Esta vez procederemos a cerrar una trilogía. Hablaremos
del tercer resto arquitectónico del frente norte de la última guerra civil
española, la de 1936 a 1939. Una más. Nos apartaremos de la dimensión política
que ha tenido todo edificio o monumento público construido intentaremos
contextualizar esta iglesia al aire libre.
Lo primero, el templo fue erigido en honor a la
primera bandera de la Falange Española de Palencia que también figura en la
Columna Sagardía que permanece un kilómetro más adelante en sentido a
Santander. Este altar nos lo encontraremos cerca del kilómetro 72 de la carretera Burgos a Santander prácticamente enfrente de un camino de tierra y un refugio más que
cabaña. Junto a esta tendrán un buen lugar donde aparcar el coche.
Esta unidad de voluntarios de la Falange Española se creó el 1 de enero
de 1937 con soldados de las Centurias cuarta, quinta, sexta y décima que
actuaban en la zona de Aguilar de Campoo y que eran conocidas como las Falanges
Especiales. Cada centuria tenía unos 107 hombres con lo cual esta bandera la
formarían cerca de 500 soldados. En abril de 1937 los ataques republicanos en
el sector de Sargentes iban perdiendo intensidad pero el
sector de Bricia se convirtió en escenario de duros combates, Espinosa, Barrio
o Cilleruelo conocieron lo que es la guerra. En su afán de
cortar la carretera de Burgos a Santander en el sector que defendían las
fuerzas de Sagardía para evitar que los republicanos de Santander pudieran caer sobre la
capital castellana, la zona de La Lora y Carrales llegó a ser un infierno. Esta bandera actuó aquí durante mayo de 1937 sufriendo grandes bajas. Su
primer comandante fue el carismático Capitán de Infantería don Lorenzo Ramírez
Jiménez y que moriría encuadrado en la sexta Bandera de la Legión.
Esta Bandera estaba a las órdenes
del comandante de Caballería, don Casiano Velloso y Pérez Batallón. El día 5 de
ese mes participa en el ataque del Alto de los Pinos y se encuentra en campo abierto
con el enemigo que también comenzaba un ataque. En el libro “Batallas en Las
Merindades” la denominan “La batalla de la Descampada”.
El desarrollo del combate lo conoceremos gracias
a las palabras de Antonio Sagardía Ramos, el general al mando: “(...) Ya había llegado la Bandera de
Palencia, con una presentación magnífica. Hombres de Castilla enjutos, fuertes
y con deseos de pelear; mandados por el Comandante Velloso, se los llevó al
cercano pueblo de Campino, donde se alojaron. La artillería, compuesta por las
dos baterías citadas anteriormente, más una que había llegado de 105 de
montaña, la coloqué cerca de Campino, y ya cuando la noche empezaba me retiré a
mi puesto de mando de Escalada, a redactar la orden para el ataque del día
siguiente.
Mapa del área disputada (Google) |
Enviada
ésta a las diversas unidades y estando despachando todas las disposiciones para
los servicios, cerca de la medianoche el teléfono me llama angustioso para
decirme que Espinosa de Bricia (Cantabria) acababa de caer en poder del
enemigo. ¿Qué había pasado? Al retirarme de la línea de fuego por la tarde, el
pueblo se sostenía valientemente. El enemigo había cesado en su fuego. También
él tenía que descansar, después de cuatro días de ataques incesantes; así es
que la noticia me llenó de confusión. Marché inmediatamente a Campino, y allí
me confirmaron la noticia, traída desde Cilleruelo. Por lo visto, la
guarnición, muy diezmada y en un estado de fatiga grande, se había replegado
sobre Cilleruelo (de Bricia). El enemigo mismo no se dio cuenta de la retirada,
pasando los nuestros entre los batallones que sitiaban Espinosa. Los heridos y
enfermos fueron evacuados, unos en camillas y otros a hombros de sus
compañeros.
La
situación táctica había cambiado, Mi primera decisión fue cambiar de
asentamientos la artillería. Libre el enemigo de Espinosa, los batallones que
tenían sitiando al pueblo quedaban en libertad para atacar por el sur de
Cilleruelo (de Bricia) hacia la carretera. Era una temeridad tener la
artillería tan cerca. Inmediatamente se empezó el traslado de las tres
baterías, que hubo que asentarlas en las lomas al norte del pueblo de Turzo;
así, aunque el enemigo llegase a la carretera, la artillería quedaba a salvo;
esta suposición yo nunca creí que llegase, pero la prudencia hace que se pasen
todas las probabilidades.
El Liberal (07/05/1937) |
También
a las fuerzas hubo que cambiar la hora del ataque; pues aun suponiendo que a la
artillería la consiguiéramos asentar para antes del amanecer, hora que se había
fijado para el ataque, era necesario preparar los datos de tiro con precisión,
no bastando hacerlo por el plano, teniendo en cuenta que las tropas nuestras y
las del enemigo iban a llegar al contacto, para lo cual era necesario esperar a
la luz del día.
Marché
con las baterías a enseñarles las posiciones nuevas, que yo conocía
perfectamente, dejando al Comandante Velloso la orden, modificada en el sentido
de que no iniciase el ataque hasta que yo le diese la orden, que sería cuando
la artillería estuviese dispuesta.
La
Bandera de Palencia poco durmió esa noche. Sus hombres venían precedidos de
fama de valientes y querían confirmar esa fama en el próximo combate. La
impaciencia hizo que antes de la hora prevenida ya estuviesen sus hombres de
pie y marchasen hacia su base de partida a las dos de la madrugada. Como no
conocían el terreno, soldados de mi columna les guiaban, pero antes del
amanecer, que en esos días de mayo son tan tempranos, ya estaban colocados y
dispuestos para el avance. ¿Qué pasó después? No se puede saber, porque los que
podían contarlo murieron. Parece ser que la impaciencia de los hombres contagió
a sus jefes, y la Bandera, enardecida, sin esperar la hora que la artillería
había de ayudarla, empezó el avance. La fatalidad hizo que en el mismo punto
los rojos, libres de la pesadilla de Espinosa, habían decidido atacar a
nuestras líneas. Dos batallones rojos, voluntarios de la FAI, a la misma hora y
en el mismo punto avanzaban hacia nosotros, y justamente cuando empezaba a
clarear el día se verificó el combate de encuentro.
El
choque fue espantoso. Pocos disparos de fusil, algunas bombas de mano y el
cuerpo a cuerpo; la Bandera de Palencia hizo honor a su fama luchando con un
enemigo más numeroso y quedando sin mandos, por haber caído muertos o heridos
todos sus oficiales. Pronto llegó la noticia a mí. Estaba terminando de ver la
colocación de la artillería, y a caballo, a través de los campos, en unos
minutos llegué al sitio del combate, bien oportunamente por cierto, pues los
heroicos muchachos de la Bandera de Palencia, sin oficiales, tuvieron un
momento de vacilación. (…)
(…) Mediada
la mañana el combate fue languideciendo, y poco a poco terminó por agotamiento
de los dos bandos. La Bandera de Palencia había pagado caro su heroísmo, pero
los dos batallones rojos quedaron deshechos. Unos y otros nos dedicamos a
retirar nuestros muertos y heridos. El combate había sido bien sangriento, como
sucede siempre en los de encuentro cuando las tropas son valientes. Nuestra
artillería, en cuanto se hizo de día y pudo tomar datos, entró en fuego,
castigando al enemigo en su retirada y ayudando a quebrantarle, evitando que
volviese al ataque, pues en la situación en que había quedado la Bandera de
Palencia hubiera sido peligroso.
Por la
tarde se retiró la Bandera de línea y marchó a Venta de Orbaneja para rehacerla
y darla nuevos mandos. En los combates de estos primeros cinco días de mayo
tuvo el enemigo 1.800 muertos.
Los
rojos se atribuyeron como una victoria el resultado del combate del 5 de mayo,
publicando su prensa que el General Mola había sido derrotado cerca de Burgos. No;
no fue una victoria para ellos: las líneas quedaron igual que antes del
combate, con la sola diferencia que el terreno comprendido entre ellas quedó
empapado en sangre y dolor de una juventud que su destino trágico les hacía
enfrentarse, unos para salvar a España, otros para hundirla..."
El periódico del lado de la República Española
“El sol” informaba el día siete sobre las acciones de los días precedentes que
se había ocupado totalmente el pueblo de Espinosa de Bricia haciendo más de 60
prisioneros y abundante botín de guerra, entre el que figuraban 90 fusiles, tres
fusiles ametralladores, dos ametralladoras, una de ellas antiaérea, y gran
cantidad de municiones y víveres. Apuntó también que se rechazó un contraataque,
causando a las “tropas facciosas” bastantes bajas. Remataba la información con
el aviso de que la artillería republicana batía Cilleruelo de Bricia, que estaba
siendo evacuado por los nacionales. O no, porque el día ocho los bombarderos
republicanos atacaron este pueblo.
También muere el jefe de la primera Compañía,
capitán de Infantería don Emeterio Martínez Cuadrado, y es gravemente herido el
jefe de la segunda, capitán de Caballería don Rafael Pombo y Alonso Pesquera,
que recibiría la Medalla Militar Individual y sería ascendido a General de
División en 1964. Un teniente se hace cargo de los restos de la unidad.
¿Resultado del “partido”? 32 muertos, 90 heridos y 9 desaparecidos.
Durante la lógica reorganización de las columnas
en el frente norte tras la caída de Bilbao y la previsible tenaza que se haría
para embolsar unidades del Ejército de la República Española, esta bandera de
la Falange regresó a Aguilar de Campoo. Llegada la ofensiva de Santander estos
voluntarios rompieron el frente en Pomar de Valdivia. Ataca el Monte Bernorio,
llega a Elecha y el día 16 de agosto de 1937, ocupa Santa María de Valdelomar,
Cardeñosa y otros enclaves. El día 19 se concentra en Riaño y tres días después
llega al Valle de Mena y Valmaseda.
Es en este momento cuando la primera Bandera de
la Falange de Palencia se encuadrada en la tercera Brigada de Castilla que atraviesa
el Valle de Carranza y ocupa Ramales de la Victoria, pasando por Pando y Lanestosa
y a las 15 horas del 30 de agosto llega a Santander.
El 7 de septiembre sería encuadrada en tercera
Agrupación de la quinta Brigada de Navarra con la que haría la campaña de
Asturias a partir del día 16 y, hasta casi la entrada en Gijón el día 23, la
lucha fue continua. En su avance ocupó Asiego, Rebolleda, Onís, Cangas de Onís,
Arenas de Parres, Infiesto, Pola de Siero y Gijón a costa de enormes bajas.
Noviembre será un mes de descanso para esta
unidad pasando, después, a Guadalajara y Teruel en enero de 1938. Ya permaneció
en ese teatro de operaciones el resto de la guerra.
Vemos, por tanto, que esta zona del frente norte
era una sangría y que esta unidad había sido poco menos que diezmada en la
primera intervención. Entendemos que por eso se construyó este altar en la
conocida como explanada de Campillo, en el lugar donde parece que se realizaban
misas de campaña y, terminada la guerra, misas en recuerdo de los caídos
franquistas. Si paran en su ruta verán este altar con “retablo”
de piedra de tres cuerpos con un cristo de hierro integrado al trasluz.
A la entrada una cruz de hierro y un pequeño
letrero en el crucero donde se lee “4
mayo 1937-4 mayo 1957. Caídos de la 1 bandera de F.E de Palencia. Presentes”.
La placa nos hace suponer que la fecha de construcción fuese hacia 1957. Tal
vez.
El “Diario de Burgos” recordaba que esta unidad
de voluntarios obtuvo la Laureada de San Fernando.
Bibliografía:
“Batallas en Las Merindades” Aitor Lizarazu
Pérez y Felipe González López.
Periódico “El Liberal”.
Periódico “El Sol”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Revista “Interviú”.
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