En la anterior entrada hablábamos de las
generalidades de los mercados durante los mil últimos años en Las Merindades.
Ahora –y durante dos entradas- nos fijaremos en algunas peculiaridades de los
mercados, y ferias, de las principales poblaciones de nuestra comarca.
Empecemos con las de esta:
Frías
Fue una de los grandes mercados de Las
Merindades. Estaba claro porque esta urbe controló el paso del Portillo de
Busto y el puente románico sobre el Ebro. Por estos lugares pasaba el camino
que seguía por Herrán hasta Orduña sobre lo que había sido una antigua calzada
romana. En 1202 Alfonso VIII concedía en su fuero un mercado diario o “azog” a
celebrar en lo alto de la Muela y el de los sábados en el collado.
Con el tiempo se invertirá esta celebración y
aquel lugar será denominado en adelante plaza de los Granos y el de abajo,
plaza del Mercado como todavía sigue haciéndose. En el desarrollo del fuero, el
rey garantiza la paz del mercado, pero no señala un día fijo pues, seguramente,
lo dejaba a conveniencia de los lugares del contorno. El obispo Fernando
confirmó el privilegio del mercado que celebraban Pancorbo, Oña y Frías, en
lunes, jueves y sábado respectivamente.
Fue ratificado por el Rey Sancho IV hacia el año
1285, al conceder varias “absoluciones” a los habitantes de la “muela in fridas pro máximo labore quem ihi
sustinent ascendendo e deseendendo con rebus suis” por el grandísimo
trabajo que allí soportan subiendo y bajando con sus cosas, dispuso que se
hiciese otro mercado cada sábado.
La plaza del Mercado, sita "en el
collado" bajo el roquedo del castillo es, realmente, un ensanchamiento de
la única calle que asciende hasta lo alto de la ciudad. Alargada, quebrada e
irregular con soportales en uno de los lados, se halla en el centro de la
población. En un principio aquel punto no estuvo amurallado. Un punto a su
favor es que estaba pegado al barrio judío. En 1529, el Condestable ordenaba
que para "noblesçimiento de la dicha
mi çibdad y muela della que todos los ofiçios, así de carneçería y pescadería y
panaderas e otras tyendas de bastimentos estén dentro de la muela de la dicha
mi çibdad y no fuera". Solo se permitiría alguna tienda fija abajo
para abastecimiento de vecinos y caminantes. Posiblemente todo ello para un mejor
control fiscal.
El mercado más solemne, como ya hemos dicho,
tuvo lugar los sábados, después ampliado también a los miércoles. Este último
dejaría de celebrarse en el siglo XVIII. La plaza de Granos o de los Toros es
la que se extiende frente a la iglesia de San Vicente y era la que se ocupaba
para las ferias. Además de su comunicación a través del arco de la Cadena, en
el pasado debió de estar mejor comunicada por la puerta de Medina y,
especialmente, por el Postigo que allí desemboca.
Amparado y alentado por los duques de la ciudad,
que cobraban altas tasas en este mercado, se redistribuían granos para las Montañas
como lo recuerda cierta pragmática de Carlos I cuando habla de "todo el pan...traído a vender a esta
ciudad de Campos y Bureba y de otras partes".
En las ordenanzas de fines del siglo XV, se
citan como géneros venidos de fuera habas, cabritos, sal, fruta, vino, pesca,
leña y hierro. En dichos días se instalaban quincalleros, pañeros, pasiegos y
hortelanos. El mercado se animaba aún más los días cercanos a la Navidad, y
entonces los puestos de venta se extendían por la calle de la Cadena hasta
ocupar la plaza del Ayuntamiento. Los forasteros procedían, incluso, de lugares
lejanos como la Bureba o Valdegovía.
Las ferias se celebraron los días de Todos los
Santos (primero de noviembre) y al finalizar el mes, el día de San Andrés. La
fecha fue cambiada en el siglo XVI. Efectivamente, en 1523 escribía el
regimiento al Condestable: "En esta
cibdad ay uso y costumbre de ayer dos ferias en ella en cada un año, la una en
el segundo dia de Pasqua de Çinquesma y la otra por el dia de Nuestra Señora
Santa María de Setiembre". Se le pedía que fueran francas y que cada
una durase cinco días pero, sobre todo que, como la de Pascua caía en mala
época, cuando no había trigo que vender por lo que no acudían mercaderes y
tratantes, que fuese trasladada al día de Todos los Santos, como así se hizo.
Los caminos que explicaban el nacimiento y
prosperidad de Frías, trajeron su ruina tras su marginación y abandono. Desde
1728 pierde la capitalidad del valle de Tobalina. Después el antiguo camino de
Orduña es desviado por Pancorbo y Berberana. Al otro lado es construido el
camino de Bercedo, que pasaba por Villarcayo…
El intento de Frías de recuperar cierto
protagonismo con una nueva vía que diera salida al vino de la Rioja desde
Gimileo a Santander, pasando por la ciudad, quedará inacabado, lo que resultó
mortal para sus ferias y mercados.
En 1824 se aseguraba que la venta anual de
granos ascendía a unas 4.200 fanegas de trigo, 600 de cebada, 400 de centeno,
maíz y legumbres. De las de trigo mencionadas, no llegaban a una tercera parte
las traídas por forasteros seglares, perteneciendo todos las demás a conventos
y fábricas de las iglesias de Frías, Tobalina, Bureba y Cuesta Urria. En
cambio, no se comercializaba el vino por que estaba protegiendo su chacolí de
mala calidad, vedando el paso al foráneo. Esta política resultó una verdadera
obsesión para los ediles.
El cobro de las correspondientes alcabalas se
arrendaba, en el arriba citado año, por un monto de 2.500 reales "del producto e cuarto de fanega...y
por cada caballería que se introduce en la plaza de los Toros donde se
celebraba el mercado...según avido y es costumbre".
Medina de Pomar
Medina ocupa un punto intermedio entre Burgos y
los puertos cantábricos, lo que la convirtió en centro comercial, de
intercambio y de descanso. Como en el caso de Frías, su acertado emplazamiento explica,
en buena parte, la prosperidad de sus mercados y ferias.
La marginación vendría con la construcción del
camino de Bercedo, por Villarcayo. Aunque en Medina hubo, antes, otras dos
causas de su declive comercial: la desaparición de la aljama judía y la pérdida
de la capitalidad de las Merindades. Si recurrimos a Julián García Sainz de
Baranda veremos que este autor “sangraba por la herida”: “Las Merindades y su capitalidad Villarcayo, aspiraban a convertirse no
sólo en capitalidad política, sino también económica de la comarca, y al efecto
dieron contra Medina de Pomar, por tener en aquella fecha ferias y mercados muy
concurridos”.
Lo que es cierto es que el desarrollo de sus
mercados y ferias presenta dos etapas muy claras: desde la concesión de un
mercado en el fuero hasta la segunda mitad del siglo XVI, en que se celebran en
exclusiva en la villa, y desde 1562 en que Villarcayo eleva al Consejo del
Reino una solicitud para obtener un mercado franco semanal y dos ferias francas
cada año. Lo consigue en una provisión del Consejo de 31 de julio de 1.571.
Quedará únicamente una parte para Medina.
La mención del mercado en el fuero da a entender
que venía celebrándose desde bastante antes. Tuvo lugar los jueves, como aún sigue
haciéndose hoy. Después también el lunes que, a fines del siglo XVI, pasará a
Villarcayo. Desde la Edad Media su almud (media fanega) será la medida oficial
de la comarca. La populosa colonia judía y mora tendrá mucho que ver con los
mercados y ferias de la localidad. Los Velasco que "tenían Las Merindades en encomienda poniendo justicia y llevando
las alcabalas y los demás aprovechamientos como suyos" fueron los más
interesados en que siguieran celebrándose en Medina de Pomar.
Desde mediados del siglo XIII, Medina de Pomar
se convierte en el beneficiario del activo comercio lanero y de cualquier otro
tipo entre Burgos y el Cantábrico oriental. Poco después es cuando aparecen los
judíos atraídos por este comercio. En adelante se les citará en toda clase de
actividades, especialmente con productos textiles importados de Francia y como
abastecedores de la meseta a través de Medina de Pomar. Aquí se redistribuyó,
también, el vino de la Rioja y Aranda hacia el norte, sobre todo en el siglo
XVII "por estar la dicha villa de
Medina de Pomar en tan buena comodidad para los Puertos y para la
correspondencia de otros mercados". Desgraciadamente ese factor
geográfico también lo tendría Villarcayo.
En las ordenanzas de 1495 mandaba el
Condestable, "amonesto, requiero e
mando a los mercaderes e marchantes...que tratan en comprar e vender
mercaderías de paños e sedas e lienzos e ganados mayores e menores e pan e
vino... mirar mucho en que los precios a que vendieren...sean moderados e
razonables, por manera que no sean excesivos e injustos", lo que nos
manifiesta los géneros más comercializados, así como la preocupación por el
control de los precios.
Desde 1409 a 1668 el archivo de los duques
guarda decretos y provisiones sobre celebración de ferias y mercados. Medina
también celebró cinco ferias desde antiguo. En las ordenanzas de 1481, se
prevenían los posibles daños ocasionados por los ganados traídos a la villa
especialmente cerdos, bueyes, rocines y carneros. Se les prohibió entrar a
pacer en los rastrojos.
Con el traslado de la capitalidad a Villarcayo,
comienzan los problemas. Esta consigue que el mercado y ferias oficiales de Las
Merindades pasen a ella. Los días de mercado eran en ambas villas los mismos a
pesar de haber pedido el Condestable que en Villarcayo se celebrase los
sábados. Al no conseguirse en ésta el éxito apetecido por la competencia de
Medina, comienzan agrios enfrentamientos.
Medina defendió sus derechos ayudada por el
Condestable quien percibía altos ingresos de sus ferias y mercados que
ascendían, según los vecinos, a 200.000 maravedís anuales. El pleito de Las
Merindades comenzó en 1624 solicitando que fueran suprimidos el mercado y feria
de Medina, pues no pagaban impuestos y eran celebrados sin permiso real. Lo más
seguro es que los impuestos que se pagaba se lo quedaban en la casa de Velasco.
La villa alegó que venían teniendo lugar desde tiempo inmemorial y que no eran
francos sino que se pagaban impuestos. El Consejo dictó auto en 27 de junio de
ese año, prohibiendo las ferias y mercados que se hacían sin licencia,
mandándose pregonar este auto en Medina de Pomar. La ciudad de Medina interpuso
recurso de súplica que fue rechazado mediante un auto del 23 de julio de 1624.
Se ordenó suspenderlas pero los medineses no
hicieron caso. Maltratando al escribano y alguacil encargados de la
notificación y publicación por el corregidor de Reinosa que era el comisionado para
entender del asunto. El consejo, con fecha del tres de abril de 1625 mandó
cumplir lo dispuesto.
Indudablemente, estaba muy arraigada la
costumbre y era mucho el interés de su celebración. Los vecinos denunciaron que
"el deseo de la parte contraria es
destruir la dicha villa de Medina quitándole el antiguo comercio". Villarcayo
respondió introduciendo una feria más.
Según don Julián, los de Villarcayo no se
contentaron con tener dos ferias y un mercado e introdujeron otra feria más y
un mercado los jueves. Esto hubo de empujar a Bernardino Fernández de Velasco a
querellarse lo que –siguiendo lo escrito por Julián G. Sainz de Baranda-
acobardó a los de Las Merindades y transigieron celebrando en Madrid, el 7 de
julio de 1.628, escritura de transacción ante el escribano Diego Fernández de
Tapia. Comparecieron por la Villa de Medina de Pomar y su jurisdicción el señor
de Medina y duque de Frías y Condestable de Castilla y por Las Merindades Pedro
de Velasco, Conde de la Revilla y Jerónimo Antonio de Medinilla y Porres en
virtud de poder que les confirieron el 21 de febrero de 1628, ante el escribano
Pedro López de Cartes.
Desde 1628 Medina obtuvo permiso para celebrar tres
ferias al año: la Ascensión, (en lugar del Corpus), Santa Marina (elegida por
los vecinos) y San Miguel de septiembre. Pero al coincidir la Ascensión casi con
San Miguel de mayo de Villarcayo, hubo problemas. Se firmó una concordia entre
el Ayuntamiento general de la siete Merindades y el Condestable de Castilla por
la que quedaron las ferias que hoy tiene Medina y las que se hacen en
Villarcayo, para Las Merindades.
La aduana de los diezmos del mar que estaba en
Medina, pasó a Villarcayo en 1561 aunque, en 1628, fue instalada
definitivamente en Villasante.
Con el acuerdo anterior la paz se mantuvo
durante cuarenta largos años. ¿Quién rompió el acuerdo? Para unos Villarcayo y
para otros Medina. Lo cierto es que Las Merindades presentaron demanda en 1667 –o
1668- contra Medina y el Condestable insistiendo en que los mercados de esta
eran francos, contraviniendo las leyes del Reino; que la escritura de transacción
era nula, porque su objeto no era lícito. Contestó Medina probando que nunca
fueron sus mercados ni ferias francos sino introducidos por costumbre
inmemorial; que las justicias de Las Merindades, usando de su poder e
influencia, ejercían presión sobre los trajinantes, arrieros y mercaderes,
obligándoles a ir a Villarcayo y pregonando en este pueblo y fijando edictos en
mesones y sitios públicos de otros lugares, haciendo constar que no había
ferias y mercados en Medina de Pomar y sí sólo en Villarcayo, donde había buen
pasaje, y por último para atraer a los mercaderes y trajinantes a ellas, Las
Merindades, con perjuicio de la Real Hacienda, los hacían francos, no cobrando
por sus transacciones derecho alguno. Perspicazmente, Medina no comentaba que
cuando los Velasco eran más fuertes ellos presionaban a los comerciantes para
que recabasen en su ciudad.
Un auto de 13 de agosto de 1670 amparó a Medina
en sus derechos y en la posesión en que estaba de celebrar sus tres ferias y el
mercado del jueves a condición de pagar los derechos de alcabalas y demás
impuestos a la Real Hacienda. (Entonces, ¿Era cierto que no los pagaban?). Los
Velasco apelaron pero el auto fue confirmado el 19 de octubre de 1670.
El diccionario de Madoz comenta que “se celebran 3 ferias anuales y un mercado
semanal en los jueves”.
Mercadillo (Valle de Mena)
El Valle de Mena, que tiene un pie en Vizcaya y
una mano en Cantabria, es así desde hace mucho. En el año 1600 los valles de
Mena y Tudela se ajustaban en lo tocante a la medida del celemín, al patrón de
Arciniega "que es el mercado más
cercano y a donde tratamos y comunicamos siempre". Además, informaban
que no había patrón de media fanega porque en el valle no existía mercado. ¡No
había mercado!
(Fuente Google) |
En 1745 los de Mena se enfrentaron a los de
Gordejuela porque éstos les exigían un real por cada cabeza de ganado que
llevaban a su feria, en razón de pastos, porque nunca se había hecho. El Fiscal
advirtió que si no existiese el correspondiente privilegio, no podía cobrarse dicho
real. Al no aparecer, se le impusieron 200 ducados de multa y se le ordenó que
no volviera a cobrarlo. Gordejuela alegó que en otras ferias, como en Quejana, también
se exigía dicho impuesto. Pero el que estuviese libre de pecado que tirase la
primera piedra porque el valle de Mena gravaba con un real a cada caballería de
carga y a cada carro que pasaba por su tierra en razón de portazgo y calzadas.
En 1817 el vecindario solicitaba permiso para
tener un mercado los viernes en Mercadillo "para
el fomento de la agricultura, tráfico, yndustria y fábricas de este valle".
Los testigos lo apoyaron pues era valle de gran extensión, que se componía de
52 pueblos, más el pequeño valle de Tudela y la villa de Villasana, que hasta
hacía poco habían sido de señorío (del monasterio de Santa Clara de Medina y
los Velasco). Sus vecinos se dedicaban a la agricultura, ganado, tráfico de
vinos y granos y fábricas de hierro. No había mercado y los más cercanos se
encontraban en Gordejuela, Arciniega, Valmaseda, Espinosa de los Monteros,
Medina de Pomar y Villarcayo que les quedaban muy lejos y con muy malos
caminos. El de Valmaseda tenía lugar los miércoles y sábados "donde no se permite pesar y vender
trigo ni otros granos hasta después de las dos de la tarde" por lo que
tenían que volver de noche a sus casas expuestos a robos.
Villasana de Mena |
Estos últimos se opusieron a la concesión, pues
se les haría mucha competencia al encontrarse Mercadillo a tan solo dos leguas
de distancia. Al Fiscal le parecía muy ventajoso el establecimiento del nuevo mercado
porque se cometían muchos fraudes a la Real Hacienda al tener que acudir los de
Mena a Valmaseda, recordemos, ¡villa de una provincia exenta! Allí se usaban
distintas medidas y pesos, lo que también acarreaba otras desventajas. Villasana
pidió que tuviera lugar en ella por tener mayor población y disponer de plaza
espaciosa y céntrica, mientras que Mercadillo "no merece siquiera el nombre de aldea". En 1818 era
concedido a este último pueblo, tras pagar 150 reales por derechos.
En 1825 el ayuntamiento del valle solicitaba
poder celebrar dos ferias, la primera desde el día 28 de agosto hasta el 31 de
mismo y la segunda los mismos días del mes de octubre "para que se realice el comercio de ganados vacunos y demás en
beneficio y utilidad común y principalmente de los labradores de que se compone
esta jurisdicción e inmediatas comarcas". Los vecinos se dedicaban, en
su mayor parte a la agricultura, cría de ganado de todas las especies y al
sostenimiento, giro y manejo de nueve ferrerías o fábricas de hierro, siendo su
producción notable y necesitando extraerse a otros lugares. Su finalidad era
allegar fondos para el desempeño de más de 70.000 reales que tenía de deuda y
que había gastado en 220 uniformes de los voluntarios realistas y su armamento.
Se consultaron las ventajas e inconvenientes a
Espinosa de los Monteros, Medina, Arciniega y Valmaseda. Esta expuso que hacía unos
años el valle había conseguido licencia para celebrar un mercado semanal y
ahora se pedían ferias. El mercado ya había desaparecido y lo mismo ocurriría
con las ferias. Había muchas en los contornos que solían durar unos 15 días,
desde junio a septiembre, que proveían de todo lo necesario. La cercanía de
Mena a ellas explicaba el fracasado mercado que le había sido concedido. Medina
de Pomar también fue contraria: "Como
reducido y en gran parte montuoso…no produce granos ni cría más ganado que los
precisos para su sustento". El hierro que fabricaba no se vendía ni en
las ferias ni en los mercados, pues se compraba directamente en las propias ferrerías
para transportarlo al interior de Castilla o llevarlo a los puertos cantábricos
y exportarlo. Mercadillo era muy pequeño para celebrar allí alguna feria pues
contaba tan solo con 4 o 5 casas, sin parroquia ni cura. Su concesión traería "trastornos y perjuicios a las demás ya
establecidas". Espinosa, por el contrario, opinó que si el Real
Consejo no accediese a las dos ferias, que al menos le concediese una "por contemplarse precisa y de absoluta
necesidad, pagando derechos reales de todo el ganado, excepto el caballar que nada
tiene que pagar".
El valle de Mena se defendió alegando que las
ferias y días propuestos no coincidían con los pueblos mencionados. El mercado
había fracasado por los revoltosos tiempos recientemente sufridos. Mercadillo
era el centro del valle en donde residía el alcalde mayor y asistencia de
médico, botica y tienda. También mesón, taberna y carnicería, y un "tinglado hecho para el antiguo mercado
que podría aprovecharse".
El Intendente de Santander fue favorable,
añadiendo el Fiscal que la existencia de 52 pueblos en el valle era suficiente
motivo para concederlo. Estaban muy alejados los pueblos que lo contradecían, además
de exagerar los inconvenientes. En 1828 se accedió a la petición. Hubo que
pagar 1.200 reales por la gracia. Durante la guerra carlista, como consecuencia
de un ataque en 1835, ardieron la casa de Ayuntamiento y demás edificios
públicos de la capital del valle de Mena (Mercadillo). Se pensó en
reconstruirlos, pero no se hizo y fue trasladada la capitalidad a Villasana. En
ello tuvo mucho que ver el que esta última villa era una población mucho mayor,
mejor dotada y, sobre todo, el que ya había cesado su condición de lugar de
señorío. Con ello también le fueron traspasados el mercado y ferias de
Mercadillo.
Oña
Si releemos lo dicho sobre Frías veremos que
esta población tiene uno de los mercados más antiguos de la actual provincia de
Burgos. También fue concedido por Alfonso VIII en 1203, celebrándose los
jueves. Comenzó, efectivamente, a tener lugar pero, contra la voluntad del abad
y por interés de Cornudilla (La Bureba), al poco lo trasladaron a esta última. De
nuevo, con autorización real, en 1215 el abad devolvía su mercado a Oña al
mismo tiempo que suprimía el de la cercana Cornudilla. La concesión se hizo a
petición del concejo local quien tuvo que pagar al abad 170 maravedíes por la
confirmación.
Les aviso que el mercado de Oña fue a menos con el paso de los
siglos. Quizá para buscar algunos excedentes, a fines del siglo XV la villa se
especializaba en la producción de hortalizas y frutas que sabemos se llevaban a
vender a Burgos pues tenían fama de muy buena calidad hasta el punto de que ¡con
ellas regaló el abad al emperador en su viaje hacia Yuste! Son buenos tiempos
para este mercado a nivel comarcal. Su masa vendida ascendía, en 1579, a 170.000
maravedís y en 1562 a 202.460 maravedís. ¿El milagro? El monasterio. Era un
importante consumidor y, a la contra, poseía grandes excedentes provenientes de
las muchas rentas de su rico patrimonio. Tenía, también, una clientela
asegurada con la presencia de los vasallos de tierras de Castilla y de la
Bureba.
Además del citado mercado, por entonces también
celebraba una feria el día de San Pedro. La crisis económica de fines del siglo
XVI y la peste que llegaba poco después, dieron al traste con el mercado y
feria de Oña. Sabiendo que un mercado podría reactivar la economía local se
solicitaba en 1818 la renovación del permiso. "Constando la gran población y riqueza que tuvo en lo antiguo y la
grande estimación que hicieron de su situación, terreno frondoso, comodidades,
los señores reyes...con un tribunal a prevención de los pueblos de la Bureba y
de Cuesta Urria...". Era un pueblo con abundancia de granos,
legumbres, ganados de la Bureba, tierra de Burgos y Rioja y las moderadas
cosechas de Castilla la Vieja y lo mucho que de todo esto necesitaba la costa
del mar y, también, por los efectos que podría tener la construcción del camino
real que se estaba haciendo por Bercedo.
Oña disponía de tres espaciosas plazas para
celebrar un mercado; buenas calles; por su centro pasaba la carretera real a
Laredo; cómodas posadas; terreno fértil, especialmente en fruta y hortalizas;
paso de pescados; muchos arrieros en los pueblos del contorno; y ganados que
traían a vender los montañeses. . "Consta
asimismo que fue pueblo comerciante con calle de judíos, la que se conserva y
que su única dedicación era el comercio". Se preguntarán entonces cuál
fue la razón de que no se transformara en un mercado “importante”. La antigua
feria, de 16 días, se veía especialmente concurrida el 1 de junio, San Íñigo, a
quien se tenía mucha devoción
Se insistía que Oña no podía estar sin mercado "a causa del crecido número de toda
especie de granos que tiene en sus trojes el monasterio donde podían comprar
los de la costa del Mar y Castilla la Vieja así como de las cosechas de la
Bureba". Los habitantes del fértil suelo de esta última tenían
necesidad de vender sus ganados, legumbres y granos.
No había feria ni mercado más que los celebrados
en Poza, Trespaderne y Frías. No perjudicaba a Poza ni Frías por encontrase "en caminos extraviados". La
primera, además, se dedicaba a la sal. Tampoco dañaba a Medina de Pomar ni a
Villarcayo. La mayor oposición vino de Trespaderne. El Fiscal opinó que debía
concedérsele. Así se hizo en el mismo año. Pagó 150 reales. "por haberse servido el Consejo
conceder facultad para celebrar mercado en ella los martes de cada semana".
También tuvo una feria de 16 días continuos a últimos
de mayo y primeros de junio y, más recientemente, se celebraron otras en marzo y
octubre.
Bibliografía:
“Villarcayo y la Merindad de Castilla la Vieja”.
Julián García Sainz de Baranda.
“Mercados y ferias en la provincia de Burgos”.
Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“Apuntes históricos sobre la ciudad de Medina de
Pomar” por Julián García Sainz de Baranda.
“Historia de la ciudad de Frías” por Agustín
Villasante.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de
España y sus posesiones de Ultramar”. De Pascual Madoz.
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