Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 27 de diciembre de 2020

Altares tiene Dios…



Esta vez procederemos a cerrar una trilogía. Hablaremos del tercer resto arquitectónico del frente norte de la última guerra civil española, la de 1936 a 1939. Una más. Nos apartaremos de la dimensión política que ha tenido todo edificio o monumento público construido intentaremos contextualizar esta iglesia al aire libre.

Lo primero, el templo fue erigido en honor a la primera bandera de la Falange Española de Palencia que también figura en la Columna Sagardía que permanece un kilómetro más adelante en sentido a Santander. Este altar nos lo encontraremos cerca del kilómetro 72 de la carretera Burgos a Santander prácticamente enfrente de un camino de tierra y un refugio más que cabaña. Junto a esta tendrán un buen lugar donde aparcar el coche.


Esta unidad de voluntarios de la Falange Española se creó el 1 de enero de 1937 con soldados de las Centurias cuarta, quinta, sexta y décima que actuaban en la zona de Aguilar de Campoo y que eran conocidas como las Falanges Especiales. Cada centuria tenía unos 107 hombres con lo cual esta bandera la formarían cerca de 500 soldados. En abril de 1937 los ataques republicanos en el sector de Sargentes iban perdiendo intensidad pero el sector de Bricia se convirtió en escenario de duros combates, Espinosa, Barrio o Cilleruelo conocieron lo que es la guerra. En su afán de cortar la carretera de Burgos a Santander en el sector que defendían las fuerzas de Sagardía para evitar que los republicanos de Santander pudieran caer sobre la capital castellana, la zona de La Lora y Carrales llegó a ser un infierno. Esta bandera actuó aquí durante mayo de 1937 sufriendo grandes bajas. Su primer comandante fue el carismático Capitán de Infantería don Lorenzo Ramírez Jiménez y que moriría encuadrado en la sexta Bandera de la Legión.

Esta Bandera estaba a las órdenes del comandante de Caballería, don Casiano Velloso y Pérez Batallón. El día 5 de ese mes participa en el ataque del Alto de los Pinos y se encuentra en campo abierto con el enemigo que también comenzaba un ataque. En el libro “Batallas en Las Merindades” la denominan “La batalla de la Descampada”. 

El desarrollo del combate lo conoceremos gracias a las palabras de Antonio Sagardía Ramos, el general al mando: “(...) Ya había llegado la Bandera de Palencia, con una presentación magnífica. Hombres de Castilla enjutos, fuertes y con deseos de pelear; mandados por el Comandante Velloso, se los llevó al cercano pueblo de Campino, donde se alojaron. La artillería, compuesta por las dos baterías citadas anteriormente, más una que había llegado de 105 de montaña, la coloqué cerca de Campino, y ya cuando la noche empezaba me retiré a mi puesto de mando de Escalada, a redactar la orden para el ataque del día siguiente.

Mapa del área disputada (Google)

Enviada ésta a las diversas unidades y estando despachando todas las disposiciones para los servicios, cerca de la medianoche el teléfono me llama angustioso para decirme que Espinosa de Bricia (Cantabria) acababa de caer en poder del enemigo. ¿Qué había pasado? Al retirarme de la línea de fuego por la tarde, el pueblo se sostenía valientemente. El enemigo había cesado en su fuego. También él tenía que descansar, después de cuatro días de ataques incesantes; así es que la noticia me llenó de confusión. Marché inmediatamente a Campino, y allí me confirmaron la noticia, traída desde Cilleruelo. Por lo visto, la guarnición, muy diezmada y en un estado de fatiga grande, se había replegado sobre Cilleruelo (de Bricia). El enemigo mismo no se dio cuenta de la retirada, pasando los nuestros entre los batallones que sitiaban Espinosa. Los heridos y enfermos fueron evacuados, unos en camillas y otros a hombros de sus compañeros.

La situación táctica había cambiado, Mi primera decisión fue cambiar de asentamientos la artillería. Libre el enemigo de Espinosa, los batallones que tenían sitiando al pueblo quedaban en libertad para atacar por el sur de Cilleruelo (de Bricia) hacia la carretera. Era una temeridad tener la artillería tan cerca. Inmediatamente se empezó el traslado de las tres baterías, que hubo que asentarlas en las lomas al norte del pueblo de Turzo; así, aunque el enemigo llegase a la carretera, la artillería quedaba a salvo; esta suposición yo nunca creí que llegase, pero la prudencia hace que se pasen todas las probabilidades.

El Liberal (07/05/1937)

También a las fuerzas hubo que cambiar la hora del ataque; pues aun suponiendo que a la artillería la consiguiéramos asentar para antes del amanecer, hora que se había fijado para el ataque, era necesario preparar los datos de tiro con precisión, no bastando hacerlo por el plano, teniendo en cuenta que las tropas nuestras y las del enemigo iban a llegar al contacto, para lo cual era necesario esperar a la luz del día.

Marché con las baterías a enseñarles las posiciones nuevas, que yo conocía perfectamente, dejando al Comandante Velloso la orden, modificada en el sentido de que no iniciase el ataque hasta que yo le diese la orden, que sería cuando la artillería estuviese dispuesta.

La Bandera de Palencia poco durmió esa noche. Sus hombres venían precedidos de fama de valientes y querían confirmar esa fama en el próximo combate. La impaciencia hizo que antes de la hora prevenida ya estuviesen sus hombres de pie y marchasen hacia su base de partida a las dos de la madrugada. Como no conocían el terreno, soldados de mi columna les guiaban, pero antes del amanecer, que en esos días de mayo son tan tempranos, ya estaban colocados y dispuestos para el avance. ¿Qué pasó después? No se puede saber, porque los que podían contarlo murieron. Parece ser que la impaciencia de los hombres contagió a sus jefes, y la Bandera, enardecida, sin esperar la hora que la artillería había de ayudarla, empezó el avance. La fatalidad hizo que en el mismo punto los rojos, libres de la pesadilla de Espinosa, habían decidido atacar a nuestras líneas. Dos batallones rojos, voluntarios de la FAI, a la misma hora y en el mismo punto avanzaban hacia nosotros, y justamente cuando empezaba a clarear el día se verificó el combate de encuentro.


El choque fue espantoso. Pocos disparos de fusil, algunas bombas de mano y el cuerpo a cuerpo; la Bandera de Palencia hizo honor a su fama luchando con un enemigo más numeroso y quedando sin mandos, por haber caído muertos o heridos todos sus oficiales. Pronto llegó la noticia a mí. Estaba terminando de ver la colocación de la artillería, y a caballo, a través de los campos, en unos minutos llegué al sitio del combate, bien oportunamente por cierto, pues los heroicos muchachos de la Bandera de Palencia, sin oficiales, tuvieron un momento de vacilación. (…)

(…) Mediada la mañana el combate fue languideciendo, y poco a poco terminó por agotamiento de los dos bandos. La Bandera de Palencia había pagado caro su heroísmo, pero los dos batallones rojos quedaron deshechos. Unos y otros nos dedicamos a retirar nuestros muertos y heridos. El combate había sido bien sangriento, como sucede siempre en los de encuentro cuando las tropas son valientes. Nuestra artillería, en cuanto se hizo de día y pudo tomar datos, entró en fuego, castigando al enemigo en su retirada y ayudando a quebrantarle, evitando que volviese al ataque, pues en la situación en que había quedado la Bandera de Palencia hubiera sido peligroso.

Por la tarde se retiró la Bandera de línea y marchó a Venta de Orbaneja para rehacerla y darla nuevos mandos. En los combates de estos primeros cinco días de mayo tuvo el enemigo 1.800 muertos.


Los rojos se atribuyeron como una victoria el resultado del combate del 5 de mayo, publicando su prensa que el General Mola había sido derrotado cerca de Burgos. No; no fue una victoria para ellos: las líneas quedaron igual que antes del combate, con la sola diferencia que el terreno comprendido entre ellas quedó empapado en sangre y dolor de una juventud que su destino trágico les hacía enfrentarse, unos para salvar a España, otros para hundirla..."

El periódico del lado de la República Española “El sol” informaba el día siete sobre las acciones de los días precedentes que se había ocupado totalmente el pueblo de Espinosa de Bricia haciendo más de 60 prisioneros y abundante botín de guerra, entre el que figuraban 90 fusiles, tres fusiles ametralladores, dos ametralladoras, una de ellas antiaérea, y gran cantidad de municiones y víveres. Apuntó también que se rechazó un contraataque, causando a las “tropas facciosas” bastantes bajas. Remataba la información con el aviso de que la artillería republicana batía Cilleruelo de Bricia, que estaba siendo evacuado por los nacionales. O no, porque el día ocho los bombarderos republicanos atacaron este pueblo.

También muere el jefe de la primera Compañía, capitán de Infantería don Emeterio Martínez Cuadrado, y es gravemente herido el jefe de la segunda, capitán de Caballería don Rafael Pombo y Alonso Pesquera, que recibiría la Medalla Militar Individual y sería ascendido a General de División en 1964. Un teniente se hace cargo de los restos de la unidad. ¿Resultado del “partido”? 32 muertos, 90 heridos y 9 desaparecidos.


Durante la lógica reorganización de las columnas en el frente norte tras la caída de Bilbao y la previsible tenaza que se haría para embolsar unidades del Ejército de la República Española, esta bandera de la Falange regresó a Aguilar de Campoo. Llegada la ofensiva de Santander estos voluntarios rompieron el frente en Pomar de Valdivia. Ataca el Monte Bernorio, llega a Elecha y el día 16 de agosto de 1937, ocupa Santa María de Valdelomar, Cardeñosa y otros enclaves. El día 19 se concentra en Riaño y tres días después llega al Valle de Mena y Valmaseda.

Es en este momento cuando la primera Bandera de la Falange de Palencia se encuadrada en la tercera Brigada de Castilla que atraviesa el Valle de Carranza y ocupa Ramales de la Victoria, pasando por Pando y Lanestosa y a las 15 horas del 30 de agosto llega a Santander.

El 7 de septiembre sería encuadrada en tercera Agrupación de la quinta Brigada de Navarra con la que haría la campaña de Asturias a partir del día 16 y, hasta casi la entrada en Gijón el día 23, la lucha fue continua. En su avance ocupó Asiego, Rebolleda, Onís, Cangas de Onís, Arenas de Parres, Infiesto, Pola de Siero y Gijón a costa de enormes bajas.

Noviembre será un mes de descanso para esta unidad pasando, después, a Guadalajara y Teruel en enero de 1938. Ya permaneció en ese teatro de operaciones el resto de la guerra.


Vemos, por tanto, que esta zona del frente norte era una sangría y que esta unidad había sido poco menos que diezmada en la primera intervención. Entendemos que por eso se construyó este altar en la conocida como explanada de Campillo, en el lugar donde parece que se realizaban misas de campaña y, terminada la guerra, misas en recuerdo de los caídos franquistas. Si paran en su ruta verán este altar con “retablo” de piedra de tres cuerpos con un cristo de hierro integrado al trasluz.

A la entrada una cruz de hierro y un pequeño letrero en el crucero donde se lee “4 mayo 1937-4 mayo 1957. Caídos de la 1 bandera de F.E de Palencia. Presentes”. La placa nos hace suponer que la fecha de construcción fuese hacia 1957. Tal vez.

El “Diario de Burgos” recordaba que esta unidad de voluntarios obtuvo la Laureada de San Fernando.



Bibliografía:

“Batallas en Las Merindades” Aitor Lizarazu Pérez y Felipe González López.
Periódico “El Liberal”.
Periódico “El Sol”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Revista “Interviú”.


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