Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 20 de octubre de 2019

Nos vamos de Feria y mercado (II)



En la anterior entrada hablábamos de las generalidades de los mercados durante los mil últimos años en Las Merindades. Ahora –y durante dos entradas- nos fijaremos en algunas peculiaridades de los mercados, y ferias, de las principales poblaciones de nuestra comarca.

Empecemos con las de esta:

Frías

Fue una de los grandes mercados de Las Merindades. Estaba claro porque esta urbe controló el paso del Portillo de Busto y el puente románico sobre el Ebro. Por estos lugares pasaba el camino que seguía por Herrán hasta Orduña sobre lo que había sido una antigua calzada romana. En 1202 Alfonso VIII concedía en su fuero un mercado diario o “azog” a celebrar en lo alto de la Muela y el de los sábados en el collado.

Con el tiempo se invertirá esta celebración y aquel lugar será denominado en adelante plaza de los Granos y el de abajo, plaza del Mercado como todavía sigue haciéndose. En el desarrollo del fuero, el rey garantiza la paz del mercado, pero no señala un día fijo pues, seguramente, lo dejaba a conveniencia de los lugares del contorno. El obispo Fernando confirmó el privilegio del mercado que celebraban Pancorbo, Oña y Frías, en lunes, jueves y sábado respectivamente.


Fue ratificado por el Rey Sancho IV hacia el año 1285, al conceder varias “absoluciones” a los habitantes de la “muela in fridas pro máximo labore quem ihi sustinent ascendendo e deseendendo con rebus suis” por el grandísimo trabajo que allí soportan subiendo y bajando con sus cosas, dispuso que se hiciese otro mercado cada sábado.

La plaza del Mercado, sita "en el collado" bajo el roquedo del castillo es, realmente, un ensanchamiento de la única calle que asciende hasta lo alto de la ciudad. Alargada, quebrada e irregular con soportales en uno de los lados, se halla en el centro de la población. En un principio aquel punto no estuvo amurallado. Un punto a su favor es que estaba pegado al barrio judío. En 1529, el Condestable ordenaba que para "noblesçimiento de la dicha mi çibdad y muela della que todos los ofiçios, así de carneçería y pescadería y panaderas e otras tyendas de bastimentos estén dentro de la muela de la dicha mi çibdad y no fuera". Solo se permitiría alguna tienda fija abajo para abastecimiento de vecinos y caminantes. Posiblemente todo ello para un mejor control fiscal.

El mercado más solemne, como ya hemos dicho, tuvo lugar los sábados, después ampliado también a los miércoles. Este último dejaría de celebrarse en el siglo XVIII. La plaza de Granos o de los Toros es la que se extiende frente a la iglesia de San Vicente y era la que se ocupaba para las ferias. Además de su comunicación a través del arco de la Cadena, en el pasado debió de estar mejor comunicada por la puerta de Medina y, especialmente, por el Postigo que allí desemboca.


Amparado y alentado por los duques de la ciudad, que cobraban altas tasas en este mercado, se redistribuían granos para las Montañas como lo recuerda cierta pragmática de Carlos I cuando habla de "todo el pan...traído a vender a esta ciudad de Campos y Bureba y de otras partes".

En las ordenanzas de fines del siglo XV, se citan como géneros venidos de fuera habas, cabritos, sal, fruta, vino, pesca, leña y hierro. En dichos días se instalaban quincalleros, pañeros, pasiegos y hortelanos. El mercado se animaba aún más los días cercanos a la Navidad, y entonces los puestos de venta se extendían por la calle de la Cadena hasta ocupar la plaza del Ayuntamiento. Los forasteros procedían, incluso, de lugares lejanos como la Bureba o Valdegovía.

Las ferias se celebraron los días de Todos los Santos (primero de noviembre) y al finalizar el mes, el día de San Andrés. La fecha fue cambiada en el siglo XVI. Efectivamente, en 1523 escribía el regimiento al Condestable: "En esta cibdad ay uso y costumbre de ayer dos ferias en ella en cada un año, la una en el segundo dia de Pasqua de Çinquesma y la otra por el dia de Nuestra Señora Santa María de Setiembre". Se le pedía que fueran francas y que cada una durase cinco días pero, sobre todo que, como la de Pascua caía en mala época, cuando no había trigo que vender por lo que no acudían mercaderes y tratantes, que fuese trasladada al día de Todos los Santos, como así se hizo.

Los caminos que explicaban el nacimiento y prosperidad de Frías, trajeron su ruina tras su marginación y abandono. Desde 1728 pierde la capitalidad del valle de Tobalina. Después el antiguo camino de Orduña es desviado por Pancorbo y Berberana. Al otro lado es construido el camino de Bercedo, que pasaba por Villarcayo…


El intento de Frías de recuperar cierto protagonismo con una nueva vía que diera salida al vino de la Rioja desde Gimileo a Santander, pasando por la ciudad, quedará inacabado, lo que resultó mortal para sus ferias y mercados.

En 1824 se aseguraba que la venta anual de granos ascendía a unas 4.200 fanegas de trigo, 600 de cebada, 400 de centeno, maíz y legumbres. De las de trigo mencionadas, no llegaban a una tercera parte las traídas por forasteros seglares, perteneciendo todos las demás a conventos y fábricas de las iglesias de Frías, Tobalina, Bureba y Cuesta Urria. En cambio, no se comercializaba el vino por que estaba protegiendo su chacolí de mala calidad, vedando el paso al foráneo. Esta política resultó una verdadera obsesión para los ediles.

El cobro de las correspondientes alcabalas se arrendaba, en el arriba citado año, por un monto de 2.500 reales "del producto e cuarto de fanega...y por cada caballería que se introduce en la plaza de los Toros donde se celebraba el mercado...según avido y es costumbre".

Medina de Pomar

Medina ocupa un punto intermedio entre Burgos y los puertos cantábricos, lo que la convirtió en centro comercial, de intercambio y de descanso. Como en el caso de Frías, su acertado emplazamiento explica, en buena parte, la prosperidad de sus mercados y ferias.

La marginación vendría con la construcción del camino de Bercedo, por Villarcayo. Aunque en Medina hubo, antes, otras dos causas de su declive comercial: la desaparición de la aljama judía y la pérdida de la capitalidad de las Merindades. Si recurrimos a Julián García Sainz de Baranda veremos que este autor “sangraba por la herida”: “Las Merindades y su capitalidad Villarcayo, aspiraban a convertirse no sólo en capitalidad política, sino también económica de la comarca, y al efecto dieron contra Medina de Pomar, por tener en aquella fecha ferias y mercados muy concurridos”.


Lo que es cierto es que el desarrollo de sus mercados y ferias presenta dos etapas muy claras: desde la concesión de un mercado en el fuero hasta la segunda mitad del siglo XVI, en que se celebran en exclusiva en la villa, y desde 1562 en que Villarcayo eleva al Consejo del Reino una solicitud para obtener un mercado franco semanal y dos ferias francas cada año. Lo consigue en una provisión del Consejo de 31 de julio de 1.571. Quedará únicamente una parte para Medina.

La mención del mercado en el fuero da a entender que venía celebrándose desde bastante antes. Tuvo lugar los jueves, como aún sigue haciéndose hoy. Después también el lunes que, a fines del siglo XVI, pasará a Villarcayo. Desde la Edad Media su almud (media fanega) será la medida oficial de la comarca. La populosa colonia judía y mora tendrá mucho que ver con los mercados y ferias de la localidad. Los Velasco que "tenían Las Merindades en encomienda poniendo justicia y llevando las alcabalas y los demás aprovechamientos como suyos" fueron los más interesados en que siguieran celebrándose en Medina de Pomar.


Desde mediados del siglo XIII, Medina de Pomar se convierte en el beneficiario del activo comercio lanero y de cualquier otro tipo entre Burgos y el Cantábrico oriental. Poco después es cuando aparecen los judíos atraídos por este comercio. En adelante se les citará en toda clase de actividades, especialmente con productos textiles importados de Francia y como abastecedores de la meseta a través de Medina de Pomar. Aquí se redistribuyó, también, el vino de la Rioja y Aranda hacia el norte, sobre todo en el siglo XVII "por estar la dicha villa de Medina de Pomar en tan buena comodidad para los Puertos y para la correspondencia de otros mercados". Desgraciadamente ese factor geográfico también lo tendría Villarcayo.

En las ordenanzas de 1495 mandaba el Condestable, "amonesto, requiero e mando a los mercaderes e marchantes...que tratan en comprar e vender mercaderías de paños e sedas e lienzos e ganados mayores e menores e pan e vino... mirar mucho en que los precios a que vendieren...sean moderados e razonables, por manera que no sean excesivos e injustos", lo que nos manifiesta los géneros más comercializados, así como la preocupación por el control de los precios.


Desde 1409 a 1668 el archivo de los duques guarda decretos y provisiones sobre celebración de ferias y mercados. Medina también celebró cinco ferias desde antiguo. En las ordenanzas de 1481, se prevenían los posibles daños ocasionados por los ganados traídos a la villa especialmente cerdos, bueyes, rocines y carneros. Se les prohibió entrar a pacer en los rastrojos.

Con el traslado de la capitalidad a Villarcayo, comienzan los problemas. Esta consigue que el mercado y ferias oficiales de Las Merindades pasen a ella. Los días de mercado eran en ambas villas los mismos a pesar de haber pedido el Condestable que en Villarcayo se celebrase los sábados. Al no conseguirse en ésta el éxito apetecido por la competencia de Medina, comienzan agrios enfrentamientos.

Medina defendió sus derechos ayudada por el Condestable quien percibía altos ingresos de sus ferias y mercados que ascendían, según los vecinos, a 200.000 maravedís anuales. El pleito de Las Merindades comenzó en 1624 solicitando que fueran suprimidos el mercado y feria de Medina, pues no pagaban impuestos y eran celebrados sin permiso real. Lo más seguro es que los impuestos que se pagaba se lo quedaban en la casa de Velasco. La villa alegó que venían teniendo lugar desde tiempo inmemorial y que no eran francos sino que se pagaban impuestos. El Consejo dictó auto en 27 de junio de ese año, prohibiendo las ferias y mercados que se hacían sin licencia, mandándose pregonar este auto en Medina de Pomar. La ciudad de Medina interpuso recurso de súplica que fue rechazado mediante un auto del 23 de julio de 1624.


Se ordenó suspenderlas pero los medineses no hicieron caso. Maltratando al escribano y alguacil encargados de la notificación y publicación por el corregidor de Reinosa que era el comisionado para entender del asunto. El consejo, con fecha del tres de abril de 1625 mandó cumplir lo dispuesto.

Indudablemente, estaba muy arraigada la costumbre y era mucho el interés de su celebración. Los vecinos denunciaron que "el deseo de la parte contraria es destruir la dicha villa de Medina quitándole el antiguo comercio". Villarcayo respondió introduciendo una feria más.

Según don Julián, los de Villarcayo no se contentaron con tener dos ferias y un mercado e introdujeron otra feria más y un mercado los jueves. Esto hubo de empujar a Bernardino Fernández de Velasco a querellarse lo que –siguiendo lo escrito por Julián G. Sainz de Baranda- acobardó a los de Las Merindades y transigieron celebrando en Madrid, el 7 de julio de 1.628, escritura de transacción ante el escribano Diego Fernández de Tapia. Comparecieron por la Villa de Medina de Pomar y su jurisdicción el señor de Medina y duque de Frías y Condestable de Castilla y por Las Merindades Pedro de Velasco, Conde de la Revilla y Jerónimo Antonio de Medinilla y Porres en virtud de poder que les confirieron el 21 de febrero de 1628, ante el escribano Pedro López de Cartes.


Desde 1628 Medina obtuvo permiso para celebrar tres ferias al año: la Ascensión, (en lugar del Corpus), Santa Marina (elegida por los vecinos) y San Miguel de septiembre. Pero al coincidir la Ascensión casi con San Miguel de mayo de Villarcayo, hubo problemas. Se firmó una concordia entre el Ayuntamiento general de la siete Merindades y el Condestable de Castilla por la que quedaron las ferias que hoy tiene Medina y las que se hacen en Villarcayo, para Las Merindades.

La aduana de los diezmos del mar que estaba en Medina, pasó a Villarcayo en 1561 aunque, en 1628, fue instalada definitivamente en Villasante.

Con el acuerdo anterior la paz se mantuvo durante cuarenta largos años. ¿Quién rompió el acuerdo? Para unos Villarcayo y para otros Medina. Lo cierto es que Las Merindades presentaron demanda en 1667 –o 1668- contra Medina y el Condestable insistiendo en que los mercados de esta eran francos, contraviniendo las leyes del Reino; que la escritura de transacción era nula, porque su objeto no era lícito. Contestó Medina probando que nunca fueron sus mercados ni ferias francos sino introducidos por costumbre inmemorial; que las justicias de Las Merindades, usando de su poder e influencia, ejercían presión sobre los trajinantes, arrieros y mercaderes, obligándoles a ir a Villarcayo y pregonando en este pueblo y fijando edictos en mesones y sitios públicos de otros lugares, haciendo constar que no había ferias y mercados en Medina de Pomar y sí sólo en Villarcayo, donde había buen pasaje, y por último para atraer a los mercaderes y trajinantes a ellas, Las Merindades, con perjuicio de la Real Hacienda, los hacían francos, no cobrando por sus transacciones derecho alguno. Perspicazmente, Medina no comentaba que cuando los Velasco eran más fuertes ellos presionaban a los comerciantes para que recabasen en su ciudad.


Un auto de 13 de agosto de 1670 amparó a Medina en sus derechos y en la posesión en que estaba de celebrar sus tres ferias y el mercado del jueves a condición de pagar los derechos de alcabalas y demás impuestos a la Real Hacienda. (Entonces, ¿Era cierto que no los pagaban?). Los Velasco apelaron pero el auto fue confirmado el 19 de octubre de 1670.

El diccionario de Madoz comenta que “se celebran 3 ferias anuales y un mercado semanal en los jueves”.


Mercadillo (Valle de Mena)

El Valle de Mena, que tiene un pie en Vizcaya y una mano en Cantabria, es así desde hace mucho. En el año 1600 los valles de Mena y Tudela se ajustaban en lo tocante a la medida del celemín, al patrón de Arciniega "que es el mercado más cercano y a donde tratamos y comunicamos siempre". Además, informaban que no había patrón de media fanega porque en el valle no existía mercado. ¡No había mercado!

(Fuente Google)

En 1745 los de Mena se enfrentaron a los de Gordejuela porque éstos les exigían un real por cada cabeza de ganado que llevaban a su feria, en razón de pastos, porque nunca se había hecho. El Fiscal advirtió que si no existiese el correspondiente privilegio, no podía cobrarse dicho real. Al no aparecer, se le impusieron 200 ducados de multa y se le ordenó que no volviera a cobrarlo. Gordejuela alegó que en otras ferias, como en Quejana, también se exigía dicho impuesto. Pero el que estuviese libre de pecado que tirase la primera piedra porque el valle de Mena gravaba con un real a cada caballería de carga y a cada carro que pasaba por su tierra en razón de portazgo y calzadas.

En 1817 el vecindario solicitaba permiso para tener un mercado los viernes en Mercadillo "para el fomento de la agricultura, tráfico, yndustria y fábricas de este valle". Los testigos lo apoyaron pues era valle de gran extensión, que se componía de 52 pueblos, más el pequeño valle de Tudela y la villa de Villasana, que hasta hacía poco habían sido de señorío (del monasterio de Santa Clara de Medina y los Velasco). Sus vecinos se dedicaban a la agricultura, ganado, tráfico de vinos y granos y fábricas de hierro. No había mercado y los más cercanos se encontraban en Gordejuela, Arciniega, Valmaseda, Espinosa de los Monteros, Medina de Pomar y Villarcayo que les quedaban muy lejos y con muy malos caminos. El de Valmaseda tenía lugar los miércoles y sábados "donde no se permite pesar y vender trigo ni otros granos hasta después de las dos de la tarde" por lo que tenían que volver de noche a sus casas expuestos a robos.

Villasana de Mena

Estos últimos se opusieron a la concesión, pues se les haría mucha competencia al encontrarse Mercadillo a tan solo dos leguas de distancia. Al Fiscal le parecía muy ventajoso el establecimiento del nuevo mercado porque se cometían muchos fraudes a la Real Hacienda al tener que acudir los de Mena a Valmaseda, recordemos, ¡villa de una provincia exenta! Allí se usaban distintas medidas y pesos, lo que también acarreaba otras desventajas. Villasana pidió que tuviera lugar en ella por tener mayor población y disponer de plaza espaciosa y céntrica, mientras que Mercadillo "no merece siquiera el nombre de aldea". En 1818 era concedido a este último pueblo, tras pagar 150 reales por derechos.

En 1825 el ayuntamiento del valle solicitaba poder celebrar dos ferias, la primera desde el día 28 de agosto hasta el 31 de mismo y la segunda los mismos días del mes de octubre "para que se realice el comercio de ganados vacunos y demás en beneficio y utilidad común y principalmente de los labradores de que se compone esta jurisdicción e inmediatas comarcas". Los vecinos se dedicaban, en su mayor parte a la agricultura, cría de ganado de todas las especies y al sostenimiento, giro y manejo de nueve ferrerías o fábricas de hierro, siendo su producción notable y necesitando extraerse a otros lugares. Su finalidad era allegar fondos para el desempeño de más de 70.000 reales que tenía de deuda y que había gastado en 220 uniformes de los voluntarios realistas y su armamento.

Se consultaron las ventajas e inconvenientes a Espinosa de los Monteros, Medina, Arciniega y Valmaseda. Esta expuso que hacía unos años el valle había conseguido licencia para celebrar un mercado semanal y ahora se pedían ferias. El mercado ya había desaparecido y lo mismo ocurriría con las ferias. Había muchas en los contornos que solían durar unos 15 días, desde junio a septiembre, que proveían de todo lo necesario. La cercanía de Mena a ellas explicaba el fracasado mercado que le había sido concedido. Medina de Pomar también fue contraria: "Como reducido y en gran parte montuoso…no produce granos ni cría más ganado que los precisos para su sustento". El hierro que fabricaba no se vendía ni en las ferias ni en los mercados, pues se compraba directamente en las propias ferrerías para transportarlo al interior de Castilla o llevarlo a los puertos cantábricos y exportarlo. Mercadillo era muy pequeño para celebrar allí alguna feria pues contaba tan solo con 4 o 5 casas, sin parroquia ni cura. Su concesión traería "trastornos y perjuicios a las demás ya establecidas". Espinosa, por el contrario, opinó que si el Real Consejo no accediese a las dos ferias, que al menos le concediese una "por contemplarse precisa y de absoluta necesidad, pagando derechos reales de todo el ganado, excepto el caballar que nada tiene que pagar".


El valle de Mena se defendió alegando que las ferias y días propuestos no coincidían con los pueblos mencionados. El mercado había fracasado por los revoltosos tiempos recientemente sufridos. Mercadillo era el centro del valle en donde residía el alcalde mayor y asistencia de médico, botica y tienda. También mesón, taberna y carnicería, y un "tinglado hecho para el antiguo mercado que podría aprovecharse".

El Intendente de Santander fue favorable, añadiendo el Fiscal que la existencia de 52 pueblos en el valle era suficiente motivo para concederlo. Estaban muy alejados los pueblos que lo contradecían, además de exagerar los inconvenientes. En 1828 se accedió a la petición. Hubo que pagar 1.200 reales por la gracia. Durante la guerra carlista, como consecuencia de un ataque en 1835, ardieron la casa de Ayuntamiento y demás edificios públicos de la capital del valle de Mena (Mercadillo). Se pensó en reconstruirlos, pero no se hizo y fue trasladada la capitalidad a Villasana. En ello tuvo mucho que ver el que esta última villa era una población mucho mayor, mejor dotada y, sobre todo, el que ya había cesado su condición de lugar de señorío. Con ello también le fueron traspasados el mercado y ferias de Mercadillo.

Oña

Si releemos lo dicho sobre Frías veremos que esta población tiene uno de los mercados más antiguos de la actual provincia de Burgos. También fue concedido por Alfonso VIII en 1203, celebrándose los jueves. Comenzó, efectivamente, a tener lugar pero, contra la voluntad del abad y por interés de Cornudilla (La Bureba), al poco lo trasladaron a esta última. De nuevo, con autorización real, en 1215 el abad devolvía su mercado a Oña al mismo tiempo que suprimía el de la cercana Cornudilla. La concesión se hizo a petición del concejo local quien tuvo que pagar al abad 170 maravedíes por la confirmación.


Les aviso que el mercado de Oña fue a menos con el paso de los siglos. Quizá para buscar algunos excedentes, a fines del siglo XV la villa se especializaba en la producción de hortalizas y frutas que sabemos se llevaban a vender a Burgos pues tenían fama de muy buena calidad hasta el punto de que ¡con ellas regaló el abad al emperador en su viaje hacia Yuste! Son buenos tiempos para este mercado a nivel comarcal. Su masa vendida ascendía, en 1579, a 170.000 maravedís y en 1562 a 202.460 maravedís. ¿El milagro? El monasterio. Era un importante consumidor y, a la contra, poseía grandes excedentes provenientes de las muchas rentas de su rico patrimonio. Tenía, también, una clientela asegurada con la presencia de los vasallos de tierras de Castilla y de la Bureba.

Además del citado mercado, por entonces también celebraba una feria el día de San Pedro. La crisis económica de fines del siglo XVI y la peste que llegaba poco después, dieron al traste con el mercado y feria de Oña. Sabiendo que un mercado podría reactivar la economía local se solicitaba en 1818 la renovación del permiso. "Constando la gran población y riqueza que tuvo en lo antiguo y la grande estimación que hicieron de su situación, terreno frondoso, comodidades, los señores reyes...con un tribunal a prevención de los pueblos de la Bureba y de Cuesta Urria...". Era un pueblo con abundancia de granos, legumbres, ganados de la Bureba, tierra de Burgos y Rioja y las moderadas cosechas de Castilla la Vieja y lo mucho que de todo esto necesitaba la costa del mar y, también, por los efectos que podría tener la construcción del camino real que se estaba haciendo por Bercedo.

Oña disponía de tres espaciosas plazas para celebrar un mercado; buenas calles; por su centro pasaba la carretera real a Laredo; cómodas posadas; terreno fértil, especialmente en fruta y hortalizas; paso de pescados; muchos arrieros en los pueblos del contorno; y ganados que traían a vender los montañeses. . "Consta asimismo que fue pueblo comerciante con calle de judíos, la que se conserva y que su única dedicación era el comercio". Se preguntarán entonces cuál fue la razón de que no se transformara en un mercado “importante”. La antigua feria, de 16 días, se veía especialmente concurrida el 1 de junio, San Íñigo, a quien se tenía mucha devoción


Se insistía que Oña no podía estar sin mercado "a causa del crecido número de toda especie de granos que tiene en sus trojes el monasterio donde podían comprar los de la costa del Mar y Castilla la Vieja así como de las cosechas de la Bureba". Los habitantes del fértil suelo de esta última tenían necesidad de vender sus ganados, legumbres y granos.

No había feria ni mercado más que los celebrados en Poza, Trespaderne y Frías. No perjudicaba a Poza ni Frías por encontrase "en caminos extraviados". La primera, además, se dedicaba a la sal. Tampoco dañaba a Medina de Pomar ni a Villarcayo. La mayor oposición vino de Trespaderne. El Fiscal opinó que debía concedérsele. Así se hizo en el mismo año. Pagó 150 reales. "por haberse servido el Consejo conceder facultad para celebrar mercado en ella los martes de cada semana".

También tuvo una feria de 16 días continuos a últimos de mayo y primeros de junio y, más recientemente, se celebraron otras en marzo y octubre.


Bibliografía:

“Villarcayo y la Merindad de Castilla la Vieja”. Julián García Sainz de Baranda.
“Mercados y ferias en la provincia de Burgos”. Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“Apuntes históricos sobre la ciudad de Medina de Pomar” por Julián García Sainz de Baranda.
“Historia de la ciudad de Frías” por Agustín Villasante.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar”. De Pascual Madoz.



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