Si buscan en Google –o cualquier otro buscador
de la internet- el binomio Aguirre más escuelas se encontrarán con este
benefactor y no con una política casi contemporánea. ¡Aún hay esperanza!
En fin. Somos así. Si se acercan al pueblo de
Siones en el Valle de Mena se encontrarán con este rehabilitado robusto templo
del saber edificado con el cambio de siglo que era de los mejores de su clase
en la España rural. Un superviviente casi improbable. ¡¿Cuántos edificios hay
que desbordan historia y dignidad y que permanecen arrumbados?!
Volviendo al tema… ¿Por qué iba a esforzarse
tanto el ministerio de educación para surtir de escuela al pueblo de Siones?
¡Es sencillo!: No lo hizo. Estas escuelas fueron fruto de la iniciativa
privada, de una labor filantrópica común en esos años y en el Valle de Mena. Su
autor fue Lucas Aguirre y Juárez, hombre religioso, liberal y progresista
(favorable al progreso social no el viciado significado de hoy acaparado por
ciertos partidos políticos). No era nacido en el Valle de Mena, ni en Las
Merindades, sino que nació en Cuenca. En su testamento de 1871 instituyó una Fundación
para fomentar el estudio de los niños con pocos recursos y la dignidad de la
mujer española.
¿Qué relación tenía Lucas Aguirre y Juárez con
el Valle de Mena? Su padre. Andrés Aguirre era natural de Siones y se mudó a
Cuenca. ¿Así, en frío? Veamos, Andrés empezó como trajinero fuera de Las
Merindades y en uno de sus viajes recaló en Cuenca. Allí casó con Inés Juárez y
tuvieron cinco hijos. El pequeño fue Lucas, nacido el 18 de octubre de 1800.
Andrés creó en su nueva ciudad un negocio de
ferretería en el que participaba toda la familia. Lo ampliaron con la
fabricación y comercialización de tejidos. Con los beneficios fue adquiriendo molinos,
huertas, terrenos e inmuebles, algunos procedentes de la desamortización del
ministro Mendizábal. Éstos fueron los bienes que, pasado el tiempo, dejaría
Lucas Aguirre a los pobres. Andrés obtuvo, incluso, el servicio de diligencias
y correos entre Cuenca y Madrid. La riqueza los incorporó a la alta burguesía
de la ciudad, facción ilustrada, liberal y progresista. Quizá por ello, Lucas
tomará parte por Isabel II en la guerra civil de 1833 a 1840 (la primera
carlistada) como nos deja entender su Testamento: “Que el sable de infantería y el de caballería que usó durante la
Guerra Civil, las cuatro cruces y la placa con que fue condecorado, aunque
nunca las ha usado, y las chatarreras, se conservarán en el Ayuntamiento de la
ciudad de Cuenca para testimonio de que siempre defendió con entusiasmo los
derechos del hombre”. Esta lucha contra cualquier forma de absolutismo le
valió, a sus treinta y siete años, el título de Benemérito de la Patria.
En 1832 muere Inés Juárez, su madre y, poco a
poco van cayendo sus hermanos mayores. En 1856 fallece el padre. Y, en 1859,
Víctor, el único hermano que todavía tenía, se suicida. Esto, unido al ambiente
conservador de su ciudad y a la tensión política del siglo le empujó a alejarse
de Cuenca y de sus recuerdos. Este solterón marchó a Madrid donde pasaría sus últimos años. En ese tiempo inició una intensa militancia ideológica,
colaborando con lo más granado de la cultura y de la política liberal del
momento.
Llegamos a 1868, momento del triunfo de “la
Gloriosa” revolución, cuando Fernando de Castro, rector de la Universidad
Central de Madrid, creó la “Asociación para la enseñanza popular” y nombró
vocal a Lucas Aguirre. Nuestro filántropo andaría moviéndose por el ateneo o
las múltiples Sociedades de progreso que había en Madrid escuchando a sus
amigos: a Fernando de Castro en la “Sociedad abolicionista de la esclavitud” o
a Ruiz de Quevedo en la “Asociación para la enseñanza de la mujer”. Lógico,
entonces, que cuando redactó su testamento en 1871, hiciera herederos
universales a los pobres “para su
instrucción” y nombrara como
albaceas, entre otros, a Manuel María de Galdo, alcalde de Madrid, y a Fernando
de Castro. Estos caballeros citados formaban parte del círculo de los
krausistas españoles.
Un momentito, ¿Krausismo? Les explico: Este
movimiento llegó a España a raíz del discurso pronunciado por Julián Sanz del
Río, que estuvo en Alemania en 1843, en la Universidad Central de Madrid el
curso 1857-58. En nuestra patria los seguidores de Krause buscaron un medio de
conciliar los conflictos que dividieron al país durante el siglo XIX como
consecuencia del enfrentamiento entre tradición y modernidad. Sus preceptos
básicos eran: Secularización; desarrollo del Derecho como garante de la
diversidad social; la Pedagogía como eje de la Educación; y el universalismo
como opción para la superación del asumido atraso cultural español.
Es probable que, además de con el citado Rector,
Lucas Aguirre trató con otras figuras prominentes del pensamiento español, como,
según palabras de Teresa Marín Eced, “probablemente
Concepción Arenal, Gumersindo Azcárate y Giner de los Ríos”. Así mismo, de
su dinero y voluntad salieron los premios que para escritores pobres y sus
familias que concedía anualmente el Ayuntamiento de Madrid.
El catedrático Elías Díaz escribe al prologar el
libro de Marín Eced “Lucas Aguirre. Un mecenas de la educación popular”: “A partir de su pertenencia al grupo
krausista -aunque no en calidad de intelectual sino de financiero y defensor de
las libertades en España-, del análisis de su obra cultural, de los pocos
documentos gráficos que de él se conservan y de la tradición oral, puede
perfilarse el carácter de Lucas Aguirre como hombre de espíritu reflexivo y
abierto, mezcla de franqueza y de circunspección, amante de la cultura, laico y
religioso al mismo tiempo, de una austeridad rayana en la tacañería –se dice
que casi no comía para poder dejar más bienes a los pobres-, respetuoso,
tolerante, amante de la libertad, varonil y dulce, antidogmático y cristiano,
poseedor de un alto sentido moral, luchador infatigable por conservar su fe sin
renunciar a su razón”.
Este compromiso con la educación popular lo llevó
a fundar tres escuelas. La primera de ellas, única que constituyó en vida
creada en 1868, y más tarde, cumpliéndose la voluntad de su Testamento, las de
Cuenca y Madrid. Todas ellas para pobres y con el deseo bien señalado de
premiar los lugares que más significaron en su vida. Las de Siones “para perpetuar la memoria de su señor
padre”, como reza en el Testamento, la de Cuenca como homenaje a su ciudad
natal y a los felices años con su familia, y la de Madrid como agradecimiento
al lugar donde pudo desarrollar plenamente sus inquietudes liberales y progresistas.
De todas ellas se conservan los edificios, todos de factura noble, y uno de
ellos, el de la capital de España, testimonio del neomudéjar en la calle de
Alcalá.
Las Escuelas Aguirre respondieron al pensamiento
pedagógico de Fernando de Castro y a la corriente pestalozziana- froebeliana
europea, pues Lucas apostó por la Escuela Popular como “medio de evitar los desastres de que están amenazadas las sociedades”.
Y en esa apuesta la mujer ocupó un lugar destacado: “la importancia de la mujer es tal que las naciones más ricas son
aquellas en que la educación de la mujer está más extendida y perfeccionada”.
Para conseguir sus objetivos, Aguirre optó por
una pedagogía progresista, tolerante, liberal y filantrópica. Sus escuelas
serían centros de enseñanza práctica para la vida y no lugares de aprendizaje
formalista y verbalista; se eliminaría la disciplina basada en la represión y
el autoritarismo; los castigos serían sustituidos por el amor, como medio
educativo, y por el estímulo.
Para ello creó becas-premio que recibirían
aquellos niños y niñas que se hubieran distinguido por su inteligencia y
aprovechamiento. La de Siones era de 125 pesetas. Un rasgo casi profético de la organización de las Escuelas
Aguirre fue la representación democrática que introdujo en ellas: los usuarios
participarían en el gobierno de las mismas. Esta concepción de la educación
sitúa a Lucas Aguirre por delante de su tiempo, en la línea del movimiento
pedagógico iniciado por el krausismo, continuado por la Institución Libre de
Enseñanza y vinculado a los movimientos europeos más adelantados.
La escuela de Siones data de 1868 y fue la
primera escuela elemental para niñas y mujeres pobres del lugar a la que
también podían concurrir las de Villasana, Vallejuelo, El Vigo, Sopeñano y
Cadagua, bajo la dirección de dos maestras. Dejó dicho Lucas en su testamento: “[...] Que saber remendar es muy importante a todas las mujeres, pero más a
las pobres, por cuya razón lleven a la escuela las prendas que necesiten estas
composturas, y así aprovechan el tiempo que perderían aprendiendo en un pedazo
de lienzo. También es muy interesante que sepan hilar y hacer medias, pues
algunos de Siones han manifestado tenían lana, y por no conocer estas labores
tanto ellos como su familia, no llevaban medias”. Las clases a las niñas se
estuvieron impartiendo en esta escuela hasta finalizar el curso de 1918 y la de
párvulos hasta finalizar 1921, en cuya fecha quedaron cerrados las dos clases
por falta de recursos.
Claro que lo dicho no encaja con los recuerdos
de muchos hijos de estos pueblos que peinan canas. Cierto. Hay trampa porque lo
que se recuerda es el segundo edificio de 440 metros cuadrados distribuido en
dos plantas, inaugurado el 29 de julio de 1901. En la primera estaba la
vivienda de los maestros. Este es el que conserva un aula de principios del
siglo XX con el retrato de su fundador y un equipamiento de la época: pupitres
y bancos anclados al suelo, mesas para maestros y maestras, mueble porta mapas
de rodillo, y varias pizarras murales.
Pero en la decisión de construir esta nueva
escuela no participó Lucas Aguirre porque ya había fallecido en Madrid el 20 de
marzo de 1873. Tuvo suerte de ser reconocido en vida con la concesión, por
Decreto de 17 de diciembre de 1871, de la Gran Cruz de Isabel la católica. La
construcción la llevó a cabo su testamentaría. Esta segunda escuela en
principio fue para párvulos, después para niñas y finalmente mixta. El año de su
inauguración asistieron a esta escuela 52 alumnas en la elemental, y 19 niñas y
20 niños en la de párvulos.
Hasta el 19 de octubre de 1886, con asistencia
del ministro de Fomento y discurso de Galdo en calidad de testamentario, no se
inauguraron las Escuelas Aguirre de Madrid, y en 1887 las de Cuenca. El
patronato de las escuelas de Siones lo formaban el Ayuntamiento del Valle de
Mena, representado por el Alcalde, y una Junta de vigilancia formada por los
Alcaldes pedáneos de los seis pueblos llamados a los beneficios de la
enseñanza, o sea los de Siones, Villasuso, Vallejuelo, El Vigo. Sopeñano y
Cadagua. La Junta tenía como principal cometido la administración económica de
las escuelas; al acabar el año se formaba la cuenta y una copia certificada se colgaba
en la puerta de las mismas.
Las escuelas “Aguirre” de Siones nunca fueron
bien económicamente gracias, se dice, a la nefasta gestión de sus albaceas
testamentarios, como se vio en la investigación llevada a cabo durante el año
1901 por el Ayuntamiento de Madrid en las escuelas Aguirre de la Villa y Corte.
La maestra Teresa Novales Bustillo que regentaba el colegio de niñas de Siones desde
el 1 de septiembre de 1898, dejó de percibir sus retribuciones desde el 1 de
enero de 1908 hasta fin de curso de 1918, en que cesó, a razón de 1.200 pesetas
anuales; y María del Carmen Martínez López, profesora de párvulos, desde la
misma fecha hasta finalizar el curso de 1921 a razón de 1.100 pesetas anuales.
Una marca: unos trece años sin cobrar su sueldo. Bien es verdad que dos años más tarde la maestra
de niñas reanudó las clases, aunque sin cobrar sueldo alguno, solo a cambio de
beneficiarse de la vivienda y de las huertas de la escuela de Siones, así como
de “una pequeña retribución de las alumnas”.
No tenían mano los administradores del
testamento de Lucas Aguirre. Demos su relación: Felipe Segundo de Ondovilla y
su hijo José, vecinos de Villasuso de Mena; Manuel María José de Galdo, Cánido
Labrador y Fernando de Castro; y a Feliciano de Isla, José del Valle, Brígido
Ruigómez, Patricio Pereda y Julián Bustamante, vecinos de Madrid. Tuvieron
poder para apoderarse e incautarse de todos los bienes de Lucas Aguirre,
proceder en todo extrajudicialmente sin ninguna intervención de los Tribunales
de Justicia y resolver por mayoría de votos de los nombrados cualquiera duda o
dificultad que se suscitase. Entiendo que hasta 1910 no inscribiesen la
fundación.
La situación jurídica del Patronato, como hemos indicado,
no se había legalizado hasta pasar 27 años desde la muerte del testador. No
estaban otorgadas las escrituras de fundación de las diferentes escuelas
–Madrid, Siones y Cuenca- con lo que ninguno de los tres ayuntamientos podía
asegurar la existencia de sus escuelas y administrar los bienes que les
correspondieran para el sostenimiento de las mismas. A principios del siglo XX
el único testamentario superviviente de los diez designados era José de
Ondovilla, amigo personal de Lucas, y fue requerido en diversas ocasiones para
que cumpliera con sus deberes de albacea, pero no dio ni un solo paso en la práctica
de las operaciones testamentarias a las que estaba obligado. Se llegó incluso a
exigirle que exhibiera los documentos justificativos de la existencia de los
fondos depositados en el Banco de España, como los gastos que originaron la
construcción de los edificios escolares y de las rentas producidas por los
bienes inmuebles de Cuenca.
Se examinaron las cuentas de la Fundación desde
el año 1873 hasta el 1892, para desentrañar la situación de la Testamentaría y
se hicieron nuevos requerimientos al señor Ondovilla para que presentase el
estado definitivo de las cuentas. Silencio. Finalmente, se le requirió para que
exhibiera los resguardos de los títulos por importe de 561.000 pesetas que,
como pertenecientes al Patronato de Aguirre, deberían obrar en su poder, y el de
25 acciones del Banco de España de igual e idéntica procedencia. El de éstas
últimas fue exhibido al ayuntamiento de Madrid, pero no el de los títulos.
El Ayuntamiento de la Villa y Corte exigió al
Sr. Ondovilla el pronto arreglo de la Testamentaría y la justificación de la
existencia de los fondos pertenecientes a la misma. Pero el plazo que le fue
concedido transcurrió con exceso y, sorprendentemente, Ondovilla optó por
abandonó la Capital, marchándose al pueblo de Siones, y dejando en el mismo
estado de paralización las operaciones testamentarias. Dio la callada por
respuesta.
La negligencia e irregularidades que sufrió la
cuantiosa fortuna que Lucas Aguirre dedicó a la instrucción de los pobres de
Siones, Cuenca y Madrid, acabó sustanciándose en los tribunales. Un Juzgado de
primera instancia, en 5 de junio de 1906, acabó dictando una sentencia que
expulsaba del cargo al Sr. Ondovilla. Este apeló ante la Audiencia en su Sala
de lo Civil, confirmándose, por sentencia del 20 de marzo de 1907, la del
Juzgado de primera instancia. Entablado por Ondovilla recurso ante la Sala
segunda del Tribunal Supremo por infracción de ley y quebrantamiento de forma se
dictó sentencia declarando “no a lugar” y condenando recurrente al pago de
costas.
José Ondovilla falleció el 11 de noviembre de
1908, pero antes, 15 de junio de 1906, compareció ante el Notario de Madrid,
José Criado, y otorgó escritura de inventario y valoración, así como de bases
para la liquidación y adjudicación de los bienes dejados por Lucas Aguirre,
resultando que Ondovilla los valoraba en 1.027.739 pesetas. El valor de los
edificios escuelas de la Fundación Aguirre en Siones se tasó en 60.000 pesetas.
La mala gestión de José de Ondovilla se reproduciría en la escuela de Villasuso,
en el barrio del Prado, establecida en 1874 por su padre Felipe Segundo de
Ondovilla. Pero esa es otra historia. A favor del Sr. Ondovilla hay que decir
que parece que hay que agradecerle que se fundara la segunda escuela de Siones,
de hecho, fue dicho testamentario quien la inauguró.
Hemos dicho que a partir de 1921 la Escuela Vieja cerró (ahora
son viviendas de particulares) continuando la Escuela Nueva. Debido
a la Guerra Civil de 1936 a 1939 fue transformada en cuartel de milicianos.
Estaba cerca del frente de guerra: los “nacionales” arriba de la peña y los “republicanos”
en el valle de Mena y con el pueblo de Siones como lugar estratégico para
controlar el Portillo de La Magdalena. Fue en aquellos días del Frente cuando
el retablo de la iglesia, con toda su imaginería, y los libros de la escuela de
Aguirre, fueron arrojados a una pira. Ángel Vivanco que tenía unos diez años
cuando sucedió aquello dijo a Elías Rubio Marcos: “Esa escuela tenía una huerta grande, y en ella había un lavadero para
la maestra, que entraba el agua por arriba y salía por abajo; pues [los
milicianos] llenaron el lavadero con los
libros y los quemaron todos. Yo cogí uno Historia Universal y me lo llevé a
casa, y luego lo devolví cuando fui otra vez al colegio”.
Elías también entrevistó a Teresa Gil, vecina de
Villasuso, que recordaba que “La escuela
era preciosa, tenía un salón hermoso; estaba una señora de maestra, doña Teresa
Novales, de Siones. Nos enseñaban a coser, a bordar, a repasar, a hacer punto
de cruz... Por las mañanas nos daban lecciones y por la tarde cosíamos. El [colegio] pequeño parece ser que le dejaron para
párvulos y el otro para corte”. Y Miguel Monasterio, vecino de Siones, cuenta
que hacia 1940 concurrían a ella sobre 35 alumnos, y que durante los casi dos
años que duraron las obras de restauración de la iglesia “las misas y las bodas se celebraron en el aula de la escuela”.
También habló Elías Rubio con María del Carmen
Serrano de Miguel que fue la última maestra habida en Siones. Contó que cuando
tomó posesión de su puesto había solo tres niños matriculados y dos sin
matricular, y que, entre admirada y sorprendida al ver la grandiosidad del
aula, comprendió que este espacio era demasiado grande para tan pocos alumnos y
tomó esta resolución: “Cogí cuatro
pupitres y me llevé a los niños a la cocina, y allí estuve durante un año con
ellos. Al principio los niños venían a clase provistos de leña y carbón, porque
así era costumbre con los anteriores maestros, pero después nos lo traían de
Villasana”.
Con tan poco alumnado la situación de la escuela
que fundara la testamentaría de Aguirre parecía insostenible. Fue entonces
cuando “Un día vino a visitarla un
inspector, y al ver que solo había tres niños decidió que así no podía
continuar y que había que cerrarla. Eso fue en 1968”. Al finalizar el curso escolar
1968-69 con la celebración de los exámenes en junio de 1969, se cerró la
escuela nacional mixta de Siones.
La Fundación "Lucas Aguirre Juárez"
fue disuelta en 1963 por el Ministerio de Educación con fecha uno de febrero
para su integración en la Fundación Benéfico-Docente del Valle de Mena la cual
aglutina las diferentes fundaciones educativas que se crearon en el valle.
Lo que tenemos hoy es un espacio congelado en
los inicios del siglo XX que nos ilumina sobre la docencia decimonónica que ha
permanecido escondido en un pueblo de Burgos. El Ayuntamiento de Valle de Mena decidió
dar luz a esta máquina del tiempo programando visitas y otras actividades. Por
ello se restauró la cubierta del inmueble y se sanearon las fachadas
eliminándose las goteras que habían hecho mella en la primera planta, antigua
casa del maestro, y habían marcado el techo del aula. La actualización la
ejecutó la empresa Construcciones y Excavaciones Poza por un importe de 35.965
euros.
Bibliografía:
“Memorias de Burgos. Entre la tierra y la voz”.
Elías Rubio Marcos.
“La enseñanza en el Valle de Mena. Una
singularidad desde el siglo XVIII hasta nuestros días”. Armando Robredo Cerro.
Real Academia de la Historia. Biografía de Lucas
Aguirre Juárez por Teresa Marín Eced.
“Testamento y codicilo del Excmo. Sr. D. Lucas Aguirre
y Juárez, otorgados, respectivamente, en 15 de junio de 1871 y 27 de enero de
1873”.
Revista “El mundo de los niños”.
Diario de Avisos de Madrid.
Periódico “El Heraldo de Madrid”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “El magisterio español”.
Periódico "La Idea".
Periódico "La Idea".
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