Cierto. Pero que
muy cierto que nos fijamos al inicio del año en el calendario laboral que
pactan los sindicatos y las diversas administraciones o empresas. ¡Qué tiempos
aquellos en que eso –eso- era una decisión de la Iglesia (Católica, por
supuesto)! Y no fue hace mucho tiempo pero nosotros nos remontaremos hasta el
año 1636. La relación de fiestas de ese año fue fruto del trabajo de los licenciados
Francisco López y Fernando de Mena, curas de la parroquia de Villarcayo.
Decidieron esta
relación de fiestas:
Enero: |
17 |
San Antonio Abad |
|
20 |
Santos Fabián y
Sebastián |
|
22 |
San Vicente |
|
28 |
San Tirso |
Febrero: |
3 |
San Blas |
|
5 |
Santa Águeda |
|
14 |
San Valentín |
Marzo: |
1 |
El Ángel de la Guarda |
|
19 |
San José |
Abril: |
16 |
Santo Toribio |
Mayo: |
6 |
San Juan de Porta
Latina |
|
8 |
La aparición de San
Miguel |
|
15 |
San Isidro Labrador |
|
31 |
Santa Petronila |
Junio: |
2 |
San Juan de Ortega |
|
13 |
San Antonio de Padua |
|
30 |
San Marcial |
Julio: |
2 |
La Visitación de
Ntra. Señora |
|
26 |
Santa Ana |
|
29 |
Santa Marta |
Agosto: |
1 |
Las Cadenas de San
Pedro |
|
5 |
Nuestra Sra. de las
Nieves |
|
16 |
San Roque |
|
29 |
La Degollación de San
Juan |
Noviembre: |
11 |
San Martín |
|
21 |
La Presentación de
Nuestra Sra. |
Diciembre: |
8 |
Nuestra Sra. de la
Concepción |
|
13 |
Santa Lucía |
|
18 |
Nuestra Sra. de la O |
|
29 |
Santo Tomás
Cantónense |
Como gente de
Iglesia, previsores y pensando a largo plazo, determinaron que se guardasen “perpetuamente todo el día como sy fuesse
depreceto, y habersse guardado asta aquí, porque nadie se escusse ni trabaxe en
semexantes días”. Traducido: en esos días se debía guardar el
correspondiente descanso laboral y la obligatoria asistencia a los oficios
religiosos. Son un total de 30 días –como unas vacaciones- que no nos resultan
del todo conocidos porque algunos corresponden a fiestas que ya no figuran como
de guardar en el calendario general de la Iglesia.
¿Les he dicho
que eran como unas vacaciones? ¿Sí? Analicémoslo: el año tipo tiene 52 semanas
con sus correspondientes domingos a los que añadiremos las festividades del
ciclo del señor, más las del ciclo de la Virgen, San Juan Bautista, los
apóstoles Pedro y Pablo, Todos los Santos, Fieles Difuntos… más la treintena propuesta
por Francisco y Fernando son unas cien fechas festivas. Si quitamos un diez por
ciento de coincidencias nos quedan noventa días que son una cuarta parte del
año. Bien ¿No? ¡Hombre! Si lo comparamos con el calendario romano donde, en el
bajo imperio, uno de cada dos días es festivo…
Claro que no
eran unos juerguistas impenitentes y durante los meses de fuerte trabajo en el
campo por la recolección no hay fiestas. En cambio en los meses de trabajo más
tranquilo –enero, febrero, mayo y agosto- hay más días de fiesta.
Las fiestas
escogidas no tienen una especial vinculación con Villarcayo y son bastante
generales en el mundo castellano. Empiezan con San Antón –San Antonio Abad-,
santo copto (m. 356), hoy conocido por ser la noticia de cierre de telediarios
donde aparecen personas que llevan a las iglesias homónimas a su mascota para
ser bendecida. En Puente Arenas de Valdivielso tiene altarcito propio y cuando
le sacan en procesión le ponen trapo blanco a guisa de capa, para que nieve. ¡Algo
que en su país jamás hizo! Primero fue monje, luego ermitaño, y en el desierto
tuvo tentaciones como nos recoge la “Leyenda Dorada” de Santiago de la Vorágine.
Él las vencía con una cruz muy egipcia: empleaba el signo egipcio de la vida.
Fue muy mortificado, y según nos cuenta su biógrafo Atanasio, profesó un santo
horror al agua, que jamás profanó su cuerpo si no en caso de enfermedad.
Supongo que espantaba a las tentaciones con el olor.
El 20 de enero
es el día de los santos Fabián y Sebastián, que no tienen nada que ver el uno
con el otro y que son amontonados en días aleatorios, aunque aparecen juntos en
la invocación de las letanías generales. San Fabián fue un Papa de Roma, que trató
de ordenar las confusas actas de los mártires logrando formar parte de sus
obras de la forma más siniestra: fue decapitado y ascendido al martirologio.
¡Vamos, como para que Stephen King piense algo similar!... Si vamos a Tartalés
de los Montes (Valle de Valdivielso, Las Merindades) pueden llegar a ver una
buena tabla del taller de Oña donde el cuerpo de San Fabián, con sus atributos
pontificales, se sostiene de rodillas pero su cabeza ya ha rodado en una
muestra del gusto “gore” que anidaba en las manos de los artistas de antaño. Un
remedo serían las películas de casquería que ven los jóvenes mientras comen
palomitas. El otro mártir del día, San Sebastián de Milán, no necesita
presentación. ¡¿Quién no ha visto un sansebastián atravesado como un acerico?! Incluso
hay páginas en internet que lo presentan como un santo gay.
El aragonés san
Vicente fue diácono del obispo de Zaragoza, San Valero, a quien sustituía –y superaba-
en la predicación. Ambos fueron detenidos y llevados a Valencia a declarar. Vicente
provocó su martirio en el potro aunque se ha llegado a difundir que se le
torturó en la parrilla como san Lorenzo.
San Tirso fue
uno de los santos que buscaron el martirio en una especie de suicidio asistido
al provocar al prefecto Cumbricio. Su “victoria” fue un combate dialéctico con
su torturador a quien fue reduciendo literalmente a pedazos; hasta que, asustado de
su resistencia física (que achacaba a trucos mágicos) le devolvió a prisión. A
aquel primer asalto sigue un segundo, esta vez a cargo del nuevo prefecto
Silvano, y un tercero, a cargo de Baudo. Este último prefecto manda que lo partan
con un par de sierras, pero en una larga jornada laboral de nueve horas nada se
consigue. Al contrario, el propio verdugo sufre de golpe en su carne todos los
tormentos. De pronto, Tirso es “llamado al cielo”, y el clero cristiano se hace
cargo del cadáver del mártir. Si van a San Bernabé (Sotoscueva) verán una
imagen de este mártir siendo torturado.
Febrero lo
empezamos con San Blas de Sebaste que tiene mucha tradición en Bilbao donde se
llevan sus cordones como prevención de los males de garganta. Este obispo
armenio, cual laboratorio moderno, ensayó sus virtudes sanadoras con animales.
Entre sus éxitos se cuenta la extracción de una espina de pescado del gaznate
de un niño, pero se supone que también cura las toses y catarros de temporada.
Realmente, era un pequeño precio para conseguir la santidad.
Dos días después
era la festividad de Santa Gadea –Santa Águeda-, la virgen mártir de Catania
(Sicilia), cuya pasión se centró en atacar su virginidad y sus senos, cuya
iconografía nos los presenta en una bandeja. No hay que ser un doctor de la
iglesia para ver en ella un ejemplo contra los placeres de la carne y su
advocación como defensora contra la actividad sísmica resulta una muestra de
humor negro.
El 14 de febrero
se celebrará San Valentín. Hoy en día es un santo muy comercial y deseado por
vendedores de perfumes, lencería y bombones. No hay uno solo sino dos apretujados
el mismo día: un obispo del que nada se sabe, y un presbítero que nunca
existió. Este es, precisamente, el patrono de los enamorados. Sin embargo, nada
en su leyenda da pie a ese patronato. Más bien se le presenta como sesudo razonador
que casi convierte al cristianismo con sus discursos y argumentos al emperador
Claudio II el Gótico (siglo III).
Marzo y abril no
necesitaban de muchas fiestas votivas, porque ya la liturgia cuaresmal y
pascual iba bastante recargada. Así, en abril sólo tenemos a Santo Toribio de
Liébana, aunque lo correcto es decir de Astorga, pues de esta ciudad fue obispo. Su
mérito principal fue haber sido uno de nuestros inquisidores más antiguos, si
no el primero, dedicado a perseguir a los herejes priscilianistas que pululaban
por Galicia y el Bierzo.
La fiesta de San
Juan ante Portam Latinam recuerda un episodio tradicional de la vida del
apóstol y evangelista, discípulo amado del Señor, para mostrar que padeció
martirio, como los demás apóstoles, aunque no murió de ello. Por orden imperial
se le introdujo en aceite -dicen que hirviendo-, delante de la Puerta llamada
Latina, de Roma. De aquel baño salió no sólo vivo e ileso, sino rejuvenecida la
piel, como si de un cosmético se tratara. Luego le desterraron a la isla de
Patmos, en el mar Egeo, donde tuvo las visiones del Apocalipsis. Y las escribió.
En el mismo mes
de mayo, el día 8, se conmemora una aparición de San Miguel Arcángel. Este
espíritu puro se ha hecho visible repetidas veces, hasta cuatro, según la
Leyenda dorada que hemos citado antes. La fiesta que nos ocupa corresponde a la tercera aparición,
vista en Roma durante unas rogativas organizadas por el Papa San Gregorio con
motivo de una peste. Al pasar la procesión por delante del mausoleo de Adriano
levantó el Papa los ojos y vio en lo alto al ángel exterminador que limpiaba y
envainaba su espada, dando por concluida su faena. De ahí el nombre de castillo
del Santo Ángel que lleva desde entonces el edificio.
San Isidro
Labrador procede de un oscuro relato tardío de autor desconocido que parece
haber vivido en los siglos XI-XII en Torrelaguna y Madrid. Era siervo labriego,
aunque le tiraba más lo contemplativo, hasta el punto de tener que echarle una
mano el ángel de la guarda con los bueyes, alguna vez que Isidro se arrobó. Sus
restos fueron “identificados” con una momia que desde Carlos III está en la iglesia
homónima de Madrid. En 1619 Felipe III consiguió, de la Santa Sede, la
beatificación de Isidro. Tres años después fue canonizado junto con Teresa de
Jesús, Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Destacamos esto porque era santo
nuevo cuando se compuso este catálogo (1636).
De Santa
Petronila, supuesta hija del apóstol San Pedro, sabemos que su madre y suegra
del apóstol estuvo mala de calentura, y fue curada por Jesucristo. Relatos
apócrifos informan de que también Petronila lo estuvo. Quizá su culto en la
zona de Villarcayo se deba a ser una enfermedad muy común esta.
San Juan de
Ortega pudo ser incluido en esta relación por el origen burgalés de este santo
agustino, natural de Quintana Ortuño. Su maestro fue Domingo de la Calzada que
le enseñó a construir caminos en la ruta jacobea. En el siglo XV se lo apropian
los frailes jerónimos, promotores de su culto en la provincia.
San Antonio de
Padua fue franciscano de los de la primera hornada. Y un santo de rápido
ascenso porque, muerto en la flor de la edad, resultó canonizado al año
siguiente de morir (1233). Sus dotes se han mezclado con las de San Antonio
abad (San Antón) llegando a confundirse en funciones tan personales y delicadas como son la
protección de los animales, o la de las personas contra el “fuego de San Antón”.
Fuego de San Antón, o de San Marcial - siguiente santo de la lista- que
protegía frente a un mal que recorrió Europa entre los siglos XI y XVI. Se lo
ha identificado con formas graves de erisipela, o bien con el ergotismo:
intoxicación por harina contaminada de cornezuelo. San Marcial tiene una
hagiografía cambiante que tanto nos dice que fue enviado a Limoges por el Papa
Fabián como por el mismo San Pedro. Tampoco nos tomemos muy en serio esas
biografías.
Metidos en julio
tenemos la fiesta de la Visitación de María a Santa Isabel. Hay ermita y
romería famosa en lo alto de la cuesta de La Hoz, en El Almiñé. La siguiente,
al final del mes, era la de Santa Ana que fue la madre de la Virgen María, junto
a San Joaquín. De Ana solo tenemos noticias por los escritos apócrifos. Pero su
leyenda no paró de enriquecerse y todavía en el s. XIII la Leyenda Dorada explica
su triple matrimonio y maternidad de las Tres Marías. En efecto, viuda de su
primer marido, San Joaquín, se habría casado primero con Cleofás por quien fue
abuela del apóstol Santiago el Menor, y finalmente con Solas con el que tuvo a
Salomé que la hizo abuela de los apóstoles Santiago el Mayor y San Juan
Evangelista. El Concilio de Trento repudió tanto dislate, sin mucho éxito, a
decir verdad.
El culto de
Santa Marta (29 de julio) se importó del mediodía francés. Marta era hermana de
María y de Lázaro. Los relatos apócrifos nos cuentan que, con otros refugiados,
arribaron a Marsella. La proeza más conocida de Santa Marta fue capturar el
último dinosaurio -¡milagro!-: la gran Tarasca, terror y gloria de la ciudad de
Tarascón (todavía no localizada, je, je). Este monstruo fue muy popular en la fiesta
del Corpus como símbolo del diablo vencido. Ahora que vivimos la lucha por la
igualdad de los sexos podríamos reubicarla frente a San Jorge en la faceta de
mata dragones.
El mes de agosto
lo abría la fiesta de las Cadenas de San Pedro. Tiene la basílica de San Pedro “ad
vincula”, muy visitada por causa del Moisés de Miguel Ángel. El título se
refiere a la prisión del apóstol y su milagrosa libertad, según se narra en los
Hechos de los Apóstoles. Un capitel de la iglesia de San Pedro de Tejada ofrece
una recreación románica del suceso.
Como una ironía
tenemos la celebración de la Virgen de la Nieves en el cinco de agosto. Patrona
de Vitoria y celebrada en Las Machorras. Como ya se ha comentado en otra
entrada su festividad se debe a la basílica romana de Santa María la Mayor,
erigida sobre un solar que apareció nevado en tiempos del papa San Liberio (siglo IV).
Roque es otro
santo venido de Francia por la ruta jacobea. En su juventud pasó a una Italia
asolada por la peste. Pronto se le conoció por su capacidad sanadora. Se le
figura en traje de peregrino, remangada la túnica para mostrar una llaga que
padeció en su pierna, dicen que de un flechazo. A su lado aparece un perro
que, según la leyenda, le lamía la herida, tal vez por asimilación con el pobre
Lázaro del Evangelio según San Lucas. Desde el siglo XV en muchos lugares
sustituyó a San Sebastián como abogado contra la peste.
La Degollación
del Bautista, que cierra el ciclo de este santo, es uno de los episodios más
dramáticos de los evangelios. La cabeza de Juan, puesta en un plato para
satisfacción de la impúdica Herodías, ha sido objeto de representaciones realistas
en el arte cristiano.
De importación
francesa fue también San Martín, obispo de Tours. Su discípulo y diácono
Sulpicio Severo escribió de él una Vida colmada de episodios sobrenaturales. A
falta de noticias en los Evangelios auténticos, el calendario recurrió mucho a
los apócrifos como en el caso de la presentación de María en el Templo, que
relata el Protoevangelio de Santiago. Sería cono una duplicación del episodio
de la Presentación de Jesús, recordado en la fiesta de la Candelaria.
Llegamos ya a
diciembre y lo inauguramos con la fiesta de la Concepción de María que fue
colocada el 8 de diciembre. La fiesta dobla la de la Anunciación, o concepción
de Jesucristo. La fiesta llevó a que en el siglo XIX (1854) la concepción
inmaculada de la Virgen, esto es, sin pecado original se convirtiese en dogma
de fe.
La virgen Santa
Lucía, perteneciente como San Águeda al panteón siciliano, padeció martirio a
comienzos del siglo IV, poco más de medio siglo después que su paisana, cuando
esta ya gozaba de un culto bien acreditado. Incluso llegó a verla en uno de sus
sueños, que todavía se hacían en los santuarios, a la manera de las
incubaciones paganas, para conseguir la salud propia o ajena. Águeda y Lucía
entraron en el canon de la misa de la mano de San Gregorio Magno, y Lucía en el
folclore religioso como abogada de la vista y patrona de los ciegos. El porqué
de esto se ignora, aunque la leyenda dice que ella misma se los sacó por no
seguir viendo a un pesadísimo pretendiente. Radical, excesivo y en nada
ejemplar en nuestra sociedad. Es un rasgo de automutilación insoportable.
en una bandeja
El último de los
santos votivos de Villarcayo fue Santo Tomás Becket, arzobispo de Canterbury,
primero amigo y protegido del rey Enrique II, que le nombró canciller y primado
de Inglaterra; mas luego, cuando el santo se le enfrentó, le hizo matar. Un
clásico inglés. En 1173, a los tres años de su muerte Becket ya era canonizado
con rango de mártir, siendo su sepulcro atracción de peregrinos, como los que
pinta Chaucer en sus Cuentos de Canterbury. De él se contaban milagros bastante
curiosos como el de un pájaro de esos que hablan, perseguido por un ave de
presa, exclamó: “¡Santo Tomás, ayúdame!” y, al punto, la rapaz cayó a tierra
fulminada.
Quizá este
somero recorrido por los santos que se resaltaban en aquel Villarcayo nos haga reflexionar
sobre las preocupaciones de esta pequeña comunidad hace tres siglos y medio.
Tocante a fiestas y santos, salta a la vista el predominio de la leyenda. Aún
no se había producido la irrupción avasalladora de los nuevos santos “históricos”
y tridentinos. Lo que aquí vemos es un santoral utilitario. Son figuras elegidas
por su poder milagrero contra los problemas de su vida cotidiana: la enfermedad
de hombres y animales, los efectos del rayo, el pedrisco o la sequía, y toda la
maraña de peligros oscuros proyectada en los espíritus del mal.
Bibliografía:
“Papeles Viejos
de Castilla-Vieja”. Crónicas de Ayer en el archivo de Villarcayo”. Jesús Moya.
Periódico "La Vanguardia".
A Jesús Moya.
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