Ya estamos
saboreando el buen tiempo y puede ser un grato momento para pasear por la naturaleza
de Las Merindades. Para ello quiero acercarles al mirador ornitológico situado
en la ascensión del alto de Bocos, por el lado de Gayangos, y que lleva su
década como punto de observación privilegiado. Allí podrán llegar a ver,
siempre que sea temporada, fochas, porrones moñudo y europeo, rascón europeo,
gallineta, cormorán grande, pato cuchara, zampullín cuellinegro o ánade friso.
Amén de los milanos reales y negros, la garza real, el águila pescadora, el
aguilucho lagunero, el águila calzada, el halcón abejero, el gavilán, el
cernícalo o el águila culebrera. Con decirles que ¡más de cien especies
nidifican en este entorno!
Basta con
detener el coche en el aparcamiento de tierra junto a la carretera, subir una
pequeña loma cuyo camino está algo acondicionado y, bajando por la otra
vertiente, está el mirador equipado con mesas y asientos para almorzar. Frente
a ustedes tendrán las lagunas de Gayangos, de Bárcenas o de Antuzanos que proceden
de un hundimiento, profundo, del terreno que crea pocas oscilaciones en el
nivel de las aguas. La causa son las bolsas freáticas de origen kárstico que
mantienen el nivel del agua aunque no llueva lo suficiente. Esta circunstancia favorece
la existencia de una exuberante vegetación palustre que sirve de refugio a las
distintas especies de aves. Si a todo esto añadimos la bajada de la densidad de
población local, zonas boscosas cercanas, alturas rocosas y la explotación
agrícola del entorno tenemos el refugio ideal para muchas aves.
En las aguas
nadan diversas especies de peces –algunas introducidas- como perca atruchada,
carpas y barbos, que sirven de alimento junto a algunos invertebrados a las
aves del entorno. Las lagunas están incluidas en el Catálogo Regional de Zonas
Húmedas, con acceso restringido a 50 metros alrededor de los lagos.
Pero no solo hay
aves y peces. Si miramos a la izquierda, en una zona boscosa, situaremos los
restos ya muy arruinados del balneario de Fuensanta de Gayangos que cerró en
los años cuarenta del pasado siglo; al fondo tendrán la localización de una
importante batalla de la primera carlistada, aquella en la que Gómez rompió el
cerco para iniciar su periplo por la España liberal; y tras la laguna que
veremos a nuestra derecha tendremos la localización de un monasterio que
conocemos por sus restos literarios.
También se dice
que el emperador romano Servio Sulpicio Galba -desde Clunia- dio órdenes para
averiguar el emplazamiento exacto de las lagunas, ya que se suponía que un rayo
había dotado de una energía sobrenatural a estas aguas. Suetonio contaba que Galba
se lanzó tras la púrpura por un presagio y un hecho extraño: el sacerdote de
Júpiter en Clunia le había informado de la existencia de un oráculo, formulado
doscientos años antes por una profetisa, que auguraba que de Hispania saldría
el señor y dueño del mundo. Otros dicen que el hecho extraño relatado consistió
en que, apenas llegado Galba a Hispania cayó un rayo –símbolo de Júpiter- en un
lago de Cantabria y se encontraron en él doce hachas, símbolo del poder supremo
porque el doce era el número de las segures portadas por los lictores ante los
dos cónsules romanos. Todo un presagio del futuro poder de este emperador breve
como un rayo. Lo que queremos suponer es que estas aguas eran las de Antuzanos.
Pero, antes de
meternos con el poblamiento de Antuzanos les dejaré la descripción que escribió
en el “Boletín de la Real Academia de la Historia” bajo el epígrafe “Antigüedades
prehistóricas de Gayangos” Antolín Sainz de Baranda en 1887:
“Entre las varias curiosidades que tiene
este pueblo dignas de visitarse y que me han movido á consignar estas líneas,
se hallan cinco lagos ó pozos, de los que uno mide 400 áreas próximamente, y
tienen unos cinco metros de profundidad. Sus aguas son claras y trasparentes,
sin que aumenten ni disminuyan en verano ni en invierno. No tienen comunicación
con río alguno, criándose en ellos abundantes anguilas, sangujas y barbos;
estos de dimensiones extraordinarias. Antiguamente hubo una pequeña barca para
recreo de los bañistas, pero hubo de sumergirse por las desgracias que
ocasionaba á jóvenes intrépidos e inexpertos. Nada se sabe acerca de su origen
y formación, ni en los archivos parroquial y del pueblo existe dato alguno, por
más que las tradiciones á ellos referentes sean varias, rindiendo la
imaginación popular cierto respeto y admiración á estos lagos, no faltando
quien afirme que, según tradición, existió en el mismo sitio un pueblo que desapareció
sumergiéndose en un volcán, resultando después los lagos. Próximo á ellos, en
la montaña del mediodía que da vista á la villa de Medina de Pomar, existió en
el siglo XIII el célebre santuario de Nuestra Señora de Antuzanos, que fue destruido
el año 1850”.
Puntualicemos que,
aunque dice en texto de 1887 que no hay comunicación con otras aguas investigaciones
más recientes han constatado aportaciones desde los lagos a los ríos Nela y
Trueba.
Claro que hay
otra historia que nos aclara el origen de las lagunas y que -insistentemente
diría yo- aparece en la prensa. Es la famosa leyenda de la vieja, la bruja o la Virgen,
que tiene ciertas variaciones según el narrador. Una nos habla de la
desaparición del pueblo de Antuzanos destruido por una inundación como castigo
divino por maldecir a la Virgen. Otra nos dice ante las ofensas que sus
habitantes hicieron contra la Virgen –en esto coinciden-, ésta, lejos de actuar
como una “madre amorosa”, provocó que un volcán arrasase la localidad. Parece
que remató el trabajo con una inundación que colmató los cráteres y las lagunas
son los restos de esa ira divina. Como vemos ambas son muy parecidas y varían
solo por la palabra del narrador.
Para una tercera
forma de este relato recurriremos a un estudiante de
Orduña que se llamó Norbert. En su carta publicada por una revista y que
titularon como “Mis vacaciones en Gayangos” nos permite ver aspectos tanto
religiosos como etnográficos o faunísticos:
“(…) Me refiero en primer lugar á unas
lagunas que se hallan posesionadas hace siglos del fondo de una llanura á los
pies del balneario. Son cinco, y de notable profundidad; pues en la mayor de
ellas, que mide cosa de un kilómetro cuadrado, la sonda ha marcado 87 metros. Numerosos
pescados, sobre todo barbos, surcan la tersa superficie. Muchos de ellos pasan
de 14 libras, pero tienen formidables enemigos en un ejército de nutrias, y á
ellos se unen, con frecuencia, grandes bandadas de patos y ánades.
Las numerosas sanguijuelas de otra laguna
han desarrollado una nueva industria. Los chicos llegan jugando al agua, se
meten hasta la rodilla, y cuando las voraces sanguijuelas se les pegan á las
pantorrillas, los rapaces salen á toda prisa, descuelgan los bichos, los echan
en un jarro con agua, y vuelven á repetir la pesca, para surtir á las boticas
de este singular artículo.
Una leyenda, que flota entre los
habitantes de aquellos contornos como un siniestro recuerdo, nos da el origen
de estas misteriosas lagunas. Allá en tiempos muy lejanos, y en una noche tormentosa
de relámpagos y truenos, se dejó ver entre las tinieblas una pobrecita anciana,
que pedía un albergue y un pedazo de pan. Inútilmente llamó en las casas... ni
un vecino le abrió la puerta. La anciana suspiró con pena, se secó las
lágrimas, y, empapada en agua como estaba, comenzó á subir la próxima cuesta en
dirección á la ermita de Nuestra Señora de Antuzanos. Una vez en ella, dirigió
mirada dolorida al pueblo, y dícese que dijo: “¡Oh pueblo ingrato! tu fin ha
llegado. Tus blasfemias para con Dios y tus entrañas sin compasión para con los
pobres han subido al trono del Altísimo pidiendo venganza. Yo bajé de mi
santuario para ampararte, y me has rechazado. ¡Infeliz!” Y al llegar aquí, se
despeñó del cielo un relámpago vengador, se oyó un horrible trueno, el
terremoto en alas de lo tempestad se abalanzó á dar una violenta sacudida; se
abrió la tierra; y de repente, casas, hombres y animales desaparecieron en un
abismo negro y sin fondo. Al día siguiente vieron las gentes del contorno,
llenas de espanto, que el pueblo había desaparecido y en su lugar las aguas
habían formado un lago. Y es hoy el día en que, como me decía un honrado
labriego, se encuentran, de vez en cuando, restos de calderos y otros
utensilios en el fondo de estas lagunas.
Muy cerca, y sobre un altozano, se ven
aún las ruinas de la ermita de Antuzanos. La imagen se halla al presente en la
parroquia de Gayangos. (…)”
De la carta que
publicó este muchacho de hace más de cien años nos centraremos, olvidándonos de
las sanguijuelas de las que habla muy bien Madoz en su diccionario, en la
existencia real de una Virgen del siglo XIII que está en la iglesia de
Gayangos. Ergo, si hay escultura, hubo templo. Y existió. Está documentada la
existencia del monasterio de Santa María de Antuzanos.
¡Antes de que se
me olvide! Hay narradores de la historia de la desaparición del pueblo que nos
dice que el desastre proviene de una bruja. Así indican que era una bruja
expulsada del grupo de brujas del Trema que vivían en la Torcona de Cornejo. Y
redondean el cuento indicando que para impedir que lo reconstruyesen en el
alto, hacia Peña Partida, subió y amargó la única fuente contaminándola con un
pestilente olor. Pero la Virgen María bendijo el agua volviéndola curativa. La
Virgen aquí no es vengadora como en los otros ejemplos. Fin del inciso.
La primera cita
documental de Antuzanos es del año 962, cuando formando parte de la dote
matrimonial Gonzalo entrega a favor de su esposa Elvira, “et in Kastella in Antuzanos lias as et tenas et vineas et puntares et
molinos et omnia cum suis prestantiis” . No cabe ninguna duda en la identificación
porque en el siglo IX Castilla era sólo Las Merindades. Aparece de nuevo Antuzanos
como lugar y como referencia al lago con un canal, cuando el conde Femando Ermenegíldez
dona, en 1007, varias propiedades al monasterio de Celedonio y Emeterio de Taranco,
que posteriormente sería donado al monasterio de San Millán de la Cogolla, y
por tanto Antuzanos también. Claro que este documento es controvertido porque
se le presupone interpolado y no tendríamos, por ello, la fecha efectiva: “Et illum lacum de Antuzanos, cum suo
cannale, ad integritate…in Nahara i solares de Munnio Didaz que fuit piscatore
de comite Fernan Pelaez (…)”
Margarita Torres
Sevilla-Quiñones de León dice que este documento de 1007 es una falsificación declarando imaginarios al conde Fernando Ermenegíldez y a su hermano. El texto
habla de un personaje que había sido pescador del conde Fernán Peláez, que
aparece en la documentación más de veinte años después, en 1028 confirmando
ésta de 1007.
Antuzanos era un
lugar que tenía concejo propio, y su propio monasterio dedicado a Santa María,
que aparece en la documentación en 1109 cuando Mayor Núñez de Antuzanos se
entrega al monasterio de Santa María de Antuzanos donando su heredad, todo el
concejo de Antuzanos hizo de testigo.
Posteriormente
el 13 de noviembre de 1028, el conde Fernando Peláez y su mujer Elvira y su
madre doña Godina confirman a San Millán la donación anterior del monasterio de
San Emeterio y Celedonio de Taranco: “Ego
namque gratia Dei comite Fredelando Pelaioz, una cum coniue mea Gelvire et
mater mea donna Gutina. Martínez Díez”.
Tenemos otra
referencia geográfica en 1165 a la loma de Santa María de Antuçanos. En 1184 el
abad de San Millán señalaba a cada decanía lo que tenía que aportar a la mesa
del monasterio y, como no podía ser de otra manera, a Santa María de Antuzanos
le correspondía aportar pescado. En 1350 Antuzanos era abadengo del monasterio
de San Millán de la Cogolla. Pagaban al rey moneda y servicios, indican que no
pagaban ni martiniega, ni fonsadera. Pagaban al monasterio 15 maravedís por
yantar.
Consta que en
1428 Antuzanos tenía una venta porque en el testamento de Lope García de Porres
se indica: “Otrosí le mando 90 maravedís
que yo tengo en cada un año para siempre sobre la venta de Santa María de
Antuzanos, pagalos el ventero que tiene la venta de aquella casa de Nuestra
Señora”. En 1584 San Millán de la Cogolla arrendaba Antuzanos con Santa
Eulalia de Miñón y San Cruz de Fresnedo a un vecino de Miñón. Las tierras
pertenecientes a la ermita fueron objeto de pleito en 1597 entre los concejos
de Fresnedo, Gayangos y Barriosuso. En 1708 la ermita tiene tres altares con
lámparas ornatos con abundancia pila muy buena y buena fábrica.
El declive
culminó en 1849 en que ya estaba en ruinas. El Boletín Oficial de Burgos
anunciaba la venta de la ermita de Nuestra Señora de Antuzanos, si bien
describe a Oña como propietario de manera equivocada, cuya entrada al Norte está
sin puerta alguna, tiene de ancho 17 pies y 62 de largo con 22 y medio de alto:
toda la bóveda es de sillería hundida parte de ella, el tejado está en completa
ruina con muy poca teja y sin madera alguna. Hoy no es más que un yacimiento
arqueológico datado en la Alta Edad Media que no tiene resto alguno en
superficie
Julián García
Sainz de Baranda nos cuenta que existía una procesión que, el día de Santa Petronila,
iba a la ermita de Ntra. Sra. de Antuzanos a misa y después se cantaba la
letanía, estando los Regidores obligados a llevar el desayuno al cura.
Bibliografía:
“Boletín de la
Real Academia de la Historia”
“Aves en las
Lagunas de Gayangos – Antuzanos”. (https://www.terranostrum.es/)
“Más Castilla y
León”. https://www.mascastillayleon.com/
“Condado de
Castilla”. 8Condadodecastilla.es)
“Índice
documentos del monasterio de Sahagún, de la orden de San Benito”.
“Geografía del
condado de castilla a la muerte de Fernán González”. Teófilo López Mata.
“Villarcayo y la
merindad de Castilla-Vieja. (Boceto para su historia)”. Julián García Sainz de
Baranda.
“Las Siete
Merindades de Castilla Vieja. Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres y Montija”.
María del Carmen Arribas Magro.
“Historia del condado
de Castilla”. Justo Pérez de Urbel.
“Medina de Pomar
como lugar arqueológico y centro de turismo de Las Merindades de Castilla-Vieja”.
Julián García Sainz de Baranda.
Revista “Páginas
Escolares”.
Periódico “Diario
de Burgos”.
“Las Merindades
de Burgos: un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la
Edad Media”. María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
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