Nos vamos a meter unos kilómetros en Cantabria
para conocer una ciudad romana que debió tener parte de Las Merindades dentro
de su área de influencia. Evidentemente estamos hablando de Iuliobriga que está
en la localidad de Retortillo, junto a Reinosa. En la antigua Regio Cantabrorum.
O por lo menos así lo creemos desde mediados del siglo XVIII.
El término de regio Cantabrorum lo conocemos por
Plinio el Viejo que lo empleaba para referirse al área entre el territorio de
los várdulos y el de los astures. Un territorio de unos 12.000 kilómetros
cuadrados. Sería casi toda la provincia de Santander (C.A. de Cantabria), parte
de Asturias y de las provincias de León, Palencia y Burgos. En el oeste llegaba
hasta el valle del Sella e incluía la cabecera del río Esla. Al sur limitaba
con las estribaciones de la Cordillera Cantábrica hasta su contacto con las
zonas llanas de la Meseta. En burgos incorporaba las comarcas de Sedano y Las
Merindades occidentales. Y, al norte, limitaría, probablemente, con los ríos
Asón y Agüera.
El periodo de guerra y la anexión sin pactos
tribales entorpecieron el urbanismo de corte romano y trajeron, además, la
destrucción de los poblados de altura que habían constituido el hábitat de los
pueblos indígenas. En las llanuras el ejército romano les controlaría mejor. Sin
hablar de la pérdida de población y el desastre económico. Anotemos que las
colonias de veteranos de esta guerra se situaron en Emerita Augusta y Caesaraugusta.
Vale, pensarán ustedes, Iulobriga está en una cierta altura… de hecho, ¡se ha
librado de quedar sumergida por el pantano del Ebro! Cierto, y volveremos sobre
el tema luego.
Sabemos al menos que la regio Cantabrorum fue
subdividida ciudades. Plinio el Viejo menciona nueve y nos acotaba la
localización de Iulobriga: “El Hiberus,
rico por su comercio fluvial, nace entre los Cántabros no lejos del oppidum
Iuliobrica”.
Disponemos de más elementos para ubicar la
ciudad: los “termini publici” del oppida –como mojones- y el “Itineriario de
barro” que la sitúa entre Octaviolca –Aradillo hoy- (de la que dista 10 millas
romanas, unos 15 kilómetros) y Aracillum (de la que se aleja cinco millas
romanas, unos siete kilómetros y medio).
Itinerario de Barro |
Ptolomeo, a mediados del siglo II, da los
nombres de ocho ciudades cántabras que tenían su capital en el interior del
país: Konkana, Ottaviolka, Argenomeskon, Vadinia, Vellika, Kamarika, Iuliobriga
y Moroika. Todas las civitates de los cántabros, salvo Iuliobriga, se
designaron con nombres que aludían a las comunidades indígenas que habían
quedado aglutinadas bajo su jurisdicción. Iuliobriga tiene un topónimo formado con
el sufijo – briga y el nombre imperial Iulius. Ello denota que estamos ante un
caso especial. Podría ser una fundación que, a través de su nombre, preservaba
la memoria de la victoria de Augusto en el corazón de la regio Cantabrorum. Deducimos,
pues, que Iuliobriga debió, posiblemente, nacer entre los años 29 a 19 a. C.
cuando Augusto era solo Cayo Julio César Octaviano. ¿Y “Briga”? Es un sufijo de
origen céltico que designaba sitios elevados y fue adoptado por comunidades
hispanas establecidas sobre antiguos poblados prerromanos, localizados sobre
accidentes destacados del relieve. Y este es un punto al que darle una vuelta.
Desde el inicio de las excavaciones se hallaron
restos catalogables como indígenas similares a los utilizados durante II Edad
del Hierro en los poblados prerromanos del entorno. Estarían, especialmente, en
el sector de La Llanuca donde se recogieron dos características fíbulas de pie
vuelto. O el “idolillo cántabro”, una pequeña pieza de bronce que representa a
un guerrero indígena con parte de su panoplia defensiva.
Se ha comprobado que en los estratos augusteos
coexisten elementos prerromano con cerámicas de origen itálico. ¿Podría ser causado
porque la ciudad inicial tenía una cultura mixta por acoger población nativa
desplazada? ¿O porque son piezas que corresponden a un amplio periodo de tiempo?
Además, se ha comprobado que existe un nivel basal en la vaguada norte, que
delimita la ciudad romana, desprovisto de materiales romanos en su interior. Son
arenas cenicientas y carbones, procedente de la parte alta del cerro, en el que
se incluye una abundante cantidad de cerámica y objetos metálicos (de armamento
y adorno) de la cultura Miraveche - Monte Bernorio.
La presencia de materiales mixtos en los estratos
fundacionales Iuliobriga deja ver la preponderancia de habitantes no romanos. Estos
pudieron llegar desde los castros indígenas del entorno, a la fuerza o
voluntariamente, buscando adaptarse a las nuevas condiciones políticas y socio-económicas
de la romanidad.
No solo eso, sino que el número de hallazgos y
la mejor información de contexto llevan a retomar la hipótesis de la existencia
de un poblado prerromano en este cerro. Formado, seguramente, con estructuras endebles
arrasadas posteriormente. Las viviendas en los castros del entorno estaban
hechas con materiales perecederos y barro, que dejan escasa huella en el
registro arqueológico. Es posible, por tanto, que la destrucción del poblado
quedara enmascarada por la implantación de la ciudad romana y que sus restos
sean hoy únicamente reconocibles en los vertederos. Esto, corolariamente, aclararía
más la razón de la elección del lugar de asentamiento de la cuidad.
Poblado cántabro de Argüeso. |
Siempre se ha asumido que el emplazamiento en
altura del centro urbano de Iuliobriga, a 920 metros de altitud, la elección
del cerro de Retortillo, puede explicarse por el contexto bélico de la
fundación, en la etapa inmediatamente posterior a las Guerras Cántabras. Pero,
¿Y si la localización exacta se debió a que existía ya un poblado cántabro?
¿Por qué el acuartelamiento estaba a tres kilómetros? ¿Estando una unidad
militar a tan poca distancia cual fue la razón de no compartir espacio? Se ha argumentado que la ciudad debió de
tener por objeto controlar el estratégico paso natural hacia el río Besaya
(nace a cuatro kilómetros en línea recta) así como las poblaciones indígenas circundantes.
Pero… ¿para esto no está el campamento de La Poza a tres kilómetros al sur o
los situados en la confluencia de los ríos Pas y Bezoya?
En cuanto al núcleo urbano de Iuliobriga, las
investigaciones arqueológicas documentan la convivencia de elementos de la
cultura indígena y de la arquitectura y urbanismo romanos. Las grandes domus de
patio central o peristilo coexisten con otras viviendas, más pobres y mejor
adaptadas al desarrollo de actividades artesanales y agropecuarias. Otras
características del centro urbano de Iuliobriga es su adaptación a la colina y
la búsqueda de soluciones arquitectónicas a las condiciones climáticas del
lugar.
Fragmento de la Notitia Dignitatum |
Por último, Iuliobriga es también citada en la
Notitia Dignitatum, del Bajo Imperio, donde figura como residencia de un mando
de tropa.
La ciudad concebida como centro político de
Iuliobriga no incrementaría mucho la población preexistente, probablemente, porque
una parte considerable de su comunidad cívica habitaba en núcleos de población
dispersos a lo largo de su extenso territorio, incluidos algunos localizados en
la costa, como portus Victoriae Iuliobrigensium (Santander).
También surgen dudas sobre el estatus jurídico
de la ciudad. La epigrafía recuperada no permite resolver todas las dudas. Tradicionalmente
ha prevalecido la idea de que la civitas habría sido fundada por Augusto con un
estatus estipendiario y que sólo mucho más tarde, en tiempos de Vespasiano,
habría adquirido la condición de municipio latino. Esto encajaría bien con la
datación flavia del foro. Asimismo, se han usado como pruebas los testimonios
epigráficos de dos ciudadanos romanos de Iuliobriga documentados en Tarraco,
ambos adscritos a la tribu Quirina.
Por otra parte, J. M. Abascal ha defendido que
Iuliobriga pudo haber sido ya desde época augustea un municipio latino. Se
basa, entre otros argumentos, en el hecho de que los termini Augustales
demuestran que con anterioridad a la época flavia la comunidad ya tenía un
ager, esto es, un territorio gestionado por magistrados locales, algo propio de
una civitas privilegiada. La promoción habría coincidido con el tercer viaje de
Augusto a Hispania, en torno al año 15 a.C.. Abascal asume, por lo tanto, que
la fundación se habría producido antes de dicho viaje y esto permitiría
explicar, a su vez, por qué en la formación del topónimo se usó el término
Iulius, propio del período anterior al año 27 a.C., y no Augustus.
La base económica de gran parte de los
habitantes del centro urbano de Iuliobriga y de las aldeas vecinas debió de ser
la agricultura y la ganadería en las tierras llanas de la hondonada de Reinosa
y de las laderas de las montañas circundantes. Hay que tener en cuenta que en
época romana el clima se correspondía con el “óptimo climático” que se inició
en el continente europeo hacia el año 400 a. C. y que se caracterizaba por ser
más benigno y propicio para el cultivo del campo que el actual, pudiendo ser
calificado de templado-húmedo, con temperaturas más altas y ligeramente menor
pluviosidad. Los análisis polínicos realizados sobre muestras tomadas en el
yacimiento arqueológico revelan los efectos que tuvo en el medio ambiente la transformación
del territorio a raíz de la implantación romana. En concreto, estos análisis
reflejan una progresiva disminución de las masas de bosque en beneficio de los
pastos, esto es, un aumento del ager frente al saltus como consecuencia de la
explotación del espacio rural.
Calzada de Cilda |
Otrosí, la relación entre la geografía y la
política: la Cordillera Cantábrica, que divide el territorio en sentido
longitudinal, marcó la divisoria entre los cántabros cismontanos y
transmontanos, y entorpecía la llegada a la costa. Para ello los romanos
construyeron las calzadas que permitiendo el enlace de los puertos marítimos
con la red viaria principal de la Hispania romana, en concreto con la vía que
desde Asturica Augusta (Astorga) conducía a Burdigala (Burdeos).
La política también tenía otro desarrollo
diferente a la mera administración. Hablamos del proceso de integración y
romanización. Roma solía primar a unos pueblos indígenas frente a otros, quitar
y repartir territorios, castigando hostilidades y premiando actitudes sumisas.
La mención en las fuentes literarias de nombres de pueblos cántabros que no se
corresponden con civitates sugiere acciones de este tipo. Semejantes dudas se
ciernen sobre los pueblos cántabros citados más arriba, ignorando cómo se ejecutó
su integración en la red de civitates cántabras e hispanas.
La civitas de Iuliobriga, que no la ciudad, pudo
haber abarcado todo el valle del Besaya, por donde circulaba el principal eje
de comunicación norte-sur de Cantabria. Esta interpretación se basa en dos
referencias topográficas que relacionan, respectivamente, los polos norte y sur
del territorio de Iuliobriga: “portus
Victoriae Iuliobrigensium”, mencionado por Plinio el Viejo en la costa
cantábrica, y los numerosos “termini
publici” hallados que señalaban el límite entre el ager de los
Iuliobrigenses y los prata legionis quartae, localizados en varias localidades
al sur de Retortillo, en los municipios de Valdeolea y Valdeprado del Río.
Hasta el presente se han documentado dieciocho
termini que delimitaban el ager de Iuliobriga. Se trata de grandes lajas o
bloques de piedra arenisca de origen local en los que se repite siempre el
mismo texto: “ter(minus) August(alis)
dividit prat(a) leg(ionis) IIII et agrum Iuliobrig(ensium)”. El tipo de
escritura y módulo de las letras son idénticos en todos los ejemplares, así
como las abreviaturas, lo que permite afirmar que fueron realizados en las
mismas fechas.
Tan sólo varía la cantidad de renglones de las
inscripciones, que oscila de tres a ocho, en función del diferente tamaño y forma,
más o menos alargada, de los soportes. Estas circunstancias hacen que la
composición de los textos cambie, lo que facilita la diferenciación de las
piezas. Los hitos han sido descubiertos a una distancia de unos 12 km al sur
del centro urbano de Iuliobriga. En línea recta, el más cercano es el de El
Haya (9 km) y el más alejado el de Cuena (16 km). Los quince ejemplares de los
que se conoce la localidad concreta en que fueron hallados se distribuyen entre
nueve poblaciones que conforman sobre el terreno una “U” invertida de unos 16
km de perímetro. Pero no se puede afirmar que el lugar de recuperación fuese el
lugar de colocación inicial. De hecho, la presencia de más de un ejemplar en
una misma localidad (dos en Castrillo del Haya, cuatro en Cuena, cuatro en Las
Henestrosas y dos en Rebolledo) pone en evidencia por sí solo el fenómeno de
traslado de los epígrafes a zonas de caserío con objeto de coleccionar o
reutilizar los soportes. Obviamente, en época romana estos hitos estaban
separados unos de otros, guardando cierta equidistancia.
Es decir, suponiendo que los términos augustales no
se hallasen demasiado desplazados de su posición originaria, cabe interpretar
que señalaban un espacio reducido, de unos 30 kilómetros cuadrados, el cual
limitaba parcialmente con el ager de Iuliobriga por el norte, o bien se
encontraba totalmente inserto dentro de éste, constituyendo un enclave de la
civitas dependiente de la legión. Aclaremos que “prata”, en el contexto militar,
son pequeños espacios dispersos por el territorio asignados a las legiones o
unidades auxiliares del ejército romano, fundamentalmente para forraje de la
caballería.
Los términos augustales que separaban los “prata
legionis IIII” del ager de los juliobriguenses ejercieron su función
aproximadamente durante medio siglo: desde la fundación de Iuliobriga en torno
al año 15 a. C., hasta más o menos el 39 d. C., en que la Legión IV Macedónica
partió de Hispania para dirigirse a la frontera germánica, abandonando su
campamento de Herrera de Pisuerga (Palencia).
Durante ese tiempo los hitos sirvieron para
marcar la frontera entre territorios de jurisdicciones y situación fiscal
diferente: militar y exenta de tributación en un caso, civil y tributaria en
otro. Al tiempo que cumplían esta función práctica, debieron de convertirse en
elementos destacados del paisaje, actuando como monumentos en el ámbito rural
que ponían de manifiesto la autoridad del emperador y la nueva organización
territorial impuesta por Roma.
Tras la marcha de la legión ignoramos cuál fue
el destino de los prata que habían lindado con Iuliobriga. ¿Pasaron a la ciudad
o no? Sabemos que tras la partida de la Legión IV Macedónica su campamento fue
remodelado y otros cuerpos del ejército romano se establecieron en el mismo.
Bibliografía:
“Iuliobriga. Intervenciones arqueológicas
recientes (2001-2017)”. Juan José CEPEDA-OCAMPO y José Manuel IGLESIAS GIL.
“La determinación del perímetro urbano de
Iulibriga (Cantabria). Prospecciones geofísicas y sondeos arqueológicos en el
sector de la Llanuca”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias Gil,
Alicia Ruiz Gutiérrez y Félix Teichner.
“La excavación de la antigua ciudad cántabra de
Iuliobriga”. Antonio García y Bellido.
“Ritmos y límites de la monumentalización en las
ciudades de la regio Cantabrorum”. Alicia Ruiz Gutiérrez.
“La ciudad de Iuliobriga y los campamentos
romanos de la poza (Cantabria)”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias
Gil, Alicia Ruiz Gutiérrez Y Pedro Sarabia Rogina.
“Territorio rural y espacio urbano en Iuliobriga
(Cantabria)”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias Gil y Alicia Ruiz
Gutiérrez.
Real Academias de la Historia. Géza Alföldy y
Juan Manuel Abascal Palazón.
“juliobriga, ciudad romana en Cantabria”. A. Hernández
Morales.
Anexos:
Comentábamos en el cuerpo de la entrada la
existencia de una serie de individuos de los que teníamos constancia de su
procedencia de Iuliobriga.
En Tarraco (Tarragona), capital de la Hispania
Tarraconensis, se alzaron sendas lápidas honorarias a dos iuliobrigenses
notables. Uno de ellos, de nombre C. Annius Flavus, "de las gentes cántabras, en la Provincia Hispania Citerior",
reza la lápida. Mereció tal honor por el celo puesto en defensa de los
intereses públicos. De sus relaciones familiares sólo se sabe que fue hijo de
otro Quintus Porcius y probablemente padre del Porcius Vetustinus que se conoce
como procurador financiero de Mauretania Caesariensis el año 150. Su carrera
comenzó como prefecto de una unidad militar auxiliar, la cohors I Latobicorum
et Varcianorum equitata, estacionada en Germania inferior a finales del siglo I.
El deterioro del texto de Tarragona impide conocer qué puestos siguieron a este
destino; sin embargo, en las primeras décadas del siglo II Quintus Porcius
Vetustinus había regresado a la Península Ibérica, en donde fue elegido por la
asamblea provincial de la Hispania citerior (concilium) para ocupar el
sacerdocio del culto al Emperador en Tarragona (flamen provinciae Hispaniae
citerioris) en representación de esa provincia.
En el Norte de Portugal, en Chaves (antigua
Aquae Flaviae), se halló una inscripción en la que se cita a un tal Aemilianus
Flacus, natural de Iuliobriga; era "signifer" (portador de las
enseñas, alférez) de la Legio II Augusta, una legión que combatió en Cantabria
durante las guerras en tiempos de Augusto y que luego, en el año 10 de la Era
Cristiana, fue trasladada al frente del Rin.
En una aldea de Asturias se encontró también
otra lápida donde parece se cita a un individuo de Iuliobriga, pero la lectura
es dudosa.
En el norte de África se encontraron dos lápidas
referidas a dos muchachos iuliobrigenses legionarios de la Legio VII Gemina, en
el Norte de África. Una de las lápidas menciona a un tal Stabilius Maternus,
que murió a los treinta años, llevando ya trece de servicio en la legión, lo
que quiere decir que entró en caja a los diecisiete años, edad normal para
estos servicios. La otra perteneció a un tal Valerius Rufinus, que murió a los
veintiocho años, tras nueve de servicio, es decir, que entró en la legión a los
diecinueve años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, tenga usted buena educación. Los comentarios irrespetuosos o insultantes serán eliminados.