como leones, panteras, lobos, jabalíes... De
hecho, la propia palabra "grifo" parece derivar de los animales fabulosos
que adornaban las llaves del agua. El agua, en una asociación lógica, se hace
salir por las abiertas fauces de estos animales. A veces, sin embargo, se
sustituyen por rostros humanos grotescos cual máscaras.
Las fuentes en Roma estaban rodeadas de leyendas.
Vemos esas cabezas de animales en las fuentes pompeyanas donde se adornaba el
caño con máscaras de toro o de león que arrojaban el agua a un pilón. Una pieza
similar a la de Villaventín la tenemos en una fuente adosada a la conducción de
"San Lázaro", en Mérida, junto a la "casa del Anfiteatro".
O, -¿quién no la conoce?- la famosa Boca de la
Verdad colocada en el pórtico de Santa María in Cosmedin de Roma. Un personaje
mitológico relacionado con algún tipo de divinidad fluvial, de largos cabellos,
barbas y bigotes y dotado de pequeños cuernos, con perforación de la boca
entreabierta y de los dos ojos. La nuestra tiene en común con ella el vaciado
de la boca, el tratamiento del cabello o los rasgos de la cara.
Este tipo de trabajos “faciales” no estaban solo
restringidos para bocas de fuentes. Muestras similares podemos verlos en metopas,
esculturas, frescos o en máscaras de teatro. Esta últimas cumplían ciertos convencionalismos
para que representasen tipos o estados de ánimo como la cólera: arqueamiento de
cejas, ceño fruncido, ojos furiosos, boca muy abierta... Por su parte, el tipo
de sátiro presenta una nariz chata y roma que asociada a los seres libidinosos
y lascivos, ojos salvajes, cabellera desordenada, greñuda y el perfil bestial.
Vamos, que por este lado la imagen de Villaventín representaría un colérico
sátiro.
Ni que decir tiene que ese sistema de concebir
las fuentes y que tanta aceptación tuvo, encontró, como tantos otros usos,
formas e ideas del mundo clásico, un amplio eco o, mejor dicho, una línea
ininterrumpida en el occidente europeo. Así, por ejemplo, podría sin dificultad
establecerse una larga relación de fuentes musulmanas decoradas con leones,
entre ellas la famosa de la Alhambra.
Igualmente, en el románico se encuentran reflejos
de esta iconografía de máscaras y cabezas monstruosas y animalescas en ménsulas
y canecillos. ¡Y ya no les digo lo que ocurrirá con el Renacimiento y en el
Neoclasicismo! Llega a abusarse de esos viejos usos, copiándose y repitiéndose
formas y temas que no resulta fácil saber si son del 1550 o del año 50. Para determinar
su época es necesario el contexto arqueológico… ¡que es lo que se ha perdido en
esta pieza!
¿Cómo podemos “obtener” cierto contexto
arqueológico? Empecemos por estudiar Villaventín y los restos romanos
localizados en la comarca. Aquí también se localizó una lápida funeraria
romana. Recordemos la existencia de Salinas de Rosío, la villa de San Martín y
de la calzada que pasa por el Valle de Losa. La fecha de la lápida nos lleva a
la romanización tardía, siglo IV. Cerca, y siguiendo uno de los pasos naturales
entre Losa y la cuenca del Nela-Trueba por el valle del río Salón, en
Villatomil (Medina de Pomar), apareció una conducción de agua a la que se ha
atribuido una cronología romana.
No se ha encontrado en el entorno resto de
población romana aunque es posible que forme parte de una red de alcantarillado
que vertiese al río, procedente de un lugar alejado aún indeterminado. Quizá
relacionado con Salinas de Rosío. Los restos romanos encontrados, eso sí,
señalan una ocupación continuada desde el siglo I al IV d. C. No nos olvidemos
del poblado indígena romanizado de Momediano. Su extensión era grande y parece
que contó con dos murallas. Conclusión: hubo romanos y, también, romanizados relacionados
con el agua.
¿Y elementos que apoyen la idea renacentista?
Hoy no hay datos para asociarlo a la etapa moderna aunque abundan los blasones
y escudos nobiliarios que incluyen entre sus elementos hombrones y mascarones
pero tan distintos al que nos ocupa, que no cabe establecer relación alguna
entre ambos. ¿Fuentes? Tampoco. Y las existentes en comarcas próximas no tienen
embocaduras con una iconografía de este tipo.
Se apuesta por Roma dada la calidad formal de la
pieza, sus paralelos estilísticos e iconográficos, sus medidas y el entorno
arqueológico de la zona en que se encontró. Situable entre los siglos II y IV
de nuestra era.
Bibliografía:
“El relieve antropomorfo de Villaventín (Burgos)”.
Lecanda Esteban, José Angel y Monreal Jimeno, L. Alberto.
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