Analizaremos, en esta segunda parte, el sustrato
arqueológico estudiado en Iuliobriga. Inicialmente se ha supuesto que el límite
norte de la cuidad era la zona aterrazada conocida como sector de “La Carretera”,
en el que se sitúan, entre otras construcciones, las denominadas casas de “Los
Morillos” y “Los Mosaicos”. Hacia el este, el límite, también impreciso, podría
situarse en las inmediaciones de una pequeña elevación en del sector conocido
como “La Llanuca”. Hacia el sur y el oeste los límites del núcleo urbano son
todavía más imprecisos, y es bastante probable que incluyesen la totalidad del llano.
que rodea el casco urbano de Retortillo. El yacimiento arqueológico tiene su
punto más meridional conservado en el lugar conocido como “Las Quintanas”,
donde se halló parte del pavimento de la vía romana que salía de la ciudad
hacia Peña Cutral así como los restos de varios calzos de poste correspondientes
a dos estructuras de madera. Por ello, Iuliobriga, que tendría unas 20
hectáreas, era un enclave modesto. Clunia, capital del convento jurídico en el
que estaba integrada la ciudad, tenía 100 hectáreas.
En sondeos ejecutados en “La Llanuca” para
obtener mayores certezas sobre las dimensiones del yacimiento detectaron unas
estructuras de contorno circular, de las cuales al menos una conservaba
nítidamente su perímetro. Se registró parte de un vertedero de época romana,
practicado en una oquedad del terreno donde se reconocen vertidos sucesivos de
tierra cocida, con carbones de quema y abundante material cerámico, en su mayor
parte, de época Flavia (abundan las decoraciones del estilo de metopas), aunque
siguió siendo usado hasta el siglo II. Con ello sabemos que la zona edificada
en época romana no se extendía por la ladera norte del cerro de Retortillo. El
urbanismo tuvo que adaptarse al relieve ondulado del terreno, tal y como se
aprecia en el trazado curvilíneo de algunas calles y en la realización de obras
de aterrazamiento, con objeto de allanar el terreno y permitir la edificación.
Calle porticada |
El sector de “La Llanuca” era zona residencial
comunicada con el foro mediante una calle porticada, cuyos pilares fueron en
parte reconstruidos en la década de 1950. A través de dicha calle los pudientes
accedían al foro que estaba en la parte más alta. Lugar destacado y de máxima
visibilidad -evidentemente es una localización intencionada- que después sería
ocupado por la iglesia románica. En este lugar confluían la calle porticada y
la vía que se internaba en el centro urbano como prolongación de la calzada
romana que pasaba por Peña Cutral y se dirigía al valle del Besaya, de la cual
se conservan partes significativas del firme en las inmediaciones del muro
occidental del foro. Este era un recinto abierto, rodeado por un pórtico de
columnas que integraba en su lado noroeste un templo de planta cuadrangular, de
16 metros cuadrados de superficie. Poco más que un saloncito de nuestras casas.
De este templo sólo se conservan los cimientos del podio, consistentes en una
sólida estructura de al menos 2`2 metros de altura, que salvaban el desnivel
del terreno de la zona. Uno de sus muros presenta un gran arco de descarga, debajo
del cual se conservan los restos de un antiguo pozo inutilizado. Cerca del
templo se recuperaron un dedo y resto de toga de una estatua de bronce de
tamaño natural probablemente de un emperador y un fragmento de la parte
superior derecha de un ara de arenisca dedicada a Iuppiter Optimus Maximus. A
juzgar por el aspecto cuidado de la pieza, así como por la forma y tamaño de
las letras, de 6`5 cm de altura, debió de haberse tratado de un monumento
importante, acorde con su contexto de exhibición en el foro de Iuliobriga.
El foro en sí era un recinto con pórtico
columnado, de unos 1.000 metros cuadrados de superficie, del cual el templo
ocupaba el lado norte. Uno de los foros más pequeños de Hispania. Tal vez por
el tamaño de la ciudad y por las limitaciones constructivas que tuvieron. Este foro
reproduce un modelo muy común en las provincias occidentales del Imperio: un
templo flanqueado por pórticos. Representaba el poder y la solidez del estado y
se hacía evidente en la utilización de sólidos materiales como grandes sillares
de arenisca y mortero y hormigón en la preparación de los suelos y
cimentaciones. En los muros exteriores que cierran los pórticos se utilizó un
aparejo de toba calcárea dispuesto en hiladas regulares.
El área del foro vivió dos etapas –tres si
contamos la iglesia católica-. La más antigua son restos de hornos y otras estructuras
vinculadas a una herrería y procederían de época augustea y julioclaudia. La
otra, el foro de época Flavia que va desde finales del siglo I a fines del siglo
II.
Centrémonos en la primera fase. Los arqueólogos
encontraron un horno de planta oval excavado en el suelo que conservaba, en su
cota más profunda, una estrecha cámara de combustión a modo de canal,
directamente formada sobre las arenas de descomposición de la roca arenisca. La
separación entre la cámara de combustión y la de cocción se hacía mediante una
parrilla de terracota perforada de la que se hallaron varios fragmentos
apilados contra una de las paredes. El horno quedaba delimitado en su boca por
dos toscos muros que, quizá, formase parte de un cobertizo. El uso del horno
fue lo suficientemente largo como para que se acumulasen sobre sus paredes
exteriores dos estratos sucesivos de limos con abundantes carbones y tierras
rubificadas sobre los cuales se dispuso a su vez un pequeño firme de cantos
anterior a la construcción del foro. Una vez dejado de usarse, el hueco se
rellenó con piedras y escombro. Los materiales hallados en su interior abarcan
un arco cronológico que llega hasta la segunda mitad del siglo I. Es decir,
cuando se construye el foro.
La segunda estructura excavada, localizada en la
esquina noreste, parece una sencilla cubeta. Es un pequeño horno que conserva
en uno de los extremos una plaqueta de terracota, similar a un hogar. También
se observa un enrojecimiento de las paredes de la cubeta en su parte superior.
Todo el conjunto se encontraba cubierto con una capa de carbones. Por su
sencilla factura y por el hallazgo de escorias de refinado de hierro en sus
proximidades, cabe suponer que nos encontremos ante un horno metalúrgico,
relacionado con el trabajo de forja del hierro. Junto a los hornos anteriores,
se identificaron otros restos más fragmentarios pertenecientes a hogares
asociados a depósitos que contenían no sólo escorias de hierro sino también de
cobre.
No es raro que en los talleres y otras
instalaciones metalúrgicas coexistan varios tipos de hornos y hogares, con
diferente función, tamaño y complejidad, junto a otras estructuras como
cubetas, fosas con arena y elementos auxiliares. La existencia de un horno de
factura más elaborada abunda en la diversificación de las tareas productivas
realizadas en este sector de la ciudad que dio cobijo, seguramente, a un
pequeño barrio artesanal previo al foro.
Las fases finales, dentro de esta primera
ocupación, se encuentran a su vez representadas en los hallazgos de terra
sigillata hispánica y cerámica pintada de tradición indígena localizadas en los
estratos que cubren o se apoyan en los hornos.
Las excavaciones han demostrado que el cierre
noreste del recinto, el que se encuentra oculto por la iglesia, no era
completamente simétrico al del lado opuesto. En esta parte del pórtico existía
una estancia proyectada hacia el exterior, la cual pudo haber consistido en un
espacio destinado al culto o a otra finalidad; en todo caso no una curia, como
se pensó en un primer momento.
Orden Toscano. |
Removiendo los materiales se hallaron cuatro
fragmentos de basa, capitel y tambor pertenecientes a una columna de arenisca
de orden toscano. Estaban próximos a la intersección con el muro del pórtico deduciéndose,
por ello, que, o bien formaban parte de las columnas de éste, o bien del
ingreso de la exedra, que se abría hacia la misma zona.
Por los restos hallados parece ser que antes del
colapso y reaprovechamiento de los materiales del foro este se usó como
vertedero: escorias, clavos de hierro, restos de fauna –en su mayor parte de
bóvidos- y fragmentos de cerámica entre los que domina la terra sigillata
hispánica elaborada en los siglos II y III d.C.
Al norte del templo –diríamos que al cruzar la
calle de la plaza porticada- se encuentra un solar de unos 280 metros cuadrados,
escalonado en dos niveles por la pendiente, cuya traza mantuvo la orientación
marcada por los muros de cierre del foro. El edificio estuvo en uso entre el
siglo II y el momento de abandono de todo este sector, posterior a la segunda
mitad del siglo IV. Lo sabemos gracias a un aplique de pendiente de pasta
vítrea y oro de ese periodo. La construcción tiene planta rectangular, con 190
metros cuadrados de superficie, delimitado por un zócalo de piedra. La
cimentación es de ripio y cantos medianos y sobresale en anchura especialmente
en las esquinas del cierre suroeste, donde llega a alcanzar 104 centímetros, un
refuerzo hecho sin duda para mitigar el encharcamiento de la zona causada por
las aguas del nivel freático. No fue el único pegote que tuvo esta casa
viéndose que la inestabilidad del terreno en pendiente impuso reforzar la
terraza inferior.
La construcción fue en piedra combinada en
algunos puntos con canto rodado y tierra. Se encontraron varios sillares
procedentes de edificios anteriores en el muro de carga que separaba las dos
terrazas sobre las que asienta el conjunto.
El acceso principal es por un portalón de 6`5
metros que lleva a tres espacios diferenciados. En la más amplia destaca el pie
de un pilar de madera para sujetar la cubierta. Aquí, adosado al muro de fondo,
se dispuso un amplio hogar rectangular elaborado con guijarros y una base de
arcilla enrojecida. La casa estaba pavimentada con ladrillos y, suponemos que la
cubierta era de tejas.
En la terraza inferior había dos estancias
alineadas (A-B) que se comunicaban con el nivel superior por una estrecha escalera
pegada a uno de los muros perimetrales. Además, tenían su propia entrada en la
sala A. Una atarjea –conducto- de piedra que recogía las aguas procedentes de
las filtraciones del subsuelo recorría tres de los lados del nivel.
La dependencia A contó con un hogar circular en
posición central, cerca del cual se conservaban los restos de un caballete de
hierro, uno de los cinco que pudieron ser finalmente recuperados en su
interior. ¿Era una cocina doméstica? ¿Un taller de caballetes? ¿Pudo servir
para lo mismo el pequeño cobertizo adosado junto al portalón del piso superior?
Un estrecho muro medianero de mampostería, 37 cm
de grosor, la separaba de la segunda estancia. El muro se mantiene en pie hasta
una altura de 1`70 metros gracias, principalmente, a la colmatación de la parte
baja de la terraza. Ello dificultó la extracción de los materiales de
construcción de la parte central del edificio que quedó resguardada por un
estrato de arcillas.
¿Qué era este edifico? El portalón y la
disposición de estancias en torno al mismo sugieren un uso de tipo artesanal,
ligado con toda probabilidad al trabajo del metal, como parece apuntar el
hallazgo de escorias de hierro y restos de refundición de plomo sobre los
suelos y en el exterior, en la parte posterior del templo. Anotaremos, a su
vez, que se han recuperado un antoniniano de Claudio II acuñado en Roma y varios
objetos metálicos también tardíos: una empuñadura de pugio, un regatón de
hierro y un fragmento de caja para sello, en bronce, entre otros.
Trasladémonos a “La Llanuca” siguiendo la calle
porticada para ver una domus con peristilo de 1.160 metros cuadrados que data
de comienzos del siglo I. Es arquetípica pero adaptada al frío local. Eso se ve
en el cierre –posterior a la construcción- del patio central con un muro
corrido y en el uso de corredores con objeto de aislar mejor las habitaciones. Al
noreste de esta casa se observan restos de un depósito rectangular en el que se
acumulaban las aguas de un manantial situado al norte de “La Llanuca”. Parece
ser que este barrio se urbanizó en los años iniciales del siglo I. De hecho, todo
el terreno entre “La Llanuca” y el foro estuvo edificado. Se conocen restos de,
al menos, otra domus de peristilo, situada a occidente.
La gran domus de “La Llanuca” se distribuye en
varias áreas funcionales. Una zona residencial que incluía varios dormitorios o
cubicula, aislados del patio mediante pasillos. La zona de representación se
encontraba en el ala norte, ocupada por grandes comedores y salas de recepción
– oecus y triclinia – abiertos hacia el patio central. Finalmente, los espacios
de servicio ocupan la crujía oriental, con la cocina y sus dependencias anejas.
Sobre esta zona se disponía seguramente una primera planta a la que se accedía
por escaleras, hoy perdidas, situadas en alguno de los estrechos pasillos que
se identifican en los extremos del corredor.
La domus descrita lindaba hacia el este con otro
inmueble. En el interior de este amplio espacio se reconoce bien un depósito de
planta rectangular que capta las aguas procedentes de un manantial, situado al
norte de “La Llanuca”, un pozo y un recinto de planta interna circular y
perímetro exterior cuadrado. Este último recinto reproduce perfectamente la
planta de un laconicum o sauna seca, una de las estancias características de
los conjuntos termales antiguos. Las termas comunicaban con la calle porticada
mediante una línea edificada de tabernae o estancias de recepción. Por último,
se conoce otra domus de peristilo, situada en la parte más occidental a la que
se accede, también, por la calle porticada.
Al norte de la carretera se encuentra la llamada
“Casa de los Morillos”. Una casa de patio central situada en la zona norte, por
donde se expandió la ciudad, en las inmediaciones de la prolongación de la
calzada que desde Peña Cutral daba acceso al curso de los ríos Ebro y Besaya.
Su posición indica que es posterior al trazado de la vía, a cuyo recorrido se
adapta. Como la mayor parte de los edificios situados en este sector de la
ciudad, la fecha de construcción se sitúa avanzado el siglo I, en época flavia.
La casa ocupa una superficie de 647 metros cuadrados. Su pequeño peristilo tenía
un pórtico de doce columnas. A través de este patio se accedía a las distintas
áreas de la residencia: zona de representación con varios salones (oecus y
triclinia) en el ala oeste; zona de dormitorios (cubicula) en el norte; zona de
despensa y almacenes cerca de la entrada, en el ala este; y la cocina en el ala
sur. La habitación identificada con la cocina cuenta con un espacio marcado con
empedrado destinado al hogar y ha proporcionado dos morillos de hierro forjado,
utilizados habitualmente como caballetes para sujetar la leña sobre el fuego. Aquí,
también, se aplicaban los sistemas vistos para aislarse del frío. La “Casa de
los Morillos” contó con un segundo piso al que se accedía por dos escaleras
situadas, respectivamente, al norte del ingreso principal y en la estancia
contigua a la cocina.
Casa de los Morillos |
Al norte de la “Casa de los Morillos” está la “Casa
de los Mosaicos”. Era ésta una gran mansión, que pudo contar incluso con termas
privadas. Desgraciadamente su estado de conservación es pésimo, habiéndose
perdido la mayor parte de los muros a consecuencia de las labores agrarias de
los siglos pasados. En su momento, se pudo identificar parte del patio central
porticado y el ala meridional, a la que se añaden varias estancias a occidente
utilizadas como baños. Una de estas estancias contaba con hipocausto.
Casa de los Mosaicos |
Un segundo conjunto de edificaciones que se
encuentra en el sector de la carretera, en su lado sur, incluye varias
construcciones de uso doméstico y agropecuario, separadas entre sí por espacios
cercados a modo de corrales. Se trata de un barrio comunicado con la calle
principal de acceso a la ciudad mediante un camino pavimentado con guijarros.
Las edificaciones de este lugar, en función de los materiales muebles
procedentes de las excavaciones arqueológicas, deben datarse a partir del siglo
II.
Los recintos que se identifican como viviendas disponen
de una articulación interna muy sencilla, sin apenas especialización funcional.
En una de las construcciones se aprecia un hueco de escalera, lo que hace
suponer la existencia de más de un piso. La sencilla configuración de estas
viviendas parece adaptada a las actividades agropecuarias y artesanales que
seguramente realizaban sus ocupantes. Construcciones modestas que incluyen en
el terreno exterior establos, almacenes, hórreos, pozos y canalizaciones para
el agua. Además, su forma compacta debió de ofrecer una mejor protección a las
condiciones climáticas del entorno.
Otro edificio que por sus características y
ubicación debió de ser de uso público se localizó en la zona que hoy ocupa el
aparcamiento adyacente a la casa museo denominada “Domus de Iuliobriga”, si
bien su estado de conservación era malo y tan sólo pudo documentarse una
pequeña parte de su planta.
A partir de la dinastía de los Severos los
problemas de poder, de reclutamiento y las reformas administrativas dificultan
el control de las ciudades y comienzan a multiplicarse las Villae rurales como
sistema de explotación agraria donde se cobija la población urbana, agobiada por la
pesada carga de las magistraturas municipales. El proceso, iniciado en la
segunda mitad del siglo II, adquiere su momento álgido con el emperador
Caracalla. A partir de aquí Iuliobriga
entra en barrena. En el territorio de Iuliobriga son chivatos de esta situación
las villas de Camesa-Rebolledo (Valdeolea) y Santa María de Hito (Valderredible). Hay confusión en torno al abandono de la ciudad. Pudo estar relacionado
con la peste que se extiende a partir del año 252 y que dura aproximadamente
tres lustros. Sabemos que afectó a ciudades como lerdo (Lérida). Bilbilis
(Calatayud) o Calagurris (Calahorra) cuyos habitantes se relacionaban comercialmente
con nuestra ciudad por medio de la ruta del Ebro.
El saqueo y destrucción de la ciudad romana
puede explicarse a partir de los ataques de los francos sobre determinados
enclaves de la costa cantábrica y su penetración posterior hacia el interior.
¡Llegaron a sitiar Tarraco! La evidencia de un incendio final en Iuliobriga es el
último de una serie de causas asociadas con la situación del Imperio Romano en
ese momento.
Pero como hemos visto no se abandonó totalmente
el emplazamiento, ni la red viaria del entorno. La transformación del foro en
cementerio fueron en la Antigüedad tardía –periodo visigótico- cuando se
dispone un primer nivel de sepulturas en los niveles de colmatación que cubren
el interior de las estructuras romanas así como en las zanjas de robo de
material constructivo. Sobre este primer cementerio se dispondrá una extensa
necrópolis altomedieval de sepulturas de cista de lajas, en parte contemporánea
de la iglesia románica de Santa María que preside actualmente la zona, siglos V-XI.
Además, el miliario dedicado a Constantino del año 312 hallado en las
inmediaciones de la ciudad así lo testimonia.
Pero la vida urbana al estilo romano había
concluido. Iuliobriga daba paso a la aldea de Retortillo más aún cuando Clunia,
la capital del convento jurídico y cabecera de la administración territorial
había sido destruida en torno al año 284. De hecho en el momento de asentarse
la cohorte I de los celtíberos en su territorio la ciudad en la práctica no
existía como tal núcleo administrativo al servicio de un poder político
concreto.
Bibliografía:
“Iuliobriga. Intervenciones arqueológicas
recientes (2001-2017)”. Juan José CEPEDA-OCAMPO y José Manuel IGLESIAS GIL.
“La determinación del perímetro urbano de
Iulibriga (Cantabria). Prospecciones geofísicas y sondeos arqueológicos en el
sector de la Llanuca”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias Gil, Alicia
Ruiz Gutiérrez y Félix Teichner.
“La excavación de la antigua ciudad cántabra de
Iuliobriga”. Antonio García y Bellido.
“Ritmos y límites de la monumentalización en las
ciudades de la regio Cantabrorum”. Alicia Ruiz Gutiérrez.
“La ciudad de Iuliobriga y los campamentos
romanos de la poza (Cantabria)”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias
Gil, Alicia Ruiz Gutiérrez Y Pedro Sarabia Rogina.
“Territorio rural y espacio urbano en Iuliobriga
(Cantabria)”. Juan José Cepeda Ocampo, José Manuel Iglesias Gil y Alicia Ruiz
Gutiérrez.
“Arqueología en Iuliobriga: Retortillo, Campoo
de Enmedio, Cantabria”. José M. Iglesias Gil.
Para saber más:
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