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domingo, 25 de abril de 2021

Resurrección… del Priorato de Oña en Trespaderne.

 
 
Estamos frente a un edificio que ha tenido la suerte de resucitar. Bueno, su suerte fue sobrevivir al desarrollismo turístico tardofranquista que convirtió en cantera o en solares para edificar muchas joyas de nuestra comarca.
 
La historia de este priorato está unida indefectiblemente a la del propio Trespaderne. En un documento –probablemente falso- de mayo de 1052 el rey de León Fernando I y la reina Sancha dan al monasterio de Oña el señorío jurisdiccional de la mitad de Trespaderne, el barrio dependiente de la parroquia de San Vicente. Pero, como les he dicho, el documento debe ser falso porque hasta 1183 este barrio no entró en la órbita de ese monasterio benedictino. Otro documento de 1052, este de diciembre, cuenta que el rey García de Nájera, y su mujer Estefanía, dotaban al monasterio benedictino de Santa María de Nájera, en La Rioja. Una de esas donaciones era Trespaderne de Castilla Vieja con todo lo que le pertenecía. Se referiría al barrio cuya parroquia era San Millán. Recordemos que esto era posible porque entre 1035 y 1054 casi todas Las Merindades estuvieron bajo el dominio del rey de Navarra. García lo hizo para atraer a esta zona hacia Navarra.

Priorato de Oña en 1979 (Diario de Burgos)
 
Resumiendo: el vecindario quedó dividido fiscal y eclesiásticamente. ¡Y en esta situación permanecerá durante siglos! En 1170 eran fijados los mojones que separaban las propiedades de ambos monasterios benedictinos. Algunos autores resaltan que los vecinos siempre estuvieron a disgusto bajo el señorío y jurisdicción de Oña.
 
El rey Alfonso VIII confirmó en 1175 al monasterio de Cluny la iglesia de Santa María de Nájera con todo lo que le pertenecía, y entre ellas localizamos la de Trespaderne. El mismo rey Alfonso VIII donó en 1183 al monasterio de Oña la villa de Trespaderne en Castilla Vieja, con sus collazos, solares poblados y yermos, con ríos, molinos y pesquerías, prados montes y fuentes. El rey remachaba la separación entre esos dos monasterios.
 
El monasterio de Oña, con el tiempo, acumuló un importante patrimonio, pero muy disperso. Para recabar las rentas de los muchos lugares de Castilla la Vieja y el Valle de Tobalina, los monjes construyeron unos edificios para ese propósito: los prioratos. Así están, entre otros lugares, Tejada, Villavés, San Pedro del Romeral, Noceda-Berrueza, Cillaperlata o Trespaderne. En el siglo XIV Oña disponía de once prioratos llegando a ser tenido por el monasterio de más monjes y más rentas (81.908 maravedís). Era la abadía española más rica, llegando a recoger 25.000 fanegas de renta.


Antes de la creación del priorato de Trespaderne la recaudación de la zona se hacía en Medina. El señorío sobre esta población y su cercanía a Oña motivarían su traslado a Trespaderne. En las afueras del pueblo, en el barrio de San Vicente, en medio de una extensa finca y en una fuerte pendiente, los monjes levantaron un amplio caserón. Disponía horno, huerta, palomar y cueva de vino pues en el pasado el viñedo era muy numeroso; un molino de dos ruedas en Tedeja; y un cañal para pescar en los ríos Ebro y Nela al lado de Cillaperlata.
 
El mayordomo que tenían en Trespaderne los de Oña el año de 1338 percibía del pueblo doscientas treinta y tres fanegas de cereal, frente a la mayoría de los pueblos circunvecinos que solían aportar un centenar y, aún, bastante menos. En 1350, Trespaderne seguía siendo un lugar de señorío del abad de Oña y del prior de Nájera. Al abad de Oña le pagaban las infurciones en un monto de cien fanegas de pan mediado; y al prior de Nájera diez almudes de pan mediado y yantar una vez al año cuando visitaba el lugar dado que su priorato estaba en Azo (La Molina del Portillo del Busto).
 
El monasterio de Oña tenía, además, de la parroquia de San Vicente, la propiedad y jurisdicción de varios despoblados y solares: San Zadornil y los solares de La Losa, La Penilla, Arroyo, La Oyuela o solar de don Alonso, Reoyo y Asperilla. Es decir, la mayor parte del territorio de Trespaderne era del monasterio de Oña, lo que hizo que San Vicente se convirtiese en la parroquia del pueblo, al menos, desde 1515 en que aparece como única en el apeo episcopal, a pesar de que sabemos que la de San Millán continuó como parroquia, con pila y sacramentos, al menos hasta el siglo XVIII. A mediados de este siglo las tierras de San Millán no pagaban diezmo, prueba de que el priorato de Azo había dejado de cobrarlo, porque exentos no estaban –menudos eran los curas-. En el año 1544 Trespaderne aportaba 28.429 maravedíes de renta anuales al monasterio de Oña.

 
En el Priorato vivía un monje que disponía de capilla y vivienda. El resto de la construcción estaba destinada al almacenamiento de las rentas. En la religión de San Benito, priorato era la casa en que habitaban algunos monjes, pertenecientes a un monasterio principal, cuyo abad nombraba el superior inmediato llamado prior, para que los gobernara.
 
La construcción del actual edificio es tardía. Su análisis y la documentación constatan que se trata de un trabajo del siglo XVII. Efectivamente, en el año 1665 fue levantado bajo las siguientes condiciones: en la planta baja se harían tres trojes, un cuarto y una escalera. En la segunda una sala de recibimiento y una celda, cocina y chimenea. El tejado iría a cuatro aguas. Los materiales los pondría el monasterio. Debía estar terminado para 1666. Fue rematada la obra por Martín de Monachia, vecino de Briviesca, por 2.600 reales. En 1670 consta que la habitaba el prior y administrador de las rentas, padre Francisco de Argáiz que, también, hacía de párroco de San Vicente.
 
En el siglo XVIII la actual calle Mayor se denominaba calle de San Millán por la iglesia que estuvo construida en el lugar donde se alza el inmueble que estudiamos. Dispone de un buen pórtico, con ingreso de arco de medio punto que parece un añadido posterior al resto. El interior y entrada al edificio principal se hace a través de una puerta adintelada, surmontada con un escudo que parece el de la corona de Castilla y León. Cadiñanos Barcecí dice que los monjes colocaron las armas reales como muestra de la protección oficial. Para Francisco Oñate Gómez este escudo de armas, de pobre diseño, timbrado por una obsesivamente mutilada corona, dicen que en tiempos de la Segunda república Española, y ornado por dos hileras de lambrequines era usual en el monasterio de San Salvador de Oña como testimonio de que en su iglesia monacal están enterrados reyes y condes vinculados con los cuatro Reinos. En un campo cuartelado tenemos las Armas de Castilla; las Armas de León; las de Navarra; y las Armas de Aragón. Como vemos se omiten las de Granada. En otros escudos, con las mismas armas, se incluye un escusón con la figura del Arcángel San Miguel, patrono del cenobio, con el demonio derrotado y encadenado a sus pies.

 
El frente con el escudo mira hacia Trespaderne. Dicha fachada principal luce amplias ventanas encuadradas por buena sillería. Las demás son escasas y reducidas, sin duda con el fin de evitar robos, humedades y otros males a los cereales allí custodiados. Los paramentos son de pobre mampostería.
 
Cuando a principios del siglo XIX se le concede a Trespaderne un mercado, los de Oña aprovecharían la ocasión para comercializar allí los excedentes que acumulaban en el priorato. Lo mismo venían haciendo los canónigos de Vadillo en Frías y los cistercienses de Rioseco en Medina.
 
Con las desamortizaciones del siglo XIX, tanto el monasterio de Oña como sus propiedades e inmuebles fueron enajenados o quedaron abandonados. Con diferentes destinos, el inmueble del Priorato, como otros edificios monasteriales de Las Merindades (parroquias, ermitas, viviendas…), terminaría en ruinas. En septiembre de 2011 un incendio acabó con su interior y la techumbre.

Cortesía de "Diario de Burgos"

Actualmente Juan Atienza Serna, tras conseguir comprar las partes a veinticuatro propietarios dispersos por el mundo, está decidido a reconstruirlo para convertirlo en un hotel de ocho habitaciones y su vivienda particular.  
 
 
Bibliografía:
 
Periódico “Crónica de Las Merindades”. Artículo de Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“Las Siete Merindades de Castilla Vieja. Valdivielso, Losa y Cuesta Urria”. María del Carmen Arribas Magro.
“Blasones y Linajes de la provincia de Burgos. V Partido Judicial de Villarcayo”. Francisco Oñate Gómez.
Periódico "Diario de Burgos".
 
 

3 comentarios:

  1. Interesante historia :)

    Y ojalá salga bien el nuevo proyecto para el edificio.

    Cada ruina menos es un triunfo más para nuestras queridas Merindades.

    Bien mirado, Las Merindades tienen un potencial turístico fantástico... Pero hace falta cariño por lo propio, ilusión, ideas, buena gestión, unidad de la gente y, cómo no, pecunia.

    ¡Suerte a los emprendedores de Las Merindades! :)

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    1. Hola:

      Ante todo gracias por participar y, no hay duda, yo también creo que el potencial de esta comarca es enorme.

      Y, a su vez, deseo que el proyecto salga bien.

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  2. Gracias por la info para los habitantes de trespaderne, tenemos historia, la tenemos que saber y la debemos de difundir, tenemos potencial turístico y este alojamiento turístico es todo un éxito, no solo por su piscina, por sus vistas a la Tesla, al puente medieval sobre el río Nela o a la fortaleza de Tedeja, si no por el trampolín para hacer rutas por la nueva via verde del antiguo tren Santander Mediterráneo, GR 85, GR 99, ETC... Viva Trespaderne y viva Las Merindades...

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